Capítulo 7
Lizz subió con extremo sigilo por la escalera de incendios del edificio. Ella se movía rápida y ágilmente sin hacer el menor ruido. Su cabello estaba perfectamente recogido y sus manos portaban guantes. Nada hubiera podido delatar su presencia en aquel lugar y ningún rastro quedaría detrás de ella. Ya muchas veces había practicado el arte de infiltrarse dentro de alguna instalación a escondidas y un departamento en Brooklyn no sería la excepción.
Fue un golpe de suerte encontrar la ventana ligeramente abierta pero aquello fue igual que un balde de agua helada. Alguien no había dejado aquella ventana ligeramente abierta por casualidad, la había dejado para poder escapar rápidamente por más que el truco no le había resultado.
—Siento mucho tu destino —Susurró ella.
Sin más abrió lo suficiente la ventana como para deslizarse dentro del departamento. Este seguía tal cual ella lo recordaba. Todo estaba en perfecto orden como si nunca nada hubiera sucedido, como si hubieran pasado días desde la última vez que alguien había estado dentro. La única diferencia, ella notó, era que la alfombra persa sobre la cual había sido encontrado el cuerpo de Gael ya no estaba en el suelo. Habían cubierto el cuerpo con aquella alfombra antes de retirarse y dejar una escena falsa de orden y perfección, como si nunca hubiera ocurrido un homicidio en aquel mismo lugar.
Lizz escuchó un ruido y al instante tomó su arco. Se escondió detrás de un sillón y en silencio tomó una flecha. Escuchó pasos y asomó lo suficiente la cabeza solo para ver el filo de un cuchillo. Solo entonces reaccionó sobre que, creyéndose sola, había dejado la ventana abierta más de lo que había estado antes y si aquella persona era lo suficientemente lista lo notaría. Tarde o temprano la descubriría, no había muchos lugares para esconderse en aquella sala.
Escuchó los pasos acercarse hacía donde estaba ella. Respiró profundamente y con cuidado cargó el arco. Sostuvo la flecha confiando en sus habilidades y experiencia. Ya había estado en situaciones similares. Aunque claro, ahora había una diferencia. Ella estaba totalmente sola en aquella ciudad, nadie le cubría las espaldas o estaba cerca para ayudarla en caso de lo peor.
Cuando la situación no fue más que inevitable ella se puso en pie rápidamente y apuntó con seguridad. Se contuvo de disparar al ver a Damon frente a ella sosteniendo una daga en su mano derecha. No había esperado volver a verlo, al menos no tan pronto. De hecho, ella había esperado no volver a verlo por cómo él la confundía con su actitud. Él había considerado una molestia salvarle la vida y sin embargo, luego, lo había hecho nuevamente al dar una prueba de su inocencia.
—¿Acaso quieres matarme? —Preguntó ella.
—Diría lo mismo de ti —Dijo él—. Ahora deja de apuntarme.
—No hasta que no bajes el arma —Dijo Lizz.
—Si realmente quisiera matarte te hubiera dejado morir hace unos días. ¿No crees? —Dijo él.
—Quizás —Dijo ella y se movió un paso hacia la izquierda causando que él hiciera lo mismo—. O quizás no lo hiciste porque hubieras quedado como culpable de inmediato.
—Podría haber dicho tranquilamente que ya era demasiado tarde para salvarte —Dijo él sin bajar el arma.
—¿Entonces por qué aún me sigues apuntando? —Preguntó ella.
—Lo mismo pregunto —Dijo él.
Ambos bajaron sus armas exactamente al mismo tiempo. Lizz guardó con cuidado nuevamente la flecha y colgó su arco de su espalda sin quitarle ni por un segundo la vista de encima a Damon. Mientras no supiera exactamente cuáles eras las intenciones de él respecto a ella, no pensaba confiar del todo en el sanador. Ella desvió su vista a un lado sin desear mirarlo, sin molestarse siquiera en decir algo respecto a que él seguía portando sus Ray—Ban en plena noche.
—Creí que estabas de vacaciones —Dijo ella.
—Creí que estarías encerrada —Dijo Damon y ella lo miró.
—¿Cómo lo sabes? —Preguntó.
—Richard es demasiado predecible a veces —Dijo él tranquilamente—. ¿Qué haces aquí?
—No. ¿Qué haces tú aquí? —Preguntó ella.
—Yo pregunté primero —Dijo él y ella se rindió sabiendo que contra aquello no había reproche alguno.
—Quiero encontrar algo que realmente me permita mostrar mi inocencia, quiero saber qué sucedió aquí. Porque, aunque las pruebas indiquen todo lo contrario, yo no asesiné a Gael. ¿Ok? Juro que yo no le disparé. Cuando llegué ella ya estaba muerta. ¿Tienes idea de cómo se siente reconocer tu propia flecha en el cuello de otro? —Preguntó Lizz e hizo un esfuerzo para que la voz no le temblara al recordarlo—. No puedo negarlo, mi flecha la mató. ¡Pero yo no la disparé! Yo solo sé que encontré un cuerpo, me arrodillé a su lado para tomarle el pulso y luego la Sociedad llegó y me arrestó creyéndome la asesina.
—Te creo —Dijo él y suspiró al enfundar nuevamente su daga—. No preguntes por qué pero te creo. ¿Tienes alguna idea de qué piensas encontrar aquí?
—Quien hizo el trabajo no fue cualquiera sino un experto —Dijo ella—. En las cámaras de seguridad no hay nada y tampoco dejó ningún rastro tras de si. El tiro fue demasiado limpio. Tengo suerte de que nadie en este lugar conozca mi historial o estaría aún más inculpada. ¡Hasta Liam comienza a sospechar de mí!
—No es seguro que andes sola —Dijo él—. La noche aquí es peligrosa.
—La noche siempre es peligrosa —Dijo ella.
Sin darle más importancia se dio vuelta y examinó la sala a la luz de la luna. No había ni pista ni indicio que pudiera revelarle lo que allí había pasado realmente. La sala estaba en perfecto estado, tal como ella la recordaba, tal como debió estarlo siempre. ¿Quién mataría a Gael y por qué? Lizz temió conocer la respuesta y rápidamente centró su atención en cualquier otra cosa.
Escuchaba a sus espaldas los pasos silenciosos de Damon y no pudo evitar preguntarse nuevamente qué hacía él allí. Lizz dio un paso y entonces algo bajo su pie llamó su atención. Se agachó solo para un pase de bus de estudiantes y ladeó ligeramente la cabeza al ponerse de pie y mirarlo con curiosidad.
—La Sociedad en tu país es muy tradicional. ¿Cierto? —Preguntó Damon.
—La mayoría de los miembros de Irlanda son muy conservadores —Dijo Lizz—. Algunos clanes casi no tienen piedad al respecto.
—Los Dunne son una familia muy importante en Irlanda según tengo entendido —Dijo él—. No me sorprendería que fueran muy conservadores.
—¿A qué quieres llegar con esto? —Preguntó ella.
Lizz se dio vuelta y solo entonces se percató que tan cerca estaba él. No, aquello no estaba bien. No lo había oído, no lo había sentido detrás suyo. Nunca antes algo así le había sucedido y ella sabía que definitivamente no estaba bien. Pero Damon apenas si prestó atención a su reacción y se limitó a arrebatarle el pase de la mano.
—A que Gael es tu tía y al parecer tienes un primo que no conoces —Dijo él sosteniendo el pase. Entonces la miró de un modo que hubiera seducido a cualquiera y le sonrió ligeramente con malicia—. Quizás por eso la relación de ella era tan mala con su familia. ¿Desde cuándo la relación entre ustedes se hizo tan distante?
—Desde que tengo memoria —Dijo ella—. Nunca conocí a Gael, nunca tuve ningún tipo de contacto con ella. Mi mamá me dijo que ella prefirió quedarse en New York.
—Apuesto a que aquello bastó para armar bastante revuelo —Dijo Damon y pasó a su lado—. La preciada hija que abandonó a su tierra natal por el sueño americano. Tus abuelos no habrán estado nada orgullosos al respecto. ¿Tienes idea de cuánto tiempo Gael lleva aquí?
—No —Dijo ella.
—Diecisiete años y seis meses. Se peleó con tu madre y se mudó aquí antes de que nacieras —Dijo él—. Extraños los rumores que corren por los pasillos de la Sede. ¿No crees? Gael siempre fue una mujer de guardar su vida privada en secreto. Se casó con un hombre común —Dijo Damon y tocó un portarretrato sobre una repisa—. Y tuvo un hijo con él. No creo que la Sociedad en Irlanda hubiera permitido algo así. ¡Ni me imagino el problema que hubiera armado si el nombre que le puso al niño no es irlandés!
Lizz no respondió. Su verdadero nombre era irlandés, el nombre de Liam era irlandés y hasta donde tenía memoria todos los nombres de los miembros de su familia eran irlandeses al igual que el de cualquier miembro de allí. Damon no se equivocaba en nada de lo que había dicho.
Ella se acercó hasta la repisa y observó la fotografía del militar. Ninguna de sus manos estaba marcada. Era un hombre común y corriente sin nada extraordinario. No, su familia era muy conservadora en aquel aspecto como cualquier miembro de Irlanda, jamás hubiera permitido que Gael se enamorara de un simple norteamericano y mucho menos que se casara con él. Pero ella había visto el anillo de matrimonio en la mano del cuerpo por más que no había creído que realmente era de matrimonio sino que lo había considerado una joya más.
—Un amor que no respetaba los deseos de la familia y una familia muy conservadora. ¿A qué te suena eso? —Dijo Damon y la miró seriamente—. La abandonaron, la tacharon de la familia y ella hizo exactamente lo mismo. No me sorprende la fría relación que tenían con ella. La Sociedad allí no es tan liberal como aquí.
—Mi familia solo respeta siglos de cultura y tradición —Dijo ella y lo miró molesta—. Gael nos remplazó por esto, por una tierra donde nadie tiene respeto por nada. Llegué y me arrestaron, ni siquiera me dejaron defenderme correctamente. Aquí, al parecer, lo único que reina es el dinero y el miedo. Richard Longoria es capaz de tratar bien a Liam porque sabe que él puede poner en riesgo su puesto pero sin embargo me acusa de homicidio sin problema alguno. Las criaturas los atacan sin razón y los tratan de asesinos. ¿Tienes idea de cuan diferente es esto a mi tierra? ¿Tienes idea de cómo me siento al respecto? Si Gael abandonó mi familia por esto no me sorprende el trato que recibió en respuesta. ¡Hasta se lo merece!
—¿Qué sigue? ¿Me dirás que también merecía la muerte? —Preguntó él.
—Hazme un favor y no te metas en asuntos de mi familia si estos no te incumben —Dijo ella.
Damon la miró de soslayo cuando ella pasó a su lado. Lizz ni siquiera le prestó atención. Ella nunca había valorado mucho las costumbres de su familia o la Sociedad, hasta detestaba su nombre, pero no le sorprendía lo que había sucedido entre su familia y Gael.
El departamento era realmente pequeño. Una cocina, una sala de estar y un corto pasillo por el que ella caminaba que concluía en un baño y dos habitaciones. Vio a través de la puerta entreabierta la cama matrimonial y una valija a medio armar sobre ella. Gael claramente había pensado en huir. La luz aún continuaba encendida y ella no dudó en entrar.
La habitación era diminuta con paredes amarillo claro. Apenas si había espacio para la cama, dos mesitas de noche y una cómoda. Lizz se acercó al ver un sobre en lo que parecía la mesa de noche de Gael por sus cremas femeninas y sus accesorios. Levantó la carta. Al instante notó las marcas de agua sobre el papel, producto de las lágrimas supo después de leer el telegrama que anunciaba la muerte de su esposo en servicio. Lizz miró la fecha y supo que no había sido hacía mucho tiempo.
Al parecer, a donde fuera, la muerte la rodeaba.
Ella abandonó la habitación de la pareja y fue a otra habitación. Había ropa tirada en el suelo, la habitación de cualquier adolescente, pero había algo más. Ella tuvo cuidado de no pisar el vidrio roto y se agachó. Arrugó la nariz al olfatear el inconfundible aroma de una poción vencida y tocó con sus dedos el líquido violeta que aún quedaba intacto producto de su mágico origen. Apenas lo lamió con su lengua, solo eso le bastó para reconocerlo e identificarlo como una poción para cambiar de aspecto. ¿Qué había sucedido allí realmente? ¿Dónde estaba su primo?
Creyó ver una sombra pasar rápidamente por la ventana. Sus sentidos se dispararon al instante, su instinto le advirtió que ya no estaba tan segura. Descolgó su arco y tomó una flecha. Mantuvo el arma apuntando al suelo. Ella podía llegar a ser extremadamente rápida en levantar el arco y disparar si era necesario.
Salió de la habitación y caminó con cuidado por el pequeño pasillo. Increíblemente, una casa abandonada donde había ocurrido un homicidio llegaba a ser mucho más tenebrosa que el Bosque de Whin de noche. Respiró profundamente, al menos en el Bosque de Whin sabía qué esperarse pero en aquella ciudad no tenía idea de qué tipo de criaturas rondaban las calles.
Se sostuvo contra la pared y aún desde el pasillo le echó una rápida mirada periférica a la sala de estar. Todo parecía tal cual ella lo había dejado pero el silencio y la tensión no hacían más que advertir sus instintos. Ella se mantuvo allí unos segundos más y finalmente decidió salir.
Se adentró un paso en la sala y al instante una mano cubrió su boca. Rápidamente se dio vuelta y apuntó. Podría haber matado a Damon enseguida si ella no hubiera sospechado de antes, al no verlo en la sala, que sería él. Damon levantó ambas cejas a modo de pregunta al ver cómo ella le apuntaba nuevamente y Lizz bajó el arma. Quiso decirle que podría haberlo matado, y supo que se hubiera arrepentido si lo hubiera herido, pero no tuvo tiempo. Damon la tomó por la mano y tiró de ella.
Lizz lo siguió y ambos se ocultaron detrás del sillón. Nuevamente creyó ver una sombra pasar rápidamente por la ventana y supo que no lo había imaginado. Ella miró la flecha que sostenía. Punta de metal. Respiró profundamente y trató de pensar con sensatez. La sombra había sido rápida, muy rápida y grácil. Ya era pasada la medianoche. Pensó en la situación, el lugar, todo lo que la rodeaba y supo que las posibilidades de criaturas no eran muchas. De hecho, se reducían a una sola si no se equivocaba en su sospecha y ella rara vez se equivocaba cuando se trataba de una presa.
Guardó la flecha que tenía y sacó una con punta de madera.
—Te han seguido —Susurró Damon.
—¿Qué? En todo caso te han seguido a ti —Replicó ella.
—Tuve el máximo cuidado al venir aquí y te puedo asegurar que a mí no me siguieron —Dijo él.
—A mí tampoco —Dijo Lizz—. Lo que demuestra que eres un maldito mentiroso.
—Llevo toda una vida en esta ciudad. ¿Crees que no sé cómo hacer para que no me sigan? —Dijo Damon entre dientes—. A ti te siguieron.
—Llevo más de diez años haciendo este tipo de cosas. ¿Realmente piensas que no habría notado si alguien me siguió? —Masculló ella—. Te siguieron a ti.
—Te siguieron a ti —Dijo él.
Lizz iba a responderle, contradiciéndolo nuevamente, pero otra vez él tapó su boca con su mano. Ella quiso protestar, gritarle mil maldiciones. Hasta se imaginó disparándole una flecha al pie. Él era un sanador, podría curarse fácilmente. ¿No? Además, simplemente sería una flecha y se ocuparía que la herida no fuera realmente muy grave.
De un modo u otro, cualquier deseo maligno que tuviera contra Damon quedó de lado cuando escuchó un ruido. La puerta. Ella se preguntó entonces cómo diablos él había sabido lo que sucedería y la había callado si ella no había oído nada hasta aquel entonces. Pero al menos podía estar segura de algo, sus sentidos no le estaban fallando. Había oído el sonido a la perfección y estaba olfateando en el aire el exquisito aroma que solo podía pertenecerle a alguien que fuese un monarquista.
Al igual que cada vez que la situación lo demandaba, dejó cualquier asunto de lado y se concentró totalmente en sus sentidos. Ella podía sentir la presencia del monarquista en aquella habitación. Porque ahora estaba segura, solo un monarquista podría caminar sin hacer ningún ruido. Lizz ni siquiera podía sentir sus pasos en el suelo de tan ligeros y perfectos que eran. Ella solamente sabía que había un tercero en la habitación y que este los mataría sin piedad si tenía la oportunidad.
Miró a Damon y vio que él estaba agarrando con fuerza su daga. Ella se acercó hasta el borde del sillón, lo suficiente para ver a dos monarquistas parados en medio de la sala. Ambos eran altos y delgados. Tenían la piel extremadamente pálida y ella se ocupó de no ver más sabiendo que sino corría el riesgo de caer víctima de aquella atracción que solo provocaba el rostro extremadamente hermoso de un monarquista y aún más, sus ojos. Y entonces no habría vuelta atrás, ella quedaría totalmente hipnotizada como si fuera una simple marioneta y ellos harían lo que deseasen con ella.
Un movimiento captó su atención y ella levantó la vista solo para ver que había un monarquista sobre el sillón, agazapado, listo para abalanzarse sobre ellos dos y atacarlos. Lizz no lo miró directamente a los ojos y trató de ignorar la belleza extrema de su perfecto rostro. Él tenía la boca abierta y ella podía ver a la perfección sus afilados dientes. Y él la estaba viendo a ella, ella era la presa.
Entonces Damon se movió, casi como si quisiera tocar a Lizz, y captó la atención del monarquista al instante. La criatura pareció totalmente confundida y sorprendida y hasta llegó a olvidarse de la joven cazadora.
—¿Qué haces tú a—
Pero el monarquista no pudo terminar. Lizz apuntó y disparó antes que él terminase su pregunta. La flecha fue certera y perfecta, hubiera sido realmente ridículo que alguien como ella no acertara en un tiro a tan corta distancia. La flecha con punta de madera se hundió en medio de donde estaba el corazón no latente del monarquista y este explotó en cenizas al instante. Lizz cerró los ojos, odiaba esa parte. Odiaba la parte en donde las cenizas caían y prácticamente la ahogaban.
Ella rodó en el suelo fuera del alcance de esa lluvia de cenizas. Levantó el arco, apuntó y disparó. El monarquista fue más rápido que ella y evitó el tiro con gracia. Lizz soltó una maldición, al parecer todavía no era capaz de matar de un solo tiro a alguien que se movía tan rápido como sus flechas.
Vio al otro monarquista por el rabillo del ojo preparado para abalanzarse sobre ella y se movió. Se echó al suelo y disparó. No lo mató exactamente pero la flecha se hundió profundamente en su pecho y el monarquista cayó al suelo. Ella se puso en pie tan rápido como le fue posible, apuntó y disparó sin vacilar ni un segundo.
El monarquista gritó, un grito que fácilmente hubiera corrompido a cualquiera y lo hubiera ayudado al instante. Pero Lizz ya había oído aquel grito antes y por más que el efecto seguía siendo el mismo que la primera vez, la desesperación por ayudarle y complacerle, ella ya podía sobrellevarlo sin culpa. Además, ya era demasiado tarde para él.
La flecha se hundió en su muerto corazón y la criatura estalló en cenizas. Lizz jamás hubiera notado que el otro monarquista estaba detrás de ella listo para asesinarla y vengar a sus dos compañeros. Ella no hubiera tenido tiempo ni de gritar cuando él estuviera detrás suyo y la atravesara con su mano como si fuera una cuchilla. Ella los subestimada inconscientemente, estaba acostumbrada a que siempre hubiera otro cazador cuidando sus espaldas. Nunca antes había estado sola en una situación de este estilo. El monarquista la hubiera matado despiadadamente al instante sin que ella lo hubiera previsto... si Damon no lo hubiera notado.
El joven fue tan rápido como la misma criatura y evitó que esta le hiciera daño a la chica. Ambos cayeron al suelo en cuestión de segundos. El monarquista se debatió bajo el peso de su oponente pero no consiguió nada a cambio. Damon sostuvo su daga con más fuerza pero el monarquista lo atajó por la muñeca antes de que pudiera hacerle daño. Ambos se miraron a los ojos, él de un modo furioso y despiadado mientras la criatura lo miraba casi con diversión y le sonreía de un modo burlón.
—¿Qué piensas hacer con eso? ¿Matarme? —Preguntó la criatura y pareció contener una pequeña risa—. Se sabrá que fuiste tú sanador.
—Creo que ya he llegado demasiado lejos como para arrepentirme —Dijo Damon y mostró una de sus irresistibles sonrisas—. ¿No crees?
Entonces la diversión fue rápidamente sustituida por el miedo en los ojos del monarquista cuando vio que, en su intento por detener la daga de Damon, había empleado sus dos manos para poder contra la fuerza del joven y se había olvidado completamente de la otra mano libre de este. La sonrisa de Damon solo se ensanchó cuando él sacó velozmente una estaca del interior de su chaqueta y la clavó sobre el corazón de su contrincante.
El monarquista se deshizo en cenizas debajo de él y Damon se puso en pie limpiándose las cenizas de encima. Se dio vuelta, Lizz lo miraba totalmente sin palabras. Ella no había imaginado que aquel segundo de distracción podría costarle la vida. Pero tampoco había imaginado que Damon sería tan rápido como para impedir que el monarquista la atacara. O tan fuerte como para que este necesitase de sus dos manos para detener su primer ataque.
Cuando a ella le habían hablado por primera vez de los sanadores se había imaginado a un hombre escuálido, probablemente un anciano por los años que le había tomado perfeccionar la técnica de la sanación. Una persona que se mantenía detrás de la acción, que no servía más que para ocuparse de los heridos consecuencia de las batallas. Ella en ningún momento había imaginado a un joven capaz de enfrentarse cuerpo a cuerpo con un monarquista y vencer, nunca se le había cruzado por la cabeza una idea similar.
Damon recogió del suelo la estaca y la sacudió para quitarle de encima las cenizas. La guardó dentro de su chaqueta al igual que su daga. Con un pie él removió las ropas del monarquista, lo único que había quedado de él junto con sus cenizas. Trató de calmarse aún sin mirar a Lizz quien lo seguía mirando incrédula.
—Creo que aquí tienes una prueba como para no volver a cuestionarme si deseo matarte o no —Dijo él—. Si le dices algo de esto a alguien...
—¿Por qué? —Preguntó ella viendo hacia donde iba la conversación y entonces él la miró intensamente.
—Porque no se supone que deban saberlo —Dijo—. Tampoco se supone que debiera haber hecho eso. Ellos estarán furiosos, querrán venganza. Hay que irnos de aquí cuanto antes. Ellos ya deben saber lo que hemos hecho.
Ella no se conformó con aquella respuesta pero tampoco se detuvo a cuestionarlo. Revisó la ropa de los dos monarquistas que había matado aquella noche. Sonrió victoriosa al pensar en la cara de sus amigos cuando estuviera de regreso y les contara que se había cargado dos monarquistas en una sola noche. Entre cenizas solo encontró dinero, monedas y un reloj de bolsillo hecho con oro y diamantes cuyo precio realmente podría llegar a ser exorbitante.
Se puso en pie y miró los tres pilones de ropas allí donde las criaturas habían muerto. Hizo una cruz en el aire con su mano diestra y respiró profundamente mientras pensaba en los tres muertos.
—Lamento vuestro fin y vuestra vida en la oscuridad, espero habéis encontrado la paz en el otro lado —Dijo ella.
Damon la miró con curiosidad, enarcando ambas cejas. Lizz se acercó a la misma ventana por la que había entrado y salió. Damon la siguió muy de cerca y ambos sigilosa y cuidadosamente bajaron las escaleras de incendio hasta estar nuevamente en tierra. Ella saltó y aterrizó con un ruido sordo, él hizo exactamente lo mismo y Lizz estuvo estupefacta de notar que era tan silencioso como ella.
—¿Por alguna extraña razón del destino tienes los dones para ser tan sigiloso como un cazador en plena caza? —Preguntó ella y él le mostró lo que podría haberse considerado como un atisbo de una sonrisa de diversión.
—Ya quisiera —Dijo él—. Simplemente son muchos años en esta ciudad.
Ambos se deslizaron a una calle realmente desierta. ¿Por qué la gente común evadía por instintos aquellas zonas que solo podrían significar problemas para ellos? Realmente solos en la calle Lizz y Damon no tenían ninguna posibilidad si se les aparecía un monarquista. Eran un blanco fácil y demasiado visible por más que ambos caminaran bajo las sombras de los edificios sin hacer ningún ruido. Ella no podía ni respirar sin creer que alguien la estaba escuchando.
El frío se coló lentamente entre sus ropas y ella se abrazó a si misma para mantener algo de calor. La noche era realmente oscura y la ciudad le resultaba totalmente sombría. Se sentía como la niña pequeña y sin saber qué le esperaba al asistir a su primera cacería nocturna en el bosque que alguna vez había sido. Pero el bosque ahora era su hogar, ella realmente lo conocía y no le tenía miedo. Aquella ciudad era totalmente desconocida para ella y ya le había demostrado que no le tendría ninguna piedad por ser una joven extranjera.
Escuchó un ruido, demasiado sutil como para que cualquiera lo hubiera tomado en serio pero ella sabía lo que significaba. Parecía alguien corriendo, o más bien algo. Y se aproximaba a demasiada velocidad.
Damon reaccionó más rápido que Lizz. Tiró de ella dentro de un callejón y la sostuvo contra el muro, su cuerpo presionando contra el de ella y cubriéndola totalmente. Lizz se sintió totalmente una tonta durante aquellos segundos de tensión. Llegó a sentirse totalmente diminuta e indefensa, y totalmente impotente contra la gran ciudad que parecía estar superándola. Trató de calmarse, de convencerse a ella misma que ella no era débil sino que la ciudad la había tomado por sorpresa, que el hecho de que Damon la estuviera salvando todo el tiempo era porque él llevaba años conviviendo en aquella ciudad y ella solo unos pocos días. Se había vuelto descuidada en los últimos días, no podía permitirse algo así a pesar de su situación.
Una criatura realmente monstruosa pasó por la boca del callejón. Parecía una mezcla entre un mono y un lobo, y era bastante grande de hecho. Su salvaje pelaje era gris moteado con manchas más oscuras. Unos grotescos dientes sobresalían de su mandíbula y Lizz miró sus brutales garras. Los ojos amarillos de la bestia ardían en un barbarismo asesino.
Se detuvo frente al callejón y Lizz escuchó a Damon maldecir muy por lo bajo. La criatura olfateó y Damon se sostuvo más contra ella. La bestia dio unas vueltas alrededor, olfateando el aire constantemente como si hubiera perdido su rastro. Lizz se preguntó qué estaría olfateando la bestia, ella en aquel momento no podía olfatear nada más que la embriagadora fragancia de Damon. Permanecía con su rostro hundido en el cuello de él y juró que nunca había olfateado algo similar. ¿Acaso la bestia estaría olfateando lo mismo?
En cualquier caso, fuera lo que fuese que olfatease la bestia pareció desorientarla totalmente. La criatura partió por donde ellos dos habían venido y sus pasos se hicieron rápidamente lejanos.
Damon permaneció unos segundos más contra ella mientras Lizz calmaba sus pensamientos. Ella se deslizó fuera de su agarre y salió a la boca del callejón. Trató de entender qué había sucedido. Increíblemente, el aire olía a azufre y las huellas de aquella cosa habían quedado impregnadas en la acera como si hubieran sigo gravadas con fuego.
—¿Qué diablos fue eso? —Preguntó ella—. Jamás había visto algo similar.
—Eso fue una de las adorables mascotas que tienen los monarquistas —Dijo Damon—. Y si eso está corriendo por las calles no quiero imaginar qué más lo estará haciendo. No creo que lleguemos muy lejos, necesitamos encontrar un lugar donde pasar la noche.
—Una iglesia —Dijo ella y él la miró con escepticismo.
—No tratas mucho con monarquistas. ¿No? —Dijo él—. ¿Tienes una idea de lo fuertes que ellos son? Tuvimos suerte de que nos hayan atacado tres principiante. Una iglesia no detendrá a un monarquista.
Lizz no quiso recordar cómo había aprendido aquello. Catorce años tenía ella la primera vez que se había cruzado con un monarquista y su instinto básico la había hecho correr al interior de una iglesia creyendo que aquello funcionaría como bastaba con un vampiro. Los monarquistas eran mucho más fuertes, mucho más rápidos y mucho más despiadados que un vampiro. Como era de esperarse, un suelo sagrado no bastó para detenerlo y aquel ataque había dejado sus secuelas.
—Confía en mí. ¿Está bien? —Dijo Lizz y se dio vuelta para mirarlo—. Una iglesia no bastará para detener a un monarquista pero es mejor que nada. Quizás esta sea tu ciudad pero yo fui entrenada desde los cinco años para la cacería. Me tomó tiempo, pero sé cómo ponerme a salvo de un monarquista.
—¿Tienes idea de lo que quieres hacer? ¿Alguna vez lo has puesto a prueba y ha funcionado? —Preguntó él.
Lizz reprimió una sonrisa al ver que le creía y confiaba en ella. Hacía demasiados días que nadie confiaba en ella ni la escuchaba. Liam no la había escuchado desde que había ocurrido el incidente, tampoco la había escuchado al tomar su decisión de venir a esta ciudad ni en el aeropuerto para ocultar su marca. Nadie la había escuchado o confiado en ella desde entonces. Y ahora, al ver que él confiaba en ella por más que no la conociera y su falsa fama no la hiciera digna de confianza, ella estaba feliz.
—Sí, y ha funcionado —Dijo.
—Hay una iglesia a unas pocas calles de aquí —Dijo él—. Si nos apuramos llegaremos antes de que la zona entera esté infestada de esas bestias.
No corrieron exactamente, hubiera sido demasiado evidente dos jóvenes corriendo en medio de la oscura noche. Aún así apresuraron el paso y trataron de avanzar tan rápido como era posible sin levantar sospecha alguna. Simplemente eran dos jóvenes caminando en la calle como algunos más que había. Pero no había tantos como Lizz hubiera preferido ni tantos autos en las calles, la gente común había sentido que algo malo sucedería e inconsciente pero instintivamente se estaba alejando de aquella zona o la evitaba.
Ver la aguja de la iglesia fue realmente un alivio para ella, llegar hasta allí lo fue aún más. Lizz no había sentido miedo o inseguridad pero conocía el sentimiento de una presa cada vez que había mirado una a los ojos antes de dispararle y ahora estaba totalmente segura, no le gustaba jugar otro rol que no fuera el de cazadora. Sentir ser la presa no era bueno y saber que algo no—bueno la estaba buscando allí era peor.
Las puertas de la iglesia estaban cerradas pero le tomó tan poco tiempo como con la puerta de la celda burlar la cerradura. Creyó ver que Damon la miraba sorprendido por su habilidad y rapidez pero se deshizo al instante de cualquier pensamiento al respecto, debía apresurarse. Siempre era mejor no perder el tiempo y ella no sabía cuándo un problema podría aparecer.
Ambos entraron y ella cerró la pesada y gran puerta de la iglesia con dificultad. Maldijo un par de veces. Liam la hubiera cerrado con una patada y ella necesitaba de toda su fuerza para hacerlo. Finalmente fue Damon quien terminó por cerrar la puerta apenas haciendo fuerza con una mano. Ella se negó a mirarlo o a darle las gracias, no le gustaba parecer débil.
Dejó arco y aljaba a un lado y se apresuró a acercarse al gran cuenco de mármol donde estaba el agua bendita. Se postró y murmuró unas palabras en irlandés. Nuevamente se puso de pie, juntó ambas manos y recogió tanta agua como le fue posible. Se acercó de nuevo a la puerta con paso firme para no derramar ninguna gota y entonces esparció toda el agua por el borde de la entrada. Con las manos aún empapadas tocó los picaportes y la cerradura.
Damon se mantuvo alejado, observando todo en silencio y con una expresión inescrutable. Ella se acercó al cuenco una vez más para tomar agua y esparcirla en el suelo en una segunda línea después de la entrada. Al momento de tomar agua por tercera vez y repetir el mismo acto ella se detuvo antes de hundir sus manos en el líquido.
—Os pido disculpas por hurtar agua de este modo —Susurró.
Damon observó alejado, sin decir palabra alguna, cómo ella repetía por tercera vez el mismo acto. Él estaba apoyado contra el último de los bancos de la iglesia, ya lejos de la entrada. Aún traía puestos sus oscuros Ray—Ban. La empuñadura de la daga quedaba totalmente al descubierto bajo su abrigo. Cuando Lizz estuvo frente a él y le arrebató como una bandida la daga él jamás hubiera imaginado sus verdaderas intenciones.
Instintivamente la tomó por la muñeca y la detuvo cuando ella le quitó el arma. Apretó los dientes y la miró seriamente a través de sus lentes por más que ella no parecía darle real importancia. Era obstinada, aquello él lo había sabido desde el primer instante.
—¿Qué haces? —Preguntó.
—La sangre forma parte de la historia, desde sacrificios hasta rituales —Dijo ella molesta porque él la hubiera detenido—. La sangre irlandesa en especial tiene propiedades que ninguna otra sangre tiene. La sangre de un irlandés que ha pasado realmente demasiado tiempo en el Otro Mundo no tiene comparación. ¿Quieres estar a salvo o quieres que nos ataque todo lo que ande tras nosotros? —Preguntó y entonces él la soltó. Ella le advirtió con una mirada realmente amenazadora—. Si le dices algo de esto a Liam la próxima flecha que dispare estará dirigida a ti.
Él no dijo nada, pero tampoco dejó de mirarla tan seriamente y disgustado. A ella no le importó. Se dio vuelta y cerró fuertemente los ojos. Tomó con firmeza la daga y no vaciló al hacer un corte en su mano. Escuchó detrás de ella lo que podría haber sido un gemido reprimido por parte de Damon. Al parecer, él no se había imaginado aquello pero Lizz dejó de lado el asunto.
Ella se acercó nuevamente a la entrada y con su mano ensangrentada tocó la puerta. Trató de ignorar las astillas sobre la herida abierta pero la vieja puerta de madera no hizo más que causarle dolor. Era su sangre, la sangre irlandesa de una joven que desde los cinco años había corrido por el Otro Mundo y se había sumergido en el Lago Hin. Su sangre que la hacía más que tentadora y a la vez la protegía.
—Sangre, os ruego, no me falléis ahora —Dijo ella—. Os ruego protejáis este lugar del mismo modo que la fuente de vuestras virtudes protege su tierra.
Entonces Lizz sintió que el corazón le daba un vuelco y todo fue negro.
***************
El rastreador se detuvo. El pequeño niño de no más de once años que había sido sacado de la cama contra cualquier voluntad se negaba a cruzar la calle. Liam no podía dejar de mirarlo como si fuera un perro, uno de aquellos famosos sabuesos que los detectives habían usado en su tiempo. Y lo cierto era que el niño tenía cierto aspecto de cachorrito abandonado con aquella cara de somnoliento y sus oscuros cabellos totalmente alborotados. Solo entonces Liam se dio cuenta que el niño se había detenido.
—¿Qué sucede? —Preguntó—. ¿Perdió el rastro?
—No lo creo —Dijo Jessy a su lado—. Más bien parece que no quiere seguir. Allí hay algo malo.
Liam levantó la vista. Miró más allá de los vidriosos ojos aterrorizados del niño a la calle totalmente desierta. Sintió el peso del peligro caer sobre él como un balde de agua. La calle que se extendía detrás del niño estaba en penumbras y él sabía que cuando aquello sucedía solo podía significar problemas. Muy pocas veces había visto una situación similar, él todavía no estaba en servicio por lo que no salía en misiones.
—Mi hermana está ahí —Dijo Liam.
—Pues realmente parece que tu hermana planea suicidarse. Quizás la culpa por haber asesinado a Gael la está matando —Dijo Jason y rió.
Liam lo miró de un modo asesino y hasta puso una mano sobre la empuñadura de su sable pero Jason ni le dio importancia mientras continuaba riendo. En otra ocasión Liam lo hubiera golpeado, le hubiera roto la nariz sin problema, pero él temía que Jason tuviera razón y su hermana no se encontrara bien sentimentalmente luego del incidente.
—Puedes realmente estar amenazando la vida de Jason y él no dejará su broma de lado. Olvídalo, es un idiota —Dijo Jessy—. Por otra parte, si realmente quieres callarlo, tienes que traer a Damon. Él sí logra ponerle los pelos de punta.
—Déjate de vueltas, lo último que necesito es a ese tipo —Dijo Liam—. Lo que necesito ahora es que alguien me informe de la situación.
—Eso será demasiado sencillo —Dijo Jason
Él dio un paso al frente y se paró en el borde de la acera justo frente a la calle que el niño se había negado a cruzar. Siendo un estratagema le tomó tan solo unos segundos hacer un análisis rápido de la situación. Parecía más bien estar contemplando el paisaje pero su semblante escondía el verdadero y rápido hilo de sus pensamientos. Se dio vuelta luego de un rato, se limpió las manos como si tuviera tierra y entonces se encogió de hombros.
—Es un caso perdido —Dijo—. No sé cuántos monarquistas hay allí pero son bastantes y de los que tienen unas buenas décadas haciendo el trabajo sucio. Allí hay monarquistas y de los malos, no pondría un pie ahí ni loco.
—Mi hermana está ahí, no puedo dejarla sola —Dijo Liam.
Jessy puso una mano sobre su hombro para tratar de tranquilizarlo. Ella lo miró con pesar y comprensión a los ojos pero no accedió a lo que él quería.
—No hay nada que hacer —Dijo ella—. Sé cómo te sientes, lo sé mejor que nadie, pero no puedes poner la vida de otros en peligro solo porque ella decidió ir por mal camino. Si vas ahí te matarán.
—Pero ella... —Comenzó Liam y Jason lo interrumpió.
—A estas alturas ya debe estar muerta —Dijo él—. Lamento decírtelo.
—¿Realmente piensas arriesgar tu vida por nada? —Preguntó Jessy y solo entonces el peso de la situación cayó sobre Liam—. No seas tonto, no arriesgues tu vida por una ya perdida —Dijo y le sonrió de un modo triste—. Además, míralo de este modo, solo porque el rastro de ella vaya en esa dirección no quiere decir que se encuentre en aquella zona.
Entonces él recordó las furiosas palabras de Damon respecto a que su hermana era una cazadora y cualquier criatura desearía matarla. Él lo supo. Jessy le estaba mintiendo, su hermana realmente estaba en aquella peligrosa zona y las criaturas querían acabar con ella.
Liam quiso hacer a todos a un lado y correr en esa dirección pero supo que no lo hubieran permitido. Y por más que él hubiera podido ocuparse de ellos sin problema tampoco lo hizo. La sensatez tenía que estar sobre la estupidez y Jason tenía razón, lo más probable era que su hermana ya estuviera muerta. Liam recordó con odio las palabras del sanador sobre el mal hermano que era y la poca confianza que tenía en su hermana.
Cerró los ojos y trató de tranquilizarse mientras ahuyentaba con furia los recuerdos de Damon. Su hermana era una buena cazadora. Él la había visto en algunas exhibiciones públicas y sabía que la puntería de ella era excelente. ¿Pero ella tendría un arco a mano? Intentó retirar rápidamente aquel pensamiento de su mente, deseaba más que nada creer que su hermana tenía al menos un arma con cual defenderse.
Finalmente, tomó una decisión.
—Necesito ver a vuestra vidente —Dijo él seriamente y los dos miembros lo miraron sorprendidos—. Si mi hermana ha muerto o va a morir esta noche quiero saberlo cuanto antes.
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