Capitulo 9



Nunca le ha gustado estar en un solo lugar, quedarse sin hacer nada mientras los otros buscaban la manera de ayudarla no era algo precisamente de lo que se sintiera orgullosa. Casi había olvidado porque estaba aquí, robaría algo y sería mejor que lo hiciera rápido.

Recorrió los pasillos hasta que dio de nuevo con la biblioteca. Apretó el anillo que colgaba de la cadena en su mano. No se atrevió a colgárselo al cuello, si alguno lo veía empezarían las preguntas. Observo la enorme biblioteca, jamás se cansaría de ella. Si pudiera se quedaría a vivir en ella, lástima que no pueda. Había unas vitrinas que mostraban diferentes objetos dentro de ellas. Se sorprendió cuando vio la pulsera que la reina Seelie le encomendó robar; fue fácil de reconocer, ningún ser humano podría crear un accesorio así de hermoso. El problema real seria como sacarlo, Nina tendría que poner en práctica su IQ de ciento ochenta, en las películas de Misión Imposible y James Bond lo hacen parecer demasiado normal y fácil, así que se imaginó que estaba dentro de una de esas películas, quizá así le resultaría más sencillo. Olvidándose del hecho que tenía que robar al Instituto de Nueva York y traicionar la confianza que depositaban en ella. No, eso no podía ser bueno.

Por lo que sabía casi nadie viene a la biblioteca, eso era algo a su favor. El verdadero problema era que nadie viera la parte faltante.

Miró la gran biblioteca, este era por mucho, su lugar favorito. Dudaba que algún día pudiera ver una biblioteca de este tipo, donde los tomos de demonología abundan y las lenguas casi extintas resaltan.  

— ¿Te gustan mucho los libros? – la voz de Jace la saco de sus intenciones maquiavélicos.

—Son los únicos que no te apuñalan por la espalda – le respondió dándole la espalda –; eso es un sí.

—Hay algo que no me cuadra. – cerro los ojos y controlo su respiración, no se permitiría verse alterada. – Tengo serias dudas acerca del porque los demonios invadieron tu casa y se llevaron a tu hermano.

—Uno de ellos me pregunto algo, - se dio la vuelta. Le diría una mentira mezclada con la verdad, son las más creíbles. – El problema es que no tengo idea de que buscan; si lo supiera ya habría recuperado a mi hermano.

— ¿No tienes cierto libro blanco con dibujos y escrituras extrañas? – mierda. La descubrió, ¿cómo? Esa pregunta rondo la mente de la rubia. – Hay un hueco en la repisa de tu habitación, esta es mi teoría. – hizo una pausa para agregarle más dramatismo y siguió. – Tienes el libro, fueron a buscarlo y como no se los diste se llevaron a tu hermano como canje. Eres una buena mentirosa, pero no mejor que yo.

— ¿Terminaste? – pregunto indiferente. Poniendo cara de póker. --- ¿Cómo lo sabes? La única manera en que pudiste enterarte seria...

No supo que la llevo a asestarle la bofetada que sonó en todo el recinto, pero ni Jace lo vio venir. Y si con eso no fue suficiente le dio con su rodilla en el estómago lo que provoco que el rubio se doblara.

— ¡No tenías ningún derecho a husmear en mis cosas, son privadas! – exclamo con fuerza. – Nadie tendría que descubrir eso, solo si moría. Y... estoy viva.

— ¡Jace! – exclamó su parabatai corriendo hasta él. — ¿Qué sucedió? – le frunció el ceño a Nina.

—Pregúntale a Jace, entrar a propiedad ajena es un delito. – le espetó. – Para tu información ese maldito libro lo queme, así que deberías estar feliz, no tengo nada para conseguir a mi hermano de vuelta. – se le quebró la voz mientras contenía las lágrimas. No solo de tristeza, también de confusión y traición.

Jace no dijo nada. Solo la miro; inesperadamente la abrazo. Y Nina, por primera vez en mucho tiempo se sintió reconfortada, esto lo hacía aún más complicado de lo que seria. Con una profunda respiración se deshizo de su abrazo. Esto ya no podría seguir así, luego pronuncio las palabras que la mandarían directo al purgatorio.

—Hay algo que tengo que contarles. – mordió su labio inferior y dejo correr las lágrimas. – yo creo que todos deberían saberlo.


Jace miraba fijamente a Nina. Estaba parada de espaldas a un ventanal en la sala de estar, no decía nada, se dedicaba a observar la vista. Había llegado muy lejos con su suposición, que bien podría tener algo de verdad; no se esperó que de una chica aparentemente tranquila tuviera las agallas para bofetearlo y patearlo en el estómago. Nunca se lo hubiera esperado. En sus cartas jamás se describió como una chica violenta, sino más bien tranquila. Que prefería leer a salir, aunque no tuviera muchos amigos. Su historia removió ciertas cosas en su interior, sin contar las lágrimas que Clary soltó cuando relato la manera en que la traicionaron.

—Les conté la verdad, se llevaron a mi hermano. – los presentes prestaron atención, incluso Simon que había comenzado a quejarse de no saber la historia completa. – Lo que nos les dije, fue como sobreviví.

—Mataste al demonio mientras otro se llevaba a tu hermano. – repuso Alec algo dubitativo.

—Eran tres, si me encargue de uno y otro se llevó a mi hermano. – Isabelle estaba a punto de decir te lo dije. – el tercero casi me mata, sabía que iba morir, por lo menos me quedaba el consuelo que Ian estaba a salvo, también me equivoque en eso. – al fin se dio la vuelta y miro a todos los Cazadores de sombras, se detuvo un poco más en Jace y desvió su vista al techo. – Había alguien más allí, me salvo.

— ¿Otro Cazador? – se atrevió a preguntar Simon después de varios minutos de silencio.

—Sí, y ahora no me queda duda alguna que estuvo siguiéndome durante días. – a Jace, esta parte de la historia cada vez le gustaba menos. – La primera vez lo vi en el Central Park, algo le hizo gracia y se rió, pensé que sería otra persona, pero luego vi marcas que sobresalían de su cuello y un compañero de la escuela, Ned no vio a nadie. Corrí esperando no verlo jamás.

<<El día que atacaron mi casa... sigo sin explicarme porque me salvo. No tiene ni pies ni cabeza. – el rubio noto como esa fue más una explicación para sí misma, que para con los demás. – mato al demonio con uno de sus cuchillos serafín, para eso mi hermano ya no estaba. Sabía que mis padres jamás creerían mi historia, a pesar de que intente por todos los medios que lo hicieran. No conocía a nadie más que pudiera ayudarme, así que le dije que si me ayudaba a cabio le daría esto. – saco de su mochila el libro blanco. – casi me lo arrebata pero lo convencí que si lo tocaba se prendería en llamas. >>

— ¿Sucederá eso? – pregunto Clary con curiosidad.

—No, pero se lo creyó. – se encogió de hombros y dejo el libro en la mesa. – Hace unos días fuimos a ver a la Reina Seelie, — se estremeció visiblemente. – Dijo que si le conseguía la pulsera que está en la vitrina de la biblioteca, me diría donde está mi hermano. Vine aquí a robarles y sinceramente estuve a punto de hacerlo, si no fuera porque Jace me dijo mentirosa en mi cara, lo hubiera hecho; tampoco es que el haya dicho alguna mentira.

Isabelle fue un borrón en la habitación cuando cruzo la estancia para golpear a la mundana.

—Sabía que algo andaba mal contigo. – logro esquivar el golpe que Isabelle le propino.

El látigo dorado resplandeció en el aire, la rubia apenas tuvo tiempo de quitarse para que no la azotara. Todos parecían incrédulos por la escena. Jace vio como la rubia tomaba una de las espadas colgadas de la pared y la blandía como si pesara nada.

—Ser damisela en apuros nunca me ha gustado. – la rubia se hizo una serie de movimientos balanceando el peso de la espada. El látigo volvió a resplandecer pero esta vez Nina estaba lista para recibirlo. Enredándolo con la espada lo jalo, provocando que Isabelle barriera por el piso de la sala.

— ¡Suficiente ambas! – exclamo Alec quitándole la espada a Nina. – Simon ve con Izzy, nadie quiere ver otra escena como esta.

—Yo sí. – sonrió Jace.

—Y tu niña, creo que aún nos acabado de contar tu historia.

—Eso es todo, lo juro. – la chica se vio intimidada por Alec, algo bastante extraño cabe mencionar. – No sé qué más quieran saber...

— ¿Cómo se llama el Cazador que te ayudo? – pregunto Clary que permanecía callada en su lugar.

—Le llaman Sebastian, pero se llama Jonathan, Jonathan Christopher.

Jace se tensó, todos lo hicieron cuando la mundana pronuncio esos nombres. Imposible, pensó Jace, Sebastian está en el infierno. Clary lo envió allí. Él lo atravesó con su espada en el corazón.

—No digas mentiras Nina, Sebastian está en el infierno. – soltó Jace neutral. – Clary lo envió allí. Además, el Sebastian que conocemos no movería un dedo por cualquier ser viviente para ayudarlo.

— ¡No estoy mintiendo! – exclamo la rubia con convicción. – Se lo que les digo, es alto y tiene el cabello platinado, casi blanco. Y... sus ojos son negros, como la brea. Lo juro, el me salvo...

—Imposible. – Clary se dejó caer en el lugar más cercano pasándose las manos por el cabello. - ¿Saben lo que esto significa? – pregunto. Ninguno dijo nada.

—No sé lo que significa, pero... le dije que si me ayudaba a encontrar a mi hermano le daría el libro.

— ¿Preguntaste siquiera para que lo querría? – pregunto Alec sin emoción.

— ¿Por qué quiere matarlos? – Jace enarco una ceja, no respondió su pregunta y conociendo a Alec querría respuestas.

—Lo mande al infierno y Jace le atravesó el corazón con una espada, es lógico que quiera matarnos. – explico su prometida de manera sencilla. – Siempre tuvo envidia de Jace, e Isabelle y Alec, nadie de hecho, era de su agrado. Mato al verdadero Sebastian y se hizo pasar por él, casi hace que destruyan Idris y a el mundo.

Jace observo como a Clary le afectaba tanto, a pesar de su voz monótona no podía ocultar el rencor en su voz. Luego, observo a la rubia que seguía de pie con los puños apretados, podía ver su mente maquinando, trazando un plan. Algo en ella había cambiado.

—Así que me alié con un asesino. – dijo en voz baja. – Aun así, eso no explica porque me salvo, pudo dejarme morir; ¿de qué le serviría yo viva? Ni siquiera sabía que tenía el libro. No tiene sentido.

—Le gustas. – observo el vampiro. Esta vez, Jace no dudó en rodar los ojos.

—Es imposible que sienta nada por nadie, vampiro. – bufó Jace en respuesta.

—Es obvio que no le temes, todavía. – tercio Alec.

—Sigo estando aquí. – es difícil de olvidar eso, pensó Jace. – y tienes razón, no le tengo miedo, aunque eso no quiere decir que no haya algo en el que grite PELIGRO en mayúsculas. Desde la primera vez que lo vi, supe que algo andaba mal con él. Sobre todo cuando hice cierto comentario sobre la sangre de ángel; supongo que toque un punto sensible.

— ¿Sensible? Ese bastardo es un demonio. – dijo Isabelle enredando su látigo alrededor de su muñeca. – todos lo sabemos, por su culpa estuvimos a nada de morir.

—Izzy, fue hace años...

— ¿Crees que si está de regreso no querrá venganza? – Isabelle tenía razón, Jace no quería creer que fuera así, pero lo era. – Recapacita Simon, no tiene corazón. Mato a Max.

Jace tampoco pudo negar eso. Isabelle era quien peor llevaba la muerte de su hermano menor a manos de Sebastian. Seguía con ese sentimiento de culpa. El mismo se sintió satisfecho cuando puso fin a la vida del bastardo.

—Tengo que regresar con él. – todos miraron sorprendidos a la rubia.

—Acabas de oír que...

—Que es un asesino, no te preocupes Alec no estoy sorda. – lo interrumpió a mitad de la oración. – pero si quieren tener una oportunidad, déjenme hacer las cosas a mi manera. Hare como que no conté nada. Les dejare esto. – se arrancó el collar con la nota musical que colgaba de su cuello y se la entregó a Alec. Jace observo como su parabatai la tomaba sin confiar del todo. – Si no confían en mí, podrán rastrearme. Cuando descubra que planea hacer se los comunicare de alguna manera. Solo necesito tiempo, quizás unos días.

— ¿Qué quieres a cambio? – pregunto Isabelle para sorpresa de todos.

—Desde que llegue llevo diciéndolo, quiero a mi hermano de vuelta.

Todos se giraron cuando la puerta de la habitación se abrió. Jace observo a su antepasado observando la escena con curiosidad y a su lado el chico de cabellos negros con un único mechón blanco.

—Los dejamos por tres días y ya están armando otra guerra. – Jace rodó los ojos. Pareciera que tuvieran la misma edad, no era así. – Alec, eres el más sensato que se supone...

—Tessa. – la detuvo Jem en medio del regaño. – Creo que tenemos una invitada.

La mirada de ambos se dirigió a la rubia en medio de la sala, ella los miro de vuelta sin decir nada.

—No eres una Cazadora de Sombras. – observo Tessa mostrando en sus ojos grises esa curiosidad que tanto la caracterizaba.

—Que observadora. – soltó la rubia con una mueca. – Jamás lo hubiera notado. – siguió con sarcasmo. – Creo que estoy en medio de un regaño familiar, no quiero ocasionar más guerras, así que mejor me iré.

—Hasta que estamos de acuerdo en algo. – espeto Isabelle. – Ojala nunca vuelvas.

—Ojala pudiera regresar el tiempo, pero no todo se puede en la vida. – le respondió Nina de regreso. – pero las cosas cambian, los amigos se van y al final la vida no se detiene para nadie. Solo por si no lo sabías. – con eso último abandono la habitación.


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