Capítulo 14

Elián, para mi sorpresa, detiene el vehículo junto a un hostal y se baja de él con decisión. Yo, sin embargo, permanezco unos segundos de más en el asiento, procesando la información.

No sé si va a ser buena idea compartir una habitación con un vampiro que en cualquier momento podría tener la necesidad de saciar su sed de sangre.

Finalmente abandono el auto y me encamino hacia la entrada al hostal acompañada de Elián.
Nos adentramos en una sala de paredes grises y suelo cubierto por lozas blancas, la cual está lo suficientemente iluminada como para distinguir cada rincón de la estancia.

Aunque, mi atención recae en un primer lugar en el mostrador, tras el que descansa una joven rubia y de ojos marrones que mira fascinada al vampiro de mi derecha. Mientras mi acompañante hace la reserva— y me atrevo a decir que a coquetear un poco con la recepcionista, lo cual logra ponerme de los nervios— me dedico a contemplar los sofás blancos que hay enfrentados a una mesa de cristal en un extremo de la sala.
Un hombre mayor, de enormes ojos azules y bigote imponente, se entretiene leyendo un periódico al mismo tiempo que toma una taza de café.

—Buenas noches— Elián se despide, guiñándole un ojo a la chica y mostrándole su mejor sonrisa.
A continuación echa a caminar hacia unas escaleras y yo permanezco inmóvil, observando como la chica apoya ambos codos en el mostrador y sostiene su rostro entre sus manos.

—Podrías haber aligerado el proceso— le repriendo.

—¿Estás celosa?

Se muerde ligeramente su labio inferior y yo me limito a poner los ojos en blanco y sacudir la cabeza en señal de negación.

—¿Celosa? Más bien sorprendida por el mal gusto que tiene.

—Llámalo como quieras.

—Dejemos algo claro, tú a mi no me gustas.

—En ese caso, no tengo que preocuparme porque te enamores de mi, ¿no?

—No— añado con firmeza.

El vampiro sonríe y abre la puerta de la habitación. A continuación hace un gesto, invitándome a entrar en primer lugar y es justo lo que hago.
Una vez me adentro en el interior, lo primero que hago es encender el interruptor de la luz con tal de eliminar la oscuridad que se apodera de la estancia.
Cuando desaparece descubro una habitación de paredes azules, adornada con un escaso mobiliario, entre el que destaca una mesa, una silla, una cómoda, dos mesitas de noche, un sofá, una televisión y una cama de matrimonio de ropajes blancos.
Al final de la habitación hay una ventana cubierta por cortinas del mismo tono que las paredes, las cuales están corridas, impiendo ver más allá de ellas.
Mi mirar se detiene en una puerta blanca que hay en un extremo de la estancia, la cual conduce hacia el servicio.

—Es una suerte que no te atraiga nada porque vamos a tener que compartir cama.

Imagino por un momento a Elián durmiendo a mi lado o peor aún, observándome mientras duermo, y siento un ligero escalofrío.
Sacudo la cabeza con el fin de hacer desaparecer dicha visión y al volver a la realidad me encuentro con un extraño panorama.
Elián se ha quitado la chaqueta y la camiseta, dejando al descubierto su torso desnudo. A continuación se propone desabrocharse el botón de sus vaqueros pero, por suerte, le freno a tiempo.

—¿Qué haces?

—Creo que es obvio, quitarme la ropa.

—Ya sé lo que estás haciendo— replico y pongo los ojos en blanco.

El vampiro esboza una sonrisa y me mira con sus penetrantes ojos verdes.

—Entonces, ¿cuál es el problema? ¿quieres hacerlo tú?

Una sonrisa pícara se apodera de sus labios y yo me pierdo en ella por unos segundos. Luego me cruzo de brazos y señalo con la mirada el servicio.

—Hay un servicio, puedes continuar quitándote la ropa allí.

—¿Tienes miedo de que te llegue a atraer?

—Me niego a tener esta conversación.

Le doy la espalda y me pongo rumbo hacia la ventana con tal de descorrer las cortinas y apreciar las vistas que se observan desde allí.
Mientras tanto, Elián se encierra en el cuarto de baño para darse una merecida ducha.
Con ayuda de mis manos aparto una de las cortinas, descubriendo así un cristal en el que me veo reflejada como consecuencia de la luz de la habitación. Aproximo mi rostro al vidrio, de forma que puedo ver más allá de mi reflejo.
Descubro un conjunto de casitas y edificios de los que escapan pequeños destellos de luces. A lo lejos diviso un frondoso bosque, compuesto por árboles de hojas verdes y troncos gruesos.
Las copas son agitadas por la brisa fresca típica de la noche, componiendo una dulce melodía. A pesar de estar a kilómetros puedo oír el crujir de las hojas con total lujo de detalles. E incluso alcanzo a imaginar oír el sonido que hacen los animalitos al corretear de un lado a otro buscando alimento.

Mi cabeza se encarga de entretenerse pensando en qué pueden estar haciendo ahora mismo mis amigos. Probablemente, Ashley esté al borde del ataque de histeria debido a la organización de la graduación. Estoy segura de que no ha pegado ojo.

Abby debe estar aferrándose con todas sus fuerzas a cada recuerdo que tiene conmigo en un intento de sentirme con ella. Apuesto a que debe estar alerta a cualquier tipo de advertencia procedente de las voces que tiene en la cabeza.

Daniel debe estar esforzándose al máximo para sacarle una sonrisa a su chica y por mantener alejados los malos pensamientos de su mente. Además, debe estar consternado por la futura marcha de Cormac.

Este último sigue en paradero desconocido, solo espero que no le haya ocurrido nada. Tal vez necesitara huír de la incómoda situación que se da cada vez que ve a la chica rubia o quizá necesite hacerse a la idea de que tras la graduación todo cambiará. Sea como sea, espero que vuelva cuanto antes, se le empieza a echar de menos.
Con respecto a Samuel, él debe estar recorriendo el bosque una y otra vez en un intento de calmar sus impulsos de venir a rescatarme. O tal vez esté golpeando algún tronco con tal de liberar tensiones. La cuestión es que daría lo que fuera por que estuviera bien, merece ser feliz sobre todas las cosas.
Por último, imagino a mi padre sentado en el salón, viendo videos acerca de una época pasada, rememorando aquellos tiempos en los que estábamos todos juntos, cuando mamá aún seguía con vida. No quiero ni pensar como debe sentirte en estos precisos momentos. Apuesto a que está preocupado y aterrado por mi porvenir.
Estoy segura de que no le faltan ganas de venir a rescatarme pero lo cierto es que ello no va a suceder a pesar de que desee con todas sus fuerzas que así sea, pues sabe que soy mayor para tomar decisiones y él debe aceptarlas, aunque vaya a errar.
A veces necesitamos equivocarnos para aprender de nuestros errores.

Unos pasos me alertan, así que me doy media vuelta, descubriendo a Elián con una toalla blanca cubriendo desde su cintura hasta un poco antes de llegar a sus rodillas.
Su torso está desnudo y cubierto de pequeñas gotitas de agua. Además, su músculos trabajados no pasan desapercibidos.
Tiene el pelo húmedo, de manera que parte de los mechones de este caen sobre su frente, humedeciéndola temporalmente.

—Ya estoy aquí, ¿me has echado de menos?

—Ni un poquito.

Camino hacia su persona, paso por su lado y me adentro en el servicio, cerrando la puerta detrás de mí.
A continuación me deshago de la ropa que llevo puesta y la dejo sobre un pequeño mueble. Luego, me adentro en la ducha y corro la cortina de color blanca.
Extiendo mi brazo en dirección al grifo y termino por aferrarse a este. Lo abro y maniobro con este hasta dar con la temperatura adecuada.
Un chorro de agua caliente me da la bienvenida casi de inmediato. Me adentro bajo él y le concedo el honor de humedecer mi cabello desde la raíz hasta las puntas y mi cuerpo al mismo tiempo que lo masajea.
Recojo mi cabello en un lado y coloco ambas manos en la pared, me inclino hacia delante, permitiendo que el chorro de agua impacte contra mi nuca.
Echo hacia atrás la cabeza y las gotas se desliza a lo largo de mi rostro, paseando por mi frente, saltando de mis pestañas a mis mejillas, por las que surfean, y terminando por morir en mis labios entreabiertos.

La puerta del servicio se abre y yo doy un respingo. Mi acompañante camina hasta detenerse justo delante del espejo y se hace con un frasco de colonia y se perfuma la ropa.

—Perdona por la intrusión pero quería perfumarme.

—¿No tenías otro momento para hacerlo?

—Sí, pero ya sabes el dicho; no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.

Pongo los ojos en blanco y me dedico a maldecir en silencio su presencia.

—Ya te has perfumado, ¿podrías dejarme un poco de privacidad?

—Sí pero no tardes o se te arrugará la piel y parecerás cuarenta años mayor.

Abandona el servicio y yo cierro el grifo. Abro un poco la cortina y me hago con una toalla blanca que hay sobre un mueble y la enrollo alrededor de mi cuerpo.
Antes de salir de la ducha, recojo mi pelo en un lado y lo escurro, eliminando así gran parte del agua que contiene.
A continuación planto mis pies en el suelo y me sitúo frente al espejo, lugar en el que cepillo y seco mi cabello.

Una vez termino sustituyo la toalla por un pijama compuesto por una camiseta gris de tirantas y un pantalón corto morado.

Me incorporo a la habitación contigua, hallando a Elián sentado en el sofá viendo una película en la televisión.

—¿Tienes hambre?

—Sí— contesto.

—Genial. He pedido comida a domicilio. Debe estar al caer— en ese instante alguien da unos golpecitos en la superficie de la puerta y Elián se pone en pie—. Hablando del rey de Roma.

Tras la puerta aparece un chico vestido de rojo y blanco, quien lleva consigo una caja de cartón cuadrada y una bolsa con una botella.

—Toma— le hace entrega de un billete—. Ahora podrás invitar a tu novia al cine.

—No tengo novia.

—Pues mejor todavía, puedes ir dos veces.

El repartidor se va y Elián cierra la puerta.
Salva la distancia que le separa de la mesa y deja sobre ella el cartón de la pizza y la botella. Abre la caja, descubriendo una pizza de pepperoni, hecho que me sorprende, pues es mi pizza favorita y él desconocía dicho dato.
Me hago con la bolsa y extraigo de ella la botella, la cual resulta ser de Whisky.
Miro incrédula la bebida y a continuación intercambio una mirada con el vampiro, pidiéndole una explicación.

—El Whisky me ayuda a mantener a raya mis instintos asesinos.

—Oh— exclamo—. En ese caso deberías beberte toda la botella. No quiero ser tu próxima víctima.

—Beber tu sangre sería como ingerir verbena.

Le sonrío sin ganas y procedo a tomar asiento. Una vez lo hago, extiendo la mano y me hago con un trozo de pizza. El vampiro se hace con una porción y se come la mitad de ella de una sola vez.

—Mañana iremos a visitar a un viejo amigo.

—Amigo que acabará muerto, ¿no es así?

—Depende de su actitud colaboradora— responde.

—¿Has sentido alguna vez remordimiento cuando acabas con tus víctimas?

—Olvidas la parte en la que soy un vampiro sin humanidad. Así que no, no siento absolutamente nada cuando acabo con ellas. Bueno, mentiría si te dijese que no me siento jodidamente bien.

Trago saliva y me propongo darle un bocado a la pizza.

—¿En alguna ocasión has deseado no ser un vampiro?

—No. Me gusta ser vampiro. ¿Por qué querría ser un humano débil y cargado de sentimientos?

—Para deshacerte de la sed de sangre, quizá.

—No valdría la pena. Perdería mucho.

—Así que nunca nunca te has planteado dejar de ser un vampiro.

—Nunca nunca— concluye.

Tras terminar de cenar me pongo en pie y me pongo rumbo hacia la entrada a la habitación.
Apago el interruptor de la luz y enciendo el de la luz de la mesita de noche.
A continuación echo hacia atrás las sábana, me meto en la cama y cubro mi cuerpo con la manta. Apago el interruptor de la mesita, permitiendo que la oscuridad se apodere de la habitación.
Elián descorre parte de la cortina, de manera que la luz blanca de la luna se deposita en su camiseta blanca.
El vampiro se hace con la botella de Whisky, la abre y bebe de ella un largo sorbo.
Ladeo mi cuerpo hacia la izquierda, enfrentándome a su persona y permanezco inmóvil, observándole. Su mirar se centra en la luna que se alza a través del cristal de la ventana. Aún así sé que está mirando sin ver, pues su cabeza se encuentra a kilómetros de allí.
Le da otro sorbo a la botella y la eleva, señalándosela a la ciudad, como si pretendiese dedicárle dicho trago a alguien en concreto.
Lo cierto es que ahora que sé acerca de parte de su pasado, soy capaz de comprender el porqué apagó su humanidad. Probablemente lo hizo porque le arrebataron a su hermana, una persona a la que quería demasiado.
El peor día que existe es en el que pierdas a la persona que tanto amas. Debe ser duro estar condenado a vivir con el dolor de su ausencia por tanto tiempo.
No es de extrañar que haya decidido anular su humanidad para dejar de sentir dicho sufrimiento. Aunque, la parte mala es que los recuerdos quedan archivados en la cabeza y por mucho que los intentes eliminar, estos siguen ahí, demostrándote que aquel pasado existió.

Elián se pone en pie, deja la botella en la mesa y se dirije hacia la ventana. Permanece inmóvil contemplando el juego de luces que tiene lugar en la ciudad. Entonces, alza una de sus manos y se hace con la chaqueta de cuero que descansa en una silla, se la pone y salva la distancia que le separa de la puerta.
Sale por ella y cierra tras sí con cuidado de no hacer ruido. No tengo la menor idea de adónde ha ido pero si de algo estoy segura es de que necesita tomar al aire para aclarar sus ideas.

Acomodo la cabeza en la almohada y cierro los ojos con el propósito de dormir pero, por más que lo intento, no lo consigo. Mi cabeza no hace otra cosa que recordarme aquel día en el que revivió Anabelle.
En aquel entonces pensaba que todos salvo Elián tenían un buen motivo para participar en el ritual y me equivoqué.
El vampiro tenía una razón justificada para programar todo aquello, rescatar a su hermana. Ahora lo comprendo todo. Cada paso que ha dado ha sido para recuperar a su hermana. Incluso me atrevería a decir que aceptó unirse a esta aventura porque tenía una mínima esperanza de salvarla a ella. No le juzgo. El amor hacia los hermanos es muy grande, ¿qué no se haría para salvarlos?

Tal vez Elián haya hecho las cosas mal, pero si de algo estoy segura es de que merece encontrar a su hermana a pesar de todo.
Ahora sé que todo cuanto se haga por amor jamás puede ser perjudicial. Pues este es un sentimiento grande y puro y debe ser tratado con un máximo cuidado, ya que puede ser herido con facilidad.

Cuando el reloj marca las tres de la mañana vuelve Elián, quien se quita la chaqueta de cuero y la deja en el respaldo de la silla. A continuación toma asiento en el borde vacío de la cama y se entretiene contemplando una fotografía, la cual sostiene entre ambas manos.
La luz blanca de la luna se refleja en ella, de manera que puedo descubrir quién aparece en la instantánea.
Se trata de una foto antigua, lo sé por el papel que utiliza.
Al parecer es una chica rubia, de cabello largo y liso, de ojos color miel. Está sonriendo y transmite cierta confianza. Con tan solo mirarla tengo la sensación de que es una chica alegre y protectora. Parece ser una buena persona.

Elián se acuesta en el lado vacío de la cama, junto a mí y yo cierro los ojos y simulo estar dormida. Puedo sentir la penetrante mirada del vampiro fija en mi persona, lo cual logra ponerme nerviosa momentáneamente.
Debe tener la cabeza ladeada en mi dirección, pues siento su respiración impactar contra mis mejillas.

—No es justo que nuestros caminos se hayan cruzado. No tendría que haber entrado en tu vida por nada de este mundo. Te habrías ahorrado mucho sufrimiento, créeme. Soy como una jodida granada que explota a su merced, acabando con todo cuanto hay. Y tú eres buena persona, Ariana, no te mereces sufrir las consecuencias de mis actos.

El vampiro acaricia con el dorso de su mano mi mejilla derecha. Me estremezco ante su inesperado contacto pero aún así no abro los ojos sino que me limito a tenerlos cerrados.

—¿Sabes? Te hubiera encantado conocer a Leslie. Se parece a ti, en cierto modo. Es una chica alegre, valiente, entregada a su familia. Es una bomba de sentimientos, nunca sabes cuando va a explotar. Hay veces en las que me sacaba de quicio pero había otras en las que me sorprendía su forma de ser. En ese sentido se parece a ti. Cuando te miro, veo a mi hermana reflejada en ti por alguna extraña razón. No sé el porqué y dudo que llegue a saberlo algún día. Pero hay algo que sí sé y es que me siento muy protector contigo. Quizá sea porque me he acostumbrado a eso de salvarte la vida, qué sé yo— esbozo una leve sonrisa, la cual pasa desapercibida—. Así que vas a tener Elián para rato— se ríe de su propio comentario.

A continuación deja de hablar y su respiración se orienta en otra dirección. Abro un poco los ojos y visualizo su mano separada de la mía por escasos centímetros.
Por raro que parezca, siento la necesidad de cogérsela y darle a entender que cuenta con mi apoyo. Sin embargo, me limito a mantener esa distancia entre nuestros miembros y vuelvo a cerrar los ojos. Pero, esta vez, me concentro en el sonido de mi respiración hasta quedarme dormida.

La luz solar incide en mis párpados, obligándome a despertar de mi profundo sueño. Abro los ojos y descubro que mi visión está borrosa, de manera que procedo a pestañear un par de veces para hacer desaparecer dicha sensación.
Una vez mi todo cuanto me rodea gana nitidez, me tomo la libertad de apreciar hasta el último detalle de la habitación; las cortinas están a cada lado del cristal, de manera que este permite que la luz solar se cuele a través de él y llegue hasta mí.
La chaqueta de cuero del vampiro no descansa sobre el respaldo de la silla, lo cual me lleva a pensar que probablemente debe tenerla puesta en estos precisos momentos.
La puerta de la habitación se abre en ese preciso momento y por ella entra un chico de cabello moreno y enormes ojos verdes, quien porta entre sus manos dos envases cilíndricos blancos con una etiqueta marrón.
La mirada del vampiro se cruza con la mía y una sonrisa se apodera de sus labios.

Me incorporo rápidamente, apoyando la espalda en el cabecero que tengo justo detrás y me limito a sostenerle la mirada y a preguntarme el porqué está tan feliz.

—Deberías descansar, anoche perdiste mucha sangre.

Abro los ojos como platos y procedo a palparme el cuello. Luego, me bajo de un salto de la cama y emprendo una carrera hacia el servicio, lugar en el que me enfrento al espejo.
Con ayuda de mis manos echo mi cabello a un lado, dejando al descubierto mi cuello.
A continuación deslizo mis dedos a lo largo de él, en busca de alguna marca o gota de sangre que me indique que anoche fui víctima del vampiro. Sin embargo, por más que busco no encuentro nada.
Me valgo del espejo para averiguar que Elián está junto a la entrada, esbozando una sonrisa pícara.

—Buenos días— dice en tono bromista.

Pongo cara de pocos amigos.

—Tendrías que haber visto la cara que has puesto.

—¿Te divierte gastar este tipo de bromas?

Finje meditar la respuesta a mi pregunta.

—Sí.

—Puedo asegurarte que para mí no ha tenido gracia.

—Eso es por dos razones; la primera es que eres una persona con un sentido de humor muy oscuro y en segundo lugar— se detiene a pensar el motivo durante un par de segundos— ya lo he dicho. Además, no bebería tu sangre porque no me atraes— estas últimas palabras las dice con énfasis—. Y ahora haz algo con ese aspecto tan desaliñado.

Voy a la estancia contigua y le lanzo un cojín que hallo en la cama. El vampiro se echa a un lado para esquivarlo.
Elián deja los envases en una mesita y sale de la habitación pero no cierra la puerta en un principio, sino que se asoma por ella.

—Creo que alguien se ha levantado hoy con el pie izquierdo.

Me aferro a un nuevo cojín y se lo lanzo pero este esquiva el impacto cerrando la puerta detrás de sí.
Por fin he conseguido un poco de intimidad. La necesitaba.
Tomo asiento en un lado de la cama y me entretengo eligiendo la ropa que voy a ponerme. Finalmente termino por optar por un jersey burdeos y unos vaqueros azulados.
Además, opto por adornar mi cuello con un pañuelo con simbolos del mismo tono que la prenda superior.

Una vez termino de vestirme, cepillo mi cabello hasta el punto de dejarlo electrizado y lo recojo en una cola baja. Del mismo modo humedezco mi rostro con ayuda de mis manos y lavo mis dientes.

Abandono la habitación tras hacerme con los dos envases y, para mi sorpresa, no hallo a Elián por ningún lado, así que me veo en la obligación de acudir en su búsqueda.
Le encuentro en recepción, junto al mostrador, hablando con la chica que atiende a los clientes, quien sonríe abiertamente y enreda un mechón de su cabello en su dedo índice.
Esto es increíble. No puedo creerme que se esté entreteniendo hablando con esa chica cuando tenemos mejores cosas que hacer. Es indignante.
Salvo la distancia que me separa del vampiro y me limito a aclararme la garganta en un tono exagerado, con tal de llamar la atención de ambos. Elián ladea la cabeza hacia la derecha y me mira de soslayo.
La joven, sin embargo, permanece inmóvil, observándo con avidez al chico que tiene justo delante.

—Perdona, es que está un poco celosa.

Le miro incrédula por su comentario. No sé qué clase de historia se ha montado en la cabeza pero no pienso formar parte de ella. No estoy dispuesta a entrar en su juego. Y no pienso dejar que sus comentarios me saquen de quicio.

—No pienso formar parte de esto.

Doy la espalda a ambos y me dirijo hacia la salida del hostal. A medida que avanzo escucho como Elián le susurra algunas cosas a la recepcionista, palabras que no alcanzo a oír debido a la distancia que existe.
No voy a negar que me siento intrigada por saber qué demonios ha dicho pero si algo tengo claro es que no pienso averiguarlo.
Camino con paso decidido y rápido hacia el Volkswagen Karman verde que hay aparcado en un hueco libre. Queda relativamente poco para llegar hasta él, tal es así que puedo imaginarme abriendo la puerta y acomodándome en el asiento.

Sin embargo, mis planes se ven truncados, ya que el vampiro se sube a una velocidad sobrehumana en el vehículo, acciona el motor y se incorpora a la carretera, obviando por completo mi presencia.

—¡Eh!— exclamo y a continuación le doy un manotazo al coche en cuanto este pasa por mi lado, el cual no pasa desapercibido.

Elián acciona un botón, provocando que la ventanilla se baje.

—Aprecio este coche y te agradecería que no lo estropeases.

—¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?— añado, emprendiendo una carrera paralela al coche, ya que el vampiro parece no tener intención de parar—. ¡Detén ahora mismo el vehículo!

—Verás, no es nada personal pero no creo que sea conveniente. Aunque hay una cosa que está en tu mano y es muy sencilla.

—¿De qué estás hablando?

—Tienes que admitir que estás celosa.

—¿Qué? Yo no estoy celosa— contesto subiendo el tono de voz.
Frunzo el ceño y entreabro los labios con tal de que el aire entre en mis pulmones.

—Pero si se nota a la legua. Le tenías envidia a esa chica porque le estaba prestando una mayor atención. No te juzgo, sé que soy irresistible.

—Te has equivocado de chica. Si quieres que te sea sincera, te considero un cerdo.

Elián me mira ceñudo y detiene el vehículo.

—Anda, sube. Ya hemos perdido mucho tiempo— le miro incrédula. Al parecer, considera que la culpable he sido yo—. ¿Qué? No me mires así.

—¿Así, cómo?

—Con esa mirada de asesina compulsiva.

Relajo mis músculos faciales y me propongo beberme el contenido del envase que trajo Elián, cuando este me lo arrebata de las manos y lo lanza por la ventana.

—Tenía pensado tomármelo.

—Tendrías que haberlo hecho cuando aún estaba caliente.

—Habría sido así si no hubieses montado ese numerito con el coche.

—No me habría visto en la obligación de llevarlo a cabo si te hubieses sincerado desde un primer momento— se defiende.

Pongo los ojos en blanco.

—No tengo nada que ocultar.

—Bien.

—Bien— repito.

Durante el resto del trayecto no intercambiamos palabras, del mismo modo que no nos atrevemos siquiera a hacer algo tan sencillo como cruzar nuestras miradas.
Desconozco el porqué de su actitud pero sé a ciencia cierta el motivo de la mía.
No me apetece en absoluto mantener ningún tipo de contacto con él pues estoy algo molesta por su actitud desconsiderada.
No entiendo cómo puede existir alguien en la faz de la Tierra tan egoísta. Una persona que se gana a pulso que el resto del mundo le odie con todas sus fuerzas. Y lo que más me sorprende es que ni siquiera le dé importancia a este hecho. Simplemente lo ignora, como si no existiese indicio de él.

Miro a través de la ventanilla en el instante en el que el vehículo se detiene y descubro un campo verde que adquiere belleza gracias a la fulminante mirada del sol.
Las plantas que lo forman están crecidas hasta el punto de alcanzar nuestras rodillas. Repartidas estratégicamente hay unas vistosas flores, cuyos tonos hacen fantasear a aquel que las observa.
Una brisa fresca se cuela entre la naturaleza, ocasionando que todo cuanto forma parte de ella sea ondeado suavemente, dando lugar a un perceptible silbido.

Me bajo del vehículo y cierro la puerta detrás de mí. Luego me doy media vuelta, enfrentándome a la naturaleza que se abre paso a mis espaldas y empleo una de mis manos a modo de visera con tal de impedir que la luz solar me prive del enorme placer de disfrutar de las fantásticas vistas que se observan desde mi posición.
Gracias a mi improvisación consigo ver más allá del campo abierto, descubriendo una casa de madera de tejado rojo y ventanas pequeñas.

Elián se abre paso entre la maleza que se presenta y yo le sigo pisándole los talones.
Las plantas, efectivamente, alcanzan mis rodillas y luchan por conocer una mayor parte del mundo que se le presenta. Sin embargo, no logran su propósito.
Encorvo un poco mi cuerpo y extiendo el brazo, con la mano abierta con el fin de apreciar el cosquilleo que hacen las flores al rozar mi piel. Cierro los ojos durante una milésima de segundo con tal de disfrutar del momento y es en ese mismo instante en el que una brisa fresca con aroma a rosas me acoge con delicadeza, acariciando cada poro de mi piel, los cuales se muestran muy agradecidos.

Una simple fragancia me trae el recuerdo de una persona muy querida, mi madre, quien a pesar de no estar aquí físicamente siento que nunca me abandona, que una parte de ella vive dentro de mí.

El vampiro se detiene junto a la puerta y espera a que me sitúe a su vera para dar sendos golpecitos en la puerta.
Escasos segundos restan hasta que un hombre de unos sesenta años, con un leve rastro del tono castaño de su cabello, visibles bolsas bajo los ojos e iris marrones aparezca ante nosotros y nos fulmine con la mirada.
Su atención recae en el chico de mi vera, a quien mira con un notable miedo.

—¿No nos vas a invitar a entrar?

El anciano se estremece al oír las palabras del vampiro escapar por sus labios y decide depositar su mirar en mi persona con el fin de calmar su temor.
Le miro y dejo ver una leve sonrisa, lo cual parece motivo suficiente para acceder.

—Podéis pasar.

Se hace a un lado y sujeta la puerta, cediéndonos el paso. El primero en entrar es el vampiro, quien nada más adentrarse en el hogar del anciano se dedica a deslizar uno de sus dedos por una mesa cubierta de polvo.
Traspaso el umbral y camino un par de pasos con el propósito de terminar deteniéndome junto a una librería, en la que hay un tarro de cristal donde crece una flor purpúrea.
Elián se hace con un libro, lo ojea rápidamente y lo vuelve a dejar sobre la mesa.

—¿A qué se debe vuestra visita?

—Verás, tenemos que resolver un pequeño asuntillo y esperábamos que tú fueses lo suficientemente amable como para ayudarnos— dice el vampiro con una sonrisa forzada—. Necesitamos que nos des la ubicación exacta del refugio en el que se oculta Anabelle.

El anciano hace ademán de acercarse a una mesa cuando impacta conmigo. Coloca una de sus manos en mi hombro y me rodea, continuando así con su propósito.

—En ese caso, ya podéis iros. No pienso daros dicha información. Jamás traicionaría a mi señora.

—Lo he intentado por las buenas y no ha funcionado, así que tendré que utilizar mi propio método. Te aseguro que no te va a gustar en absoluto— el vampiro salva la distancia que lo separa del anciano, se aferra con fuerza a su cuello y lo empotra violentamente contra la pared. A continuación lo acomoda en una silla de manera y le amarra las manos a los reposabrazos con gruesas cuerdas. Elián abre un cajón que hay en la cocina y extrae de él un cuchillo de hoja afilada. Doy un respingo al ser partícipe de ello—. Las cosas se van a poner feas.

Me mira detenidamente, dándome a entender que puedo marcharme si quiero.

—¿Qué vas a hacer?

—Emplear la tortura para sacarle información.

—No— digo con firmeza—. Podemos conseguirla por otros métodos, no es necesario recurrir a ese extremo.

—Sí crees que va a proporcionarnos la información siguiendo el ejemplo de un buen samaritano es que has perdido completamente la cabeza.

Me aproximo al anciano y le miro con compasión.

—No vamos a hacerle daño a Anabelle, tan solo queremos rescatar a una persona que está bajo su dominio.

—Lo dirás por ti— contradice Elián.

Le fulmino con la mirada.

—Estos sesenta y tres años de vida me han enseñado a no confiar en nadie que no sea yo mismo. Así que lamento deciros que habéis perdido vuestro tiempo viniendo aquí.

El vampiro le hace un ligero corte en el brazo, provocando que un río de sangre fluya por él en dirección a la muñeca, tiñiéndolo todo a su paso.
El anciano suelta un alarido y hace ademán de palparse la herida pero las cuerdas no se lo permiten.
Elián suelta una risita y se pone rumbo hacia un estante, del que se hace con una botella de vodka. Parte del contenido de esta lo termina echando sobre la herida del hombre, quien grita de dolor.

—Tan solo dinos lo que queremos saber y podrás vivir.

—Prefiero morir antes de traicionar a mi líder— dice con firmeza el anciano.

—Tal vez necesites un poco de motivación.

El vampiro le desgarra la camisa y le hace un profundo corte horizontal en el pecho. Luego traza con la hoja del cuchillo dos líneas verticales a cada extremo.
Los gritos del anciano se apoderan de cada rincón de la casa y resuenan en las zonas en las que existe eco.
Aparto la mirada, pues me siento incapaz de presenciar dicha escena.

—Estás agotando mi paciencia, Harry— anuncia Elián— y créeme que no te conviene conocer a mi yo enfurecido.

—Vete al infierno, maldito chupasangre.

Elián le propicia un fuerte puñetazo en la cara, provocando que la silla se incline ligeramente hacia atrás y termine impactando contra el suelo. La víctima del vampiro permanece inmóvil, con la cabeza ladeada.
El chico de piel cetrina vuelve a levantar la silla y con ello al anciano, quien tiene la mejilla amoratonada y el labio partido, por el que fluye una sustancia roja oscura.

—¡Para! ¡vas a matarle!— grito a plena voz.

El vampiro se sitúa velozmente tras el anciano y con un ligero movimiento consigue perforar el cuello del hombre con la hoja afilada del cuchillo.
Un torrente de sangre empieza a escapar de dicha forma y fluye a lo largo de la camisa desgarrada de la víctima.
La piel del anciano comienza a tornarse de un tono pálido debido a la pérdida de sangre y sus párpados se van encerrando poco a poco.
Con tal de impedir que abandone la vida, me hago con un pañuelo blanco que localizo y me apresuro a situarme a su vera.
En el instante en el que hago ademán de acercar el trozo de tela a la herida con tal de detener la hemorragia, el hombre se aferra con fuerza a la sudadera que llevo puesta y a continuación se escucha un crujido.

—Demasiado tarde.

Alzo la vista y descubro que Elián acaba de romperle el cuello.
Miro horrorizada su rostro salpicado de sangre y sus ojos más dilatados que nunca. Bajo sus párpados aparecen unas líneas negras que posibilita que se vea como un completo monstruo. Dejo caer el pañuelo que sostengo en la mano y a continuación le doy un fuerte empujón al vampiro. Abandono el hogar del anciano con las lágrimas saltadas.

Camino por el campo con dificultad, ya que las lágrimas me nublan la visión y mi cuerpo ha decidido debilitarse por completo ante la escena contemplada. Así que abrirse paso entre la naturaleza es todo un desafío.
Mantengo la cabeza agachada, privándome de disfrutar de las vistas que me parecían hermosas antaño y ahora me entristecen.
Mi mirada se detiene en la mancha de sangre que hay en mi sudadera, la cual hace referencia al momento en el que el anciano se apoderó de la prenda con fuerza.
Paseo una de mis manos a lo largo de la mancha, en un intento de hacerla desaparecer pero lo único que consigo es ensangrentar mis manos.
Me deshago de la sustancia roja deslizando mis manos por la prenda, la cual doto de un mayor rastro de plasma.
Estoy a punto de alcanzar el coche de Elián cuando este se aferra con fuerza de mi antebrazo y tira de él.
Me giro inmediatamente y me enfrento a su aspecto de asesino.

—No tenías porqué matarle— le repriendo.

—Era un cabo suelto. Debía asegurarme de que no largaría nuestro encuentro en cuanto tuviese ocación.

—Esa no era la solución.

—Tal vez para ti no, pero para mí sí lo era.

—¿Cómo puedes decir eso?— le pregunto incrédula.
El corazón me late con fuerza y como consecuencia de ello siento la sangre bombear en mis oídos.

Elián abre un poco los orificios de su nariz debido a su enfado y respira en intervalos de tiempo breves, haciendo ruido al llevar a cabo dicha acción.

—Porque soy un monstruo, Ariana. Esta es mi especialidad, estoy hecho para ello. Siento no ser lo que esperabas pero yo no soy un héroe como tu chico. Te has equivocado conmigo.

—¿De qué estás hablando? Está en tu mano cambiar tu forma de ser o seguir manteniendo la misma actitud.

—Si tanto te molesta mi forma de actuar, tal vez no deberías haber venido a mi casa suplicándome que me embarcase en esta aventura suicida contigo.

—Yo no te supliqué que me acompañases, fuiste tú quien decidió hacerlo.

Aprieta la mandíbula y ladea la cabeza hacia un lado, evitando mirarme.
Elián echa a caminar hacia la parte delantera de su coche con tal de rodearla, dejándome atrás, desconcertada ante su acto.

—¿Adónde vas?— me atrevo a preguntar con un hilo de voz.
El vampiro alcanza la puerta de su coche y la abre.

—Lo dejo. Se acabó. No pienso seguir adelante con esto sabiendo que no soy bien recibido y que estás mirando con lupa cada maldito error que cometo.

—Si esa es tu elección...

—Sí y créeme que es la mejor que he tomado.

—Bien. En ese caso acepta la mía— le doy la espalda y echo a andar hacia la entrada a un bosque que se encuentra en un extremo del campo.

A medida que camino puedo sentir la mirada del vampiro clavada en mi espalda, mas no me giro ni una sola vez para mirarle por última vez. Únicamente me limito a seguir caminando, ignorando por completo el hecho de que mi plan está descomponiéndose por segundos, desapareciéndo así toda posibilidad de salir victoriosa.
Aún así me niego a perder la esperanza y a permitir que mi mente se haga a la idea de que es un caso perdido, pues si de algo estoy segura es de que lo único imposible es aquello que no intentas.
Si ni siquiera me atrevo a probar, ya se trata de una causa perdida. Y no pienso rendirme sin luchar, esa no es mi especialidad. He de ser valiente, debo mirar al miedo a los ojos y hacerle saber que no pienso dejarle vencer.

En el momento en el que me adentro en el bosque escucho el rugir de un motor y los neumáticos desplazarse sobre una superficie de arena.
Me detengo en seco al alcanzar un árbol y me oculto tras él.
A continuación asomo la cabeza por un lateral y descubro un vehículo verde perdiéndose a gran velocidad en la carretera.
Este sale de mi campo de visión en el momento en el que toma una curva. Su lugar lo ocupa un vacío permanente, el cual no tiene previsto desaparecer en mucho tiempo.
Al observarlo siento como un potente sentimiento de soledad y de impontencia se apodera de mi ser, inundando cada rincón.

Apoyo la espalda en el tronco del árbol y les doy permiso a mis lágrimas para escapar de mis ojos y surcar apresuradamente mis mejillas. Arrugo la nariz y aprieto con fuerza los labios al sentir el rastro de sal apoderarse de estos últimos.
Alzo mi mano y enjugo mis lágrimas con la manga de mi sudadera.
Luego me propongo darle un leve puñetazo al tronco en un intento de descagar la ira que siento por los recientes acontecimientos.

Si de un aspecto estoy segura es de que quien quiere algo, algo le cuesta. Y yo quiero a Jonathan y estoy dispuesta a hacer todo cuanto esté en mi mano con tal de recuperarle.

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