Capítulo 3

Lizz sabía por experiencia que las criaturas se reunían normalmente en zonas cercanas al agua y que la gente normal solía evitar. La zona portuaria, con varios almacenes abandonados y la neblina de la mañana ocultando todo cuanto estuviera a más de quince metros, parecía una zona ideal para que ellos se reunieran.

Caminó no sintiéndose sola entre las tinieblas y olfateando el aroma del East River, nada similar al familiar aroma que era para ella el del Liffey. Poco a poco comenzó a divisar entre las sombras las formas y siluetas de las criaturas.

Ella se detuvo al ver a un hombrecillo correr desde el borde del río hasta el otro lado. Este se detuvo a mitad de la calle cómo si se hubiera congelado cuando ella clavó su mirada en él. Lentamente el hombrecillo se dio vuelta y clavó sus ojos en ella.

Era extremadamente pequeño, su estatura debía rondar los treinta centímetros. Sus pequeños ojos negros la miraban fijamente. Una espesa barba rojiza cubría la mayor parte de su rostro. Su piel era pálida pero sus mejillas rosadas. Llevaba puesto una chaqueta roja de brillantes con botones plateados y unas calzas azules. Un sombrero tricornio de copa alta adornaba su cabeza y ocultaba gran parte de su robusto cabello. Finalmente, dos grandes zapatos con gruesas hebillas de plata parecían totalmente desproporcionados con su pequeño aspecto. Y ahí estaba finalmente la pista, en sus zapatos.

A cada criatura se la podía identificar fácilmente para quienes sabían en qué fijarse.

-Leprechaun. -Dijo Lizz.

-Irlandesa. -Dijo el hombrecillo y entonces miró sobre el hombro de ella, palideció.- Cazadora. Os ruego perdone mi vida. No he hecho nada malo, soy un buen leprechaun. ¡Por favor os lo ruego! -Exclamó el hombrecillo echándose de rodillas y levantando las manos en signo de piedad.- Si es por el oro le daré todo el que deseáis pero por favor perdonad mi vida.

-¿Qué? No. No quiero tu oro. -Dijo ella conociendo la mala fama de este.- No necesito de tu fortuna, ya tengo la mía. ¿Y por qué piensas que te mataré?

-¿Acaso no lo haréis mi señora cazadora de Irlanda? -Preguntó el hombrecillo incrédulo.

-¿Por qué habría de hacerlo? -Preguntó ella.- No me has atacado, yo jamás te atacaría sin motivo alguno.

-Entonces seguís respetando las buenas costumbres. -Dijo el hombrecillo poniéndose lentamente en pie, sonrió con nerviosismo.- Aquello es bueno, muy bueno en esta ciudad. Cazadora buena, cazadora buena. Hacía décadas que no había una cazadora en esta ciudad.

-¿Acaso los miembros de esta Sede no respetan las buenas costumbres? -Dijo ella siguiendo con cuidado el vocabulario del leprechaun.

-No. No. Los mano marcada son malos aquí, son asesinos. -Dijo él.- Ellos no respetan las buenas costumbres. Ellos atacan sin motivo ni piedad alguna. Ellos son malos. Quieren mi oro, yo sé que quieren mi oro.

-¿Y qué hace un hermano de Irlanda como tú tan lejos de su tierra? -Preguntó Lizz.

-Lo mismo digo señorita, lo mismo digo. -Respondió el hombrecillo.

-Estoy buscando a otro irlandés. Es bastante parecido a mí, su nombre es Liam. ¿Lo has visto? -Dijo ella y el hombrecillo la miró sorprendido.

-¿Liam Dunne? ¿El maestre? -Preguntó el hombrecillo y Lizz asintió.- Se ha oído mucho de él. Sí, a Murtagh le gusta viajar y visitar nuestra querida Irlanda. A mí no. Odio el agua. Odio viajar. Me aterroriza y por eso no puedo abandonar este país. Él vuelve contando historias de Liam Dunne. ¿Aquel caballero está aquí? Necesito encontrarlo entonces, desearía hacer un par de zapatos solo para él. También he oído historias de su hermana, aquella cuyo nombre es falso.

-No lo es. -Dijo Lizz y el hombrecillo la miró.

-¿Cómo no me he dado cuenta antes? ¡Pero si es usted! -Dijo él.- ¡Es idéntica a cómo Mustagh la describió! Y muy similar a su hermano debo decirle. ¿Mellizos eh? Es un caso muy raro aquel entre manosmarcadas, casi diría que excepcional. Hacía décadas que no nacían dos mellizos y mucho menos dos activos. Un maestre y una cazadora, algo realmente único. Es maravilloso.

-Créeme que no dirías lo mismo si estuvieras en mi lugar. -Dijo ella.- ¿Has visto a Liam o no?

-No lo he visto señorita y si alguien pregunta tampoco la he visto a usted. En nuestra querida tierra serán apreciados pero aquí no es seguro para ustedes. -Dijo el hombrecillo.- Esta tierra es dominada por los sedientos de sangre y ellos la buscarían en cuanto supieran de usted. Señorita, la sangre que corre por sus venas y también por las de su hermano es demasiado... exótica. Este no es lugar para ustedes. Háganse un favor y vuelvan a la dulce tierra natal. Los mano marcada son muy mal vistos aquí y vuestra sangre atraerá a aquellos indebidos. No he visto a su hermano pero si lo veo se lo haré saber. Tan solo os ruego una cosa y es piedad de mi vida.

-No te haré daño. -Dijo ella y el hombrecillo le sonrió dulcemente.- Es más, me vendría bien un compañero irlandés en este momento. Estoy sola en esta ciudad que no conozco.

-Mejor sola que mal acompañada. -Dijo él.

-Supongo. Pero entre nosotros hay una mínima confianza. ¿No es así? Somos hermanos de la misma tierra. -Dijo ella y vio al hombrecillo vacilar.- Te daré cuero, y pieles de animales. Dime lo que desees y lo conseguiré.

-¿Realmente? -Preguntó el hombrecillo y sus ojos brillaron.- ¿Usted haría eso por mí? Soy un simple leprechaun.

-Eres un hermano de nuestra tierra. -Dijo Lizz.

Ella conocía a los leprechaun. Los conocía y guardaba una buena relación con ellos desde que tenía memoria. Al ser una cazadora no le resultaba problema alguno hacer amistad con muchas de las criaturas que nacían en su misma tierra, entre ellos los leprechaun. Sabía que ellos eran ávidos amantes de los cueros y muchas cosas más para hacer sus zapatos, cosas que ella podría conseguirle con facilidad. Y sin embargo, en toda su corta vida, jamás había visto a un hombrecillo similar.

El hombrecillo guardaba incredulidad ante el trato recibido pero aún la miraba con miedo y desconfianza como si ella fuese a sacar una flecha en cualquier instante y dispararle. No pudo evitar preguntarse qué trato ellos recibían en aquella tierra regularmente como para que él, un leprechaun, un hermano irlandés, la mirara de aquel modo aterrorizado. Los leprechaun habían jugado con ella cuando era pequeña, habían sido sus primeros amigos y aquí estaba frente a uno sintiendo cómo si toda aquella relación que había mantenido con ellos durante años pareciera no existir.

Un gruñido captó su atención y ella levantó la vista. En cuanto su mirada dejó de estar fija en el leprechaun este desapareció enseguida. Un hombre de gran tamaño y musculatura estaba frente de ella, agazapado ya en posición de ataque. Su rostro totalmente peludo parecía variar entre el de un ser humano y el de un lobo. Sus velludas manos estaban crispadas dejando a la vista unas filosas garras en lugar de uñas. Él estaba respirando agitadamente y sus oscuros ojos la miraban de un modo que ella no tardó en reconocer.

-Mano marcada. -Dijo él.- Asesina.

Lizz quiso reaccionar al instante, decirle que había un mal entendido, que ella no era como los miembros de aquella ciudad. Pero ya era demasiado tarde, el hombre se había abalanzado sobre ella y la había tumbado en el suelo. Ella dobló una pierna y golpeó con la rodilla al hombre en el medio del pecho. Él gimió como un lobo herido y la atacó con su mano derecha. Ella se movió rápidamente y las garras se incrustaron en el suelo. Se deslizó fuera del alcance del hombre y se puso en pie rápidamente mientras este quitaba sus garras del concreto.

Lizz retrocedió y se llevó una mano a la espalda. Instintivamente sacó su arco y lo desplegó mientras que con la otra mano tomaba una flecha. Gimió con horror al ver que sus armas estaban destruidas y no tenía nada con qué defenderse. El hombre sonrió con maldad antes de comenzar una carrera a cuatro patas directo a ella. Se hizo a un lado antes de que la bola de pelos la envistiera. Guardó rápidamente sus cosas y saltó sobre el hombre cuando este intentó envestirla una segunda vez.

Se montó en él como si se tratase de una fiera salvaje. Se agarró fuertemente del cabello de su cuello para no caer mientras el hombre se sacudía e intentaba quitársela de encima. Ella ya había montado centenares de fieras indomables antes. Levantó una mano y tomó la lobuna oreja izquierda del hombre. Tiró con todas sus fuerzas de ella y escuchó nuevamente aquel animal gemido.

Entonces algo la golpeó fuertemente en la cabeza y ella sintió cinco largos cortes a un lado del rostro. Quedó aturdida por el impacto y perdió el agarre. Cayó al suelo y entonces vio a través de unos ojos débilmente abiertos cómo un segundo licántropo se sumaba a la pelea. Quizás si hubiera estado bien equipada, quizás si sus armas no hubieran estado destruidas, quizás si no se encontrara agotada luego de lo sucedido hubiera podido con ellos dos. Pero a diferencia de Irlanda, aquí no había nadie cubriéndole las espaldas ni que pudiera ayudarla en aquel instante.

El hombre que la había atacado, más lobo que hombre, le mordió fuertemente el brazo y ella gritó. Él la levantó y la tiró a un lado. Ella terminó de cara al suelo y lo próximo que sintió fue cómo uno de ellos dos saltaba sobre su espalda y comenzaba a rasguñarla sin piedad mientras también la mordía. Ella miró delante suyo para ver como un lobo le gruñía mostrándole totalmente los dientes. Finalmente un doloroso golpe en la cabeza la dejó inconsciente.

******************************************

Las puertas del ascensor se abrieron dejando entrar la intensa luz artificial y el sonido de las fuertes discusiones en el pasillo. En un simple día el Apocalipsis parecía haberse instalado en la Sede. Él cerró los ojos a pesar de sus lentes oscuros. Detestaba la intensidad de aquella luz, detestaba aquel cerrado lugar sin una sola ventana al exterior y sin un solo centímetro cúbico de aire libre.

Caminó sin molestarse en saludar a nadie, ya bastante tenía con que lo hubieran llamado y hecho venir contra cualquier voluntad suya. Le hubiera gustado permanecer fuera, le hubiera gustado desligarse de la Sociedad y de todo lo que ella conllevaba si hubiera sido posible. Pero no lo era.

Le era monótono y torturante aquel lugar. Extensos pasillos totalmente de concreto gris o blancos como si fueran plásticos con intensas luces artificiales que llegaban a dañarle la vista. Siempre el mismo aire, siempre la misma vista. Los miembros se paseaban por los pasillos con orgullo mientras los humanos parecían mascotas perfectamente adiestradas y obedientes que solo seguían órdenes. Humanos que gracias a criaturas no tenían nada y entonces habían pasado a ser servidores de la Sociedad.

Él se detuvo frente a la puerta del único cuarto que le pertenecía en toda aquella extensa construcción. Delante suyo Richard y un joven que desconocía mantenían una intensa conversación. Le sorprendió cuan condescendiente y servicial parecía Richard. No dejaba de aflojarse el nudo de su corbata y mirar con nerviosismo al joven delante de él. Estaba inquieto, como si su vida dependiera del joven.

Él se apoyó tranquilamente de costado contra un muro y cruzó con desinterés los brazos sobre su pecho. Miró a los dos hombres casi con curiosidad si realmente le hubieran importando.

-¿Para esto me llamaste? -Preguntó él y solo entonces ambos hombres notaron su presencia.- ¿Para ver cómo un niño bonito te hace quedar en ridículo? -Prosiguió levantando ambas cejas.- Aprecio tu interés por mi diversión Richard pero tengo mejores cosas que hacer que estar aquí.

-Pues vete. A menos que sepas dónde está mi hermana no me eres útil. -Dijo Liam.

-Señor, debo recordarle que su hombro no está en buen estado. -Dijo Richard con nerviosismo, su rostro estaba totalmente perlado por el sudor.- Es nuestro sanador. Lo tendrá en un perfecto estado en cuestión de segundos.

Liam miró al muchacho delante de él. Diecinueve años, no más debía tener. Su cabello era corto y extremadamente oscuro pero pudo ver gracias a la blanca luz que era castaño. Su piel estaba bronceada. Guardaba una expresión seria detrás de aquellos oscuros Ray-Ban. Parecía delgado pero Liam estaba seguro que engañaba con su aspecto. Había visto un sanador antes en una importante ocasión y este no lucía como uno, más bien tenía cuerpo de un aprendiz, un espadachín quizás. No tenía puesto nada mas que unos levi's, una camiseta blanca y una chaqueta de cuero como si realmente no sintiera el frío del exterior.

-Momento, yo no me ocuparé de nadie que me trate de aquel modo. -Dijo él y miró a Liam.- ¿Quién demonios eres?

-Él es el señor Dunne. -Dijo Richard y se acercó más a él.- ¿Puedo hablar contigo un segundo?

-No veo qué es lo urgente como para dejar al importante señor Dunne fuera de la conversación. -Dijo él.

-Es algo personal. -Dijo Richard entre dientes haciendo ademán con los ojos.- Ya sabes, respecto a lo que te hablé el otro día.

-Si es respecto a su ignorancia sobre el paradero o estado de mi hermana soy todo oídos. -Dijo Liam seriamente.- No necesita mandar a su lacayo de urgencia a buscarla.

-Hey, cuidado que yo no soy ningún lacayo. -Dijo él ferozmente pero Richard lo detuvo antes de que pudiera hacerle frente a Liam.- Y si no sabes dónde está tu hermana es tu culpa niño bonito y no la nuestra así que vete de aquí.

-Damon, por favor ya cálmate. No querrás hacer enfurecer al señor Dunne. -Dijo Richard inquieto y luego miró temiendo a Liam.- No tuvo un buen día, eso es todo. No escuché lo que él dice. Ahora, discúlpeme un instante señor Dunne.

Richard arrastró prácticamente a regañadientes a Damon y no se detuvo hasta que ambos estuvieron lo suficientemente lejos como para que Liam no pudiera oírlos. Los dos estuvieron de espaldas a él y solo entonces Richard pudo abandonar su nerviosismo y reemplazarlo con una inmensurable furia hacia Damon pero este permaneció impaciente e indiferente.

-Por una maldita vez en tu vida sé amable. -Dijo Richard entre dientes.- Ese muchacho es un portador de la buena suerte, tiene demasiada influencia en la Sociedad. ¿Tienes idea de lo que puede pasar aquí si él habla mal de nosotros?

-¿Crees que me interesa? -Preguntó Damon.- Es tu problema en todo caso, no mío.

-Mira, yo sé que no lo harás de todos modos pero necesito un favor. -Dijo Richard y Damon lo miró molesto.- Arréglale el hombro y déjalo inconsciente, eso me dará más tiempo. No tengo idea de dónde está la mocosa de su hermana y si no aparece pronto estaremos en serios, serios problemas.

-Espero que no vayas a pedirme que salga a buscar a la niña. -Dijo él y levantó ambas cejas.- ¿Puedo saber cómo es posible que terminaras metido en este problema y con ese niño bonito ahí reclamando a su hermana?

-Aquello no importa, necesito que lo dejes inconsciente. -Dijo Richard.- No sé, haz lo que quieras con él pero déjalo inconsciente. Al menos hasta que sepa qué excusa decente le daré si no llego a encontrar a su hermana pronto. Esa maldita mocosa me las pagará por el lío en que me metió.

-Dudo que al niño bonito le guste oír el modo en que te refieres a su hermana. -Dijo Damon.

-Dudo que le guste que lo sigas llamando así. -Dijo Richard.

-Por más tentador que suene lo que me estás pidiendo no lo haré. -Dijo él.- No es mi problema y no pienso dejar que me metas en esto.

-Escucha, te perdoné ayer el hecho de que no vinieras por más que Gael ya estaba muerta cuando la encontramos pero no te pienso dejar pasar esto tan fácilmente. -Dijo Richard.- Este problema nos involucra a todos.

-No, solamente te involucra a ti. -Dijo Damon y lo alejó de un empujón.- Y estás tratando de meterme en esto para que luego yo tenga problemas también. No lo haré. ¿Entiendes? No dejaré inconsciente a alguien solo para salvar tu pellejo.

-No puedes desobedecerme, soy tu superior. -Exclamó Richard, su rostro había pasado a un alarmante colorado.

-¿Y qué harás? No te puedes arriesgar a perderme. Debo ser el único sanador en todo el norte del continente. -Dijo él.- ¿Piensas reportarme con la Sociedad? En ese caso ellos me llevarán a Londres. Acéptalo Richard, no tienes control sobre mí porque sabes que no puedes perderme. No lo dejaré inconsciente.

-Entonces al menos arréglale el hombro y distráelo. O sal a buscar a la chica. ¡Haz algo! -Dijo Richard.

-Dame una semana libre y veré qué puedo hacer. -Dijo Damon.

-¿Qué? -Exclamó Richard y él sonrió con malicia.

-Ya lo oíste, quiero una semana libre e intentaré ayudarte con este problema tuyo. -Dijo Damon.- Tómalo o déjalo, sino parto ahora.

-¿Y qué si alguien resulta herido durante esa semana? -Preguntó Richard.

-No lo sé, es tu problema. -Respondió Damon tranquilamente.

-Eres un maldito egoísta. -Dijo Richard pero terminó por ceder y extender una mano.

-¿Egoísta? ¿Yo? ¿Y qué hay de ti? Estás poniendo tu puesto sobre cualquier cosa que pueda ocurrir. -Dijo Damon al estrechar su mano y luego soltarla.- Eres una rata callejera.

Él le sonrió con desprecio antes que Richard pudiera decir algo al respecto y se alejó. Nuevamente estuvo frente a Liam. Examinó al muchacho de los pies a la cabeza sin encontrarle nada relevante para él. No le resultaba más que un niño bonito, bien arreglado y con un sable en su cintura. Quizás lo único desalineado en él era su hombro dislocado pero poco le importó aquello.

-Sabes que tu estúpido directivo acusó a mi hermana de un crimen que no cometió y la condenó a muerte. ¿No es así? -Dijo Liam.

-No y realmente me tiene sin cuidado. -Dijo Damon.- Y si tú fueras un buen hermano estarías afuera buscándola y no aquí causándonos problemas.

-¿Y cómo pretendes que la busque si no sé qué le hicieron ustedes? -Exclamó Liam furioso.- ¡No son más que unos salvajes! ¿Cómo se les ocurre condenar a una niña a muerte por algo que no cometió?

-Espera un segundo que estoy seguro que tu hermana no debe ser ninguna santa si terminó metida en esto. -Dijo Damon y lo miró molesto.- Si ella sacó el mismo carácter que tú entonces no me sorprende.

-Si algo le llegase a pasar... -Dijo Liam poniendo una mano sobre la empuñadura de su sable.

-Si tu hermana estaría muerta Richard estaría desesperado y en crisis. Pero no lo está. Lo que significa que la condena no fue llevaba correctamente a cabo porque seguramente pusieron a la ineficiente guardia de Edward para vigilarla. -Dijo Damon.- Ahora cálmate que con algo de suerte ella no está muerta. Eres irlandés. ¿No es así? Tienes suerte en tu sangre, yo no me preocuparía tanto.

-Tú no te preocupas porque no sabes lo que es estar en mi lugar. -Dijo Liam.- Tú no la conoces. ¿Crees que no sé que ella es capaz de escaparse?

-Entonces si conoces a tu hermana tenle un poco más de confianza. -Dijo Damon.

-No tienes idea por lo que ella ha pasado últimamente. -Dijo Liam.- No te haces una idea de todo lo que le ocurrió los últimos días. No la conoces, no sabes cómo es. Ella es una cazadora, y extremadamente impulsiva. ¿Cómo quieres entonces que me calme?

Era evidente que la relación entre ambos había empezado mal y no parecía que fuese a mejorar en algún momento. Ninguno de los dos parecía poder soportar al otro e inconscientemente ambos se habían estado acercando hasta estar frente a frente.

Damon no se inmutó ante las palabras de Liam, su seria expresión no cambió pero tampoco respondió. Richard apareció rápidamente con su nerviosa sonrisa y puso una mano sobre el pecho de cada muchacho para separarlos.

-Caballeros, por favor, no es necesario este tipo de hostilidades. -Dijo Richard.- Señor Dunne, ya le he dicho que su hermana estará aquí en un momento. No hay razón para alterarse. Damon, sé un poco más comprensivo. El señor Dunne solamente está preocupado por el estado de un familiar muy cercano.

-No estaría preocupado si le tuviera más confianza. -Dijo Damon y lo miró fríamente.- Será mejor que empieces a rezar. Si ella es una cazadora apuesto a que su cabeza ya tiene precio a estas alturas.

Richard casi gimió con horror, aquello era lo último que le faltaba en aquel momento. Liam sintió su sangre congelarse ante aquel comentario carente de preocupación alguna por más de las palabras que contenía. Damon guardó su impasible y frío semblante. El caos se hubiera instalado entre ellos dos pero en aquel momento una delgada mujer de aspecto vulnerable apareció corriendo por el pasillo y se acercó hasta Richard teniendo un anotador en mano.

-Señor, me han llamado desde la entrada. La han encontrado. -Dijo ella.

-¡Maravilloso! -Exclamó Richard con gran alivio- ¡Hallelujiah! ¿Y cómo se encuentra? -Preguntó él.

La mujer vaciló y lo miró con nerviosismo.

-Ella está... viva. -Dijo escogiendo muy cuidadosamente sus palabras.- La están trayendo en este mismo momento. Es bueno verlo señor Damon.

-Eso significa que mis servicios serán requeridos. ¿No es así? -Dijo él y la secretaria vaciló nuevamente.

-¿Qué? Por favor dime que no es cierto. -Dijo Richard recuperando su desesperado nerviosismo

-¿Podría expresar claramente qué está sucediendo? -Dijo Liam y la mujer retrocedió un paso temiendo hablar.

-¿Quieres que te lo diga yo o es que no entiendes bien el inglés? -Dijo Damon con molestia y Liam le echó una mirada asesina.- No estuviste afuera para cuidarla, ahora no vengas a hacerte la víctima. Ella no está bien.

-No, no es aquello lo que quise decir. Bueno, sí, es decir... -la mujer estaba al borde de un ataque de nervios. Tomó rápidamente a Richard por el brazo y tiró de él.- Necesito hablar con usted en privado.

Ambos partieron rápidamente, seguramente para huir del problema que habían causado. Ahora era Liam quien parecía al borde de un ataque de nervios luego de escuchar lo que había sucedido. Estaba desesperado. Nunca debió haberse separado de Lizz, nunca debió no haberla escuchado y dejar su marca al descubierto. Todo aquello era su culpa. Si los habían detenido en el aeropuerto era su culpa por no haberla escuchado, si ambos se habían separado era su culpa por haberlo permitido y si ahora ella estaba herida era su culpa por no haber estado allí para protegerla.

-No creo que sea momento para culparte ahora, lo hecho ya está hecho. -Dijo Damon.

-Eres un maldito desalmado. -Dijo Liam.

-Vaya, esa es nueva. Normalmente tiende a ser insensible la palabra que usan. -Dijo Damon.

En otra situación Liam le hubiera respondido, quizás hasta lo hubiera golpeado. Pero en aquel instante no se encontraba en un estado para hacerlo, tanto por su hombro mal herido como por saber lo que le había sucedido a Lizz y sentirse culpable. Simplemente se limitó a suspirar tristemente y a reprimir una mueca por el intenso dolor que sentía en el hombro.

Levantó la vista apenas escuchó unos pasos y sintió su alma caer a sus pies. Tan solo de una cosa tenía que ocuparse él, una sola tarea tenía en su vida y era cuidar de su hermana. Y ahora tenía que ver cómo un hombre de piel morena la cargaba totalmente inconsciente y ensangrentada en sus brazos. Cinco horribles cortes cruzaban un lado de su rostro, su brazo colgaba revelando una profunda mordida.

-Lizz. -Susurró Liam con dolor.

Él trató de adelantarse y tomarla entre sus brazos pero Damon lo detuvo y le advirtió con una fría mirada. Quiso protestar pero no tuvo tiempo. El hombre le entregó a la muchacha y Damon la tomó entre sus brazos. La sangre de Liam hirvió al no poder ser él y miró con odio al joven pero cualquier furia rápidamente quedó de lado al ver la espalda de su hermana totalmente herida con rasguños y mordidas. La sangre aún seguía brotando de sus heridas y caía lentamente al suelo. Viendo a su hermana pareciendo sin vida en los brazos de un extraño Liam sintió que había fallado en lo único importante en su vida.

Damon tomó a la pequeña cazadora con cuidado y la sostuvo. Se quitó sus oscuros Ray-Ban para verla mejor y quedó impactado al confirmar lo que había creído al verla. Levantó la vista y miró a Liam, no había notado el parecido antes. De hecho, ambos hermanos no se parecían en lo más mínimo o al menos aquello pensaba él.

-La encontramos con esto. -Dijo el hombre descolgándose una aljaba del hombro y mostrándola.

-Es suya. -Dijo Liam y lo miró con preocupación.- ¿Dónde la encontraron?

Pero nadie le prestó atención. Era cómo si no hubiera hablado. Damon levantó con delicadeza el rostro de la chica y apoyó durante un momento su mentón contra la frente de ella. Cerró los ojos y con cuidado deslizó su otra mano por la espalda de ella. Sintió la sangre, los dolorosos cortes, las profundas mordidas... Notó que la respiración de ella era casi tan frágil como su pulso y supo que había perdido quizás mucha sangre. Dejó escapar un suspiro antes de abrir los ojos y entregarle el cuerpo al hombre.

-Métela ahí dentro. Quítale la camisa y déjala sobre la camilla. Luego retírate. -Dijo él.

El hombre asintió obedientemente y entró en la habitación. Liam quiso seguirlo pero al instante Damon lo detuvo tomándolo por el brazo. Él lo miró seriamente y no lo soltó. Liam se deshizo violentamente de su agarre y se volteó para mirarlo con furia. Le hervía la sangre ¿Cómo se atrevía a no dejarlo pasar?

-Tú no entras. -Dijo Damon.

-¡Es mi hermana! -Exclamó Liam pero Damon poca importancia le dio.

-Pues si fueras un buen hermano ella no estaría así. Si fueras un buen hermano hubieras estado a su lado cuidándola en vez de estar aquí sin hacer nada reclamando saber dónde está. -Dijo él y Liam sintió cómo aquellas palabras lo golpeaban.

-¿Crees que yo quise todo esto? Si tus malditos compañeros no la hubieran detenido por un crimen que ella no cometió y no la hubieran condenado a muerte nada de esto hubiera pasado. -Dijo Liam.

-¿Y tú dónde estabas para defenderla en aquel momento? -Dijo Damon.- Tienes suerte que siga con vida, cualquier otro hubiera muerto en su lugar. Es una cazadora. ¿No? Ya debe estar acostumbrada a heridas de aquel tipo y por eso tiene más resistencia. No sé si te has percatado o no pero no hay ni un solo cazador en toda esta maldita instalación. ¿No te has preguntado por qué? No hay un solo cazador en todo el estado. Si las criaturas saben de ella le pondrán precio a su cabeza y esta valdrá aún más de lo que puede llegar a valer la tuya o la mía. Ahora, si no te importa, tengo que trabajar y no hay nada que puedas hacer. El error ya lo cometiste al estar aquí en vez de a su lado.

Damon intentó pasar pero esta vez fue Liam quien lo detuvo y se lo impidió. Ambos muchachos se volvieron a enfrentar mirándose con una furia asesina. Lamentablemente para Liam su oponente fue más rápido de lo que él hubiera imaginado. En menos de un segundo él sacó una navaja del bolsillo de su chaqueta, la abrió y la sostuvo contra su cuello. Liam se detuvo al instante y Damon le sonrió fugazmente mientras lo miraba a través de sus oscuros lentes.

-No me importa si es tu hermana, tu sangre o cómo demonios quieras llamarle. Tú no entras. -Dijo él manteniendo una amenaza bajo su voz.

Liam no dijo nada, su mente había dejado de funcionar correctamente en el momento en que el filo de la navaja había estado contra su cuello. No se había esperado aquello, no había creído que él sería tan rápido pero a fin y a cabo había confirmado su teoría de que él no era un sanador como los demás.

La puerta se abrió y el hombre salió. Liam nuevamente estuvo tentado de entrar. Él quería estar ahí con Lizz, sostener su frágil y delicada mano, pero no estaba seguro de si se atrevería. Apenas si había sido capaz de ver a su hermana en aquel estado. ¿Entonces cómo haría para estar a su lado? Aún si Damon se lo hubiera permitido él no estaba seguro de qué habría hecho.

-Si le haces algo o la llegas a tocar... -Dijo Liam y Damon guardó su navaja.

-Tranquilo, no es mi tipo. -Dijo él y se detuvo un momento antes de entrar. Miró una última vez a Liam.- Tienes los mismos ojos que Saoirse.

*********************************************************************

Por favor no te olvides de dejar tu voto, y puedes encontrar más historias de todo tipo en mi perfil.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top