Capítulo 21

Soy partícipe de como los primeros rayos solares se cuelan a través del cristal de la ventana y avanzan, en silencio, por el suelo, ganando una mayor porción de terreno a medida que transcurren los segundos.
Los destellos anaranjados escalan la colcha de la cama y continúan su trayecto en sentido ascendente, cubriendo mi brazo derecho, dejando tras sí un rastro de calidez que es acogido de buena gana por los poros de mi piel.
La luz cegadora alcanza mi cabello castaño, resaltando su tono y regalándole una gran vivacidad. Continúa con su ascenso, cruzando verticalmente mi cuello, aprovechando la ocasión para hacer centellear la perla azul de mi colgante.

Apenas he pegado ojo en toda la noche. Tenía demasiados asuntos, conversaciones y personas rondando por mi cabeza que me impedían conciliar el sueño.
Lo cierto es que no logro hacerme a la idea con respecto a varias cosas, como el hecho de que estoy a un verano de comenzar a sembrar mi futuro, el haber cerrado una etapa de mi vida. Pero, sin lugar a dudas, hay algo que no logro sacarme de la cabeza y es la conversación que mantuve ayer con Elián Vladimir. Aún no soy capaz de concibir la idea de que un sentimiento esté naciendo en su interior y descongelando su corazón.

No puedo evitar sorprenderme cada vez que siento sus palabras hacer ruído en mi cabeza. Del mismo modo que no logro dar con la razón de porqué le abracé como respuesta. Supongo que sería fruto de la emoción del momento. Admito que me hizo especial ilusión el ser participe de como una parte de él vuelve a la vida. Aunque lo que más me sorprende es que yo sea el motivo de ello.

Sé que cabe la posibilidad de que me esté autoengañando o de que vuelva a encontrar la forma de dejar de sentir. Aún así no puedo evitar emocionarme.

Tengo la sensación de que las cosas van a cambiar.

Me incorporo, tomando asiento en el borde de la cama, exponiéndome a la fulminante y abrazadora luz solar, la cual se encarga de bañar mi rostro. Las plantas de mis pies entran en contacto con el frío suelo y por un instante me estremezco, mas la calidez que me aporta la estrella compensa la gélida sensación que hiela la parte inferior de mi cuerpo.

Camino hacia el armario, me sitúo frente a él y abro sus puertas de par en par. Me tomo la libertad de apreciar la variedad de prendas y tonalidades que abundan en su interior. Me hago con un vaquero azulado que pende de una percha y con una camiseta de mangas largas burdeos. Encamino mis pasos hacia el cuarto de baño, portando en mi hombro las prendas seleccionadas.

Lo primero que hago una vez me hallo en el servicio es situarme frente al espejo que hay colocado encima del lavabo, tomándome la libertad de intercambiar una mirada con la chica de cabello y ojos castaños que me observa e imita a través del cristal. Segundos más tarde maniobro con el grifo hasta dar con la temperatura adecuada. Sumerjo mis manos bajo el chorro de agua caliente para luego humedecer mi rostro con ella.

Abandono el baño una vez me he vestido, cepillado los dientes y peinado, con el objetivo de bajar a la planta baja, donde con total seguridad debe encontrarse mi padre. Una vez salgo de la habitación cierro la puerta detrás de mí y comienzo a trotar hacia la escalera que hay situada en un lateral a pocos pasos.

Deslizo mis dedos por el pasamanos a medida que voy descendiendo un peldaño, de manera que puedo sentir la madera acariciar mi palma. Dejo de realizar esta acción en el instante en el que vuelvo a encontrarme en tierra firme y tuerzo hacia la derecha, adentrándome en un pasillo que me conducirá a la cocina, estancia de la que escapa una luz blanca que se proyecta en el suelo.

Me detengo al situarme bajo el marco de la puerta y miro a lo lejos, localizando a mi progenitor sentado junto a la mesa, con un bolígrafo en la mano, escribiendo vocales y consonantes en unas casillas de un recuadro que incluye una sección del periódico.
Al percatarse de mi presencia alza la vista y la fija en mí. A continuación me recibe con una amplia sonrisa.

-Buenos días, Ariana.

-Buenos días, papá.

-¿Qué tal te lo pasaste ayer?

-Genial. Fue un día memorable. Ashley ha hecho un gran trabajo.

-Me alegro de que te lo pasases bien. Yo estuve tomándome un par de copas con Frederick y debatiendo acerca de algunos temas.

-Espero que eso no incluya mis faltas injustificadas.

-No incluía tus ¿faltas injustificadas?- cuestiona, enarcando una ceja y mirándome perplejo. Simulo cerrar la cremallera que tengo por boca y a continuación muestros mis palmas en señal de defensa-. Creo que olvidaste mencionar esa parte.

-La vida de una cazadora es muy ajetreada.

Sonríe.

-¿Qué me vas a contar que no sepa ya?- Christopher coloca la terminación del bolígrafo entre sus labios y medita la respuesta que va a poner-. Te diría que compaginar ambas cosas es lo más difícil que hay en este mundo pero, al mirar este crucigrama, estoy en duda. ¿Quién demonios es el chico de la fotografía?

Me sitúo detrás de mi padre y miro por encima de su hombro la fotografía que hay en un extremo del rectángulo.

-Es Ed Sheeran.

-Creo que a partir de ahora vas a ser mi compañera de crucigramas.

Suelto una risita y rodeo el cuello de mi padre con mis brazos.

-Me encantaría serlo.

Christopher da sendas palmaditas en el dorso de mis manos y se toma la libertad de ladear la cabeza y depositar un beso en mi mejilla.

-Será mejor que me tome algo para acabar con este dolor de cabeza.

Me aparto y me pongo rumbo hacia el marco de la puerta.

-Se llama resaca y te aconsejo que la evites a toda costa.

-Parece que sabes de lo que hablas- mi padre hace ademán de aproximarse a la encimera cuando se detiene en seco a mitad de camino y me mira-. ¿Cuántas veces te has emborrachado?

Me encojo de hombros y sonrío ampliamente.

-Creo que tenemos otro tema pendiente- murmuro-. Nos vemos luego, papá- me incorporo al pasillo y camino por él durante unos segundos, tras los cuales logro alcanzar el perchero que hay junto a la puerta, del cual cojo un pañuelo azul con un diseño de flores rojas y envuelvo mi cuello con él-. ¡Por cierto, te vendrá bien beber agua!

-¡Lo que me vendrá bien es estar alejado del alcohol una temporada!

Sonrío y abandono mi hogar.

Me doy media vuelta con total naturalidad cuando me encuentro con un chico ante mí. Doy un respingo debido a su inesperada presencia y me llevo la mano al pecho izquierdo, como si pretendiese con ello desacelerar mi corazón.
Una vez recupero la compostura alzo la mirada y la fijo en mi acompañante, quien lleva puesta una camiseta de mangas largas marrón y un vaquero ajustado negro.

-Me has asustado.

-Es difícil no hacerlo con esta cara paliducha.

Sonrío y me abalanzo a sus brazos con ganas. El vampiro me envuelve con sus brazos, apoyando su mejilla izquierda en mi coronilla.
Puedo sentir como el dulce aroma que desprende logra penetrar mis fosas nasales y recorrer cada rincón de mi interior.

-Si quieres puedes contarme cuántas veces te has emborrachado.

Le doy un leve codazo y él sonríe.

-Está mal escuchar conversaciones ajenas.

-No puedo evitarlo. Soy muy curioso y además tengo un super oído.

-Y yo voy a tener un super problema si alguien se entera de cuántas veces he ido a una botellona a lo largo de la adolescencia.

-Tu secreto está a salvo conmigo.

Asiento.

-¿Nos vamos?- me pregunta con tono amable-. Tenemos un amigo al que despedir.

-Sí, claro. Va a ser un día duro.

-Dímelo a mí, aún no he conseguido alimentarme. Creo que las ardillas han estudiado mis movimientos y se han refugiado.

-Deberías ser más considerado con ellas. Dejas a sus crías huérfanas- bromeo.

-Me haces sentir como el malo de la película.

-Tú no podrías ser el malo.

-¿Por qué no?- muestra sus afilados colmillos y hace una mueca con el fin de dar miedo, mas todo lo que consigue es una risa por mi parte.

Meneo la cabeza, divertida.

-Tú serías como Edward en Crepúsculo.

-¿Me estás tomando el pelo? Ese tío parecía un hada. A ver, brillaba como si tuviera diamantes en su cuerpo, vivía en un bosque y no se alimentaba de personas. Además, siempre llevaba el pelo alborotado, es como si le estuviese dando constantemente un golpe de aire.

Río con ganas ante su ocurrencia.

-En el fondo sabes que tengo razón. Es un tío muy raro. Yo molo mucho más.

-Anda, vamos.

-¿Qué hay de mi respuesta?

Sonrío y continúo caminando.

-Lo tomaré como un sí.

Me sitúo junto al Todo Terreno negro de mi padre y apoyo ambos brazos en el techo del auto, entrecruzándolos.
El vampiro me mira desde la distancia y me dedica una amplia sonrisa que deja entrever sus colmillos afilados. Me pierdo en la perfecta curva que forman sus labios durante lo que se me antoja una eternidad.

Finalmente me armo del valor necesario para apartar mis ojos de su sonrisa y procedo a acomodarme al volante, bajo la intimidante mirada de mi mejor amigo, quien imita mi acto. A continuación me pongo el cinturón de seguridad mientras Samuel espera pacientemente a que termine de realizar la acción. A veces desaría ser tan veloz como él.

-Comencemos el día con una buena dosis de felicidad- dice Sam, quien pulsa el botón de la radio y se echa hacia atrás en el asiento. De los altavoces comienza a sonar la canción Secrets de One Republic, la cual llega a cada rincón del vehículo, llenándolo de armonúa-. I need another story, something to get off my chest. My life gets kinda boring, need something that i can confess. Till all my sleeves are stained red from all the truth that i've said. Come by it honestly i swear thought you saw me wink, no. I've been on the brink, so...

-Tell me what you want to hear. Something that will light those ears. I'm sick of all the insincere- continúo cantando, dejándome llevar por el ritmo-. I'm going to give all my secrets away. This time don't need another perfect lie, don't care if critics ever jump in line. I'm going to give all my secrets away- cantamos al unísono el estribillo, meneando nuestras cabezas. Aprovecho, además, la ocasión para dar sendos golpecitos con los dedos en el volante.

Samuel se aferra a una de mis manos y la eleve en el aire, marcando un suave moviento de derecha a izquierda. Sigo con la mirada la acción que está llevando a cabo, temerosa de perder cualquier detalle relacionada con ella.
Los dedos del vampiro recorren el dorso de mi mano, dejando tras sí un leve rastro gélido, continuando con el recorrido en dirección ascendente. Su dedo índice y corazón alcanzan a acariciar la pulsera plateada con un diseño de una flor.

-Es una pulsera muy bonita.

-Sí... perteneció a mi madre- mi voz va perdiendo intensidad a medida que escupo cada una de las palabras.

-Lo siento. Yo no pretendía...-le interrumpo.

-No te preocupes. Está todo bien.

Envuelvo con fuerza la mano del vampiro, quien permanece inmóvil, con la mirada perdida en la unión de nuestros miembros. Le dedico una mirada sincera junto con una sonrisa amigable, y él reacciona asintiendo y devolviéndome la sonrisa.

Detengo el vehículo junto a la casa de Ashley, aún aferrándome con fuerza a la mano de Samuel.
Estoy tan absorta tranquilizando con la mirada al chico de mi derecha que ni siquiera soy consciente de que dos chicas acaban de adentrarse en el vehículo, ocupando los asientos traseros.
Pronto soy capaz de percibir la penetrante mirada de Ashley clavada en la unión de mi mano con la de Sam. Además, la vampira se encarga de aclararse la garganta con tal de llamar nuestra atención. Y surte efecto, pues aparto rápidamente mi mano y la dejo descansar en el volante.

-Hola- saluda Abby con una sonrisa.

-Hey- responde Samuel.

-Hola- intervengo en tercer lugar, aún intentando recuperarme de el momento tan incómodo vivido con anterioridad.

-Por favor, decidme que no soy la única que está tirándose de los pelos.

Sonrío ante el comentario de la vampira.

-¿Por qué iba a hacerlo?- pregunta Sam.

-Porque estamos a punto de despedir a un amigo al que probablemente no veamos más hasta fin de año y por el hecho de estar a un verano de comenzar a construír nuestro futuro.

-Creo que solo eres tú.

-¿Lo dices en serio? ¿No estás, aunque sea, un poco nervioso?

Samuel niega con la cabeza.

-¡Esto es alucinante!- se queja la chica rubia elevando el tono de voz-. ¿Cómo es posible que yo, habiendo aprobado todo con nota, esté de los nervios, y tú, habiendo hecho trampa estés tan tranquilo?

-¿No habrás anulado tu humanidad?- pregunta Abby preocupada.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia Samuel, quien frunce el ceño, contrariado.

-¿Creéis que estaría subido en este coche, siendo partícipe de vuestros dramas, con la intención de despedir a un amigo si no tuviese humanidad?

-Sigue siendo el mismo Sam que conocimos al inicio de curso- añado con firmeza-. Algo más hambriento, valiente y con terroríficos colmillos.

-Ajá, lo admites.

-¿Me he perdido algo?- interviene Abby.

-Ariana se negaba admitir que molo mucho más que ese tal Edward Cullen de Crepúsculo.

Abby suelta una risita.

-Hay que admitir que el chico se lo curra

-¿Ves, Ariana? Tengo otra persona más a mi favor. Así que confirmo mis suposiciones. Le doy veinte mil vueltas a ese tal Edward.

-Se te olvida un pequeño detalle- aporta Ashley, agitando su melena dorada-. Tienes la capacidad emocional de una maldita roca.

-Menudo golpe bajo, rubita- replica el chico.

-Eres cruel, Ashley- murmura Abby sonriendo.

Suelto una risita al imaginar a Samuel con el aspecto de una roca.

-Hola, soy Ashley Williams, tengo dieciocho años y me apasiona comer ardillas. Si fuese por mí, me pasaría el día entero tras ellas, pero tengo que organizar un hipermega baile formal- el vampiro imita la voz de la chica rubia, quien intenta mantenerse inexpresiva sin éxito. Una sonrisa termina con apoderarse de sus labios rosados.

-Me haces sentir como un monstruo.

-Mira la parte buena, no te arrestarán.

Ashley le da un golpecito en el hombro al vampiro, quien sonríe.

-¿Cómo creéis que debería despedirme de Cormac? Debería empezar por un hola o tal vez por un ¿Qué tal estás?. Quizá deba ir directamente al asunto primordial. Pero, ¿Cómo despedirse de alguien a quien no vas a volver a ver en mucho tiempo? Las palabras se quedan cortas y los actos pueden ser contradictorios. ¿Y si empleo alguna broma como posible comienzo? No. Podría mostrar un exceso de confianza. ¿Qué creéis que debería hacer?

-Seguir a tu corazón- añade Abby.

-Simplemente sé tú misma- espeto con voz pausada-. Debes actuar tal y como te nazca.

-¿En serio estamos teniendo esta conversación?- inquiere saber Samuel-. No entiendo porqué las mujeres os montáis estos dramas. A ver, Ashley, es sencillo. Deséale lo mejor y dale un abrazo o dos besos en la cara o un apretón de manos, lo que hagáis las chicas.

-Decirlo es fácil, llevarlo a cabo es otra historia muy distinta.

-Eres una vampira. ¿Hay algo más terrorífico que eso?- enarca una ceja y la escruta con la mirada durante unos segundos-. Asume el control. Sé la Cenicienta de tu propio cuento.

-Vaya, me sorprende que te hayas visto la película- aporta Abby.

-Mi prima venía mucho a casa y como comprenderás, me tragaba más de una película de Disney.

-Ya, tu prima...

-¿Qué intentas decir?

-Nada, nada- la chica se encoge de hombros y aprieta con fuerza sus labios.

Sonrío ampliamente bajo la penetrante mirada del vampiro.

Detengo el vehículo junto a una casa de fachada amarilla clara, tejado marrón y ventanas del mismo tono que las tejas. Junto al hogar hay un garaje con puerta grisácea, perfectamente sellada.
En el porche yace un chico de cabellera morena, vestido con un jersey de mangas largas de color azul marino y unos vaqueros ajustados negros, caminando de un lado a otro, murmurando cosas en voz alta.

Abby se baja del vehículo y emprende una carrera hacia el chico, quien al ser partícipe de nuestra presencia, se da media vuelta y sigue con la mirada a su chica. El cabello moreno con reflejos rojos de la joven ondea al viento en el instante en el que salta en dirección a su novio, quien la coge en peso y la recibe depositando un casto beso en sus labios. Sus rostros se separan unos centímetros y sus miradas se entrelazan acarameladamente.
Daniel esboza una amplia sonrisa, dejando a la vista sus dientes inmaculados y perfectamente alineados. Gira sobre sí mismo, con la chica aún entre sus brazos, provocando que el cabello de Abby vuelva a ondear al viento.

Sin ser consciente, una sonrisa se apodera de mis labios.

Samuel ladea la cabeza en mi dirección, sorprendiéndome sonriendo como si se me fuese la vida en ello y, sin saber muy bien el porqué, sus labios también se curvan. Un brillo inusual se apodera de sus pupilas negras, las cuales acaban de aumentar considerablemente su tamaño, sin causa aparente.
El vampiro extiende su brazo en mi dirección y termina por depositar su mano sobre la mía, ejerciendo una leve presión en ella. En cuanto lleva a cabo esta acción no puedo evitar bajar la mirada hacia nuestras manos y esbozar una media sonrisa.

-Esto es bueno.

Asiento un par de veces y le miro.

-Son estos pequeños instantes los que vienen cargados de vida. Por ello, jamás voy a permitir que nos abandonen, siempre voy a luchar por devolver la felicidad y la calma a nuestras vidas- prometo fielmente.

-Lucharé contigo hasta el final.

Aprieto con fuerza su mano y le sonrío.

-Nos esperan, será mejor que nos pongamos manos a la obra.

-Sí, claro- mantengo gacha la cabeza y frunzo el ceño. El vampiro retira lentamente su mano, devolviéndola junto a su cuerpo y se baja del coche, tras dedicarme una última mirada.

Cambio el rumbo de mi mirar hacia los asientos traseros con el fin de dar con Ashley, mas no la encuentro allí como esperaba hacer. Decido, entonces, contemplar el paisaje que se alza a través del cristal de la ventanilla con el fin de dar con algún indicio que me indique la actual posición de la chica.
Esquivo con la mirada a la pareja que se abraza fuertemente en el porche, al chico de cabello moreno y piel cetrina que se dirije con paso vacilante hacia el entrada, y a una bandada de pájaros que sobrevuelan el tejado. Finalmente localizo a una joven de cabello dorado de pie al inicio del camino de tierra que conduce hacia la puerta principal, contemplando con temor la casa que se alza ante ella.

Desvío mis ojos hacia el parabrisas, logrando ver a través de él el capó negro del coche, sobre el cual hay colocado un cuervo azabache, de ojos despiadados y pico afilado, que me observa con detenimiento.
Mi atención recae en el cuello del ave, donde hay una cinta plateada con un símbolo de serpientes, el cual hace referencia a la maldad de Anabelle. El cuervo desplega sus alas y emprende el vuelo, poniendo distancia entre nosotros.

Esto es solo el principio.

Me bajo del asiento de un salto y cierro la puerta detrás de mí, asegurándome de que el coche está completamente cerrado.
A continuacón rodeo el vehículo por la parte delantera y me subo a la acera que comunica con el camino de tierra que conduce hacia la entrada al hogar, donde continúa la chica rubia meditando el paso que va a dar.
Me sitúo a su vera y paso mi brazo sobre sus hombros. Ella une su cabeza a la mía y me dedica una leve sonrisa que se desvanece con la brisa gélida. En silencio emprendemos el camino que nos conducirá hacia la casa de Cormac, despojándonos de nuestros temores y concienciándonos de que estamos haciendo lo correcto.

-Aún no logro explicarme porqué motivo he venido.

-Estás haciendo lo correcto, Ashley.

-Sé que es así pero no logro sentirme satisfecha por ello.

-Las despedidas no son agradables pero debemos hacerles frente.

-No sé que haría si no estuvieras aquí- propicia sendas palmaditas en el dorso de mi mano, acompañadas por una amplia sonrisa.

Aproximo mi rostro a su cabello dorado.

-Todo va a salir bien.

Cesamos nuestra marcha en cuanto alcanzamos el porche, situándonos detrás de la barrera formada por Daniel, Abby y Samuel, y permanecemos a la espera de ser recibimos por nuestro anfitrión.
En el intervalo de segundos que tarda Cormac en abrir la puerta soy consciente de como la respiración de la vampira se vuelve agitada y un leve rastro de sudor se apodera de sus manos. Su sonrisa ya no denota felicidad sino nerviosismo.

Un chico de cabello castaño aparece tras el portón, portando una camiseta blanca de mangas largas y un vaquero azul marino.
Sus ojos analizan con detenimiento a cada miembro que forma el primer grupo, regalándoles una sonrisa a cada uno de ellos. Daniel le saluda dándole una palmadita en la espalda y se adentra en el interior del hogar. Abby se limita a darle un beso en la mejilla y a seguir a su pareja.
Samuel se aferra a la mano de Cormac y le atrae hacia él, dándole un abrazo. Luego se reúne con sus amigos.
En ese instante, doy un paso hacia el frente y saludo a mi amigo con una caricia en el hombro, recibiendo a cambio una sonrisa. Me adentro en el interior, mas no continúo con mi marcha sino que me detengo en pleno trayecto para mirar a Ashley.

La vampira suelta un suspiro y esboza una sonrisa que deja al descubierto sus colmillos. El chico se acaricia la nuca y se limita a mirarla con avidez.

-¿Qué tal estás?

-Nervioso. ¿Y tú?

-Estoy bien- miente la chica.

-Me alegro.

Se produce un silencio incómodo, durante el cuál Cormac no ha apartado los ojos de la joven rubia que mira de un lado a otro.

-Yo también me alegro por ti- Ashley me mira por encima del hombro del chico que tiene delante y me pide ayuda con la mirada. Yo me limito a negar con la cabeza, indicándole que su afirmación no es la más acertada-. Quiero decir, no me alegro de que estés nervioso sino de la nuevas oportunidades que se presentan ante ti.

-Tengo presente que esta oportunidad no puedo desperdiciarla. Soy consciente de todo cuanto voy a dejar atrás, la familia, amigos, mi hogar. Pero no puedo permitir que los miedos me aten a este lugar. Necesito esto.

-Por supuesto. Es importante perseguir nuestros sueños.

Cormac asiente.

-Debería reunirme con las chicas- Ashley señala con su dedo índice el interior de la casa y Cormac sigue con la mirada su gesto-. Nos vemos luego.

La vampira se cuela por el hueco libre que hay entre Cormac y el marco de la puerta, y se dirije hacia la estancia de mayor tamaño, la cual corresponde con el salón, llevándome consigo.
A nuestras espaldas, el chico castaño cierra la puerta y se da media vuelta, observando nuestra marcha. Alcanzamos nuestro destino, pero no nos detenemos hasta situarnos junto a una mesa sobre la que hay colocada una maleta de color pistacho con las correas negras.

Paseo mi mirada por la habitación, deteniéndome en cada uno de los miembros que se encuentran en el interior de ella.
Daniel está sentado en el sofá junto a Abby, a quien rodea con uno de sus brazos. Samuel está de pie junto a una estantería, jugueteando con una figura de cerámica de color azul. Ashley se entretiene arrugando la parte inferior de su camiseta al mismo tiempo que contempla nerviosa la hora que marca el reloj de pared.

Cormac aparece unos minutos más tarde cargando con una bandeja de plata sobre la que descansan seis vasos de cristal llenos de una sustancia oscura que expulsa pequeñas burbujitas provenientes del fondo hacia la superficie. El chico nos cede un vaso a cada uno de nosotros y luego suelta la bandeja sobre la mesa donde se encuentra la maleta.

-Genial. Me moría de sed- la vampira le da un sorbo a su vaso. No han transcurridos ni dos segundos cuando escupe el contenido y hace mueca de desagrado-. ¿Qué narices le has echado a esto, Cormac?

-Ginebra. He pensado que una ocasión como esta era digna de celebrar, y qué mejor forma de hacerlo que compartiendo este momento con mis amigos.

-Coincido contigo- dice Daniel, elevando su copa y señalando al anfitrión-. Brindo porque consigas tus metas, halles un nuevo lugar al que llamar hogar y disfrutes a cada segundo. Ojalá y todos tus sueños se hagan realidad, Cormac. Nosotros- nos señala a cada uno de los presentes
con el vaso de cristal que sostiene en la mano- estaremos presente en tu día a día, tal vez no físicamente, pero sí emocionalmente. Siempre vas a poner contar con nosotros, Cormac- los ojos de Daniel se inudan progresivamente. El chico aprieta la mandíbula y pestañea un par de veces con tal de evitar que se derramen las lágrimas que viven en sus ojos-. Te voy a echar mucho de menos. Porque tú para mí no eres un amigo sino un hermano. Tal vez no de sangre, pero eres un hermano a fin de cuentas.

Cormac deja el vaso en la mesa y se acerca a su amigo para darle un fuerte y sentido abrazo. En ese instante los ojos de Daniel se desbordan y todas sus lágrimas van a parar a la camiseta blanca del chico castaño, a quien no parece afectarle en absoluto este hecho. Cormac le da sendas palmaditas en la espalda a Daniel, quien se enjuga las gotas con sabor a mar con la manga de su camiseta azul marino.
Luego retrocede un paso, quedando enfrentado a su acompañante, limitándose a hacer contacto visual con él y a profesarse, en silencio, el afecto que sienten el uno hacia el otro.

-Daniel tiene razón. ¿Qué va a hacer de nosotros sin ti? ¿Qué va a ser de mí sin mi compañero de suspensos?- añade Samuel dejando la figurita nuevamente a la estantería y acercándose al chico castaño, quien le dedica una media sonrisa-. Tal vez no te veamos a diario, pero ten por seguro que estarás presente en nuestros pensamientos a cada instante. Aquí tienes a una segunda familia, dispuesta a acompañarte a cada paso que des.

-No podría olvidaros, ni por muchos kilómetros que se interpongan entre nosotros. Dicen que los amigos son la segunda familia, esa que se elige, y yo os voy a seguir elegiendo una y otra vez.

Samuel salva la distancia que le separa de su amigo y le da un fuerte abrazo. Luego se separa y hacen un saludo con las manos.

Abby se pone en pie y toma a Cormac por una mano.

-Tienes que prometernos que vas a esforzarte este año- dice sonriendo- y que no vas a desparecer una buena temporada. Si llego a enterarme que haces alguna de las dos cosas, iré yo misma a buscarte y te traeré tirándote de la oreja.

Cormac suelta una risita.

-Lo prometo. Eso sí, no me hago cargo si una noche me emborracho y a la mañana siguiente aparezco en el país vecino.

Abby sonríe y le alborota el pelo con ayuda de la mano. Luego rodea el cuello del chico con sus brazos y le atrae hacia ella con el fin de abrazarle. Cormac desliza sus manos por la espalda de la chica y se entretiene apreciando el aroma que desprende el cabello de ella.
La chica se separa, tras depositar un beso y una caricia en la mejilla del joven, quien se lo agradece sonriéndose con la mirada.

-Así que va en serio- añado, acercándome a él. Cormac menea la cabeza, divertido y sonríe, formándosele unos hoyuelos cerca de sus comisuras.

-Sí, va muy en serio.

-Chico aplicado.

-Tengo a quien parecerme.

-Así que soy tu ejemplo a seguir- digo divertida. Él asiente un par de veces-. Pues podrías haber comenzado a seguirme en cuanto empezó el curso.

-Hay un pequeño aspecto a tener en cuenta y es mi pereza y mi adicción por sentir adrenalina.

Suelto una risita y a continuación me abalanzo a sus brazos. Cormac desliza sus manos por mi espalda y se toma la libertad de juguetear con mi cabello. Apoyo la cabeza en su hombro y me entretengo acariciando su nuca, sintiendo su cabello sedoso colarse por entre mis dedos. Incluso aprovecho la ocasión para inspirar su aroma y mantenerlo grabado en mi cabeza para la posteridad.

-Te mereces lo mejor de este mundo, Cormac.

-Después de ti.

-Incluso antes- me separo de él y procedo a acariciarle la mejilla con el dorso de mi mano. Cormac se limita a mirarme, como si pretendiese dar con el fondo de mis pupilas, con el fin de descubrir mis secretos ocultos-. Escribe siempre que puedas y cuídate mucho. Estaremos aquí esperándote cuando vuelvas.

-Lo haré. Os escribiré siempre que tenga ocasión- dice mirando a cada uno de sus amigos, deteniéndose más tiempo en la persona de Ashley. Por su expresión deduzco que se está preguntando si debe escribirle a ella después de todo cuanto ha pasado entre ellos.
La chica se encoge de hombros, indicándole que puede hacerlo si lo desea.

-¡Abrazo grupal!- añade Abby.

Nos agrupamos en torno a Cormac, a quien abrazamos con fuerza y zarandeamos. El chico sonríe y se queja de la falta de aire, pero sus súplicas son ignoradas por la mayoría. Samuel le hace un copón al chico castaño, Daniel le da un leve codazo, Abby y yo nos limitados a hacerle cosquillas, y Ashley se concentra en mirar los ojos felices de Cormac, quien se percata de la detenida observación de la chica y hace por sostenerle la mirada, mas ella se ruboriza y la aparta.

-Voy a ir llevando tu maleta al coche o de lo contrario voy a hacer todo lo posible por impedir que te marches- propone Daniel, quien se hace con la maleta que descansa sobre la mesa e indica con la barbilla la puerta principal.

-Yo te acompaño- añade Samuel.

-¿Samuel Dornan va a ayudar con el equipaje?- pregunta Abby sorprendida.

El chico deja ver una expresión de confusión y nuega con la cabeza.

-Por supuesto que no. Voy a tomarme este cubata al aire libre.

Reímos al unísono.

Samuel se marcha de la casa pasándole el brazo por encima de los hombros a Daniel, quien se queja en voz baja del olor a alcohol que desprende su amigo. Abby sigue con la mirada al par de chicos hasta que estos desaparecer tras la puerta principal.

-Son como críos. Debería ir a vigilarlos- Abby se aferra momentáneamente al brazo del chico castaño y le dedica una sonrisa amable. Luego se pone rumbo hacia la salida del hogar, de manera que en el salón nos quedamos Cormac, Ashley y yo.

Tal vez sería una idea acertada dejar a solas a ambos con el fin de concederles un poco de intimidad para poder despedirse el uno del otro. Hay muchas cosas que deben solucionar y estoy segura de que es un buen momento para hacerlo. Ashley y Cormac tienen una historia, cuya dirección a tomar está aún por determinar.

-No suena tan mal eso de beberse el cubata al aire libre- anuncio.

Miro a Ashley, quien abre los ojos como platos y me pide una explicación con ellos.
Retrocedo varios pasos, aún contemplando la expresión de la vampira, quien niega con la cabeza repetidas veces, evitando ser descubierta por el chico.
Alzo ambas manos y le muestro mis palmas en señal de defensa. El rostro de Ashley pasa de ser pálido como la nieve a ser rosado como consecuencia de la vergüenza que siente.

En el instante en el que abandono el salón me acerco a la puerta principal, la abro y cuando voy a salir por ella pienso en Ashley, en cuánto debe necesitarme en un momento así, de manera que me veo incapaz de marcharme sin más. Así que cierro la puerta nuevamente, simulando a ver salido por ella, cuando en realidad he retrocedido hasta alcanzar la pared que hay junto a la puerta que conduce al salón, donde apoyo uno de mis brazos. A continuación me asomo disimuladamente por el cristal que forma parte de la puerta, logrando ser partícipe de todo cuanto sucede en el salón.

-Así que Canadá- interviene la chica.

Ashley cruza únicamente uno de sus brazos y salva la distancia que le separa del chico. Cormac se pasa la mano por el pelo, despeinándoselo.

-Sí, ¿Quién iba a decirlo?

-Cada vez me sorprende más la de vueltas que da la vida.

-Hay vueltas que pueden llevarte al comienzo.

Ashley fija su mirar en sus zapatos durante unos segundos y él chico se dedica a contemplar el perfil de la chica.

-¿Volverás por navidades?

-¿Quieres que vuelva?

Las mejillas de la vampira se vuelven rosadas como sus labios.

-Claro que sí. Cormac, el hecho de que se hayan producido diferencias entre nosotros no quiere decir que desee tenerte a kilómetros.

-Nosotros y nuestras continuas discusiones.

Ashley sonríe por primera vez.

-Somos como el ratón y el gato- dice ella.

-A propósito, Ashley, siento haberme comportado como un idiota contigo. Siento de verdad todo cuanto te he dicho, no me siento orgulloso del daño que te hice. Cada día me arrepiento un poco más. A veces siento que voy a estallar- sonríe sin ganas.

-Yo tampoco he sido la chica del año. Así que no tienes de qué preocuparte, está todo bien.

-¿De verdad?

Cormac se aferra a una de las manos de Ashley sin prevo aviso. Ella desvía su mirada hacia la unión que forman ambas manos y permanece inmóvil, contemplándolas detenidamente, fascinada, como si fuese algo que hubiese estado esperando que sucediese durante mucho tiempo. Él también se toma la libertad de observar el gesto que está llevando a cabo.

-De verdad de la buena.

El chico da un paso hacia el frente, de manera que queda separado de Ashley por escasos centímetros. Soy consciente de como el pecho de la chica se infla y deshinfla con mayor frecuencia, y como sus mejillas se tornan de un tono más oscuro.
Los labios de ella se entreabren y por ellos escapa un leve suspiro que va a parar a la boca de Cormac.

-Ashley, yo...

-¿Sí?

Cormac une su frente con la de Ashley, de manera que sus narices amenazan con encontrarse y sus labios con rozarse con el mínimo movimiento.
Ella cierra los ojos mientras que él se toma la libertad de contemplar cada una de las facciones del rostro de la chica, como si pretendiese grabar cada detalle en su mente con el fin de recordarlo más tarde. Aprecia detenidamente como las pestañas de Ashley rozan sus pómulos, o como sus labios yacen entreabiertos y sus mejillas al rojo vivo, ardiendo.
El labio superior de él está a punto de rozarse con el de ella cuando, sin previo aviso, rechaza esa idea y la sustituye por un beso en la mejilla.

La chica abre los ojos y vuelve a sellar sus labios. Sus pómulos, nariz y frente se tornon de un tono rojizo como consecuencia de la vergüenza que siente en ese preciso momento.
Ashley pestañea un par de veces y mantiene gacha la cabeza, sonríe de forma nerviosa. Parece no saber donde meterse. Hay un aspecto que logra desconcertarla un poco y es el hecho de seguir teniendo prisionera su mano por parte de la de Cormac, quien no parece tener pensado soltarla.

-Te deseo lo mejor, Ashley.

La aludida asiente y le dedica una sonrisa triste.

Cormac le aprieta la mano antes de retroceder un par de pasos, aún sujetándola, de manera que el brazo de Ashley está en sentido horizontal, luchando por mantener el agarre. Finalmente los dedos del chico abandonan la piel de la chica, dejando tras sí un rastro de sudor y de recuerdos inolvidables.
El brazo de ella se precipita al vacío, recorriendo el camino que con anterioridad trazó, terminando por permanecer junto a su cuerpo.

Ashley permanece inmóvil, con una mano cubriendo su boca, rememorando probablemente la cercanía que se produjo hace escasos segundos con los labios de Cormac, como él se marcha con la cabeza gacha y el corazón en un puño. Cuando el chico se encuentra a mitad de camino se detiene, se da media vuelta y le dedica una última mirada a la mujer que ama. Ella le regala una sonrisa para el viaje y él la atrapa y la guarda en su pecho izquierdo.

En el instante en el que Cormac pasa por mi lado, se percata de mi presencia, mas no dice nada, tan solo se limita a encogerse de hombros y mantener apretados sus labios. Asiento, indicándole que todo va a estar bien, y él se marcha entre temeroso y satisfecho.
Abandona su hogar, donde vivió por dieciocho años, lugar en el que pasó su infancia, su adolescencia y parte de su juventud.

Me adentro en la habitación contigua, donde hallo a una Ashley desanimada y al borde del llanto. La vampira me mira, se encoge de hombros e intenta sonreír, pero lo único que consigue es dar rienda suelta a las lágrimas que viven en sus ojos.
Salvo la distancia que me separa de ella a grandes zancadas y termino por abrazarla con fuerza, atrayendo su cabeza a mi hombro, acariciando su cabellera dorada con el fin de tranquilizarla.

-Lo he intentado y he fracasado.

-Te equivocas. Has conseguido más de lo que crees.

Ashley aumenta la fuerza con la que me abraza y encierra parte de la tela de la camiseta que llevo puesta en sus puños.

-Todavía le quiero- solloza.

-Lo sé. Lo sé.

Esa fue la primera vez que oí a Ashley admitir que quería a Cormac.
El amor es un hermoso caos, que tiene el poder de sorprenderte cuanto menos te lo esperas. Tal vez esto sea una despedida, pero ¿Hará nuevamente de las suyas? No tengo la respuesta a esa pregunta pero si de algo estoy segura es de que el amor verdadero nunca muere, por mucho tiempo que transcurra. Si dos personas están destinadas a estar juntas, se reencontrarán en algún momento de sus vidas. 

¡Queda un capítulo para el final del segundo libro! ¿Estáis emocionados? 😄😄❤❤
Pd: ¿os está gustando la historia? ¿a qué personajes shippeais? 🙈

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