33 - "Remendando el pasado"
Nina no dejaría el lado de su hijo, dejo que los Hermanos Silenciosos lo revisaran a regañadientes, aunque ella estuvo presente en todo el proceso. Magnus llegó de improviso, ayudando en el proceso.
—Hola, pequeña Nina. — saludó el brujo tomando el lugar a su costado.
Magnus, el brujo con ojos de gato, la miro. El tiempo había pasado demasiado rápido, hace años que no veía a "El gran brujo de Brooklyn" en persona.
—Mucho tiempo sin verte, Magnus. — saludó Nina de vuelta, quiso sonreír, pero su rostro se negó a cooperar. — ¿Qué se siente cambiar? — preguntó, regresando la vista a su hijo inconsciente.
—Mejor de lo que creí. — dijo el brujo con una sonrisa. — Mi gusto por la purpurina y lo extravagante no ha cambiado nada, incluso Perú volvió a darme permiso de ir a su país. Todo es relativamente sencillo.
—Eso es bueno. — asintió la rubia.
—Nunca te agradecí como es debido, Nina. — la gratitud en la voz del brujo la sobresaltó. Magnus seguía siendo Magnus, solo envejecido por el paso de los años. Como todos los demás. Conservó sus poderes, eso ya era un milagro por sí mismo. — Intenté por muchos años dar con una solución que no me matará en el proceso, después nos encontramos en Londres cuando fui a visitar a Tessa y Jem.
—Ninguno me debe nada, Magnus. — aseguró Nina. — Yo tampoco estaba muy segura como fue que logre cambiar su inmortalidad, si te soy sincera. — admitió la rubia soltando unas risitas. — Ustedes hicieron mucho por mi familia, guardaron el secreto. Soy yo quien les debe.
—Logan estará bien. — la voz de Magnus no era del tipo compasiva, sino como si hablara de un hecho. — Es fuerte. Es tu hijo. Y admítelo, es demasiado guapo para abandonar este mundo, tiene una larga de fila de corazones por romper.
—Tengo miedo de perderlo Magnus. — admitió la rubia sin contener las lágrimas. — No me refiero a la muerte, sino a que deje de ser el Logan que conocemos. Alegre, sarcástico, artístico... él también teme perder lo que es. Su esencia.
—Eso no va a suceder. — negó el brujo con vehemencia. — No importa el tiempo, quien eres siempre va a vivir contigo, evoluciona, pero jamás se va. — Nina lo miró con escepticismo, el miedo no la dejaba ver con claridad. — He vivido muchos siglos, estuve presente en momentos importantes y otros no tanto, de primera mano te puedo decir que no permitirías que tu hijo se perdiera. Cambiaste a una persona que era prácticamente una causa perdida para todos nosotros; puedes con cualquier cosa.
—No cambie a Jonathan. — replicó Nina, tragándose el nudo de su garganta. — Solo lo ayude a que fuera quien es en realidad.
—Deberían canonizarte por eso. — dijo Magnus para quitarle la seriedad al asunto. — En otras culturas, lo considerarían un milagro.
—Nunca cambies, Mags. — sorbió su nariz medio sonriendo.
—Así fue como Marco me enseño hacer una bomba. — contó Christopher a la mujer pelirroja fascinada por la historia de su nieto. — Aunque mis padres después me castigaron por explotar un aula escolar, fue sin querer.
—Chris, tu madre te está buscando. — le dijo Jonathan a su hijo menor, el cual hablaba animadamente con su progenitora.
—¿Es algo que pueda esperar? Estoy hablando con mi supuesta abuela muerta sin siquiera utilizar una ouija. — precisamente ese tipo de comentarios eran los que deslocaban a Jonathan. Su hijo menor lo había dejado sin palabras en más de una ocasión. — No se parece en nada a ti, papá.
—Por supuesto que no, me parezco a su ex – esposo. — no pudo evitar decir ese comentario, era peor admitir que no sintió absolutamente nada cuando vio a Jocelyn bajar la mirada. — En caso de que quisieras comunicarte con él, necesitaras algo más fuerte que un tablero ouija. Ahora, fuera. Necesito tener unas palabras a solas con... tu abuela.
—Bien. — se levantó del sofá de dos plazas en un movimiento fluido. — Le diré a Magnus si puede invocar algo para poder hablar con él, suena como una persona interesante.
—No imaginas cuánto. — murmuró Jonathan sarcásticamente cuando su hijo hubo salido de la sala. — ¿Qué haces cerca de mis hijos? — preguntó sin miramientos.
—Son buenos chicos. — dijo Jocelyn esbozando una pequeña sonrisa. — Se parecen a Nina.
—Extraño, tengo entendido que hace poco acosaste a mi hijo mayor y lo comparaste conmigo.
—Tienen ese temperamento casi magnético que te atrapa. — dijo su madre mirándolo. — No mentí cuando le dije a Logan esas cosas, Jonathan. Era justo como imaginaba a mi hijo, pero las cosas fueron diferentes.
—Soy feliz. — comentó el rubio guardando la distancia con la pelirroja, ignorando la observación que hizo hace unos momentos. — No quería hijos. — no supo que lo llevó a decir ese comentario, solo salio de su boca.
—Casi lo puedo imaginar.
—Pero tuve un ejemplo excelente sobre cómo no ser. — el gesto de Jocelyn se descompuso, ambos sabían a lo que se refería. — Tú fuiste una madre excelente... pero no conmigo. — siguió Jonathan con la garganta seca. Se sentó en lugar donde su hijo estuvo minutos antes. — Solo me he preguntado una vez sobre cómo habría sido mi vida de haber sido criado por ti y no me gustó el resultado.
—¿Por qué? — preguntó Jocelyn abriendo los ojos sorprendida.
—Porque me habrías odiado de todas formas. — dijo con resignación. — A pesar de lo que sucede con Logan, jamás podría odiarlo. Ninguno de mis hijos es precisamente normal, pero tienen una parte de mí, para bien o para mal.
—Puedo notarlo. — asintió Jocelyn. — Tienes razón: yo no era la persona que necesitabas a tu lado. — Jocelyn colocó su mano sobre la de Jonathan. Ambas miradas se encontraron. — Hice muchas cosas de las que me arrepiento, pero es demasiado tarde para remediar alguna de ellas. Cada año, en el día que naciste, lloraba mirando el contenido de aquel cofre... — la mujer soltó las lágrimas que retenía. — pensando cómo debía haber sido mi hijo. Logan me trajo todos esos recuerdos devuelta. Y me dijo de manera amable lo mala madre que fui por dejarte.
—Jocelyn...
—Y tenía razón. — aceptó limpiándose las lágrimas. — Debí luchar más duro por ti, en lugar de abandonarte con Valentine. Te destruyó en todos los sentidos. Te utilizó desde antes que nacieras... Nina fue la única capaz de ver algo bueno en Sebastian para repararte. Probablemente nunca pueda agradecerle lo suficiente por sacar lo mejor de ti. Lo que tienes ahora, te lo mereces. No dejes que lo arruinen. — pronunció eso ultimo contra su mejilla para después depositar un breve beso.
Jocelyn se levantó del sofá para salir del vestíbulo. Dejando a un Jonathan totalmente anonadado en el mismo lugar.
Esther luchaba contra la culpa. Las emociones humanas eran confusas, nada es blanco y negro, tienen tantas interpretaciones. Eran más complejas de lo que admitiría. Tal vez contarle a Logan la verdad fue una mala idea, pero el cambio ya comenzaba. Podía notarlo y no era la única.
—Al fin comprendiste porque has llegado hasta aquí. — una presencia a su costado derecho la sobresalto. Por lo visto nadie conoce el concepto de privacidad, ni siquiera los seres celestiales lo respetan. Huyó a la azotea para que nadie la molestara, pero nunca salen las cosas como las planeas.
—¿Qué quieren de Logan? — preguntó Esther, mirando directamente a su hermano.
El cabello oscuro lustroso caía por debajo de sus hombros, los ojos grises de Raziel eran penetrantes, contenían la furia de una tormenta que arrasaría con todo a su paso.
—Lo están haciendo de nuevo, Ishtar. — pronunció su nombre angelical, se escuchó sublime cuando el arcángel lo dijo en voz alta con su voz musical. — Esta vez no tendremos clemencia con ninguno si logran su cometido. Hace años me llamaron y les permití vivir; Padre está enojado, no dudará en enviar a Gabriel para terminar la Guerra.
—Solo soy un ángel de bajo rango allá arriba. — dijo Esther desesperada fijando su vista en el Cielo. — sigo siendo joven, ni siquiera tengo doscientos años. No entiendo porque me expulsaron, hacia bien mi trabajo.
—Exacto. — asintió el ser divino. — Es tiempo de subir, Esther. — esta vez utilizó su nombre terrenal. — Ya sabes que hacer. — una daga dorada apareció, colocada perfectamente sobre la barda de ladrillo. — Unas alas mejores están esperándote, tu verdadero lugar tiene que ser ganado. Termina con esto antes de que sea demasiado tarde; ahórreles el sufrimiento.
—No puedo. — se lamentó la castaña, sin apartar la vista del objeto divino que Raziel le mostraba, contuvo las lágrimas apretando los labios. Lo último que deseaba era que su hermano le señalara lo humana que es.
—Los sentimientos nublan el juicio, Ishtar. — Raziel tomó su barbilla obligándola a verlo directamente. Se topó de lleno con un rostro hermoso, sin imperfecciones y facciones masculinas claramente marcadas. — No me decepciones.
Raziel extendió sus prominentes alas, haciéndola añorar las suyas. El arcángel ni siquiera le dio un segundo vistazo cuando saltó con gracilidad y voló hacia el Cielo. Ya no contuvo las lágrimas, dejó que fluyeran lentamente, cogió la daga, un regalo de su querido hermano y la escondió entre sus ropas.
Llegado el momento tendría que decidir, pero no sería hoy.
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