Capítulo 20

El despertador suena a la mañana siguiente pero no logra su objetivo propuesto, pues he pasado a mayor parte de la noche despierta debido a la abrumación que siento. A lo largo del transcurso de las horas me he ido preguntando una y otra vez qué motivo tiene John para querer despertar de su eterno sueño a su hermano y porqué me necesita en ese ritual. Por más vueltas que le doy al asunto no logro dar con las respuestas que preciso y ello, en cierto modo, me agobia.

Tomo asiento en el borde de la cama y me desperezo antes de ponerme en pie y ponerme rumbo hacia el armario. Abro este último de par en par y extraigo de él una camiseta de mangas cortas blanca, una sudadera roja y un pantalón vaquero grisáceo. Como de costumbre, acomodo las prendas en mi hombro y me pongo rumbo al servicio, lugar en el que dejo la ropa en un pequeño banquito y me dispongo a humedecer mi rostro con tal de eliminar impurezas, cepillarme el pelo y a lavarme los dientes.

Vuelvo a la habitación contigua una vez vestida, guardo el pijama en el primer cajón de la mesita de noche y procedo a hacerme con un bolso que cuelga de un perchero blanco. Tras acomodar el asa en mi hombro salvo la distancia que me separa de la puerta que conduce al pasillo con dos zancadas y salgo por ella sin echar la vista atrás. Avanzo con paso ligero por el corredor al mismo tiempo que compruebo que llevo en el bolso el teléfono móvil, las llaves de casa y la cartera. Todo parece estar en su sitio, así que me tomo la libertad de bajar las escaleras despreocupadamente.
Al llegar a los pies de esta decido girar hacia la izquierda y dirigirme hacia la cocina donde deduzco debe estar mi padre tomando su taza de café diaria. Y, en efecto, así es.

-Buenos días- me saluda.

-Buenos días.

Robo una magdalena de un plato y me la llevo a la boca con tal de devorarla.

-Hoy tengo que irme un poco antes- anuncio-. Ashley nos ha pedido que colaboremos con el decorado para el baile.

-¿Cuándo es?

-Esta noche. Lo más probable es que llegue tarde, así que no hace falta que me esperes despierto.

Asiente muy a su pesar.

-¿Necesitas que te lleve?

-No. Jonathan se ha ofrecido a llevarme.

-¿Sabes? Hacéis una buena pareja, os compenetráis a la perfección y eso es un pilar fundamental en una relación. Tanto Jonathan como tú habéis sufrido mucho pero os la habéis ingenido para crear un mundo en el que solo existís vosotros dos, donde no hay cavida para el dolor, tan sólo para la felicidad.

La confesión de mi padre me deja sin aliento.

-El amor tiene el poder de curar todos nuestros males- digo al fin-. Tengo que irme, nos vemos luego, papá- deposito un beso en su mejilla.

-Que tengas un buen día.

Me marcho de la cocina y me pongo rumbo hacia la entrada principal con el propósito de salir por ella. En cuanto llevo a cabo mi cometido me acoge una brisa fresca que tiene olor a tierra húmeda, trayéndome consigo memorias de aquellos días en los que mi madre se paseaba por el jardín regando las flores con su irremplazable regadera verde. Tal vez se deba a la intensidad con la que se presenta el recuerdo, pero el caso es que percibo el aroma a rosas que desprendía Alyssa, y ello me lleva a sentir cierta nostalgia.

Avanzo en dirección a una moto que hay aparcada junto a la entrada al caminito de tierra que conduce hacia mi hogar, sobre la que está apoyado Jonathan, sosteniendo entre sus manos un casco negro, con la mirada fija en mi persona.

-Hola- le saludo dándole un beso en los labios.

-Hola.

-¿Qué tal estás?

-Mucho mejor ahora que estoy contigo.

Rodea mi cintura con sus manos, entierra su rostro en mi cuello y empieza a deslizar su nariz a lo largo de él, provocando un sin fin de cosquillas en esa zona. Apoyo mis manos en sus hombros y le separo un poco de mí, sonriendo, divertida. Jonathan me escruta con la mirada y a continuación alza una de sus manos y acaricia mi mejilla.

-Estoy deseando asistir al baile contigo.

-Tendrás que esperar unas horas, ¿crees que podrás?

-No sé si podré esperar tanto tiempo...

Salva la distancia que nos separa y me rodea por la espalda con sus fuertes brazos. Acerca su rostro al mío y termina por depositar un beso en mi mejilla. A continuación apoya su barbilla en mi coronilla y aumenta la intensidad con la que me abraza.

-Por ti esperaría toda la vida- susurra.

Sonrío ante su confesión y me doy media vuelta para escrutar su rostro. Con ayuda de mis manos acojo su cara entre mis manos y deslizo mi dedo índice por su mejilla, descubriendo los hoyuelos que se han formado junto a sus comisuras como consecuencia de su sonrisa.
Aproximo lentamente mi rostro al suyo, deteniéndome por cada centímetro que salvo para encontrarme con sus ojos azules y mirar con avidez sus labios. Finalmente termino por depositar un beso casto en su boca, al cual le sigue uno más y otro más tarde.

-Te quiero- confieso al fin.

-Y yo a ti.

Caminamos por el césped en dirección a una mesa vacía que hay junto a la cafetería, de donde acabamos de salir portando una bandeja en las manos. Abby toma asiento junto a mí y a su vera se sienta Daniel, quien se dedica a preguntarle a mi mejor amiga de qué color debe llevar la corbata con tal de hacer juego con el vestido de ella. Pero, como aún no se lo ha comprado, no puede darle esa respuesta, así que se limita a decirle que en cuanto lo sepa se lo hará saber. Cormac se sitúa a la vera de su amigo y, al lado de este hay un asiento vacío, en el cual debería ir Sam, aunque dadas las circunstancias apuesto a que va a permanecer en solitario por mucho tiempo.
No culpo a Samuel por haber tomado la iniciativa de huír, pues sé que la orden que se le ha impuesto le estará  atormentando. No quiero ni imaginar cómo debe sentirse ante el hecho de estar en la obligación de acabar con la vida de alguien que le importa.
Sé que es difícil resistirse a una orden pero confío en él y sé que mientras su humanidad se mantenga intacta, podrá salvarse. La parte mala es que no sé cuanto tiempo tiene hasta que John se percate de que no está cumpliendo con su deber y le obligue a anular su humanidad. No puedo siquiera plantearme tal situación, pues sé que si ésta se diese, perdería a Sam para siempre.

Jonathan toma asiento a mi vera, haciéndome bajar de mis pensamientos.

-Ashley está histérica con los preparativos del baile- anuncia Cormac.

-Sí, debe significar mucho para ella- coincide Abby-. Además lleva planeando esto durante bastante tiempo y ahora hay muchas personas que se han echado atrás en el último momento.

-He oído que el encargado de las luces, el de los altavoces y el de las bombas de aire para llenar los globos le han fallado- informa Daniel.

Imagino rápidamente a Ashley sentada en el gimnasio, en una silla, rodeada de cajas repletas de preparativos, llenando un globo con la mirada triste y perdida en algún punto del suelo, y puedo sentir como me invade cierta compasión hacia ella.

-Propongo que le echemos una mano- sugiero.

Jonathan coloca una de sus manos sobre la mía y ejerce presión en ella.

-Me parece una idea estupenda- dice.

-Será divertido ser el sujeto de sus múltiples reprimendas- confiesa Cormac con una sonrisa en los labios.

-Contad conmigo- aporta la chica morena con reflejos rojos.

-¿A qué esperamos?- pregunta Daniel enarcando una ceja.

Nos incorporamos y nos ponemos rumbo hacia el gimnasio, salvando a los estudiantes que se cruzan en nuestros caminos y abriéndonos paso como podemos en los corredores que conducen hacia nuestro destino. En una ocasión, el mar de jóvenes se lleva consigo a Daniel pero este avanza contra corriente y logra alcanzarnos a duras penas. Al recorrer el último pasillo torcemos hacia la izquierda y caminamos todo recto hasta dar con una puerta marrón que posee un cartelito en el que se puede leer gimnasio. Me armo de valor, abro la puerta y me adentro por ella en primer lugar.
Descubro una estancia con las paredes cubiertas con papel rosa, de suelo color azabache y techo blanco, de cuyo centro pende una lámpara que ilumina la parte central del gimnasio, donde hay una pila de cajas marrones esperando a ser desempaquetadas. En un extremo del gimnasio hay una barra, tras la que se encuentra Ashley entreteniéndose extrayendo botellas de alcohol de una caja. Al percatarse de nuestra presencia, alza la vista y nos mira desconcertada.

Camino hacia ella con paso decidido. Mis compañeros se limitan a asignarse así mismos una tarea. Daniel, por ejemplo, se sitúa junto a Alshey y le ayuda a colocar las botellas en un estante que hay detrás, mientras que Cormac se limita a comprobar los altavoces y Jonathan a probar el funcionamiento de las luces de los focos. Abby permanece a mi lado a la espera de ser asignada para una tarea.

-¿Qué hacéis aquí?- pregunta Ashley sin mirarnos y con voz apagada.

-Hemos venido a ayudar.

La chica me mira por primera vez.

-Sólo dinos qué hacer y lo haremos- añade Abby.

-Había encargado una cantidad considerable de globos para dispersarlos por el suelo pero el chico que se encargaba de traer las bombas de aire me ha fallado.

-¿Cuántos globos son?

-Unos ochenta- responde Ashley la pregunta de Abby. Esta última abre los ojos como platos y la chica que tiene enfrente suelta una risita-. Podemos pensar en otra cosa, no pasa nada.

Niego con la cabeza ante la propuesta de la joven.

-¿Quién necesita bombas de aire teniendo un par de pulmones?- pregunto sin esperar una respuesta a cambio-. ¿Dónde están esos globos?

Ashley señala con su barbilla unas cajas que yacen apiladas en el centro de la estancia y tanto Abby como yo nos ponemos rumbo hacia ellas. Con ayuda de mis manos abro una de ellas de par en par y descubro una abundante cantidad de globos de gran tamaño de color rojos. Me hago con uno de ellos y mi mejor amiga me imita. A continuación tomo una gran bocanada de aire, espero a que se produzca el intercambio de gases en mis pulmones y soplo con todas mis fuerzas el aire que retengo en el interior del globo. Este no tarda en coger forma y aumentar su volumen. Finalmente hago un nudo en la parte de abajo y lo suelto en el suelo. Luego, me hago con otro globo y realizo la misma acción anterior.

-Nos vamos a dejar los pulmones- dice Abby sonriendo-, pero va a valer la pena. Mírala, parece feliz.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia Ashley y la descubro colocando las botellas de alcohol en los estantes animadamente.

-A veces los pequeños gestos hacen grandes cosas- añado.

-Por cierto, ¿qué tal te va con Jonathan?

Una sonrisa se apodera de mis labios en el instante en el que escucho su nombre.

-Increíble. Cuando estoy con él siento que todo cuanto me rodea cae en el olvido y no existe nada más importante que disfrutar de su compañía. Es como si el dolor desapareciera y tan solo hubiera cavida para la felicidad. No sé explicarlo pero estoy segura de algo y es que me hace feliz y volvería a tomar las mismas decisiones con tal de volver siempre a este presente.

-El amor tiene el poder de sanar hasta las más profundas heridas.

-No lo habría dicho mejor.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia el chico de cabellera rubia que se entretiene comprobando con un panel las luces de los focos. Al percatarse de mi detenida observación alza la vista, me busca con la mirada y me dedica una sonrisa a cambio.

-¿Qué hay entre Daniel y tú?

-Solo somos amigos- dice.

-Y, ¿estás segura de que él te ve de la misma forma?- le pregunto.

-No lo sé.

Abby alza la mirada y se entretiene mirando al chico que coloca botellas en los estantes, clasificándolas.

-¿Te gustaría que hubiera algo más?

-Nunca me lo había planteado.

-Esta noche es el baile, es un buen momento para planteártelo- le guiño un ojo y procedo a llenar otro globo rojo.

-Cállate,estás consiguiendo que me ponga nerviosa- dice sonriendo.

-A partir de ahora pienso ser una tumba.

Le hago un nudo a la boquilla del globo al mismo tiempo que Abby llena el suyo, deshaciéndose de todo el aire de sus pulmones. Sus mejillas se sonrojan como consecuencia del esfuerzo extra que tiene que hacer para llenarlo.

-Abby, hay algo que no te he contado- empiezo a decir. La chica me mira confundida-. Aquella noche en el hospital fui consciente de una escena que estaba teniendo lugar en una de las habitaciones. Vi a Sam bebiendo sangre de un paciente y me confesó que no sabía el porqué lo había hecho. Desde un principio no sabía como responder a su pregunta hasta que di con el quid de la cuestión: un vampiro original puede obligar a otro vampiro.

-¿Le está obligando un vampiro original?

-Sí. Aunque la peor parte vino después cuando fui partícipe de como ese vampiro obligaba a Sam a acabar con mi vida.

-¿Por qué razón quiere que lo haga?

-Porque John Spinnet quiere hacer un ritual para revivir a su hermano Kai y para ello necesita sacrificar una vida por otra.

-Pero si despierta tendría lugar una masacre.

Asiento.

-Por esa razón vamos a idear un plan con tal de evitar que John despierte a su hermano.

-Debéis ir con cuidado, son vampiros originales y apuesto a que no será fácil acabar con ellos.

-Pensaremos en todas las posibles complicaciones que pueden surgir y daremos con una solución para cada una de ellas.

Abby deposita un globo en el suelo y se hace con otro de la caja.

-¿Qué crees que será de Sam a partir de ahora?

-La orden se puede anular si acabamos con la vida de John, aunque el quid de la cuestión está en cómo matar a un vampiro original. Aún así contamos con una ventaja y es que Sam aún conserva su humanidad, así que puede aferrarse a ella y tener el control.

-Pero, ¿qué crees que pasará cuando John se dé cuenta de ello?

-En el peor de los casos le pedirá que la anule y si lo hace, le habremos perdido.

-Podemos anteponernos a los sucesos futuros. Por ejemplo, podríamos buscarle y pedirle que huya, que se vaya lo más lejos posible con tal de evitar que John le dé caza.

-John jamás se rendiría hasta verle muerto. Además, no puedes pasarte toda la vida huyendo o te olvidarás de vivir.

Abby mantiene la cabeza agachada y simula mostrar interés por el contenido de una de las cajas repletas de globos.

-Todo va a salir bien- rodeo con uno de mis brazos los hombros de la chica de mi izquierda y ejerzo presión en una de ellos con tal de aproximarla más a mi persona, dispuesta a estrecharla entre mis brazos. Abby apoya su cabeza en mi hombro y desliza sus manos por mi espalda, de manera que éstas se depositan a la altura de mis homóplatos-, te lo prometo.

Apago el ordenador tras terminar de hacer una tarea relacionada con la segunda Guerra Mundial que nos mandó Frederick, nuestro profesor de historia.
Antes de levantarme de la silla me hago con el teléfono móvil y visualizo una notificación que hace referencia a un mensaje de Abby, quien me hace saber que se encuentra abajo. Le respondo diciéndole que tardo un minuto en bajar y guardo el smartphone en el bolsillo trasero de mis pantalones.
Me incorporo, atrayendo la silla al escritorio, y me hago con un bolso marrón que hay en un perchero, me acomodo el asa en el hombro y me aproximo a uno de los cajones de la mesita de noche, de donde saco una cartera roja y compruebo si contiene en su interior la tarjeta de crédito. Al ser así decido abandonar mi habitación y ponerme rumbo hacia la cima de la escalera.
Bajo de dos en dos los peldaños y al alcanzar la planta inferior decido emprender una marcha hacia la puerta, cuando mi padre aparece por detrás y se apoya en la barandilla de la escalera.

-Voy a ir a comprarme algo para el baile, no tengo nada que ponerme.

-Claro, ve y cómprate algo bonito- asiento y cuando estoy a punto de abrir la puerta vuelvo a escuchar la voz de mi padre-. Tu madre estaría orgullosa de ti.

Me giro lentamente y le miro directamente a los ojos.

-Se me hace raro vivir esta experiencia sin su compañía. Recuerdo que siempre me decía que deseaba compartir este momento conmigo y ahora, sin embargo, todo es diferente.

-Tal vez no esté aquí físicamente pero ten por seguro que aquí dentro- señala su pecho izquierdo, haciendo alusión a su corazón-,siempre estará, guiándonos a cada paso que demos y recordándonos que siempre hay un motivo por el que sonreír.

Mis ojos se inundan casi de inmediato y con tal de ocultar este hecho mantengo la cabeza agachada. Muerdo ligeramente mi labio inferior. Christopher salva la distancia que nos separa y me abraza con fuerza con tal de animarme.

-La echo tanto de menos que no lo soporto- confieso entrecortadamente.

Mi padre acaricia mi cabellera, enredando sus dedos en ella y deslizándolos desde la raíz hasta las puntas.

-Sé como te sientes, aún después de meses sigo echándola de menos. Sin embargo, tenemos que ser fuertes por ella y aprender a convivir con su ausencia, a pesar de que duela a cada instante.

-De pequeña me solía decir que no se puede obtener un arcoiris sin un poco de lluvia y eso es precisamente lo que voy a hacer, resistir a la tormenta hasta dar con un halo de luz.

Christopher deposita un beso en mi frente.

-Estoy muy orgulloso de ti.

Se escucha el claxon de un coche un par de veces y caigo en la cuenta de que Abby está esperándome fuera, así que decido separarme lentamente de mi padre y reponerme antes de salir.

-Tengo que irme- digo, enjugándome las lágrimas con la manga de la sudadera y señalando con el pulgar de mi mano libre por encima de mi hombro la puerta que tengo justo detrás.

-Diviértete.

Asiento y salgo al exterior.

-Hola- saludo a Abby en cuanto tomo asiento en el lugar del acompañante y procedo a ponerme el cinturón de seguridad.

-Hola.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia la ventanilla de mi derecha y centro mi atención en el cielo despejado y azul que se abre paso. Surcando por él diviso un avión que deja tras sí un rastro de humo de color blanco que desaparece al poco tiempo con la brisa fresca.
Sin ser consciente siquiera mi mente echa a volar y empieza a recordar todos los motivos por los que debería estar decaída, como la falta de una figura materna, la huída de Sam y la orden que le impuso ese vampiro de acabar con mi vida, la inminente masacre que va a tener lugar a menos que hagamos algo para detenerla.

-¿Estás bien?- me pegunta una voz cantarina proveniente de mi izquierda. Miro en su dirección y descubro a Abby mirándome, preocupada.

Me encojo de hombros.

-No sé como me siento.

-Es normal. Estás pasando por cosas que no debería vivir ninguna adolescente. Pero no pasa nada, no es malo estar decaída de vez en cuando, te hace valorar, en mayor medida, la felicidad.

Le dedico una sonrisa a cambio.

-Hoy es el baile formal y siempre pensé que tendría a mi lado a mi madre, ayudándome a elegir vestido, peinado e incluso tacones, aunque odie usarlos. Sin embargo, nunca se me pasó por la cabeza el hecho de que llegara a faltarme algún día y tuviera de prescindir de su compañía para vivir todas estas experiencias.

-Sí, debe ser duro no poder contar con una figura materna para poder vivir este tipo de ceremonias.

-Y no puedo evitar pensar que llegue el día en el que mi padre salga por la puerta de casa y no vuelva jamás. No quiero ni imaginar tener que prescindir de una figura paterna también- las lágrimas ruedan por mis mejillas y mueren en mis labios, los cuales yacen entreabiertos-. Tengo mucho miedo.

Abby aparca su vehículo en un hueco libre que encuentra en un aparcamiento y retira la llave de la ranura para, posteriormente, guardarla en el bolsillo trasero de sus pantalones. A continuación se aferra con fuerza a una de mis manos y propicia suaves golpecitos sobre el dorso de esta.

-Tener miedo no nos hace daño pero procura que no te controle o te olvidarás de vivir.

Asiento y me refugio en sus brazos. Derramo alguna que otra lágrima en su hombro, humedeciendo temporalmente su sudadera púrpura. Abby, al igual que mi progenitor, enreda sus dedos en mi cabello y se dedica a acariciarlo.

Tras reponerme nuevamente nos bajamos del coche y caminamos en dirección a una tienda especializada en vestidos formales que yace en la acera de enfrente. Una chica pelirroja mantiene la puerta abierta con tal de cedernos el paso hacia el interior. Abby es la primera en entrar, de manera que desde un principio no puede ver más allá de la cabellera morena con reflejos rojos de mi amiga. Por suerte, no tarda en hacerse a un lado, descubriéndome así la estancia en la que nos encontramos. Ésta es de paredes blancas y posee una cinta dorada colocada horizontalmente, la cual hace juego con las lozas blancas y grises del suelo. Cada muro está en su mayoría ocupado por estantes repletos de zapatos de diferentes tipos y barras metálicas de las que penden perchas que poseen diversos modelos de vestidos. En el fondo de la tienda, junto a un mostrador marrón, hay una sucesión de probadores de cortinas blancas con bordado en dorado.

Abby se aferra a mi mano y tira de mí hacia la zona de los vestidos. Mientras ella se dedica a bucar un modelo por el lado derecho, yo lo hago por el izquierdo, de manera que en un punto nuestras manos se encuentran. Mi acompañante se hace con un vestido morado de palabra de honor que posee una cinta negra que rodea su cintura y termina en su espalda, formando un enorme lazo, y continúa mirando vestidos.

Le doy la espalda y me enfrento a la nueva serie de vestidos que se presenta ante mí. Con ayuda de mis manos voy descartando los modelos que no me convencen y haciéndomes con aquellos que llaman mi atención con tal de examinarlos mejor. La mayoría de ellos los descarto porque poseen algún detalle que no llega a convencerme, así que cuando me voy aproximando al final de la sucesión voy perdiendo la fe en encontrar uno que se ajuste a mi medida. Sin embargo, entre un vestido rosa y otro naranja atisbo uno de color verde de tirantas, ajustado, cuya extensión logra alcanzar el suelo. Tiene pedrería del mismo tono en el área del pecho, la cual centellea con la luz solar que penetra a través de las cristaleras de la tienda.

-¿Has encontrado alguno que te guste?

Asiento y le muestro el vestido verde.

-Es muy bonito- dice Abby, deslizando su dedo índice por la pedrería-. ¿Qué te parece si nos los probamos?

-Genial.

Nos ponemos rumbo hacia los probadores y cada una nos metemos en uno. Corro la cortina blanca con bordado en dorado detrás de mí y cuelgo la percha con el vestido en un perchero que hay en la pared de mi derecha. A continuación me contemplo en el espejo que tengo enfrente y descubro que tengo ojeras de no haber dormido bien por la noche.
Ignoro mi aspecto desfavorable y procedo a sustituir mi atuendo casual por el formal.
Una vez lo tengo puesto me miro en el espejo y descubro a una chica con un vestido verde que hace juego con su cabello y ojos castaños. Me doy media vuelta y ladeo la cabeza hacia atrás en un intento de ver cómo me queda el vestido desde otra perspertiva. Además, me pongo de lado para contemplar mi figura desde ese ángulo e incluso me sorprendo haciendo una reverencia. El modelo me convence por completo, así que decido quedarme con él.

Salgo del probador y me encuentro con Abby, quien lleva puesto un vestido rojo ajustado, de palabra de honor, cuya extensión es semejante al mío. El suyo también tiene pedrería, solo que esta forma un corazón con su escote. El modelo que lleva puesto hace juego con las mechas de su pelo, además el color rojo resalta con su piel blanca.

-¿Qué tal estoy?- me pregunta.

-Estás muy bien, ese vestido te favorece.

-¿No crees que hay un excesivo tono rojo?

Niego con la cabeza.

-Me alegra saberlo. Este vestido me gusta mucho.

Me sitúo a la vera de Abby, quien está mirándose en un espejo enorme y casi de inmediato me incorporo al reflejo. Permanezco inmóvil, observando mi figura en el cristal y preguntándome una y otra vez cual sería la opinión de mi madre y sobre todo, cuál sería su reacción. A mi parecer, deduzco que estaría orgullosa y excitada con el baile formal. Me sorprendo a mí misma sonriendo levemente ante esa imagen ficticia.

Abby pasa su brazo por mis hombros y me estrecha contra ella.

-Va a ser una noche inolvidable.

Le sonrío a cambio.

El reloj digital de mi mesita de noche marca las diez de la noche. Le dedico una última mirada a la chica del espejo, la cual porta un vestido verde que hace juego con sus zapatos de tacón, con los que apenas puede caminar. En su cuello descansa el Collar de Auriel que hace buena pareja con los pendientes de perla verde que penden de los lóbulos de sus orejas. Los mechones de pelo delanteros están recogidos hacia atrás con ayuda de un lazo negro. El resto del cabello yace planchado y cae sobre la espalda.
Con respecto al maquillaje, sus pestañas casi alcanzan a tocar sus cejas por el efecto que ejerce el rímel. Por otra parte, los párpados poseen una sombra de color verde que se aprecia mejor cuando entrecierra los ojos. Por último, sus labios adoptan un tono rojo que hace juego con el rosado de sus mejillas.

Abandono mi habitación y camino a trompicones por el corredor como consecuencia de mi inexperiencia con los tacones. En mi trayecto hacia las escaleras tengo que ir palpando las paredes con tal de tener un apoyo para no caer. Por suerte, alcanzo mi destino sin sufrir ningún tipo de incidente y me aferro con fuerza al pasamanos. Poco a poco voy bajando uno a uno los escalones, haciendo breves pausas para reponerme. Planto primero un pie y cuando me aseguro que no existe riesgo de resbalar, planto el otro justo al lado. Con ayuda de mi mano libre pellizco el vestido y tiro de él ligeramente hacia arriba para dejar al descubierto mis zapatos y evitar caer. A medida que avanzo voy descubriendo una área nueva del piso inferior, entre las que destaca el pasillo que conduce hacia las diferentes estancias, la puerta de la cocina, la entrada al salón, la cual es tan amplia que puedo ver desde mi posición el sofá. Desciendo un par de peldaños, tomando asi la curva de la escalera y descubro justo a los pies de ésta a mi padre, quien acaba de depositar su mirada en mí y atisbo como una expresión de asombro se apodera de su rostro. A su lado, yace un chico vestido con esmoquin negro, camisa blanca y pajarita verde, de cabellera rubia y enormes ojos azules, que entreabre la boca al verme.

Continúo bajando y cuando me hallo en el penúltimo peldaño, Jonathan me tiende la mano con tal de ayudarme a bajar y se la acepto con gusto. Una vez tengo los pies nuevamente en tierra, alzo la vista y miro en primer lugar a mi acompañante de baile, quien me mira con avidez. Luego, mi atención recae en Christopher, a quien se le acaban de saltar las lágrimas al verme. Me aproximo a su persona, tomo su rostro entre mis manos y hago desaparecer las gotas con sabor a mar con ayuda de las palmas de mis manos.

-Estás preciosa- confiesa-. No sé cuando ha sucedido pero el caso es que te has convertido en una mujer valiente, noble y fuerte, capaz de sacrificarse por los demás y ingeniárselas para poner una sonrisa en los labios de aquellos que te importan. Eres la hija que siempre he esperado tener y no puedo expresar con palabras lo orgulloso que estoy de ti.

Le envuelvo con mis brazos y apoyo la cabeza en su hombro.

-Soy tal cual gracias a que he contado con un padre tan maravilloso como tú.

Christopher se separa de mí y acaricia mi mejilla con el dorso de su mano.

-Siempre vas a ser mi pequeña heroína, esa que es capaz de salvar el mundo aún cuando las razones para darlo por perdido son muchas.

-Tengo al mejor maestro a mi lado.

-Y yo a la mejor alumna que se puede tener- deposita un beso casto en mi frente y a continuación se aferra a mi mano, me conduce hacia Jonathan y le hace entrega de ella-. Cuídala mucho, es el tesoro más preciado que me queda.

Jonathan asiente y luego centra su atención en mi persona. Acaricia con sus dedos mis nudillos y a continuación alza mi mano para depositar un beso sobre ellos. Le miro encandilada mientras lleva a cabo esta acción.

-Estás hermosa.

-Gracias- confieso sonrojada.

-Tengo algo para ti- introduce una de sus manos en el bolsillo interno de su chaqueta y extrae de él una pulsera que posee una gran flor roja. Toma mi mano y la desliza por ella con cuidado, hasta alcanzar la muñeca. Miro el adorno detenidamente y luego esbozo una amplia sonrisa.

-Es muy bonita.

-Sí, lo es- me tiende el brazo, indicándome que entrelace el mío con el suyo-. ¿Nos vamos, señorita?

Sonrío y me aferro a su brazo.

Salimos al exterior y una brisa fresca nos acoge con gracia, ondeando al viento nuestros cabellos, alborotándolos un poco. El cielo adopta un tono azul marino y está adornado con cientos de estrellas que brillan con intensidad. En el horizonte se divisa una luna menguante que ilumina con su luz blanca nuestros rostros e , inconscientemente, nos hace palidecer. Avanzamos hacia el frente un par de pasos y nos incorporamos a un camino de tierra que conduce hacia el Todo Terreno negro de mi padre.

-Christopher se ha ofrecido a dejarme su coche para llevarte al baile- explica-, y como puedes ver he aceptado su oferta. No podía permitirme llevarte al baile en una moto.

-Habría sido divertido- bromeo.

-Y muy original- coincide.

Me abre la puerta del coche y espera a que tome asiento para cerrarla y rodear el coche por la parte delantera para ocupar el lugar del conductor unos segundos después.

-Espero que hayas descansado durante el día porque pienso sacarte a bailar a cada una de las canciones que pongan.

-Pues has de saber que no sé caminar con estos tacones.

-No importa. Puedo cogerte en brazos si es necesario.

Sacudo la cabeza, divertida.

-Me he propuesto hacer que esta noche sea inolvidable.

-No tenías porqué, tu sola presencia hace que ese aspecto ya esté ganado.

-Quiero conquistarte todos los días a pesar de tenerte ya conmigo y asegurarme de que tu existencia sea plena y disfrutes de ella a cada segundo.

Su confesión me deja sin aliento.

Jonathan pone en funcionamiento el motor del coche y se incorpora a la carretera con una velocidad reducida, la cual va aumentando progresivamente. Yo, mientras tanto, me entretengo contemplando la luna menguante rodeada de cientos de estrellas centelleantes. Mi teléfono móvil comienza a vibrar, así que me hago con él y miro la pantalla, en la cual se refleja una llamada entrante de Abby.

-Ariana, ¿cuánto os falta para llegar?

-Unos quince minutos.

-Daros prisa, Ashley está a punto de elegir quien va a ser la pareja a la que le toque presidir el baile.

-Está bien, dentro de un ratito estamos allí.

-Nos vemos ahora.

Finaliza la llamada y yo vuelvo a guardar el teléfono en un pequeño bolso negro que llevo conmigo.

-¿Era Abby?

-Sí. Se preguntaba cuánto tardaríamos en llegar. Me ha dicho que Ashley está a punto de elegir a la pareja que va a presidir el baile.

-En ese caso debemos darnos prisa.

Jonathan abre la puerta del coche y me tiende una mano con tal de ayudarme a bajar. Se la acepto sin pensármelo dos veces y me incorporo al exterior en un abrir y cerrar de ojos. Mi acompañante cierra la puerta y se sitúa a mi vera, ofreciéndome nuevamente el brazo.Entrelazo el mío con el suyo y emprendo una marcha hacia el interior del instituto, deteniéndome en alguna ocasión  para saludar a algún compañero de clase y darles las gracias por sus halagos.
En el momento en el que nos adentramos en el pasillo nos acoge el sonido de una canción rítmica unido a varios vítores. Al llegar al final del pasillo torcemos hacia la izquierda y caminamos todo recto hasta dar con una puerta marrón abierta de par en par, de donde escapan luces de todos los colores que se proyectan en el suelo y una melodía unida a un fuerte bullicio. Entro en el gimnasio y descubro exactamente el mismo decorado que esta mañana pero, por alguna extraña razón, ha ganado vivacidad. Tal vez se deba a la gran multitud de estudiantes que yacen en su interior, vestidos de prendas formales de diversos tonos y tipos, o quizá a la puesta en funcionamiento de todo cuanto forma parte de la estancia.

Jonathan se aferra a mi mano y se propone como objetivo llegar hasta una urna de cristal. Debido a la abundante multitud nos cuesta llegar hasta nuestro destino, así que tenemos que hacer alguna que otra pausa en el trayecto. En una ocasión tenemos que alzar nuestras manos unidas con tal de dejar pasar por entre nosotros a una pareja que, al parecer, va bastante bebida. A pesar de ello, seguimos avanzando hasta llegar a la urna, donde está Ashley con un vestido azul de lentejuelas animándonos a participar con un micrófono.

Me hago con un trozo de papel y apunto mi nombre y el de Jonathan. A continuación lo introduzco en el interior de la urna. La ayudante del consejo me dedica una sonrisa a cambio. Me doy media vuelta y me topo de frente con Abby, quien lleva su vestido rojo y va acompañada de un chico que lleva un esmoquin negro con una pajarita roja.

-Hey- nos saluda Daniel. Jonathan le tiende la mano y el chico se la estrecha con gusto-.¿Qué tal estáis?

-Bien- respondo.

-Nunca he estado mejor- contesta Jonathan-. Me muero de ganas de disfrutar de la noche. Y vosotros, ¿cómo estáis?

-Genial- dice Daniel mirando a Abby.

-Yo estoy un poco nerviosa por la elección de la pareja que va a presidir el baile, nunca se sabe si te va a tocar.

Daniel mira por encima del hombro de Jonathan, en dirección a la barra y, pasados unos segundos bufa. Su atención vuelve a recaer en nosotros.

-Cormac desde que he llegado no ha hecho otra cosa que beber.

-Creía que iba a venir con Susan- añado.

-Y lo ha hecho pero por alguna razón se niega a ejercer de pareja de baile- Daniel nos mira uno a uno-. ¿No ha venido Sam?

Me encojo de hombros.

-Dijo que vendría...- digo al fin.

-Le habrá surgido algún imprevisto- añade Abby en un intento de desviar el tema de conversación que acaba de surgir.

-Buenas noches, estudiantes- dice alegremente Ashley-. En primer lugar ¡bienvenidos al baile formal! Espero que lo disfrutéis tanto como lo he hecho yo organizándolo. En segundo lugar me gustaría informaros de que voy a elegir a la pareja que va a abrir el baile cogiendo al azar un papelito de la urna. Y por último pero no menos importante, ¡disfrutad del baile!- la chica se pasea elegantemente hacia la urna, introduce una mano en su interior y se hace con un papel-. Y la pareja que va a presidir el baile está formado por... ¡Abby y Daniel!

La multitud estalla en aplausos y vítores. Abby abre la boca, asombrada y se lleva ambas manos a los labios con tal de reprimir un aullido de felicidad. Daniel recibe varias palmaditas en la espalda y se dirije hacia su pareja, le tiende la mano y la chica se la acepta. Los estudiantes se hacen a un lado, formando un pasillo que conduce hacia la pista, por el que pasa la pareja. Abby me sonríe al pasar por mi lado y yo le saludo con la mano. La mirada de todos los jóvenes se centran en la pareja que acaba de llegar a la pista de baile, la cual adopta la pose de baile adecuada y espera a oír la melodía de la canción para empezar a bailar.

Cormac, quien está junto al equipo de música, pulsa el botón de play y una melodía brota a través de los altavoces y se apodera de la estancia con rapidez. Abby y Daniel se desplazan por la pista con gracia. El chico hace girar a su pareja un par de veces y luego le da la vuelta, rodea con una de sus manos el torso de la chica mientras que con la otra se encarga de acariciar el brazo extendido de la joven hasta alcanzar su mano. Cuando esto sucede, se desplaza adoptando esta pose horiozontalmente. Daniel le hace girar de nuevo y esta vez Abby coloca una de sus manos en el hombro del chico mientras que éste rodea la cintura de su pareja. Sus manos libres se unen a la altura de sus hombros, separados por unos centímetros de ellos. Trazan círculos alrededor de sí mismos, sin apartar la mirada el uno del otro.
La canción llega a su fin y Daniel termina el baile inclinando ligeramente hacia atrás el cuerpo de la chica y aproximando su rostro al de ella. En el instante en el que la melodía cesa, del techo caen papelitos dorados que se depositan sobre los cabellos de los estudiantes. La pareja se coge de la mano, las alzan y luego hacen una reverencia a su público.

Aplaudo con todas mis fuerzas y vitoreo.

-Ahora, me complace anunciaros que podéis uniros a ellos, si queréis- anuncia Ashley.

-¿Me concedes este baile?- Jonathan me tienda la mano.

-Será todo un placer.

Me aferro a su mano y me incorporo a la pista de baile, situándome junto a la pareja formado por Abby y Daniel, quienes se disponen a bailar otra canción. Miro a mi mejor amiga y descubro que la felicidad está plasmada en su rostro y me siento satisfecha por verla tan dichosa. La joven se percata de mi detenida observación y me mira.

-¿Qué tal lo he hecho?- me pregunta sin articular palabra.

-Genial- le respondo moviendo los labios sin emitir ningún tipo de sonido. Además, alzo ambos pulgares con tal de aclarar mi mensaje en caso de que resulte confuso.

Abby me sonríe ampliamente y me indica con la barbilla que baile con Jonathan. Asiento ante su petición y procedo a colocar una de mis manos sobre el hombro izquierdo de mi acompañante, mientras que él se dedica a deslizar la suya por mi espalda. Finalmente, terminamos por unir nuestras manos en el aire. Comienza a sonar la canción Make it without you de Andrew Belle. Jonathan da un paso hacia delante y yo retrocedo uno. En el siguiente movimiento nos intercambiamos los papeles. Poco a poco nos vamos desplazando por la pista sin ser conscientes de ello, pues en el instante en el que nuestras miradas se cruzan, nos sumergimos en un mundo en el que tan solo existimos los dos. En cierto modo, me gusta refugiarme en él, pues por un momento me olvido de todos los problemas que acechan y tengo la sensación de que puedo con cualquier cosa.
Si de algo estoy segura es que el amor, sin duda, es capaz de curar todos nuestros males.

Jonathan me hace girar un par de veces y luego me atrae rápidamente a él, de manera que nuestros labios quedan separados por escasos centímetros. Avanza un paso hacia el frente y yo lo retrocedo uno al mismo tiempo. Jonathan se aferra a mi torso con sus manos y me levanta, de manera que mi cuerpo se separa del suelo por un par de palmos. Me aferro a sus hombros desde un principio, pero poco a poco voy ganando confianza en mí misma y termino por extender horizontalmente los brazos y dejarme llevar por el momento. Mi pareja de baile me baja con cuidado, pero aún así, no me suelta en el suelo sino que me mantiene separada de él por un palmo. Esta vez me aferro a su cuello con un brazo mientras que el otro lo mantengo extendido. Jonathan, quien se aferra a mi cuerpo con ambas manos, no me quita del ojo de encima mientras trazamos círculos alrededor nuestra. Finalmente me ayuda a poner los pies en tierra firme y me rodea por detrás, cruza mis brazos sobre mi pecho y luego él coloca los suyos sobre los míos y emite suaves movimientos de un lado a otro. Además, acerca su rostro a mi cuello y me susurra un "Te quiero" seguido de un beso en la mejilla. Me libero de sus brazos y me doy lentamente media vuelta, alzo una de mis manos y acaricio su rostro con ternura. Jonathan se aferra a mi nuca e inclina ligeramente mi cuerpo hacia atrás, aproxima su cara a la mía y en el momento en el que termina la canción me besa en los labios.

-Tomemos algo- sugiere mi acompañante.

Asiento ante su propuesta y entrelazo mi mano con la suya. Nos abrimos paso entre la multitud como podemos, esquivando a alguna que otra pareja que realiza algún que otro paso de baile que compromete nuestra marcha. Continuamos caminando hasta dar con la zona donde con anterioridad estuvo la urna, donde hay un chico persiguiendo a una chica, la cual se dirije hacia nosotros a gran velocidad. Tanto Jonathan como yo damos un paso hacia el lado y alzamos nuestros brazos, aún con las manos cogidas, con tal de permitir que la pareja pase por entre nosotros. Torcemos hacia la derecha y desembocamos en un montaje con el diseño de dos bailarines que no poseen rostro y que en su lugar hay un hueco por el que puedes asomar la cabeza. Jonathan llama la atención de un chico que pasa por allí y le pide que nos haga un foto, luego se aferra a mi antebrazo y me conduce emocionado hacia la parte trasera del montaje.

-¿Preparados?- nos pregunta el estudiante. Ocupo mi puesto en el lugar de la bailarina y mi acompañante en el del bailarín y asomamos la cabeza a través del agujero, esbozando una amplia sonrisa-. Uno... dos... tres.

El flash nos ciega momentáneamente pero poco a poco el punto negro que enturbia nuestra visión va desapareciendo. Jonathan se acerca el chico y yo le sigo pisándole los talones. El estudiante nos enseña la fotografía que ha hecho y tanto Jonathan como yo le damos las gracias y permanecemos un buen rato riéndonos de nuestras pintas.

-Este es un buen recuerdo para archivar- dice Jonathan-, y espero que sea de esos que el día de mañana te haga sonreír.

Acaricio su mejilla y deposito un beso casto en sus labios.

-Lo único que quiero es despertarme dentro de treinta años y verte a mi lado...- confieso con firmeza.

-... y darme cuenta de que mis sentimientos hacia ti no han cambiado.

Jonathan me da un beso en la frente y a continuación se aferra a mi mano y me conduce hacia la barra, la cual está abarrotada. El chico de cabellera rubia consigue abrirse paso entre la multitud y situarse en primera línea. Mientras él intenta llamar la atención del camarero, decido pasear por los alrededores con tal de dar con algún taburete libre. Sin embargo, lo único que llama mi atención es un chico que lleva un esmoquin negro, con camisa blanca de lino y una pajarita color salmón, que se entretiene bebiendo a palo seco de una botella de ginebra. Salvo la distancia que nos separa y me sitúo a su vera con precaución con tal de evitar sobresaltarle.

-Hola- le saludo.

El chico alza la vista y me mira.

-Hola- dice desganado y vuelve a darle un sorbo a la botella.

-¿Qué haces aquí?

Alza la botella de ginebra y la zarandea.

-¿Por qué no estás divirtiéndote como el resto de estudiantes?

-Los bailes no son lo mío.

Asiento.

-Sé que hay algo que te reconcome por dentro- empiezo a decir-. No hay que ser una experta en psicología para darse cuenta de ello- bromeo con tal de hacerle sonreír pero Cormac se mantiene serio-. Sea lo que sea te aconsejo que lo apartes por un rato de tu cabeza y disfrutes de esta fantástica fiesta que ha organizado Ashley- por primera vez, el chico cambia el rumbo de su mirada hacia el centro de la pista donde hay una chica con un elegante traje azul de lentejuelas bailando con un apuesto joven.

-¿Sabes? Tienes razón. No vale la pena comerme la cabeza una y otra vez- se pone en pie y se arregla la pajarita. Luego deposita un beso en mi mejilla y sale flechado hacia una chica de vestido color salmón que yace de pie junto a la pista, mirando a las parejas que bailan. Cormac se acerca y le tiende la mano para sacarla a bailar. Susan se la acepta de inmediato y se incorporan a la pista de baile.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia el centro de la pista y descubro a Ashley mirando por encima de su hombro a la pareja que acaba de incorporarse a la zona de baile. Cormac esboza una amplia sonrisa mientras baila, lo que parece sorprender bastante a la ayudante del consejo, quien enarca una ceja, incrédula y se dispone a sonreírle a su compañero de baile. Ashley deja de prestar atención a su ex novio y se limita a centrar su atención en los globos rojos que cubren el suelo. Entonces, me percato de que Cormac la mira de soslayo, en un intento de pasar desapercibido.
La canción finaliza y tanto Cormac como Ashley abandonan la pista. El primero de ellos para servirse otra copa y la segunda para sentarse en un silla y entretenerse pintádose los labios de un tono rosa.

Jonathan vuelve con nuestras bebidas y me tiende una de ellas.

-Siento haber tardado tanto, la barra estaba llena.

-No importa.

Me hago con el vaso y como tengo tanta sed me lo bebo casi entero de un sólo sorbo. Jonathan me observa entre impresionado y preocupado.

-Tenía sed- me excuso.

-Ya veo- mira el vaso que sostengo entre ambas manos-. ¿Quieres que vaya a pedirte otro?

Niego con la cabeza.

-Quiero mantenerme sobria con tal de recordar esta noche.

-Yo también.

Le dedico una sonrisa.

-Voy a ir al servicio, ahora vuelvo.

-Vale. Estaré por aquí.

Le doy la espalda y me sumerjo nuevamente entre la multitud, procurando no perder el equilibrio con los codazos que recibo por parte de los estudiantes que bailan. Con ayuda de mis manos voy abriéndome paso entre ellos como puedo, aunque la cantidad de globos que hay esparcidos por el suelo no me es de gran ayuda, pues debo ir apartándolos al pasar y este hecho unido al de que los jóvenes están tan juntos que apenas se distinguen sus pies y hay peligro de tropezar con ellos, dificulta mucho más mi objetivo. Sin embargo, alcanzo la puerta que conduce hacia el corredor sin sufrir un incidente que vaya más allá de alborotar mi cabello. Me incorporo rápidamente al pasillo solitario y camino por él todo recto hasta dar con una intersección, donde giro hacia la derecha, incorporándome a un nuevo corredor. Al ser la única persona que camina por allí alcanzo a oír el ruido que hacen mis tacones al entrar en contacto con el suelo.
Avanzo todo recto hasta alcanzar unos servicios que hay junto a la salida al patio trasero del instituto. Estoy a punto de adentrarme en el baño de chicas cuando llama mi atención la figura de un chico que hay en el exterior. Abandono mi propósito y me marco como nuevo objetivo llegar hasta él, así que con tres zancadas salvo la distancia que me separa de la salida y salgo por ella con paso indeciso. Bajo los peldaños de la escalera con precaución con tal de evitar una caída, valiéndome de los pasamanos. Cuando me encuentro  los pies de la escalera logro distinguir las facciones del rostro del joven que yace de pie, mirándome desde la lejanía.

-Sam...- susurro con un hilo de voz.

El vampiro alza la mirada y la clava en mí.

Emprendo una carrera hacia él sin importarme lo más mínimo si existe el riesgo de sufrir una caída fatal. Cuando me sitúo enfrente de su persona me detengo y permanezco inmóvil un par de segundos mirándole directamente a los ojos, tras los cuales decido abrazarle con tal de comprobar que este momento es real. El vampiro, en un principio, no me corresponde, pero poco a poco va alzando sus brazos y me rodea con ellos.

-Has venido- confieso.

-No podía perderme el baile- justifica sonriendo.

Aumento la intensidad con la que le abrazo y siento como su corazón se acelera y su respiración se vuelve irregular.

-¿Me concedes este baile?- me tiende su mano con el propósito de que aferre la mía a la suya.

-Pues claro que sí.

Coloco una de mis manos en su hombro y él rodea mi cintura con una de las suyas. A continuación unimos nuestras manos disponibles en el aire. Apoyo mi cabeza en su hombro y él responde apoyando su barbilla en mi coronilla. Pronto comenzamos a desplazarnos por el césped repleto de pequeñas florecillas, trazando círculos a nuestro alrededor. La luz blanca de la luna ilumina nuestros cuerpos, resaltando la camisa blanca de Samuel y la pedrería de mi vestido y complementos.

-¿Dónde has estado?

El vampiro guarda silencio durante lo que se me antoja una eternidad. Luego, suelta un largo suspiro, el cual aporta calidez a mi cabello.

-Lejos.

¿Lejos? ¿es lo único que se le ocurre decir después de haber desaparecido sin dar señales de vida? No puedo creerme que siga siendo fiel a su silencio después de todo. Tengo derecho a saber qué ha sido de su paradero estos días. A fin de cuentas, es lo que hacen los amigos, preocuparse el uno por el otro.

Me separo lentamente de su persona con el propósito de marcharme pero el vampiro se aferra a mi antebrazo, impidiendo mi huída.

-Por favor, no te vayas- confiesa entrecortadamente. Sus ojos adoptan un brillo inusual y gracias a ellos y a su expresión deduzco que sus palabras son sinceras, así que vuelvo a retomar mi posición anterior.

-¿Vas a decirme dónde has estado?

Asiente a regañadientes y vuelve a apoyar su barbilla en mi coronilla.

-He estado en Hamilton- dice al fin.

-¿Por qué fuiste allí?

-Porque debo mantener las distancias contigo. Estuviste presente aquella noche en el hospital, por lo tanto eres consciente de la orden que me impuso ese vampiro. No puedo simplemente negarme, no, se trata se algo más complejo. La única forma de librarme de ella es llevándola a cabo y no pienso hacerlo por nada de este mundo.

-Sam, eres fuerte y además posees tu humanidad, aférrate a ella y lucha por recuperar tu libertad.

-No es tan sencillo. No puedo deshacerme de esa orden a menos que la cumpla o el vampiro muera y estoy seguro de que ninguna de las dos opciones van a tener lugar. Así que he decidido irme por un tiempo, manteniendo así las distancias contigo con tal de evitar hacerte daño y buscar el modo de volver algún día.

Abro la boca para rebatir pero por ella únicamente escapa un leve sollozo.

-Sé que no me vas a hacer daño, confío en ti.

-Pues yo no estoy tan seguro y no pienso quedarme aquí para comprobarlo.

Sus palabras me sientan como una patada en el estómago.

-Sam, no tienes porqué irte, encontraremos la forma de ayudarte...

-Me importas mucho, Ariana, y por esa misma razón he tomado esta decisión. No espero que lo comprendas ni que me perdones, solo que aceptes los hechos. A veces, hay que hacer sacrificios por las personas que queremos y este es uno de ellos.

-No, esta decisión la has tomado tú solo, así que no me incluyas en ella, porque sabes perfectamente que mi postura será siempre la misma, votaré una y otra vez por que te quedes.

-Lo siento mucho- deposita un beso en mi frente-. Hazme un favor y no permanezcas a la espera de mi regreso, lo último que quiero es que esperes a un fantasma. Vive, ¿vale? Sé feliz y lucha por tus sueños y no te detengas hasta alcanzarlos. Cuídate mucho, Ariana.

Cierro los ojos con fuerza y un par de lágrimas escapan de ellos. A continuación los abro y me percato de que mi acompañante acaba de marcharse, dejándome completamente sola en el patio trasero del instituto. Su marcha trae consigo una brisa fresca que acoge mi rostro, hace ondear mi cabello y se encarga de adherir el vestido a mi piel. Miro de un lado a otro con tal de dar con el vampiro pero por más que le busco no doy con él, así que afirmo mis peores sospechas; se ha ido y probablemente no vaya a volver.

Duele decirle adiós a una persona aún sabiendo que no quieres que se vaya.

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