Capítulo 14

Emprendo una carrera desde el inicio de la carretera hasta el lugar en el que se encuentra oculto el arco con las flechas. A medida que avanzo siento como las gotitas de sudor se apoderan de mi frente y amenazan con deslizarse hacia mis mejillas. Para eliminar esta sensación paso el dorso de mi mano por dicho lugar y las hago desaparecer temporalmente. El corazón me late con tanta fuerza que soy capaz de percibir el borboteo de la sangre en los oídos. Como consecuencia de este último hecho y del esfuerzo que estoy ejerciendo, mi respiración es agitada y siento una fuerte quemazón en el pecho que me pide a gritos un descanso.

La brisa fresca hace ondear la cola que llevo puesta, además de azotar mi rostro con violencia en un intento de hacer desaparecer el enrojecimiento de este. Sin embargo, todo intento es en vano.

Salvo varios obstáculos que me encuentro por el camino, entre los que destacan piedras, rampas, ramas y un suelo húmedo. Aún así, logro alcanzar mi destino a pesar de las adversidades. Lo primero que hago al hallarme en él es palparme el costado y concentrarme en inspirar y espirar con el fin de recuperarme del esfuerzo .

-¿Cómo lo he hecho?- le pregunto jadeando.

-Bien, aunque puedes mejorar.

Fulmino con la mirada a mi padre, quien está observando la cifra que marca el cronómetro de color azabache que tiene entre las manos.

-Ahora te enfrentarás a mí.

Me hago con el arco y las flechas al mismo tiempo que él se hace con una navaja de hoja afilada. Christopher empuña el cuchillo y yo aprovecho para esconderme tras el tronco de un árbol y preparar mi arma. Tras colocar la flecha correctamente, tiro hacia atrás de la cuerda, preparada para enfrentarme a mi amenaza. Asomo la cabeza para poder ver y descubro que mi progenitor no se encuentra en ningún sitio. Abandono mi escondite y en ese instante aparece mi padre de detrás de un árbol, empuñando una navaja. Se aproxima a mí rápidamente y yo me limito a esquivarle pasando por su derecha, girando sobre mí misma. Entonces le lanzo una flecha a mi acechante, quien se agacha para evitar toparse en su camino. Reacciono escondiéndome tras un tronco, idea no muy acertada ya que mi progenitor aparece por detrás de este y me amenaza con su navaja, cuya hoja está a punto de perforar mi cuello.

-Tu principal problema es que pierdes de vista al enemigo. Eres rápida, usa esa habilidad en tu favor.

-Lo tendré en cuenta.

-En ese caso, hemos terminado por hoy.

Christopher guarda el cuchillo en el bolsillo interior que tiene su chaqueta de cuero marrón, mientras yo me dedico a contemplar la flecha que hay colocada en el arco.

-¿Vais a salir esta noche?

Mi acompañante alza la vista y deja ver una expresión de desconcierto.

-Sí.

-Quiero ir con vosotros.

-No creo que sea lo más conveniente, aún necesitas practicar mucho.

-Siento que estoy preparada. Además, ¿qué mejor forma de aprender que enfrentándome a una situación real?

Guarda silencio y no me quita el ojo de encima.

-Está bien- dice al fin.

-Gracias.

Abandono la distancia que nos separa, después de haber dejado el arco tras el matorral, y le doy un abrazo. Cierro los ojos en el instante en el que mi cabeza entra en contacto con su pecho. Permanezco inmóvil, sintiendo los latidos de su corazón bajo su piel, luchando por hacerse notar. Christopher enreda sus dedos en mi cabello y lo acaricia desde la raíz hasta la puntas.

Vuelvo a la realidad en el instante en el que percibo el crujir de las hojas detrás de mí. Me separo lentamente de mi padre y me doy media vuelta, evitando hacer cualquier tipo de movimiento brusco. Distanciado de mí por unos metros se halla la figura de un chico, quien está apoyado en un árbol, con los brazos entrecruzados. Lleva puesta una camiseta azul y una chaqueta de cuero negra que hace juego con sus vaqueros. Aunque, lo que más me llama la atención son sus enormes ojos celestes que me escrutan desde la lejanía.

Christopher le da una palmadita en el hombro al nuevo miembro al pasar por su lado y este reacciona dedicándole una mirada y un asentimiento. Mi padre se aleja en dirección a la casa que yace cerca del principio del bosque, dejándome a solas con Jonathan.

-¿Qué haces aquí?

-He venido a recogerte para llevarte al instituto.

-Había pensado que podía tomarme el día libre. Tengo que practicar con el arco, esta noche voy a salir con vosotros.

-Ni hablar, no pienso permitir que nos acompañes justo hoy.

-¿Por qué?

-Porque hay luna llena, Ariana. Hoy el bosque estará plagado de descontrolados hombres lobos y te aseguro que no son muy considerados con sus víctimas.

Imagino a un licántropo destriparme por un segundo. Sacudo la cabeza para deshacerme de esa idea.

-Ya está decidido. Además, algún día tendré que enfrentarme a mi verdadera naturaleza. Esta es ahora mi vida, Jonathan, no puedo huir de ella.

-Si es lo que deseas. Aún así no pienso dejar que te pierdas las oportunidades que puede ofrecerte el instituto, así que he pensado que podríamos asistir a las clases y tras ellas ir al cuartel para practicar.

-Hecho. Y ahora hay algo muy importante que tengo que hacer.

-¿El qué?

Me aproximo a su posición y cuando me encuentro a escasos centímetros de él tomo su rostro entre ambas manos.

-Esto.

Fundo su boca con la mía. Jonathan rodea mi cintura con sus manos y ejerce presión sobre la zona lumbar para aproximarme más a su persona. Nuestros labios se separan y aprovechamos para mirarnos el uno al otro con deseo. Entonces, mi acompañante toma la iniciativa de volver a unir nuestras bocas para continuar disfrutando del momento. Enredo mis dedos en su cabellera rubia y los paseo por sus proximidades.
Reúno todas las fuerzas que me quedan y consigo separar sus labios de los míos.

-Vamos a llegar tarde- le digo.

-En ese caso, conviene que nos pongamos en marcha.

Jonathan entrelaza su mano con la mía y me guía hasta su moto sin quitarme el ojo de encima. Admito que yo, de vez en cuando, le miro de soslayo y cuando le pillo mirándome, una sonrisa se apodera de mis labios.

Me coloco justo detrás de mi acompañante tras ponerme el casco y me aferro con fuerza al torso de mi chico para evitar perder el equilibrio con los bruscos movimientos de la moto. Jonathan le da vida al motor y se incorpora a la carretera. Poco a poco va aumentando la velocidad y como consecuencia de ello la brisa gélida impacta contra nuestros cuerpos con mayor fuerza. En mi caso, esta se encarga, además, de hacer ondear el cabello que recae sobre mi espalda.

Le tiendo el casco una vez la moto se deteniene y me bajo de esta, situándome a su vera. Jonathan se quita el suyo, dejando a la vista una hermosa cabellera rubia y pone a buen recaudo la protección de ambos cascos. A continuación se quita los guantes y los guarda en el pequeño compartimiento que hay bajo el asiento.

Al mirar la fachada del instituto caigo en la cuenta de que hoy tenemos que asistir a una reunión que preside Ashley, en la que se expondrán las condiciones del baile que se va a celebrar dentro de poco. Conociendo a la protagonista de este evento puedo afirmar con total seguridad de que va a ser un rotundo éxito. Tiene un talento natural para organizar fiestas y está claro que este va a ser el evento del año.

Cambio el rumbo de mi mirar hacia los aparcamientos y visualizo junto a un coche a una chica de cabello moreno con reflejos rojos que me mira desde la lejanía. Hago ademán de marchar hacia su posición cuando esta me da espalda y echa a andar hacia la entrada del edificio.

Abby continúa manteniendo las distancias conmigo, a pesar de mi intentos por solucionar la situación. Solo espero que este distancimiento no sea para siempre porque sí lo es voy a sentirme culpable toda mi vida. No me es fácil hacer frente a la pérdida de alguien a quien aprecio y Abby me importa mucho, ella es un pilar fundamental en mi vida, siempre ha estado ahí, es como de la familia, no puedo permitirme perderla. Intentaré arreglar las cosas con ella, cueste lo que cueste.

-¿Qué ha pasado?

-Abby está enfadada conmigo. Ha descubierto que le mentí para protegerla de todo este asunto sobrenatural y me odia por ello.

-¿Has intentado hablar con ella?

-Sí. Pero cada vez que lo hago me evita. No sé qué más hacer para recuperarla. No quiero que nuestra amistad termine. Abby me importa mucho.

Jonathan me pasa un brazo por encima de los hombros en un intento de transmitirme ánimos y hacerme sentir acompañada.

-Si te importa, no dejes de luchar por ella.

Asiento un par de veces.

Nos adentramos por el pasillo a mano derecha que hay nada más entrar en el instituto y continuamos todo recto hasta dar con otra intersección. Tanto Jonathan como yo torcemos hacia la izquierda y nos desplazamos por el corredor hasta dar con una puerta marrón que posee un cartelito blanco en el que se puede leer "Salón de actos". Mi acompañante abre la puerta y la mantiene abierta para cederme el paso.

El interior está repleto de sillas de pala de color verde que se orientan hacia un escenario de telón burdeos que hace juego con la plataforma azabache del escenario. Sobre este se encuentra un micrófono en el centro y un par de sillas detrás, que están ocupadas por una mujer de unos cuarenta años, rubia y de ojos verdes y por un hombre de cabello castaño claro y ojos color miel. Junto al micrófono hay una chica rubia, de enormes ojos miel que muestra su mejor sonrisa.

Jonathan y yo tomamos asiento en una de las últimas filas de sillas, ya que las demás están ocupadas. Mientras mi acompañante se dedica a mirar el escenario, yo me limito a contemplar la cabellera morena con reflejos rojos de una chica que hay dos filas por delante. Deseo con todas mis fuerzas que se percate de mi detenida examinación para que se gire y nuestras miradas se entrecrucen. Sin embargo, todo queda en un pensamiento fugaz, pues esto no llega a suceder, aunque sí es cierto que en alguna que otra ocasión diviso como ladea levemente la cabeza y mira de soslayo a las personas que se sientan justo detrás.

-Hola a todos- dice Ashley emocionada-. Como ayudante del consejo me complace informaros de que en breve va a tener lugar un baile formal. Mis compañeras y yo hemos decidido que el vestuario debe incluir vestidos largos en el que caso de las chicas y esmoquin en el de los chicos. La celebración va a hacerse en el gimnasio. Para decorarlo como es debido vamos a necesitar tanto de vuestra ayuda como de la de los profesores. Si tenéis alguna pregunta, podéis hacérmela.

Cormac levanta la mano y la chica asiente.

-¿Va a haber alcohol?

-¿Qué clase de fiesta sería si no lo hubiera?

-Entonces, me apunto.

Ashley saltea las cabezas de los estudiantes en un intento de dar con alguien que tenga la mano levantada.

-Tengo una duda- digo, elevando el brazo. Los ojos de la chica se depositan en mi persona-.¿Debemos llevar pareja?

-Has dado con el quid de la cuestión. He pensado que lo ideal sería que cada uno llevase pareja, ya sabéis, por el tema del baile. Así que he dejado un papel en el pasillo, donde podéis apuntar tanto vuestros nombres como el de vuestras respectivas parejas.

El timbre anuncia el fin de la reunión. Los estudiantes abandonan el salón de actos, respetando su turno. Me incorporo al mismo tiempo que lo hace Jonathan y me limito a seguir con la mirada a Abby, quien acaba de salir de la estancia. Me aferro a la mano de mi acompañante y tiro de él hacia el pasillo lo más rápido que puedo con tal de no perder de vista a mi amiga. Por un instante no logro localizarla entre la multitud pero cuando los estudiantes se van adentrando en las aulas, la veo. Se halla junto a su taquilla, realizando el intercambio de libros.

-¿Te importaría apuntar nuestros nombres en el papel?

Jonathan niega con la cabeza y se pone rumbo hacia la pared en el que está fijado con fiso un folio. Mientras tanto, me deshago con cautela de la distancia que me separa de mi mejor amiga. A medida que me voy aproximando a su persona voy ideando la forma de entablar una conversación con ella. Finalmente me sitúo frente a mi taquilla, la cual está al lado de la suya, la abro y cojo del interior un libro de historia de color naranja y lo meto en la mochila.

-¿Con quién vas ir al baile?

Abby ladea la cabeza en mi dirección y me mira.

-No sé si voy a ir.

-A mí tampoco me apetece mucho asistir. Los bailes nunca han sido lo mío.

La chica de mi izquierda cierra la taquilla y hace ademán de marcharse cuando la detengo.

-No te vayas, por favor. Déjame explicártelo.

Abby se enfrenta a mi persona y entrecruza los brazos. A juzgar por su expresión deduzco que está impacientándose.

-Explícamelo, vamos, te escucho.

Abro la boca para empezar a relatar las razones pero por ella no sale ni una sola palabra. Es como si todas ellas se me hubiesen quedado atrapadas en la garganta. Lucho contra esta sensación en un intento de hacerla desaparecer pero esto no ocurre, así que me veo en la obligación de volver a sellar los labios y de disculparme con la mirada.

-Lo suponía- dice.

Permanezco inmóvil en mi sitio observando con aire afligido como mi mejor amiga se aleja de mí a paso ligero. Nunca pensé que nuestra amistad fuese a verse perjudicada de esta manera y sin embargo, ahora, está sucediendo y no sé como hacerme con el control de la situación. Si algo he aprendido en estos dieciocho años de vida es que no podemos forzar a las personas a quedarse a nuestro lado, únicamente podemos darle razones para hacerlo. Cada uno es dueño de sus decisiones.

Me adentro en el aula y tomo asiento justo detrás de Abby, quien evita en la medida de lo posible darse media vuelta para no tener que enfrentarse a mi mirada. El profesor Anderson irrumpe en la estancia, elimina la distancia que le separa de la mesa y termina por dejar su maletín sobre ella. Luego, deja caer el peso de su cuerpo en un lateral del mueble, se cruza de brazos y nos observa uno a uno.

-Hoy vamos a estudiar el descubrimiento de América. Abrir los libros por la página 102 y leer el primer párrafo que aparece.

Confío la terminación del lápiz entre mis labios y procedo a abrir el libro por la página que ha indicado Frederick. En efecto, hay un párrafo introductorio acerca de los hechos que propiciaron que tuviese lugar el descubrimiento y posterior conquista de América.
Me valgo de un par de minutos para leerlo y luego me tomo la libertad de mirar a las personas que yacen en el interior del aula. Mi atención recae en un pupitre que está vacío, en el que debería estar sentado mi amigo Sam. No quiero ni imaginar cómo debe sentirse en estos precisos momentos, cuán solo y confuso debe estar ante esta situación. Su vida ha cambiado por completo y debe aceptar que jamás volverá a ser el chico que era antes. Pero sobre todo debe hacer frente a esa sed de sangre que le domina y que va a convivir con él para toda la eternidad.
En cierto modo, los cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo, es el inicio de uno nuevo.

El resto de horas transcurren lentas, sin que se produzca ningún tipo de incidente que obligue a suspender las clases. Del mismo modo, no se produce ningún cambio con respecto a la actitud que tiene Abby conmigo, lo cual me entristece, pues me duele que me ignore por completo, que haga como si no existiese. Aún así comprendo su comportamiento, yo también reaccioné así una vez. A nadie le gusta que le mientan y sin embargo lo hacemos con frecuencia, a veces sin ser conscientes de ello, en otras ocasiones porque creemos proteger cuando en realidad terminamos haciendo daño a las personas que queremos. Lo único que espero es que algún día las cosas vuelven a ser como antes entre Abby y yo. Y, ojalá, ese día llegue cuanto antes.

Jonathan me tumba por enésima vez sobre el suelo y me inmoviliza con su cuerpo como con anterioridad, amenazándome nuevamente con la espada. Se retira y me tiende la mano para ayudarme a incorporarme, se la acepto y me pongo en pie una vez más.

-Es la enésima vez que te derroto.

-Lo sé- confieso con un hilo de voz.

-Será mejor que lo dejemos para otro día.

-No. Quiero probar otra vez.

Empuño la espada y espero a que se acerque a mí. Entonces él hace ademán de atacarme pero yo esquivo el ataque dando una voltereta. Mi movimiento le coge por sorpresa, pues se despista una milésima de segundo y yo lo aprovecho para colocarme detrás de él, inmovilizar su torso con uno de mis brazos y amenazar con perforar su cuello con la hoja afilada de la espada. Jonathan se aferra con fuerza a mi cadera y me hace girar para lugar recostarme sobre el suelo e inmovilizarme.

-He vuelto a ganar.

Aproximo mi rostro al suyo y le beso apasionadamente. Con un ágil movimiento recuesto a Jonathan en el suelo y me subo encima suya y comienzo a besarle. Sus dedos se enredan en mi cabello y se deslizan a lo largo de él con dulzura. Entonces, separo sus labios de los míos y me deshago de la camiseta que llevo puesta, dejando al descubierto mi sujetador negro de encaje. Las manos de mi acompañante se deslizan por mi espalda, trazando con sus dedos índice una línea recta que coindice con mi columna vertebral. En ese instante, me hago con la espada que descansa en el suelo, justo al lado mía y amenazo con herir el cuello de Jonathan.

-Primera norma, no permitas que el enemigo te desconcentre.

-Tomo nota- dice sonriendo.

En ese instante entra en la habitación Adrien, quien lleva en su hombro un arco y en una de sus manos una afilada espada. Al vernos en esa posición, enarca una ceja y se limita a mirar en otra dirección. Aprovecho para incorporarme y ponerme la camiseta para ocultar mi ropa interior cuanto antes. Jonathan se pone en pie y se sacude la ropa.

-Vamos a salir en breve, conviene que os preparéis.

-Gracias por avisar, Adrien- dice Jonathan.

Asiento en señal de estar de acuerdo con el comentario de mi chico. Adrien parece satisfecho puesto que se marcha, dejándonos nuevamente solos.

-Qué vergüenza- confieso.

Me muero el labio inferior en un intento de reprimir una sonrisa.

-Debería haber llamado antes- dice.

-A fin de cuentas, estábamos practicando, ¿no?

Jonathan toma mi rostro entre ambas manos y me besa.

-Por cierto, la próxima vez no caeré en la trampa.

-Ya veremos.

Me acomodo el arco en el hombro y confío la espada en un cinturón que llevo puesto. Nos incorporamos al pasillo junto con el resto de cazadores, entre los que se encuentra mi padre, quien al verme me dedica una sonrisa. Al parecer, en el corredor está teniendo lugar una especie de reunión, la cual está presidida por Christopher.

-Esta noche hay luna llena así que quiero que estéis más alertos que nunca. Esos licántropos no dudarán en despedazaros con sus afilados dientes, así que espero que vosotros no dudéis en apretar el gatillo o hundir la espada en su corazón. Aclarado esto, podemos marcharnos.

Mi padre abre la puerta principal y unos rayos de luz blanca se proyectan en el suelo. Poco a poco vamos abandonando el cuartel y nos sumergimos en un bosque sumido en la penumbra, pues al estar los árboles privados de hojas, la luz de la luna puede traspasar las copas de estos e iluminar la tierra húmeda. Caminamos con precaución, atentos a cualquier sonido que captamos como el piar de los cuervos, las pisadas de los pequeños animalitos que buscan un refugio, el crujir de las hojas del suelo y el de los troncos de los árboles. Al fin alcanzamos el corazón del bosque, lugar en el que mi padre comprueba que sus pistolas están cargadas y nos indica que empuñemos nuestras armas.

-Vamos a dividirnos por grupos- anuncia-. Jonathan, Adrien y Ariana iréis juntos, Steve, Rose y Will sois el segundo trío. El resto vendréis conmigo.

Los grupos se dividen tal y como dijo Christopher y cada uno de ellos toma una dirección distinta. El mío en concreto debe torcer a la izquierda y continuar el camino de tierra hasta alcanzar una cueva subterránea. Jonathan empuña la espada y mira de un lado a otro para comprobar que nadie nos acecha. Adrien, sin embargo, contempla ensimismado la luna llena y en alguna que otra ocasión me mira a mí. Yo, en cambio, agudizo el oído con tal de percibir cualquier tipo de amenaza y me encargo de preparar una flecha.

-Jonathan, ¿me puedes explicar qué hace ella aquí?

Finjo mostrar interés por las desnudas copas de los árboles con tal de no ser acusada de estar pendiente de una conversación ajena.

-Christopher creyó conveniente que nos acompañara para que tuviese un primer contacto con la que es su nueva vida.

-Ni siquiera está preparada, lo que supone un problema para nosotros. ¿Qué crees que pasará cuando aparezca un hombre lobo y nos intente atacar? Te lo diré yo, estaremos tan pendientes de ella que olvidaremos por completo protegernos a nosotros mismos.

-Adrien, ella forma parte de esto ahora te guste o no. Si tengo que arriesgar mi vida por mantenerla a salvo, ten por seguro que lo haré.

El aludido suelta un bufido y mira en otra dirección.

En el instante en el que volvemos a retomar la marcha percibimos el crujir de las hojas que abundan en el terreno que hemos dejado atrás. Reaccionamos dándonos media vuelta en un intento de dar con la causa del sonido. Sin embargo, con la oscuridad apenas se puede ver nada, de manera que nos vemos en la obligación de empuñar nuestras armas con tal de estar preparados ante cualquier tipo de amenaza. Adrien, apunta con la flecha a su alrededor, de manera que gira sobre sí mismo lentamente, estando alerta. Sin previo aviso, aparece un licántropo, el cual se echa sobre Adrien, tirándolo al suelo e inmovilizándolo con su cuerpo. El chico, quien ha perdido el arco, intenta mantener alejado de su rostro los enormes y afilados dientes del animal, haciendo uso de sus manos. Jonathan empuña la espada y corre hacia el hombre lobo con paso decidido. Cuando se encuentra lo suficientemente proximo de él le hace un corte en el cuerpo y el aludido responde arañando parte del cuello del chico moreno, quien palpa esta zona.

-Ariana, ¡corre!- me ordena Jonathan a voz en grito.

-No pienso dejaros.

-Estaremos bien, vete, por favor- suplica al mismo tiempo que intenta herir al animal, el cual amenaza con abalanzarse sobre él.

Permanezco inmóvil, contemplando la escena, como si no tuviese que ver conmigo. Entonces, al ver al chico al que quiero y a su amigo jugándose la vida ante mis ojos, decido hacer algo al respecto. Extraigo de mi cinturón la espada, la empuño y justo cuando voy a aproximarme al hombre lobo para herirle, un licántropo aparece de la nada e impacta contra mí, provocando que el arma caiga al vacío. Alzo la vista y me percato de que el animal me observa desde la lejanía con la boca abierta, mostrando sus enormes y afilados dientes, amenazante. Sus ojos dorados adoptan un brillo inusual. Emprende una carrera en mi dirección.

-¡Corre!- grita Jonathan.

Por vez primera obedezco y salgo corriendo, incorporádome al camino de tierra. A medida que avanzo siento como los pasos de mi acechante se hallan más próximos a mí y por ello decido mirar de vez en cuando hacia atrás, para medir la distancia que nos separa. La última vez que lo hago me quedo atónita observando los ojos del animal y mi despiste provoca que me caiga rodando por una pendiente, terminando impactando contra una piedra que hay a los pies de esta. Me incorporo lo más rápido que puedo, palpando mi frente, lugar en el que acaba de nacer una pequeña herida. Retomo la carrera a pesar de las adversidades con las que me topo en el camino y de las continuas súplicas de mi cuerpo, quien amenaza con abandonar. Alcanzo una área del bosque que me es desconocida y que posee más de un camino de tierra. Me detengo en seco y medito cual es el sendero que conviene tomar. Tarea difícil teniendo en cuenta que desconozco esta zona y no sé adonde me conducirán cada uno de los senderos. Me encuentro meditando mi decisión cuando en la lejanía hace uso de presencia un licántropo de ojos color miel.

Me hago con una flecha del saco y la coloco con nerviosismo en el arco. Tiro de la cuerda hacia mí con ayuda de mi dedos índice y corazón. A continuación cierro un ojo con tal de mejorar el enfoque y apunto a mi acechante, amenazante. El animal emprende una carrera hacia mí y entonces disparo la flecha, la cual impacta en la parte superior de una de sus patas delanteras. El hombre lobo se desploma en el suelo y empieza a aullar de dolor. Permanezco en mi sitio, alerta, por si el licántropo decide retomar su marcha. Sin embargo, pasados un par de minutos me percato de que el animal está sufriendo una nueva transformación, pues está dejando a la vista su cuerpo humano. Desde mi posición visualizo a un hombre retorciéndose sobre la tierra, gritando de dolor por el daño que le está haciendo la flecha que tiene clavada cerca de su hombro izquierdo.

Abandono mi sitio para aproximarme al hombre. Al tener la cabeza ladeada no puedo distinguir sus facciones, de manera que resulta imposible saber de quién se trata. Así que me arrodillo a su vera y me aferro con fuerza a la flecha. Entonces, mi acechante enfoca su mirar y deja a la vista unos enormes ojos color miel que son iluminados por los rayos de luz blanca de la luna llena. En ese instante reconozco inmediatamente a la persona que tengo justo delante.

-¿Frederick?

El aludido asiente, desorientado.

Extraigo la flecha que tiene clavada en el hombro izquierdo, provocando que el hombre vuelva a gritar de dolor. Sin embargo, este no dura más de sesenta segundos pues la herida cicatriza con rapidez para dar paso a una piel intacta. Es como si no hubiese sufrido ningún tipo de daño por mi parte.

-Le has visto las orejas al lobo- confiesa sonriendo.

-¿Eres un licántropo?

-Así es. Y por lo que veo, tú formas parte de esa pandilla de cazadores.

Asiento.

-Siento mucho haber estado a punto de hacerte daño, la luna llena me descontrola.

-Está bien.

-Oye, sé que no estoy en derecho de pedirte nada pero me gustaría que me guardases el secreto. No me gustaría que me echaran del trabajo por llevar en la sangre esta maldición.

-No diré nada.

-Gracias.

Mi profesor de historia me dedica una sonrisa tras incorporarse y con un ligero movimiento de cabeza se despide de mí.

Ver a Frederick en esa situación me ha hecho replantearme algunas cosas, como que los humanos tenemos una parte buena y una mala. Está en nuestra mano alimentar a aquella que queramos mantener viva. También, que a veces no podemos luchar contra nosotros mismos y que solo nos queda confiar en que las cosas salgan bien. Pero sobre todo me he dado cuenta de que hay ocasiones en las que no tenemos elección.

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