Capítulo 18

Pestañeo un par de veces y descubro que me encuentro en el patio trasero del instituto, donde una chica rubia camina de un lado a otro, dando órdenes a los respectivos encargados de la decoración.
Su histeria lleva un tiempo activada y al parecer no tiene pensado desactivarse en un buen tiempo. No juzgo su actitud, pues ser ayudante del consejo supone una gran responsabilidad.
Una de ellas es organizar la graduación, un acto conmemorativo que debe marcar a los estudiantes de por vida, prepararles para dar un paso importante; caminar hacia su futuro y decir adiós a una etapa de rebeldía, constantes cambios emocionales, la carencia de responsabilidades.

Nos toca cerrar una etapa maravillosa de nuestras vidas e inagurar una completamente distinta pero no por ello menos increíble. Una nueva fase que viene acompañada de nuevas amistades y experiencias, sin fin de sentimientos, una etapa en la que tiene gran peso la responsabilidad que recae sobre nosotros.
Poco a poco vamos convirtiéndonos en adultos capaces de salvar todo obstáculo que se presente en nuestras vidas, preparados para tomar las riendas de nuestro destino. En definitiva, perseguir nuestros sueños y luchar por ella cueste lo que nos cueste. Y sobre todo vivir cada segundo como si fuese el último.

Mentiría si dijese que no echaré de menos el instituto, pues lo cierto es que una parte de mí permanecerá en dicho lugar a pesar del tiempo que transcurra.
Los muros del centro me han visto crecer, cometer locuras, enamorarme, sonreír, llorar. En definitiva, han sido partícipe de como me he ido convirtiendo en la mujer que soy hoy día.
A pesar de haber disfrutado de unos años maravillosos en este instituto, sé que no puedo anclarme para siempre a él, debo avanzar y descubrir todas las cosas que puede proporcionarme la nueva etapa que está por comenzar.

-¿Dónde coloco los asientos?- pregunta Daniel, quien sostiene entre ambas manos una silla blanca que posee un lazo rojo en una de sus patas.

-Bajo el escenario- contesta Ashley, quien toma nota en un cuaderno rosa que sostiene entre ambas manos.

Daniel permanece inmóvil mirándola desconcertado. La chica se percata de su detenida observación, así que alza la vista y le mira sin comprender el porqué de su actitud.

-¿Qué escenario?

Ashley pone los ojos en blanco y suelta un bufido. Sonrío por lo bajo al presenciar la escena.

-¿Es que nadie tiene imaginación?

Daniel abre la boca para rebatir, pero al no dar con nada bueno que decir decide volver a cerrarla. Se limita a encogerse de hombros ante su pregunta.

Ashley camina hacia la zona más próxima al muro del instituto y le indica a Daniel que le siga. El chico se da media vuelta y se pone rumbo hacia allí.
Mientras ella se dedica a darle instrucciones del lugar en el que va a colocarse el escenario, Hamilton se limita a acariciar su cabellera morena y a mirarle ceñudo.

Cambio el rumbo de mi mirar hacia mis manos, descubriendo entre ellas un lazo rojo. Jugueteo con el fino trozo de tela, deslizándolo por entre mis dedos.
A mi lado aparece un chico fornido, de cabellera rubia y enormes ojos azules, quien se aferra con sus manos a las mías. Ladeo mi cuerpo en su dirección y le recibo con una amplia sonrisa.
Jonathan juguetea con un extremo libre del lazo que poseo entre mis manos y fija su mirar en él. Yo, en cambio, me limito a observar cada una de las facciones de su rostro.
Aún después de haber transcurrido unas semanas desde que recuperé a Jonathan continúo sin creerme que esté aquí, conmigo, ante mí, regalándome una de sus mejores sonrisas.
Todo es tan perfecto que tengo la constante corazonada de que se trata de un sueño. Sin embargo, cada vez que me besa o me acaricia descubro que se trata de la realidad.

-¿En qué piensas?- pregunta.
Alza la vista, encontrándose con mi penetrante mirada. Su acto logra ponerme nerviosa, de manera que mis mejillas se sonrojan y arden.

-En ti. Siempre pienso en ti.

Sonríe.

-¿Siempre?

-Siempre- repito.

-¿Debería preocuparme?- bromea esbozando una sonrisa pícara.
Sacudo la cabeza, divertida, y le miro a los ojos.

-Deberías.

-Tal vez debería ingresarte en un sanatorio mental.

Río entre dientes y él me observa fascinado.

-Estarías en todo tu derecho. Aunque hay algo que debes saber y es que el hecho de estar alejada de ti no va a impedir que piense en ti.

Jonathan enreda el lazo en mi dedo índice y a continuación desliza el otro extremo alrededor del suyo, de manera que la fina tela nos une.

-Existe una leyenda oriental que afirma que las personas que están destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia.

-Técnicamente es un lazo.

-El hecho de ser un lazo no cambia lo que siento por ti y mucho menos el futuro que deseo tener contigo.

Entreabro los labios y por ellos escapa un suspiro.

Alzo una de mis manos y acaricio su mejilla con ternura. Luego la deslizo en dirección a su nuca, acariciando su cuello y parte de su omóplato.
Una vez alcanzo mi destino, enredo mis dedos en su cabello dorado y ejerzo una leve presión en su nuca, la suficiente para conseguir que incline ligeramente la cabeza hacia el adelante hasta quedar nuestros labios separados por escasos centímetros.

Admiro cada detalle de su rostro, desde los hoyuelos que se forman cerca de sus comisuras cuando sonríe a la leve arruga que nace en su entrecejo cuando este se encuentra fruncido.
Finalmente me enfrento a su mirada dulce y azul, la cual está perdida en mis labios. Jonathan coloca con delicadeza un mechón libre que cubre parte de mi mejilla tras mi oreja y yo permanezco inmóvil, siguiendo con la mirada el recorrido de su mano.

Me armo de valor y le beso románticamente. En el instante en que nuestras bocas se encuentran siento como si todo a mi alrededor desapareciese, existiendo únicamente nosotros dos.
Una vez más visito nuestro mundo propio, donde la felicidad es la clave y la tristeza no tiene cavida. Tan solo soy consciente de sus labios rozando los míos, de su respiración agitada y mi corazón desbocado.

Dejo de besarle en el instante en el que siento que el aire no entra en mis pulmones. Separo mis labios de los suyos, aunque permanezco a escasos centímetros de su rostro, con la frente unida a la suya.
Una vez me recupero miro a Jonathan, quien tiene los ojos cerrados, de manera que sus pestañas rozan sus pómulos, los labios entreabiertos, expulsando parte del oxígeno que con anterioridad vivió en sus pulmones.

-Te he echado de menos.

-Y yo a ti, no sabes cuánto- susurra a escasos centímetros de mi boca-. Cada día sin ti era un calvario. Se sentía como si una parte se hubiera desprendido de mí. Era como si tuviese la sensación de que jamás volvería a...- le interrumpo antes de que termine la frase.

-... a ser feliz- continúo por él.

-Sí- dice con firmeza-. No hacía otra cosa que pensar en ti. Me preguntaba cómo estarías, qué estarías sintiendo. Me atormenté durante meses con las mismas cuestiones. Creí que llegaría a perder la cabeza. Fantasear con la idea de volver a verte era mi motivante para continuar día a día.

Me estremezco al oír sus palabras.

-Me tienes aquí, Jonathan. Estamos juntos, eso es lo importante- Jonathan mantiene la cabeza agachada y aprieta la mandíbula-. No tienes que sentirte culpable por la decisión que tomaste. Me salvaste la vida.

-Y te hice daño, cosa que nunca quise hacerte.

-Ambos nos hicimos daño- hago una pausa para tomar aire y morder ligeramente mi labio inferior-. Cuando quieres a alguien con todas tus fuerzas es inevitable no lastimarle con el mínimo error que cometas. Pero así es el amor, arriesgado.

Jonathan alza la vista y me mira. Descubro que sus ojos están más brillantes que de costumbre, lo cual confirma que se avecinan lágrimas.

-Todo está bien- le aseguro.

Deposito un beso casto en sus labios.

-Debería irme si no quiero llegar tarde a los exámenes de recuperación.

-Sí- coloco un mechón de mi cabello tras mi oreja y asiento un par de veces. Jonathan me da un beso casto y a continuación se aleja poco a poco, aún sosteniendo mi mano, con nuestros dedos unidos por un lazo rojo-. ¡Suerte!- digo elevando el tono de voz. Jonathan me hace el saludo militar acompañado de una amplia sonrisa.

El lazo abandona su dedo, de manera que parte de él queda suspendido en el vacío. Me hago con su totalidad y jugueteo con él nuevamente entre mis dedos al mismo tiempo que observo como el chico de cabellera rubia se aleja en dirección a la entrada al instituto.
Cuando se halla a mitad de camino se da media vuelta, caminando de espaldas, y mueve sus labios, haciéndome entrega de un mensaje compuesto por dos palabras y por un sentimiento inmenso; Te quiero.

Sonrío y le devuelvo el gesto.

Jonathan a retoma su marcha mirando al frente y yo continúo observando el ancho de su espalda hasta que una chica de cabello dorado y de ojos miel se interpone en mi campo de visión.
Pestañeo un par de veces, volviendo a la realidad.
En un principio mi atención recae en la blusa blanca que lleva puesta, en la falda azul marino y en sus zapatos de escaso tacón del mismo todo que la prenda inferior. Lo segundo que despierta mi curiosidad es su expresión seria junto a su mirada fulminante.
No sé exactamente qué está pensando, así que me limito a encogerme de hombros a modo de disculpa.

-Esto es un completo desastre- confiesa, soltando un bufido-. Aún no ha llegado el pedido de bandas blancas que encargué ni los sombreritos de graduación que se van a repartir a cada alumno cuando suban al escenario a por su diploma.

-Tal vez ha surgido un percance.

-Has dicho la palabra prohibida para una obsesa del control- dice frunciendo los labios y mirándome ceñuda-. No puede surgir un imprevisto porque ello supondría hacer un cambio de planes que a estas alturas es como saltar con un paracaídas averiado.
El comentario de Ashley provoca que imagine la escena y me eche a reír.
Ella, en un principio, me mira seria, incapaz de ver la gracia en sus palabras, pero transcurridos un par segundos se une a mí, de manera que acabamos riendo al unísono.

-¿Quién querría saltar con un paracaídas averiado?

-Vete tú a saber- contesta a mi pregunta-. Tal vez un vampiro desquiciado, inconforme con su vida eterna.

-¿Por qué razón iba a saltar con un paracaídas averiado si no puede morir?

-Tal vez no quiera morir sino experimentar un subidón de adrenalina.

Asiento, no muy convencida con su respuesta.

Ashley mira el cuaderno que tiene entre ambas manos y tacha con un bolígrafo un apartado. A continuación mira hacia el lugar por el que se fue Jonathan, en un intento de recordar un aspecto importante con respecto a la organización de la graduación.
Su mirar se detiene en un lugar en concreto, de manera que decido seguir el rumbo de este con tal de averiguar qué es aquello que llama tanto su atención.

A lo lejos, junto al lugar en el que debería estar el escenario, se encuentra un chico de cabello castaño, vestido con una camiseta gris y un vaquero negro, mirando absorto hacia la chica rubia de mi vera.
El contacto visual que se da entre ellos se alarga hasta pasados unos sesenta segundos, tras los cuales Cormac toma la iniciativa de ponerse rumbo hacia nuestra posición.
Ashley cambia el rumbo de su mirada hacia mí y deja ver una expresión de terror.

-Si te pregunta, dile que he tenido que irme a ocuparme de un asunto.

Ashley se da media vuelta y comienza a caminar en otra dirección, alejándose del chico. Cormac salva la distancia que los separa aumentando considerablemente el ritmo de su marcha.
Este hecho unido al inconveniente con el que cuenta Ashley por portar tacones, le lleva a alcanzar a la ayudante del consejo antes de que ella haya puesto suficiente distancia entre ambos.
Observo como Cormac murmura su nombre y ella se detiene en seco, mas no se gira. Deduzco que debe estar pensando en una buena excusa para justificar su actitud. O tal vez esté maldiciendo dicho momento. Sea como fuere, Ashley se da media vuelta lentamente hasta quedar enfrentada al chico.

A pesar de encontrarse a unos metros de mí soy capaz de escuchar su conversación gracias al potente torrente de voz que poseen ambos.

-No sé si es mi impresión, pero creo que me estás evitando.

-No te estoy evitando. Estoy haciendo mi trabajo. Por si no lo sabías, soy la encargada de organizar la graduación.

-Así que estás ocupada- dice Cormac escrutándola con la mirada. Soy consciente de como las mejillas de Ashley se sonrojan-. ¿Qué explicación tienes para las ocasiones en las que nos hemos cruzado por los pasillos?

-Fácil. Estaba ocupada pensando en mis cosas.

Cormac aprieta la mandíbula y mira en otra dirección. Su actitud me hace pensar que le está costando mantener la conversación.

-Pensando en tus cosas- repite como si no fuese capaz de creer la respuesta que le ha dado la chica de su vera.

-Sí- Ashley enreda un mechón dorado que roza su mejilla en su dedo índice, mostrando que está nerviosa-. ¿No deberías estar presentándote a las recuperaciones?

-Sí, debería- hace una pausa, la cual aprovecha para mirar detenidamente a la chica que tiene justo delante, como si pretendiese memorizar cada una de sus facciones-. Quería hablar contigo, pero veo que estás ocupada.

Ashley le echa un rápido vistazo a su libreta y escribe en ella algo. Desconozco qué pretende pero da la impresión de haber hallado la forma de huír de la situación en la que está envuelta.
Cormac suelta un suspiro, mantiene la cabeza agachada e introduce sus manos en los bolsillos delanteros de su vaquero negro.
Ella le mira disimuladamente, en un intento de estar al tanto del comportamiento de su compañero de clase. En el momento en el que Cormac alza la vista, ella centra su mirar en la hoja de la libreta, enmascarando por completo su interés por él.

-Te dejo seguir con la organización de la graduación. No quiero quitarte tiempo.

Ella asiente y continúa con la vista fija en la libreta.

El chico castaño se da media vuelta, emprendiendo una marcha con un objetivo fijado. Por cada paso que da va poniendo una mayor distancia con respecto a la chica rubia, quien al verse absuelta del aprieto en el que se ha visto suspira aliviada.
Ashley cierra la libreta que tiene entre las manos y la aproxima a su pecho. A continuación mira en dirección a Cormac con cierta melancolía. Sus ojos brillan más que de costumbre y sus labios están apretados.

Ashley se percata de mi detenida observación y mira en mi dirección. Intento mantener una expresión de póquer, con tal de no dar a descubrir ningún indicio que señale que he estado pendiente de toda la conversación.
Sin embargo, ella parece tener asumido que he sido partícipe de la charla que han mantenido y ello no parece importarle en absoluto. Es más, parece alegrarse de compartir lo sucedido con una persona de confianza.

Le dedico una sonrisa cerrada y ella reacciona encogiéndose de hombros.

La mañana se esfuma con lentitud debido al enorme trabajo que había por hacer con respecto a la organización de la graduación.
Acabo tan cansada que decido irme a casa a reponer fuerzas. En otras ocasiones hubiese aguantado la fatiga hasta el final pero en este caso no va a poder ser así.
Hay un motivo por el que opto por pasar la tarde en casa y es porque Ashley nos ha invitado a Abby y a mí una fiesta de pijamas en su casa, aprovechando la quedada para enviar nuestras solicitudes para la universidad.

Nada más llegar a casa me dirijo hacia mi dormitorio, subiendo a regañadientes los peldaños de la escalera y atravesando el pasillo que conduce a mi habitación arrastrando los pies.
Me adentro en la estancia que se presenta ante mí tras ejercer presión sobre la puerta, la cual yacía encajada. Cierro detrás de mí y me propongo salvar la distancia que me separa de la cama.
En cuanto me encuentro lo suficientemente cerca de ella, me lanzo sn ningún pudor en dirección al colchón, provocando que mi cuerpo rebote.
Me deslizo por el lecho en sentido ascendente, hasta lograr alcanzar la almohada, a la cual me aferro con ambas manos y atraigo hacia mí. Finalmente apoyo la cabeza en ella, disfrutando del lado fresco que me ofrece y del agradable aroma dulce que desprende.
Cierro lentamente los ojos y me concentro en rememorar la conversación mantenida con Jonathan esta mañana, quien afirmaba querer tenerme en su futuro.
Lo cierto es que sus palabras lograron conmoverme e incluso impresionarme. Nunca pensé que llegaría a oír algo tan maravilloso como eso. Aunque, no es de extrañar, proviene de una persona increíble, alguien que da todo sin importar las consecuencias. Alguien como yo.

El cansancio se apodera de mi ser poco a poco, mas los momentos vividos en el día junto a Jonathan continúan invadiendo mi mente, apoderándose de cada rincón. Sin ser consciente siquiera me quedo dormida con una sonrisa de oreja a oreja.

-Te echo una carrera hasta el río- dice Jonathan estusiasmado-. El último en llegar deberá darse un chapuzón.

El chico de cabellera rubia comienza a correr antes de que pueda digerir la información, de manera que me saca cierta ventaja. En cuanto comprendo el significado de sus palabras emprendo una carrera hacia el río que se encuentra colina abajo.

Recién comienzo a descender la pequeña montaña cuando soy consciente de que Jonathan va por la mitad, de manera que le restan escasos metros para alcanzarlo. Aumento el ritmo de mi marcha en un intento de ponerme a su altura pero por más que me esfuerzo no lo consigo. Es muy rápido. Aún así no desisto.

Jonathan se detiene a la orilla del río y espera a que me encuentre lo suficientemente próxima a su persona para rodear mi cintura con sus enormes y fuertes brazos, elevándome en peso y girando conmigo en brazos.

Apoyo mis manos en sus hombros con el fin de valerme de un soporte que me haga sentir segura, y le miro directamente a los ojos. El chico debe inclinar ligramente hacia atrás su cuello con tal de encontrar mi rostro y enfrentarse a mi penetrante mirada.

-Has ganado la carrera- confieso.

Niega con la cabeza y sonríe.

-He ganado mucho más que eso. Más de lo que jamás pude imaginar.

-Debes ser muy afortunado.

-Soy muy afortunado de haber dado con una mujer tan increíble a la que poder amar. Porque quererte es un privilegio y quiero estar a la altura.

Su confesión me deja sin respiración. Hago ademán de expresar todo cuanto siento hacia él, pero no puedo, pues las palabras quedan atrapadas en mi garganta a pesar de todos mis esfuerzos por cambiar este hecho.

Jonathan me baja un poco, hasta situarme a la altura de su rostro.
Me mira con dulzura y yo no puedo evitar penderme en el océano de sus ojos por unos lacónicos segundos.

Aproxima sus labios indecisos y temblorosos a los míos y propicia sendas caricias sobre ellos. Cierro los ojos, dejándome llevar por el momento.
Extiendo mi mano desde su hombro a su cuello, dejando un rastro de sudor tras sí. Rodeo con mis dedos frágiles y delgados su gaznate, trazando líneas rectas con mis yemas.
El recorrido que realiza desvía su trayectoria en sentido ascendente hasta dar con su nuca, lugar en el que comienza una hermosa cabellera dorada. Enredo mis dedos en su desoso cabello y ejerzo una leve presión en la zona en un intento de acercarle a mí. Nuestros labios se funden dando lugar a un cálido y deseado beso.

-Te quiero, Ariana.

Alza una de sus manos y con el dorso de esta acaricia dulcemente mi mejilla. Lucho contra mi deseo de cerrar los ojos con tal de disfrutar al máximo de su caricia, pues no quiero dejar de ver sus brillantes luceros.

-Y yo a ti. Con cada parte de mi ser.

Jonathan coloca un mechón de mi cabello tras mi oreja y yo sigo el recorrido que realiza su mano. Luego, sonríe ampliamente, dejando a la vista sus dientes perfectos e inmaculados. Y yo me pierdo en ellos sin poder hacer nada por evitarlo. Automáticamente acojo su rostro entre mis manos y deposito un beso casto en sus labios.

Si de algo estoy segura es de que el amor que siento hacia él no tiene límites. Es un sentimiento puro y real que no hace otra cosa que crecer.

Pestañeo un par de veces, despertando del maravilloso sueño que estaba teniendo. En cierto modo me siento fastidiada, pues estaba disfrutando de ese momento.
Hago ademán de volver a cerrar los ojos y retomar el sueño, pero todo intento es en vano. Ya se ha ido y no va a volver por mucho que me empeñe en que así sea. Así que lucho contra la decepción que inunda mi ser, al mismo tiempo que me contemplo el techo, recordando partes del sueño.

Sentí la caricia tan real que incluso llegué a pensar que se trataba de la realidad. Algo totalmente improbable. Aunque, la imaginación, al igual que el amor, no conoce de límites.

Me pongo en pie tras echarle un vistazo al despertador que descansa en la mesita de noche. Aún poseo de una media hora para prepararme antes de ir a casa de Ashley.
Camino con pasos lentos hacia el ropero con tal de extraer una prenda de él, pasando por delante de un espejo.
Escasos pasos me restan del armario cuando me detengo en seco, pensativa y retrocedo hacia atrás. Me enfrento al espejo que yace en la pared y compruebo que un mechón de mi cabello está tras mi oreja.

Alzo una de mis manos, la llevo hacia la oreja y deslizo las yemas de mis dedos sobre el cabello perfectamente depositado.
Le lanzo una mirada a la chica de cabello y ojos castaños que me observa e imita a través del espejo, quien tiene el ceño fruncido, los labios apretados y las mejillas escasamente sonrojadas.

Miro a mis espaldas en un intento de comprobar si hay alguien en mi habitación. Estoy totalmente sola. Además, la puerta cerrada indica que nadie ha entrado ni salido por ella desde que me adentré en la habitación.
La entrada que conduce al servicio está abierta de par en par, dejando a la vista todo el mobiliario que forma parte del baño. No hay nada que indique que tengo un acompañante.

Ladeo la cabeza hacia la izquierda, fijando mi mirar en la ventana que hay separada de la cama por escasos pasos, cuyas cortinas blancas ondean con la brisa fresca que se adentra por la abertura existente. Hecho que logra llamar mi atención.

Salvo la distancia que me separa de la ventana e inclino ligeramente mi cuerpo hacia delante con tal de aproximar mi rostro al cristal.
Con ayuda de una de mis manos retiro la cortina blanca, descubriendo así un jardín que se abre paso al otro lado, en el que descansa un banco de madera orientado hacia la entrada de un bosque.
Paseo la mirada de un extremo a otro de la naturaleza en un intento de dar con mi visitante. Pero por más que le busco, no le encuentro. Se ha ido. Del mismo modo que lo hizo mi sueño.

Una vez me he duchado y cambiado de ropa bajo a la cocina para merendar algo antes de irme. Allí, sentado junto a la mesa, bebiéndose un café, se encuentra un hombre de cabello y barba castañas con los primeros indicios de canas.
En cuanto se percata de mi presencia alza la vista y me mira con sus oceánicos ojos.
Salvo la distancia que me separa de la mesa apresuradamente y termino por tomar asiento enfrente suya. Christopher devuelve su mirada a un folleto que tiene entre ambas manos, en el que se muestran diversas universidades y sus respectivos planes de estudios.

-La Universidad de Edimburgo ofrece un magnífico plan de estudios además de unas buenas instalaciones.

Extiendo el brazo y me hago con una magdalena con pepitas de chocolate que hay en un plato sobre la mesa. Me llevo el dulce a los labios y le doy un pequeño bocado. Me tomo la libertad de pensar en la propuesta de mi padre antes de darle una respuesta.

-Quiero ir a la Universidad de Glasgow.

-¿Estás segura?

Asiento.

-La decisión ya está tomada.

Christopher coloca su mano sobre la mía y me mira.

-Te voy a acompañar en cada paso que des, Ariana, independientemente de las caídas que sufras por el camino. Siempre voy a velar por tu felicidad.

Le dedico una sonrisa y cubro su mano con la mía.

-Soy muy afortunada de tenerte como padre.
Me pongo en pie y camino hasta situarme tras mi progenitor. Luego envuelvo su cuello con mis brazos y él reacciona colocando sus manos sobre mis antebrazos con delicadeza, propiciándome sendas caricias.

-Y yo de tener una hija tan maravillosa como tú.

Las lágrimas acuden a mis ojos con rapidez, nublando temporalmente mi visión. Con ayuda de la manga de mi camiseta elimino las gotas saladas que descienden como riachuelos por mis mejillas, en un intento de ocultarlas. Deposito un beso en la coronilla de mi padre y a continuación apoyo la barbilla en ella.

-Esta noche voy a quedarme a dormir en casa de Ashley. De paso aprovecharé para echar la solicitud para la universidad.

-Está bien. Ten cuidado y sobre todo diviértete.

-Eso está hecho.

Le doy un beso casto en la mejilla y a continuación echo a caminar hacia la salida de la cocina. Una vez abandono la estancia me incorporo al pasillo que conduce hacia la puerta principal. A medida que avanzo en dirección a ella voy secando las lágrimas que aún continúan brotando por mis ojos.

Abandono mi hogar, uniéndome a un camino de tierra que conduce hacia la carretera, donde hay aparcado un Todo Terreno negro que reluce bajo los rayos anaranjados del sol.
Rodeo el vehículo por la parte delantera y termino por acomodarme al volante. Introduzco la llave en la ranura y la hago girar, dándole vida al motor. Más tarde me incorporo a la carretera.

Me paso todo el trayecto preguntándome acerca de quién ha podido entrar en mi habitación, barajando todas las posibilidades.

He llegado a pensar que tal vez se tratara de una posible amenaza, pero descarté esa sospecha, pues de haber sido así no se habría ido sin alterar el orden. Por lo que he llegado a la conclusión de que la persona que ha estado en mi dormitorio, velando por mis sueños es alguien conocido.
La cuestión es quién y por qué.

No todos los días alguien decide observarte mientras duermes y tomarse la libertad de acariciarte. Esa es una de mis hipótesis. La otra contempla la posibilidad de que coloqué mi cabello de dicha forma antes de dormir, sentí la caricia tan real porque viví intensamente el sueño y la ventana se abriría por el viento.

Aparco el vehículo junto a la casa de Ashley y me dispongo a bajar de él. Rodeo nuevamente el vehículo por la parte delantera, incorporándome a un nuevo camino que conduce hacia la entrada.
Avanzo por él con grandes zancadas, disminuyendo notablemente el tiempo que resta hasta alcanzar mi destino. Una vez me hallo enfrente de la puerta, doy sendos golpecitos en la superficie de ella y permanezco a la espera de ser recibida.

Una chica rubia y de ojos miel acompañada de una joven morena con reflejos rojos y ojos marrones aparecen al otro lado y me reciben con una amplia sonrisa.
En cuanto pongo un pie en el interior de la casa, mis amigas me envuelven con sus brazos, originando un abrazo grupal. Inspiro el aroma que desprenden sus cabellos y me concedo la libertad de cerrar los ojos, viviendo al máximo el momento.

-¡Nos espera una noche cargada de insomnio! ¿No es emocionante?

Abby y yo intercambiamos una mirada de complicidad y luego sonreímos.

-Hace una eternidad que no asistía a una fiesta de pijamas- confieso.

-La última vez que me quedé en casa de alguien fue hace meses- sus ojos marrones se encuentran con los míos por unos lacónicos segundos-. El mundo sobrenatural no nos da una tregua.

-Al cuerno el mundo sobrenatural. Esta noche vamos a olvidarnos de las amenazas que acechan. Simplemente vamos a disfrutar de este momento- sonríe, dejando a la vista sus colmillos afilados-. Hasta yo me pienso olvidar de que soy un vampiro.

-Es un alivio- dice Abby-. Temía ser tu próxima víctima en cuanto me quedase dormida a tu lado.

La chica rubia le da un leve codazo y yo río.

-Vamos a mi habitación.

Ashley se pone rumbo hacia unas escaleras y tanto Abby como yo la seguimos pisándole los talones. En cuanto llegamos a la cima torcemos hacia la derecha y caminamos todo recto hasta dar con una habitación que se encuentra en su mayoría iluminada por los rayos anaranjados del sol.
En un extremo de la habitación se encuentra su cama, sobre la que descansa un ordenador con la pantalla bajada y apagada. Junto a este se halla la libreta que llevaba esta mañana.

-Sentiros como en casa.

Abby toma asiento en el borde de la cama y yo la imito. Ashley se adentra en el baño que comunica con su habitación con las manos vacías y sale con dos cuencos blancos. Salva la distancia que la separa de la cama de matrimonio y termina por tomar asiento en el centro de ella, cruzando las piernas.

-He pensado que podríamos hacernos unas mascarillas a base de pepino- muestra uno de los cuencos, donde abunda una pasta verdosa. En el otro recipiente que sostiene hay unas rodajas de pepino.

-Suena bien. Me apunto- dice Abby.

-Muy bien- coincido.

Ashley esboza una amplia sonrisa y nos hace entrega de una brocha para untarnos la pasta. Me hago con ella y la sumerjo en el cuenco durante unos segundos, tras los cuales la extraigo y la aproximo a mi rostro para huntar la pasta verde.
Luego me acuesto en la cama, entre a Ashley y Abby, y coloco las rodajas de pepinos en mis párpados.

-¿Qué tal en la recuperación de lengua, Abby?- le pregunto.

-Bastante bien. Creo que voy a aprobar.

-Me alegra oír eso.

-Hablando de recuperaciones. Esta mañana, antes de irme a casa, me crucé con Frederick, quien me informó de que ni Samuel ni Cormac se han presentado a los exámenes. ¿Os lo podéis creer? ¿Es que no les importa lo más mínimo su futuro? Agh, me hierve la sangre.

-Lo que más me sorprende es que no me sorprende- contesto-. Samuel tiene pendientes muchas asignaturas y Cormac ha estado perdiéndose muchas clases.

Abby suelta un suspiro.

-Aún cuentan con otra oportunidad en septiembre- repone la chica morena.

-Ya, bueno. El problema es que puede que para entonces ya no haya plazas disponibles para poder asistir en la universidad de sus sueños- explica una Ashley histérica.

-Me siento en parte responsable por la actitud que tiene Samuel- confieso desganada-. Tal vez debería hablar con él y aclarar algunos aspectos.

-De eso ni hablar. Si cedes, le estarás facilitando las cosas y, créeme, luego se acostumbrará a mantener esa actitud contigo.

-No sé si estoy en lo cierto o es solo una impresión mía pero creo que estás hablando de tu propia experiencia- se produce un incómodo silencio que dura unos segundos-. ¿Qué ha ocurrido?

Ashley lanza un bufido y se cambia de posición.

-Cormac quería hablar conmigo esta mañana.

-¿Qué quería?

-No lo sé. Le di una patada en el culo. ¿Qué querías que hiciera?

-Entonces le dejaste con la palabra en la boca.

-Sí, y muy bien merecido que se lo tenía- aparto las rodajas de pepino de mis párpados, entreabro los ojos y miro en dirección a Ashley, quien tiene los labios apretados y las mejillas rosadas. Hablar de ese chico tiene un efecto contradictorio en ella. Parece estar enfadada y al mismo tiempo avergonzada por hablar de él-. Cormac no puede decirme un par de cosas a la ligera, desaparecer y volver pretendiendo que todo esté bien entre nosotros.

Me incorporo, cruzando mis piernas y enfrentándome al espejo que hay a lo lejos.
Rememoro la extraña situación en la que me he visto envuelta esta tarde, tras despertar del sueño tan agradable que estaba teniendo. Tengo muchas preguntas y parece que ninguna de ellas va a ser resuelta en breve, lo cual me fastidia. Nunca me ha gustado esperar.

Ashley se coloca a mi vera, adoptando la misma pose y se hace con el ordenador que descansa sobre la cama tras depositar las rodajas de pepino en el cuenco.
Con le yema de su dedo índice presiona el botón que hay en la parte superior del teclado, provocando que la pantalla oscura se torne de un tono azul.

Abby toma asiento junto a mí y se dedica a fulminar con su mirada la pantalla del ordenador, como si pretendiese ver más allá de ella. Mientras ella está absorta llevando a cabo su acción, yo me tomo la libertad de apreciar los pelos que caen en su frente que se adhieren a la pasta verdosa que cubre su rostro.
Mi detenida examinación logra despertar su atención, de manera que cruza una mirada conmigo y me sonríe.

-¿Qué tal están las cosas con Daniel?- la pregunta escapa de entre mis labios antes de concederle a mi cerebro el permiso de formular la cuestión. Muerdo ligeramente mi lengua y maldigo una y otra vez haber sido tan directa.

Ashley deja de teclear y vuelve lentamente la cabeza en dirección a la chica morena. La curiosidad de nuestra anfitriona se activa automáticamente, sin ser capaz de evitarlo.

-Exceptuando el sentimiento de culpabilidad que vive en mí por mentirle constantemente, todo va viento en popa.

-¿Has probado hablar con él?- interviene Ashley.

Asiente.

-Ayer fuimos a pasear por el parque. Terminamos sentados en un banco de madera, comiéndonos un algodón de azúcar, debatiendo acerca de cuál es el origen del universo- suelta una risita y tanto Ashley como yo sonreímos-. Me fijé en cómo le brillaban los ojos al hablar de su teoría acerca de los extraterrestres, y entonces, lo supe. Me fallaría mil veces a mí antes que fallarle a él. Y lo peor es que mi mayor temor ya se está cumpliendo- mantiene la cabeza baja y se encoje de hombros-. No tuve el valor suficiente para decirle la verdad. Puede que sea una egoísta y una cobarde pero no puedo perderle, no estoy preparada para ello.

Paso el brazo por encima de los hombros de Abby y la atraigo hacia mi pecho. Apoyo mi mejilla en su coronilla y me limito a acariciar su cabello moreno.
Ashley nos abraza a ambas y termina por depositar su barbilla en el hombro de Abby.

-Puede que seas algo cabezota e hipersensible- dice la chica rubia con una amplia sonrisa en sus labios.

-Y fan incondicional de Theo James- añado.

La risa de Abby penetra en nuestras oídos, llegando directamente a nuestros corazones y haciéndolos bailar. Puede que tan solo durara un par se segundos pero ha logrado dejar su eco en la eternidad.

-Pero ten por seguro que estás muy lejos de ser egoísta y cobarde.

Asiento ante la afirmación de Ashley y me tomo la libertad de depositar la mano sobre la de Abby, la cual descansa en su regazo. La chica rubia termina por cubrir nuestras manos con las suyas y propiciar suaves caricias sobre ellas.

-Jamás he conocido a una chica tan valiente como tú- continúo- . Alguien capaz de mirar al miedo de frente y sin temor. Una persona que arriesga su propia vida con tal de mantener a salvo a sus amigos. Hay muchos adjetivos para definirte. Pero si tuviera que elegir uno que te hiciese justicia sería extraordinaria.

-No sé cómo lo hacéis pero siempre conseguís subirme el ánimo.

-Es lo que hacen las mejores amigas- responde Ashley con una amplia sonrisa- se apoyan, discuten, se quieren y sobre todo te acompañan en cada paso que dan en esta vida.

Abby sonríe.

-Es una lástima que solo pueda acompañarte durante una cantidad limitada de años porque me encantaría estar presenta en la eternidad de una Ashley histérica.

La vampira le da un golpecito juguetón con el hombro y finje mostrarse molesta por su confesión, aunque la sonrisa que asoma en sus labios descubre su mentira.

-Llegará el día en el que, inevitablemente, nuestros caminos se separen, trayendo consigo un desvastador dolor en el pecho. Puede que no estemos físicamente en este mundo para entonces, pero habrá algo que sí estará presente y son todos los recuerdos vividos que, en definitiva, son la prueba de que nuestra amistad fue real- comienzo a decir-. La muerte no puede romper los lazos invisibles que nos unen, porque son mucho más fuertes que ella.

Ashley esboza una sonrisa triste y atisbo como sus ojos se vuelven más brillantes que de costumbre.
La fuerte emoción que siente la lleva a aumentar la intensidad con la que nos abraza, en un intento de mantenernos próximas a su persona y garantizarnos que siempre vamos a poder contar con ella, independientemente de lo que suceda. Abby se limita a sonreír ampliamente y a acariciar el antebrazo de la vampira con sus dedos. Yo, permanezco inmóvil, observando la escena que se presenta ante mí, absorviendo hasta la última pizca de felicidad que abunda en el ambiente.

Ha sido un año duro, cargado de pérdidas y un dolor insorpotable en el pecho, de miedo, de incertidumbre, de soledad, incluso de culpabilidad. Una época en la que han abundado los corazones rotos y las lágrimas derramadas. Sin embargo, también es cierto que de esta han formado parte una serie de instantes en los que ha predominado la felicidad. Momentos como el que estoy viviendo ahora son los que me han dado la fuerza necesaria para seguir adelante, los que han puesto a danzar de nuevo mi corazón.

-Es la hora de echar nuestras solicitudes- intercambiamos entre nosotras una mirada cargada de una notable emoción-. Lo haremos juntas. Comienza la cuenta atrás- Ashley deposita su mano sobre la tecla que enviará nuestra solicitud, sin ejercer presión, y nosotras arropamos con nuestras palmas los dedos de la chica, quien está llevando a cabo una cuenta atrás. En el tercer segundo pienso en la etapa que dejo atrás, en el segundo en el porvenir y en el primero me doy cuenta de que he tomado la decisión correcta. La cuenta atrás llega a su fin y esta trae consigo el envío de nuestra solicitud, apareciendo en la pantalla unas letras que anuncian que ha sido enviada-. Hemos dado el primer paso hacia nuestro futuro.

Nos abrazamos emocionadas por el gran paso que acabamos de dar y, al hacerlo, la pasta verdosa que cubre nuestros rostros entran en contacto, expandiéndose en dirección a nuestros cabellos, los cuales no tardan en tornarse de un tono verde.
Reímos al unísono ante tal suceso y nos limitamos a acostarnos boca arriba en la cama, mirándonos las unas a las otras, disfrutando de ese pequeño instante como si volviésemos a ser niñas.


Feliz Navidad, mis queridos lectores. Espero que la felicidad esté de vuestro lado a cada instante y que disfrutéis de este día mágico <3

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