Capítulo 19
Los rayos de sol penetran a través de la ventana e inciden directamente en mis párpados. Por suerte, no me afectan pues hace una hora que estoy despierta debido al sonido que hizo la puerta de casa al cerrarse tras llegar mi padre de una de sus partidas nocturnas. Durante esa hora he estado recordando el día de ayer que incluye en sí la felicidad que sintió Sam al volver a exponerse al sol, las risas con Abby con respecto a las ocurrencias de Cormac, la visita de Gideon Sallow, la primera vez que el vampiro bebió mi sangre... Es este último aspecto el que más me come la cabeza, pues no sé si va a traer consecuencias negativas de ahora en adelante. Quizá mi acto le invite a probar nuevamente la sangre humana y con ello a depender de ella. Sólo espero que todo quede en un simple pensamiento y no se convierta en una realidad.
Tomo asiento en el borde de la cama y me desperezo. Luego, me pongo en pie y me dirijo al armario, lo abro de par en par y extraigo una blusa celeste de mangas largas, un pantalón corto vaquero de color negro, unas medias de un tono carne y unas vans negras. En primer lugar sustituyo mi camiseta del pijama por la blusa y luego procedor a hacer lo mismo con la parte inferior y los pantalones vaqueros. Por último tomo asiento en la cama nuevamente, me pongo las vans y me ato los cordones.
Esta vez dirijo mis pasos hacia el servicio, lugar en el que me encierro por un período de cinco minutos, los cuales aprovecho para situarme frente al espejo, peinarme hasta el punto de dejar mi pelo electrizado y cepillarme los dientes, el cual tras acabar dejo en el interior de un vaso de cristal en un extremo del lavabo.
Abandono el servicio, incorporándome nuevamente a la estancia contigua y me encamino hacia el escritorio, el cual posee una silla sobre la que descansa mi mochila. Me hago con ella y la abro de par en par e introduzco en su interior los libros correspondientes a las asignaturas que debo dar hoy. Finalmente me acomodo el asa en el hombro y salgo de la habitación, adentrándome en un pequeño pasillo que conduce hacia la cima de la escalera. Bajo de dos en dos los peldaños y una vez alcanzo la planta inferior tuerzo hacia la derecha y camino todo recto hasta dar con la cocina, lugar en el que se encuentra mi padre tomando su rutinaria taza de café y leyendo el periódico.
-¿Qué tal la partida de anoche?
-No muy bien. Descubrimos a la orilla de un río un cadáver de una joven. Estaba desagrandada, así que puedes hacerte una idea de quienes fueron los culpables.
-Vampiros- musito en un tono bajo.
-El problema es que desconocemos quienes son y sobre todo si se mueven en clanes. Lamento tener que hacerte esta pregunta pero, ¿crees que Sam podría haber sido?
Niego con la cabeza.
-Sam se está alimentando de animales.
-En ese caso, supongo que debemos seguir indagando.
Me doy media vuelta y cuando llevo avanzando dos pasos caigo en la cuenta de algo que me hace voltear y enfrentarme de nuevo a mi padre.
-Hace poco fui al hospital con Jonathan para averiguar quienes robaban las bolsas de sangre y descubrimos a dos vampiros, uno de ellos se llamaba Peter y el otro Will. Ambos coincidían que hacían todo aquello porque iban a ser recompensados por Kai.
-¿Kai?
-No sé quien es pero apuesto a que es una pista importante.
-Sí, de eso no cabe ninguna duda- cambia el rumbo de su mirada hacia la taza que sostiene y enarca ambas cejas-. Continuaré indagando con tal de obtener más información acerca de él.
Asiento un par de veces.
-Tengo que irme a clase. Nos vemos luego, papá- deposito un beso en su mejilla y él me corresponde colocando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
Me separo de él y emprendo una marcha en dirección a la salida de la cocina. A medida que avanzo hacia ella siento la mirada de mi padre clavada en mi espalda y por un momento siento la tentación de girarme y volver a mirarle. Sin embargo, alcanzo la puerta sin haberme detenido para mirar hacia atrás y justo antes de desaparecer a través de esta le dedico una última mirada, descubriendo así que permanece en el mismo sitio, pero esta vez, la atención recae en la hora que marca su reloj de muñeca dorado. Su gesto me invita a mirar la pantalla de mi teléfono móvil, averiguando de esta forma que son las ocho de la mañana y que tengo quince minutos para llegar al instituto. Salgo apresuradamente al exterior y emprendo una carrera hacia una moto que yace detenida en un lateral de la calzada.
-Hola.
Jonathan toma mi rostro entre sus manos y deposita un beso en mis labios. Ante su inesperado gesto no puedo evitar abrir los ojos como platos y esbozar una sonrisa. A juzgar por su expresión parece estar feliz y eso es algo que me gusta.
-Hola- susurra a escasos centímetros de mis labios.
-¿Por qué estás tan feliz?
Jonathan se encoje de hombros y me dedica una de sus sonrisas.
-Porque me he dado cuenta de que tengo un motivo muy importante para estarlo. Tú.
Mantengo agachada la cabeza con tal de ocultar mi rubor y cuando estoy segura de tenerlo bajo control, rodeo con mis brazos el cuello de Jonathan y salvo la distancia que nos separa para terminar por plantarle un beso en la boca.
Me subo en la moto una vez me pongo el casco, situándome justo detrás de mi acompañante. Éste acaba de terminar de colocarse los guantes y procede a darle vida al motor y a incorporarse a la carretera a una velocidad reducida, la cual va aumentando pogresivamente. La brisa fresca no tarda en hacer ondear mi cabello al viento y congelar mis manos. Además, se encarga de transmitirle una sensación gélida a mi collar, el cual al entrar en contacto con mi piel provoca que me estremezca.y el vello de mi nuca se erice. Pero, a pesar de las adversidades disfruto del trayecto igual o más que las veces anteriores y estoy completamente segura de que este hecho se debe principalmente a la persona que comparte esta experiencia conmigo.
Jonathan detiene la moto junto a un árbol y se dispone a quitarse el casco mientras yo me bajo del vehículo de un salto y me entretengo desabrochando la correa del casco. En cuanto dejo al descubierto mi cabeza, el aire se encarga de alborotar el resto de mi cabello, provocando que algún que otro mechón recaiga sobre mi rostro. Con ayuda de una de mis manos me echo hacia atrás los pelos sueltos, algunos de ellos quedan atrapados tras mis orejas mientras que otros vuelven a visitar mis mejillas.
Ladeo la cabeza hacia la izquierda y descubro a una chica de cabello azabache con reflejos rojos que me saludo con un gesto que hace con la mano al mismo tiempo que me dedica una sonrisa. Los ojos de Abby van a parar a Jonathan, a quien saluda con un asentimiento y luego su mirar se pierde en el frente. Decido seguir el rumbo de su mirada con tal de averiguar qué es aquello que llama tanto su atención.
De entre unos árboles aparece un chico moreno con gafas de pasta negra que porta una mochila roja acomodada en su espalda. Ambas manos están aferradas a las asas de la maleta. Se expone a la luz solar sin temor, y esta resalta su figura, aunque no le provoca quemaduras, hecho que le saca una amplia sonrisa. Tanto Abby como Sam salvan la distancia que los separa de mí y me saludan.
-Has vuelto- añado.
-Sí, tengo que ponerme al día.
-Sam- le indico que nos apartemos un poco del grupo para poder hablar. El chico asiente y se pone rumbo hacia el árbol más cercano-. ¿Qué tal estás?
-Estoy bien.
Asiento un par de veces.
-¿Lo tienes bajo control?
-Aún sigo enloqueciendo, aunque en menor medida, cuando escucho el bombeo de la sangre al impactar contra las paredes de las arterias. Pero como dijiste, aún sigo conservando mi humanidad y ello implica tener sentimientos y por absurdo que parezca, voy a aferrarme a ella para controlarme.
-Un sentimiento es lo suficientemente fuerte para frenarte- Sam me mira encandilado unos segundos y puedo apreciar como un brillo inusual se apodera de sus pupilas-. Si hay algo que pueda hacer...
-Ahora que lo pienso, sí hay algo que puedes hacer- enarco ambas cejas ante su respuesta y me mantengo a la espera de recibir una contestación por su parte-. Tienes que ayudarme en el laboratorio. Las mezclas y yo no somos muy buenos amigos.
Sonrío y sacudo la cabeza, divertida.
-¿Eso es un sí?
Me encojo de hombros.
-No puedo leerte la mente. Eso solo pueden hacerlo los vampiros más antiguos.
-Hmm... deberías buscar a uno.
Salgo corriendo en dirección a la entrada del instituto en el momento en el que suena el timbre y Sam imita mi acto, solo que él llega al destino marcado mucho antes que yo pues ha se ha valido de sus habilidades vampíricas. Nos adentramos en el pasillo abarrotado de estudiantes y caminamos por él todo recto hasta que alcanzamos una intersección y torcemos a la izquierda.
-¿Qué tal si hacemos un trato? Puedo ayudarte en educación física a cambio de que tú me ayudes en biología.
-¿Cómo vas a ingeniártelas para ayudarme en educación física?
-Ser vampiro tiene sus ventajas. Por ejemplo, puedo obligar a las personas a hacer algo que quiera. En tu caso sería pedirle al profesor que te aprobase.
-Nada de habilidades vampíricas- digo con firmeza-. Te ayudaré con biología.
-Eres la mejor- al pasar por mi lado deposita un beso en mi mejilla y a continuación emprende una carrera hacia la entrada al aula. Su gesto me coge de imprevisto y por ello reacciono quedándome completamente inmóvil, con la mirada perdida en algún punto de la pared blanca que tengo justo al lado.
Me adentro en el laboratorio y me pongo rumbo hacia la mesa que comparto con Abby, Sam, Cormac y Daniel. Estos dos últimos están entretenidos tomando apuntes de la pizarra mientras que los primeros se encargan de repartir los materiales en la mesa. La profesora se pasea entre las mesas y va depositando sobre ellas un bote que posee una etiqueta en la que se puede leer la sustancia que contiene.
-Un miembro del grupo puede ir a llenar los frascos lavadores.
Me incorporo antes de que mis compañeros decidan reaccionar y emprendo una marcha hacia el lavabo, portando conmigo la piseta, entreteniéndome desenroscando el tapón por el camino. Cuando logro alcanzar mi destino me encuentro con un chico de cabellera rubia y enormes ojos azules que deja caer el peso de su cuerpo en uno de los muebles.
Abro el grifo y sostengo el frasco bajo este con el fin de llenarlo. Mientras llevo a cabo mi cometido soy consciente de que Jonathan no me quita el ojo de encima, hecho que provoca que el rubor se apodere de mi rostro, tiñiéndolo de un tono rojizo.
-¿Por qué me miras así?- le pregunto, aún con la mirada fija en el frasco que tengo entre ambas manos.
Jonathan salva la distancia que nos separa y se acerca a mi oído para terminar por susurrar:
-Porque eres preciosa.
Sonrío y a continuación le doy un leve codazo entre las costillas. Para mi sorpresa, él tan solo se limita a dedicarme una sonrisa. Hago ademán de mancharme pero en ese momento Jonathan se apodera de mi antebrazo y tira de él con tanta fuerza que provoca que gire en redondo y me desplace a gran velocidad hacia su persona, salvando la distancia que nos separa. Termino por tener ambas manos depositadas en su pecho, aún sosteniendo el frasco. El chico alza una de sus manos y acaricia mi mejilla con ternura y por último deposita un beso en mis labios.
-Nos vemos luego- dice.
Asiento y vuelvo a mi mesa sin demorarme por el camino.
Cuando a punto de ocupar mi sitio se produce una explosión y un espeso humo gris se apodera de la estancia con rapidez. Poco a poco este va disipándose, descubriendo así a un chico con el pelo alborotado, con la cara chamuscada y las gafas torcidas sobre su nariz. Con una de sus manos sostiene una cucharrilla mientras que con la otra un bote de color rojo. A su lado yace una chica de cabello moreno con reflejos rojos que tiene la punta de la nariz manchada de negro y los ojos entrecerrados. Daniel, quien está sentado al otro lado de Sam está mirando su camiseta blanca con incredulidad mientras que Cormac, que está justo enfrente del vampiro se ríe de la situación.
Esbozo una sonrisa al ver aquella escena. Me alegra saber que todo ha vuelto a la normalidad.
El resto de la hora de biología la pasamos limpiando el estropicio de Sam y escribiendo unas doscientas veces "debemos cuidar el material" en una libreta. En cuanto suena el timbre que anuncia el fin de clase los alumnos se ponen en pie y abandonan el aula, mientras que mi grupo permanece en ella hasta que esta se queda en solitario. Es ahí cuando nos acercamos a la mesa de la profesora y le hacemos entrega del castigo que nos mandó. La mujer recoge una a una las hojas que le entregamos y la guarda en una carpeta morada que yace sobre la mesa.
-Intentad tener más cuidado. Ya van dos incidentes, no seré tan flexible la próxima vez.
Asentimos al unísono al mismo tiempo que miramos el suelo con resignación.
-Podéis iros.
Daniel sale del aula quejándose de la enorme mancha que hay en su camiseta y Cormac, quien se encuentra a su vera, le hace entrega de un pañuelo y le indica que busquen un servicio. Abby, Sam y yo somos los penúltimos en salir (la profesora es la última) y nos ponemos rumbo hacia la pista roja en forma circular que hay en el exterior, donde nos toca dar la siguiente clase, educación física.
-Creía que los vampiros se anteponían a los sucesos...- dice Abby.
-Cuando te conviertes en vampiro, todo se magnifica. Yo, por ejemplo, cuando era humano solía ser torpe y al convertirme ese defecto se ha agravado. Así que podéis haceros una idea de porqué no puedo evitar este tipo de incidentes.
-Eso quiere decir que los sentimientos se vuelven más fuertes, ¿no?- le pregunto. Sam asiente ante mi pregunta.
-Cuando sufrimos, sufrimos mucho, tanto que puede llegar a volverse insorportable. Esta es una de las razones por las que los vampiros tienden a apagar su humanidad. Sin embargo, también somos capaces de amar y, cuando lo hacemos, es sin medida.
Intercambia una mirada conmigo y a continuación desvía su mirar hacia la pista roja que yace en el frente donde el profesor Walter McGregor está pasando lista. Nos situamos justo detrás de Susan, Ashley y Alarick, quienes están escuchando atentamente la información que está aportando la ayudante del consejo acerca del baile formal que tendrá lugar mañana. Agudizo el oído y alcanzo a escuchar que las chicas deben llevar trajes largos y los chicos esmoquin.
-Quiero que empecéis dando vueltas alrededor de la pista.
Abby y yo nos incorporamos al mismo tiempo a la pista y empezamos a correr con un ritmo moderado. Sam, sin embargo se vale de sus habilidad vampírica y recorre la pista a una velocidad sobrehumana, lo cual llama la atención del profesor, quien tiene un silbato plateado entre los labios entreabiertos y se limita a mirar con incredulidad al vampiro.
-Debería controlarse un poco, está llamando la atención- añade Abby.
-Sí, tal vez deberíamos hablar con él.
-Prueba a adaptarte a su ritmo- bromea.
Sonrío ampliamente y en ese instante siento como un fuerte viento ondea mi cabello, alborotándolo y azota mi rostro ferozmente. Pestañeo un par de veces y entonces descubro a un chico que yace a mi lado, de piel cetrina y colmillos asomando a través de sus labios entreabiertos. Al pasar junto al profesor McGregor, este llama la atención de Sam y el chico se ve en la obligación de acudir en su búsqueda.
-Baja el ritmo- le pido a Abby, quien obedece rápidamente y se lleva una mano al costado, jadeando debido al esfuerzo.
-¿Crees que sabe lo que es Sam?
-Espero que no.
El vampiro se sitúa a la vera del profesor y este último le recibe con un aplauso y una palmadita en la espalda. Agudizo el oído en un intento de estar al tanto de la conversación que mantienen pero el sonido de las suelas de las deportivas impactar contra el suelo, las respiraciones agitadas y los gritos de los jóvenes más estusistas me lo impiden, así que tengo que conformarme con pasar del tema y seguir corriendo alrededor de la pista. Pasamos un par de veces por delante de Sam y Walter y aún así continúan manteniendo una interesante conversación, de la que forman parte las risas. Al fin, cuando nos encontramos dando la tercera vuelta, el vampiro acude a nosotras.
-¿Qué te ha dicho?- pregunto jadeando.
-Me ha felicitado y me ha preguntado dónde aprendí a correr así. Además, ha hecho alusión de que soy mejor que Usain Bolt.
-Me gustaría ver como te desenvuelves sin tus habilidades vampíricas- dice Abby, quien tiene el rostro sonrojado.
-Puedo asegurarte que si fuese humano ahora mismo estaría tirado en el suelo, bajo los pies del profesor, jadeando, pidiéndole un poco de compasión.
Tanto Abby como yo nos reímos de su comentario.
-Sé que debo aprender a controlarme o de lo contrario las personas empezarán a sospechar de mi condición.
-Nadie puede sospechar o te pondrás en peligro- aporta Abby, quien se pasa el dorso de su mano por su frente para eliminar todo indicio de sudor.
-Lo que más me preocupa es poner en peligro a las personas que me importan- Sam me mira durante un par de segundos y luego repite la misma acción con mi mejor amiga.
El profesor toca el silbato, indicándonos que cesemos de correr. Nos ponemos rumbo hacia un banco y tomamos asiento en él y nos disponemos a bebernos una botella de agua.
-He oído que para el baile formal de mañana debemos vestir trajes largos- informo a Abby, quien está bebiendo un sorbo de su botella.
-Pues no tengo nada que ponerme- dice tras meter la botella en su mochila-, así que tendremos que ir a comprarnos algo.
-Claro. Podríamos ir mañana por la tarde.
Asiente.
-Oye, Sam, ¿has encontrado pareja para el baile?- le pregunta la chica morena.
-Sí. Tengo pensado ir con Anna Rotten.
-¿Anna Rotten?- pregunta, sorprendida-. Es la vicepresidenta del consejo. ¿Cómo has conseguido que acepte asistir contigo al baile?
-Abby, por favor, soy el nuevo Usain Bolt- justifica, apuntando su persona con los dedos pulgares de sus manos.
Cambio el sentido de mi marcha y al hacerlo me encuentro con Jonathan a mi lado, quien corre hacia atrás.
-¿Tienes un segundo? Me gustaría hablar contigo un momento.
-Claro.
Abandonamos la pista y nos adentramos nuevamente en uno de los pasillos del instituto. Jonathan se apodera de mi mano y tira de ella con fuerza. Emprendemos una carrera que tiene como fin el salón de actos, lugar en el que Ashley anuncia las celebraciones que van a tener lugar. Mi acompañante abre la puerta y la mantiene abierta con tal de cederme el paso. Me adentro en el interior y lo primero que llama mi atención son las luces que apuntan al escenario, lugar cubierto por una cantidad considerable de globos rojos. Jonathan me conduce hacia las escaleras que hay para subir al escenario y me ayuda a hacer frente a los peldaños. Poco a poco voy dejando atráss gruesos escalones hasta que al fin alcanzo la cima. Camino hacia el centro del escenario, donde están concentrados los globos y entonces una melodía comienza a brotar de los altavoces. Me giro en redondo y descubro a Jonathan justo detrás de mí, haciéndome entrega de una rosa.
-Ariana Greenberg, ¿quienes ir al baile conmigo?
Acepto la rosa y le dedico una sonrisa a cambio.
-Sería todo un placer.
Jonathan rodea mi cintura con sus manos y me eleva. A continuación, gira conmigo en volandas durante un par de segundos y termina por detenerse.
Se decide a hacer un paso de baile en mi compañia que consiste en inclinar mi cuerpo ligeramente hacia atrás y en enfrentar su rostro al mío. Termina por incorporarme segundos más tarde y pasar uno de sus brazos por mi espalda, al mismo tiempo que yo me dedico a colocar una de mis manos en su hombro y en unir la que me queda libre con la suya. Nos desplazamos por la pista, emitiendo algún que otro giro, soteniéndonos las miradas, cuán presos del amor.
Mi parte favorita es aquella en la que nuestras frentes se unen y nuestros labios quedan a escasos centímetros, y nuestros ojos luchan por querer ver más allá.
Jonathan extiende el brazo con el que inmovilizaba mi cuerpo y se aferraba a mi mano, provocando que me desplace horizontalmente por la pista y termine separada de él. Luego, me atrae con fuerza, invitándome a girar hasta lograr volver a la posición inicial, dándole la espalda, nuevamente prisionera por su fuerte brazo.
La canción finaliza y Jonathan decide acabar el baile inclinando hacia atrás mi cuerpo, deslizando uno de sus brazos por mi espalda, aferrando una de sus manos a mi nuca y depositando un beso casto en mis labios.
Salgo del servicio tras asearme y sustituir mi ropa por el pijama, entreteniéndome cepillándome el pelo. Me deshago de la distancia que me separa de la mesita de noche con dos zacandas y me dispongo a desenchufar el cable de la lamparita y cambiarlo por el del secador rojo. Enciendo el aparato y lo pongo a la máxima temperatura con tal de secar mi cabello en poco tiempo. El aire caliente del secador incide contra los mechones castaños próximos a mi rostro y los hace volar hacia atrás al mismo tiempo que sustituye el tono apagado del pelo por un castaño más vivo. Tardo aproximadamente un total de unos quince minutos en secármelo.
Guardo la caja del secador en un armario y vuelvo a la cama, pero esta vez, con el propósito de deshacerla para acostarme. Echo un poco hacia atrás la colcha y la sábana y abro un pequeño hueco en un lado para poder meterme en la cama.
Una vez estoy dentro de ella siento una sensación gélida apoderarse de mí, aunque esta desaparece a los pocos minutos. Ladeo la cabeza hacia el lado izquierdo, de manera que entra en mi nuevo campo de visión el cielo nocturno, donde nuevamente localizo esa brillante estrella. La observo, en silencio, admirándola profundamente.
Hundo el rostro en la almohada y aprecio el olor a suavisante que desprende la funda. A continuación acomodo una de mis manos bajo la almohada mientras que la otra la coloco justo encima de esta. Cierro los ojos con el fin de dormir pero no consigo caer en los brazos de Morfeo, pues hay algo que no deja de rondar mi cabeza.
Hay unos vampiros que acaban de llegar a Glasgow, sin propósitos conocidos, de quienes únicamente sabemos que guarda relación con un tal Kai.
Le doy vueltas al mismo asunto durante un par de horas hasta que oigo la puerta principal cerrarse, lo cual anuncia que mi padre acaba de irse a una de sus partidas nocturnas. Entonces, llego a la conclusión de que no puedo quedarme de brazos cruzados sin más, a la espera de obtener información, así que me incorporo y me dirijo hacia el escritorio, donde yace mi teléfono móvil. Me hago con él y marco el número de Abby.
-¿Ariana?
-Siento llamarte a estas horas pero necesito que me ayudes con un asunto.
-Está bien, ¿de qué trata?
-Te lo contaré por el camino.
-Vale. Estaré en tu casa en unos quince minutos.
Finalizo la llamada y me dispongo a colocar la almohada en vertical y a cubrirla con las mantas con tal de simular que estoy dormida, en el supuesto de que mi padre vuelve antes de tiempo. Luego, sustituyo mi pijama por una sudadera negra y unos vaqueros grises.
Me encamino hacia la salida de mi habitación y antes de adentrarme por ella le dedico una última mirada a la estancia solitaria y en penumbra. Finalmente cierro la puerta detrás de mí, prohibiéndole a mis ojos poder contemplar todo cuanto forma parte de la habitación. Avanzo rápidamente por el pasillo y al alcanzar la escalera desciendo los peldaños de uno en uno. Pronto desemboco en la entrada, pero antes de salir por ella opto por hacerme con chaqueta negra de cuero.
La brisa fresca acoge mi rostro y logra erizar los pelos de mi nuca. La naturaleza se encuentra sumida en una completa oscuridad, tal que no se logran distinguir las flores que luchan día tras día contra el inminente invierno.
En la carretera hay detenido un vehículo blanco de ventanas tintadas, conducido por una chica morena con reflejos rojos. Salvo la distancia que me separa del coche y me subo a él.
-Gracias por venir.
Abby me dedica una sonrisa a cambio.
-¿Adónde tenemos que ir?
-Al hospital.
-Por favor, dime que esto no es un macabro plan para que nuestro amigo vampiro se alimente de sangre humana.
Niego con la cabeza.
-Hace poco descubrí que hay unos vampiros nuevos en la ciudad que se dedican a robar bolsas de sangre del hospital para alimentarse. Y no sólo eso sino que además estoy al tanto de que lo hacen con tal de ser recompensandos por un vampiro llamado Kai. Así que mi propósito es ir al hospital con tal de averiguar algo acerca del historial médico de él.
-¿Crees que Sam puede saber algo?
-Creo que si lo supiera nos lo habría dicho- cambio el rumbo de mi mirada hacia la ventanilla de mi derecha y me entretengo observando el cielo estrellado. Entonces repaso uno a uno los recuerdos del día de hoy y me llama la atención uno que hace referencia a la conversación que mantuve con Sam en el instituto, cuando me dijo que los vampiros podían obligar a las personas a hacer lo que ellos quieran. Es ahí cuando caigo en la cuenta de un aspecto que había pasado por alto-, a no ser que le hayan obligado a olvidarlo.
-¿A qué te refieres?
Abro la boca y me llevo ambas manos a la cabeza.
-¿Qué pasa, Ariana?
-Pueden estar utilizando a Sam como señuelo... tenemos que llegar cuanto antes al hospital.
Abby asiente y pisa el acelerador.
El coche se detiene en un hueco libre del aparcamiento.
-Tardaré un máximo de quince minutos- anuncio-. Si surje algún tipo de complicación, llámame.
-¿Qué pasa si transcurren quince minutos y no has vuelto?
Frunzo el ceño y me coloco un mechón de pelo detrás de la oreja.
-Te irás sin mí.
-No pienso dejarte atrás, Ariana.
-Y yo no pienso dejar que se sacrifiquen más vidas inocentes- se forma un silencio incómodo-. Todo va a salir bien. Nos vemos dentro de quince minutos.
Me bajo del coche y me dirijo hacia la entrada del hospital con paso decidido. Tras cruzar el umbral me incorporo a un corredor completamente solitario donde algunas luces parpadean y amenazan con apagarse.
Avanzo por el pasillo en línea recta. Al pasar por delante de un cartel que indica las plantas que tiene el hospital echo un rápido vistazo al lugar al que tengo que dirigirme y sin más dilación me pongo rumbo a un ascensor. Al subirme en él pulso la segunda planta y permanezco a la espera de que este me lleve a mi destino.
Las puertas tardan un máximo de unos veinte segundos en volver a abrirse, dejando a descubierto exactamente el mismo corredor por el que caminé con anterioridad con Jonathan.
Me incorporo al pasillo y emprendo una marcha por él en dirección a la estancia en la que están los historiales clínicos. Sin embargo, cuando me hallo a mitad de camino llama mi atención una habitación que está abierta, por la que acabo de pasar. Retrocedo sobre mis pasos y al volver a alcanzar la estancia que dejé atrás decido enfrentarme a ella y contemplar la escena que se presenta en su interior. En el centro de la sala hay una cama de ropajes azules en el que hay un hombre de unos cuarenta años, rígido y pálido como la cera. A su vera hay un joven de cabello moreno que está inclinado sobre el cuerpo del paciente, bebiendo sangre de su persona, alternando el cuello y la muñeca.
-Sam...-susurro. El chico suelta la mano del hombre y lentamente se da media vuelta. Cuando se enfrenta a mí me percato de que sus labios están manchados de sangre y de que un río rojo oscuro desciende por sus comisuras en dirección a la barbilla. Miro por encima de su hombro y descubro al hombre pálido, con los labios apretados y los ojos apagados-. Madre mía.
El vampiro abre la boca y al hacerlo deja al descubierto sus enormes y afilados colmillos que amenazan con herir su labio inferior.
-No sé porqué lo he hecho- confiesa al fin. Me percato de que sus ojos se están inundando de lágrimas-. No quería hacerlo pero sentía que debía realizarlo- dice con un hilo de voz-. ¿Qué me está pasando?
Salvo la distancia que nos separa y tomo su rostro entre ambas manos.
-Te han obligado a hacerlo.
-¿Quién?
-Un vampiro, supongo.
-Pero los vampiros no pueden obligar a otros a no ser que...- su voz se quiebra antes de terminar la frase. Abre los ojos como platos y aprieta los labios hasta formar una fina línea.
Enarco una ceja ante su silencio.
-¿A no ser qué?
-A no ser que se trate de uno de los primeros vampiros que existieron.
Entreabro los labios y suelto un grito. Rápidamente me llevo ambas manos a la boca con tal de reprimir otro posible grito.
-¿Intentas decirme que uno de los vampiros más antiguos que existen está en Glasgow?
-Efectivamente.
-Pero, ¿cómo se supone que vamos a librarnos de él?
-No tengo la menor idea.
En ese instante Sam se aferra con fuerza a mi antebrazo.
-Viene alguien, será mejor que te vayas.
Asiento y salgo corriendo de la habitación. Cuando estoy a punto de llegar a una intersección me percato de la presencia de una sombra que a medida que avanza por el pasillo de la izquierda va haciéndose más grande, lo cual me confirma que se encuentra muy próxima a mi posición. Retrocedo, evitando hacer el mínimo ruido y me meto en el cuarto de limpieza en el que me oculté con anterioridad con Jonathan. Cierro la puerta con sigilo con tal de evitar llamar la atención del acechante. Me doy media vuelta, y entonces, ante mí se encuentra ua figura de un joven de cabello moreno y enormes ojos verdes claros.
Me sobresalto ante la inesperada presencia y emito un grito, el cual se encarga de reprimir el vampiro con una de sus manos. Eleva el dedo índice de su mano libre y se lo lleva a los labios pidiéndome que guarde silencio. Termino por asentir ante su petición y Elián retira lentamente la mano de mi boca.
Agudizo el oído y alcanzo a oír una conversación que está teniendo lugar en la habitación de enfrente.
-¿Qué tal sienta beber sangre humana?- dice una voz grave.
-¿Por qué me has obligado a hacerlo? No quería hacerle daño.
-Tiene gracia que lo diga un vampiro, teniendo en cuenta que somos una especie depredadora. Sé que ahora mismo sientes odio hacia mí pero déjame decirte que te he hecho un favor. La sangre humana te fortalece, te hace sentir vivo. Sin embargo, la de animal no logra saciar tu sed por mucho que bebas, y te vuelve débil.
-Cada quien elige el camino que desea tomar.
-Sí, supongo que sí. Pero aún no alcanzo a entender cual de las dos posibles alternativas has escogido, porque estoy al tanto de que te alimentas de esos pobres ciervos pero también de esa chica, Ariana.
-¿Cómo sabes todo eso?
-¿No te acuerdas? Me lo dijiste tú.
Se hace un silencio. Imagino a que Sam meditando la respuesta que acaba de darle su acompañante.
-No sé que es lo que quieres pero deja al margen a Ariana.
El hombre de voz grave ríe malévolamente.
-¿Sabes? Tengo grandes planes para ti- alcanzo a oír como unas pies se deslizan por el suelo a gran velocidad-. Debes acabar con Ariana.
-¡No!- grita Sam con todas sus fuerzas. Percibo un sonido semejante a una colisión entre dos superficies pétreas y a continuación un fuerte golpe contra la pared.
-¡Acaba con ella!
Y la conversación cesa por completo por lo que doy por hecho que mi amigo ha cedido a llevar a cabo la obligación que le acaban de imponer; terminar con mi vida. Doy un paso hacia atrás, alejándome de la puerta y me apoyo en una de las paredes. Pronto se inundan mis ojos y las lágrimas escapan de ellos, surcando mis mejillas con rapidez. Aprieto los dientes con todas mis fuerzas con tal de cesar mi llanto y me limito a controlar mi respiración.
-Tengo que ir a ayudarle...- susurro y hago ademán de abrir la puerta para salir pero el vampiro se apodera de mi antebrazo y me apoya nuevamente en la pared, inmovilizando mis manos con las suyas.
-¿Estás loca? Vas a conseguir que nos maten a los dos.
-No lo entiendes, yo ya estoy muerta- digo con firmeza. Los ojos verdes del vampiro se clavan en los míos castaños y ello provoca que me sonroje, aunque, al estar en penumbra, apenas se puede apreciar este hecho, lo cual agradezco-. Suéltame- le pido forcejeando. Elián responde aumentando la fuerza con la que me sujeta-. ¡Déjame!
-No pienso dejar que nos condenes a ambos.
Dejo de forcejear, pues mis músculos me abandonan, y permanezco inmóvil apoyada en la pared, a la espera de que el vampiro me libere. Elián deja de ejercer presión sobre mis manos y se encamina hacia la puerta, la abre y la mantiene abierta con tal de cederme el paso. Salgo por ella con decisión, propiciándole un golpe con el hombro al pasar por su lado. Avanzo todo recto por el corredor hasta llegar a las escaleras y cuando estoy a punto de girar hacia la derecha para incorporarme a ella aparece justo delante mía Elián.
-Hay una forma de liberar a tu amigo de la orden.
-¿Cuál?
-Hay que matar al vampiro que se la impuso. En este caso, John Spinnet.
Memorizo el nombre que acaba de darme e intento relacionarlo con algún escrito que haya leído.
-¿John Spinnet?- pregunto desorientada.
-Es uno de los primeros vampiros que existieron- enarco una ceja y suspiro ante la respuesta que acaba de darme. Me es difícil digerir la información que me ha proporcionado-. Creo saber qué le ha llevado a venir a esta ciudad. John tiene un hermano llamado Kai que, afortunadamente, lleva varios siglos momificado en el interior de una cripta.
-Un momento, ¿Kai es un original?
-Sí y el mayor depredador que ha conocido la historia vampírica.
Abro la boca, sorprendida.
-Pero, ¿cuál es el propósito de John?- Elián me mira como si fuese una ingenua. En ese instante un pensamiento fugaz cruza mi cabeza y presenta como información: despertar a su hermano de su estado de momificación-. ¿Quiere despertarlo?
-Tin tin tin- imita una campanita-. Has dado en el quid de la cuestión.
-Pero si lo despierta se va a producir una masacre.
-Has vuelto a aceptar. Y dadas las circunstancias apuesto a que no viene precisamente bien que el mayor depredador de la historia arrase con toda la ciudad.
Cambio el rumbo de mi mirada hacia los peldaños que se abren paso bajo nosotros.
-No logro entender qué papel juega Sam en todo esto.
-Para traer de vuelta a su querido hermanito necesita hacer un ritual y apuesto a que tu amiguito está siendo usado a modo de señuelo.
-¿Para conseguir qué?
-Para lograr atraer tu atención.
Inspiro una gran bocanada de aire y la retengo en mis pulmones.
-¿Con qué fin?
-Con el de sacrificar tu vida con tal de salvar la de Kai.
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