Capítulo 5
No, ella no podía salir. Si salía la volverían a atrapar por creerla culpable de un homicidio. ¿Y entonces qué? Tendría que escapar de nuevo y Lizz estaba segura que esta vez no sería tan simple. O quizás sí, no estaba segura pero tampoco deseaba averiguarlo. ¿Cuánto tiempo tendría antes que alguien entrase a buscarla en aquella habitación? Damon había dicho que Liam estaba fuera pero Lizz no sabía exactamente qué esperar si salía.
Permaneció sentada aún en la camilla tratando de pensar qué hacer. Debería haber detenido a Damon, debería haberle explicado la situación y pedirle ayuda o al menos que se ocupase de aclarar las cosas con el directivo pero él había partido apenas había terminado su labor y que, por cierto, parecía haber hecho de mala gana.
La furia la invadió de solo recordar el modo en que él se había comportado o cómo la había subestimado y tratado, prácticamente, de loca. Le molestaba que él fuera tan endemoniadamente sexy. Ella nunca había pensado en un muchacho más que como un amigo y aquello le sucedía por crecer totalmente rodeada de hombres.
Ella era la única mujer en la historia en haber sido aceptada en los Black Knight, el mejor grupo de cazadores en Irlanda y también, según se decía, en el mundo. Todas las mañanas de su vida se había levantado religiosamente temprano para salir con ellos y volver a altas horas de la tarde. Al principio le había costado terriblemente hacerse un lugar. ¿Y cómo hacerlo siendo una pequeña niña entre un grupo totalmente de hombres? Muy pocos cazadores lograban entrar a los Black Knight y por eso a Lizz no le había sorprendido que solo hubiera un cazador más de una edad cercana a la suya. El prestigioso lugar que ella ahora tenía le había costado tiempo y arduo trabajo.
Y lo había abandonado porque Liam había tenido la idea de ir a New York.
Ella se puso en pie de un salto. Hubiera preferido quedarse en Irlanda. Era capaz de cerrar los ojos y sentir el viento sobre su rostro al correr. Un viento que ni por casualidad sentiría en aquella descomunal ciudad. Podía recordar el respeto y la cálida relación entre todos porque todos eran compañeros, hermanos. Se podía imaginar sentada frente a una fogata junto a su jefe manteniendo bromas y comiendo, sus camaradas siendo amables con ella y compartiendo risas.
Y sin embargo estaba allí en aquella enorme ciudad donde sus compañeros la acusaban de homicidio.
Ella pateó fuertemente una pared por la furia que sentía y entonces escuchó un leve gemido. Miró confundida la percha de la que aún colgaba su aljaba y se acercó lentamente. Volvió a patear la pared y nuevamente escuchó el gemido. Esta vez estuvo segura de dónde provenía y se acercó otro paso. Una tercera vez pateó la pared y entonces el leprechaun que había conocido antes saltó fuera de su aljaba y la miró de un modo suplicante y destrozado.
-¡No! ¡Los zapatos no! ¡Por favor! -Exclamó el leprechaun poniéndose de rodillas a sus pies.- ¡Hace décadas que no veo zapatos irlandeses!
Lizz comprendió al instante el dolor del pequeño hombrecillo e hizo una mueca al saber que era la culpable. Entre las cosas más importantes de la vida, los zapatos ocupaban un lugar prestigioso para los leprechaun. Ella miró sus botas y por un instante compredió totalmente la posición del leprechaun. Ella también se sentía sola y lejos de casa, y atesoraría cualquier objeto que guardase o la hiciera recordar su hogar.
Tomó su aljaba y miró su interior extrañada tratando de comprender cómo aquel hombrecillo había cabido ahí dentro. Solo entonces se le ocurrió pensar que un leprechaun podía escabullirse por cualquier lugar y que seguramente él no había tenido problema en meterse dentro de la aljaba. De hecho, el hombrecillo parecía mucho más pequeño a como ella lo recordaba.
Nuevamente Lizz se sentó en la camilla y ayudó al hombrecillo a subirse. Él permaneció de pie a su lado. Veinte centimetros ella le daba de estatura, no más. Ella miró al pequeño hombrecillo a los ojos, le resultaban extraño que él fuera lo más cercano que tuviera de su casa. Suspiró y tomó más fuertemente su aljaba aferrándose a ella como si fuera todo lo que le quedase.
-¿Tú me salvaste la vida? -Preguntó Lizz.
-Sí. Niall pagar mucho oro y ellos dos dejarla. -Dijo el leprechaun y Lizz notó lo nervioso que él estaba.- Luego manos marcadas venir y Niall esconderse en la aljaba.
-Cuando te pones muy nervioso hablas de ti mismo en tercera persona. ¿No es así? -Preguntó Lizz y el leprechaun asintió con nerviosismo. Ella suspiró.- Tranquilo, no eres el único inquieto por estar aquí dentro. ¿Por qué me salvaste?
-Es una hermana de nuestra tierra. ¿No es así? -Preguntó el hombrecillo y ella le sonrió.
-Así es querido leprechaun. -Dijo ella.
-Así es mi señora cazadora de Irlanda. -Acordó el leprechaun y le sonrió tímidamente.
-Apenas salga de aquí recupararé tu oro. -Dijo ella y el hombrecillo se deshizo del comentario con un indiferente gesto con su mano.
-No ser necesario, el oro volverá. -Dijo él y la miró con pesar.- Sus armas están rotas.
-Ya lo sé, no me lo recuerdes. -Dijo Lizz.
-Yo puedo intentar ayudarla cazadora. -Dijo él.
-Lizz. -Interrumpió ella.- Creo que no soportaré un segundo más que te refieras a mí de aquel modo.
-Cazadora. -Repitió el hombrecillo y sonrió.- Debería estar orgullosa de aquel título, de lo que se cuenta de usted.
-Te ayudaré a escapar de aquí ya que tú me ayudaste. -Dijo ella y el hombrecillo la miró muy atentamente.- Escúchame, intentaré salir pero es muy posible que quieran detenerme. Digamos que no tengo muy buena relación con los miembros de esta Sede. Métete dentro de la aljaba. Haré todo lo posible para acercarte a una salida. ¿Es un trato?
El leprechaun no dudó mucho antes de aceptar. Lizz extendió un dedo y el leprechaun lo tomó con su diminuta mano para cerrar el trato. Ella se puso de pie y miró al hombrecillo sobre la camilla. Él le devolvió una mirada llena de compasión con sus negros ojos.
-Muchas gracias señorita. -Dijo él.
El leprechaun cruzó una pierna delante de la otra, sostuvo sus dos manos detrás de su espalda y se inclinó. Lizz hizo exactamente lo mismo y luego ambos repitieron la misma acción con la otra pierna. En varias anteriores ocasiones Lizz había practicado el saludo personal de los leprechaun, era algo que solo muy pocos cazadoressabían. Recobró una postura correcta y entonces se acercó al leprechaun.
Lizz sostuvo la aljaba delante de ella y él saltó dentro. Colgó su aljaba detrás de su espalda y contra cualquier deseo que hubiera tenido se dispuso a salir y enfrentar nuevamente los pasillos de aquella Sede.
Ella ya se había hecho a la idea de que Liam estaba allí también pero tampoco esperaba encontrárselo apenas abriera la puerta, sentado en un pequeño banco contra la pared. Él estaba con la cabeza gacha y la vista clavada en una camisa blanca entre sus manos. Lizz cruzó los brazos delante de su pecho y se aclaró la garganta. Solo entonces Liam notó su presencia y se puso en pie de un salto.
-¿Te importa? Hace realmente frío en este pasillo para no tener nada en el torso más que mi brasier. -Dijo ella y luego le sonrió.
-Eso mismo pensé. -Dijo él entregándole la camisa y entonces le devolvió la sonrisa.
Ella dejó con cuidado la aljaba en el suelo y se puso la camisa. Recuperó su aljaba y la colgó nuevamente de su espalda. Solo entonces levantó la vista y miró por primera vez en lo que habían parecido días desde que se habían separado a su hermano. Lizz lo conocía a la perfección, sabía lo guapo que él era o que era más alto que ella a pesar de ser mellizos. Y sobre todo, ella estaba acostumbrado a verlo a él en un estado perfecto cuando ella no había corrido la misma suerte aquel día.
-¿Entonces? -Preguntó ella y puso ambas manos sobre su cadera.- ¿Yo tenía razón o no?
-Entonces... tú tenías razón. -Dijo Liam dándose por vencido. Suspiró.- Debí haber cubierto mi marca.
-Lo sé. -Dijo ella.
-¿Entonces? -Preguntó él cruzando los brazos delante de su pecho.
-¿Entonces qué? -Preguntó Lizz.
-Cuéntame del sanador. -Dijo él.
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Liam no estaba ni conforme ni a gusto luego de que su hermana le hubiera respondido tan vagamente a las preguntas que él le había hecho sobre el sanador. Y ahora, sentado en aquella oficina junto a Lizz y frente al directivo, los únicos pensamientos que ocupaban su mente eran solo contra Damon. Richard hablaba pero él realmente no lo escuchaba, no estaba prestando atención a nada por más que aquel era un asunto realmente importante.
Casi gritó cuando Lizz le pellizcó disimuladamente la pierna. Richard notó al instante aquella reacción y Liam tuvo que sonreírle educadamente mientras argumentaba una tonta excusa. Richard asintió sonriendo y continuó con sus palabras. Liam miró de lado a Lizz, molesto, pero ella le devolvió una mirada que decía: Al menos finge prestar atención.
-Tendrán que quedarse aquí hasta que este asunto se solucione. -Dijo Richard, aquello Liam sí lo escuchó.
-¿Qué? -Preguntó él al instante tratando de mantener el tono de su voz. El directivo hizo una mueca.
-Bueno, lamento decirle que no puedo dejar partir a su hermana tan fácilmente. -Dijo él con cuidado.- Señor Dunne, una agente nuestra ha sido asesinada la noche pasada. La flecha que la mató pertenece a su hermana y sus huellas digitales están en ella. Además, tengo entendido que mi agente no tenía una buena relación con el resto de su familia.
-Si nos abandonó por esto no me sorprende que la familia no tuviera una buena relación con ella. -Dijo Lizz y Liam la calló de una rápida mirada.
-Señor, le puedo asegurar que mi hermana no cometió aquel homicidio. -Dijo Liam.- Y lamento decirle que el comportamiento que describe de ella no es el correcto. Mi hermana jamás haría algo así. Ella es buena, responsable, respeta la ley tanto como la hace cumplir, no se relaciona con personas de dudosa categoría ni criaturas y se comporta a la perfección como cualquier miembro respetable.
El hombre suspiró y bajó la vista mientras negaba con la cabeza. Abrió un cajón de su escritorio y buscó dentro de él. No levantó la vista al momento de hablar ni miró a los dos hermanos frente a él.
-Señor Dunne, usted dice eso. -Dijo el hombre y entonces dejó una flecha sobre la mesa.- Pero las pruebas dicen esto. ¿Le resulta conocida?
Liam se quedó sin palabras al ver una flecha que claramente le pertenecía a su hermana sobre el escritorio. La fina flecha color caoba con una afilada punta de metal que era capaz de atravesar cualquier cosa y que atrás tenía plumas azules definitivamente era de Lizz. Solo ella tenía flechas con plumas azules y Liam lo sabía perfectamente. Él había visto cientos de veces flechas idénticas a aquella y en aquel instante, sentado junto a su hermana, sabía que no le podía pertenecer a nadie más que no fuera ella.
-Liam, no puedes creer que yo cometí realmente aquel homicidio. -Dijo Lizz.
-Ella es inocente. -Dijo Liam aunque aquella vez ya no estaba tan convencido de sus palabras.- Ella jamás haría algo así.
-Mis disculpas señor pero el modo en que ella ha tratado a mis hombres en su huida no me permite mucho creer en aquellas palabras. -Dijo Richard.
-¡Ellos rompieron mis armas! -Exclamó Lizz indignada pero nadie pareció oírla.
-¿Señor, qué puedo hacer para demostrarle su inocencia? -Preguntó Liam.
-No hay nada que pueda hacer, lamento decirle. Estas no deben ser buenas noticias para usted pero no hay modo alguno de retirar la sentencia sobre su hermana ya que las pruebas indican que ella es la culpable. -Dijo Richard.
-¡Pero no lo soy! -Exclamó Lizz.
-Quizás pueda hablar con la junta para reconsiderar la sentencia pero no puedo asegurar que aquello funcione y, si aquel fuera el caso, dudo que la sentencia fuera mejor. Podrían expulsarla de la Sociedad o encerrarla durante años. -Dijo él.
Liam se dejó caer hacia atrás y se llevó una mano a la frente. Él que era el hijo de Brian Dunne, él que había crecido viendo a su padre actuar de juez en numerosas ocasiones, él que gracias a aquello conocia la ley a la perfección ahora mismo no podía encontrar una salida para aquel asunto. Lizz no podía ser encarcelada o asesinada, tampoco podía ser expulsada de la Sociedad pero el castigo por matar a otro miembro, aún más a un miembro de la familia, no era nada piadoso.
-Ella no lo hizo. -Repitió él.
Lo repitió una y otra vez dentro de su cabeza pero aquella flecha traidora parecía estarlo mirando a los ojos desde el escritorio. Y él sabía, sabía en su interior, que nadie más que Lizz podría haber utilizado aquella flecha o haber tenido tan buena puntería como para matar inmediatamente a alguien de un simple y limpio tiro.
La puerta de la oficina se abrió y alguien entró sin siquiera molestarse en tocar primero. Richard levantó la vista y miró furioso a quien había interrumpido pero no se atrevió a decir palabra alguna. Liam levantó apenas la cabeza parar fijarse y al instante se cubrió los ojos con una mano antes de hundirse más en su asiento.
-Lo único que faltaba. -Dijo él.
-Tranquilo, será rápido niño bonito. -Dijo Damon deteniéndose frente al escritorio del directivo y entonces miró con curiosidad a los dos hermanos antes de levantar ambas cejas.- ¿Qué es esto? ¿Por qué me denuncian ahora? ¿Amenaza de muerte? ¿Mal trato? ¿No darle la razón a una cazadora?
-Espero que lo de amenaza de muerte sea una broma. -Dijo Richard y lo miró molesto.- ¿Qué quieres?
-Pasé por administración y recogí esto. -Dijo Damon y dejó un papel sobre el escritorio.- Ahora solo falta que tú lo firmes.
-¿Un certificado de vacaciones? -Dijo Lizz al ver el papel y luego se fijó en Damon.- ¿Piensas tomarte vacaciones? ¿Y qué si alguien resulta herido?
-Aquel no es mi problema, en todo caso es su problema por haberme concedido las vacaciones. -Dijo Damon.- ¿No es así Rocky?
-Richard. -Dijo él y firmó de mala gana el papel.- Y aquí tienes tus malditas vacaciones.
-Disfrutaré por unos días no tener que ver la evolución de tu perdida de cabello. -Dijo Damon.
-¿Realmente te tiene sin cuidado si se pierden vidas solo porque tú estás de vacaciones? -Preguntó Lizz.
-Mira el lado bueno, decidí tomarme las vacaciones luego de salvarte la vida. -Dijo él.- Ahora mismo podrías estar muerta si yo no me hubiera tomado la molestia de tratarte. ¿Qué haces aquí?
-Defiendo mi inocencia por más que nadie parece escucharme. -Dijo ella.
-Si no te importa esto es un asunto privado. -Dijo Liam sin dignarse a mirarlo.- Y por privado quiero decir mi hermana, el directivo y yo.
-Es por este tipo de trato que no me gusta hacer favores. -Dijo Damon y dejó sobre el escritorio de Richard varias fotografías.
-¿Qué es esto? -Preguntó Richard.
-Eso es una mujer muerta, creí que ya habías visto bastantes Rocky. Samantha, Florence, Gael, tu hija... -Dijo Damon sin cuidado y el hombre palideció.
-Idiota. -Murmuró Liam.
-Sí, ya sé lo que es esto pero lo que quiero saber es qué haces tú con esto. -Dijo Richard y lo miró furioso.- Creí haberte dicho cientos de veces que te mantuvieras alejado de lo que no te incumbe. Te negaste ayer a responder el teléfono cuando te llamé por la muerte de Gael. ¿Y ahora te atreves a aparecer en mi oficina queriendo tratar el asunto?
-¿Realmente crees que deseo desperdiciar mi tiempo en eso? -Dijo Damon y se inclinó sobre el escritorio.- Hazme un favor y mira la última fotografía.
Richard pasó una tras otra las fotografías hasta detenerse en la última y entonces palideció. Lizz alzó la vista queriendo ver pero le fue totalmente en vano. Liam seguía hundido en su asiento, tratando de negar lo que veía. Lo último que le faltaba era la intervención de Damon en aquel asunto. Liam no podía dejar de preguntarse qué hacía Damon metiéndose en sus asuntos.
-¿Qué diablos haces tú con esto? -Preguntó Richard.
-La tomé hace unos minutos. Gael no se mantiene en tan buen estado como estaba la última vez que la vi. -Dijo Damon sin cuidado.
-¡Eso es porque está muerta imbécil! -Exclamó Richard.- ¡Creí ya haberte dicho que dejaras a nuestros muertos en paz! ¿Tan necesario era ir y sacarle una fotografía al cuerpo?
-Hoy en día es más sencillo encontrar a un idiota que a un genio. -Dijo Damon.
-Habla por ti mismo. -Dijo Liam y Damon le echó una mirada asesina, un lado de sus labios se elevó en una atractiva sonrisa.
-No puedo esperar para ver tu cara cuando tengas que estarme agradecido eternamente por esto. -Dijo Damon y entonces le señaló algo en la fotografía a Richard.- Si tu equipo fuera tan competente como dices que es habría notado esto. Y si tú realmente fueras competente habrías notado que las manos de la chica frente a ti no podrían haber hecho esto. Míralas por un segundo, ella ni debe conocer la palabra manicure. ¿Realmente crees que manos como aquellas pudieron haber dejado un rasguño como aquel? Demasiado profundo y con los cortes más separados de los que ella podría dejar.
Richard permaneció en silencio. Damon rió ligeramente y se inclinó mas. Liam miró casi con horror la extrema atención que su hermana estaba prestando en el asunto y aún más, en el joven. Él no había podido y sin embargo un completo desconocido estaba probando la inocencia de su hermana. Sintió su sangre arder, quiso callar a Damon y echarlo de la habitación cuanto antes. ¿Por qué tenía que estar sucediendo aquello y frente a sus propios ojos?
-Richard, he conocido muchas mujeres salvajes. -Dijo Damon y una sonrisa maliciosa apareció en sus labios.- Demasiadas. Y te puedo asegurar que la chica que tienes frente a ti nunca podría dejar una marca como aquella. De hecho, te puedo asegurar que la chica que tienes frente a ti no rasguñaría. ¿O me equivoco?
-Pero la evidencia...-Tartamudeó Richard.
-La evidencia, en este caso, se equivoca. -Dijo Damon.- Míralo cuantas veces desees pero sabes que el rasguño en aquella fotografía jamás coincidirá con el rasguño que ella sería capaz de dejar. Ahora, si no te importa, tengo un departamente al cual volver.
Sin nada más que decir Damon se puso en pie y tomó su permiso de vacaciones. Se dio vuelta y partió. Richard permaneció en silencio sabiendo que el joven tenía razón y Liam no se atrevió ni a mirar al sanador luego de lo que había hecho. Por más que él debería estar totalmente agradecido, odiaba que Damon nuevamente hubiera sido el salvador de su hermana.
Liam miró con espanto cómo Lizz se ponía en pie y corría detrás de Damon. No se atrevió a girar el rostro o ver a su hermana reunirse con aquel desconocido. Se quedó quieto en su lugar, siendo consciente perfectamente del momento en que ella lo tomó por el brazo y lo detuvo. Y Damon se dio vuelta y la miró a través de sus oscuros lentes. La escena se desarrolló dentro de la mente de Liam como si realmente la estuviera viendo por más que estuviera sucediendo a sus espaldas.
-Extraño modo tienen ustedes los estadounidenses para referirse a un superior. -Dijo Lizz
Liam jamás había escuchado a su hermana hablar de aquel modo y trató más que nada de no creer que era una broma solo entre ellos dos. Intentó con todas sus fuerzas no imaginar la ardiente sonrisa que Damon le habría dedicado a Lizz en aquel momento al oír sus propias palabras adaptadas a la situación y más que nada intentó no imaginar cuánto se habría acercado Damon a ella antes de responder.
-Nadie es mi superior. -Dijo él.
Entonces Liam escuchó nuevamente los pasos del joven y sostuvo un suspiro de alivio. Pero su satisfacción duró poco cuando la voz de su hermana interrumpió su paz.
-Espera. -Dijo ella y Liam pudo imaginar a la perfección cómo ella lo habría detenido tomándolo por el brazo suavemente. Y luego ella lo habría mirado a los ojos y sonreído ligeramente antes de decir:- Un cazador nunca olvida quién lo ayudó.
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