Capítulo 11

Poco a poco los recuerdos acuden a mi y voy recuperando la consciencia. La resistencia que con anterioridad aprisionaba a mis músculos ha desaparecido y estos vuelven a tener la fuerza que de costumbre, por lo que poseo plena libertad de movimiento.
Ladeo la cabeza hacia el lado opuesto de la almohada y siento el frescor que transmite esta y el aroma que desprende, el cual me es desconocido. Abro los ojos y todo cuanto me rodea está borroso, así que pestañeo un par de veces para hacer desaparecer esta sensación. Mi visión se aclara y descubro que me hallo acostada sobre una cama de sábanas blancas, la cual se encuentra en el centro de una habitación de paredes marrones, adornadas con cuadros de la ciudad de Glasgow en tiempos pasados. En la lejanía hay un cristal que separa el dormitorio del servicio, el cual contiene una bañera blanca en el centro, siendo iluminada por los rayos de sol que penetran a través de la ventana que hay en un lateral de la estancia. En el extremo opuesto hay un lavabo, sobre el que descansa un espejo.

Me incorporo sobresaltada al no reconocer el lugar en el que me hallo y abandono la cama de un salto. Camino descalza hacia una ventana que está cubierta con una cortina blanca y la descorro para poder ver más allá de ella. La luz del sol me ilumina el rostro y me ciega durante unos segundos. Cuando consigo acostumbrar mis pupilas a ella, descubro que la casa en la que estoy se encuentra en un bosque formado por árboles de hoja perenne. La arboleda es tan extensa y abundante que impide ver los lugares que se esconden en la lejanía.

La puerta de la habitación se abre y yo me doy media vuelta, corriendo al mismo tiempo la cortina. Bajo el marco aparece una figura de un chico con camiseta azul marino y vaqueros negros. Su cabello color azabache contrasta con su piel resistente y cetrina y con el tono verde claro de sus enormes ojos poblados de pestañas.

-Buenos días.

-¿Te presentas aquí y me saludas después de haberme secuestrado?

-Yo no lo llamaría secuestro sino tomar prestado.

Cruzo la estancia con dos zancadas y cuando hago ademán de salir por la puerta, el vampiro se interpone en mi camino, cortándome el paso. Intento escabullirme por los pequeños huecos libres que quedan entre sus brazos y sus piernas pero él, al ser más veloz, reacciona a tiempo, acabando con toda posibilidad de que pueda salir.

-Quiero irme a casa- su cuerpo permanece inmóvil, de forma que decido empujar su torso con todas mis fuerzas para apartarle de la salida. Aún así, mantiene su postura, así que me veo en la obligación de golpear con fuerza su pecho. Ésta vez reacciona protegiéndose el cuerpo con ambas manos, así que cuando intento hacerle daño, solo consigo toparme con sus palmas-. ¡Déjame salir!

-No- dice con firmeza.

-No sé que es lo que quieres de mí pero no lo vas a conseguir.

-Yo no estaría tan seguro.

Dejo ver una expresión de desconcierto.

-Verás, estoy planeando desenterrar el cuerpo de Anabelle para traerle de nuevo a la vida.

-No puedes hacerlo, nos pondrás en riesgo a todos.

-Regla número uno, busco mi propio beneficio y ni siquiera hacen faltan más reglas.

-¿Qué papel juego en todo esto?

Elían se cruza de brazos y deja caer su peso sobre un escritorio de color caoba. Antes de responderme, me escruta con la mirada.

-Vas a venir conmigo, así me aseguraré de que los cazadores no metan sus narices donde no les llaman.

-No lo haré. Tendrás que obligarme.

-Lo haré, si es necesario- dice con frialdad.

Elían se marcha, dejando la puerta del dormitorio abierta, así que aprovecho y salgo por ella en cuanto estoy segura de que no me acecha. Desemboco en un pasillo que se encuentra a una elevada altura y tiene forma de puente, pues es estrecho y tiene barrotes a cada lado para impedir la caída. Me sitúo al borde de la baranda y echo un vistazo a la planta baja. Desde mi posición puedo visualizar un extenso salón con sofás negros y enfrentados a una mesa de madera sobre la que hay una pila de libros y una jarra de cristal de whisky. Las paredes están en su mayoría cubierta por espaciosas estanterías, repletas de ejemplares de aspecto antiguo.

Acudo a la escalera que hay en un lateral y bajo por ella con sigilo, en un intento de no alertar al vampiro que vive en la casa. Al dejar atrás el último peldaño me percato de que Elián se halla de pie junto a un perchero, poniéndose una chaqueta de cuero de color negra. No tarda en darse cuenta de mi presencia, pues alza la vista y me busca con su mirada.

-Tengo que salir a ocuparme de un asunto- recorre a gran velocidad la distancia que le separa de la puerta principal. Cuando se halla a la vera de esta, extiende el brazo, se aferra al picaporte y tira de él, de manera que la puerta se abre pero no sale por ella inmediatamente-. Por cierto, todas las salidas están selladas, así que si fuese tú no me molestaría en intentar escapar.

Hago una mueca de repulsión al ver como sonríe pícaramente. El vampiro se sumerje bajo la luz amarillenta del sol y para mi sorpresa, no sufre ningún tipo de quemadura, lo cual logra desconcertarme aún más. Cierra la puerta detrás de él, de forma que dejo de ver su persona y ello, en cierto modo me fastidia.

Emprendo una carrera hacia la salida de la vivienda y tiro de el picaporte con fuerza. La puerta se abre y deja al descubierto un camino de tierra que conduce hacia el corazón del bosque. Hago ademán de salir por ella cuando una barrera transparente me lo impide, devolviéndome bruscamente hacia el interior. Vuelvo a intentarlo y nuevamente ocurre lo mismo. Finalmente termino por cerrar la puerta de un portazo y por huir hacia la estancia más próxima, que casualmente es la cocina.

Las paredes, adornadas con cuadros que reflejan fruteros, están cubiertas por azulejos que alternan tonos blancos y rojos. En un extremo hay una ventana, que posee unas cortinas color crema a cada lado. Las encimeras son blancas, salvo por las superficies de estas que son grisáceas. El frigorífico adopta el mismo color que la área inferior de los muebles de la cocina.

Me sitúo frente a la nevera y tiro del soporte para abrirla con tal de buscar algo que llevarme a la boca. En un principio fantaseo con una tostada con mermelada de fresa, con un croisan e incluso con la tarta de mi cumpleaños. Sin embargo, lo que encuentro es muy distinto a la idea que me he creado en la cabeza. Ante mí se hallan bolsas y bolsas de plasma depositadas sobre las rendijas.
Cierro inmediatamente la puerta del frigorífico y siento unas incontrolables ganas de vomitar, así que me tapo la boca con una mano y abandono la cocina lo más rápido que puedo, con el propósito de dar con un servicio lo antes posible. Recuerdo que vi uno en la habitación en la que desperté hace unos minutos y me dirijo hacia allí a toda velocidad.

Entro tan apurada en el dormitorio que no me percato de que hay una alfombra en el suelo y estoy a punto de caer pero, por suerte, me aferro al escritorio en el que se apoyó con anterior Elían y consigo mantener el equilibrio. Cuando me recupero, continúo con mi marcha hasta llegar a un hueco que hay en un lateral de la superficie de cristal. Entro en el servicio y me arrodillo ante el retrete cuando me encuentro a su vera.

Abro el grifo del lavabo y meto una de mis manos bajo el agua para humedecerla. Luego, me la llevo a los labios y elimino toda impureza. Alzo la vista y me encuentro con mi reflejo en el cristal que tengo justo delante y me detengo a observar mi aspecto. Tengo el cabello despeinado, las mejillas sonrosadas y las pupilas dilatadas como consecuencia del juego de luces.
Una vez vuelvo a la realidad, me sorprendo con una toalla azul entre las manos. La dejo sobre el soporte del que la cogí y me marcho del servicio.

Nuevamente estoy en la habitación de Elián y como no tengo otra cosa que hacer, me entretengo paseando de un extremo a otro de la estancia, meditando la situación en la que me veo envuelta y en las posibilidades que tengo de escapar. Por el momento sé que debo descartar la opción de huir por las puertas, ya que están selladas para mí. Tampoco puedo librarme del vampiro descorriendo las cortinas, pues al parecer, la luz solar ya no causa quemaduras graves en su piel cetrina. Tal vez podría intentar buscar un teléfono y pedir ayuda o comprobar si puedo salir por la ventana. De todas formas, aunque consiga escapar, ¿de qué me va a servir? Si Elían se empeña en volver a retenerme, va a conseguirlo, bien por las buenas o por las malas. Sería obtener mi libertad temporalmente y no estoy dispuesta a vivir condicionada.

Me acuesto boca arriba en la cama y me entretengo contemplando la lámpara circular que hay en el techo. Paseo mi mirada de un lado a otro, examinando con detenimiento cada mueble que forma parte de la habitación y reparo en el ropero, del cual sobresale el extremo de una hoja de papel. La intriga que siento por saber de que se trata me lleva a abandonar la cama y situarme frente al armario. Tiro del picaporte y la puerta se abre, revelando sobre la parte trasera de esta una especie de pergamino en el que hay escritos símbolos de cruces y cuervos. Deslizo mi dedo índice por el papel, alisándose ante el contacto, y lo detengo sobre un nombre que se encuentra junto a la entrada de un muro; Ariana. En las proximidades tan sólo alcanzo leer términos como "Cazadores", "Vampiros", "Licántropos", "Brujos". Hay dos huecos blancos que aún no poseen ninguna denominación pero que apuesto a que dentro de poco la tendrán.

Me aparto poco a poco de la puerta del armario, asustada y contrariada. Creía que tan sólo yo formaba parte del plan pero ahora me doy cuenta de que tiene preparado un plan B por si el A no funciona y este hace referencia a una masacre. Cuando quiero darme cuenta descubro al vampiro bajo el marco de la puerta, mirando alternativamente el pergamino y a mí.

-¿No te han dicho tus padres que es de mala educación mirar las cosas ajenas?

-¿Qué significa esto?

-No sé de qué te sorprendes. Como buen previsor, tengo que tener un segundo plan por si el primero sale mal.

-¡Tu plan es una masacre!- le digo a voz en grito.

Tomo asiento en el borde de la cama y paso una de mis manos por mi frente.

-Quieres utilizarme a modo de señuelo.

-No lo habría dicho mejor.

Le miro con incredulidad y suspiro. Elián hace ademán de sentarse a mi lado pero me niego a que así sea, de manera que me separo de él antes de que esto ocurra.

-Aléjate de mí.

-Vamos, no te lo tomes todo a la tremenda. Piensa que si todo sale bien, no vas a sufrir ningún daño y vas a poder estar corriendo y vitoreando al día siguiente.

-¿A costa de la muerte de más personas?

-No son personas, Ariana, son monstruos, al igual que yo.

-No todos los monstruos han perdido su humanidad.

Me pongo en pie y me marcho de la habitación con paso decidido, dejándole a solas con su malvado y diabólico plan plasmado en un pergamino oculto en el interior de un armario.
Bajo los peldaños de las escaleras de dos en dos y cuando me hallo al pie de esta, emprendo una caminata hacia uno de los sofás. Me acurruco en él y me aferro con fuerza a un cojín rojo que aproximo a mi pecho en un intento de sentirme protegida.

Aún no logro hacerme a la idea de que más de un ser sobrenatural vaya a morir por culpa de una descabellada ocurrencia que ha tenido un vampiro. Aunque, lo que más me cuesta digerir es que vaya a formar parte de ese plan sin dar mi consentimiento. Voy a estar obligada a presenciar como les es arrebatada la vida a mis acompañantes, como las manos de Elían se llenan de sangre y sus ojos centellean al contemplarla. Pero, la peor parte es que no voy a poder hacer nada por impedir que suceda esa tragedia.

Durante el transcurso de la tarde no vuelvo a ver a Elián, aunque tampoco me sorprende, debe estar ocupado ultimando los preparativos de su macabro plan. Así que, al prescindir de su presencia, me tomo la libertad de divagar en mis pensamientos durante lo que me parece una eternidad. Cuando las campanadas del reloj de pie anuncian las nueve de la noche, el vampiro hace uso de presencia, trayendo consigo un plato con un sándwich.

-Deberías comer algo.

-No tengo hambre- digo, evitando mirarle.

-¿Aún sigues enfadada conmigo?

-Para ti todo esto es un juego, ¿verdad? Disfrutas con el sufrimiento ajeno, haces daño por la sencilla razón de que gozas ocasionándolo- esta vez me enfrento a su mirada por primera vez y añado-. La eternidad es mucho tiempo para pasarla solo.

Sus ojos verdes adquieren un brillo inusual cuando me miran y yo, temerosa de estar desatando la furia en su interior, me encojo en el sofá.

-Nos vamos. Ahora.

Hace un ligero movimiento con la cabeza y yo me incorporo, le doy la espalda y echo a caminar en dirección a la salida. El vampiro me sigue muy de cerca, vigilando cada paso que doy. Puedo sentir su mirada clavada en mi espalda y lo cierto es que no resulta ser una sensación agradable, es más, me incomoda bastante.

Detengo mi marcha cuando me sitúo junto a la puerta.

-No puedo salir, ¿recuerdas?- Elián pone los ojos en blanco y se muerde el labio con fuerza. Luego, se aferra a mi antebrazo y tira de él hacia el exterior. Cruzo la barrera sin salir despedida hacia atrás como ocurrió con anterioridad.

Ocupo el lugar del acompañante y mientras me entretengo poniéndome el cinturón, el vampiro rodea su coche por la parte delantera. Aprovecho para comprobar si la puerta está cerrada pero en ese instante siento como alguien toma asiento a mi vera y clava su mirada en mi nuca.

-Espero que no se te ocurra la estúpida idea de salir corriendo.

Cambio el rumbo de mi mirar hacia la ventanilla y descubro una naturaleza sumida en la oscuridad. Poco a poco el vehículo va cogiendo velocidad y los árboles pasan por mi lado velozmente. En alguna ocasión las luces blancas del coche iluminan algún tronco y las sombras de estos se proyectan sobre el asfalto, aumentando su volumen considerablemente. Alzo la vista y contemplo un manto azul marino adornado con estrellas. Entre ellas vuelve a destacar la que vi aquel día en mi dormitorio, desde la cama. Nuevamente pienso en que tal vez se trate de mi progenitora, y me sorprendo esbozando una media sonrisa.

Elían aparca el auto en un camino de tierra y se baja de este antes que yo. Se apresura a colocarse tras el maletero para extraer algo de él. Una vez pongo los pies en tierra, me tomo mi tiempo para hacerme a la idea de lo que voy a hacer esta noche y luego procedo a situarme a la vera de mi acompañante.

-Toma- me tiende una pala con la facilidad de si estuviese haciéndome entrega de la pluma de un ave.

Me aferro con fuerza al palo de madera y lo elevo en peso.

Nos adentramos en el interior de la arboleda siguiendo un camino irregular formado por pequeñas piedrecitas y flores con espinas. En alguna que otra ocasión me hago daño con alguna de ellas y hago todo lo posible por cesar la hemorragia, pues me encuentro en la compañía de un vampiro.
Tras caminar todo recto durante unos quince minutos torcemos a la izquierda y nos sumergimos en una zona poblada de matorrales y árboles con enormes ramas. Elián va tan rápido que me cuesta seguirle la pista. Aún así no desisto. Escalo una pequeña montaña y cuando llego a la cima me topo con unas ramas, las cuales no me da tiempo apartar antes de que impacten contra mi rostro.

-¿De verdad que no puedes caminar más rápido?

Aumento el ritmo de mi marcha a pesar del cansancio que siento.

-¿Y tú no puedes ser menos exigente?- digo en a un tono de voz apenas audible.

-Te he oído. Y la respuesta es claramente no.

Bajo por una pendiente cubierta de hojas aferrándome a las ramas que encuentro a mi paso, pues temo perder el equilibrio y caer rodando. Una vez a los pies de la cuesta hallo unos metros más adelante a Elián, quien sostiene una antorcha. Recorro la distancia que nos separa y lo primero que hago al situarme a su vera es palparme el costado y recuperar el aliento.

-Es aquí.

Alzo la vista y me percato de la existencia de cuatro pilares blancos hundidos en la tierra, de manera que se aprecia la mitad de ellos. Una cantidad considerable de tierra y hojas se halla en la parte central del cuadrado. Elián entierra parte del cuerpo de la antorcha en un lugar cercano con tal de poder iluminar el área en cuestión. Luego, toma la pala y empieza a cavar en el centro. Yo me incorporo a él unos segundos más tarde.

-Debe haber varias capas de tierra antes de dar con el que era el suelo de la iglesia.

"Genial", pienso. Lo que más me apetece en este mundo es estar cavando un hoyo a las diez de la noche para dar con una psicópata ambiciosa.

Hundo nuevamente la pala en el agujero y extraigo un montoncito de tierra, el cual deposito a mis espaldas.

-¿Por qué quieres hacerlo?

Elián me mira y continúa cavando.

-Tengo mis razones- se limita a decir.

-Espero que esas razones sean lo suficientemente buenas como para compensar las muertes que van a producirse.

-No te conviene juzgarme- dice forzando una sonrisa.

Dejo de cavar, hundo la pala en el suelo y apoyo ambos brazos sobre la cima del palo de madera. Permanezco inmóvil contemplándole al mismo tiempo que me pregunto si será buena idea decir lo que estoy pensando. Sin embargo, antes de tomar una decisión, mi boca decide hablar por mí.

-¿Vas a matarme?

Elián deja la pala y se aproxima a mí con paso decidido. Ante este gesto, reacciono retrocediendo con tal de alejarme lo máximo posible de él. Entonces, cuando siento que me va a alcanzar sucede que en el suelo se abre una especie de rampa y me precipito al vacío. Por suerte, las habilidades vampíricas de mi acompañante se activan a tiempo y logra tomar mi mano, de manera que mi vida depende únicamente de él.

Mi mirada se cruza con la suya y por un momento siento un sentimiento de miedo unido a uno de incertidumbre, pues no estoy segura de si el hecho de que le haya salvado la vida una vez va a hacer que él haga lo mismo por mí. Somos personas completamentes diferentes, pues nuestras decisiones nos han transformado en quienes somos hoy.

Finalmente, opta por salvarme la vida, de manera que me sube a la superficie, poniéndome a salvo. En el instante en el que mis pies vuelven a pisar tierra firme dejo caer el peso de mi cuerpo sobre el tronco de un árbol para recuperarme del episodio que acabo de vivir. El chico ladea la cabeza y me mira desconcertado. Por un momento pienso en darle las gracias pero luego descarto esa idea, pues no se merece que se las dé por el daño que me está causando.

-Voy a bajar.

Elián se coloca al borde del hoyo y se tira de un salto. Escasos segundos más tarde oigo como un cuerpo impacta contra el suelo, ocasionando un fuerte sonido. Me acerco inmediatamente al lugar en el que se abrió la trampilla y examino desde la altura el fondo. En un principio no logro ver más allá de una nube de polvo y un montón de rocas pero luego alcanzo a ver a mi acompañante mirando hacia arriba.

-Supuse que sucedería algo por el estilo.

-¿A qué te refieres?

En ese instante soy consciente de que algo acaba de moverse a mis espaldas, de manera que retrocedo un par de pasos y me giro lentamente, concienciándome progresivamente de que tal vez deba hacer frente a una nueva amenaza. Me encuentro con el rostro de mi acechante a escasos centímetros de mí, por lo que doy un respingo. Poco a poco voy poniendo distancia entre nosotros.

-Le han hecho una especie de altar a Anabelle. Lamento comunicarte que vamos a tener que echar mano del plan B.

-¿Por qué no puedes simplemente dejar atrás el pasado?

Elián me apoya contra el tronco de un árbol y aferra una de sus manos a mi cuello. Ejerce tanta presión sobre él que vuelve dificultosa mi respiración. Además, me encuentro elevada del suelo por unos centímetros, de manera que estoy casi de puntillas.

-Será mejor que dejes de inmiscuirte en asuntos que no te conciernen- dice enfrentado su rostro al mío.

Las manos que se aferran a mi cuello aflojan, liberándome así. Caigo de bruces al suelo y lo primero que hago es palpar mi cuello, lo segundo inspirar y espirar un par de veces hasta estabilizar mi respiración y por último, lanzarla una mirada envenenada al vampiro que tengo delante, quien me mira sin mostrar ningún tipo de arrepentimiento.

-Tenemos que irnos.

Esta vez, se apodera de mi antebrazo y recorremos el camino de vuelta hacia el coche a una velocidad sobrehumana. Esta es tal que mi rostro palidece y mi estómago se revuelve. Sin embargo, logro contener mis náuseas gracias a un ejercicio de respiración. Elián suelta mi brazo cuando nos hallamos a la vera del vehículo y se sube inmediatamente a él. Con tal de no hacerle enfadar, me acomodo en el asiento del acompañante a las apuradas y me pongo el cinturón.

-¿Adónde vamos?

-A hacerle una visita a un viejo amigo.

Se incorpora a la oscura carretera y enciende las luces de corte alcance con tal de evitar deslumbrar a los conductores que circulan en sentido contrario. Durante el trayecto el vehículo debe hacer frente a una infinidad de curvas peligrosas y en todas ellas temo lo peor pues la velocidad a la que conduce mi acompañante supera el límite. Sin embargo, todo queda en un susto temporal, ya que sus reflejos sobrehumanos se activan justo a tiempo. Aún así no puedo evitar aferrarme con fuerza al manillar y mirar en otra dirección. La última parte del trayecto se basa en rodear una montaña hasta alcanzar su cima, lugar en el que se encuentra una casa de madera, que posee un huerto en la parte trasera.

Dejamos el coche aparcado en la carretera y nos adentramos por un camino de tierra que conduce a la entrada de la vivienda, el cual está rodeado de flores exóticas. A medida que vamos avanzando por él, la casa se presenta más cercana y como consecuencia, nuestras ansias de alcanzarla aumentan considerablemente.
Nos detenemos junto a la puerta de madera, la cual posee en un lateral un candelabro.

Elián llama y se hace a un lado.

Un hombre de cabello castaño y ojos purpúreos aparece al otro lado de la puerta. A juzgar por su aspecto debe tener unos treinta años y es tan apuesto que resulta inevitable apartar la mirada de su persona. También logro deducir que tiene un gusto extravagante pues lleva puesta una camisa amarilla con diseño de flores rojas y unos vaqueros negros.

-¿A qué debo tu cordial visita?

-Tengo que comentarte un asunto que apuesto que te va a interesar.

El dueño de la casa se hace a un lado y nos cede el paso. Al pasar por su lado, me mira de soslayo y yo no le doy importancia.

Las paredes son doradas y el suelo está formado por lozas blancas que hacen juego con el jacuzzi grisáceo que hay en el centro de la estancia. A cada extremo de este hay unas palmeras que lo adornan y le dan un aspecto exótico. En un lateral visualizo un puesto de alquimia, el cual contiene un libro grande y abundante en hojas. Separado de este por unos metros se hallan unos sofás marrones que se enfrentan a una mesa de madera que posee sobre su superficie una tetera de porcelana y unas tazas junto a ellas.

-Tomad asiento, por favor.

Me acomodo en uno de los sofás y Elián hace lo mismo. El señor, cuyo nombre desconozco, se sienta enfrente, toma la tetera y vierte parte del contenido en las tazas. Me ofrece una y otra a mi acompañante, aunque este se niega desde un principio a cogerla.

-Ya sabes cómo me gusta, Brenett.

El chico castaño chasquea los dedos y una jarra de cristal de whisky aparece de la nada y se mantiene suspendida en el vacío. Se inclina ligeramente hacia delante y un par de gotas caen en el interior de la taza y se pierden en el fondo.

-¿Tenéis hambre?

-Sí- contesto casi de inmediato.

-No- dice al mismo tiempo el vampiro de mi derecha.

Ambos intercambiamos una mirada ante el desacuerdo que acaba de producirse. Elián me fulmina con la mirada y luego deja ver una sonrisa forzada.

-A Elián nunca se le ha dado bien atender las necesidades de sus acompañantes.

El brujo vuelve a chasquear los dedos y en la mesa aparece un plato con pastas de color rosa. Me hago con una de ellas y tímidamente me la llevo a la boca, bajo la penetrante mirada del chico de mi derecha.

-¿Qué ese asunto tan importante que debemos tratar?

-Verás, he decidido desenterrar el cuerpo de Anabelle para traerla nuevamente a la vida. Quiero volver a aquellos tiempos en los que ella estaba en el poder y existía cierto orden entre la población sobrenatural.

-¿Por qué sesenta y tres años después?

-La razón es obvia. No dejan de producirse conflictos entre los diversos grupos de seres sobrenaturales y para colmo, esos cazadores están acabando con nosotros poco a poco. Creo que es hora de que las cosas cambien.

-Si no me equivoco, en la época en la que ella gobernó se produjeron numerosos conflictos y asesinatos. ¿Qué te hace pensar que querría formar parte de todo esto?

Elián bebe un sorbo de su taza y la deja sobre un platito. Luego, se inclina hacia delante, de manera que su rostro se encuentra más próximo a la persona del brujo.

-¿A caso has olvidado que Anabelle salvó a tu familia de un destino peor que la muerte?- Brenett guarda silencio y su mirada se endurece-. Creo que se lo debes. Sería devolver el favor.

-No lo he olvidado.

Me hago con otra pasta y me la llevo a la boca.

-El ritual lo haremos mañana por la noche, así que tienes todo un día por delante para prepararte el hechizo.

-¿Qué papel juega ella en todo este asunto?

-Voy a usarla como señuelo para atraer a los cazadores.

-¿Qué razón tendrían para caer en tu juego?

Elián me escruta con la mirada durante unos segundos. Luego, busca con la mirada los ojos purpúreos del brujo y dice:

-Hay un cazador que está enamorado de ella, así que si le amenazo con hacerle daño a su chica, apuesto a que obedecerá todas mis órdenes con tal de evitarlo.

-Está bien, participaré en el ritual pero después de devolverla a la vida, no quiero saber nada que tenga que ver con los vampiros.

-Muy bien.

El vampiro le tiende la mano y el brujo se la estrecha con fuerza.

-En ese caso, nos vemos mañana.

Extiendo el brazo para coger otra pasta y Elián me da un manotazo para que retire la mano. Le da la espalda al brujo y se dirije hacia la puerta con paso decidido. En ese instante me incorporo y antes de girarme le digo al brujo moviendo los labios, evitando articular palabra para que el vampiro no esté al tanto del mensaje, "comete un error".

Me sitúo a la vera de Elián y salgo al mismo tiempo que él de la casa. A medida que nos alejamos por el sendero de tierra siento la mirada del brujo clavada en mi espalda y, aunque no lo sé a ciencia cierta, apuesto a que a la misma vez que nos observa intenta concienciárse de lo que va a suceder.
Al alcanzar la parte delantera del coche nos separamos, pues cada uno toma una dirección. Aunque, al final, acabamos encontrándonos unos segundos después.

-Te pido que no lo hagas.

-No estás en condiciones de pedir nada.

Ladeo la cabeza hacia la derecha y me entretengo contemplando el paisaje.

Hasta ahora pensaba que existía una mínima posibilidad de cambiar el rumbo de las cosas pero me he dado cuenta de que estas ya han cambiado y que no hay forma de volver atrás. Tan solo nos queda enfrentarnos a la realidad que se nos echa encima con todo el valor que seamos capaces de reunir.

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