Capítulo 14

Los rayos solares se cuelan por el cristal de la ventana, viajando a través de la distancia que le separa de la cama, y terminando por ofrecer su calidez a la sábana que cubre mi cuerpo y a mi rostro somnoliento. Abro los ojos y seguido de ello pestañeo un par de veces para acostumbrar a mis ojos a la claridad que se apodera de la estancia. Lo primero que llama mi atención nada más despertar es mi mano colocada sobre la almohada blanca. En segundo lugar corresponde a la cortina que yace recogida en un lado de la ventana, dejando al descubiero los cristales, a través de los cuales se alza un paisaje compuesto únicamente por árboles robustos y de hojas verdes.

Continúo examinando el lugar en el que me hallo, desviando mi mirar hacia los pies de la cama, donde hay una camisa de color negra perfectamente colocada. Me siento en la cama y con temor a lo desconocido ladeo lentamente la cabeza hacia la izquierda, entrecerrando los ojos. Localizo a un chico, con el torso desnudo, dejando al descubierto sus músculos tonificados, dándome la espalda, con la sábana cubriendo la mitad de su cuerpo.

-No. No. No- repito una y otra vez en voz baja. Tomo asiento en el borde de la cama y me bajo de ella de un salto-. ¿Qué he hecho?

Recojo mi chaqueta de la silla y procedo a ponérmela, evitando hacer ruido. Luego cojo mis zapatos del suelo y camino descansa hacia la salida de la habitación, con sigilo.

-Buenos días, cielo.

-No te molestes en despertarte. Yo ya me voy- me giro bruscamente, provocando que mi codo impacte contra un florero que cae sobre la superficie del mueble y se desliza por él peligrosamente. Rápidamente vuelvo a ponerlo en su sitio y retomo mi acción anterior pero, para mi sorpresa, el vampiro está junto a la puerta, sin camiseta, con la mano en el marco. Doy un respingo y retrocedo un paso-. Qué bien. Ya estás despierto.

-¿Tienes prisa por irte?

-Tengo que ocuparme de algunos asuntos.

-¿Y vas a irte sin desayunar?- abro la boca para rebatir pero al no dar con nada qué decir decido volver a cerrarla. Asiento una sola vez, gesto suficiente para que el vampiro aparte el brazo de la puerta.
Hago ademán de mancharme hacia la cocina, pero antes de llevar a cabo mi propósito cojo una camiseta azul marino que hay sobre la cómoda y se la lanzo. Elián la atrapa en el aire y se la pone en una milésima de segundo

-Ahora podrás pensar con claridad- admite con una sonrisa-. No quiero ser la razón por la que tengas pensamientos morbosos.

Le doy la espalda y bajo uno a uno los peldaños de la escalera, con Elián pisándome los talones. Alcanzo la planta baja y me pongo rumbo hacia la cocina. Sé exactamente donde está, puesto que ya he estado en esta casa con anterioridad. Una vez consigo llegar a mi destino decido tomar asiento en un taburete que hay junto a una encimera y esperar pacientemente mi desayuno.

-¿Qué te apetece desayunar? ¿tortitas? ¿tostadas?

-Cualquier cosa que contenga una buena dosis de aspirina.

Sonríe.

Se hace con una pequeña caja de aspirinas, extrae una de ellas del paquetito, y luego procede a llevar un vaso de agua. Vuelve a situarse a mi vera, esta vez trayendo consigo la solución a mi fuerte dolor de cabeza.

-Ayer me pasé bebiendo.

-No hace falta que lo jures.

Elián se enfrenta a la tostadora, donde coloca dos parejas de sándwiches, ajusta la temperatura adecuada y luego se desplaza hacia el frigorífico, lugar del que extrae una jarra de zumo de naranja natural. Vuelve a la encimera sobre la que tengo colocodos mis brazos flexionados, y deposita sobre ella la jarra, para poder hacerse con dos vasos de cristal del mueble. Luego vierte parte del zumo en el interior de ellos y me hace entrega de uno.

Recoge un plato del escurridor y se limita a colocar sobre él las tostadas amontonadas. Lo sostiene con una mano y se pone rumbo hacia el frigorífico, lugar del que extrae un bote de nutella.

-Elián, hay algo que quiero preguntarte.

-Tú dirás.

-Anoche, ¿nos acostamos?- deja el plato sobre la mesa y toma asiento justo enfrente mía. Alza la mirada, sonríe, y menea la cabeza, divertido.

-No- suspiro aliviada ante su respuesta-. Me resistí a todos tus intentos de mantener relaciones. ¿Por qué lo preguntas? ¿estás decepcionada? ¿querías que pasara algo más?

Pongo los ojos en blanco y procedo a untar nutella en la tostada.

-Necesitaba saberlo. Tengo lagunas. No recuerdo nada a partir de mi grave problema para pronunciar la palabra guarda.

-Pues es una suerte- añade con un toque humorístico. Se hace con la tostada y unta nutella con el cubierto que empleé con anterioridad-. Te haré un rápido recordatorio. Dijiste una gran cantidad de sin sentidos y me besaste- finaliza con naturalidad.

Abro los ojos como platos y me atraganto al beber el zumo.

-¿Qué has dicho?

-He dicho que dijiste un montón de tonterías.

-No. Lo otro.

-Ah, eso. Pues nada. Me besaste.

-¿Cómo que te besé? ¿cómo ocurrió? ¿y por qué lo hice?- formulo una pregunta tras otra, sin detenerme siquiera para coger aire.

Elián esboza una sonrisa y a continuación bebe un trago de su zumo.
-Supongo que lo hiciste porque llevabas mucho tiempo queriendo hacerlo.

Enarco una ceja y suelto un suspiro.

-Madre mía- me llevo la mano a la frente y la paseo por ella. Elián me observa confuso y preocupado-. Lo siento.

-¿Qué es lo que sientes? ¿haberme besado o no haberlo hecho antes y mejor?

-Aún no has respondido a mi pregunta, ¿cómo fue?

-Te acosté en la cama para que pudieras dormir la mona y me acerqué a ti para darte las buenas noches y me plantaste un beso.

-Entonces, fue un beso accidental- apunto.

-Oye, no tienes que darme explicaciones. Te dejaste llevar por lo que sentías. No te culpo.

-Fue accidental. No hay porqué enreversar más las cosas.

-Ahora repítelo una y otra vez hasta que te lo termines creyendo.

Entrecierro los ojos y entreabro los labios, extrañada.

-Seamos sinceros. Tú y yo sabemos que no vas a dejar de pensar en nuestro primer beso.

-Eso no puede considerarse siquiera un beso.

-¿Insinúas que quieres repetir la experiencia?- una sonrisa pícara se apodera de sus labios y un brillo nace en sus pupilas-. Podría hacerlo mucho mejor.

Se echa hacia delante seductoramente y apoya ambos brazos en la encimera, acortando la distancia que le separa de mis manos. Aproxima su rostro al mío y me escruta con sus penetrantes ojos verdes ocultos tras sus pestañas. Puedo sentir como mis mejillas se sonrojan y arden con la detenida e intimidante mirada del vampiro, quien sonríe como si se le fuera la vida en ello, y yo no tengo fuerzas para apartar los ojos de la curva tan atrapante que se apodera de sus labios.

Dejo la tostada en el plato tras darle un último bocado, evitando la mirada el vampiro, pues sé que si me encuentro con ella mis nervios van a aflorar, mis manos temblarán y mi boca no dejará de decir sin sentidos.

-Tengo que irme- me pongo en pie y me sacudo la ropa, eliminando las escasas migajas de pan que se apoderan de mi prenda superior.

-Te acompaño hasta la salida.

-No hace falta. Sé dónde está.

-Lo haré de todos modos.

Espero que se coloque a mi vera para comenzar una marcha con destino fijado. Me incorporo a la estancia más amplia de la casa, donde yacen los sofás, la chimenea, la mesa, el mueblebar, y cruzo la estancia perpendicularmente, en dirección a la puerta principal. Elián se ajusta la camiseta azul marino que lleva puesta y luego se pasa la mano por el pelo.

-Ya hemos llegado. Gracias por acompañarme.

Le doy la espalda y hago ademán de aferrarme al picaporte cuando siento como la mano del vampiro se apodera de mi antebrazo con fuerza y tira de él, provocando que efectúe un giro antes de quedar enfrentada y próxima a su persona. Nuestros rostros vuelven a estar a escasos centímetros el uno del otro, y nuestras miradas se entrelazan. El vampiro alza una de sus manos, coloca su dedo índice a modo de apoyo bajo mi barbilla y con el pulgar acaricia una de mis comisuras. Mientras llevo a cabo esta acción observo ensimismada sus enormes ojos verdes, alternando con sus labios carnosos y carmesís.

-Tenías la boca manchada de chocolate- confiesa, mirándome directamente a los ojos. No puedo evitar sonrojarme una vez más ante su penetrante mirar-. Ya sabes, no quiero que seas una réplica de Paquito el Chocolatero.

-Qué suerte. No quería hacer el ridículo- añado, sin tan siquiera pensar. En cuanto repaso las palabras en mi cabeza no puedo evitar compararme con una idiota, y decido morder mi lengua.

Elián se lleva el dedo pulgar a los labios y saborea el rastro de chocolate. Observo hipnotizada como su lengua se desliza por su huella dáctilar, eliminando el cacao que con anterioridad vivió en mi boca. Entreabro los labios ante la provocativa escena que se desarrolla ante mí. Nunca antes había sentido este deseo inexplicable hacia una persona, esa pasión fuerte que hace enloquecer, nubla tu mente y te empuja actuar por instinto.

De repente la puerta de entrada se abre, dejando a la vista a una chica rubia, vestida con una camiseta morada de mangas de entretiempo y unos vaqueros grises. Lleva entre sus manos una bolsa marrón llena de verduras. Al vernos se le cambia la expresión. La confusión y una inexplicable alegría se apodera de su rostro.

-Buenos días- saluda-. ¿Vas a quedarte a almorzar?

Pongo distancia entre Elián y yo con el fin de no crear confusión.

-No. Tengo que irme ya. Gracias por la invitación.

-No hay de qué.

Esta vez abro la puerta y antes de salir por ella miro a Elián, quien ya tiene sus ojos depositados en mi persona, bajo la penetrante y exitante mirada de su hermana pequeña.

-Hasta mañana.

-No te martirices mucho pensando en mí.

Leslie frunce el ceño y nos mira extrañada a ambos, sin entender.

Cierro la puerta detrás de mí y echo a andar en dirección a la carretera, entreteniéndome por el camino llamando a un taxi para que venga a recogerme y se ponga rumbo a mi próximo destino, el instituto.

-Perdona por el retraso. Se ha estropeado el motor del coche- se excusa Samuel, quien tiene la cara roja por el esfuerzo que le ha supuesto intentar llegar a buena hora-. Creo que después de esto mi madre va a prohibirme coger el coche.

Sonrío.

Le doy un fuerte abrazo y él me recibe con alegría, rodeándome la cintura con sus brazos, levantándome del suelo por unos centímetros y girando conmigo en brazos un par de veces.

-¿Qué tal estás?- inquiero saber.

-Enérgico y emocionado. Voy a tener a mi disposición toda una biblioteca, ¿sabes lo que significa eso? Cientos de libros de ficción esperando a ser leídos.

-Podrás leer todo lo que quieras después de que encontremos lo que estamos buscando.

-Dalo por hecho- se adentra en el pasillo del instituto y mantiene la puerta abierta, cediéndome el paso hacia el interior. Permanezco inmóvil, observando todo cuanto hay a mi alrededor y recordando todo lo vivido en este corredor hace un año. Extraño esos tiempos-. Sigue todo igual.

-Sí. Es agradable saber que no todo ha cambiado.

Samuel se aferra a mi mano y me conduce hacia un pasillo.

-¿Adónde vamos?

-A visitar el laboratorio. Ya sabes, por los viejos tiempos.

Suelto una risita y me dejo guiar.

Se detiene ante una puerta, mira de un lado a otro del pasillo para comprobar que nadie acecha, y abre la puerta, la mantiene abierta, cediéndome el paso hacia el interior. Me aproximo a la mesa en la que solía sentarme con mis compañeros y rememoro las prácticas que hacíamos, las explosiones producidas por Sam, las explicaciones y reprimendas de la profesora Binns hacia el vampiro. Cambio el rumbo de mi mirada hacia el fregadero que hay en un lateral e inmediatamente acude a mi mente un recuerdo, aquel que hace referencia a la conversación que mantuve con Jonathan cuando aún era un desconocido para mí.

Samuel abre uno de los muebles, extrae un matraz de erlenmeyer, una cucharilla, agua destilada encerrada en el frasco lavador y dos botes que contienen reactivos. Coloca todos los materiales sobre una mesa y procede a mezclarlo todo en el interior del matraz.

-¿Qué vas a hacer?

-Voy a comprobar si continúo siendo un negado de laboratorio.

-No sé si deberías probarlo, ¿qué pasa si nos descubren?

-Soy un vampiro, nadie es más rápido que yo. Además, podría hacer uso del control mental para hacerles olvidar que he quemado el laboratorio.

Sonrío.

Tomo asiento en una silla y observo como el chico lleva a cabo el experimento. Samuel se cruje los dedos antes de empezar a echar la cantidad medida a ojo de los solutos. Todo parece ir sobre ruedas hasta que la puerta del aula se abre de par en par, dejando a la vista a una mujer de cabello que cae sobre sus hombros, gafas con tanto aumento que le hacen los ojos diminutos y vestimenta extravagante. Su mirada se fija en el chico moreno, quien tiene el bote ligeramente inclinado, vertiendo, sin darse cuenta, una gran cantidad de reactivo.

De repente se escucha una fuerte explosión y un humo grisáceo se apodera del laboratorio rápidamente, ocultando la figura del chico, quien tose e intenta hacer desaparecer la neblina con ayuda de sus manos. La profesora observa con expresión de pocos amigos a su ex alumno, quien tiene la cara y el pelo chamuscados.

-Sigo siendo un negado.

-¿Qué pretendia, señor Dornan?

-Quería comprobar si continuaba siendo un peligro para la comunidad científica.

-¿Y qué ha descubierto?

-Que lo sigo siendo- añade, confuso-. Por cierto, le queda muy bien ese jersey de cuadros que lleva hoy.

Le hago una seña al vampiro para que nos vayamos.

-¿Intenta distraerme para evitar ser castigado?

-No... si... puede- se acaricia la nuca y sonríe.

-Es usted un caso perdido, señor Dornan, un negado para la biología. Aún me sorprende que sepa salir de aquí por sus propios medios- Samuel sonríe forzadamente, intentando reírle la gracia a la profesora con el fin de evitar un castigo-. Pero debo confesar que echo de menos tener entre mis alumnos a alguien como usted.

-Yo también echo de menos sus clases, profesora. Las explosiones que ocasionaba, las reprimendas por su parte y los posteriores castigos no son fáciles de olvidar.

-Tampoco es fácil olvidar el dineral que se gastó la escuela en material nuevo para el laboratorio.

-Me encanto su sentido del humor.

-Samuel, tenemos que ocuparnos de un asunto- intervengo.

-El deber me llama. Ha sido un placer volver a verla, señora Binns. Ah, por cierto, siento la explosión.

La profesora pone los ojos en blanco.

Samuel se aproxima a mi persona. Caminamos hacia la puerta, pasando junto a la profesora para poder incorporarnos al pasillo. El vampiro se atreve a retroceder sobre sus pasos para terminar depositando un beso casto en la mejilla de la mujer de vestimenta extravagante, quien se sorprende ante la muestra de cariño del alumno y se da media vuelta, para reprimirle.

-Siempre estoy vigilando, señor Dornan, acuérdese.

Corremos por los pasillos, en busca de la biblioteca, huyendo de la profesora de biología. Nos detenemos en seco ante una puerta de color caoba, en la cual hay un cartelito que reza biblioteca. Samuel abre la puerta y entra en primer lugar, manteniendo el portón abierto para cederme el paso hacia el interior. Una vez estamos en la amplia sala nos tomamos la libertad de observar las estanterías perfectamente colocadas, formando filas, la una junto a la otra, la mesa a unos metros, sobre la que descansan varias pilas de libros de diversos tonos y géneros, un carrito colocado en un lateral, sobre el que yacen ejemplares que esperan a ser devueltos a su lugar de origen.

Tanto el vampiro como yo recordamos los momentos vividos en este lugar, entre los que destacan los castigos de la profesora Binns, quien nos encargaba colocar los libros en sus respectivos sitios, las horas de estudio antes de los exámenes finales, los hallazgos acerca del mundo sobrenatural que descubríamos sentados en la mesa, el desagradable encuentro con un vampiro. Este lugar guarda en sí una buena parte de nuestra vida, pues libros sacados de esta biblioteca supusieron nuestra entrada al mundo sobrenatural.

-Parece que fue ayer cuando estábamos en el instituto.

Asiento y coloco mi mano en su hombro.

-Aún cuesta creer que haya pasado un año.

-Es como si hubiera pasado una eternidad desde entonces.

-Te entiendo. Yo también siento lo mismo.

-Nos hacemos adultos responsables, aunque en el fondo seguiremos siendo esos niños enamorados de la idea del amor, obsesionados con crecer para poder hacer cientos de planes, que probablemente nunca se lleguen a cumplir, ilusionados con lograr ese futuro soñado.

-Forma parte de la vida- añado con fimeza.

-Siempre me he preguntado cómo sería dentro de cuarenta años, si tendría pelo o estaría calvo, si estaría en forma o con kilos de más, si seguiría leyendo libros de ficción o me hubiera aficionado a la televisión. Son cosas que jamás voy a poder vivir. Pero está bien. Me ahorraré mucho dinero. No tendré que injertarme pelo, ni comprar cremas antiarrugas, ni siquiera un bastón.

Suelto una risita.

-Me levantas el ánimo.

-Perdona- dice, sonriendo-. Sé que envejecerás, que tu piel se llenará de arrugas, bajo tus ojos nacerán bolsas, tu cabello se teñirá de plateado y tu caminar se ralentizará, pero aún así te seguirás viendo preciosa, Ariana. Porque tu corazón, a pesar de estar más envejecido, continuará siendo puro y tendrá el poder de amar sobre todas las cosas. Y es eso mismo lo que te convierte en una persona maravillosa. Porque después de cincuenta años me seguirás pareciendo la chica más increíble del mundo y ese hecho no van a cambiarlo una veintena de arrugas ni un bastón, ni nada.

Me aferro a su mano con fuerza y le sonrío.

-Tal vez no puedas envejecer ni comprobar todas esas cosas que tienes en mente. Pero ten por seguro que vas a contar con mi compañía en tu día a día, hasta mi último aliento. Siempre voy a estar ahí para ti, incluso cuando no me puedas ver. Eres especial, Sam, y nadie debería ponerlo en duda jamás. Soy muy afortunada de tener en mi vida a alguien tan genial como tú.

-Nunca te he dado las gracias.

-¿Por qué?

-Por haberte cruzado en mi camino, por haberte fijado en alguien tan incomprendido como yo, por haberme dado la oportunidad de vivir la vida que siempre soñé tener. Gracias por todo lo que has hecho por mí. Una vida no es suficiente para agradecértelo, así que pasaré el resto de mi eternidad devolviéndote el favor.

Le doy un fuerte abrazo y él me corresponde, apoyando el mentón en mi coronilla, y rodeando mi cintura con fuerza, ejerciendo una leve presión en mi zona lumbar, con el fin de aproximarme más a su persona. Entierro mi cabeza en su pecho y siento los latidos rápidos de su corazón, y siento una gran alegría al pensar que posee de toda una existencia ilimitada para vivir y lograr ser el hombre más feliz de la tierra, tal y como se merece.

-Busquemos esos diarios antes de que la señora Binns cambie de parecer y decida ponernos un castigo.

-Buena idea.

Me sonríe y se pone rumbo hacia un pasillo de estanterías. Yo, en cambio, me aproximo a la mesa sobre la que descansan pilas y pilas de ejemplares, y tomo asiento sobre el mueble, haciéndome con un libro de color morado y abriéndolo por la mitad. Leo velozmente las primeras líneas de un párrafo con la esperanza de dar con algo fuera de lo normal, pero todo está en orden. Dejo el ejemplar en su respectivo sitio y procedo a hacerme con otro, esta vez dorado con letras plateadas en la superficie que rezan La historia jamás contada. Abro el libro por la primera página y leo el párrafo.

El mal no descansa, va ganando terreno paulatinamente, engañando a todos con su falsa máscara en la que se puede leer que todo saldrá bien, que tengamos fe. Esa es una de las cosas que he perdido a lo largo de mi miserable y por desgracia, eterna vida. Jamás nadie me informó acerca del grado de dolor que puede llegar a soportar una persona, ni una mísera persona se ocupó de indicarme que la vida es traicionera, que los sentimientos más alegren traen consigo las peores experiencias, que hay que tropezar con la misma piedra una y otra vez hasta aprender a apartarla del camino. Pero, hay una cosa que me gustaría haber sabido. Las personas son dañinas, pueden lastimarte de la peor manera aún cuando todo cuanto le has entregado ha sido tu amor incondicional.

He reparado mis alas, pero aún no soy capaz de alzar el vuelo.

-Sam, creo que he encntrado algo.

El vampiro se desplaza hacia mi posición y toma asiento a mi vera, tras depositar tres ejemplares apilados sobre la mesa.

-No eres la única. Al parecer, hay más de un diario aquí oculto.

-No tiene sentido, ¿quién dejaría estos diarios en una biblioteca, corriendo el riesgo de caer en las manos equivocadas?

-Hoy en día no entra apenas nadie aquí.

-Aún así, existe ese riesgo. Nosotros descubrimos la existencia del mundo sobrenatural gracias a unos diarios que obtuviste de aquí.

Sam se detiene a pensar en algún tipo de explicación.

Tomo un libro de color azul marino que ha traído el vampiro, cuyo título es La época en la que nos creímos infinitos, y lo abro por la primera página, donde hay una frase introductoria que afirma que "lo esencial es invisible a los ojos". Realizo la misma acción anterior, es decir, comienzo la lectura del primer párrafo.

Recuerdo el día en el que le conocí. Fue en el mercado. Hacía frío y era un día nuboso, que anunciaba que se avecinaba una tormenta. Estaba sentado en un banco de madera, jugueteando con un reloj de muñeca, cuando alcé la mirada y la vi junto a un puesto de telas, acariciando las muestras con tus delicados dedos, sonriendo ante el cosquilleo que se apoderaba de sus huellas dáctilares. Recuerdo su melena color azabache ondear con la brisa cálida propia del verano, sus ojos castaños brillar más que todas las estrellas del cielo agrupadas y su expresión angelical que consiguió arrebatarme el corazón. Estaba tan ensimismado con su belleza que no me di cuenta ,desde un principio, de que sus ojos me pertenecían. Sonreí, avergonzado, y ella me devolvió el gesto.

La tormenta se desató y cientos de gotas de agua comenzaron a escapar de las nubes y a caer sobre los habitantes. Salió corriendo para ponerse a salvo y yo hice lo propio, dándose la inesperada casualidad de que ambos elegimos un mismo refugio. Este resultó ser un pequeño techito que había junto a un muro. Ambos reímos al observar nuestros aspectos desaliñados. Me daba apuro verte mojada de pies a cabeza, por si cogías un resfriado, así que te presté mi chaqueta y me ofrecí a acompañarte a casa.

Jamás pensé que ese mismo rostro angelical sería el causante de mis peores pesadillas.

Cierro el libro y lo dejo sobre la mesa.

-Lo esencial es invisible a los ojos- digo en voz baja.

-¿Has averiguado algo?

-Creo que sé porqué los diarios no han sido descubiertos antes. Lo esencial es invisible a los ojos. Eso es, ¿por qué razón iba alguien a dejar aquí los diarios sin asegurarse primero de que nadie va a descubrirlos? Esta información podría ser una herramienta muy útil para muchos. Además, los humanos no pueden saber acerca del mundo sobrenatural.

-¿Crees que los diarios han sido hechizados para mostrarse únicamente a los seres sobrenaturales?

-Vamos a averiguarlo.

-Tú. Chico- llama a un estudiante rubio que está sentado en una silla, con los cascos puestos, escuchando música, y haciendo deberes. El joven mira a su alrededor, con el fin de verificar que el vampiro se dirige a él-. Sí. Tú. ¿Ves a alguien más en la biblioteca?

El estudiante se pone en pie y camina con desgana hacia el chico moreno, quien le recibe colocando una mano en el hombro del joven. El chico rubio desvía su mirar hacia dicha zona y hace una mueca.

-Necesito que me leas este párrafo.

Le tiende un libro.

-¿Por qué? ¿no sabes leer?

-Porque estamos escogiendo a estudiantes para representar una obra de teatro en el instituto. Lo único que tienes que hacer es leer lo que pone aquí- miente.

-No me interesa participar en una obra de teatro.

Hace ademán de darse media vuelta cuando el vampiro se aferra con más fuerza a su hombro, reteniéndole en su sitio.

-¿Podrías leerlo, por favor?

El chico intercambia una mirada conmigo y a continuación asiente, desganado.

-La Triple Entente se creó en 1907 y sus integrantes fueron Francia, Gran Bretaña y Rusia, a las que se añadió más tarde Serbia. Se conoce también con el nombre de aliados.

-Vale. Ya es suficiente. Nos pondremos en contacto contigo si resultas seleccionado.

-Solo pueden leerlo aquellos que están relacionados con el mundo sobrenatural- apunto, observando como el joven vuelve a tomar asiento en la silla y se pone los cascos.

-Cuando nosotros descubrimos la existencia del mundo sobrenatural gracias a los libros, yo era aún humano.

-En aquel entonces, Abby y yo no conocíamos nuestra verdadera identidad, pero ello no cambia lo que éramos. Es cierto que tú no eras un vampiro, pero guardabas relación con el mundo sobrenatural gracias a que mantenías amistad con nosotras.

Samuel asiente, convencido.

-Llevémosno estos libros y descubramos qué ocultan.

Me paso toda la noche leyéndome los libros, conociendo a fondo la historia que encierra en sí, la cual es contado por un ser anónimo al que aún no consigo poner nombre. Durante mi lectura he descubierto detalle a detalle un romance de amor verdadero que terminó convirtiéndose en una pesadilla, puesto que la joven no solo le arrebató el corazón a su amado, sino también la ilusión y sus planes futuros. Se marchó, destruyendo hasta el último ápice de felicidad que había en él. El chico la buscó sin descanso durante trescientos sesenta y cinco días. Pero no la encontró. Era como si la Tierra se la hubiera tragado, como si nunca hubiera existido. Su existencia perdió sentido con su marcha y decidió consumirse poco a poco, esperando a que llegase el fin de sus días, aunque ello jamás iba a suceder.

No fue hasta una mañana, cuando visitaba la tumba de su fallecido padre, cuando volvió a verla. Ella no tuvo el valor suficiente para enfrentarse a la situación, así que huyó nuevamente, dejando tras sí un corazón cada vez más destrozado. Fue entonces cuando el protagonista de la historia decidió armarse de coraje e intentar poner fin a su vida, suplicándole a unos seres que por ese entonces se hacían llamar Nocturnos, sin saber que la líder de dicho grupo era la mujer a la que más había amado a lo largo de su vida. Le rogó que pusiese fin a su dolor, y ella, consternada por el estado del que había sido su amado, y consumida por la culpa, decidió hacerle prisionero, encerrándole en una Torre para toda la eternidad.

Aún no he conseguido atar cabos. Lo único que he deducido es que alguien, perteneciente al mundo sobrenatural, decidió escribir sus memorias en un diario, hasta que el dolor le sobrepasó, fue entonces cuando se abandonó al olvido. No sé si esta historia es real o ha sido alterado, o si se trata de un simple relato con moraleja.

Pestañeo un par de veces, descubriendo que me encuentro ante la casa de la familia Vladimir. Ni siquiera sé porqué estoy aquí, con la esperanza de hablar con Elián sobre los hallazgos de los diarios que descubrimos. Es como si una fuerza me hubiese empujado a este lugar. Un magnetismo que comienza a poner en duda mis sentimientos. No comprendo porqué he corrido a contarle al vampiro en primer lugar lo que he averiguado, en vez de visitar a Jonathan. Ni siquiera soy capaz de comprenderme a mí misma, cómo pretendo entender al autor de los diarios.

Hago ademán de llamar a la puerta cuando descubro que esta se encuentra abierta. Ejerzo una leve presión sobre la superficie y me adentro en el hogar tras mirar detenidamente la estancia que se abre paso ante mí. Camino por el pasillo que conduce hacia los sofás con sigilo, evitando sobresaltar a los miembros del hogar, y termino por detenerme junto a la chimenea.

Siento como una inesperada corriente de aire ondea mi cabello, captando mi atención. Me doy lentamente media vuelta, concienciándome acerca del fuerte e inevitable efecto que va a tener en mí la penetrante mirada del vampiro, su sonrisa pícara y su ingenio para lograr ponerme nerviosa y poner en duda muchos de mis sentimientos.

Ante mí se encuentra un chico de cabello moreno húmedo, enormes ojos verdes que se pierden en la copa de whisky que sostiene en una de sus manos, con el torso desnudo y cubierto de pequeñas gotas de agua, y una toalla blanca rodeando su cintura. Entreabro la boca al verle para rebatir pero por ella no sale una sola palabra, puesto que mi mente está bloqueada en estos precisos momentos. No puedo pensar con claridad al tenerle ante mí en ese estado.

-¿Has reconsiderado mi propuesta?

Siento como mis mejillas se sonrojan y arden.

-¿Qué forma es esta se recibir a una chica?- le recrimina Leslie, quien sale de la cocina, con las manos colocadas en su cintura.

-¿Qué tiene de malo?

-Estás semidesnudo, favoreces un ambiente incómodo, ¿por qué no subes y te cambias?

-Ella solita se ha buscado esta situación. Ha entrado en casa sin llamar, arriesgándose a encontrarse cualquier cosa.

-Ariana, ¿me ayudas en la cocina mientras Elián se cambia?

Asiento una sola vez y me pongo rumbo hacia la cocina, evitando encontrarme con la mirada traviesa del vampiro.

-Perdona a mi hermano. Últimamente parece haber perdido la cabeza- dice, subiendo el tono de voz, con el fin de llegar a oídos del vampiro de ojos verdes-. No sé qué has hecho pero gracias. Hacía mucho que no veía a mi hermano tan alegre.

Le sonrío.

-¿Qué estás cocinando?

-Estoy intentando hacer un brownie- me señala un libro de recetas que hay colocado sobre un soporte de madera-. Llevo tanto tiempo alejada de la civilización que me he quedado atrasada. No tengo ni la menor idea de cómo funciona el horno.

-Yo te ayudo.

-¿De verdad?

-Sí, claro. Será divertido.

Leslie me pasa el brazo por encima de los hombros y me da las gracias con una amplia sonrisa. Me hago con un cuenco y vierto en él parte de los ingredientes y comienzo a mezclarlos. Leslie parte en pequeños trozos el chocolate y los va echando en una cacerola junto con la mantequilla para derretirlos.

-¿Hace mucho que conoces a Elián?

-Hace aproximadamente un año.

-¿Y cómo os conocisteis?- inquiere saber.

-Bueno, digamos que, por ese entonces tu hermano no era muy empático, así que me secuestró.

-¿Te secuestró? Voy a tener que hablar muy seriamente con él. Además de darle un par de clases básicas de coqueteo.

Sonrío.

-¿Ya estáis poniéndome verde?- dice una voz masculina. Cambio el rumbo de mi mirada hacia la entrada a la cocina, donde hay un chico vestido con una camiseta blanca de mangas cortas y unos vaqueros negros.

-Hablando del rey de Roma- añade su hermana-. ¿Puedes explicarme cómo es eso de que la secuestraste?

-Veo que os estáis poniendo al día- me mira con una sonrisa en los labios-. ¿Le has hablado también de nuestro primer beso?

Le fulmino con la mirada y aprieto la mandíbula.

-Wow, wow, ¿qué beso?

-Elián me besó- contesto.

-No. Ella me besó- hace énfasis en el pronombre.

-¿Cómo es que os habéis besado?

-Fue un beso accidental- explico con tal de no crear confusión-. Sin importancia.

-Quiere creer que fue accidental porque le resulta más fácl decir eso que admitir que se moría por besarme.

Leslie mete el molde con el brownie en el horno y procede a lavarse las manos en el fregadero que tiene a su vera. Mientras se seca las manos con un trapo rosa, intercambia miradas alternativas entre el vampiro y yo, y sonríe con ganas.

-¿Por qué querría besarte?- cuestiono.

-Porque soy irresistible- bromea. Leslie le lanza el trapo rosa a la cara y el vampiro se aferra a él y lo coloca sobre la encimera-. Y porque te gusto.

-Tu ego está creciendo por momentos.

-Ah, ¿sí? Igual que tu nariz por mentirosa.

Sin darnos cuenta siquiera acabamos el uno enfrente del otro, con los rostros separados por escasos centímetros, mirándonos fijamente.

-¿Por qué te empeñas en darle tanta importancia a ese beso?- me atrevo a preguntar, sosteniéndole la mirada.

-Porque fue el beso más pequeño y a la vez más grande que me han dado nunca.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top