Capítulo 12

El cielo estrellado posee una perfecta luna llena que ilumina con su luz blanca las copas de los árboles. Esta, a pesar de vivir privada de cualquier tipo de compañía, se muestra más hermosa que nunca, lo cual me hace sentir envidia hacia ella.
A medida que nos desplazamos por la carretera todo a nuestro paso queda atrás pero nuestro satélite parece seguirnos allá adonde vamos. El paisaje que se abre paso a través del cristal me permite evadirme de la realidad temporalmente y me alegro de que sea así, pues esta se hace insoportable por momentos. Aún no he conseguido hacerme a la idea de que vamos a hacerlo en breve, desenterrar a Anabelle de su altar y traerla nuevamente a la vida con el único propósito de que vuelva a reinar el mal y sigan produciéndose muertes inevitables.

Elián aparca el vehículo y observa el reloj digital del coche, el cual acaba de marcar las doce de la noche.

-Es la hora.

Abandono el auto al mismo tiempo que él, aunque este, al estar dotado de magníficos dones vampíricos, logra situarse a mi vera antes de que cierre la puerta. Emprende una marcha por un camino de tierra que apenas es visible, pues la única iluminación que hay es la de la luna y esta se encuentra ocupada alumbrando las copas de los árboles.
Hago un gran esfuerzo por incorporarme a su ritmo y aún así sigue existiendo cierta distancia entre ambos. Elián va unos pasos por delante, de manera que ya ha escalado una pequeña montaña que se presenta en el camino y deduzco que debe estar descendiéndola. Subo por ella aferrándome a las ramas que encuentro a mi paso y cuando me sitúo en la cima y hago ademán de bajar, resbalo con un montón de hojas, cayéndome hacia atrás y bajando la cuesta deslizándome sobre ellas. Al llegar al pie de la montaña, quedo sentada en el suelo, así que no tengo otro remedio que ponerme en pie valiéndome de mis piernas y brazos.
Una vez me incorporo oigo el crujir de unas ramas y por un instante pienso que se trata de Elián pero luego descubro que se no es así. Es una chico joven, de aspecto demacrado, que porta consigo un cuchillo.
Retrocedo lo más rápido que puedo hasta quedar apoyada en el tronco de un árbol y entonces, el vampiro aparece de la nada, y le muerde en el cuello. El rostro de su víctima palidece como consecuencia de la sangre que está perdiendo. Elián se aparta para mirarle directamente a los ojos y luego vuelve a beber del torrente sanguíneo del joven. La mirada de este pierde todo indicio de brillo y permanece fija. De repente, Elián deja de aferrar sus manos al cuello de su víctima y el cuerpo inerte cae al vacío

Se vuelve hacia mí y se seca la sangre de sus comisuras.

-No me mires así. No está muerto, todavía.

-¿Todavía?

-He pensando que podría sernos de ayuda en el ritual.

Toma una de las piernas del chico y tira de esta, de manera que lleva el cuerpo arrastrando por la tierra húmeda. Me sitúo a su vera con tal de evitar ser partícipe del horrible aspecto que tiene el joven que acaba dejar moribundo Elián.

-¿Crees que estarán todos ahí?

-Eso espero o de lo contrario me voy a cabrear mucho.

Me estremezco ante el comentario que acaba de hacer. No quiero ni imaginar cómo debe comportarse cuando está enfadado. Normalmente se comporta como si no existiese en su ser esencia alguna de humanidad, así que imagino que cuando la rabia corre por sus venas debe convertirse en un completo monstruo que desgarra cuerpos y arrebata vidas inocentes sin inmutarse siquiera.

Nos detenemos al borde del hoyo en el que estuve apunto de caer el otro día. Mi acompañante lanza al vacío el cuerpo del chico sin ningún pudor. Se oye un sonido semejante al del choque de dos rocas, solo que en este caso sé que se trata de una persona y un suelo de piedra. Luego, Elián me envuelve con sus brazos y salta conmigo al interior del foso.
Durante la caída siento un hormigueo en mi estómago debido a la suspensión temporal de mis órganos en el vacío. Como consecuencia mi presión arterial disminuye y siento una ligera sensación de mareo que provoca que mi visión se vuelva borrosa. Finalmente, cesa la caída y para mi sorpresa tengo los pies en tierra firme sin haber sufrido ningún tipo de daño. Alzo la vista para buscar a mi acompañante y lo localizo junto a un muro de piedra.

Giro sobre mis talones lentamente y voy descubriendo poco a poco a varias figuras que se ocultan en la oscuridad, de manera que no puedo distinguir sus caras. En el centro de la cueva hay una especie de cáliz dorado en el que hay suspendidas pequeñas partículas azules.

-La cuestión es muy sencilla- dice Elián. Le busco con la mirada y descubro que está hablando por teléfono-. Tenéis que colaborar conmigo si queréis recuperar a Ariana. De lo contrario, beberé su sangre y no cesaré hasta ver como desaparece el brillo de sus ojos.

Cruzo la estancia con dos zacandas y me sitúo a la vera del vampiro y hago ademán de quitarle el teléfono móvil para alertar a los cazadores de cual es su plan. Sin embargo, Elián me esquiva cada dos por tres, alejándose de mí cuando es preciso.

-Así que quieres una prueba para saber si tu chica está bien, ¿eh?- se aproxima a mi persona velozmente y me tiende el teléfono-. Dile alguna cursilería.

Le arrebato el smartphone y me lo llevo a la oreja con rapidez.

-Jonathan- susurro.

-Ariana, ¿estás bien?

-Sí, lo estoy.

Elián me quita el teléfono de las manos y dice antes de colgar:

-Tienes diez minutos.

-Creo que deberíamos poner algún tipo de medida preventiva para evitar situaciones comprometedoras- dice una voz desde la oscuridad.

El chico que lo dice se da a conocer y resulta ser Brenett, quien con unos movimientos con las manos separa a cada uno de los sujetos que deben participar en el ritual con trampas que, cuando te acercas a ellas, posibilitan la aparición de unos amenazadores rayos eléctricos azulados.
El brujo chasquea los dedos y unas antorchas se encienden, iluminando la cueva y descubriendo así al resto de miembros. En uno de los círculos de trampas se encuentra el joven al que dejó moribundo Elián, en otro un hombre de unos treinta años que se retuerce en el suelo como consecuencia de la transformación que está sufriendo su cuerpo. En uno de ellos me hallo yo, de manera que soy una parte fundamental de este descabellado plan del que no quiero formar parte.

De repente aparecen en la entrada al hoyo tres figuras, dos de las cuales reconozco casi de inmediato. Una hace referencia a Jonathan y la otra a su compañero, Adrien. Sin embargo, la tercera es una mujer de cabello cobrizo a la que no conozco. Los tres se disponen a bajar valiéndose de una cuerda que atan en un árbol. Poco a poco van descendiendo, apoyando las piernas en el muro de piedra para dar pequeños saltos. Cuando se sitúan a los pies del muro, Jonathan sale corriendo en mi dirección y yo me aproximo lo máximo posible a la trampa pero, entonces, se manifiestan los rayos eléctricos y me veo en la obligación de frenar mi marcha. El chico de cabellera rubia hace exactamente lo mismo, de forma que no nos queda de otra que mirarnos desde la distancia.

-No deberías haber venido.

-¿Cómo no iba a hacerlo? Eres tú.

-Pero estando aquí corres peligro.

-No me importan los riesgos que tenga que correr para salvarte.

Mis ganas de abrazarle me invitan a cruzar la barrera eléctrica, sin importar qué pueda sucederme. Sin embargo, cuando me propongo hacerlo, una voz masculina acaba con la magia del momento, trayéndonos a Jonathan y a mí nuevamente a la realidad.

-Dejémonos de ñoñerías y empecemos con esto.

Fulmino con la mirada a Elián pero este no parece sentirse amenazado, es más, me dedica una sonrisa forzada por si esa idea se hubiese formado en mi cabeza.

Un nuevo miembro cruza la estancia horizontalmente con paso decidido y se detiene a escasos centímetros del cáliz dorado, junto a Brenett. Entonces, ladea la cabeza en mi dirección, me mira y en ese instante descubro de quien se trata. Es Gideon Sallow, el brujo al que Sam y yo hicimos una visita hace un tiempo.

-Tú...- digo, señalándole con el dedo índice.

-Estoy obligado a hacerlo, Ariana, está en juego mi libertad.

Eleva ambas manos y realiza un movimiento con ella, ocasionando así que nazca una llama azul en el interior del cáliz.

-Brenett, aisla a los cazadores- le pide Elián.

El brujo agita sus manos y crea una barrera eléctrica alrededor de ellos.

-Lamento haberos reunido en una situación así...- su expresión es seria y por un momento creo sus palabras, pero pasados unos segundos se echa a reír y compruebo que se trataba de una de sus mentiras-. Casi sueno convincente.

-Todo está dispuesto, Elián- anuncia Gideon.

-Perfecto.

El vampiro se desplaza hacia el círculo en el que se encuentra aislado el chico del que se alimentó con anterioridad y se detiene a escasos centímetros de los rayos eléctricos. Brenett chasquea los dedos y el encantamiento desaparece, cediéndole el paso a Elián. El joven se acaba de despertar y está recorciéndose en el suelo, aferrándose con ambas manos a su garganta.

-¿Qué me has hecho?

-Convertirte en un vampiro. Es una lástima que tu vida como señor de la noche no vaya a durar más que un segundo.

Elián perfora el pecho del chico con una de sus manos y extrae de él su corazón, el cual acaba de dejar de latir y se encuentra cubierto de sangre. El vampiro observa el órgano con deseo, más no lo devora como pienso que sucederá sino que se lo entrega a Gideon Sallow, quien lo mantiene separado de la superficie del cáliz unos segundos, tras los cuales estruja el corazón y la sangre de este resbala por el tejido hasta saltar y caer de lleno en el cáliz. La superficie dorada no tarda en teñirse de un tono rojizo.

-Veamos, ¿quién va a ser el siguiente?

El hombre que estaba sufriendo una ligera transformación de su cuerpo, se encuentra encogido en el suelo, aferrándose con ambas manos a su cabeza. El vampiro permanece a la espera de que el brujo se deshaga de la barrera para poder pasar. Cuando lo consigue, incorpora a su víctima y lo mira a los ojos antes de clavarle ferózmente un cuchillo en el estómago. El hombre grita de dolor y fulmina con la mirada a Elián, quien se propone perforarle unos centímetros de más. Finalmente retira el arma del cuerpo del licántropo y este cae al suelo y se retuerce.

Suelto un gritito al presenciar la escena y Elián me mira.

-Sangre de licántropo- susurra.

Le tiende el cuchillo a Gideon, quien lo inclina ligeramente sobre el cáliz para que las gotas de sangre se deslicen por la hoja y terminen cayendo a la superficie dorada.

-Tan solo queda sacrificar a un cazador.

Elián se sitúa velozmente junto a la barrera de rayos eléctricos azulados y se mantiene a la vera de este unos segundos, el tiempo que tarda el correspondiente brujo en hacerla desaparecer. El vampiro, quien blande un cuchillo, elimina progresivamente la distancia que le separa del chico de cabellera rubia. En alguna ocasión se gira e intercambia una mirada conmigo, en un intento de no perder ningún detalle acerca de mi forma de actuar ante la situación.

Me tiro con fuerza del pelo como consecuencia de los nervios que siento y luego me aproximo todo lo posible al fin de la barrera.

-¡No!- Elián se da media vuelta y me dedica una sonrisa malévola-. No le hagas daño a él, hazmelo a mí, si quieres. Déjale marchar, por favor.

-No pienso dejar que lo hagas- responde Jonathan.

-Y yo no puedo permitir que mueras.

-Por desgracia vuestra, el que decide qué va a suceder soy yo y voto por arrebatarle la vida a tu querido cazador- se gira inmediatamente para clavarle el cuchillo pero, entonces, la chica se interpone entre Elián y Jonathan, de manera que el vampiro termina asesinándola a ella.

-¡No!- ruge Adrien. El cuerpo de la joven impacta contra el suelo, ocasionando un golpe sordo. El chico moreno se arrodilla a su vera rápidamente y coloca la cabeza de la chica sobre su regazo. El rostro de ella palidece como consecuencia de la pérdida de sangre y los ojos van perdiendo su brillo natural progresivamente-. No me dejes, Lydia, por favor.

Adrien presiona la herida de la joven en un intento de detener la hemorragia y ella coloca su mano sobre la de él.

-Está bien.

Lydia cierra los ojos y su cabeza se ladea involuntariamente hacia un lado. El chico zarandea sus hombros con tal de recuperarla, sin embargo, todo intento es en vano, se ha ido y no va a volver a pesar de lo grandes que sean sus ganas de que así sea. Los ojos del chico se desbordan y las lágrimas corren con rapidez por sus mejillas.

Adrien alza la vista e intercambia una mirada con Jonathan. Este último abandona la distancia que les separa, se sitúa a su vera y le rodea con sus brazos, a pesar de que Adrien hace todo lo posible por liberarse. Poco a poco va cediendo y se deja abrazar y con ello comparte el dolor que siente en estos precisos momentos.

El vampiro mira el cadáver de la chica con cierta tristeza y luego le da la espalda y emprende una marcha hacia el brujo, al que le entrega el cuchillo. Este vuelve a repetir el procedimiento anterior.

-Dime que va todo bien- le pide a Gideon.

-Todo está saliendo según lo planeado.

Entonces, ambos brujos unen sus manos y comienzan a murmurar palabras en un idioma que desconozco por completo, por lo que no puedo entender nada. Lo único que sé es que las llamas de las antorchas se apagan momentáneamente y luego se vuelven a encender y que en el cáliz hace uso de presencia una llama azulada con motas anaranjadas que se hace más grande por segundos. Elián observa con detenimiento el muro de piedra, como si estuviese esperando a que algo suceda.

De repente el bloque de piedra se echa a un lado, dejando al descubierto un pasadizo sumido en la más completa oscuridad. De el interior escapan sollozos que llegan hasta nuestros oídos y nos hace estremecer y temer lo peor. Elián se enfrenta a mí y emprende una marcha hacia la barrera que me impide huir de este lugar. Cuando se halla a escasos centímetros de ella espera a que el brujo retire la barrera para tomarme del antebrazo y llevarme consigo hacia la entrada a la sepultura.

-¿Adónde te la llevas?- pregunta Jonathan.

-Necesito estar seguro de que no vais a atacarme en cuanto tengáis la oportunidad. Por eso, quiero que ella sea mi garantía.

-No te preocupes, estaré bien.

Jonathan me mira durante unos segundos, tras los cuales asiente lentamente.

-Yo no estaría tan seguro- dice Elián, estropeando así el ambiente calmado que había nacido entre nosotros.

Me adentro en el interior del pasadizo al mismo tiempo que lo hace el vampiro. Todo cuanto me rodea está sumido en una completa oscuridad, así que me es imposible ver nada. Sin embargo, Elián parece saber por donde camina, así que me dejo guiar por él. De vez en cuando nos topamos con algún que otro obstáculo como rocas de gran tamaño o telarañanas que se enredan en nuestros cabellos, pero aún así continuamos avanzando, en silencio. Cuando nos encontramos a mitad de camino decido manifestar mi descontento con toda esta situación.

-No deberías haberle arrebatado la vida.

Mi acompañante se detiene en seco y se gira para mirarme. Por primera vez veo sus ojos, pues una luz que proviene de una grieta que hay en el techo incide en su rostro. Está tan serio que un sentimiento de miedo se apodera de mí, pues desconozco qué está pensando ahora mismo y la forma en la que va a reaccionar.

-Ella se lo ha buscado.

Me da la espalda y continúa caminando. Yo, indignada, le alcanzo a paso rápido y le doy un manotazo en el brazo para que se gire, y surte efecto porque lo hace.

-¿Cómo puedes decir eso?

-Es la verdad, Ariana. Desde el primer momento mi objetivo era tu chico, no ella.

Retoma su marcha, mientras que yo permanezco inmóvil en mi sitio, observando como se aleja poco a poco de mí. Por un momento decido darme media vuelta y dejarle allí pero, al recordar las advertencias que me hizo, opto por seguir sus pasos, a pesar de que lo único que deseo es perderle de vista lo antes posible. Emprendo una caminata que me conduce hasta una especie de ataúd de mármol que hay sobre un altar. Elián, quien se sitúa a la vera de este, quita la tapa con la misma facilidad con la que lanzas un boomeran. Me acerco a la tumba con cuidado y descubro a una mujer de cabello moreno, el cual le llega hasta la altura de su pecho, de labios rosados y párpados sombreados en negro. Sus manos, frágiles y pálidas, descansan sobre su regazo. En sus orejas yacen unos pendientes dorados en forma de pluma. Lleva puesto un vestido rojo que le llega hasta los pies, cuya cinturilla posee un cinturón dorado. La primera impresión que me llevo de ella es que es una mujer detallista y poderosa y que su belleza enloquecería a cualquiera.

Elián saca del interior de su chaqueta de cuero una bolsa de plasma, la abre y derrama un par de gotas en los labios de la mujer. Estos se mueven lentamente, aceptando de buen grado el alimento que se le está regalando. Ante esta reacción, el vampiro vierte una buena parte del contenido en la boca de esta. Entonces, la joven descorre sus párpados, dejando a la vista unos ojos castaños.

-¿Cómo sabías que era un vampiro?

-Te conozco desde hace mucho y sé que siempre tienes un plan B.

Anabelle se baja de un salto del ataúd y lo primero que hace es sacudirse el polvo del vestido. Después echa un vistazo a su alrededor, descubriendo a los cuerpos de sus fieles seguidores momificados y termina por fijar su mirar en mí.

-No me has dicho que me habías traído un aperitivo.

Elián mira desconcertado a Anabelle y al percatarse de que la atención de la vampiresa la capta otra cosa, decide seguir su mirada para descubrir de qué se trata. Ese algo resulta ser alguien. Yo. No puedo evitar estremecerme ante la detenida observación de dos vampiros sedientos de sangre. Además, el miedo se apodera de mis venas y como consecuencia de ello decido retroceder varios pasos en un intento de prepararme para huir si es necesario.

-Eso es porque no lo es. Ella es mi garantía, la que va a asegurarme que cuando salgamos de aquí no nos ataquen.

-Es una lástima- se acerca a mí y desliza su dedo índice por mi mejilla. El inesperado contacto hace que dé un respingo. Poco a poco va aproximando su rostro a mi pelo y cuando su nariz se encuentra lo suficientemente cercana a él, inspira el aroma que este desprende-. Huele tan deliciosamente bien.

-Ya tendrás tiempo de hincarle el diente a alguien. Ahora será mejor que nos vayamos.

-Tú primero- me ordena.

Acato su orden y me sitúo en primer lugar, seguida de Elián y Anabelle. Al no ver nada, de vez en cuando necesito la ayuda del vampiro para guiarme. Otro hecho negativo es que estoy rodeada de vampiros que en cualquier momento pueden atacarme. A pesar de ello, me concienzo una y otra vez que todo va a salir bien y que no voy a sufrir ningún daño. Al fin abandonamos el pasadizo y al hacerlo la luz de las antorchas me ciega momentáneamente. Todos los presentes observan horrizados a la mujer que se acaba de situar a mi vera.

-He vuelto- dice en tono autoritario.

Hago ademán de alejarme cuando Elián me toma por el antebrazo, impidiendo mi huída. De manera que vuelvo a retroceder, ocupando nuevamente mi sitio. En ese instante, de un rincón aparece un nuevo miembro, el cual no estaba con anterioridad. Cuando la luz anaranjada de la antorcha ilumina su rostro descubro que se trata de mi amigo Sam, quien amenaza con disparar una flecha de madera que tiene preparada en un arco.

-Déjala ir- dice.

-Sam, ¡no! ¡no lo hagas!- grito con todas mis fuerzas-. Tienes que irte de aquí, corres un grave peligro.

-No pienso permitir que te haga daño.

-No me va a hacer nada- miro a Elián, quien hace una mueca de desaprobación-. Vete, Sam, por favor- el chico permanece inmóvil, apuntando hacia el cuerpo del vampiro, así que decido volver a insistir para llamar su atención-. ¡Vete! ¡ahora!

-Me has salvado la vida dos veces, Ariana- en mi mente se presentan dos recuerdos, uno de ellos hace referencia al día en el que nos atacó el vampiro en la biblioteca y el otro cuando nos encontramos retenidos en el refugio de vampiros-. No pienso dejar que haya una tercera.

Entonces dispara la flecha. Esta cruza la estancia a gran rapidez, cortando el aire a su paso y termina por clavarse en el estómago del vampiro, quien hace una mueca de dolor en un principio. Este se arranca la flecha ensangrentada y la tira al suelo. Luego, se sitúa a la velocidad de la luz a la vera de mi amigo, le toma por el cuello y le muerde sin ningún pudor.

-¡No!

Elián deja de morderle para mirarme y entonces descubro que sus pupilas se han dilatado de tal forma que ocupan todo su iris y que bajo sus ojos han aparecido unas líneas oscuras que le hacen parecer un completo monstruo. El vampiro ignora mi intervención y muerde de nuevo a Sam. El rostro de este se vuelve pálido y sus ojos van perdiendo todo indicio de brillo al mismo tiempo que se van cerrando progresivamente.

-¡Para, por favor! ¡Vas a matarle!

Por primera vez obedece mis súplicas y se retira poco a poco. Alza la vista y descubro unos labios llenos de sangre y unos ojos negros que lentamente van tornándose de un tono verde claro. El vampiro me mira por última vez antes de marcharse en compañía de Anabelle. En cuanto sus personas desaparecen emprendo una carrera hacia el lugar en el que está mi amigo. Cuando me hallo a su vera, me arrodillo, acojo su cabeza y la confío en mis muslos.

-¡No!- digo a voz en grito-. ¿Por qué ha tenido que hacerlo? No es justo, él sólo quería ayudarme- admito sollozando. Mis lágrimas caen sobre el pecho de mi amigo y humedecen su camiseta blanca-. Le odio.

Jonathan me rodea con sus brazos en un intento de calmar mi llanto. Acaricia mi cabello desde la raíz hasta las puntas con suaves movimientos y dice con firmeza:

-Acabaré con él.

Asiento y refugio mi cabeza en su pecho izquierdo. No tardo en oír una sucesión rítmica de movimientos rápidos. Palpo con mi mano el lugar exacto en el que está su corazón y me sorprendo al notar una vibración que, a mi parecer, es lo más perfecto que he sentido jamás.

-No está muerto- añade Gideon.

-¿A qué te refieres? - le pregunto con voz entrecortada.

-Está en pleno proceso de transición.

-¿Transición? ¿a qué?

El brujo intercambia una mirada de complicidad con Jonathan y luego su atención recae nuevamente en mi persona.

-A vampiro- concluye.

Inspiro una gran bocanada de aire y la retengo en mis pulmones.

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