Prólogo: Mudanza
-¡Estamos aquí! -Dijo mamá emocionada.
Miré por la ventana del auto y la vi. La nueva casa. La segunda mudanza en mi vida.
Sin poder evitarlo, sonreí al verla. Rápidamente bajamos del auto y nos dirigimos al maletero. Llevé mi pesada mochila donde guardaba todas mis cosas, incluyendo mi skate, el cual sobresalía por la mochila.
Como tenía las manos libres, le ayudé a mamá a cargar con una maleta. La puse en una mano y con la otra acomodé mi gorro sobre mi cabeza.
Observé las paredes y ventanas, el cartel de "Vendido" que estaba antes ya había desaparecido. Me adelanté a mi madre y abrí la puerta. Vi un gran salón apenas entrar, a la derecha había un espacio perfecto para la mesa del comedor, que además comunicaba con la futura cocina. A la derecha de ese espacio, se encontraban los escalones hacia el segundo piso donde se encontraban tres habitaciones: El baño, la futura habitación de mamá y lo que pronto sería mi habitación.
Dejé mi mochila y la maleta en el suelo y volví corriendo para seguir ayudando a mamá con las maletas.
Mientras comenzábamos a desempacar hablábamos de la casa y nuestros futuros planes con ella. "La Casa Ideal" la habíamos denominado. Mamá me dijo que los muebles y las mesas llegarían mañana, es decir que tendríamos que dormir en una colchoneta por esa noche. No era la gran cosa para mí, podría soportarlo. Además, sólo era la primera noche.
Era ya alrededor de las seis de la noche, el sol estaba no muy lejos de ocultarse.
-Mamá -Dije entrando a su vacía habitación mientras ella organizaba su ropa-, durante el camino hacia acá, vi un pequeño parque de skate a solo unas calles, y quería-
-Siempre y cuando estés aquí antes de las nueve, podrás ir, no te preocupes -Me miró y sonrió. Le devolví la sonrisa.
Rápidamente me puse mis zapatillas y mi gorro, metí el celular en mi bolsillo con mis auriculares conectados y mi skate en las manos.
-¡Ten cuidado! -Me dijo saliendo de su habitación.
-¡Lo haré! -Respondí desde casi afuera de la casa.
Después de salir, puse el skate en el suelo, y tras reproducir una canción en mi celular, comencé a andar.
Estar en una ciudad distinta era extraño. Se sentía, se sentía bien, en realidad. Una sensación que me hacía sonreír inevitablemente. Y un buen momento para meditarlo era este, cuando estabas sola, sin interrupción mientras sentías una ligera brisa, hasta que, estando tan concentrada en mis pensamientos, choqué con alguien.
Caí apoyada sobre las manos y escuchaba un agudo sonido ensordecedor en mis oídos por un par de segundos.
-Hey, lo siento. Yo-
-No, no te preocupes -Dijo-Estoy bien, gracias por tu preocupación -Sonríe levemente levantándose de aquel pavimento-
-¡Mel, amiga del alma! -llamó un chico a lo lejos- ¿Por qué tardas tanto?
-¡No, no es nada! -Respondió la chica con la que me había chocado, que aparentemente se llamaba Mel-, sólo me caí.
-¿Quién es? -Preguntó el chico refiriéndose a mí.
-No lo sé, no la había visto nunca por aquí, ¿Cómo te llamas?
-Oh, pues, me llamo Keila. -El sonido agudo volvió otra vez por otro par de segundos. Tal vez un poco más.
-Yo soy Mel, Mel Anderson. Puedes llamarme Mel. Él es Angelo.
-Angelo Agreste -Añadió el otro-. No eres de por aquí, ¿verdad?
-No. De echo, me acabo de mudar hoy a esta ciudad.
-Mudanzas, ¿eh? -Dijo Mel-Sí, lo entiendo, ya me me mudado antes, pero dentro de la ciudad.
-Y bueno, ¿A qué colegio irás? Si no te molesta la pregunta, Keila -Preguntó Angelo- Déjame adivinar...¿Irás al Wrintsey?
-¿Cómo lo supiste?
-No hay muchos colegios por aquí, y el Wrintsey es el que más destaca, sobre todo para los padres por sus bajos precios.
-Nosotros estamos allí, de echo -Añadió Mel.
-¡Genial! Allí podremos vernos.
-Claro, ahora, ¿Quieres ir al parque de Skate con nosotros?
Accedí. Estuvimos patinando sobre la pista mientras reíamos. Era la primera vez que entraba en confianza tan rápidamente con alguien.
Los primeros cinco minutos estuve pendiente de mi reloj, pero luego perdí la noción del tiempo y eran ya más de las nueve. Mi mamá iba a matarme. Me despedí apresurada y me dirigí a casa.
-¿Son estas las horas de llegar? -Dijo mi madre con una mirada que intimidaba.
-Lo sé, mamá, lo siento...
-Te había dicho hasta las nueve, ¿Qué hora crees que es? ¡Es el primer día en una nueva ciudad, no puedes ir por ahí en tu patineta esa!
«¿Entonces por qué me dejaste ir?» Pensé.
-Pero conocí a dos personas de mi edad, estudian en el Wrintsey también.
-...Tienes razón, es... El cansancio de una mudanza, es todo -Suspiró mamá-Pero no hagas eso otra vez. Ahora, vamos a dormir.
Fui a mi habitación. La colchoneta era más cómoda de lo que creí. Cuando apagué la luz, pude distinguir una luz roja que provenía del interior de mi mochila. Estaba cansada en ese momento, por la mañana averiguaría qué era. Porque sería un nuevo día, nueva ciudad, nueva...
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