Capitulo 12

Hola, lo se ya ha pasado mucho tiempo desde que publique, pero hoy traigo tres capitulos seguidos para todas las personas que me leen :) Muchas GRACIAS de antemano, por sus comentarios y sus votos. Me hacen feliz. 

Acabo de subir una nueva historia original, por si quieren darse un vuelta y me digan que tal:


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—Por lo menos tenemos el libro. – Alec tomó el libro blanco entre sus manos, vaya era más ligero de lo que creyó. – Eso es bueno, ¿no?

—Definitivamente. – respondió Tessa mientras Alec se lo pasaba. – Magnus sabrá qué hacer con él. – sonrió al Cazador que se sonrojo ligeramente. – Siempre he tenido curiosidad...

—Lamento recordártelo mi estimada Theresa, pero siempre tienes curiosidad sobre algo. – la interrumpió Jace con diplomacia. – a estas alturas no me sorprende.

—Jace, ya basta. – esta vez fue su prometida quien lo detuvo.

—Ve a descansar, yo te aviso cualquier novedad. – le prometió a su novia mientras besaba el tope de su cabeza.

—Oigan, ¿el libro blanco tiene por protagonistas a una tal Hazel? – todos la miraron extrañados.

Isabelle le arrebato el libro de las manos y se puso a hojearlo. Los engaño, la maldita mundana los engaño a todos.

— ¡Maldita! ¡Nos engañó! – exclamó Isabelle estupefacta, sin poder creerlo aún.

—Ya tranquila, Izzy. – Simon la tomó por lo hombros intentando calmar su cólera.

—Ella aún tiene libro. – señalo Tessa lo obvio.

—Quien lo diría, nos engañó. – murmuro Jace sonriendo para sus adentros.


Nina terminó de abrocharse sus vans en tiempo récord cuando Sebastian entro a su habitación sin tocar.

— ¿No te enseñaron a tocar antes de entrar? – le pregunto rodando los ojos.

—La reina Seelie nos espera, andando. – no respondió su pregunta, se limitó a ordenarle.

— ¿Sabes? Deberías ser más considerado y avisarme con anticipación cuando haya que verla.

— ¿Por qué habría de hacerlo? – no se giró para responderle, siguió su camino con ella detrás.

—Porque la reina Seelie me da escalofríos, además es un hada, no son conocidas precisamente por sus obras de caridad. – explicó Nina mirando su espalda, ¿siempre vestiría de negro? No es que le queda mal, pero quizás algo verde o azul le quedara mejor.

—Déjamelo a mí. – respondió este mientras sacaba su estela y trazaba un dibujo en la pared de la sala.

—La última vez que te lo deje a ti, tuve que ir al Instituto y robar. – le recordó cruzándose de brazos.

—Entonces, a la próxima quédate callada. – comento apretando los dientes.

—Si dejaras de actuar como un burro sería más sencillo. – murmuro mirando sus tenis.

— ¿Cómo me dijiste? – esta vez sí se giró a encararla y por su expresión Nina noto que no estaba feliz.

—Burro, solo por si no oíste bien. – cargo su peso en la pierna derecha.

—Me estas comparando con un animal. – bufó molesto.

—En realidad, comparo al animal contigo. No lo ofendas de esa manera.

—Eres una criatura verdaderamente locuaz, Nina. – no reacciono de la manera que esperaba, enojado y lanzándole cuchillos, en lugar de eso mostro su sonrisa de lado, esa sonrisa que grita CHICO MALO por todos lados, solo le hace falta la chaqueta de cuero. Y la forma en que dijo su nombre, ¡por todos los santos! Fue sexy. – si no fueras una mundana, consideraría algo más.

Atravesó el portal dejándola boquiabierta. Sebastian: 1, Nina: 0. Perdió esta batalla, pero no la guerra.

Nina atravesó el portal, esperando esta vez no marearse y caer de rodillas para que Sebastian tuviese la oportunidad de burlarse de ella. Esta vez la suerte estuvo de su lado, aterrizo perfectamente en sus pies, solo se tambaleo un poco pero logro reponerse justo a tiempo.

—Por lo menos esta vez no te desmayaste. – de todas maneras se burló, pensó Nina, pareciera que jamás estuviera conforme con nada que ella hiciera.

— ¿Me desmaye? – pregunto confundida, no lo recordaba.

—Sí, suerte que estuve ahí para sostenerte como una damisela, tenía miedo que rompieras el suelo. – Sebastian: 2, Nina: 0. Otra batalla perdida. – rápido, su majestad espera. – la apresuro.

Nina rodó los ojos y se puso en marcha detrás de él. El estrecho pasillo de piedra no hacía nada para calmar un poco su ansiedad y malhumor, si fuera por ella jamás volvería a ver a la reina Seelie, no confiaba en ella, para ser sincera tampoco confiaba en el Cazador de Sombras delante.

—No respondas nada que no te pregunte, dedícate a hablar con monosílabos. – la tranquilidad en sus ojos negros tuve un efecto extraño en Nina, fue como un momento de conexión, algo efímero. Algo que logro calmarla.

—Lo intentare. – murmuro parpadeando para salir del trance.

Sebastian la miro con evidente incredulidad, no creía las palabras de Nina, lo entendía. Hasta ahora no ha demostrado ser una persona con un buen filtro a la hora de hablar, sobre todo cuando la hacen enojar, su filtro desaparece por completo. De todas maneras prefirió ya no decir nada. La reina estaba justo como la última vez – demasiado hermosa que resultaba aterradora – con una sonrisa pintada en su delicado rostro y con ese vestido verde musgo que la hacía ver aún más fantástica y no precisamente en el buen sentido.

—Hola, querida es bueno verte de nuevo. – saludo la reina Seelie ignorando al Cazador de Sombras que se inclinaba en una reverencia. Nina hizo lo mismo tratando de verse delicada al ejecutar el movimiento. - ¿Conseguiste mi pedido Nina Sawyer? – no le gusto la forma en que su nombre salió de sus labios.

—Lo consiguió, mi señora. – respondió Sebastian. La verdad esta sería la última conversación en la que quisiera intervenir, no sería tan difícil el dejar que Sebastian se hiciera cargo. – Aquí tiene. – le tendió la pulsera, perfectamente colocada en una cajita de cristal.

—Al fin. – cogió la caja que el Cazador le ofrecía. – Justo como la recordaba, ya está de regreso en su hogar. – a Nina le dio escalofríos la forma en que pronuncio esas últimas palabras, ojala yo estuviera de regreso en mi hogar, mejor dicho: quisiera tener uno. — ¿Tuviste problemas para recuperarla, Nina Sawyer? – pregunto directamente, clavando los ojos en la chica rubia frente a ella.

—No. – mintió con facilidad, aunque, increíblemente era esa la verdad, Jace se la dio sin problemas, bueno sin muchos problemas, así que técnicamente no tuvo problemas.

—Perfecto, espero que tu estadía en el Instituto de Nueva York haya sido de tu total agrado, nuestro querido Jonathan, como te habrás dado cuenta no es muy dado a ser un buen anfitrión. – a estas alturas Nina ya no se sorprendió de la reina hada de encantadora belleza, la seguridad con que dijo esas palabras le dio a entender que estaba al tanto de todo lo que sucedió en el Instituto.

—Todo estuvo bien, gracias. – se limitó a responder Nina.

— ¿Dónde está el niño mundano? Su hermano. – pregunto Sebastian. Esa era la pregunta que había deseado oír desde que empezó esta pesadilla.

—Claro, había olvidado su objetivo, discúlpenme. – en ese preciso momento quiso golpearla, sabía que no era buena idea y a duras penas logro contenerse. – se recompensar cuando cumplen mi encargos. – Nina se tragó el nudo de su garganta, su pulso se aceleró. Esta información podría salvar a su hermano. – El niño aún está vivo, una buena noticia ¿no creen? – conto del diez al uno en su mente para evitar decir alguna estupidez.

—Sí. – siguió el consejo de Sebastian de hablar solo con monosílabos.

— ¿Estás segura de querer saberlo, querida Nina? – se le fue la voz, lo único que pudo hacer fue asentir. – En ese caso, tienen un largo viaje por delante mis dos aventureros, puede que encuentren algo que no les gusta o incluso gustarles demasiado.

Y con eso, Nina se temió lo peor.


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