Capítulo 9
Entro a las apuradas en la biblioteca del instituto, portando un libro y un cuaderno bajo el brazo. Camino a tientas hacia una mesa apartada, en la que se encuentra Samuel y Cormac con las narices metidas en un libro anaranjado.
Tomo asiento tan velozmente que la silla se tambalea por una milésima de segundo antes de volver a la normalidad. Dejo el cuaderno y el libro sobre la mesa y procedo a colocar un mechón de pelo tras mi oreja con tal de evitar que enturbie mi rostro. Luego, abro el cuaderno por el principio y se lo tiendo a mis compañeros, quienes leen lo que hay escrito.
-Estos son los resúmenes de los dos temas- informo.
Samuel pasa las páginas del cuaderno, nervioso. Por cada hoja que va dejando atrás percibo como un sentimiento de preocupación se apodera de él, pues tiene el ceño fruncido, y los ojos amenazando con escapar de sus cuencas.
-Pero si esto parece la Biblia- dice llevándose la mano a la frente-. ¿Por qué demonios no existirá el pan de memoria para el examen de Doraemon?
Sonrío.
-Vamos a suspender, colega- Cormac le da una palmadita en la espalda a Samuel, quien le mira preocupado-. Contamos aún con un tercer trimestre y sino con el verano. Septiembre siempre está dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos.
-¿Me ves cara de querer pasarme todo el verano estudiando historia?
Cormac se encoge de hombros y esboza una sonrisa.
-Conviene que os pongáis las pilas cuanto antes- añado.
-Un momento, ¿y si hacemos trampas?
Samuel mira a Cormac como si fuera su salvador. Sus ojos se le iluminan y una amplia sonrisa se apodera de sus labios.
-¡Qué buena idea!- exclama-. Si hacemos chuletas podemos aprobar este examen y tener la oportunidad de salvar el trimestre.
-¿Qué? ¡No!- replico, dejando ver cierta irritación en la voz-. Si las hacéis cabe la posibilidad de que os pillen y os manden directamente a septiembre.
-Bueno, así tenemos más tiempo para prepararnos- me contradice Cormac.
Le miro, incrédula y aparto la mirada. Esta vez observo a Samuel, quien está meditando las palabras de Cormac con tal de dar con los pros y los contras.
-Ariana tiene razón, sería muy arriesgado, además es jugar sucio. Creo que deberíamos presentarnos a hacer el examen y hacer todo cuanto podamos. Debemos enfrentarnos a las consecuencias de nuestros actos.
-Está bien- accede Cormac.
-Voy a ir a la cafetería- anuncia Samuel.
-¿Para qué?- le pregunta el chico castaño.
-Para comprar caramelos. Dicen que si te los comes durante el examen aumenta tu capacidad para recordar la información. Toda ayuda es bienvenida.
El vampiro se marcha, dejándonos a solas. Aparto la mirada de la entrada a la biblioteca y centro mi atención en la mesa en la que hay una pila de libros. Entrelazo las manos y las coloco sobre la superficie de madera, luego miro disimuladamente a Cormac, quien está leyendo el cuaderno.
Durante mi escrutinio no puedo evitar preguntarme qué estará pasando por su cabeza, qué opinión tendrá acerca de la noche anterior, de qué forma le habrá afectado discutir con Ashley, su ex novia.
A juzgar por su mirada ausente y por los suspiros, deduzco que sus pensamientos no van de la mano de la realidad y que hay algo que le reconcome por dentro, aunque intenta fingirlo. Deseo poder hablar con él del tema al igual que hice con Ashley pero no sé si tengo el suficiente valor para hacerlo o si se lo va a tomar bien.
Me muerdo con fuerza el labio inferior.
-Te fuiste de la fiesta...- empiezo a decir-. ¿Por qué lo hiciste?
-Las celebraciones no son lo mío. Además, estaba algo cansado.
-¿Cansado o deprimido?- Cormac alza lentamente la vista y me mira. Por primera vez veo en el fondo de sus ojos cierta rabia y decepción acumulada-. No es necesario que finjas conmigo. Sé que tenías la intención de hablar con Ashley sobre lo sucedido pero al verla con Caleb decidiste abortar la misión, marcharte sin más.
-No me importa la relación que mantenga Ashley con ese camarero. Lo único que quería era disculparme por haberme comportado como un imbécil al verla.
Asiento y mantengo la cabeza agachada.
-Y, ¿está dentro de tus planes disculparte ahora?
-Antes creía que sí pero ahora no estoy tan seguro. Mira, Ariana, Ashley y yo siempre hemos sido como el perro y el gato. Parece que las cosas entre nosotros mejoran durante un tiempo pero luego vuelven a ir mal.
-Podríais intentar llevaros bien, no sé, ser amigos.
-Nuestro barco zarpó hace mucho tiempo y créeme, no va a llegar a buen puerto. Es prácticamente imposible que ella y yo seamos amigos.
-¿Por qué?- pregunto con un hilo de voz.
-Porque...- su voz se quiebra antes de terminar la frase. Cormac baja la mirada al cuaderno que tiene por delante y descubro que ha arrugado parte de la hoja.
Trago saliva y le miro.
-¿La quieres?
Cormac alza la vista y clava su mirar en mi persona. Aprovecho su detenida observación para examinar su expresión e intentar dar con algún sentimiento oculto en el fondo de sus pupilas, las cuales yacen dilatadas a consecuencia de los juegos de luces. Un brillo inusual se apodera de sus ojos al mismo tiempo que estos se abren excesivamente, mostrando cierta sorpresa.
El chico me mira ceñudo por unos segundos y más tarde entreabre sus labios con el propósito de responder a mi pregunta, mas todo lo que escapa por ellos es un suspiro cargado de cierta melancolía. En ese instante aparece Samuel con su sonrisa arrebatadora, sacándonos de nuestro ensimismamiento.
-Ha sido una suerte, eran los últimos caramelos que quedaban- dice, dejando ver una bolsita de plástico con caramelos de menta envueltos en papel verde. El vampiro nos mira de hito en hito en un intento de averiguar el porqué de nuestro silencio-. ¿Interrumpo algo?
Cormac aprieta la mandíbula y no se molesta en apartar la mirada de mí. Logra incomodarme hasta extremos insospechados, de manera que coloco un mechón de mi pelo tras mi oreja y cambio el rumbo de mi mirada hacia Samuel, quien enarca una ceja.
-No- dice Cormac con firmeza. Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos y nuevamente logran ponerme nerviosa-. Le estaba diciendo a Ariana que conviene que vayamos a clase si no queremos llegar tarde al examen.
El chico castaño se pone en pie y se marcha de la biblioteca, dejándonos a Sam y a mí a solas, estupefactos ante su actitud.
-Nunca había conocido a un chico tan optimista aún sabiendo que va a suspender.
Sonrío.
-Tiene razón, será mejor que vayamos a clase.
Nos ponemos en pie, recogemos los libros y cuadernos y nos ponemos rumbo hacia la salida de la biblioteca. Tras salir por ella nos incorporamos al corredor abarrotado de estudiantes con motivo del manifiesto del timbre. Samuel abre a las apuradas el libro y empieza a leer la hoja, elevando la vista al techo en alguna ocasión con el objetivo de memorizar mentalmente lo que ha leído.
-Esto es inútil, voy a suspender- confiesa-. Debería haberme convertido en vampiro por mil cuatrocientos, así no tendría que estudiar historia porque la habría vivido personalmente.
-O podrías haber empezado a estudiar hace unas semanas.
-Tenía cosas más importantes que hacer, la vida de un vampiro es muy atareada.
-¿Cómo cuales?
-Como vencer a un ejército de neófitos y miembros del círculo, comvertirme en un galán y hacer hasta lo imposible por sacarte una sonrisa.
Una sonrisa se apodera de mis labios y mis mejillas se sonrojan.
-Buenos días, alumnos y alumnas- saluda el profesor a medida que los estudiantes van entrando en clase-. Tenemos pendiente un examen, así que coged asiento cuanto antes y deshaceros de los nervios y los miedos, solo os jugarán una mala pasada. El examen es bastante adsequible, así que confío que el resultado sea el esperado. Mucha suerte a todos.
Frederick se pasea por los pasillos haciendo entrega de un par de folios y de la hoja del examen. Mientras acude a mi posición me tomo la libertad de observar las expresiones de los alumnos; Ashley está serena, lo cual indica que no le teme al examen pues se sabe al pie de la letra la teoría. Abby está memorizando en voz alta un apartado que se le resiste al mismo tiempo que juguetea con la esquina de la hoja del cuaderno. Cormac desliza un lápiz por entre sus dedos y en alguna que otra ocasión mira de soslayo a la chica rubia que está en la mesa de al lado. Samuel, por el contrario, está desenvolviendo un caramelo de mente bajo la incrédula mirada del profesor.
-Mis neurones necesitan un chute de azúcar para funcionar- explica.
Frederick le da una palmadita en la espalda y luego continúa con su marcha, repartiendo los folios y la hoja del examen. Al llegar a la última mesa del pasillo, la rodea y desemboca en la última fila de pupitres, empezando por el mío. El señor Anderson me tiende los folios y la hoja del examen. Elevo la vista y me percato de que me está dedicando una media sonrisa, gesto que le devuelvo. En cuanto el profesor se aleja le pongo mi nombre al examen y procedo a leer las preguntas, la mayoría de las cuales sé responder, ya que a diferencia de Samuel, he estado haciendo la tarea de clase y estudiando en mis tiempos libres. Recien estoy empezando a responder a la primera cuestión cuando soy consciente de como Cormac le pone el capuchón a su bolígrafo y lo deposita en un extremo de la mesa junto a su examen, practicamente vacío. Frederick deja ver una expresión de preocupación antes de ir a recoger la hoja del chico y guardarla en su carpeta. Cambio el rumbo de mi mirada hacia Ashley, quien levanta disimuladamente la cabeza y mira de soslayo a Cormac, quien tiene las manos entrelazadas y depositadas sobre la mesa. La vampira enarca una ceja y a continuación menea la cabeza, incrédula. Luego, vuelve a su examen.
Esta vez mi mirada se deposita en Samuel, quien extrae de la bolsa de plástico otro caramelo, lo desenvuelve y se lo lleva a la boca. Además, da suaves golpecitos con sus dedos en sus sienes en un intento de solicitar la información olvidada. El profesor le mira cuando el chico está absorto y sonríe tímidamente. Al igual que Ashley, termina por menear su cabeza.
En cuanto termino de escribir la última palabra que forma parte de la respuesta a una cuestión suena el timbre, anunciando el fin de la clase. Dejo el examen en la esquina izquierda de la mesa y espero a que el profesor lo recoja para guardar el estuche en la mochila y mirar las respuestas correctas en el libro para compararlas con las de mi examen.
-Ha sido fácil, ¿no?- nos pregunta.
Gran parte de la multitud asiente en señal de aprobación y el profesor les corresponde con una amplia sonrisa.
-Muy extenso para mi gusto- contesta Samuel.
-Ajustado a la teoría que debíais estudiaros.
El vampiro suelta una risita nerviosa y luego me mira.
-¿Qué tal te ha salido?- inquiere saber.
-Bien. ¿Y a ti?
Sam señala con su pulgar el suelo, dándome una respuesta negativa. Luego, hace una bola de papel con un folio que le sobró del examen y se la lanza a Cormac, quien se gira para dar con la persona que solicita su atención.
-¿Cómo te ha salido?
-Debes estar de broma, ¿no?- contesta Cormac, a lo que Sam reacciona haciendo una mueca de confusión-. He puesto el nombre y lo he entregado, no sabía nada.
-Yo he respondido a cuatro preguntas y creo que dos las tengo mal- explica Samuel-. Ojalá dieran puntos por escribir bien el nombre.
-Si fuese así te tocaría la lotería, Samuel- añade Frederick, quien cruza sus brazos y deja caer el peso de su cuerpo en su mesa.
-Ni por esas me tocaría- contradice el chico- pero estaría bien ganar algo que no fuesen constantes amenazas.
Frederick ríe entre dientes.
Samuel saca del bolsillo delantero de su vaquero una bolsita de plástico con dos caramelos envueltos en papel verde y permanece unos segundos mirándolos.
-¿Quiere uno?- le pregunta al profesor.
-Claro, ¿por qué no?- contesta-. Me sorprende que te hayan sobrado caramelos.
-Y a mí. Pero tampoco quería buscarme una sobredosis de azúcar.
Samuel le lanza un caramelo al señor Anderson y este lo coge en pleno vuelo. Luego, se hace con el que queda, lo desenvuelve y se lo lleva a la boca. Lo saborea durante unos segundos, con la mirada fija en la ventana. De repente da una palmada en la mesa y todos los presentes le miran, desconcertados.
-¡Acta de Unión de 1800! Lo tenía en la punta de la lengua- dice sonriendo-. Nunca mejor dicho- abre la boca y deja entrever el caramelo de menta-. Sabía que este caramelo era el de la suerte.
-¿Qué se supone que eran los anteriores?
-Ensayos fallidos.
Ashley se pone en pie y camina hacia la mesa del profesor, le susurra una cosa y Frederick asiente un par de veces en señal de aprobación.
-En primer lugar, espero que os haya ido muy bien en el examen- dice la chica-. En segundo, quiero informaros de que se va a celebrar una reunión ahora en el salón de actos. Y, por último le doy la palabra a vuestro profesor.
-Gracias, Ahsley- agradece el señor Anderson-. Me han pedido que os haga saber que se va a celebrar esta noche la fiesta de la hoguera. En los folletos que os voy a repartir podéis ver la hora a la que empieza y lo que debéis traer.
Frederick divide el taco de folletos en varios bloques y le hace entrega de cada uno de ellos al primer alumno de las filas, quien se encarga de pasar hacia atrás la hoja. Abby se gira hacia mí y me hace entrega de un folleto.
-Ya tenemos plan para esta noche- dice Abby moviendo el folleto-. ¿Qué piensas traer?
Leo rápidamente la información y descubro que hay que llevar o algo de comida o de bebida.
-Creo que traeré alguna botella de Red Label que tenga por casa.
-El alcohol va a acabar con nuestras pobres neuronas- sonríe y mira el folleto nuevamente-. Había pensado en traer comida basura, ya me entiendes, arazules, chetos...
Sonrío al recordar aquella fiesta de pijama que compartí con Abby, en la que vimos Divergente por petición de mi invitada al mismo tiempo que devorábamos la comida.
Los alumnos abandonan poco a poco el aula y se incorporan al pasillos con el objetivo de ir al salón de actos para coger sitio. A pesar de que Ashley es la chica que preside la reunión, nos espera pacientemente junto a la puerta, acompañada de Samuel, quien parece disgustado con el examen que acaba de hacer. Daniel rodea por detrás a Abby y le planta un beso en la mejilla, la chica le responde sonriendo y acariciándole la cabellera.
-Hola, preciosa- le susurra.
-Me has asustado- confiesa la chica-. ¿Qué tal te ha ido en el examen?
-Juro que me lo sabía pero al mirarte se me ha olvidado todo.
Me marcho para dejarles un poco de intimidad y me reúno con Samuel y Ashley, quienes debaten sobre las respuestas del examen.
-Sinceramente, no sé cómo voy a aprobar el curso- añade Sam.
-Empieza por apagar el teléfono y desconectar la play y prueba a abrir el libro y el cuaderno.
-No digas que no te avisé- advierto.
Nos incorporamos al pasillo abarrotado de estudiantes y vamos abriéndonos paso por él como podemos, lo cual supone todo un desafío. Aún así no desistimos. Ashley se aferra a mi mano y yo a mi vez agarro la de Samuel, en un intento de no perderle la pista. Tras torzer hacia la izquierda al final el pasillo nos deshacemos de la ola de estudiantes, de manera que podemos movernos con plena libertad de movimiento por el corredor que se presenta.
Caminamos todo recto hasta dar con una puerta que contiene un cartelito que reza "Salón de actos", lugar en el que nos adentramos y tomamos asiento en la tercera fila, ya que las anteriores están ocupadas.
Ashley sube al escenario y prueba el micrófono mientras los estudiantes se sientan. Samuel, quien está sentado a mi vera se limita a leer el folleto que nos ha dado Frederick. Cormac está junto al vampiro y se dedica a mirar de un lado a otro, evitando completamente el escenario. Abby se coloca a mi izquierda y se entretiene acariciando los dedos de su chico mientras apoya su cabeza en el hombro de él.
-¿Qué puede llevar un vampiro a una fiesta?- me susurra Sam.
-Tienes todo el día para convertirte en todo un fiestero- añado sonriendo.
Me da un leve golpecito con el hombro.
-Buenos días, estudiantes, os he citado para informaros de un próximo evento que va a tener lugar el veintiuno de marzo, coincidiendo con el cambio de estación. Me complace anunciaros que dicho día se va a celebrar el baile de primavera, en el que debéis asistir con vestidos formales en el caso de la chicas y con esmoquin en el de los chicos. Es opcional llevar pareja, así que no tendréis que comeros la cabeza con la pregunta ¿a quién llevaré al baile?- su comentario provoca que la multitud ría-. Por primera vez, el evento no va a tener lugar en el instituto sino en un jardín, asi que cuando se esté aproximando la fecha os enviaré la ubicación. Eso es todo, muchas gracias por vuestro tiempo.
La multitud aplaude y vitorea.
-¿Otro baile?- cuestiona Samuel-. Ser un galán resulta agotador- sonrío ante su comentario-. Voy a tener que verme otros treinta vídeos de youtube para aprender más pasos de baile.
-No creo que nadie note que los repites.
-Tú si serás consciente de ello, así que pienso renovarme.
-Creo que voy a pasar de ir- anuncia Cormac.
-De eso nada- le contradice Samuel-. No vas a dejarme solo haciendo el ridículo.
-Está bien, como quieras.
Cormac se pone en pie y se marcha hacia el pasillo que conduce hacia la salida del salón de actos al mismo tiempo que Ashley se dirige hacia nosotros.
Ambos se encuentran a mitad de camino y ninguno sabe como reaccionar. El chico hace ademán de ir hacia la izquierda y la chica le imita, luego él toma la otra opción y ella hace lo mismo.
Cormac suspira y Ashley pone los ojos en blanco.
Finalmente, él se aferra a sus hombros e intercambia su posición por la de ella, así consigue marcharse de la estancia, mientras que ella permanece inmóvil, siendo partícipe de su ida.
Salgo del cuarto de baño con una toalla blanca cubriendo mi torso y una marrón en la cabeza. Tomo asiento a los pies de la cama y me entretengo contemplando el marco de fotografía en el que las protagonistas somos mi madre y yo. Acerco mis labios al vidrio y termino por depositar un beso en la persona de mi progenitora, quien muestra su espléndida sonrisa.
Aprieto la mandíbula con fuerza y cambio el rumbo de mi mirada hacia la ventana en un intento de impedir que mis ojos se desborden, dando lugar a un sin fin de lágrimas. Me pongo en pie y camino hacia la mesita de noche, depositando sobre ella el marco de fotografía. A continuación le dedico una última mirada antes de ponerme rumbo hacia el armario y extraer de él un jersey burdeos, un pantalón vaquero color azabache y unas botas bajas negras.
Una vez estoy vestida cierro la puerta del armario y giro sobre mis talones, enfrentándome a la cama que yace separada de mí por unos pasos. Por un momento rememoro a tía Sarah, sentada a mi vera, aconsejándome y transmitiéndome sus muestras de cariño. El recuerdo es tan nítido que logra devolver el característico dolor que me perforaba el pecho con anterioridad, el cual no ha desaparecido, tan solo camuflado.
Le doy la espalda a la cama, pues sé que si permanezco un segundo más recordando voy a caer en un profundo pozo del que no voy a ser capaz de salir.
Me aferro con fuerza al escritorio, cierro los ojos y me concentro únicamente en inspirar y espirar, con tal de mantener la calma.
Descorro mis párpados y mi atención recae en el primer cajón del escritorio, lugar del que sale un pequeño trozo de hoja. Con ayuda de una de mis manos abro el compartimento, descubriendo así una sucesión de fotografías, en las que los protagonistas son un chico de cabellera rubia y una chica castaña, quienes demuestran su amor mediante las muestras de cariño.
Me hago con estas y las voy mirando una a una, rememorando el momento en el que se hicieron. Mi atención recae en la sonrisa que se apodera de los labios del chico, quien parece ser feliz. La rabia corre por mis venas en el instante en el que recuerdo sus palabras al dejarme en el pasado y arrugo la fotografía para más tarde lanzarla violentamente en el cajón y cerrarlo de un manotazo.
Dejo caer el peso de mi cuerpo en el escritorio y procedo a secarme con el dorso de la mano las lágrimas que ruedan por mis mejillas apresuradamente.
Le doy una leve patada al mueble y luego me separo de él y emprendo una marcha hacia el pasillo que se visualiza a través de la puerta abierta.
Me incorporo a este y camino todo recto hasta desembocar en una escalera, la cual se encuentra en un lateral. Deslizo mi mano por el pasamanos a medida que desciendo los peldaños de dos en dos, con el propósito de llegar antes de mi destino. Una vez me hallo a los pies de esta tuerzo hacia la derecha, incorporándome a un nuevo corredor, desembocando en la cocina, lugar en el que está mi padre preparándose un sándwich.
-¿Vas a salir?
-Sí. Se va a celebrar la fiesta de la hoguera en el instituto- me acerco a un mueble y lo abro con el fin de dar lo que busco-. ¿Tenemos una botella de Red Label?
-En efecto. Está en el mueble superior que hay junto al frigorífico.
Hago un gesto con el dedo índice y me encamino hacia el lugar correspondiente. Abro el mueble y me topo con dos botellas, una es de Red Label y otra de Vodka. Me hago con la primera de ellas y la meneo un poco. Me pongo rumbo hacia la posición de mi padre y deposito un beso en su mejilla, agradeciéndole la ayuda.
-¿Qué tal el examen?
-Ha ido todo lo bien que podía ir.
-Me alegra oír eso. Temía que no hubieses tenido el tiempo suficiente para estudiar para la prueba, ya sabes, por culpa de las constantes amenazas a las que hay que hacer frente.
-No te preocupes, sé organizarme.
-Está bien. Entonces, supongo que no debería preocuparme.
Niego con la cabeza y hago ademán de marcharme cuando mi padre me llama. Giro sobre mis talones y me enfrento una vez más a su mirada.
-Ariana, ¿estás bien?
Medito la respuesta durante unos segundos antes de responder.
Lo cierto es que por mucho que me esfuerce por estar bien, aún sigo sintiendo los pedazos cortantes de mi corazón luchando por volverse a fundir.
No, no estoy bien por mucho que me esfuerce en fingir que sí. Extraño día tras día a los miembros de mi familia que he dejado por el camino desde que descubrí este mundo sobrenatural. Por si fuese poco, la razón por la que volví a tener esperanza y ganas de vivir se marchó hace semanas, argumentando que jamás me quiso, rompiendo así mi corazón en cientos de pedazos. Y no puedo evitar temer por el porvenir y sentir un miedo constante a perder a las personas que me importan, porque lo cierto es que estoy cansada de ser derrotada.
-Sí, claro- miento.
-Está bien.
Asiento y me marcho sin mirar atrás. En cuanto salgo de la cocina apoyo mi espalda en la pared y muerdo con fuerza mi labio inferior. Las lágrimas escapan de mis ojos y se deslizan por mis mejillas, dotándolas de un sabor a mar, imposible de pasar inadvertido.
Mi mente se encarga de recordarme todos los momentos felices que viví en el pasado, dándome más de un motivo para llorar a lágrima viva. El característica nudo en la garganta que me acompañó con anterioridad vuelve a aparecer, del mismo modo que lo hace el dolor que me perfora el pecho, recordándome que mi corazón sigue dañado y que tal vez jamás llegue a recuperarse de tal fatal herida.
En ese instante comprendo que los recuerdos hacen más daño que las balas.
Hago ademán de marcharme cuando escucho la voz de mi padre, quien afirma en un tono bajo pero perceptible:
-Sé que no lo estás.
Abandono sigilosamente mi hogar, fingiendo no haber sido partícipe de la confesión de mi padre, la cual tan solo dice verdades.
Echo a andar por el sendero de tierra hasta la carretera, donde descansa el Todo Terreno negro de mi padre. Rodeo el vehículo por la parte delantera, abro la puerta del lugar del conductor y me acomodo en el asiento. Le doy vida al motor y me incorporo a la carretera.
Dejo el coche junto a un vehículo de color rojo y me bajo de este. Me enfrento a la puerta del coche para cerrarlo y cuando lo hago y me propongo abandonar el auto me percato de la presencia de tres cuervos en el capó del Todo Terreno, mirándome con sus enormes y despiadados ojos.
Agito los brazos en un intento de espantarlos pero, a pesar de ello, mantienen su postura.
Le doy la espalda a este hecho y me pongo rumbo hacia la concentración de estudiantes con el propósito de disfrutar de la noche sin que unos inoportunos cuervos me la arruinen.
Me detengo junto a un barril y vierto parte del contenido en un vaso de plástico rojo. Me lo llevo a mis labios y le doy un sorbo.
-¡Estás aquí!- exclama Ashley.
Asiento y mi mirada se fija en el vaso que sostiene en una de sus manos.
-Creía que no ibas a volver a beber.
-Y yo también- dice sonriendo- pero me dije; la vida son dos días y hay que aprovechar el momento.
-Exacto.
Brindo con ella y a continuación bebo un gran sorbo de mi vaso.
-¿Ya estáis bebiendo?- pregunta Samuel, quien le da un sorbo a su vaso de plástico-. Yo llevo como media hora haciéndolo. Somos unos estudiantes pésimos- tanto Ashley como yo nos reímos del comentario del vampiro-. Espero que no acabemos dormidos en el aula y seamos nuevamente descubiertos por Frederick.
-Siendo vampiro tengo una gran tolerencia al alcohol- confiesa Ashley-. Así que de aquí a que se de esa situación queda bastante.
-Pues yo soy humana y aguanto bien el alcohol.
-¿Insinúas que tienes un hábito?- pregunta Samuel-. Creo que deberíamos alejarnos de ti, eres una mala influencia para nosotros- sonrío y él me devuelve el gesto- o tal vez deberíamos llevarte a un centro de desintoxicación.
-Voy a ir a saludar a Abby mientras os decidís.
-Espera, voy contigo- añade Ashley.
-Iría pero creo que voy a vomitar- se excusa Samuel.
-Vaya vampiro con más poca resistencia- bromea Ashley-. Por cierto, me gusta mucho tu jersey burdeos.
Le sonrío.
-Me he puesto lo primero que he visto.
-Pues te queda genial- Ashley le da un sorbo a su vaso y en cuanto tiene el alcohol en su boca escupe el contenido. La miro, desconcertada-. ¿Pero de qué va?
Miro hacia el frente, descubriendo a Cormac coqueteando con Susan, quien le sonríe tímidamente y desliza su dedo índice por la camiseta del chico.
-¿Qué ocurre?
-Está intentando cabrearme porque no he ido a disculparme por mi comportamiento del otro día. ¿Sabes qué te digo? Que a mi no me intimida nadie y pienso dejarle las cosas muy claritas.
Ashley camina apresuradamente hacia la pareja y yo le sigo pisándole los talones.
-No creo que debas hacerlo, puede que te arrepientas más tarde.
-Si me arrepiento será de no haberle sacado los ojos con mis propias manos.
-¿Y si te equivocas en tu razonamiento?
-Pues mejor para mí, me libro de la furia que corre por mis venas.
Se detiene a la vera de ambos estudiantes. Le dedica una sonrisa forzada a la chica y procede a arrebatarla la copa de las manos. Más tarde la obliga a creer que ese vaso es ahora de ella y Susan no se opone. Ashley se enfrenta a Cormac y le lanza el contenido del vaso al chico en la cara, empapando parte de su rostro y camiseta.
-¿Se puede saber qué te pasa?- le pregunta enfadado.
-¡No! ¿Qué te pasa a ti?- cuestiona elevando el tono de voz-. ¿Crees que vengarte de mí por no haberme disculpado es lo más sensato? ¿de verdad has sido lo suficientemente idiota como para pensar que coquetear con una chica delante de mis propias narices iba a enfurecerme?
-Estás sacando las cosas de quicio.
-¿Qué yo estoy sacando las cosas de quicio? Perdóneme usted por mostrar un poco de dignidad al no pedirle perdón porque la verdad es que no lo mereces después del desprecio que me haces.
-Mi comportamiento es como respuesta a tu actitud conmigo.
-Según tú, ¿cuál es mi actitud contigo?
-Rencorosa e inapropiada.
-¿Ah,sí? Pues hablemos de tu maleducada forma de ser conmigo y de tu actitud egoísta y presuntuosa. ¿Quieres que siga?
-Adelante- dice con frialdad.
Alzo las manos en señal de defensa e intervengo.
-Creo que no estáis siendo racionales. ¿Por qué no habláis en otro momento?
Ambos me miran como si hubiese tenido una absurda ocurrencia y continúan la conversación por el punto exacto en el que la dejaron.
-Eres un idiota, Cormac Smith, y espero que algún día te des cuenta de que con las palabras inadecuadas puedes hacer mucho daño.
-¡Bien!-exclama enfadado- porque dudo que llegue ese día. No te sientes a esperar una disculpa porque probablemente vayas a perder el tiempo.
-¡Vete al infierno!- grita la chica, quien se da media vuelta y hace ademán de marcharse por donde vino.
-¡Perfecto!- dice a voz en grito Cormac.
-¡Excelente!- le responde la chica, quien se gira una milésima de segundo para mirarle.
-¡Fantástico!
Ashley se marcha hacia el aparcamiento a gran velocidad, mientras que Cormac aprieta la mandíbula, enfadado y dejar ver como la rabia se refleja en sus ojos.
El chico se da media vuelta y le da un puñetazo a un cartel que pone "Fiesta de la Hoguera", luego se cubre los nudillos con sus otra mano y la zarandea, en señal de dolor. Encierra con fuerza a su labio inferior entre sus dientes superiores e inferiores.
Abandono mi posición para acercarme con el propósito de preguntarle si se encuentra bien.
-Ashley no debería haber dicho eso...
-Ha dicho lo que llevaba un tiempo queriendo decir. Así que no te disculpes por ella porque estoy seguro de que no lo siente.
-Quizá deberías probar a hablar con ella cuando ambos estéis sobrios. Estoy segura de que cambiaría el rumbo de las cosas.
-Lo ha dejado todo muy claro, ¿no te parece?
-Pues no me lo parece. Ambos lleváis un tiempo ignorándoos por no tener el valor suficiente para pedir perdón y ahora os comportáis como dos críos. Solo intento decir que existe otra forma de hacer las...- me aferro al antebrazo de Cormac, sintiendo casi de inmediato como su piel está sudorosa y arde, es como si tuviese fiebre-. Madre mía, estás ardiendo, ¿te encuentras bien?
-Tengo que irme.
Cormac se libera de mi mano y echa a caminar a paso rápido, perdiéndose tras la hoguera escasos segundos más tarde. Me pongo de puntillas para seguirle con la mirada pero lo máximo que consigo es ver una figura distorsionada por las llamas anaranjadas. Vuelvo a depositar los pies sobre tierra y me limito a dejar ver una expresión entre preocupación e incredulidad.
-Ariana, ¿estás bien?- me pregunta una voz femenina.
Me doy media vuelta y me topo con Abby, quien tiene el ceño fruncido.
-Estoy lejos de estarlo.
-¿Qué ha pasado? Pareces preocupada.
-Ashley ha tenido una fuerte discusion con Cormac y cada uno se ha ido por su lado.
-Esperaba que a estas alturas ya se hubiesen disculpado.
-Pues no es así y dudo que lo sea. Se han dicho cosas horribles, Abby, cosas que probablemente pensaban pero no se atrevían a decir. No sé si existen palabras capaces de remediar el daño que se han hecho el uno al otro.
Abby me abraza y me propicia sendas caricias en la espalda en un intento de calmarme.
-He intentado impedirlo pero no he podido...
-Has hecho lo que has creído conveniente. No te sientas culpable por no haber logrado tu propósito.
Asiento.
-Vamos a buscar a Ashley, debe estar histérica.
Sonrío ante su comentario y me pongo rumbo hacia los aparcamientos, el último lugar en el que la vi.
Durante nuestro trayecto hacia nuestro destino nos encontramos a un par de parejas coqueteando, a un chico bebiendo a palo seco de una botella, sentado a los pies de un árbol, y Samuel, tirado boca arriba en el césped, mirando las estrellas y murmurando cosas.
Una vez alcanzamos el aparcamiento, tanto Abby como yo nos paseamos por las filas de coches con el propósito de dar con el de Ashley.
-¿Crees que se habrá marchado?
-No quiero ni imaginarla conduciendo ebria- contesta Abby-. Por cierto, ¿qué fue de Cormac?
-Supongo que se iría a su casa, estaba ardiendo, es como si tuviese fiebre.
-Creí que no iba a decirlo pero me alegro de que sea así. Si enferma faltará unos días a clase y es justo lo que necesita Ashley, distancia para asumir lo sucedido.
Abby se detiene en seco y yo le imito.
-Creo que hemos dado con la anfitriona.
Miro hacia el coche que se separa de nosotras por escasos centímetros. En el puesto del conductor hay una chica rubia, con la máscara de pestañas corrida bajo sus ojos como consecuencia de las lágrimas que escapan de estos y ruedan por sus sonrosadas mejillas. Las manos pálidas y delgadas de la chica se aferran con fuerza al volante y en alguna que otra ocasión recibe un manotazo en un arrebato.
Ashley entreabre los labios y aprieta con fuerza los dientes. Abby se acerca a la ventanilla y le da un par de golpecitos con los nudillos, lo cual llama la atención de la chica rubia, quien al vernos se enjuga las lágrimas con el dorso de su mano e intenta esbozar su mejor sonrisa.
Rodeo el coche por la parte delantera y termino por tomar asiento en el lugar del acompañante. Abby opta por situarse en los asientos traseros y acariciar el brazo de la chica.
-¿Cómo te sientes?- inquiero saber.
-Me siento fatal y para colmo no puedo dejar de llorar.
-Cuando eres vampira se magnifican las emociones- explica Abby.
-Jolín, que suerte- bromea Ashley.
Sonrío ante su comentario y la chica morena me imita.
-Esta vez he metido la pata hasta el fondo- solloza nuevamente. Coloco mi mano sobre la suya y la aprieto con tal de hacerle sentir que estoy ahí, con ella--. Me van a dar el premio por ser la bocazas del año.
-Ojalá recibiera ese premio- bromea Abby.
-Si quieres te doy la veintena de ellos que voy a recibir este año.
-¿Quién no la ha fastidiado alguna vez?- les pregunto-. Somos adolescentes inexpertos que creemos conocer la vida cuando tan solo conocemos una mínima parte de ella. Estamos en la edad de cometer errores, caer y volver a levantarnos y de empezar de cero una decena de veces. No debemos lamentar nuestras decisiones erróneas sino aprender de ellas para no volver a cometerlas.
-Tienes razón. Si me paso toda la vida lamentando mis errores, no la viviré como es debido- Ashley esboza una leve sonrisa-. Por cierto, ¿te has planteado dar el discurso de fin de curso?
-No lo había hecho.
-Pues aún estás a tiempo de hacerlo. Cautivas con tus palabras, quién sabe, quizás el día de mañana seas política.
Reímos al unísono, olvidándonos de nuestros lamentos y errores del pasado.
Y a pesar de que nuestra alegría tan solo dura unos segundos, estos son suficientes para descubrir que la vida se trata de eso, de vivirla lo mejor que podamos, haciendo lo que nos gusta verdaderamente. Así, cuando exhalemos el último aliento de nuestras vidas sabremos que una existencia puede ser suficiente si se vive bien y que no cambiaríamos nada de lo que hemos hecho. Sucumbiremos felices, dejando nuestro eco en la eternidad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top