Capítulo 22
Los rayos de sol se cuelan a través de los cristales de la ventana e inciden directamente en el cabello alborotado de la chica que descansa sobre la cama. A medida que nuestra estrella va ganando altitud, la luz que desprende cubre progresivamente una parte del rostro de ella. Mantiene sus facciones inexpresivas y sus ojos ocultos tras sus párpados.
Por primera vez el miedo no acude a mí, pues estoy totalmente segura de que está sumida en un maravilloso sueño. Me aferro con fuerza a su mano y termino por depositar un beso sobre sus nudillos. A continuación dejo la mano junto a su cuerpo y me incorporo.
Me acerco a la ventana y miro a través de ella. Un copo de nieve acaba de depositarse en el alféizar y me regala su esplendor. La naturaleza lucha por abrirse paso bajo la capa grisácea que la cubre.
Lo cierto es que el paisaje parece estar sumido en una profunda tristeza, pues todo cuanto hay parece carecer de vida, es como si se hubiese apagado, y no hay indicios de animales que aprovechen la carencia de peligro para buscar su alimento. A pesar del clima que se presenta no puedo evitar sentirme feliz por haber recuperado a Abby. Quizá sea imprudente comportarse así después de todo lo que ha sucedido pero no puedo evitarlo. Volver a tener a mi mejor amiga es motivo suficiente para ser dichosa. Como diría Gideon, he hallado la luz en la oscuridad.
Saco el teléfono móvil del bolsillo trasero de mis pantalones y compruebo si hay alguna notificación nueva. Nada. No hay una sola llamada, ni un mísero mensaje. Es como si la tierra hubiese decidido tragarse a Sam. Es una lástima, me hubiese gustado saber algo de él. Vuelvo a guardar el smartphone en su lugar de origen. Vuelvo a centrar mi atención en el paisaje que se abre paso a través de la ventana y me percato de que hay algo en él que ha cambiado. Un coche acaba de aparcar junto al cuartel y mi padre ha salido para recibir a la inesperada visita. Pego mi nariz al cristal con tal de poner ver mejor, pero el ángulo desde el que miro no es muy bueno, así que no puedo ver más allá de un vehiculo negro. Ante este hecho decido abandonar la habitación en la que se encuentra Abby e ir a averiguar quién es la persona que espera mi padre. Cruzo la estancia más amplia del cuartel y me incorporo a un pasillo adornado con retratos de las familias cazadoras. Me sitúo justo detrás de la puerta, acaricio con mis dedos el pomo y me tomo la libertad de esperar unos segundos antes de abrir y sumergirme en el exterior.
De detrás de mi padre aparece una mujer de cabello castaño y ondulado, de ojos verdes y expresión bondadosa. Lleva puesta una camisa rosa y un pantalón vaquero de un tono azulado. En una de sus manos porta un equipaje celeste que hace juego con los ojos de mi padre. La mujer, al verme esboza una amplia sonrisa y se pone rumbo hacia mí con el propósito de abrazarme.
-Mira cómo has crecido- dice en cuanto me abraza-. La última vez que te vi tenías unos ocho años.
-Me alegro mucho de verte, tía Sarah.
-Y yo de verte a ti, Ariana.
-No me habías dicho que ibas a venir- añade Christopher.
Sarah sonríe.
-Quería que fuera una sorpresa- confiesa-. He pensado que podría quedarme a vivir una temporada en vuestra casa, si os parece bien.
-Claro que sí- respondo antes de que mi padre pueda hacerlo. Lo cierto es que me hace mucha ilusión tener en casa a mi tía Sarah.
-Podrás quedarte el tiempo que necesites- dice Christopher.
-Bueno, alguien tendrá que ponerme al día de los últimos acontecimientos- me mira-. ¿Qué te parece si damos una vuelta y me lo cuentas todo?
Asiento.
-Estaré en el cuartel por si me necesitáis.
Sarah y yo nos despedimos de Christopher con un gesto con la mano y emprendemos una marcha por el bosque. En un principio ninguna de las dos intercambiamos palabras, pues hace bastante tiempo que no nos vemos y no sabemos muy bien por donde empezar, así que nos dedicamos a contemplar la belleza de la nieve, la cual cubre las copas de los árboles, las superficies de las rocas y el terreno cubierto de hojas y pequeñas flores.
-Siento mucho la muerte de Alyssa, era una gran persona.
Frunzo el ceño y finjo mostrar interés por mis vans negras.
-Poco a poco voy asimilando que no voy a volver a verla.
-¿Sabes? Estoy convencida de que existe un lugar allá arriba reservado para las personas más maravillosas que existen y estoy segura de que Alyssa está ahí. Algún día volveremos a reunirnos con ella.
Le dedico una sonrisa.
-Debes saber que no ha sido un buen momento para volver. Hay un par de vampiros destripadores en libertad y apuesto a que no tardarán en arrasar con la ciudad.
-Sí, algo he oído.
-Conviene que sepas que uno de los vampiros encerró su alma y con ello su poder en mi cuerpo y existe una forma de deshacerme de ella pero estoy totalmente en contra de llevarla a cabo.
-¿En qué consiste concretamente?
-En arrebatar veinte vidas.
Sarah enarca ambas cejas y parece pensativa.
-¿Qué ocurre si te niegas?
-Moriré.
Se forma un silencio incómodo. Sarah salva la distancia que nos separa y pasa su brazo por encima de mis hombros y me atrae hacia ella.
-Daremos con una solución.
-Y, ¿qué pasa si no existe?
-Si no existe, la inventaremos. No permitiremos que el alma maldita de un vampiro gane esta lucha.
Asiento un par de veces y coloco un mechón de pelo detrás de mi oreja.
-Por cierto, ¿qué tal en el terreno amoroso? Me ha dicho un pajarito que hay un chico rubio de enormes ojos azules que te ronda.
-Suponpo que es una forma de decirlo- admito esbozando una sonrisa-. Su nombre es Jonathan Waymoore y es algo así como mi salvador.
-Le he visto y parece un buen chico.
-Lo es. Es la persona más maravillosa que he conocido jamás y...- en ese instante la puerta principal se abre y por ella sale Jonathan, quien alza la vista, me mira y me dedica una sonrisa- estoy completamente enamorada de él.
-El amor es un regalo muy preciado y debe ser tratado con cuidado. A veces me sorprende ver como aún en los momentos difíciles es posible enamorarse. Me demuestra que siempre hay una razón para luchar y que mientras haya amor, todo vale la pena.
Jonathan baja los peldaños de la escalera y se dirije hacia nosotras.
-El amor es el remedio para todos nuestros males- confieso.
El chico de cabellera rubia saluda a Sarah y luego toma mi mano y deposita un beso sobre mis nudillos.
-Iré a hablar con tu padre.
Sarah se marcha, dejándonos a solas. Jonathan entrelaza su mano con la mía y me conduce hacia el corazón del bosque.
-¿Adónde vamos?
-A dar un paseo. Quiero enseñarte algo.
-¿Qué es?
-Es una sorpresa.
Sonrío ante su respuesta.
-Está bien- digo al fin.
-Tendremos que caminar un poco pero merecerá la pena.
-No importa. Lo único que quiero es estar contigo.
Jonathan se detiene, toma mi rostro entre sus manos y me besa.
-¿Sabes? Conozco una forma de hacer más diverido el camino.
-¿Cuál?- le pregunto, intrigada.
Lo único que sé con certeza es que al segundo siguiente tengo la cara helada como consecuencia del impacto de una bola de nieve contra ella. Me arrodillo y me hago con un pequeño montoncito de nieve y la agrupo, dándole forma de esfera. Jonathan, acaba de alejarse de mí y corre con tal de encontrar un refugio. Lanzo la bola y le doy en la espalda.
-Buena puntería- dice.
-Gracias.
Jonathan se arrodilla para hacerse con un poco de nieve pero olvida que no está cubriéndose, así que aprovecho para lanzarle una bola de nieve, la cual impacta contra su cabellera rubia. Salgo corriendo, esquivándole. Jonathan se pone en mí y me persigue de cerca. Realizo alguna que otra maniobra con tal de darle esquinazo pero para mi sorpresa, no surte efecto en él. Paso por al lado de un árbol y continúo corriendo. En ese instante, un chico se aferra a mi torso, aproximándose a su persona y se deja caer al suelo conmigo. La nieve no tarda en humeder nuestras prendas y proporcionarnos una sensación gélida.
Permanecemos inmóviles, mirándonos encadilados, sin ser conscientes siquiera de que los copos de nieve se están depositando en nuestros cabellos. Al fin me armo de valor y aparto la mirada con tal de apreciar el cielo nuboso. Cientos de puntitos blancos caen y van a parar a mi alrededor. En una ocasión uno de ellos se deposita en la palma de mi mano izquierda, adormeciendo temporalmente dicha área. Observo con detenimiento la belleza que desprende y como poco a poco va desapareciendo, dejando tras sí un rastro de agua gélida.
Cambio el rumbo de mi mirar hacia el chico de mi derecha, cuyos ojos se pierden en las nubes que cubren el cielo. En ese instante me percato de que lo que más deseo en este mundo es vivir todas las experiencias que puede proporcionarme la vida con él. En definitiva, ir descubriendo de su mano poco a poco el mundo que me rodea. Tengo ganas de vivir.
-Voy a luchar- confieso en un susurro.
Jonathan me mira y esboza una sonrisa.
-Puede que las cosas no terminen bien pero aún asi voy a luchar y voy a aferrarme con todas mis fuerzas a la razón de mi lucha. Tú.
Alza una de sus manos y acaricia mi mejilla con ternura.
-No te haces una idea de cuánto me alegra oírte decir eso- salva la distancia que nos separa y deposita un beso casto en mis labios-. Vamos, la aventura acaba de empezar.
Jonathan se pone en pie y me tiende la mano con tal de ayudarme a incoporarme. Se la acepto y me pongo en pie con el mínimo esfuerzo. Mi acompañante me guía hacia los pies de una montaña, en la que hay colocados unos equipos de escalada.
-¿Vamos a escalar esta montaña?- pregunto sorprendida.
-Así es. La sorpresa se encuentra justo en la cima.
Jonathan me pone el arnés y lo engancha mediante una cuerda con el suyo, de manera que si cae uno, caemos los dos. Luego, se asegura de que los materiales necesarios para llevar a cabo la escalada estén en buenas condiciones y me indica cómo debo ascender.
-Vé tu primero.
Asiento y comienzo a clavar unos cuchillas en la pared de la montaña. Primero apoyo un pie en la superficie y luego otro. Poco a poco voy subiendo y aumentando la distancia que me separa del suelo. No soy capaz de mirar atrás, pues sé que si lo hago probablemente sienta vértigo y la visión se me nuble. A mi lado aparece Jonathan, quien me dedica una sonrisa y me da ánimos. A juzgar por su forma de escalar apuesto a que no debe ser la primera vez que lo hace. Sin embargo, sí es la primera vez en mi ocasión y lo cierto es que estoy algo nerviosa y temo que los nervios que siento me jueguen una mala pasada. Me detengo, inspiro y espiro un par de veces con tal de normalizar mi respiración y mantener bajo control los nervios. Una vez me siento más tranquila continúo escalando la montaña.
-Ya casi estamos- anuncia Jonathan cuarenta y cinco minutos después.
Las piernas están a punto de abandonarme cuando Jonathan me tiende la mano y me ayuda a ascender. Por primera vez en mucho tiempo vuelvo a tener los pies en tierra firme, hecho que agradezco gratamente. Mi acompañante entrelaza su mano con la mía y emprende una marcha hacia el extremo opuesto al que hemos subido. Desde allí se puede visualizar un cielo despejado, en cuyo horizonte brilla un radiante sol, el cual nos ilumina con su luz amarilla y nos aporta calidez.
-Antes, cuando estaba deprimido solía venir aquí. Me sentaba en el suelo y me dedicaba a observar este paisaje. Llegué a la conclusión de que siempre hay una alternativa a todo problema que se presenta y que rendirse jamás es una opción.
-Me sucede algo parecido a ti, solo que cada vez que observo un fenómeno como tal tengo la extraña sensación de que soy capaz de lograr cualquier cosa que me proponga.
-En definitiva, la esperanza en nuestra mejor arma y debemos aferrarnos a ella en los momentos más difíciles.
Enarco una ceja y muerdo mi labio inferior.
-Me subí a un tren cuando te conocí y no pienso bajarme de él a menos que tú lo hagas- confieso con el corazón latiéndome con fuerza.
Jonathan me mira durante un par de segundos y luego contempla la unión de nuestras manos.
-Todos mis destinos son contigo, así que te propongo disfrutar del viaje.
-Acepto.
Rodeo con mis brazos su cuello y él rodea mi torso. Aproximo mi rostro al suyo y me tomo la libertad de contemplar tus facciones detenidamente antes de centrar mi atención en sus labios carnosos y carmesis, los cuales me invitan a mantenerlos cerca de los míos. Sin más dilación, fundo mis labios con los suyos, propociándose sendas caricias. Nuestras bocas se separan por unos centímetros y tanto él como yo decidimos aprovechar la cercanía para descubrir nuevas maravillas del otro. Redescubro mis intensos sentimientos hacia él y además averiguo que lo que siento hacia él se ha incrementado y comienzo a sospechar que mi corazón no posee un límite definido.
-Eres lo mejor que me ha pasado en la vida- susurra a escasos centímetros de mis labios-. Te quise, te quiero y te querré siempre, no lo olvides.
-Recuérdamelo mañana y al día siguiente y el próximo- añado sonriendo-. Tenemos por delante un largo viaje en tren.
Jonathan esboza una amplia sonrisa y me acaricia la mejilla.
-Me encantas- dice y me besa-. He pensado que esta noche podríamos ir a cenar a un restaurante.
-¿Estás pidiéndome una cita?
-Sí. Me gustaría mucho que aceptases cenar conmigo.
Sacudo la cabeza, divertida.
-Me encantaría ir a cenar contigo.
Jonathan sonríe y a continuación me coge en brazos y gira conmigo. La brisa se encarga de acoger nuestros cuerpos y ondear nuestros cabellos, el sol de iluminarnos con su luz y transmitirnos su calidez, el suelo de hacernos tener los pies en la tierra pero nuestras risas y la aceleración de los latidos de nuestros corazones nos recuerdan que estamos vivos y que el momento que estamos compartiendo es tan real como el amor que sentimos el uno por el otro.
Le dedico una última mirada al espejo, descubriendo nuevamente a una chica con el pelo recogido en una trenza que descansa en su hombro derecho. De sus orejas penden unos pendientes plateados que hacen juego con el vestido de color crema con estampado de flores en grises que lleva puesto. En su cuello descansa un collar que a simple vista parece no ser especial pero el secreto es que guarda un gran poder en su interior. El rostro de la joven está empolvado de un tono oscuro con tal de disimular la palidez. Las mejillas adoptan un tono rosado que le viene bien a la sombra de ojos de color marrón clara. Sus labios están pintados de un tono anaranjado.
Bajo la mirada a mis pies y descubro unos tacones grises, con los que me es difícil caminar. Pruebo salvar la distancia que me separa de la cama sin depender de ningún apoyo y compruebo que en dos ocasiones pierdo el equilibrio. Finalmente tomo asiento en el colchón y me entretengo guardando en un bolso plateado con cadena dorada el móvil, las llaves de casa y la cartera cuando percibo que alguien está llamando a la puerta de mi habitación. Segundos más tarde se abre y asoma la cabeza mi tía Sarah.
-¿Se puede?
-Sí.
Sarah se adentra en la habitación y hace un rápido recorrido a la decoración de ésta. Su atención recae por un momento en el marco de fotografía que yace en la mesita de noche y luego fija su mirar en mi persona. Salva la distancia que nos separa y toma asiento a mi vera.
-¿Vas a salir con ese chico?
-Sí. Me ha invitado a cenar a un restaurante.
-Cómo te envidio- confiesa sonriendo-. Me encantaría volver a ser adolescente para poder vivir todo por primera vez.
-La adolescencia es una etapa muy confusa, no te recomiendo vivirla de nuevo.
-Aún asi no me importaría vivirla otra vez- da sendas palmaditas en el dorso de mi mano-. ¿No te gustaría volver a revivir alguna etapa de tu vida?
Medito sus palabras durante unos segundos.
-Sí. Me encantaría volver a vivir la niñez. Cuando eres pequeño todo es más sencillo, estás absorto a los problemas que te rodean y eres feliz con tan solo pensar que al día siguiente vas a poder seguir jugando con tus juguetes. Daría lo que fuera por volver a aquella etapa en la que era feliz y no lo sabía.
-Por otro lado no quiero volver atrás en el tiempo porque me he convertido en la mujer que soy hoy gracias a las experiencias que he ido viviendo a medida que crecía y créeme, llegará un momento en tu vida en el que estés tan feliz y orgullosa de ti misma que no vas a desear cambiar tu presente por el pasado.
-Echaba de menos mantener una conversación así- digo en un tono de voz bajo-. Me alegro mucho de que estés aquí.
-Aquí me tienes para lo que necesites, siempre vas a poder contar conmigo.
Asiento y la abrazo.
-¿Cómo estoy?- le pregunto poniéndome en pie. Sarah empieza a examinar mi aspecto de abajo hacia arriba.
-Estás muy guapa.
Le regalo una sonrisa a cambio.
-Tengo que irme. Nos vemos luego.
-Diviértete.
Abandono la habitación y me pongo rumbo hacia las escaleras, valiéndome de las paredes con tal de evitar caer. Al alcanzar mi destino me aferro con fuerza al pasamanos y desciendo uno a uno los peldaños de la escalera, midiendo el riesgo que existe de caer y reduciéndolo lo máximo posible. Abajo, junto a la puerta se halla Jonathan, con una camisa blanca, una chaqueta negra y unos pantalones del mismo tono. Me recibe tendiéndome la mano para ayudarme a bajar el último escalón y yo se la acepto con mucho gusto.
-Estás preciosa.
-Y tú estás muy elegante.
Sonríe.
-La ocasión lo merecía - me tiende el brazo izquierdo y señala con la barbilla la puerta-. ¿Nos vamos?
Asiento y me aferro a su brazo. Nos unimos a la noche fría y solitaria que se presenta. El cielo continúa nuboso, aunque el tono azul marino que ha adoptado disimula este hecho. Ha dejado de nevar pero apuesto a que volverán a caer copos de nieve en poco tiempo.
A lo lejos hay aparcado un coche gris que no reconozco. Busco con la mirada la moto de Jonathan pero no la encuentro por ningún lado. Del mismo modo que no está el vehículo de Adrien, el cual ha utilizado Jonathan en alguna ocasión.
-He alquilado este coche- dice respondiendo a la pregunta que no he formulado-. No podía permitirme llevarte hasta el restaurante en una moto. Ya no solo por el hecho de que habrías echado a perder horas arreglándote sino por la desfavorable situación meteorológica.
-Gracias por tomarte todas estas molestias conmigo.
-No es una molestia, es un placer.
Abre la puerta del coche y espera a que tome asiento en el lugar del acompañante para cerrarla. Luego rodea el vehículo por la parte delantera con el objetivo de llegar hasta el asiento que se sitúa a mi vera, poniéndose así al volante. Me entretengo poniéndome el cinturón de seguridad mientras él se dedica a darle vida al motor. Pronto nos incorporamos a la carretera y a medida que avanzamos por ella el vehículo va ganando velocidad. Jonathan enciende las luces de corto alcance con el fin de poder ver los posibles próximos obstáculos que hay en la carretera y poder reaccionar a tiempo a todos ellos. Además, con el uso de éstas luces impide deslumbrar a las personas que se encuentren por los alrededores.
Extiendo el brazo y con ayuda de mi mano subo el volumen de la radio, pues percibo una melodía que me agrada.
-Ésta es buena- confieso dejándome caer en el asiento y meneando la cabeza de un lado a otro. Además empiezo a cantar la letra de la canción al dedillo, pues es una de esas composiciones que te atrapan. Ésta es Shelter, de Birdy.
Jonathan me mira y sonríe.
-Antes me pasaba todo el día cantando esta canción, me encantaba- añado.
-¿Por qué dejaste de hacerlo?
-Porque las cosas cambian y uno deja atrás sus costumbres.
-Creo que si algo te gusta realmente no tienes que abandonarlo, pues a fin de cuentas te proporciona felicidad y ese es el objetivo que todos perseguimos en esta vida.
-Tal vez haya dejado atrás mis costumbres pero puedo asegurarte que he dado con la razón de mi felicidad y pienso luchar día tras día por mantenerla a mi lado.
Jonathan se aferra a mi mano y se la lleva a los labios para depositar un beso sobre mis nudillos.
-Honestamente, cuando te conocí no pensé que llegarías a ser tan importante para mí. Sin embargo, ahora eres todo cuanto quiero en mi vida y no puedo siquiera recordar como era ésta antes de conocerte.
-A veces las mejoras historias surgen de imprevisto- intervengo-. El destino puede llegar a ser muy caprichoso.
-Me alegro de que lo haya sido, pues así te he conocido.
Jonathan aparca en un hueco libre del aparcamiento trasero del restaurante. Nos bajamos al mismo tiempo, cerrando las puertas detrás de nosotros. Mi acompañante no tarda en acudir a mí y en tenderme nuevamente su brazo.
Lo cierto es que es un alivio valerme de él, pues no sé qué habría sido de mí si no contase con éste. Aún no logro acostumbrarme a caminar con tacones y no creo que llegue a adaptarme nunca. Son un completo incordio.
Al situarnos justo detrás de la puerta, un hombre vestido con esmoquín negro y camisa blanca la abre y nos cede el paso hacia el interior. Las paredes adoptan un tono rojizo y unos diseños de flores doradas la adornan. En el techo descansa una gran lámpara dorada de cristal que ilumina gran parte de la estancia. El suelo es de madera y hace juego con las mesas y las sillas que descansan alrededor de éstas últimas. La mayoría de las mesas están ocupados por parejas que celebran algún motivo especial. Me fijo en que las mujeres llevan sus mejores vestidos con tal de causar una buena impresión. Siento un gran alivio al percatarme de que he acertado con mi vestimenta.
-¿Nombres?- pregunta un encargado que se acerca a nosotros.
-Jonathan Waymoore y Ariana Greenberg.
El hombre nos busca en una lista y tacha nuestros nombres. A continuación nos hace una seña para que le sigamos y nos conduce hacia una estancia cuyas paredes están ocupadas por cristaleras a través de las que se puede apreciar el exterior. Averiguo gracias a ellas que acaba de empezar a nevar, pues un par de copos de nieve se depositan en el alféizar. Ésta habitación en concreto es de paredes doradas y suelo blanco, y tan solo posee una mesa de madera, sobre la que descansa una rosa. Jonathan me retira la silla y espera a que tome asiento para arrimarse antes de colocarse enfrente mía. El camarero nos indica que va a traernos la carta y se marcha en dirección a la barra.
Mi acompañante toma la rosa y le adhiere una tarjetita que se saca del bolsillo. A continuación me la tiende con una sonrisa en los labios. Se la acepto y lo primero que hago es apreciar el aroma que desprende la rosa. Cierro los ojos y me dedico a inspirar un par de veces aquel aroma, como si quisiese grabármelo a fuego en mi cabeza con tal de recordarlo más tarde. Deposito la flor en la mesa con cuidado y procedo a hacerme con la tarjetita que posee.
"Te has convertido en la razón
de mi vida y no logro imaginar
el resto de mi existencia sin ti"
Alzo la vista y me encuentro con la penetrante mirada de Jonathan, quien permanece a la espera de observar una reacción en mí. Dejo la tarjetita en la mesa y le indico con el dedo índice que se acerque. Jonathan se echa hacia delante y yo le correspondo, de manera que nuestros rostros quedan separados por escasos centímetros.
-Yo tampoco soy capaz de imaginar una vida sin ti- confieso. Alzo una de mis manos y acaricio con ternura su mejilla-. Todos mis futuros son contigo.
Salvo la distancia que separa nuestros labios y le beso. Siento un cosquilleo en el estómago y como mi corazón se acelera como consecuencia de la cercanía al chico que quiero. Además noto como mis manos se vuelven sudorosas. Con tal de eliminar ésta sensación me aferro con fuerza al vestido que llevo puesto. Miro a Jonathan y él me sostiene la mirada. Sus ojos azules tienen el don de hacerme olvidar todo cuanto pasa por mi mente y de transportarme a un mundo en el que tan solo existimos él y yo. Tal es así que el camarero se sitúa a nuestra vera y nos tiende las cartas y ni siquiera no somos conscientes de ello hasta que se aclara la garganta.
Me hago con una carta y Jonathan con la otra.
-¿Qué desean tomar los señores?
-Tráiganos la mejor botella de vino que tenga.
El camarero asiente y se marcha hacia la barra nuevamente. Aprovecho su marcha para abrir la carta y echarle un vistazo. Leo uno a uno los platos que ofrecen y me doy cuenta de que la mayoría de ellos tienen nombres extraños que no llaman mi atención. Enarco una ceja al leer escalopa de foie gras marcado al aceite de saúco y no puedo evitar soltar una risita. Jonathan asoma su rostro por encima de la carta y me mira.
-¿Por qué le ponen nombres tan raros a los platos?- le pregunto.
-Supongo que para que despierten nuestra intriga- le echa otro vistazo a la carta-. ¿Sabes que vas a pedir?
-Eh... - releo la carta pero solo veo platos que no llaman mi atención-. ¿Por qué no pueden poner algo de comida basura?
Jonathan se ríe.
-Hagamos una cosa. Tú eliges un plato al hacer para mí y yo hago lo mismo contigo.
-Vale.
El camarero aparece nuevamente portando entre sus manos una libretita y un bolígrafo.
-¿Han decidido que van a cenar?
-Sí- dice con firmeza Jonathan-. Yo tomaré perdiz en salsa de mostaza antigua.
-Y yo ravioles de zapallo a la canela.
El hombre que nos atiende termina de tomar nota en la libreta y se marcha, dejándonos nuevamente a solas.
-¿Ravioles de zapallo a la canela?- me pregunta.
-Lo siento, es lo primero que he visto en la carta. Además, es una de los pocos platos que suenan medianamente bien.
-Creo que en la próxima cita te llevaré a cenar a una pizzería.
Sacudo la cabeza, divertida.
Unos quince minutos más tarde viene el camarero con nuestros platos, los deposita sobre la mesa y le tiende la botella de vino a Jonathan para que nos sirva. Luego, vuelve a irse pero esta vez, para atender a otra pareja que acaba de llegar. Mientras mi acompañante termina de llenar las copas me dedico a contemplar el aspecto de los platos. Lo cierto es que el que Jonathan ha pedido para mí tiene mejor pinta que el que yo elegí para él.
-¿Sabes? No hace falta que te comas el plato que te he pedido, puedes quedarte el de perdiz en salsa de mostaza antigua- hago ademán de hacerme con el plato de ravioles cuando Jonathan coloca su mano sobre la mía, impidiéndomelo.
-No tiene tan mala pinta. Además, un trato es un trato.
Me pierdo en su sonrisa durante un momento. Cuando consigo volver a la realidad me hago con un cuchillo y un tenedor y me propongo hacerme con un poco del contenido de mi plato. En ello estoy cuando Jonathan me tiende su tenedor con tal de darme a probar su cena. Me tomo la libertad de degustar detenidamente el contenido del plato de Jonathan y descubro unos segundos más tarde que su aspecto no le hace justicia a su sabor.
-Está bueno- confieso.
-Tienes un talento innato para elegir delicias.
Le sonrío y le doy a probar de mi plato.
-No está mal- alza su copa y me indica que le imite-. Brindemos por habernos conocido gracias a la actitud caprichosa del destino.
-Por el destino caprichoso.
Unimos nuestras copas y se produce un tintineo. A continuación nos las llevamos a los labios y le damos un sorbo.
Tras terminar de cenar tomamos el postre que consiste en bombones de fresa rellenos de licor. Éstos vienen en una fuente, ya que las fresas están sumergidas en una cantidad considerable de chocolate. Nos hacemos con unos palitos que tienen incorporados y las extraemos de la fuente, apresurándonos a llevárnosla a la boca cuanto antes para impedir que se derrame el chocolate. Jonathan se mancha la boca y no puedo evitar reírme de su ridículo aspecto. El aludido salva a distancia que nos separa y me besa, humedeciendo mis labios de chocolate.
-¡Eh!- me quejo.
-Hmm... me gusta el sabor que tiene- vuelve a besarme y una sonrisa se apodera de mis labios casi de inmediato-. Creo que voy a repetir-. Me besa con ternura. Ésta vez logra manchar mis comisuras.
Me hago con una servilleta y le limpio la boca. Jonathan se deshace del rastro de chocolate de mis labios ayudándose de su pulgar, el cual se lleva luego a la boca para saborearlo. El camarero vuelve a nuestra mesa para recogerla y para hacernos entrega de la cuenta. El chico de cabellera rubia le hace entrega de un par de billetes y luego me tiende la mano.
-¿Bailamos?
Acepto su proposición, de manera que nos ponemos rumbo hacia la pista de baile, donde ya bailan varias parejas. Este área está iluminado por unos focos con luz dorada que posee diseños de copos de nieve. Nos detenemos al situarnos en el centro de la pista de baile. Alzo una de mis manos y la coloco sobre el hombro de Jonathan, mientras que él desliza la suya por mi torso. Nuestras manos libres las unimos en el aire. Mantengo mi mejilla unida a la suya. Comenzamos a trazar círculos a nuestros alrededor lentamente.
-Ha sido una noche increíble. Gracias.
-¿Cuál ha sido tu parte favorita?- me pregunta.
Vacilo unos segundos antes de responderle.
-La elección de la cena, sin duda. ¿Y la tuya?
-Cuando te pedí que bailases conmigo y aceptaste.
Sonrío y apoyo mi cabeza en su hombro. Bailamos en silencio durante un par de minutos, los cuales me dedico a recordar el momento presente una y otra vez.
-Hay algo que quiero contarte- dice Jonathan de imprevisto. Me separo un poco, de manera que puedo escrutar su rostro-. Lo he estado meditando mucho y creo que quiero saber quién es mi madre.
-Oh- digo algo sorprendida-. Y, ¿sabes por donde empezar la búsqueda?
-He pensado en visitar el orfanato en el que estuve viviendo antes de que me adoptasen. Quizá puedan darme algún dato relevante. Estoy dispuesto a conocer mi verdadera identidad.
-Eso es genial.
Me dedica una sonrisa.
-El único inconveniente es que estaré fuera unos días.
-No pensarás en serio ir solo, ¿verdad?- se encoje de hombros ante mi pregunta-. Quiero estar ahí contigo cuando averigues algo acerca de tu madre biológica. No pienso dejarte solo en esto.
-Pero si vienes perderás clases y estarás alejada de tu familia.
-No me importa. Quiero ir contigo.
Jonathan mantiene la cabeza agachada y finje mostrar interés por los copos de nieve de color dorado que se proyectan en el suelo. Alzo ambas manos y acoge su rostro en ellas, obligándole a mirarme directamente a los ojos.
-Sé que esto es importante para ti y quiero acompañarte en esta aventura. Me subí a un tren cuando te conocí y durante el viaje todos mis destinos son contigo, ¿recuerdas?
Alza la vista y me mira.
-Me encantaría que vinieses.
Sus ojos nuevamente me transportan a un mundo en el que solo existimos él y yo, y me siento irrevocablemente feliz al descubrir que el único sentimiento para el que hay cavida en él es la felicidad.
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