Capitulo 5
La perdió de vista, simplemente desapareció en una habitación. Sus padres pensaban enviarla a un manicomio por creer que está loca. Resultaba irónico la situación, gravemente contradictoria. Nina fue bastante inteligente para evadirlos a todos, incluso a él admitió a regañadientes, pero no fue por mucho tiempo. Desde donde estaba podía ver mechones de su cabellera rubia, se asomaban fuera de la capucha de su sudadera. Camino detrás de ella, un paso delante de otro sin saber realmente que buscaba de ella.
—Sigues sin responder mi pregunta. – igualo su caminata sin problemas. ¿Saber la respuesta realmente es importante o solo una excusa para no dejarla ir?
—Si te dijera que sí, ¿habría diferencia? – se detuvo frente a él para mirarlo directamente, no se intimidaba con facilidad. Sebastian sonrió levemente. – Si tienes un as bajo la manga, sácalo ahora. Me haces perder tiempo.
— ¿Y si yo te dijera que te ayudare a encontrar a tu hermano? – ¿Qué lo impulso a decir eso? Ya era muy tarde para retractarse.
— ¿Qué quieres a cambio? – pregunto la rubia a regañadientes. – Dudo que quieras hacerlo por hacer la buena acción del día.
—Sabes lo que esos demonios buscaban, y ha de ser importante para que estuvieras dispuesta a morir.
La chica desvió la mirada al cielo, como si esperara que Dios le lanzara la respuesta. Si supiera que su Dios los abandono.
—Aquí no. – dijo mirando hacia los lados de la calle. - ¿Sabes de algún lugar donde podamos ocultarnos?
—Desde luego.
Obviamente el apartamento del desconocido era de soltero. Las paredes blancas y los muebles oscuros le daban ese aspecto caro y etéreo, había demasiado espacio para una sola persona.
— ¿Qué te esperabas? ¿Telarañas? ¿Cadáveres? – y el humor del rubio tampoco ayudaba mucho con la ambientación.
— ¿Por qué quieres ayudarme? – fue la única cosa coherente que pudo preguntar Nina, le había estado dando vueltas al asunto sin llegar a una conclusión.
—Porqué estoy seguro que tienes algo que necesito, y si para eso tengo que ayudarte, lo hare. – ya estaba segura que no obraba precisamente por buena voluntad, pero oírlo de esa manera tan cruda y arrogante, con ese egoísmo resonando por cada vocablo, le cayó peor de lo que se imaginó. – siéntete honrada de recibir ayuda de un Cazador de sombras, no todos los días ocurre tal hazaña.
—Me lo imagino. – la rubia enarcó una ceja con incredulidad.
Dejó caer la mochila en la mesa más cercana, el rubio solo la observo sin mucho interés, eso le pareció a Nina. Mientras habría la mochila considero los pros y los contras de mostrarle lo que había guardado desde el día del ataque.
— ¿Qué son los Cazadores de sombras? – pregunto para romper el silencio incómodo.
—A estas alturas ya debes saberlo. – resopló. Vaya respuestas.
—Me hago una idea. – saco unos guantes de látex, levanto la vista y sonrió levemente. – la clase de química siempre me ha gustado, se aprenden cosas bastante interesantes. – se colocó uno con cuidado. – Como balancear ecuaciones –, se colocó el otro – mezclar sustancias, incluso hacer bombas – el sonido del látex chasqueo contra su piel. – que podrían volar una calle. – el rubio la miro, esta vez con un interés disimulado. Saco un libro envuelto en plástico. Ahora si lo sorprendió, por lo menos fue lo que percibió, pero su anfitrión supo disimularlo bien.
— ¿De dónde lo sacaste? – le pregunto en un tono afilado intentado quitárselo.
—No tan rápido, Cazador. – se alejó Nina con el libro. – Si lo tocas, se prendera en llamas.
—No me hagas reír, solo...
—Es química. – lo interrumpió. – Descubrí algo muy curioso de una bomba, el laboratorio siempre está solo y a mí me encanta experimentar, decidí ponerlo en práctica con este libro. – le empezó a quitar el plástico con cuidado. – hay una sustancia medianamente flamable. Sinceramente el libro no me sirve de nada y pensaba quemarlo, pero luego pensé: "¿Por qué hacerlo? Cuando alguien más podría hacerlo"; mi idea era dejarlo en un lugar público y quien quiera que lo tomara, haría que se prendiera en llamas.
Nina sonrió; esas ideas a veces le asustaban, pero no era sencillo dejarlas de lado.
—Así que... si te atreves a quitármelo, se quemara. – lo tomo con sumo cuidado entre sus manos enguantadas. – Y ambos perdemos.
—Tienes cientos de años de magia en tus manos. – replico el Cazador.
—No me interesa, la verdad. – La voz de Nina obtuvo el sonido deseado de indiferencia. – Ahora es diferente, tú quieres esto no me engañas y yo quiero a mi hermano, y juro por... - vaciló un momento. Era difícil jurar por algo sagrado, cuando no se cree en ello. – lo que sea, que será tuyo si me ayudas a recuperar a mi hermano sano y salvo.
—Juro por el Ángel que te ayudare a recuperar al niño. – acepto de mala gana haciendo una mueca al escuchar esa extraña expresión por la cual juro.
—Trato cerrado. – extendió la mano. El rubio la miro. – En mi mundo así se cierran los tratos. – le explico rodando los ojos.
Estrecho su mano un segundo, solo un segundo basto para que esa corriente que paso por su brazo hiciese que se estremeciera.
— ¿Cómo te llamas? – pregunto al fin.
Fue extraño, que después de toda una explicación, esa pregunta fundamental la pasara por alto.
—Me llaman Sebastian.
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