Capítulo 23
Ella hizo totalmente a un lado todo lo que había sobre la mesa. Dejó el tintero al frente y luego la hoja en blanco. Rápidamente se puso a escribir y hacer una réplica exacta de la carta que tenía a un lado. La misma letra, las mismas manchas, los mismos lugares donde la tinta se había corrido. Lo hizo con tanta precisión que parecía el original.
—Eres excelente —Dijo Thomas y ella sonrió.
—Esto es apenas lo primero. Hay que hacer que parezca como la original —Dijo Lizz.
Una vez que terminó de escribir ella se ocupó de hacerle las mismas arrugas o las mismas marcas al papel. Thomas estaba del otro lado de la mesa y la miraba con extrema curiosidad mientras trabajaba. Lizz estaba completamente concentrada en lo suyo, no sabía hasta qué punto Damon podía notar o no el cambio de la carta pero no quería arriesgarse tampoco.
—¿Cuánto tiempo le puede tomar a un monarquista rastrear a una persona en esta ciudad? —Preguntó mientras continuaba trabajando.
—Los monarquistas no son buenos rastreadores. Tengo entendido que ellos se guían por la sangre así que a menos que hayas dejado un rastro de sangre hasta aquí dudo que te encuentren enseguida —Dijo él—. ¿Qué sucede pequeña cazadora? ¿Metiéndote con monarquistas? Puedes estarte tranquila, desde que yo trabajo aquí ninguno ha entrado en este piso.
—No es precisamente de un monarquista que me estoy cuidando —Dijo ella y suspiró—. Necesito de tu vista, es superior a la mía. ¿Ves alguna diferencia entre ambas cartas?
—La misma tinta, la misma hoja, las mismas marcas —Dijo él y lo meditó durante un momento—. ¿A quién pretendes engañar?
—Ese es el problema, no lo sé —Dijo ella—. Sé cómo engañar cualquier tipo de ser menos a él. No sé mucho sobre monarquistas, menos sobre dependientes.
—No eres de meterte en problemas con seres normales. ¿No es así? Tienden a ser seres totalmente letales como monarquistas o en su defecto dependientes —Dijo Thomas—. Te diré algo, nunca te fíes de un dependiente. Para ellos la sangre vale más que cualquier cosa. Todos los dependientes que conocí son iguales: sin voluntad alguna y capaces de hacer cualquier cosa por su señor o señora.
—¿Qué tan parecidos son a un monarquista? —Preguntó Lizz.
—Eso depende de cuánto tiempo lleven consumiendo sangre —Dijo él y se inclinó sobre la mesa—. ¿Sabes? Por este edificio pasan a diario todo tipo de seres de cualquier parte del mundo y no hay historia que aquí no se sepa. He oído de ti cazadora al igual que también he oído del vampiro de Río de Janeiro capaz de caminar bajo el sol sin arder o de la bruja de París capaz de tocar un instrumento bendito sin quemarse. Pero también he oído la historia de un dependiente con tantos años como el propio Central Park. Pero ya sabes, son solo rumores, cosas que llegan hasta este lugar.
—Es una historia interesante —Dijo Lizz y Thomas sonrió.
—Es una de las historias más interesantes que he escuchado. Llevaba apenas unos días aquí cuando la escuché. Era todavía un joven inocente en busca de trabajo. Fue Nate quien se ocupó de contármela y ganar mi corazón. Los libros, los relatos, cualquier tipo de historia es poderosa porque tiene el poder de influenciarnos. Y Nate era tan apasionado en todo, tanto en el modo en que hablaba y contaba aquella historia como el modo en que me tocaba. Y tan hermoso como el mismo Adonis —Dijo él—. Él me hizo descubrir placeres que no creía existentes. Los divididos tienen una pasión tan fuerte e incontrolada como una tormenta y el fuego de su corazón es tan ardiente como el mismo sol. Tienen una pasión al hablar, al decir tu nombre, al moverse que no se compara a ninguna otra cosa.
—Sí, lo sé. Ellos tienen algo —Dijo Lizz y apoyó su cabeza sobre una mano.
—Dicen que no hay ser tan apasionado como un dividido —Dijo Thomas sonriendo—. No ha pasado un día desde su muerte sin que piense en él, en lo que me hacía sentir, en su pasión al hablar o actuar. ¡El modo en que me contaba aquella historia mientras estábamos en su dormitorio!
—Ya sé cómo puede llegar a ser un dividido —Dijo ella de mala gana y Thomas continuó.
—Él me contó una historia llena totalmente de pasión y odio sobre un dependiente y su señora. ¿Acaso el amor existe o no es más que una simple ilusión, un capricho del corazón? Cuando un ser es tan poderoso como para ser capaz de adueñarse de los sentimientos de otro es fácil vacilar completamente entre la pasión y el odio. Y lo cierto es que es aquello lo que se rumorea por las calles. Nate me dijo una vez que nunca dejara que un monarquista me besara o este pasaría a ser dueño de mis sentimientos.
>>Me contó la historia de un joven que vivía a mitad del siglo diecinueve. Era un joven singular, aquel tipo de persona que sobrepone sus sentimientos sobre cualquier cosa, aquel tipo de persona que solo se encuentra una vez en la vida. Y fue precisamente aquello lo que llamó la atención de aquella poderosa monarquista y ella se encaprichó con él. Tanto que lo hizo su dependiente para nunca perderlo. Dicen que una sola gota basta para romper totalmente tu voluntad, una sola gota de sangre de monarquista para que tu adicción a ella sea incurable. Y dicen que así fue, que ella una noche le hizo probar su sangre y luego de eso no hubo vuelta atrás.
>>Durante décadas mantuvieron la relación típica entre dependiente y señora. Él no se separaba de ella y vivía solo para observarla y complacerla. Ella lo llevó por los oscuros y placenteros caminos de los monarquistas llenos de pecado. Vivió cómo un príncipe al ella ser la matriarca hasta que por alguna razón mandó todo al diablo y quiso alejarse de ese mundo.
—¿Por qué? —Preguntó Lizz.
—En todo este tiempo he escuchado diferentes razones. Algunos dicen que él no soportó más, otros que era un hombre creyente e intentó alejarse de todos sus pecados. Muchos dicen que ella quiso convertirlo en un monarquista para que estuviera eternamente a su lado y nadie pudiera alejarlo aunque según Nate la razón fue que la idea de pasar toda su vida junto a esa mujer lo aterró y huyó. Supongo que no era un hombre de compromisos —Dijo Thomas—. De día él intentaba alejarse tanto como podía de aquella vida, de noche era su amante. Era una relación de amor odio. Ella lo odiaba por su actitud y él la odiaba por lo que le había hecho pero una vez que ella lograba disuadirlo y seducirlo con su sangre no había vuelta atrás.
>>Los otros monarquistas lo odiaban por eso pero él era un excelente guerrero y mató a cada cuál que intentó matarlo. Pero hay peligro en aquello. Cuanta más sangre tomas más te pareces a ellos y cuantos más monarquistas matas más posibilidades tienes de convertirte en uno de ellos. Es por eso que él hizo un trato de paz con ella y recurrió a aceptar no matar ningún otro monarquista a cambio de que estos no le atacaran.
>>Él no podría seguir molestándola al matar a sus juguetes. Ella estaba complacida por eso. Así que tuvo que buscar otro método. La atacó por el único lugar que podía hacerlo sin que ella pudiera devolverle el golpe. Era un Don Juan y según dicen tenía un aspecto que quitaba el aliento. ¿Por qué no aprovecharlo entonces para usarlo en contra de ella? Si ella lo había condenado a aquella vida él le devolvería el golpe por donde más le doliera —Dijo Thomas y la miró a los ojos—. Tuvo amantes. Y ella enloquecía por cada chica que se enteraba que había pasado la noche con él y mandaba a cazarla. Y él lo hacía solo por placer, para complacer su sed de sangre y para molestarla a ella.
>>Sus favoritas eran las extranjeras de sangre extremadamente pura, las niñas inocentes que no sabían realmente lo que estaban haciendo. Las seducía completamente en cuestión de segundos y antes de que ellas pudieran comprender qué estaba sucediendo ya estaban en su cama. Y no pasaba mucho tiempo antes de que ella supiera al respecto y entonces las capturaba y las mataba a todas y cada una de las niñas con las que él había jugado mientras él permanecía a un lado disfrutando de lo que había causado y tomando de la sangre joven que había robado.
>>Joven cazadora, te advierto. Nunca confíes en un dependiente no importa lo que te diga. Ellos solamente piensan en la sangre, tanto sea para ellos o para sus señores. Y si alguna vez encuentras a un joven de cabello tan oscuro como el café y una antigua cruz colgando de su cuello no dejes que te seduzca porque es él y lo único que quiere es tomar de tu sangre y enfurecer a su señora.
Lizz suspiró y se alejó. Observó ambas cartas mientras sus pensamientos peleaban por hacerse oír dentro de su cabeza. Por un momento llegó realmente a estar confundida y sin saber qué hacer pero aquello le duró apenas unos pocos segundos. Se ocupó de darle los últimos toques a la copia y entonces dejó la pluma.
—Tranquilo Thomas, puedo manejar cualquier cosa —Dijo ella y sonrió—. ¿Crees que yo tentaría a ese dependiente del que hablas para que intente engañarme?
—Creo, como ya te he dicho, que tú tienes una apariencia demasiado tentadora para un monarquista —Dijo él—. Pero fuera de eso, también depende de quién eres. Dicen que le atraen más las chicas totalmente inocentes que ni siquiera han tenido la oportunidad de probar un beso. Eso la enfurece totalmente a ella.
—Entonces solo lo hace para enfurecerla a ella y busca la víctima que mejor sea para la ocasión —Dijo Lizz y Thomas asintió.
—Al menos aquello he escuchado yo. Pero, ya sabes cómo son estos cuentos. Ni siquiera sé si en realidad la matriarca tiene un dependiente o no —Dijo él.
—Entonces tenemos un factor X —Dijo ella y miró seriamente a Thomas. Suspiró—. Tengo planeado en tres días recuperar algo que es mío y ella tiene. Sé que puedo hacerlo, tengo suficiente tiempo para planearlo bien pero... no puedo hacerlo sola. Necesitaré tu ayuda.
—¿Realmente? —Dijo Thomas y sonrió al inclinarse—. Con tal de joder a esa zorra haré lo que quieras. ¿Qué necesitas? Conozco también a otras personas que querrán colaborar.
—Eso es perfecto Thomas —Dijo ella y le devolvió una sonrisa maliciosa—. Necesitaré de un falsificador. Es un trabajo muy delicado y yo no tengo tiempo ni quiero levantar sospechas. No puedo quedarme más tiempo sin arriesgarme a que empiecen a sospechar pero volveré esta noche.
—Tranquila, tendré un equipo de personas completamente confiables para cuando vuelvas —Dijo él.
Ella se puso en pie con la copia de la carta en mano y le lanzó un beso antes de partir. Estar lejos de Dublín y por consiguiente de su equipo o sus contactos no la ponía en una situación fácil. Podría haber solucionado el asunto de Marcus en cuestión de segundos solamente con la ayuda de Riley y sin embargo no era así. Tendría que conformarse y saber actuar con lo que tuviera a disposición sin importar qué fuera.
Pero, fuera de eso, había otra cosa que la preocupaba. Lo había notado apenas había tomado la carta por primera vez y ahora sus sospechas tan solo habían aumentado al oír lo que Thomas le contó. Se apoyó contra la pared en el ascensor y respiró profundamente mientras sentía el descenso. Necesitaba encontrar una solución cuanto antes a aquel asunto y no cometer un paso en falso porque podría ser su fin.
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Ella contuvo la respiración al ver el movimiento por el rabillo del ojo. El reconocimiento la invadió al instante. Fue sencillo mantener la apariencia de indiferencia o no permitir que su respiración o pulso mutara. Llevaba años practicando métodos para que nada nunca la delatase, ni siquiera algo tan difícil de controlar como las reacciones automáticas del cuerpo humano.
Permaneció sentada en la nieve y con la vista fija en el lago congelado delante. No dijo nada cuando Damon se sentó a su lado y extendió la mano. En silencio le entregó la carta y él comprobó que se trataba de la debida esta vez antes de guardarla en su abrigo. Miró el mismo punto invisible que ella y suspiró luego de unos segundos.
—Sabes que tu hermano tiene razón. Ella quiere tu vida —Dijo él—. Si te ve intentará matarte del modo más lento y doloroso posible. Es lo que desea, lo quiso desde el primer instante.
—No —Dijo Lizz y apoyó la cabeza sobre sus rodillas—. Aquello no es cierto. Ella solo quería mi sangre. Ahora quiere mi vida por tu causa. Supongo que es más fácil ocultar la culpa bajo una excusa. ¿No es así? Últimamente todos a mi alrededor andan haciendo eso. Como cuando Liam dice que era nuestra única alternativa venir a New York para no admitir que fue un error de su parte. Preferiría que me fueras totalmente sincero ahora que has visto que no te atacaré ni nada. Además, ya ando metida en esto, ya no tengo vuelta atrás. ¿Pero cómo confiar? Te he dicho que los míos consideran a los monarquistas como los mejores mentiroso.
Él permaneció en silencio y ella vio por el rabillo del ojo aquella imperceptible crispación en su mano.
—No soy como ellos —Dijo luego de un momento—. No quiero serlo e intento constantemente evitarlo. La abstinencia es lo que me mantiene más cerca de ustedes que de ellos. Por eso no puedo controlar a los demás con simplemente conseguir que me miren a los ojos, por eso puedo estar bajo el día sin sentirme afectado en lo más mínimo, por eso cada vez que me muevo a la velocidad de un monarquista mi corazón no lo soporta. Si tomase sangre nada de eso sería un problema para mí pero me niego.
—Cada mañana que me levanto entreno para contrarrestar mi situación —Dijo Lizz.
—Cada mañana que me levanto voy a Saint Patrick a orar y pedir —Dijo él.
—Intento entenderte pero no lo logro. Siempre que creo estar segura de algo luego me desconciertas —Admitió.
—Tú tampoco eres una persona muy previsible. A veces me es demasiado fácil olvidar que eres también una cazadora —Dijo Damon.
—¿Por qué la abstinencia? —Preguntó ella y él suspiró.
—Porque me vi al espejo y no me gustó lo que encontré—. Respondió.
—¿Y qué fue lo que encontraste? —Preguntó Lizz.
—Mi propio reflejo. Con la piel tan pálida como la de un propio monarquista y con la sangre en los labios y dientes y en las manos. Es horrible. ¿Sabes? Verte a ti mismo en el monstruo que te has convertido. Y entonces sabes que no eres nadie, que es la sed quien te domina —Dijo Damon—. Los primeros años fueron torturantes pero yo no quería seguir así.
—¿Y cuándo empezaste a ocuparte de los niños que ella quería? —Continuó Lizz.
—La primera niña que salvé se llamaba Alice. Ella tenía miedo y era muy pequeña, ocho años apenas. Me arrepiento de muchas cosas que hice en mis primeros años, me arrepiento de haberla acompañado cada vez que salía por sangre y ver sin hacer nada cómo mataba a los padres y engañaba a los niños. Con Alice no fue así. La encontré antes que ella y la ayudé a huir. Después de eso no dejé de hacer lo mismo. Pero... había niños que no tenían familia o tenían mucho miedo para volver a llevar una vida normal.
>>Y entonces ella simplemente los empezó a cazar luego de que yo los ayudara a escapar por lo que tuve que hacerme cargo de cada uno y cuidarlos. Al principio eran solo Alice, Will y Theo. Era complicado con ellos. Apenas si había dejado de convivir con ella y vivía en la calle y además me tenía que hacer cargo de ellos tres. Fue bastante difícil pero logramos arreglárnoslas y luego con el correr del tiempo fue más sencillo.
Ella suspiró. Durante un momento se sintió completamente fuera de sitio. Aquel ni era el ambiente ni las personas con las que estaba acostumbrada a tratar. Extrañaba su antigua vida. Estaba cansada de jugar a la cazadora perdida, que solamente pudiera acariciar aquella familiar sensación de felicidad estando con otros irlandeses en aquella ciudad. No, lo que le había sucedido no tenía por qué cambiarla y recordaba a la perfección su identidad y su persona.
—Te haré una pregunta —Dijo ella con seriedad luego de unos segundos—. Y espero que me respondas con sinceridad porque tarde o temprano terminaré por saberlo. Todos somos fieles a algo, todos tenemos un precio. Cada persona que conozco en mi vida, que alguna vez he visto... sé qué puedo esperarme de ella y qué no. Realmente. Aún con mercenarios que solo he tratado una vez sé a que atenerme de ellos. Sin embargo contigo es diferente y eso es porque no sé qué puedo esperarme de alguien como tú. ¿Entonces a quién es tu lealtad?
—A lo que creo correcto —Dijo él y ella rió sin ganas.
—Ya he escuchado ese discurso antes. ¿Sabes? Aquel en que cada persona intenta pintarse como el noble héroe que no es. Seamos realistas, en este tiempo y lugar nadie hace algo porque lo crea correcto. Siempre hay una razón personal detrás —Dijo Lizz y volvió a reír solo confundiéndolo más—. Una vez oí la historia de una chica que se enamoró también de alguien como tú. No un dependiente sino de alguien que no podía ser categorizado ni como humano ni como criatura. O al menos eso creía ella. Solo cuando él la abandonó a su propia suerte frente a la muerte y huyó para salvarse demostrando ser más fiel a su propia persona y que todas sus promesas y palabras no eran más que mentiras ella supo que en realidad no había sentido nada.
>>¡Pobre chica! ¡Qué ingenua había sido! Uno no sabe de qué son capaces los demás o a quiénes son fieles hasta que no llega la ocasión de demostrarlo. Es por eso que nunca debes esperarte nada de nadie a menos que ya te haya demostrado de qué es capaz. Quizás por eso los cazadores somos solitarios, porque comprendemos aquella idea desde el primer instante.
—Llevo bastantes años vagando en este mundo. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme por qué los cazadores siempre son tan desconfiados, siempre buscan algo para sospechar —Dijo Damon.
—No lo sé. Tú eres el que cuenta historias, yo simplemente me siento a escuchar —Dijo ella—. He escuchado historias bastante interesantes en esta ciudad.
—Adivinaré —Dijo él y se puso en pie de un salto. Ella notó enseguida el tono de molestia en su voz—. ¿Qué tal la historia de George? Con una mente tan nublada por la adicción que permitió que dieciocho balas le dieran de pleno al igual que le había sucedido a su monarquista. Claro, solo que el idiota dependía tanto de su señor que no pensó en que seguía vivo sino que unas simples balas lo habían matado y se dejó matar por eso. Y por supuesto, el monarquista simplemente se degustó ante su estupidez humana antes de deshacerse de sus agresores.
>>¿O qué tal la historia de Edward? Dicen que Corine lo mordió una última vez y luego lo arrojó a los lobos para disfrutar antes de huir. Pobre Edward, tan enamorado de una mujer que como estaba aburrida se lo dio de comer a los lobos y él aún continuaba atontado por el mordisco de modo que ni intentó defenderse.
>>¿Por qué no mencionar a Marianne también? Su señor la entregó a la Sociedad y estos al no saber qué era ella la mantuvieron encerrada creyendo que necesitaba ayuda psicológica luego de haber sobrevivido a un monarquista. No se dieron cuenta de que estaban equivocados, de que ella no comía y la ausencia de sangre la estaba haciendo enloquecer. Su condición la estaba haciendo enloquecer porque no soportaba no tomar sangre y que nadie tomase de ella de modo que la Sociedad nunca supo qué la mató en realidad.
>>¿Y cómo olvidarme a mí? El chisme favorito entre los monarquistas y entre otros seres. ¿Quién no ha oído la historia del dependiente que no se comporta como tal? Porque claro, cuando estás ligado de este modo a una de las cuatro autoridades de los monarquistas es imposible que no se hable de ti. ¿Qué historias has escuchado? ¿Por qué muerte se me culpa ahora? Es demasiado fácil culpar a un sanador por una muerte. Mucho más a alguien como yo. Ya hasta he oído historias sobre cómo yo mismo asesiné a mis padres luego de enloquecer y huí.
Ella barajó tan rápido como le fue posible sus opciones. Sabía que bastaba un segundo para que alguien que supiera observar sospechara o supiera la verdad y ella no quería arriesgarse a comprobar si Damon era de ese tipo de personas.
Se puso en pie y rió de un modo completamente creíble antes de apoyarse sobre el pecho de él y cerrar los ojos. Agradecía que la actuación se le diera tan bien. Supo que él le había creído totalmente ante su reacción de sorpresa y luego cómo su rostro demostraba que creía quizás haber entendido algo que no era. Lizz sonrió ligeramente.
—No he escuchado ninguna historia sobre ti. Aunque ahora me has dado curiosidad —Dijo ella y anotó mentalmente su tensión ante aquellas palabras. Rió como para restarle importancia al asunto—. Tranquilo, no me gustan las historias de personas que conozco. Eso quita todo el encanto al relato.
—¿Y entonces por qué te comportas de este modo? —Preguntó él y ella respiró profundamente antes de soltar el aire.
—Mi hermano —Dijo—. Me preocupo por Liam. Él nunca antes ha tratado con monarquistas ni sabe cómo hacerlo. Y él planea rescatar a Marcus por su propia cuenta, exponerse totalmente a algo que nunca antes ha hecho. Arriesgarse sin saber realmente a qué se enfrenta. Y sé que no estaré ahí para poder asegurarme por mi propia cuenta de que nada le suceda porque sé que no me lo permitirá.
—¿Confías en mí? —Preguntó Damon rodeándola con sus brazos y ella permaneció en silencio unos segundos.
—Del mismo modo que Liam no le confía a nadie mi seguridad yo no puedo hacerlo —Dijo Lizz—. Mucho menos en una situación así.
—Te prometo que no dejaré que nada le pase. Me ocuparé de Elizabeth y de cualquiera que pueda hacerle daño. No le sucederá nada, me ocuparé de que así sea —Dijo él y la estrechó con más firmeza—. Tan solo confía en mí, por favor.
—Si algo le sucede yo misma me ocuparé de que sientas lo mismo —Dijo ella y le sonrió al levantar la vista y mirarlo. Él le devolvió la sonrisa—. Y podrás comprobar qué tan letal puede ser mi puntería.
—Espero nunca tener que hacerlo. Al menos no en una situación donde me vea obligado a hacerlo —Dijo él y con la punta de sus dedos tocó su rostro y luego su cuello—. Prométeme que no intentarás nada tonto ese día, que no te acercarás y te mantendrás alejada.
—Creo que ya he dejado eso en claro frente a Liam —Dijo ella.
—Ailish —Dijo él de un modo autoritario y ella puso los ojos en blanco.
—No lo haré. ¿Ok? A diferencia de tu psicópata ex novia yo tengo mejores cosas que hacer que querer enfrentarme a esa perra —Dijo Lizz y sonrió—. He oído que las esferas de Meow están escondidas en esta ciudad. ¿Tienes idea de lo que debe ofrecer el mercado por ellas? Apuesto a que el heredero pagaría un buen número por tenerlas de vuelta en la familia. Además, si Liam está ocupado contigo, podré hacer de las mías libremente y no tener que preocuparme por si me descubre. Nada de Liam, nada de monarquistas, nada de Elizabeth. Solo yo, cuatro esferas de cristal y un extenso número con el símbolo Euro en mi futuro. De hecho, hasta si fuera una persona justa le debería dar un mínimo de porcentaje a Elizabeth. Después de todo, ella entretendrá a mi hermano para que no sepa lo que ando haciendo en realidad.
—No me importa ni si robas el Metropolitan. Mantente alejada —Dijo él.
—Claro que sí o podría descubrir algún secreto sucio tuyo y de ella —Dijo Lizz con fingido horror solo para ponerlo a prueba y él sonrió.
—No me dejará en una buena posición. Se quejará del pésimo novio que fui para ella. De todas las veces que la dejé plantada, como nunca le regalé algo o siquiera le entregué una flor. Que nunca le di la importancia que creía merecer o que apenas si reconozco su existencia —Dijo él—. Ahora que lo pienso, será mejor que no escuches nada de mí de parte de ella.
—No. ¿Por qué querría saber el horrible trabajo que haces como novio? —Preguntó ella.
—Solo con ella. Contigo no será igual —Susurró y Lizz lo detuvo antes de que pudiera besarla.
—¿Entonces qué? ¿Eso eres ahora para mí? ¿Un novio? —Dijo ella arrastrando las palabras y manteniéndose muy cerca pero no lo suficiente para que sus labios la alcanzaran.
—Es extraño oír aquella palabra en tus labios luego de todo lo que ha implicado para mí todos estos años —Dijo Damon y suspiró con pesar.
—Entiendo —Dijo Lizz y él la miró sorprendido—. No lo soportas. No soportas ni esa palabra ni nada que te recuerde una relación al igual que tampoco soportas la simple idea de un casamiento. No soportas nada relacionado con eso. Pero... ¿Me crees si te digo que yo no soy ella? Basta con que me mires a los ojos para que veas que no soy ella. Basta con que escuches mi voz para saberlo.
Él la miró. Sus ojos eran de un intenso y brilloso azul que no recordaba nunca antes haber visto. Sus finos y tiernos labios rosas estaban curvados en una ligera sonrisa. Y su acento era algo que no se cansaba de oír. Siempre le había llamado la atención aquel acento irlandés, siempre tan encantador y persuasivo y aún más en labios de ella. Se inclinó para besarla y ella apenas se contuvo de ceder totalmente al sentir sus labios contra los suyos.
Lo detuvo antes de que continuara mientras se esforzaba por encontrar un aire que de pronto parecía haber desaparecido. Sus pequeñas manos estaban aferradas fuertemente al abrigo de él como si le fuera necesario para mantenerse de pie y Lizz tuvo que luchar para encontrar las palabras y hablar.
—Luego de ver la reacción de Liam esta mañana no me arriesgaré a que me descubra si anda paseando libremente por esta ciudad —Dijo ella y se alejó mas no lo soltó—. Perdona pero debo irme.
—¿Por qué? —Preguntó él y atrapó su mano antes de que lo soltara. Ella le sonrió ligeramente con diversión.
—Tengo un robo que planear —Dijo.
—¿Te volveré a ver más tarde?
—No hoy —Respondió y se obligó a sonreír nuevamente al mirarlo a los ojos—. Seguramente mañana. Estaré aquí. En Central Park. Como cada día. Como cada vez que tengo tiempo libre. Te veré mañana, hoy tengo mucho que hacer.
Él sostuvo su mano un momento más y luego besó sus delgados dedos. Ella se quedó nuevamente sin palabras y sin aire ante aquella indescriptible sensación de sus labios rozando su piel. Supo al instante que aquel gesto tenía más valor del que parecía a simple vista y quizás en otro momento, en otra época mejor dicho, permitirle tomar su mano, besar su piel desnuda, hubiera tenido un valor totalmente diferente y mucho más intenso de lo que tenía ahora. Y ella lo sentía, lo sabía al mirarlo a los ojos y ver que el tiempo no lo había cambiado en algunas cosas.
—Entonces esto es una despedida —Dijo y nuevamente se llevó su mano a sus labios—. Cuídate. Me importas Ailish, más de lo que debes ser consciente o creer. Y nada le pasará a tu hermano, estará a salvo bajo mi cuidado.
Ella se quedó y lo miró un momento más de lo necesario cuando él soltó su mano. Solo cuando escuchó las exclamaciones de una familia asiática luego de tomarse una fotografía reaccionó y se dio vuelta.
Partió tan rápido como pudo pero controlando su paso para no delatar su desesperación por irse. Estaba sumida en sus propios pensamientos y deducciones, sintiéndose totalmente acechada como una presa y sin embargo, sin saber quién era el cazador o hacía dónde mirar para evitarlo.
Aún así, sus sospechas tan solo parecieron aumentar cuando se reunió nuevamente con Thomas. Tuvo que mirar dos veces la carta y volver a olfatear aquel costoso perfume francés para comprobar que se trataba de la original. La observó con lupa bajo la luz de una vela y sonrió al comprobar que sus instintos no habían fallado y ella no había subestimado a la enemiga.
Estuvo realmente complacida de observar allí el imperceptible cambio de letra que demostraba que la carta había sido alterada y la tinta apenas diferente a la luz de la vela que demostraba que aquello no había sido escrito al mismo tiempo que lo demás. La dirección y la hora estaban alteradas y ella estuvo completamente feliz al saber que podría encargarse personalmente del asunto y a la vez poner a salvo a Liam.
Lo había sospechado desde el primer segundo. No había subestimado a Elizabeth como para creer que ella tendría una carta de esa naturaleza en su posesión y no se ocuparía de alterarla. Y entonces allí actuaba la duda. ¿Ella lo había hecho con un fin específico o simplemente para resguardarse? ¿Se habría dejado robar con la intención de que la carta terminara en manos de Lizz o en realidad no había sido un robo?
Lizz tiró de su cabello al desconocer aquella respuesta. Tan solo estaba segura de algo. Marcus no estaría en la dirección y la hora que decía la carta sino la que ella ahora sabía. Liam seguiría la carta y era posible que en realidad fuera directo hacia una trampa. Y era probable que ella no se estuviera equivocando al considerar que Elizabeth tenía todo planeado pero desconocía completamente si estaba recibiendo ayuda.
—Necesito a alguien que trate en el mercado negro —Dijo ella y Thomas la miró sorprendido—. Por favor, dime que conoces a alguien que se pasee por esos alrededores y pueda conseguirme una información.
Ella se quedó sin palabras cuando vio a Magnolio salir de una de las puertas y sonreírle ampliamente. No creía que el fabricante hubiera estado escuchando, tampoco era que no estuviera acostumbrada a tratar con gente como Magnolio. Él tenía el cabello peinado hacia atrás, portaba un costoso traje totalmente negro junto con unos lentes a juego y su sonrisa develaba un diente de oro.
—Dime qué necesitas querida —Dijo—. Porque conozco a cada sucia rata de esta ciudad.
Ella le devolvió la misma sonrisa antes de decirle qué tenía en mente.
Niall pasó a visitarlos más tarde esa noche. El hombrecillo primero se dedicó a tomar nuevamente medidas a Lizz asegurando que eran para los zapatos que estaba haciendo y dando complicadas explicaciones que ella no se molestó en intentar comprender cuando le preguntó cómo la medida de su cintura tenía que ver con unos zapatos.
Una vez que terminó el leprechaun aceptó una botella de Whisky de parte de su amigo antes de cenar con él. Ella apenas si comió un poco mientras se dedicaba a pensar. Probablemente solo lo hizo porque masticar llenaba el vacío que le provocaban todas las preguntas sin respuestas.
—¿Niall sabes falsificar? —Preguntó ella y el hombrecillo la miró con curiosidad.
—Mi amigo Murtagh sabe falsificar perfectamente. Es uno de los mejores falsificadores que conozco. ¿Qué desea mi señora cazadora? —Preguntó él y ella sonrió.
—Necesitaré un pasaporte igual al mío y un documento que permita a un menor salir del país —Dijo ella—. Mañana te traeré mi pasaporte y te daré todas las indicaciones que necesitas darle a tu amigo Murtagh al respecto. También necesitaré reservar tres boletos de avión con destino a Dublín para el treinta de Diciembre.
—Yo puedo ocuparme de eso —Dijo Thomas.
—Eso es excelente —Dijo Lizz.
Apenas si durmió cuatro horas aquella noche. Durmió un poco sobre la mesa luego de que Niall partiera mientras Thomas se quedaba trabajando hasta tarde tallando madera. Se despertó en medio de la noche tras un mal sueño en el que desconocía al enemigo y no era capaz de disparar con precisión. Thomas estaba dormido sobre su silla y su cabeza colgaba hacia atrás.
Ella se puso en pie y fue al cuarto de práctica de Magnolio. Se ató el cabello en una alta coleta tan tirante como le fue posible. Tomó su arco, sus flechas, y simplemente tiró esperando dejar ir con cada flecha sus sentimientos. Lo hizo hasta que notó que solamente le quedaban dos flechas en su aljaba y que quizás había pasado más tiempo del que había creído.
Se ocupó de recuperar todas sus flechas y luego volvió a la otra habitación. Se echó en el suelo y apoyó su cabeza sobre un bolso que estaba tirado en aquel abarrotado y pequeño lugar. Respiró profundamente y cerró los ojos. Se obligó a dormir a sabiendas de que hasta que no conociera completamente todas las circunstancias no podría armar ningún plan concreto.
******
Pasó toda la segunda noche preguntándose por qué a ella mientras se tiraba de su cabello. Había pasado la mayor parte del día en la Sede escuchando a Liam, Damon y Jess planear qué harían mientras fingía indiferencia y aburrimiento pero las mismas imágenes que ella había visto aquella mañana seguían repitiéndose en su cabeza. Recordaba a la perfección cómo se había desarrollado todo en Central Park, lo que había visto por llegar más temprano de lo que había creído.
Se detuvo totalmente arriba de una formación rocosa al ver abajo y reconocer a un monarquista. Se echó al suelo para no ser vista y se concentró en bajar sus pulsaciones y su respiración tanto como le fue posible. Desde aquel lugar no podía ser vista. El parque estaba lleno de formaciones rocosas de aquel estilo y vestida totalmente de negro y cubierta un poco de nieve parecía a simple vista una más de esas rocas que aún no habían sido cubiertas por completo.
No se contuvo de mirar, no se resistió a la tentación y lo espió sin remordimiento. ¿Qué era lo que podía mantener a un monarquista de sangre real en Central Park durante la mañana? Ellos no salían durante el día, para eso tenían a sus servidores, no era probable que estuviera allí excepto que se tratase de algo realmente importante como para solicitar su presencia.
Reconoció al instante al muchacho rubio elegantemente vestido, el mismo que ya había intentado atraparla dos veces. Aún mayor fue su sorpresa al ver que Julian estaba junto a Damon y ambos mantenían una conversación sin agresiones ni hostilidades. Lizz observó todo deseando poder escuchar de algún modo. Solo entonces su mente comenzó a atar algunos cabos sueltos y supo que no podía confiar en Damon por más que aquel hecho no lo condenaba específicamente como enemigo.
Dejó escapar el aire en un pequeño suspiro antes de apoyar su cabeza sobre la nieve y seguir viendo. Damon era el factor X de sus cálculos. ¿Si aseguraba no querer relacionarse con monarquistas entonces por qué estaba allí hablando con Julian? ¿Si aseguraba conocer a Elizabeth mejor que cualquiera y haber pasado tanto tiempo con ella entonces por qué le había entregado aquella carta sin mencionar que había sido alterada?
Dejó sus pensamientos de lado y prestó más atención al ver cómo él le entregaba un fajo de billetes a Julian y estando a tan poco tiempo de la fecha aquello no hizo más que levantar más sus sospechas.
Y ahora, sentada frente a Thomas y con Niall arriba de un pequeño barril balanceando sus piernas sabía que había hecho lo correcto al fingir que no había visto nada de aquello frente a Damon o frente a los demás.
—Realmente no creí que la historia que te conté fuera cierta, pensé que no era más que un relato para seducirme —Dijo Thomas.
—Tranquilo, tu amante no te mintió —Dijo ella y vació su diminuto vaso conteniendo ron—. Tu oscuro y lujurioso dependiente existe y es increíble lo bien que se pinta para conseguir lo que desea.
—¿Qué quieres decir? —Preguntó él.
—¿Qué mejor modo de molestar a su señora que utilizando a otra cazadora? Ella odia que haya otro cazador en sus territorios, mucho más una mujer. Me odia por eso y por mi físico. Ahora mira esto —Dijo ella y le mostró la lista que Magnolio le había entregado aquella misma mañana apenas la había visto—. La sangre irlandesa es la más valorada en el mercado de sangre. He pasado mis últimos días oyendo que la sangre de cazador irlandés es supuestamente la más exótica y deliciosa que puede haber. Soy una excelente presa. ¿Verdad?
Ella no se inmutó cuando Magnolio salió de una de las puertas detrás de Thomas. No sabía que estuviera allí ni lo había visto entrar pero al parecer el hombre tenía una particular singularidad por aparecer y desaparecer en aquellas puertas.
Él acercó un banquillo para sentarse también en la pequeña mesa de trabajo de Thomas y negó cuando este le ofreció la botella de ron. Sus manos eran grandes y fuertes y estaban duras luego de tanto trabajar en su creación de armas.
—Creí que sería buen momento para intervenir. He averiguado lo que has pedido cazadora —Dijo él con elegancia—. No te has equivocado con tus suposiciones pero tampoco era algo imprevisto. Apareces entre las presas más codiciadas para fin de año y tu precio es simplemente impagable junto con la accesibilidad para intentarlo. No creo que haya muchas personas capaces de pagar eso, capaces de permitirse tal lujo.
—¿Pero? —Preguntó Lizz al notar el tono en su voz.
—Hice lo que solicitaste. Intenté negociar pero me temo que la venta ya no está abierta al público. Ya no estás en el mercado —Dijo él.
—¿Qué quieres decir con que ya no está en el mercado? —Preguntó Niall.
—El mercado no funciona como crees leprechaun. No se paga para comprar, se paga para reservar y que nadie más vaya tras la misma presa que tú —Dijo él.
—Quiere decir que alguien ya ha pagado por su cabeza y piensa tomarla en los próximos días —Dijo Thomas.
—Sería un excelente brindis para año nuevo. ¿No creen? —Dijo Lizz y sonrió a pesar de estar hablando de su sangre y por consecuencia, de su vida—. Sangre de cazadora irlandesa para terminar y comenzar el año. Un lujo que no cualquiera puede darse y una oportunidad que no aparece muy seguido.
—¿Sabes quién ha sido? —Preguntó Niall.
—Alguien con muy buenos contactos como para conseguirlo y no permitir que nadie más pueda intentarlo —Dijo Magnolio.
—Y creo saber quién ha sido —Dijo Lizz molesta antes de clavar un cuchillo sobre la mesa—. Lo mataré. Si todo esto no es más que un maldito engaño lo haré pagar y arrepentirse por haberlo intentado conmigo.
—¿Qué sucede cazadora? ¿Mal de amores? —Preguntó Magnolio—. No hay nada comparado a un inocente e inexperto corazón.
—Espero no se moleste si tomo su juego y lo utilizo a mi favor —Dijo ella y respiró profundamente para calmarse—. Puedo encargarme de aquel asunto por mi cuenta. Saldrá todo bien. ¿Está todo listo?
—Los pasajes y los documentos estarán listos el treinta. Todo está preparado —Dijo Thomas.
—También todas vuestras otras indicaciones fueron cumplidas a la perfección —Dijo Niall.
—Está todo preparado para que no falles cazadora —Dijo Magnolio y le sonrió con dulzura—. El resto solo está en tus manos. Tan solo basta darle un par de últimos retoques y pulirlo un poco pero el plan es perfecto y cumplimos con todo lo que necesitaste. Tienes nuestro apoyo, lo demás depende de ti.
—Mañana será nuestra última noche para repasar el plan y confirmar que todo funcionará —Dijo ella y suspiró. Se puso en pie. Tomó su abrigo y cargó su aljaba de su espalda—. Me gustaría poder quedarme más tiempo aquí pero no puedo permitirme arriesgarme a levantar sospechas. Volveré apenas me sea posible para concluir con lo que queda pendiente. No sé cómo pagarles su ayuda.
—Solo tienes que joder bien a esa zorra —Dijo Niall con entusiasmo.
—Lo que quiere decir, aunque con un vocabulario más adecuado, es que aquella mujer nos ha fastidiado a todos —Dijo Magnolio y sonrió con maldad—. Y creo que ya es hora de devolverle todo lo que ha hecho por nosotros todo este tiempo.
—Nosotros somos quienes deberíamos agradecerte a ti por atreverte a hacer algo que ninguno se ha atrevido a hacer en todo este tiempo. No podemos simplemente permitirle que haga lo que quiera o complacerla siempre. Ya es tiempo de que alguien diga basta —Dijo Thomas y sonrió—. Además, será excelente saber que alguien finalmente se enfrentó a esa zorra. Hazme un favor y dale donde más le duela.
—Eso es lo que haré —Dijo ella y les devolvió la sonrisa.
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