Capítulo 26

-Quiero que sepas que siento haberme distanciado de ti. Sé que no ha sido justo que lo hiciera, tú no te lo merecías. Me he dado cuenta tarde- hago una pausa para tomar aire-. Tenía pensado hacer muchas cosas contigo tras el viaje pero todo se ha complicado y ahora siento impotencia por no poder llevarlas a cabo.

-No digas eso. Vas a salir de esta, ya verás, y vamos a ir de compras más de una vez a la semana, ir al cine con nuestra pandilla, hacer fiestas de pijama e incluso pasear por el parque. Hay muchas cosas que tienes que vivir todavía, Ariana.

-Me gustaría creer que así será pero no logro ver luz al final del túnel. No he perdido la esperanza pero tampoco creo mucho en ella. El destino es el encargado de poner las correspondientes fichas en su sitio.

-Te equivocas. El destino siempre se puede cambiar y eso es precisamente lo que están intentando hacer todas esas personas de ahí fuera. Lo que estoy intentando yo.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia la ventana y contemplo el cielo encapotado que se presenta.

-¿Han averiguado algo?

-No- dice con firmeza-. Pero le han pedido a Elián que vuelva. Al parecer, confían en que les alumbre.

-Confiar en Elián es como tener fe en que el mayor destripador de la historia vampírica no arrase con toda una ciudad, dejando cientos de víctimas.

-No sabemos si podemos confiar en él, así que tenemos que probar. Ariana, esas personas que están en la sala contigua están desesperadas por dar con una solución, harán lo que sea con tal de dar con la forma de salvarte.

-No quiero que antepongáis vuestras vidas a la mía. No sabéis si os va a tender una trampa o va a entregaros a Anabelle.

Abby se encoje de hombros y me mira.

-Hasta ahora es nuestra mejor alternativa. Tengo que acudir a una reunión que va a celebrarse ahora. Nos vemos dentro de un rato.

Asiento. La chica me da un beso en la mejilla y luego se marcha, dejándome nuevamente a solas. Acomodo mi cabeza en la almohada y cierro los ojos con tal de dormirme pero todo intento es en vano, las palabras de Abby no dejan de golpearme en la cabeza. Además, no dejo de pensar en el riesgo que pueden correr al ir en busca de una cura para mi mal. No quiero siquiera imaginar que podría sucederle algo a todas esas personas que me importan. Probablemente, si mi padre pudiese oír mis pensamientos me diría "Eso es lo que hacemos los cazadores, proteger a quienes nos importan". Por esa misma razón murió mi madre, por protegerme. Todo el mundo se empeña en respaldarme pero, ¿qué pasa si no quiero que me protejan? ¿a caso no importa lo que yo quiera? Si defenderme es sinónimo de morir por mí, no quiero que me protejan. No deseo que nadie muera con tal de mantenerme a salvo. No es justo. No lo quiero.

Abro los ojos y entonces ocurre algo inesperado. Soy consciente de como el expectro de mi madre yace acostado a mi vera, observándome con ternura a la vez que acaricia mi cabellera castaña. Permanezco inmóvil, mirándola asombrada y al mismo tiempo asustada. Pestañeo un par de veces con tal de comprobar si es real o es producto de mi imaginación y para mi sorpresa, ella sigue ahí. Sonrío ampliamente y ella me devuelve el gesto.

-¿Mamá?

-Así es- realiza una detenida examinación a mi aspecto-. Estás hecha toda una mujer, cariño. Estoy muy orgullosa de la chica fuerte e independiente en la que te has convertido.

-¿Cómo es posible que pueda verte?

-Yo nunca me he ido de tu vida, Ariana, siempre he estado ahí, velando por ti.

-Entonces, habrás sido consciente de las noches que pasé en vela, llorando por tu pérdida. Al igual que habrás vivido todas mis alegrías.

-Me entristecía verte así pero no podía hacer otra cosa que confiar en que el tiempo sanara tu corazón. Por suerte, ese chico, Jonathan, apareció de imprevisto en tu vida y se encargó de darte una razón para volver a sentirte viva. Eres afortunada por tenerle a tu lado. Le estaré eternamente agradecida por lo que ha hecho por ti.

-Sí, he tenido mucha suerte al encontrarle. Ahora, sin embargo, debo despedirme de él y acudir en tu encuentro y limitarme a velar por él día tras día.

-La vida no es justa. En tu caso ha sido extremadamente injusta. No merecías vivir todas esas cosas horribles que te han sucedido. A tu edad lo único que debería preocuparte es vivir la adolescencia como es debido; salir de fiesta con amigos, elegir universidad, apretar en el último trimestre con tal de evitar tener asignturas pendientes para septiembre, disfrutar del amor.

Tomo asiento en el borde de la cama y mi madre me imita.

-A veces desearía ser una simple adolescente.

-Te entiendo, cielo.

-Te echo mucho de menos, mamá. Daría todo lo que fuera por volver a tenerte aquí y poder recibir uno de tus consejos.

-Yo también te extraño mucho, Ariana. No hay un solo día que no me acuerde de ti. Desearía estar ahí, a tu lado, viéndote crecer. Sin embargo, no es posible. Quiero que ante todo sepas que volvería a sacrificar mi vida por la tuya. Eres lo más importante para mí.

Alyssa me abraza pero, por alguna extraña razón, no logro sentir la calidez de su cuerpo ni la presión que ejercen sus brazos sobre mi espalda ni siquiera su perfume con olor a rosas. Tan solo percibo un cosquilleo gélido. Mi madre se pone en pie y se dirige hacia la puerta entre abierta y me hace una seña con la mano para que me acerque. Camino hacia allí con sigilo con tal de no llamar la atención y me sitúo a su vera. Los ojos de Alyssa se pierden a través del hueco que deja ver parte de la sala contigua donde están reunidas las personas que más me importan.

-¿Estás segura de que la solución podría estar en uno de los grimorios de la familia Hale?- pregunta Christopher.

-No lo haría dicho mejor- responde Elián.

-Pero, ¿dónde vive esa familia?- interviene por primera vez mi tía Sarah.

-En Londres.

-¿Cómo podemos saber que no nos estás mintiendo?- dice Jonathan.

-Soy una caja de sorpresas, nunca sabes lo que te vas a encontrar.

Me desplazo hacia la derecha con tal de poder tener una mejor perspectiva de las personas que debaten al otro lado.

-No tenemos tiempo para pensar en otra cosa. Ésta es nuestra única alternativa- confiesa Gideon Sallow con expresión seria-. Es ahora o nunca.

-Christopher, tú decides- añade Adrien.

-Está bien. Iremos a Londres y haremos una visita a la famiila Hale- hace una pausa para observar uno a uno los rostros de los presentes.

-Daremos con una solución- murmura Abby, dándole una palmadita en el hombro a mi progenitor, quien le sonríe tímidamente.

Me doy media vuelta con tal de enfrentarme a mi madre pero ella ya no está ahí, en su lugar está aquel vampiro al que maté en la biblioteca del instituto. Este me sonríe malévolamente y alza un cuchillo que tiene en la mano. Retrocedo hasta quedar apoyada en la superficie de la puerta, inmóvil, observando como mi acechante se acerca a mi a paso ligero con el propósito de arrebatarme la vida. Lanza el cuchillo hacia mi cabeza pero lo esquivo agachándome. Abro la puerta con cuidado de no alertar a los miembros que hay en la sala contigua y la cierro detrás de mí. A continuación salgo corriendo en dirección a la salida del cuartel de cazadores y antes de salir por ella miro hacia atrás descubriendo una luz que ilumina parte del pasillo. Salgo al exterior y emprendo una carrera en dirección hacia el bosque, comprobando de vez en cuando si ese vampiro me sigue. Al ser así decido aumentar el ritmo. Siento como la brisa gélida se enreda en mi cabello y lo ondea al viento, alborotándolo. Además, azota violentamente mis mejillas, haciendo que estas adopten un tono pálido. Mis ojos también reciben el impacto de la brisa y se ven en la obligación de entrecerrarse con tal de evitar el escozor que se apodera de ellos. En alguna ocasión froto la manga de mi jersey morado sobre mis párpados, pues hace relativamente poco que ha empezado a llover y las gotas de agua se depositan sobre mis pestañas,dificultando mi visión. Pronto siento como la lluvia se encarga de humeder mi cabello y mi ropa, transmitiéndome una sensación gélida que contribuye en gran medida a que me estremezca constantemente. Me detengo justo a un árbol y me aferro a este con fuerza con tal de evitar caerme. El esfuerzo que he ejercido me está pasando factura. El pecho me arde y siento una punzada en el costado que resulta incómoda. Inspiro por la nariz una gran bocanada de aire y la suelto por la boca. Repito esta acción varias veces con tal de lograr que mi respiración vuelva a la normalidad y mi corazón se ralentice. Algunos mechones libres caen sobre mi rostro y se adhieren a éste debido al rastro húmedo de la lluvia, así que me veo en la obligación de valerme de mi mano para echarlos hacia atrás.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia la derecha y descubro al vampiro al que asesiné a mi lado, mirándome con una expresió diabólica. Doy un respingo y emprendo una nueva carrera. La lluvia provoca que haya rastro de fango, así que en alguna que otra ocasión pierdo el equilibrio, pero logro reponerme antes de caerme al suelo, y continúo corriendo. Las ramas de los árboles cada vez están más próximas a mi rostro, de forma que tengo que hacer rápidos movimientos para esquivarlas. Sin embargo, alguna que otra me hace un corte sangrante en la mejilla, el cual escuece por cada vez que una gota de agua cae sobre él.

Me incorporo a una calle repleta de negocios que están a punto de cerrar sus puertas. Hay personas que caminan por la acera, las cuales se detienen para seguirme con la mirada, gesto que me incomoda bastante. Una vez me parece ver como un hombre oculta en el bolsillo interior de su chaqueta una pistola e introduce la mano con tal de hacerse con ella.

-¡Cuidado!- empujo a la mujer, quien cae al suelo.

-¿Se puede saber qué te ocurre?- se queja. Se pone en pie y se sacude el vestido rosado que lleva puesto.

-¡Iba a dispararle!

Señalo al hombre que con anterioridad introdujo la mano en el bolsillo interior de su chaqueta para extraer una pistola y la mujer mira en dicha dirección. Entonces, descubro que el señor al que tomé por un asesino está sacando su cartera de piel. Retrocedo un par de pasos y niego con la cabeza. ¿Cómo lo ha hecho? Hace apenas unos segundos tenía un revólver entre las manos y ahora ya no está...

-Lo siento- musito.

En ese instante siento una fuerte punzada en la cabeza que viene acompañada por una pérdida de la orientación y de la visión. Camino a trompicones hacia una calzada asfaltada y cruzo por ella sin ser consciente de los vehículos que se desplazan por ella. Un taxista aprieta el claxon varias veces con tal de alertarme pero yo, al hacer incapaz de distinguir cuanto me rodea, no reacciono. Siento como las fuerzas me abandonan y caigo de bruces al suelo. El taxista se ve obligado a frenar bruscamente con tal de no atropellarme, lo que provoca que el auto quede separado de mí por unos centímetros. El hombre se baja y acude en mi búsqueda. Zarandea mis hombros con tal de llamar mi atención y yo, en un principio, no reacciono, pero poco a poco vuelvo ser consciente de todo cuanto me rodea y descubro que el señor que tengo delante tiene el aspecto del vampiro que me perseguía. Le propicio un puñetazo en el estómago y salgo corriendo nuevamente, esquivando al resto de coches que se ven en la obligación de frenar. Alcanzo la acera y me desplazo por ella con rapidez. En una ocasión me choco contra una mujer que lleva consigo unos perritos calientes, ocasionando que éstos caigan al vacío. La señora me mira furiosa y yo me limito a abrir la boca con tal de darle una explicación pero al no dar con lo que quiero decir, decido cerrarla y huir de allí. Continúo vagando por las calles sin rumbo, dejando una decena de incidentes a mis espaldas. Por suerte, he perdido al vampiro de vista, así que puedo dejar de correr, aunque conviene no bajar la guardia, podría volver en cualquier momento.

Ante mí se alza un gran edificio blanco excesivamente iluminado, cuya entrada es amplia y conduce hacia una sala de paredes grisáceas. Me adentro en el interior del edificio y camino todo recto hasta dar con un ascensor de puertas doradas. Pulso el botón para llamarlo y permanezco a la espera. Mientras llega decido contemplar mi aspecto en un espejo que hay en la pared. Tengo el pelo enmarañado, el rostro pálido y demacrado, con un corte sangrante en la mejilla, con la ropa húmeda y algo salpicada por el fango que levantaba al correr por el bosque. En una de las rodillas de mis vaqueros hay una pequeña abertura que me he hecho al caerme en la carretera. Alzo una de mis manos y descubro que tengo los nudillos algo irritados por el golpe que le di a ese vampiro. A mis espaldas aparece una mujer de cabello moreno y sonrisa espléndida que me indica que le siga. Giro sobre mis talones y me pongo rumbo hacia el ascensor, me adentro en él y observo fascinada la cantidad de plantas que hay. Elijo como destino la última de ellas y me apoyo en la pared.

-Quiero mostrarte algo- dice entusiasmada mi madre.

-¿De qué se trata?

-No puedo decírtelo. Es una sorpresa. Pero puedo asegurarte de que sabrás dentro de poco a qué me refiero.

Asiento.

-Mamá, estoy cansada de sufrir.

-Hay una forma de hacer que todo ese dolor desaparezca, pero no sé si es exactamente lo que quieres.

-Lo necesito.

Alyssa abandona su posición y me acoge entre sus brazos. Luego, sostiene mi rostro entre sus manos, se toma la libertad de mirarme directamente a los ojos durante unos segundos y termina por depositar un beso en mi frente. En ese instante las puertas del ascensor se abren y descubren una azotea de muros blancos y suelo anaranjado. Por un momento tengo la impresión de que el cielo aguarda en su interior este lugar.
Salgo del elevador y sigo a mi madre hasta uno de los muros, donde nos detenemos a contemplar las increíbles vistas de la ciudad por la noche. Las luces de los edificios denotan vivacidad y agradan a aquel que las mira. Miro hacia abajo y descubro que hay una considerable distancia desde mi posición hasta el suelo, lo cual me asusta bastante. Apenas soy capaz de distinguir a las personas que pasean libremente por la acera. Cambio el rumbo de mi mirada hacia el horizonte y hallo una luna espléndida acompañada de un puñado de estrellas, entre las que destaca una roja.

-A veces pienso que esa estrella de allí eres tú, que me arropa cada noche y me da una razón para seguir día a dia.

-Siempre he estado ahí, aunque tú no pudieras verme.

-¿Sabes? No creo que sea capaz de superar tu pérdida por mucho tiempo que transcurra. Me es imposible hacerlo. Me importas demasiado.

-Tienes miedo de olvidarme pero eso no va a suceder. Siempre tendré un hueco en tu corazón- deposita su mano en mi pecho izquierdo-. No voy a engañarte, cielo. Probablemente nunca llegues a superar mi muerte. Con el paso de los años acabarás asimilándolo y el dolor irá remitiendo poco a poco. Tan solo quedaré en un recuerdo.

-Yo no quiero que seas un recuerdo, quiero que seas real- confieso sollozando. Alyssa me acaricia la cabellera.

-Hay una forma de hacer desaparecer el dolor y volver a verme.

Enjugo mis lágrimas con la manga del jersey.

-¿Cuál?

Mi madre mira el vacío que se abre paso al otro lado del muro y luego vuelve a centrar su atención en mí.

-Has sufrido mucho, cariño. Es hora de que todo ese dolor se apague. Reúnete conmigo y no tendrás que sufrir nunca más. Tan solo tienes que saltar y estaremos juntas de nuevo, como quieres.

-Es justo lo que quiero, pero no puedo hacerlo sola.

Alyssa me tiende la mano y yo se la cojo. Poco a poco me voy subiendo sobre el muro, con cuidado de no resbalar, hasta quedar de pie. Bajo la mirada a mis pies y descubro que están a un centímetro de precipitarse al vacío. Siento una sensación de vértigo y un cosquilleo recorrer mi estómago al observar la gran caída. Mi madre ma aprieta con fuerza la mano, aunque no puedo sentir más allá de una corriente eléctrica.

-Esta es la única forma de volver a verte.

Miro a mi madre y me pierdo en su sonrisa. Alyssa asiente con tal de animarme y yo me muerdo con fuerza el labio inferior y le devuelvo el gesto. Cierro los ojos y dejo que la brisa fresca me envuelva por última vez. Aprecio el aroma a tierra húmeda que tanto me recuerda a mi madre y la sensación gélida que me transmite. Inspiro una gran bocanada de aire, me giro, extiendo los brazos horizontalmente y, sin pensarlo siquiera, me arrojo al vacío. Un fuerte cosquilleo se apodera de mi cuerpo acompañado de un gran temor por lo desconocido. Observo el hermoso cielo estrellado que dejo atrás junto a la azotea. Miro este último lugar y descubro que mi madre ya no yace allí, lo cual me inquieta tanto que empiezo a patalear y a intentar aferrarme al aire con tal de evitar mi fatal caída pero no sirve de nada, continúo cayendo en picado. Cierro con fuerza los ojos y me preparo para el impacto. Cuando la cuenta atrás está a punto de finalizar, unos fuertes brazos me cogen.
Inspiro y espiro con una gran frecuencia, pues mi corazón está tan acelerado que me pide a gritos más aire para seguir bombeando con tanta fiereza. "Mi corazón late con fuerza", pienso. Entonces comprendo que este no se ha detenido, lo cual significa que aún continúo con vida. Abro los ojos con temor a encontrarme con la razón de mi salvación. Me topo con unos ojos verdes claro respaldados por unas cejas que caen sobre ellos. Mantiene el ceño fruncido, aparentando que está bastante en desacuerdo con mi postura. Aunque, sus pupilas dejan entrever un brillo inusual, como si en el fondo se alegrara de que no hubiese acabado en una tragedia. Sus labios carmesís yacen sellados y apretados. Busco sus ojos y él los míos. Nuestras miradas se entrelazan y permanecemos inmóviles, observándonos detenidamente.

-¿Se puede saber en qué demonios estabas pensando?- me pregunta enfadado.

Abro la boca para rebatir pero, al no dar con las palabras adecuadas, vuelvo a cerrarla. Echo un vistazo a mi alrededor y descubro que me encuentro en medio de la calle, en brazos de un vampiro, siendo observada por alguna persona que pasea por las proximidades. Busco algo que me confirme que mi madre está allí o que ha vuelto el vampiro al que asesiné. Sin embargo, nada de aquello es real, todo ha sido producto de mi imaginación.

Trago saliva y aprieto con fuerza la mandíbula.

-¿Qué me está pasando, Elián?

El vampiro deja entrever una expresión de consternación al oír mi tono de voz apagado y cargado de tristeza.

-Estás teniendo alucinaciones- asiento un par de veces, con el ceño fruncido y la madíbula apretada-. Será mejor que volvamos al cuartel de cazadores.

En el momento en el que vuelvo a tener los pies en tierra firme siento como todos los sonidos que me rodean aumentaran su intensidad, provocando un constante y molesto pitido en mis oídos, el cual logra que pierda un poco el equilibrio. Giro sobre mí misma con tal de dar con la proveniencia del sonido de una campanita, cuyo tintineo provoca un dolor punzante en mi cabeza, insorportable. Me llevo ambas manos a la cabeza y tiro de mi cabello con fuerza a la par que suelto un gritito. Todo a mi alrededor pierde nitidez, convirtiéndolo únicamente en un conjunto de colores. Un ligero mareo se apodera de mí unido a una sensación de debilidad. Dejo de girar en el instante en el que me enfrento a Elián.

-Voy a desmayarme.

-Está bien.

La debilidad vence y mi cuerpo cae en picado. Por suerte, unos fuertes brazos se aferran a mi torso antes de impactar contra el suelo y me cogen en peso. Mi cabeza permanece suspendida en el vacío al igual que mis piernas. La brisa se encarga de ondear mi cabello a su merced y de erizar los pelos de mi epidermis.

Tal vez la locura se esté apoderando de mí, pero supongo que no me importa.

Abro los ojos pero no consigo ver nada que vaya más allá de una combinación de tonos. Pestañeo un par de veces y entonces mi visión se vuelve más nítida, de manera que descubro que me encuentro nuevamente en la habitación de Jonathan, acostada en la cama, con el cuerpo cubierto por una fina y suave sábana blanca. La puerta del dormitoro está encajada, de forma que podría estar perfectamente al tanto de la conversación que podría estar teniendo lugar en la sala contigua. Sin embargo, no logro percibir ningún murmullo, lo cual me hace pensar que tal vez todos se hayan ido. Me remuevo en la cama con tal de dar con algún área cálida, ya que a pesar de estar tapada, siento que el frío está calando mis huesos. Alzo una de mis manos y me coloco un mechón de pelo tras la oreja y, al hacerlo, siento un rastro abundante de sudor en mi frente. Me doy la vuelta con tal de orientarme hacia el lado izquierdo y entonces descubro a Elián sentado en una silla, leyendo un libro llamado "Cumbres Borrascosas". Al percatarse de mi cambio de postura alza la vista y me mira con esos ojos verdes que me hacen olvidarme de todo pensamiento que se presenta en mi cabeza. Permanezco inmóvil, sosteniéndole la mirada durante lo que se me antoja una eternidad. Finalmente él deja el libro sobre una mesita, se pone en pie y acude a mí.

-Menos mal que te despiertas, Bella Durmiente- intento sonreír pero me encuentro tan débil que no tengo fuerzas para hacerlo-. ¿Qué tal estás?

-Confundida.

-Yo también lo estaría si me hubiese pasado toda la noche viendo fantasmas donde no los hay.

-¿Dónde están todos?

-Ejerciendo de héroes una vez más.

Por un momento imagino a todas las personas que me importan enzarzándose en una batalla contra los brujos, teniendo todas las de perder. Sacudo la cabeza con tal de hacer desaparecer ese pensamiento negativo.

-¿Por qué no les has acompañado?

-Porque a Christopher se le ocurrió la fantástica idea de dejarte a mi cargo, así que puede decirse que soy tu niñero por unas horas.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Sospecho que me la vas a hacer de todos modos- me fulmina con sus ojos verdes claro, logrando hacerme sentir intimidada, así que decido apartar la mirada y fingir colocarme un mechón de pelo tras la oreja.

-¿Cómo lo supiste?- mi pregunta le desconcierta, pues soy consciente de como frunce el ceño, dejando a la vista unas leves arrugas en su entrecejo. Decido aportar un poco más de información con tal de aclarar sus dudas-. Parecías estar muy seguro a la hora de afirmar que la solución a mi problema está en un grimorio que pertenece a la familia Hale.

Enarca las cejas y unas arrugas se forman en su frente, además, una sonrisa pícara se apodera de sus labios.

-Cuando Gideon Sallow me pidió que me marchara supe que no íbais a lograr descubrir nada sin mi ayuda. No es por echarme flores pero soy más perspicaz a la hora de dar con pistas importantes. Además, llevo viviedo ciento cuarenta y nueve años, lo que me convierte en alguien mucho más competente a la hora de afrontar esta situación. Así que decidí actuar por mi cuenta. Créeme, con el paso del tiempo comprenderás que es preferible hacer las cosas por uno mismo, es mejor no confiar en nadie.

-Al querer hacer las cosas por tu cuenta te arriesgas a estar solo y apuesto a que una eternidad es mucho tiempo para estar sin compañía.

-Ariana, vuelve al mundo real, soy un vampiro, un asesino. Para mí no hay finales felices como en los cuentos de hadas.

Mantengo la cabeza agachada tras oírle decir eso.

-Eso es muy triste- confieso.

-Es la cruel y justa realidad.

Me incorporo, apoyando la espalda en el cabecero de madera que tengo justo detrás y tiro hacia arriba rápidamente de la sábana hasta lograr cubrir mi cuello. La inesperada acción que llevo a cabo unida a la falta de alimento provoca que el estómago se me revuelva y aparezca una sensación nauseabunda. Cambio el rumbo de mi mirada hacia la mesita de noche y descubro sobre ella un cubo de color verde, preparado para un posible incidente.

-Aún no me has dicho cómo lo supiste.

Elián suelta un suspiro.

-Desde hace tiempo sé que la familia Hale se dedica a coleccionar grimorios de brujos antiguos, con el propósito de conocer todos los hechizos para así estar preparados ante una posible amenaza. Así que averigüe el lugar actual de residencia de los Hale y fui a hacerles una visita. Claro que me negaron el paso, así que no tuve otro remedio que darme por vencido por el momento. El resto de la historia ya la conoces.

Siento como las bilis de mi estómago ascienden quemándome el esófago. Me inclino ligeramente hacia delante con tal de vomitar fuera del colchón pero, entonces, Elián, quien ve venir mis intenciones, se hace con el cubo y lo sostiene a la altura de mi pecho. Me recojo el pelo hacia un lado y hago ademán de vomitar pero no consigo echar nada. El vampiro me da sendas caricias en la espalda con tal de consolarme. Vuelvo a acostarme sobre la cama y a cubrir mi cuerpo con la sábana blanca, aunque continúo tiritando de frío.

-Deberías comer algo.

-No tengo hambre.

Me llevo la mano al pecho al sentir un fuerte pichazo proveniente de mi corazón, el cual anuncia que está a punto de darse por vencido. Acampañada de esta sensación viene una quemazón en mis pulmones, ya que vuelvo a sentir cierta sensación de asfixia, aunque ésta es soportable. Cierro los ojos con fuerza y me dejo llevar por las horas. A medida que éstas transcurren mi aspecto va empeorando, ya que me siento más débil que nunca, he palidecido un poco más, los labios los tengo secos y con alguna herida debido a la constante mordida de mi labio inferior cuando noto un fuerte dolor apoderarse de mí. Bajo mis ojos han aparecido unas ojeras que me conceden el aspecto de un oso panda, por así decirlo. No me he mirado al espejo pero gracias a que me veo reflejada en las pupilas del vampiro cuando se acerca a mí descubro que mis ojos han perdido el brillo que los caracteriza. A todo esto se le suma la fiebre alta que padezco que ocasiona que mi cuerpo esté bañado en sudor y a la vez se vea sometido a una sucesión de tiriteos.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia un reloj que hay en la pared y descubro que acaba de marcar las cuatro de la mañana. El vampiro, quien se había marchado hacía unos minutos, regresa con un cuenco lleno de agua y un pañuelo blanco. Toma asiento en el borde de la cama, junto a mí y tras humedecer el trozo de tela, lo pasea por mi frente con tal de eliminar el sudor. Me gustaría darle las gracias pero estoy tan débil que dudo que las palabras crucen mi garganta, así que me limito a mantener los ojos cerrados y a confiar en que mi malestar vaya remitiendo. En alguna ocasión mi visión deja de ser borrosa por unos instantes y puedo contemplar el rostro del vampiro, quien muestra una expresión lastimera y compasiva ante mi deteriorado estado físico.

El vampiro se pone en pie y hace ademán de marcharse. Pronto, me invade un miedo descomunal a permanecer sola. Si estos son mis últimos instantes de vida, quiero estar acompañada. Le temo a la idea de  marcharme de este mundo y no volver jamás, me gusta demasiado y ese es el problema, no quiero abandonarlo. Mi alma se aferra a a la vida con fuerza, sin embargo, mi cuerpo se debilita por momentos y me pide a gritos acabar de una vez por todas con este dolor.

-No te vayas...- logro decir con un hilo de voz. El vampiro se da media vuelta lentamente y permanece inmóvil, mirándome ceñudo desde la lejanía.

Elián acude a mí y se toma la libertad de acostarse a mi lado y acoger mi cabeza en su pecho. Deposita su mano sobre mi cabello castaño y le propicia sendas caricias en un intento de tranquilizarme. Alzo una de mis manos y la confío en el lugar exacto en el que descanza su corazón. Siento sus latidos lentos y acompasados que me acompañan en cada bocanada de aire que tomo. Al notar el motor de su cuerpo no puedo evitar cuestionarme si es cierto que ha anulado completamente su humanidad. Me parece algo casi imposible. No puede ser. Debe haber algo, un destello por mínimo que sea que le recuerde que una vez fue humano y tuvo sentimientos.

-Tengo miedo- confieso.

El vampiro apoya su mentón en mi coronilla.

-En cierto modo, es bueno tenerlo. Te recuerda que tu corazón aún continúa latiendo, luchando por aferrarse a la vida.

-¿Crees que dolerá sucumbir?

-No lo creo. Morir es fácil y dulce. La vida, en cambio, está llena de altibajos que te harán experimentar el dolor en más de una ocasión.

Asiento y me aferro con fuerza a su camiseta negra.

-Siento que no me quedan fuerzas...

Noto como los latidos de mi corazón se ralentizan poco a poco y mi respiración es cada vez menos frecuente. Los ojos se me cierran a pesar de mis múltiples intentos por mantenerlos abiertos. Mis labios, entreabiertos, dejan escapar un suspiro. Noto como una oscuridad que me proporciona un sentimiento de paz me envuelve por completo y me invita a aferrarme a ella con todas mis fuerzas. A mis espaldas aparece un recuerdo que me incita a visitarlo, así que doy media vuelta y me dirijo hacia esta con el fin de vivirlo por última vez.

Estoy en mi anterior casa que, para mi sorpresa, no está destruída. En concreto me hallo en el jardín, observando a una mujer de cabello moreno que está arrodillada frente a un arriete en el que hay plantadas rosas rojas, en cuyos tallos atisbo unas afiladas espinas que amenazan con herir las yemas de mis dedos si me atrevo a palparlas. Junto a la mujer hay un hombre con una cámara de video, grabando el momento. Hasta entonces no me percato de la presencia de una tercera persona, sólo lo hago cuando el matrimonio se pone en pie, descubriendo tras ellos a una niña de unos cuatro años que aproxima su rostro a una de las rosas para apreciar su aroma. Camino hacia el frente con tal de tener una mejor panorámica de la escena y me sitúo entre Alyssa y Christopher, a quienes contemplo detenidamente con tal de grabar sus rostros en mi memoria.

-¡Mirad!- exclama la pequeña de la casa. Sus padres alzan la vista y la miran, apreciando así a una niña castaña con un lazo azul en el pelo que adopta el mismo tono que las flores que lleva su vestido blanco. La pequeña está rodeada de una decena de mariposas de colores que juguetean con su cabello, el cual ondea al viento.

Sonrío al verla tan feliz.

Tanto Alyssa como Christopher acuden a ella con tal de comérsela a besos y yo decido darme media vuelta y volver hacia la oscuridad. En ello estoy cuando noto la mirada de alguien fija en mí, asi que opto por alzar la vista y mirar en dirección a la entrada del bosque, donde encuentro a un chico de piel cetrina, nariz pronunciada, labios carnosos y carmesís y enormes ojos verdes claro que hacen juego con su cabellera azabache. Lleva puesta una camiseta blanca, con una chaqueta de cuero negra y unos vaqueros del mismo tono. El vampiro me dedica una media sonrisa y procede a salvar la distancia que nos separa.

-Nunca te he dado las gracias.

Frunzo el ceño, desconcertada.

-¿Por qué?

-Por haberme salvado la vida aquel día.

-Todos merecemos ser salvados de nosotros mismos alguna vez.

-Yo no merecía ser salvado, Ariana. Te secuestré y te hice daño, todo por beneficio propio. Soy un egoísta de narices, es así.

Hago un gesto con la mano, restándole importancia.

-Todos cometemos errores, Elián. Debemos aprender de ellos.

-Yo no funciono así, nunca lo haré. Mi especialidad es tropezar con la misma piedra una y otra vez, sin plantearme siquiera apartarla del camino.

-Si te hace feliz ser quien eres, no deberías dejar que nadie te cambie. Si disfrutas tropezando con la misma roca y ello te gusta, no abandones ese hábito.

El vampiro me dedica una sonrisa.

-Apuesto a que podría llegar al riachuelo antes que tú.

-¿Eres consciente de que estás retando a un vampiro?

-Sí.

-Me impresiona tu optimismo. Está bien, me apunto. Pero, no está permitido venir luego lamentando tu derrota.

Sonrío ampliamente y echo a correr antes de que él lo haga. A medida que avanzo voy aumentando considerablemente el ritmo, lo que provoca que la brisa gélida impacte contra mis mejillas con mayor violencia, tornándolas de un tono pálido. Entreabro los labios con tal de permitirle al aire que entra en mis pulmones escapar por ella tras producirse el intercambio de gases. Ladeo la cabeza hacia un lado y miro de soslayo hacia atrás con tal de comprobar la posición de Elián. Descubro que me sigue muy de cerca, con una sonrisa de autosuficiencia en los labios. Vuelvo a centrar mi atención en el frente y soy consciente de como ante mí se presenta una sucesión de ramas que se encuentran a la altura de mi cabeza, así que tengo que agacharme en más de una ocasión con tal de esquivarlas. Al fin logro alcanzar el riachuelo, por unos segundos de diferencia con respecto a mi rival, quien apuesto que me ha dejado ganar, pues apenas se ha esforzado.

-Ven, admiremos el espléndido día que hace.

Me recuesto sobre el césped, junto al vampiro, quien no huye cuando los rayos de sol comienzan a penetrar a través de las copas e incidir directamente sobre su rostro.

-Quedan escasos segundos para que el sol alcance su punto más alto. Cuenta conmigo.

-1...

-2...

Nos turnamos para decir un número hasta que contamos hasta diez. Entonces, aparece el sol entre el hueco circular que forman los árboles y nos ilumina con sus rayos luminosos y cálidos, cegándonos momentáneamente. Cambio el rumbo de mi mirada hacia la derecha y descubro a Elián sonriéndome con ojos brillantes. Le devuelvo el gesto y en el instante en el que contemplo nuevamente nuestra estrella, todo el paisaje se detiene en el tiempo. Sonrío levemente y mi sonrisa permanece grabada en mis labios inmóviles. Mis ojos miran sin ver las copas de los árboles bañadas por la imponente luz amarilla. Percibo el último débil latido de mi corazón. La oscuridad me envuelve sin ningún pudor.

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