Capítulo 27

Inspiro una gran bocanada de aire y la retengo en mis pulmones, los cuales comienzan a arder en el instante en el que ésta los alcanza. Al incorporarme, abro los ojos como platos y mantengo entreabierto los labios, por los que expulso el dióxido de carbono.
Tomo asiento al borde de la cama y permanezco con la mirada fija en mis manos, éstas se encuentran confiada en mis rodillas. Se produce un silencio. Lo aprovecho para percibir los latidos desbocados de mi corazón. Rápidamente me llevo la mano al pecho izquierdo y la mantengo ahí, a la espera de notar otra fuerte sacudida. Ésta llega un segundo más tarde, hecho que me confirma que lucha con todas sus fuerzas por aferrarse a la vida. Pestañeo un par de veces y dejo ver una expresión de confusión.

No logro entender cómo es que estoy viva. Hace tan solo un momento estaba dejándome llevar por una oscuridad total que me acurrucaba con dulzura, invitándome a quedarme en sus brazos. Ahora, sin embargo, me encuentro bien, no hay rastro de mi malestar. Es como si se hubiese desvanecido. Lo único que sé a ciencia cierta es que mi corazón late con fuerza y que me siento más enérgica que nunca, con ganas de comerme el mundo. También sé que me hallo rodeada por todas las personas que arriesgaron sus vidas con tal de salvar la mía.

Un hombre me acoge entre sus brazos y me acaricia la melena con ternura. Rodeo a mi padre con mis brazos y ejerzo presión en su zona lumbar con tal de aproximarle más a mí. Christopher humedece mi cabello con sus lágrimas, las cuales escapan de sus ojos con una gran frecuencia. Entierro la cabeza en el pecho de mi progenitor y mis ojos se desbordan. Por primera vez, no estoy cansada de llorar sino aliviada y orgullosa por hacerlo.

-Estoy aquí, papá, y no me pienso ir a ningún lado.

Christopher suelta un leve chasquido al separar los labios.

-No dejo de pensar que si hubiésemos llegado unos minutos más tarde...

-Llegásteis a tiempo, eso es lo cuenta.

Mi padre me abraza con mayor fuerza y deposita un beso en mi frente. Se separa de mí y permanece inmóvil, mirándome. En ese instante una chica de cabello moreno y reflejos rojos me envuelve con sus brazos y se toma la libertad de llorar en mi hombro.

-Me alegro tanto de que estés bien, Ariana.

Le sonrío.

-Tengo que estarlo. Hay muchas cosas que tenemos que vivir juntas todavía.

-Claro que sí- dice y me besa en la mejilla.

Miro por encima de su hombro y descubro a Jonathan cruzado de brazos, junto a una ventana, mirándome afligido. En el instante en el que nuestras miradas se entrelazan siento que mi corazón da un vuelco y que en mi estómago empiezan a revolotear mariposas. Él es esa clase de persona a la que se le debe dar las gracias por hacerme sentir viva. Muevo los labios, mandándole un mensaje sin emitir el menor sonido, un sentido"te quiero". Él se limita a esbozar una media sonrisa. No es exactamente la reacción que esperaba por su parte pero supongo que debe seguir abrumado por los últimos acontecimientos.

Abby se hace a un lado y gracias a ello descubro a Gideon Sallow que está de pie, separados por unos metros de la puerta de la habitación, la cual yace abierta. Le sonrío y asiento con la cabeza, agradeciéndole todo lo que ha hecho por mí y él decide acercarse a mi posición.

-¿Qué tal te encuentras?

-Bien.

-Me alegra mucho oír eso- dice con una voz dulce-. Elián tenía razón, la solución a tu problema estaba en uno de los grimorios que poseía la familia Hale.

-Elián es una caja de sorpresas- añade Adrien.

Todos nos reímos de su comentario.

Abandono mi posición para acercarme a Jonathan. Le abrazo con todas mis fuerzas y, para mi sorpresa, él, desde un principio no reacciona, tan solo se limita a apreciar el aroma que desprende mi cabello. Sin embargo, unos segundos más tarde rectifica y decide deslizar sus manos por mi cintura, ejerciendo cierta presión en mi zona lumbar para aproximarme más a su persona. Apoyo mi cabeza en su hombro y acaricio con mi nariz su cuello. Jonathan baja la cabeza y me mira con sus enormes ojos azules. Alza una de sus manos y acaricia con ternura mi mejilla. Más tarde deposita un beso casto en mis labios.

-Jamás me rendí contigo- susurra con voz aterciopelada -. Sabía que si se trataba de ti, todo valdría la pena.

-Gracias por no abandonar- confieso con una sonrisa-. Eres el mejor.

Jonathan desliza el dorso de su mano por mi mejilla y vuelve a besarme.

-No tienes que agraderme nada, Ariana. Lo eres todo para mí. Habría hecho y dado cualquier cosa con tal de salvarte.

-Lo sé- admito.

En mi cabeza se muestran los últimos recuerdos vividos antes de sucumbir, entre los que sobresale Elián Vladimir, quien se quedó conmigo hasta que solté mi último aliento de vida y mi corazón puso punto y final. Con el compartí un bonito recuerdo de mi niñez que me alegro de haber revivido justo antes de dejarme abrazar por la oscuridad. Jamás olvidaré todo cuanto hizo por mí durante las horas que me quedaban de vida. Elián puede tener muchas cosas malas pero sé que en su interior aún queda un destello de humanidad que lucha por sobrevivir.

Me separo de Jonathan y me giro hacia Gideon.

-¿Dónde está Elián?

-En la sala contigua embriagándose de whisky.

Asiento y abandono la habitación, incorporándome así al pasillo. Camino hacia el arco que desemboca en la sala más grande del cuartel de cazadores, en la que hay muebles que guardan diversos tipos de armas, ordenadores de último modelo sobre las superficies de las mesas, pantallas que muestran las posibles amenazas y las luces azules del exterior, y una mesa en la que se suele debatir las posibles estrategias. Encuentro a Elián de pie junto a esta última, sirviéndose en un vaso de cristal una sustancia de color ámbar. Deja la jarra de cristal sobre la mesa, le pone un tapón del mismo material y a continuación se bebe de un sorbo el contenido del vaso, sin hacer una mueca de desagrado tras hacerlo.

Alza la vista al percibir mis pasos y me mira.

-Esperaba verte vivita y coleando.

Me encojo de hombros.

-Ya habrá tiempo para las celebraciones.

-¿A qué se debe entonces tu amable visita?

-Quería darte las gracias por haber estado conmigo hasta el final, preocupándote de que todo me fuese más fácil y llevadero.

-No hay de qué. Pero quiero que tengas presente que eso no cambia que siga siendo un asesino, un ser despiadado.

-Aún así quería agradecértelo.

Fuerza una amplia sonrisa y yo meneo la cabeza, incrédula. Me doy media vuelta con tal de ponerme rumbo hacia la habitación cuando escucho su voz nuevamente.

-Ariana, te acompaño en el sentimiento.

Enarco una ceja.

-¿Qué quieres decir?

El vampiro abre la boca y maldice por lo bajo.

-No te lo han contado.

-¿Qué es lo que se supone que debían decirme?

-No creo que me corresponda a mí decírtelo.

Cierro los ojos con fuerza e inspiro una bocanada de aire. Me aproximo al vampiro y cuando estoy lo suficientemene cerca de él alzo la vista y le miro suplicante.

-Sé sincero conmigo, por favor.

Él me mira con el ceño fruncido, los labios sellados y la mandíbula apretada. Poco a poco mi expresión de súplica va surtiendo efecto en él, pues deja de mantener la mueca anterior, mostrando una más relajada.

-Está bien- dice a regañadientes, poniendo los ojos en blanco-. No te va a gustar nada lo que te voy a decir, así que conviene que estés preparada y sobre todo te conciencies de que no hay vuelta atrás- asiento al escuchar sus palabras-. El hechizo que había que hacer para salvarte consistía en cederte un alma. Fue tu tía Sarah quien te la dio. Falleció poco antes de que despertaras.

-¿Qué?

-Lo siento mucho, Ariana.

-Ella no puede estar muerta, es imposible- siento como las lágrimas inundan mis ojos con rapidez, provocando que mis lagrimales me escuezan. Pronto éstas escapan y ruedan por mis mejillas, dando lugar a riachuelos salados-. No he podido despedirme.

El vampiro me acoge entre sus brazos y apoya su mentón en mi coronilla. Entierro el rostro en su pecho e incluso me atrevo a dar algún que otro leve golpe en éste con tal de manifestar mi dolor. Mi respiración se vuelve entrecortada y mi corazón se acelera. Por entre mis labios escapan varios sollozos que, en ocasiones, son amortiguados gracias a que muerdo con fuerza mi mano. Elián se aparta de mí y toma mi rostro entre sus manos.

-Eres fuerte, sé que puedes superarlo.

Niego con la cabeza.

-Siento tanto dolor que a veces pienso que no puedo más...

-Eh, eh- dice con tal de llamar mi atención. Tira de mi mentón con tal de obligarme a mirarle directamente a los ojos-. Sé que duele ahora pero con el tiempo ese dolor irá remitiendo.

-Tengo la sensación de que no va a ser otra cosa que crecer.

-Si quieres, puedo hacerte olvidar, así no tendrás que sentirte culpable o sufrir.

-No- digo con firmeza-. El dolor me confirma que mi tía y todo cuanto viví junto a ella fue real. Si me haces olvidarlo, caerá en el olvido todo cuanto compartí con Sarah y yo no quiero eso.

Elián asiente y mantiene agachada la cabeza.

-El funeral tendrá lugar mañana por la mañana.

-Será mejor que vaya con mi padre, me necesitará más que nunca.

Me aferro a las manos del vampiro y las aparto de mi rostro, devolviéndola de nuevo junto a su cuerpo. Giro sobre mis talones, me marcho de allí cabizbaja, con las lágrimas rodando por mis mejillas. Me incorporo al pasillo y cuando estoy a punto de entrar en la habitación de Jonathan percibo unos sollozos provenientes de un dormitorio cercano. Me pongo rumbo hacia él. Me detengo bajo el marco de la puerta y contemplo la escena que tiene lugar en su interior. En el centro de la estancia hay una cama de ropajes blancos sobre la que descansa el cuerpo inerte de mi tía Sarah, quien tiene la cabeza bien alta, los ojos cerrados, destacando sus enormes pestañas, los mejillas rosadas por el maquillaje, los labios sellados y de un rosa claro. El cabello castaño perfectamente peinado le cae sobre los hombros. Lleva puesto un vestido azul marino de tirantes que embellece su aspecto. Sus manos están confiadas sobre su regazo. Estás se aferran a una flecha plateada. Mi padre está sentado en una silla junto a su hermana, con la cabeza hundida entre sus brazos, los cuales yacen apoyados sobre el colchón. Salvo la distancia que nos separa, me sitúo justo detrás de él y le rodeo con mis brazos. Christopher se echa hacia atrás en el respaldo del asiento y coloca sus manos sobre las mías.

-Lo siento mucho, papá.

-A veces, hay que hacer sacrificios por las personas que queremos y este es uno de ellos. Tu tía dio su propia vida con tal de salvar la tuya, eso es amor, Ariana.

-Yo no quiero que nadie más me proteja si ello es sinónimo de morir por mí.

-Esa decisión está fuera de tu alcance. Cada uno es libre de elegir qué hacer y qué no.

-Mientras me incluya a mí no está fuera de mis posibilidades. Yo no quiero esto, papá. No quiero perder a nadie más, estoy cansada de sufrir.

Christopher se pone en pie y me envuelve con sus brazos, acariciando mi nuca. Me aferro con ambas manos a sus hombros y derramo todas las lágrimas que me quedan. Mi padre me propicia sendas palmaditas en la espalda en un intento de calmarme, pero lo único que consigue es incrementar mi llanto. Éste es uno de esos casos en los que sientes que estás a punto de llorar pero aprietas la mandíbula con tal de controlarte pero, cuando alguien te abraza, te echas a llorar como si se te fuese la vida en ello.

-Lo que ha hecho tu tía ha sido un acto muy heroico. Si algún día me viese comprometido en una situación similar, te aseguro que haría lo mismo que hizo ella.

-No.

-Ariana, eres joven para comprenderlo pero debes tener en cuenta que lo que se hace por amor va más allá del bien y del mal. Llegará un día en el que se dé la situación en la que quepa la posibilidad de arriesgar tu vida por la persona que amas.

-Y, ¿qué se supone que debo hacer ante ella?

-Lo sabrás- alzo la vista y miro sus ojos. Descubro que su iris celeste posee, además, motas de un tono verde claro-. Harás lo que te dicte el corazón.

Me muerdo el labio con fuerza y miro hacia el rostro inexpresivo de mi tía Sarah. Aparto la mirada rápidamente y aprieto la mandíbula con fuerza con tal de evitar llorar de nuevo.

-Me gustaría estar un rato a solas con ella.

Mi padre asiente y deposita un beso en mi frente. Luego se marcha, cerrando la puerta detrás de sí con el propósito de concederme privacidad. Tomo asiento en el borde de la cama y me aferro a la mano suave y delicada de mi tía. Me la llevo a los labios para darle un beso. A continuación me entretengo acariciando su cabello y rememorando la de veces que jugaba a ejercer de peluquera con ella cuando era pequeña, ante de que se marchara a otra ciudad por motivos de trabajo. Sonrío al recordarlo.

-No es justo que este haya sido el final, no merecías morir. Todos a mi alrededor se empeñan en protegerme, arriesgando sus vidas con tal de salvar la mía, pero no quiero que sea así. Puedo defenderme por mi misma. Quizá me haya convertido en una mujer fuerte e independiente. Sea como sea, no pienso permitir que nadie vele por mi seguridad- propicio sendas palmaditas en el dorso de su mano-. Gracias por haberme dado una segunda oportunidad, te estaré eternamente agradecida. Has sido para mí una segunda madre y no puedo expresar con palabras cuanto te voy a echar de menos. Estoy segura de que algún dia nos volveremos a reunir, hasta entonces, buen vieja tía Sarah.

Deposito un beso en su frente y dejo un rastro de gotas saladas en sus pestañas. Me aparto y me marcho de la habitación con el corazón en un puño y el alma hecha añicos. Nunca antes me había sentido tan viva y a la vez tan muerta.

Le dedico una última mirada a la chica de cabello y ojos castaños que me observa e imita a través del cristal. Tiene su pelo recogido en una cola alta con un lazo negro. Su rostro es pálido y el único rastro de maquillaje que posee se encuentra en las pestañas. Sus mejillas están rosadas pero es a causa de los pellizcos que se ha dado con anterioridad con tal de darles color. Su cuerpo está cubierto por un vestido negro liso de mangas largas que alcanza a cubrir sus rodillas. Sus piernas están ocultas bajo una fina tela marrón claro. La joven lanza un suspiro y éste consigue alcanzar el cristal, empañandolo temporalmente.

Le doy la espalda al espejo y me dirijo hacia la puerta, donde me espera mi padre, quien tiene puesto un traje de chaqueta con una corbata azul marino que contrasta con el tono celeste de sus ojos. Tiene barba de varios días, lo cual resalta aún más los primeros indicios de canas. En una de sus manos posee dos rosas rojas que coge con cuidado para no herirse las yemas de los dedos. Me aproximo a él y deposito un beso en su mejilla. A continuación me hace entrega de uno de ellas, la cual acepto con gusto.

-¿Preparada?

-Nunca se está preparado para algo así- respondo.

-Despidámosle como se merece.

Asiento y me aferro a su brazo. Bajamos uno a uno los peldaños de la escalera al mismo tiempo que nos concienciamos de lo que debemos hacer a continuación. A mitad de camino siento como todo mi interior desea derrumbarse, encerrarse en una habitación y llorar, mas no le concedo esa satisfacción. Debo afrontar los hechos, aunque ello acarree un dolor insoportable. Cuando quieres a una persona, es inevitable no sufrir por ella cuando desaparece de tu vida. Sarah ha dejado una huella imborrable en mí y esta no se desvanecerá con el paso del tiempo, simplemente permanecerá ahí, recordándome que lo que se hace por amor va está más allá del bien y del mal.

Cesamos nuestra marcha al alcanzar el corazón del bosque, donde hay dos lápidas separadas por escasos centímetros. En una de ellas se puede leer " Aquí yace Alyssa Evans (1972- 2017) . Cuando la muerte te separa de un ser querido, el recuerdo de su sonrisa es la mejor manera de seguir adelante". La otra reza " Aquí yace Sarah Greenberg (1975- 2017), Quererte ha sido fácil, olvidarte es imposible. Te queremos". Me arrodillo ante la segunda de ellas y deposito una flor sobre la tierra húmeda y luego, mi padre imita mi acción con la primea lápida. Alzo la vista y miro en dirección al grupo de personas que hay separado de mí por unos metros, observando afligidos la escena. Abby está llorando desconsoladamente, haciendo pausas para enjugar sus lágrimas con un pañuelo blanco. Jonathan mantiene la mirada fija en el suelo dejando ver una expresión seria. A su lado, Adrien se entretiene leyendo la inscripción en voz baja, aunque da la impresión de tener la cabeza en otro sitio. Gideon Sallow chasquea los dedos y ocasiona que una corona de flores aparezca de la nada y se deposite delante de la lápida. Le sonrío con tal de agradecerle el gesto y él asiente a cambio. Le dedico una última mirada a la tumba y me pongo en pie con el propósito de caminar hacia Abby. Esta me acoge entre sus brazos con ternura y me acaricia la melena con tal de calmarme. Hago ademán de llorar, pero mis ojos están secos y se dedican a manifestar el incómodo escozor que les invade. Con ayuda de la manga de mi vestido froto mis párpados, haciendo desaparecer ésta sensación temporalmente.

Miro por encima del hombro de Abby y descubro a lo lejos, justo a un árbol a Elián Vladimir, quien lleva puesto un traje de chaqueta negro y una corbata roja. Nuestras miradas se encuentran y buscan la manera de continuar sosteniéndose la una a la otra. Sus ojos verdes claro logran intimidarme hasta límites insospechados, como si con tan solo mirarme fuese capaz de ver mi interior. Termino por poner fin al duelo de miradas y volver a la realidad con tal de darle el último adiós a mi tía Sarah. Mi padre se pone al frente y nos mira uno a uno antes de empezar a hablar.

-Estamos aquí reunidos para despedir a Sarah Greenberg, una gran cazadora, pero sobre todo una estupenda hermana, compañera, tía y amiga. Se fue de este mundo siendo lo que siempre ha sido, una mujer valiente y fuerte. Una persona dispuesta a hacer todo cuanto esté en su mano por hacer felices a las personas que quiere- su voz es pastosa como consecuencia de su llanto-. La muerte es impaciente y sigilosa, te sorprende cuando menos te lo esperas. La vida, en cambio, es más compleja. Es un viaje que está lleno de inesperadas subidas y bajadas, en el que predomina el dolor y la felicidad es pasajera. A lo largo de nuestras vidas experimentaremos la pérdida, el desengaño, la decepción, el desamor, pero también la alegría, la confianza en uno mismo, el encaprichamiento e incluso la libertad de elección. Ésta existencia puede tener muchas cosas malas, sí, pero aún así vale la pena vivirla. Si tuviera que dar un consejo sería este; disfrutad a cada segundo de ésta maravillosa y a la vez complicada experiencia a la que llamamos vida porque el día de mañana, cuando llegue vuestra hora de marcharos de este mundo, tengáis la sensación de que no os arrepentís de nada, que no deseáis otra vida para hacer las cosas bien. Si se vive como es debido, una existencia es más que suficiente.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia Jonathan, pero él no me mira, aunque percibo que puede notar mi detenida observación. Hace relativamente poco que se muestra distante conmigo y no logro descubrir el porqué por más que le doy vueltas al asunto. Quizá se odie por no haber dado con el remedio para salvarme mucho antes o tal vez continúe abrumado por todo lo vivido recientemente. Abby camina un par de pasos hacia el frente y al situarse junto a la tumba de Sarah decide arrodillarse para depositar sobre la tierra una flor púrpura. A continuación Jonathan confía sobre la repisa de la lápida una recreación de un arco en miniatura y vuelve a su sitio. Adrien decide hacerle entrega de una bala plateada y Christopher deja sobre la repisa una fotografía de ambos cuando eran unos críos y estaban en la playa en compañía de sus padres. Abandono mi posición y camino hacia la lápida, me arrodillo ante ella y le quito un par de hojas que acaban de despositarse sobre la repisa y procedo a dejar sobre la tierra húmeda una flecha de plata. Permanezco inmóvil, observando el lecho de mi tía Sarah, pensando en el sacrifico que hizo por mí, con los ojos encharcados.

-Hasta siempre.

Me incorporo y vuelvo a mi lugar, con las lágrimas surcando mis mejillas. Christopher se sitúa a mi vera y se aferra a mi mano con fuerza. Elián salva la distancia que lo separa de la lápida, se arrodilla ante ella, suelta un suspiro y deja junto a mi flecha un tulipán blanco. Se da media vuelta y cuando se propone encaminarse hacia su destino, cruza una mirada conmigo, y continúa con su marcha. Le sigo con la mirada y descubro que abandona el corazón del bosque a gran velocidad. La brisa que origina su huida hace ondear los cabellos de los presentes y les aportar una sensación gélida. Cierro los ojos y cuando vuelvo a abrirlos me percato de que a lo lejos está mi tía Sarah sonriéndome y saludándome con la mano, y que detrás de ella hay una imponente luz blanca, de la que sale mi madre con su espléndida sonrisa y su rostro angelical. Le tiende la mano a su cuñada y ésta se la acepta tras dedicarme una última mirada y susurrarme "Hasta siempre, pequeña". Ambas se acercan cada vez más al pálido destello hasta que se unen a él completamente, privándome de ver sus cuerpos. La luz se desvanece, dejando nuevamente al descubierto dos lápidas.

-Siento mucho vuestra pérdida- nos dice Abby a mi padre y a mí. Ambos asentimos una sola vez con la cabeza y le dedicamos una sonrisa triste.

-Sarah era una gran compañera, se le echará mucho de menos- añade Adrien.

-Su recuerdo siempre permanecé con nosotros, jamás caerá en el olvido- interviene mi padre, a quien se le acaban de saltar las lágrimas.

-Os doy mi más sincero pésame-musita Gideon Sallow quien tras chasquear los dedos hace aparecer un pañuelo blanco, el cual le entrega a mi padre-. Podéis contad conmigo para lo que sea.

Mi padre asiente.

-Eres muy amable- le digo.

El brujo me sonríe y se marcha junto a Adrien para entablar una conversación. Jonathan salva la distancia que le separa de nosotros y cuando está a nuestra vera le da una palmadita en el hombro a Christopher.

-Sé que ninguna palabra ni ningún gesto podrá calmar el dolor que sentís ahora, pero debéis saber que la muerte, a veces, llega para darle paz a los que más sufren.

-El vacío que ha dejado Sarah al marcharse es irreparable. Su muerte, aunque cueste asimilarlo, ha tenido sentido. Ha sacrificado su vida con tal de salvar la de mi hija y por ello le estaré eternamente agradecido.

-Espero que con el tiempo vuestras heridas cicatricen.

Por primera vez me mira y atisbo en sus ojos un sentimiento de culpabilidad.

-Ariana, ¿podemos dar un paseo? Me gustaría hablar contigo.

Miro a mi padre y luego a Jonathan antes de contestar. Una parte de mí ansía estar a solas con él con tal de resolver ese distanciamiento que se ha producido y así volver a la normalidad. Sin embargo, otra parte de mí pide a gritos que me quede con mi padre con tal de animarle en un momento tan duro como éste.

Christopher asiente en señal de aprobación.

-Claro que sí.

Deposito un beso en la mejilla de mi padre y emprendo una marcha con Jonathan, dejando atrás a mi progenitor contemplando la lápida de su querida hermana. Por un instante me siento culpable por haberme marchado y haberle abandonado en un momento así.
Mi acompañante desciende por una pendiente y me tiende la mano para ayudarme a bajar sin sufrir el menor incidente. Desembocamos en un perímetro repleto de árboles de copas altas y llenas de hojas verdes, algunas de las cuales son arrancadas por la brisa gélida. Jonathan se detiene justo delante de un árbol robusto y se da lentamente media vuelta. Me detengo ante él y le miro, enarcando una ceja a modo de pregunta.

-Voy a marcharme de la ciudad.

-¿Por qué?- pregunto con un hilo de voz.

-Porque mi sitio no está aquí.

-¿De qué estás hablando?- digo elevando la voz-. No tienes que sentirte culpable por haber dado con la forma de salvarme en el último momento. Lo importante es que estoy aquí, contigo.

Niega con la cabeza.

-No es por eso. Ariana, mi lugar está junto a mi madre biológica, Anabelle. ¿Es que no te das cuenta? Desde hace relativamente poco estoy desarrollando una magia oscura que me permite hacer daño a mi placer.

-Tú no eres como ella, Jonathan. Son nuestros actos quienes nos definen como persona. Y tú eres bueno.

-¿Cómo lo sabes? Ni siquiera estás al tanto de cuantas vidas ha arrebatado antes de conocerte.

-Lo hiciste para velar por la seguridad de las personas. Tú no eres como Anabelle, no pretendas ser como ella.

-Nada me retiene en esta ciudad- dice con frialdad.

Nada. Una palabra asesina que consigue inundar mis ojos de lágrimas y planteame muchas cosas.¿Es que yo no soy un motivo suficiente para quedarse? ¿mientras él ha sido para mí todo yo he sido para él nada?

-¿Que hay de mi?- me atrevo a preguntar con voz pastosa. Jonathan me mira y me doy cuenta de que sus ojos dejan entrever frialdad.

-Tú solo has sido un entretenimiento.

Aparto la mirada y aprieto con fuerza la mandíbula con tal de evitar derrumbarme ante él.

-¿No me quieres?

-No- dice con firmeza.

-Mientes. Estás haciendo todo esto para mantenerme a salvo, pero no tienes porqué hacerlo. No hagas esto, Jonathan, no te vayas, por favor, no me dejes.

Siento un ligero mareo, así que alzo la vista y miro el cielo cubierto de nubes grises que amenazan con desatar una tormenta de un momento a otro. Mi estado de ánimo cae en picado y percibo como un foco de dolor nace en mi pecho izquierdo. Mi corazón da un fuerte vuelco que me trae nuevamente a la realidad y me anuncia que se está rompiendo.

-Jamás te he querido. Para mí siempre has sido una distracción. La única razón por la que te he mantenido a mi lado, a salvo, ha sido para no perderle la pista a la reliquia que llevas colgada del cuello. Me parezco más a mi madre de lo que crees.

Pestañeo y mis ojos se desbordan en ese instante. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas sonrojadas, dando lugar a riachuelos salados. Entreabro los labios para rebatir pero las palabras se quedan atrapadas en mi garganta, originando un nudo en ésta. Mantengo la cabeza agachada y me enjugo las lágrimas con la manga del vestido. Inspiro una gran bocanada de aire y siento un fuerte dolor en el pecho. Éste me confirma que mi corazón está hecho pedazos y que la única persona capaz de arreglarlo es la misma que lo ha roto.

-Adiós, Ariana.

Jonathan me mira una última vez y me da la espalda. Emprende una marcha por entre los árboles, alejándose de mí, dejándome atrás, olvidada en el baúl de los recuerdos. En ese instante empieza a caer gruesas gotas de agua que humedecen mi cabello y mi ropa. De un segundo a otro se desata una tormenta que viene acompañada por relámpagos. La luz blanca de uno de ellos ilumina al chico de cabellera rubia, quien tiene la cabeza alta y los puños cerrados. Camina con decisión, sin girarse una sola vez para mirar atrás. La lluvia moja mis pesañas, provocando que mi visibilidad disminuya. A pesar de ello lucho por seguirle la pista, aunque lo único que logro distinguir es el color negro de su traje de chaqueta. Caigo de bruces al suelo y permanezco inmóvil observando como se aleja de mí, convirtiéndome en un recuerdo.

No hago nada, simplemente le dejo marchar, aún sabiendo que él es todo cuanto quiero. 

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