Capítulo 22
Lizz respiró profundamente y se llevó otra cereza a la boca. Le esperaba una buena y larga reprimenda y ella lo sabía. Pero estaba completamente calmada y lista para refutar cualquier argumento. De hecho, hasta creía que podría salirse con la suya.
—¿Cómo pudo terminar aquí? —Preguntó Damon y ella levantó la vista del sillón donde estaba sentada para mirarlo.
—Es Liam, es capaz de cualquier cosa si se lo propone. Es una lástima que desperdicie sus talentos apegándose tanto al reglamento y la ley —Dijo ella—. ¿El portero te tiene al tanto de cada persona que entra y sale?
—Walter me conoce desde que tiene siete años. Todas las personas con las que guardo un mínimo de relación fueron o son niños que impedí que tuvieran un terrible destino —Dijo él.
Se puso en pie apenas escuchó el golpe en la puerta. No necesitó mucho más para saber que su hermano estaba enfurecido y le echó una mirada significativa a Damon.
—¿Crees que lo sepa? —Preguntó él.
—No lo sé y en cualquier caso puedo ocuparme perfectamente —Dijo ella.
Damon la miró tan solo un segundo antes de ponerse sus Ray—Ban y acercarse a la puerta principal. Lizz no necesitaba que se lo dijera, ni siquiera necesitaba mirarlo para saber que estaba en lo correcto, él no quería que su secreto se supiera y ella no necesitaba pensarlo demasiado para saber qué haría su hermano.
Supo al instante que Liam no ignoraba la situación, al menos no del todo, apenas lo vio e intentó golpear a Damon pero él fue más rápido y lo detuvo. Ambos se miraron seriamente y ella notó la tensión entre ellos al instante, creyó que cualquiera se abalanzaría sobre el otro con tan solo parpadear. Quiso intervenir pero no podía hacerlo sin conocer lo que Liam sabía.
Él le sonrió de un modo malicioso, casi cruel, que ella nunca antes había visto. Se preguntó durante un momento si así sería él a veces. Ella conocía a Liam, a su hermano y ahora dudaba si conocía al maestre cuando tenía que encargarse de algún asunto.
—Sabes, no puedo evitar tener curiosidad. ¿Qué te hace daño? ¿Los crucifijos? ¿El agua bendita? ¿Una estaca? —Dijo él y Damon apretó la mandíbula—. Realmente te lo digo. ¿Cómo hieres a alguien como tú?
Lizz escuchó el imperceptible paso en el pasillo al igual que un sonido que ella reconoció al instante. Sus sentidos se dispararon y reaccionó como si estuviera en plena cacería. Se movió rápido y ágilmente sin hacer ningún ruido. Se deslizó bajo el brazo de Liam tomándolo totalmente por sorpresa. Se agachó, tomó su arco, una flecha y apuntó sin necesidad de ver. Jess sofocó un grito pero ella no se inmutó. Le tomó un segundo comprender la situación, distinguir perfectamente la figura de la muchacha sosteniendo el juego de dagas gemelas que acababa de desenvainar. Lizz suspiró y relajó su postura pero no dejó de apuntar.
—Guarda las armas Jess, no desearía tener que atacarte —Dijo ella y lentamente Jess volvió a enfundar las dagas.
—Y yo desearía que al menos por una vez me hubieras obedecido y te hubieras mantenida alejada de personas como él —Dijo Liam furioso y la miró—. ¡Ahora no sé si le estoy hablando a una persona consciente o controlada por otra!
—Liam, no seas ridículo —Dijo Lizz.
—¿Sabes lo que él es? ¿Tienes idea de lo que es capaz de hacer? —Dijo Liam y Lizz se hundió tranquilamente de hombros al bajar su arco y la flecha.
—He tratado con similares y peores —Dijo ella—. ¿Has escuchado la música de los faunos?
—¡Lizz, piensa por una vez! —Exclamó él.
—¿Pensar qué? —Dijo ella.
—¡Él te está controlando! Una simple mirada basta, ambos lo sabemos —Dijo Liam.
—Lamento decepcionarte pero mi control sobre otras personas es nulo por no decir inexistente —Dijo Damon y Liam le echó una mirada asesina.
—Estás mintiendo —Dijo Jess y retrocedió con cuidado y atemorizada un paso—. Siempre mentiste. Eres uno de ellos.
Lizz vio enseguida la intención de Jess en sus ojos y reaccionó al instante. Otra vez le apuntó y ella se congeló en su lugar, Lizz no podía simplemente permitir que huyera y luego develara el secreto de Damon a todos. Ella sabía que si Jess intentaba algo un simple disparo al tobillo bastaría.
—Jess, dame tu celular —Dijo Liam.
Lizz suspiró con incredulidad y cansancio antes de bajar otra vez el arco y la flecha. Le echó una mirada de advertencia a Jess para que no intentara nada, ella podía llegar a ser muy rápida en volver a apuntar y disparar y realmente prefería no tener que herir a la muchacha.
—¿Liam, realmente? —Preguntó Lizz—. ¿Qué harás?
—Sacarte de aquí y advertirle a la Sociedad —Dijo él.
—No puedes estar hablando en serio —Dijo Damon y Liam lo miró seriamente—. Sabes, preferiría que no fueras un estorbo para mí. Puedo dejarte inconsciente antes de que marques un número.
—Puedo herirte con mi sable antes de que lo intentes —Dijo él y Lizz puso los ojos en blanco.
—Hombres, siempre compitiendo por quien mata al otro primero —Dijo ella y suspiró con exasperación—. Caballeros, a diferencia de ustedes, yo puedo apuntar dos flechas a la vez y darles a ambos objetivos así que si ambos se atacan entre ustedes ambos terminarán con una flecha en algún lado. Realmente, desearía no desperdiciar dos flechas en esto.
—¡Te está controlando! ¡Es como un monarquista pero vivo! —Dijo Liam—. Lizz, piensa coherentemente por tan solo un segundo.
—Tú piensa coherentemente un segundo y date cuenta de que hasta el momento no te he callado por más de la amenaza que representas para mí —Dijo Damon y él lo fulminó con la mirada.
—No tengo idea de lo que habrás hecho para que mi hermana confíe en ti pero no funcionará conmigo —Dijo él y puso una mano sobre la empuñadura de su sable—. Apenas salga de aquí no descansaré hasta que la Sociedad sepa y se ocupe de ti.
—Entonces te demando —Dijo Lizz tranquilamente y se apoyó contra la pared del pasillo, Liam la miró incrédulo.
—¿Qué? —Dijo él y ella sonrió ante su victoria.
—Artículo cincuenta y nueve, párrafo tres, línea siete de la ley universal de la Sociedad —Dijo ella y su sonrisa se ensanchó—. Cada miembro de la Sociedad que se encuentre en una condición fuera de la considerada normal tiene derecho a ocultarse si lo desea y mantener su secreto a salvo de la Sociedad. Es parte de la reforma que hubo hace unos años.
—¡Eso es ridículo! —Dijo Jess.
—¿Quieres confirmarlo? —Dijo Lizz mirándola con curiosidad y luego se fijó en Liam—. ¿Romperás la ley hermano? Es curioso que la única ley que sé recitar completamente de memoria sea de gran utilidad ahora. Te puedo decir el año en el que fue creada y quien inició el proyecto si quieres. De hecho, hasta puedo conseguirte el teléfono del miembro del parlamento en Londres que se ocupa de aquella parte de la ley.
—Es imposible —Dijo Liam.
—¿Recuerdas cuando teníamos cinco años y bromeabas diciendo que un día me demandarían por presentarme con otro nombre? Adivina qué, yo soy un caso especial como esa ley indica y puedo dar otro nombre sin problema si lo deseo —Dijo ella e hizo un ademán con la cabeza—. Él es un caso especial y si recurres a la Sociedad estarás rompiendo la ley. Estoy en todo derecho de demandarte por ello.
—No estás en condiciones con la Sociedad como para hacerlo —Dijo él y Lizz se hundió tranquilamente de hombros.
—Encontraré a otro que lo haga por mí, no me importa —Dijo ella.
—Lizz, no quieres hacer esto, no realmente. Entiéndelo, él te está controlando —Dijo Liam suavemente y ella puso los ojos en blanco.
—¿Tienes un encendedor? —Preguntó y su hermano la miró incrédulo, ella tanteó sus bolsillos—. Sabes, todo esto del supuesto estado mental frágil y que la Sociedad me quitara todas mis cosas no es muy conveniente. ¿Tú tienes Jess?
Ella buscó rápidamente en sus bolsillos y le lanzó uno aún atemorizada y vacilando. Lizz lo atajó en el aire y frunció el ceño al observarlo.
—Dile al hombre que te dio este encendedor esta mañana que deje de usarlo para fumar drogas —Dijo ella y Jess soltó un pequeño grito de sorpresa.
Lizz lo ignoró totalmente y se acercó hasta su hermano. Encendió al instante la llama y sostuvo el encendedor delante de ella. Abrió ampliamente los ojos y se lo mostró a Liam.
—¿Ves la llama reflejada en mis ojos? —Preguntó ella.
—Sí —Dijo Liam sin comprender del todo la situación, ella apagó el encendedor.
—Si eres controlado por otra persona la llama no se refleja en tus ojos —Dijo Lizz y le lanzó de vuelta el encendedor a Jess quien no lo atrapó muy hábilmente—. Aprende algo de una cazadora. ¿Ahora estás convencido o seguirás con tu paranoia? Porque si quieres otra prueba también puedo decirle a todos que duermes en casa abrazado a un oso de peluche.
—Ok, eres tú —Dijo Liam y suspiró antes de levantar ambas manos—. Me rindo, tú ganas Lizz.
—Jess, la amenaza también va para ti. Si dices algo cualquiera se encuentra en derecho de demandarte libremente por incumplimiento de la ley —Dijo Lizz y sofocó una sonrisa pero no pudo evitar que sus labios se curvaran ligeramente—. Y dicen que la pena por romper esa ley puede llegar a ser muy dura.
—Pero... Pero... —Tartamudeó ella y Lizz suspiró exasperada antes de mirarla.
—¿Pero qué? Las cosas no cambian solo porque ahora sepas algo que antes no. Si quieres olvidar dame una hora que encuentre algún hechicero y logre conseguir una poción para eso —Dijo Lizz.
—¡No! —Dijo Jess en un grito ahogado y Lizz ladeó la cabeza al mirarla con curiosidad.
—¿Entonces cuál es el problema? —Preguntó y Jess se llevó una mano al cuello.
—Es uno de ellos —Dijo con cuidado.
—¿Alguna vez me he abalanzado sobre ti para tomar tu sangre? —Preguntó Damon y ella negó con la cabeza, él frunció el ceño—. La situación no cambiará, tu sangre me resulta un asco. Demasiado impura y sucia para mi gusto.
Jess aflojó el agarre sobre su cuello. Aquel sujeto parado en la puerta de su departamento con su molestia y sus comentarios carentes de sentimiento definitivamente era el Damon que ella conocía. Hizo una mueca al saber lo que pensaba de su sangre, ella realmente no se había esperado aquello.
—Solo por preguntar. ¿Alguno tiene preparada otra escena? Porque esto ya ha sido suficientemente ridículo y estúpido para un día —Dijo él.
—Si se te ocurre siquiera considerar algo respecto a la sangre de mi hermana o intentas controlarla... —Dijo Liam levantando una mano y Damon se deshizo de ella sin cuidado.
—Perdí el control sobre las personas hace años y créeme que ahora lo extraño, podría deshacerme de ti con solo una palabra —Dijo Damon.
—Será mejor que empieces a hablar si no quieres que te mate por mi cuenta sin importar las consecuencias —Dijo Liam.
Él entró al departamento sin siquiera ser invitado. Lizz suspiró ante la exageración de la situación de parte de su hermano. Le echó una significativa mirada a Jess antes de entrar también. Recuperó las cerezas que había estado comiendo y miró cómo Jess entraba vacilante al departamento antes de que Damon cerrara la puerta detrás de ella.
Liam ya se había instalado en el sillón y lo miraba furioso demandando una explicación pero Damon apenas si pareció reconocer su presencia. Él se apoyó tranquilamente contra el muro frente a Liam y le sostuvo la mirada. Jess se mantuvo tan alejada como permitía la sala de estar y siempre tocando nerviosamente su cuello.
—No muerde —Dijo Lizz con indiferencia y se llevó una cereza a la boca.
—Al menos ahora algo tiene sentido —Dijo Liam y bufó—. Dale cerezas a mi hermana y ella hará lo que desees.
—Gracias por el dato —Dijo Damon y Liam lo fulminó con la mirada.
—Liam, tú matarías por una buena cosecha de vino —Dijo ella y saltó sobre el sillón para sentarse a su lado—. ¿Jess, pasarás el resto de tus días cubriéndote el cuello?
—Ya te dije, la sangre neoyorquina me resulta repugnante —Dijo Damon.
—Sí, creí haberte oído decirlo hace unos minutos —Dijo Lizz.
—Igual —Dijo Jess—. Siento que me morderá apenas deje de mirarlo.
—¡Por Dios! —Exclamó Damon y tiró de su cabello—. Son este tipo de cosas las que realmente molestan. ¿Ves que mis dientes sean los de un monarquista? ¿Realmente crees que me abalanzaré sobre ti para morderte? ¡No soy uno de ellos! —Dijo él y abrió la boca—. ¿Ves algún diente fuera de lo normal? ¡Lo que piensas es tan ridículo como lo que debe pensar el niño bonito! Malditos estereotipo y prejuicio. ¡No soy un monarquista!
—Es una falta de respeto —Dijo Lizz tranquilamente y se llevó otra cereza a la boca—. Es como cuando a un leprechaun le dices duende, deberías ver cuánto les molesta eso. Un verdadero cazador sabe respetar a cualquier ser en todo sentido.
—Pero yo no soy ninguna cazadora y no quiero estar aquí —Dijo ella.
—La ignorancia ante el temor, típico de esta época —Dijo Damon y se sacó sus lentes—. Sabes, en mi tiempo la Sociedad trataba a los demás con la cruda verdad sin importar cuan terrible fuera o la edad. Y si a un niño de tres años le tenías que decir que sus padres habían sido brutalmente asesinados de un modo sádico y terrible inimaginable se lo decías.
—Tu archivo no existe —Dijo Liam y Damon sonrió.
—¿Cómo existiría el archivo de alguien que desapareció? En esos años se quemaban los archivos de los miembros desaparecidos —Dijo él—. Me ocupé de eliminar el archivo de mi padre. ¿Quien notaría la falta del archivo de un extranjero muerto sin un solo lazo en esta tierra? El archivo de mi madre tampoco fue muy difícil de eliminar y hasta el momento aún no se ha inventado el modo de leer cenizas.
—Te olvidaste de eliminar el archivo de tu novia donde aparecías directamente relacionado con ella —Dijo Liam y Lizz vio la mano de Damon crisparse enseguida.
—Ex novia —Dijo él con cuidado.
—Eso no importa —Dijo Liam—. Llevas un siglo y medio desaparecido, creo que con tantos años viviendo deberías poder convencerme de por qué debería dejarte con vida y no matarte ahora mismo.
—Sí importa, al menos para mí —Dijo Damon—. Ustedes se quejan de sus problemas de amor de ahora. ¿Qué hubieran hecho si los hubieran obligado a casarse con alguien por simple conveniencia? ¿Qué hubieran hecho si otros hubieran manipulado sus vidas a su antojo? No tienen idea de la suerte que en realidad tienen. ¡Y se atreven a quejarse! ¡Desde que tengo diez años que arreglaron mi compromiso con esa arpía!
—Te dije que era una perra —Dijo Jess y Lizz la miró sobre su hombro.
—Créeme que te quedas corta con las palabras, no la has visto —Dijo ella.
—¿Qué? —Dijo Liam y miró furioso a Damon—. ¿Expusiste a mi hermana a una monarquista?
—No fue su culpa —Dijo Lizz—. Además, Elizabeth no es lo que crees.
—Es una cazadora, una demasiado buena y hábil para mi gusto —Dijo Damon—. Y tiene un control sobre los demás muy fuerte, los distrae para que no noten lo que es.
Lizz murmuró un improperio contra ella en irlandés y Liam al instante la golpeó levemente con su codo ante lo que dijo. Ella lo miró molesta antes de comer otra cereza.
—Controla tu vocabulario —Murmuró él.
—Es verdad aunque no lo creas —Dijo ella tranquilamente.
—No me importa si es verdad o no, no hablarás así en mi presencia —Dijo Liam.
—Trato hecho —Dijo Lizz y comió otra cereza.
—¿Qué dijo? —Preguntó Isabelle.
—Nada que piense traducir —Dijo Liam con el ceño fruncido y miró a Damon—. Conociste a mis padres. ¿Sí o no?
—Sí —Dijo él y suspiró—. Mis condolencias por lo sucedido, si había algo que ellos realmente no merecían era la muerte.
—Tomabas sangre cuando los conociste —Dijo Liam.
—Ya no tomo —Dijo Damon y lo miró seriamente.
—No te creo —Dijo él.
—Ya no tomo sangre, al menos no del modo en que solía hacerlo, al menos no del modo en que lo hace un monarquista —Dijo Damon—. Me abstengo. Es por eso que tengo limitaciones, es por eso que ahora no te puedo decir que te vayas y obedezcas sin decir palabra alguna. Cuanta más sangre tome más me parezco a ellos pero como no lo hago...
—¿Cuántos años de abstinencia? —Preguntó Liam seriamente.
—La misma cantidad de años que tienes tú —Dijo Damon.
—¿Qué sigue? ¿Me dirás que te enfrentas con los monarquistas? —Preguntó Liam.
—No puedo. Tratado de paz —Dijo Damon y dejó caer sus manos. Suspiró—. Yo no los ataco y ellos no me atacan.
—¿Por qué no? —Preguntó Jess.
Damon bajó la vista. Se pasó una mano por el cabello y luego tocó como si fuera con necesidad la cadena de su cuello.
—Ella es la monarquista más poderosa en toda la costa este por no decir un cuarto del país. Es la matriarca. No hay nadie sobre ella y nadie cuerdo se atreve a enfrentarla. Ella es mi dependencia —Dijo Damon y aferró con fuerza su cadena—. Mi maldita perdición. Su sangre es mi adicción. Ella me hizo esto.
Lizz desvió su vista y trató de tragar el repentino nudo que había aparecido en su garganta junto con la cereza que estaba masticando.
—¿Y por qué permaneces cerca de ella? ¿No has intentado alejarte? ¿Decir que no? —Preguntó Jess y Damon sonrió tristemente.
—No es tan fácil como crees. Desearía poder hacerlo, desearía poder matarla porque aquella es mi única solución o simplemente decirle que no pero no puedo —Dijo él.
—¿Por qué no? —Inquirió Jess y él suspiró.
—Porque es mi dependencia, porque mi voluntad es totalmente controlada por su sangre —Dijo Damon—. No tengo alternativa.
—Llevas un siglo y medio desaparecido. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Cómo terminaste así? —Preguntó Jess.
—Un maldito compromiso arreglado —Dijo Damon sencillamente.
—Si ella realmente hubiera sido una buena cazadora no hubiera muerto ni mucho menos terminado como una monarquista —Dijo Lizz.
—Tú no sabes lo que es enfrentarse realmente a un monarquista en un duelo. Ahora imagínate enfrentándote al monarca de esta zona —Dijo Damon y ella le sostuvo la mirada de un modo desafiante.
—Si fuera una buena cazadora aquello no le hubiera pasado —Dijo ella.
—¿Crees que lo sé o me importa? Ni siquiera la conocía realmente. No estuve feliz por saber que había muerto. Era solo un chico y no de ese tipo que le desea la muerte a los demás. Pero tampoco me importó y hasta fue como sacarme un peso de encima —Dijo él.
—Yo deseo tu muerte —Dijo Liam y Lizz puso los ojos en blanco.
—La muerte sería mejor a esto. Me metí con los monarquista, no debí hacerlo —Dijo Damon y suspiró antes de bajar la vista—. Mataron a mis padres. Huí. Temía que ellos me encontraran y me mataran también y temía que la Sociedad me encontrara y me culpara. A diferencia de ti, yo sí soy culpable de lo que sucedió. Me advirtieron que no me involucrara en asuntos de monarquistas, lo hice de todos modos. He aquí las consecuencias.
—No lo entiendo —Dijo Jess—. ¿Te hicieron esto?
—Ella me hizo esto —Dijo Damon mirándola seriamente—. Ella fue la que se cortó la muñeca, abrió mi boca y me obligó a tomar su sangre. ¿Crees que yo los busqué y pedí que me hicieran esto? ¿Crees que no sabía de antes lo que era un dependiente? Los conozco, a todos y cada uno de los desgraciados que pisaron esta ciudad, vi la desesperación en sus ojos por la sangre y cómo simplemente no tenían control sobre ellos mismos y todo eso no siendo más que un simple miembro de la Sociedad. Yo soy el que descubrió que el cuento de niños era verdad y solamente estaba mal contado. Yo soy el que descubrió dónde está el mercado de sangre y confirmó su existencia cuando la Sociedad hasta el momento sigue sospechando que debe existir algo así. Yo conocí todos los secretos de esta ciudad antes de huir.
—Y todos estos años los callaste y te escondiste. Eres un maldito traidor —Dijo Liam.
—¿Lo soy realmente? Huí para intentar salvarme. Te diré algo Liam, algo que seguramente nadie te contó porque nunca nadie lo supo realmente, algo que la Sociedad mantuvo totalmente oculto todo el tiempo que duró, algo que solamente un sanador podía saber en ese entonces y debía callar si no quería problemas —Dijo Damon y se inclinó al estar frente a Liam—. En mi tiempo no había caso de mellizos. ¿Sabes por qué? Porque mataban al mellizo de la mala suerte apenas nacía sin decirle nada siquiera a la familia
Lizz sintió su sangre congelarse totalmente. Aquellas palabras fueron como un balde de agua helada para ella. Hacía años que algo no le afectaba de aquel modo. Aún podía recordar que había tenido la misma reacción la vez que había oído algo similar pero esta vez era peor porque se trataba de su condición la que exterminaban y no la de otro.
La reacción de Liam no fue muy diferente, él no dijo nada y simplemente se quedó en silencio como si le estuvieran hablando de su misma muerte.
—¿Acaso tú no hubieras hecho lo mismo? ¿No hubieras pensado en huir con tu hermana y ocultarla de la Sociedad para salvarla? Te puedo asegurar que tus padres lo hubieran hecho —Dijo Damon—. ¿Te imaginas? En esos años quizás que habías tenido un mellizo y nunca sabrías de él.
—Eso es imposible —Dijo Jess espantada y Damon se puso en pie.
—Es cruel e inhumano —Dijo Lizz molesta y frunció el ceño—. ¿Acaso no tenían un mínimo de respeto por la vida? ¡Tenemos derechos también! —Exclamó.
—Sigue existiendo aunque ya no es tan cruel. Se ofrece la opción. A tu madre le ofrecieron la opción de matarte —Dijo Damon y Lizz reprimió un gemido. No, aquello no podía ser cierto, no sonaba real—. ¿Nunca notaste que los casos de mellizos son casi nulos? Eso es porque la mayoría no llega nunca a saberse. Ellos eligen esa opción, la que tú crees que no debería existir. ¿Pero dejarías vivir a alguien el poco tiempo que tenga solamente para que sufra?
Lizz no respondió. Recordó cómo no podía cerrar simplemente la puerta de la casa, cómo la primera vez que había tomado un arco no había podido sostenerlo por mucho tiempo y tampoco había podido tensar correctamente la flecha. Recordó que un simple estornudo la hacia escupir sangre y seguía haciéndolo.
Pero ella había tenido suerte. ¿Y los que no? La habían cuidado como si fuera de cristal sus primeros años y luego su estado había sido mejor de sobrellevar una vez que había cambiado su situación. ¿Y si aquello nunca hubiera pasado? ¿Y si ella nunca hubiera conocido las propiedades mágicas del Lago Hin? No seguiría viva en ese entonces como la mayoría de los que compartían su condición.
—Pero ella está bien. Convivió conmigo todo este tiempo y no he notado nada alarmante —Dijo Jess.
—El problema con ella no es ahora, fue antes —Dijo Damon y se dio vuelta para alejarse. Lizz supo que en realidad fue porque no se atrevía a mirarla cuando lo escuchó continuar—. Ella debería estar muerta. Lo estaría si Saoirse no hubiera hecho una locura al llamarme y yo no hubiera arriesgado mi cuello al acudir. Supongo que más de un siglo viviendo te da suficiente conocimiento como para poder salvar a una niña de una muerte segura.
Ella retorció sus manos con inquietud, necesitaba controlarse o empezaría a hacer lo indebido frente a todos. La tentación estaba allí rascando su mente como si se tratara de afiladas garras, haciendo lo mismo que ella sentía deseos de hacer sobre su piel pero se contuvo. Respiró profundo y trató de calmarse.
—Estás mintiendo —Dijo Liam, él definitivamente no quería creer que estaba escuchando la verdad. Damon se dio vuelta y lo miró—. Estás mintiendo. Mi hermana no estuvo al borde de la muerte.
—¿Quieres conocer la verdad niño bonito o seguirás engañándote porque te aterra considerar que algo pudiera sucederle? ¿Tienes idea de cuántas veces ella se desestabilizó con menos de un mes de vida? Tus padres vivieron el peor mes de sus vidas temiendo mientras tú no dejabas de llorar por lo que sucedía. Cuando los médicos dijeron que la próxima vez que sucediera ya no habría nada que hacer Saoirse me llamó llorando y totalmente desesperada —Dijo Damon—. Ella sabía que no debía llamarme. Contactarte conmigo es exponerte a Elizabeth. Y ella se arriesgó igual a llamarme y yo arriesgué mi cuello al escabullirme de esta ciudad para ir a Dublín.
—Necesito aire —Dijo Lizz.
Se puso en pie y sintió todas las miradas clavadas en ella. No necesitó más de tres segundos para saber qué pensaba cada uno y suspiró. De un modo u otro, ella no podía quedarse y escuchar lo que sabía que continuaba. Se forzó a sonreír ligeramente, a mostrar su mejor sonrisa fingida de modo que nadie lo notó.
—No me alejaré mucho. Vuelvo en unos minutos —Dijo.
No le dio tiempo a nadie para que objetara. Simplemente salió del departamento. Segundos después se sentó al final del pasillo. Había una ventana sobre ella que dejaba entrar la luz del día y la reflejaba en el suelo. Ella ladeó la cabeza y luego sonrió ligeramente mirando el suelo al ver la sombra de un halcón.
—Sé que estás aquí. Esto es bastante lejos de casa. ¿Verdad?
Ella se puso en pie y se acercó a las escaleras de servicio. Nadie notaría si partía unos pocos minutos y no le vendría mal estirar las piernas un poco. Cerró la puerta detrás de ella y simplemente comenzó a bajar los escalones.
Liam mantuvo fruncido el labio unos segundos más luego de ver a su hermana partir. Alejó casi con repulsión las cerezas que ella había dejado. Años habían pasado y él seguía sin saber cómo era posible que ella adorara tanto las cerezas mientras que el resto de su familia las aborrecía.
—¿Ella está bien? —Preguntó Jess.
—No le gusta que le recuerden su condición y mucho menos cuando cree que están diciendo una verdad —Dijo Liam.
—Eso es porque estoy diciendo la verdad —Dijo Damon.
—¡Eso no es cierto! —Exclamó Liam.
—¿Sabes qué? Cree lo que quieras pero detente a pensar por un segundo al menos por qué tu hermana sigue viva cuando la naturaleza indica que debería haber muerto hace años —Dijo Damon y Liam se quedó en silencio—. Si ella sigue viva es porque yo acepté salvarla, porque tengo tantos años de conocimiento que mi experiencia me permite tratar un caso así. Ningún otro sanador lo hubiera hecho y eso es porque no les gusta ocuparse de algo para que luego vuelva a ocurrir, no quieren hacerse responsables de algo así. ¿Te imaginas? ¿Salvarle la vida a alguien siendo consciente de que sufrirá el escaso tiempo de más que le hayas dado? ¿Le salvarías la vida a alguien solo para prolongarle el sufrimiento a él o ella y a sus seres queridos?
Liam se quedó en silencio sin siquiera permitirse considerar aquella pregunta. Recordó con horror las veces que su hermana había estado enferma y cómo tanto él como sus padres se desesperaban ante aquello. Recordó a sus padres peleando por un tercero que él nunca antes había oído nombrar o a su madre aferrada con desesperación al teléfono mientras se decidía por marcar o no un número. En aquel momento todo le había parecido tan insignificante, tan fuera de sentido y lo cierto era que por más curiosidad que él hubiera tenido, por más deseos de tratar "asuntos de grandes", sus padres nunca le habían dado la mínima oportunidad de saber qué se traían entre manos.
—Hace catorce años mi hermana estuvo muy enferma de la garganta. ¿Verdadero o falso? —Dijo Liam.
—Verdadero. Saoirse me llamó a los nueve días cuando el médico que la atendía dijo que si aquello continuaba tendrían que operarla y ella sabía que su hija no sería capaz de soportar la anestesia —Dijo Damon tranquilamente.
Liam palideció pero se negó a demostrar que aquella información era nueva para él. Había visto a su madre en pánico luego de haber hablado con el médico que había revisado a Lizz pero él siempre había desconocido la verdadera razón. Luego ella simplemente se había desesperado por tomar el teléfono aprovechando que su esposo no se encontraba y se había encerrado en su habitación.
—Te llamó —Dijo él.
—Una tontería de su parte, una realmente grande. Casi me dio un ataque cuando oí su voz al otro lado de la línea. ¿Tienes idea de qué hubiera pasado si Elizabeth hubiera sabido de aquella llamada? Hubiera rastreado y matado a tu madre y tú tendrías demasiada suerte si continuaras con vida hoy —Dijo Damon.
—¿Acaso no tienes libertad? —Preguntó Jess indignada y Damon rió tristemente.
—¿Libertad? —Repitió él incrédulo y rió otra vez—. Las monarquistas son los seres más posesivos y celosos que existen. Ella simplemente te mataría si supiera que ahora estás aquí. De hecho, lo hubiera hecho con gusto hace tiempo. Tienes suerte de nunca haberla visto o que ella nunca te haya visto.
—¡Es ridículo! —Exclamó Jess.
—No soporta que haya otra cazadora en el estado. ¿Y tú te preocupas por eso? Si ella apareciera ahora de imprevisto te mataría sin pensarlo. Pero no lo hará. No se atrevería a venir aquí y humillarse luego de yo haber cortado con ella hace unas noches —Dijo él.
—¿Y qué hay de Lizz? —Preguntó ella y Damon se pasó una mano por el cabello.
—Eso es más complicado —Dijo él y Liam se puso abruptamente de pie.
—¿Qué quieres decir? —Dijo intentado controlar la furia en su voz y miró aún con más odio, si eso era posible, a Damon—. ¿Acaso te atreviste a exponer a mi hermana a esa monarquista? ¿Te haces una idea de lo que podría haber pasado? ¿Por qué diablos la arriesgaste de ese modo?
—¡No fue mi intención! —Dijo Damon—. No deberían nunca haber sabido la una de la otra.
—¿Y qué te hace pensar aquello? ¿El hecho de que seguramente Lizz quiera matarla por ser una monarquista o que tu maldita novia quiera matarla y tomar su sangre? —Preguntó Liam furioso.
—Ex novia —Corrigió Damon otra vez mientras intentaba calmarse. Apretó los dientes—. Tu hermana está sana y salvo por si no lo viste, su vida casi cuesta la mía. Y ya le dije que se mantuviera alejada de ella.
—¿Y tú crees que te obedecerá? —Preguntó Liam y rió. Damon lo miró seriamente.
—Yo sé que Elizabeth nunca hace el trabajo sucio por su propia cuenta así que no irá a buscar a tu hermana —Dijo él—. Necesitas más que otra cazadora para conseguir que ella misma salga a buscarla. Puedes decir que no conozco del todo a tu hermana pero no puedes negar que conozco perfectamente a la otra.
—Si algo le llega a suceder a mi hermana serás el primero al que busque y te mataré —Dijo Liam y lo miró seriamente—. Porque serás el culpable, lo sé. No deberías ni estar cerca de ella. No lo estarás, yo no permitiré que así sea. Eres un maldito dependiente, una escoria de la naturaleza, un ser que no debería existir. Deberías estar arrepentido del momento en que la adicción pasó a dominar tu voluntad. Jamás deberías haberte acercado a mi hermana porque ahora, si a ella le sucede algo, será por tu maldita culpa.
—Si no fuera por mí tu hermana ya estaría en manos de monarquistas o muerta. Si no fuera por mí ella se seguiría cortando y tú no sabrías nada al respecto —Dijo Damon—. Yo estuve para evitar que continuara hiriéndose cuando tú andabas muy ocupado con tus caprichos.
—¿Y acaso me dirás que no lo hiciste porque su sangre te tentaba? Ella puede caer fácilmente en tus engaños pero no yo. La sangre te tentaba, por eso lo hiciste —Dijo Liam.
—La sangre no me domina. Además, si esa hubiera sido la razón, entonces hubiera dejado que se quemara o aún mejor, que la hipotermia la matara —Dijo Damon molesto.
—No confío en ti. No me importa lo que digas no confío en ti y no te creo. ¿Sabes por qué? Porque debe haber alguna razón por la que mi padre me advirtió de ti y me dijo que cuidara a Lizz. ¿Qué clase de juego es este para ti? ¿Qué es lo que ella realmente representa para ti? —Preguntó Liam y apretó los dientes—. Si no es más que un trago para ti te mataré. Atrévete a acercártele, a simplemente considerar la idea de morderla y juro que lo próximo que sentirás será mi sable atravesando tu corazón.
—En todo este tiempo no he probado ni una sola gota de su sangre y mira que he tenido oportunidades —Dijo Damon seriamente y Liam le sostuvo la mirada.
—Y será mejor que continúe así si no quieres perder tu vida o lo que te queda de ella —Dijo él.
Ambos se miraron con odio y furia, ninguno quería ceder ante el otro o hacerse a un lado. Su relación desde la primera vez había sido entre odio y peleas y ahora la situación tan solo lo empeoraba. Realmente parecía que los dos muchachos estaban dispuestos a comenzar una pelea en medio de la sala de no ser porque el ruido de la puerta captó su atención.
Ambos miraron casi al instante a Lizz entrar con su silencioso pasó y cerrar la puerta detrás de ella. Quizás si otro cazador hubiera estado en la sala hubiera notado casi al instante los imperceptibles copos de nieve que aún quedaban sobre su cabello o los rastros en sus ropas. También hubiera notado que ella parecía no tener frío a pesar de su poca ropa o que había dejado su abrigo en el departamento.
—¿Interrumpo algo? ¿Acaso estaban a punto de besarse por su proximidad o algo así? —Preguntó ella—. Liam, un poco de consciencia, no creo que esté bien algo así con un dependiente.
—Es bueno oír aquello de ti —Dijo Liam y se alejó. Lizz rió.
—Por favor no me digas que has sido capaz de pensar que yo...
—¡No! —Exclamó él al instante ante lo que aquella idea le resultaba—. Dios, no. Sería lo único que me faltaría.
—Es bueno saber que aún no me crees capaz de semejante osadía. He venido a despedirme ya que no hay nada más que hacer aquí, tengo otros asuntos —Dijo ella.
—¿Tienes cinco minutos? —Preguntó Damon y ella ladeó ligeramente la cabeza—. Tengo algo que quizás te interese.
Él sacó un papel doblado de su chaqueta y se lo entregó. Lizz desdobló el papel y lo examinó rápidamente. Frotó sus dedos contra la hoja para sentir su textura y luego lo olfateó. Frunció ligeramente la nariz antes de leer lo que estaba escrito. Permaneció en silencio durante unos segundos, observando y analizando la hoja mientras se decidía por qué hacer.
—¿De dónde has sacado esto? —Preguntó finalmente.
—De ningún lugar que tú puedas ir. Lo robé —Dijo él y aún así ella continuó meditando.
—Esta mañana —Dijo ella y pasó los dedos sobre la parte escrita. Frunció el ceño—. No fue escrita hace mucho. Un miembro de la Sociedad. Cinco monedas de oro a que se trata de un aprendiz. La escribió apurado y sin mucha luz, de noche deseando no ser descubierto. Hay manchas de tinta y las letras al final de las palabras están terminadas abruptamente, tenía miedo. Mucho miedo, su mano temblaba al escribir y la hoja está arrugada. Sin embargo hay algo que me desconcierta. Cierto perfume francés que solo se consigue en Marseille durante el otoño y cuyo precio es bastante elevado como para que pueda comprarlo cualquiera. Ella encontró la carta y la tomó. Supongo que eso me acorta el tiempo, tendrá que ser algo rápido y limpio. Un tres domino bastará, o quizás un tiro C.
Entonces levantó la vista y miró a los demás con curiosidad al ver que estaban sorprendidos. Se había olvidado por un momento que no estaba en Irlanda con sus compañeros planeando otro de sus trabajos. Dobló la carta nuevamente midiendo con mucho cuidado y precisión cada movimiento y sin quitarles la vista de encima. Ella sonrió ligeramente, casi avergonzada.
—¿Qué? Ya sé que mi análisis de una carta no es muy bueno pero tampoco creí que sería pésimo como para que me miren así —Dijo ella—. No soy muy buena en este tipo de cosas, veo menos de lo que hay, lo sé.
—¿Pésimo? ¿No muy buena? —Repitió Jess incrédula—. ¿Cómo demonios has podido deducir todo aquello en tan solo un minuto? ¿Y te atreves a decir que tu análisis no es muy bueno?
—Bueno, la luz no es muy favorecedora y no es que tenga los elementos necesarios para examinar correctamente la carta —Dijo ella—. Es lo máximo que puedo decir con un simple vistazo.
—¿En qué andas metida Lizz? —Preguntó Liam.
—La razón por la que aún no me decidí a escapar del país ilegalmente —Dijo ella y levantó la carta—. Marcus Zarabeth o mejor aún, Marcus Dunne. El único familiar que queda con vida, el hijo de Gael. No lo dejaré aquí y lo condenaré, no mientras pueda evitarlo.
—¿De qué estás hablando? —Preguntó Liam tranquilizándose y ella le pasó la carta.
—Es nuestro primo —Dijo ella mientras Liam leía la carta—. No perdonaré a Gael por su actitud hacia nosotros todos estos años pero no pienso condenar a un inocente a sufrir el mismo fin o peor.
—Está en poder de los monarquistas —Dijo Liam sorprendido—. Es demasiado arriesgado. No podemos ayudarlo.
—Es nuestra familia, lo único que nos queda de ella —Dijo Lizz.
—¡Lo sé! Pero es muy arriesgado y ni siquiera lo conocemos —Dijo él—. ¿Crees que no quiero ayudarlo también? ¿Piensas que me siento bien al decir esto? No sé si para los cazadores será igual pero al menos entre los míos hay una regla y es nunca dejar a alguien atrás. ¿Crees que me gusta tomar esta decisión? Supongamos por un momento que lo hacemos, que intentamos rescatarlo. ¿Cómo estás segura de que continuará con vida para esa fecha y no nos arriesgaremos en vano?
—Cinco días —Dijo Damon y ambos lo miraron—. Eso es lo que le toma a matar a un niño. Cinco noches.
—Tenemos tiempo entonces —Dijo Lizz de inmediato—. Liam, por favor. Es uno de nosotros y lo quieras o no también puede ser el único modo de probar mi inocencia en el asesinato de Gael —Solo entonces Liam dejó de negarse y la miró—. Sabes que tengo razón. Es probable que él sepa quien es el verdadero asesino o al menos que pruebe que yo no fui.
Liam permaneció en silencio mientras lo consideraba. Ella sostuvo la respiración. No le costaba deducir lo que su hermano estaba pensando y sabía qué diría él. Una y otra vez ella rememoró la carta, había sido un error entregársela a Liam y ahora necesitaba recuperarla. Cerró fuertemente las manos de modo que sus propias uñas la lastimaron cuando vio que Liam se disponía a hablar y sabía lo que diría.
—Ok, lo rescataremos —Dijo Liam y entonces la miró—. Pero tú no vienes.
—¿Qué? ¡Eso no es justo! —Exclamó Lizz.
—Lo quieras o no los monarquistas te quieren a ti, no permitiré que te suceda algo —Dijo él—. Puedes ayudarnos si quieres pero no permitiré que te acerques ni un paso al lugar el día de la fecha o que corras peligro.
—Mi puntería es la mejor que puedes tener y lo sabes —Dijo ella estando frente a él—. Puedo cuidarte las espaldas perfectamente y a una distancia segura si eso te complace. Me necesitas.
—Necesito que no corras peligro —Dijo él.
—Estarás tratando con otra cazadora, tú no la conoces tanto como puedo llegar a conocerla yo —Dijo ella.
—Pero tú no la conoces más que yo —Dijo Damon seriamente y ella lo desafió con la mirada—. Y no sabes tratarla del mismo modo que yo. Ella todavía quiere tu vida y yo todavía tengo una promesa que cumplir con tu madre. No te acercarás a ella otra vez mientras yo pueda evitarlo.
—¿Y entonces qué harán? ¿Presentarse en el lugar y la hora que dice ahí el día indicado? ¿Esperar sobrevivir a eso? —Preguntó ella y sonrió con malicia—. ¿A cuántos trabajos de este estilo se han dedicado ya? Solo por curiosidad.
—Yo puedo encargarme de Elizabeth —Dijo Damon.
—Y yo de sacar al chico —Dijo Liam y Lizz le arrebató la carta.
—¿Cómo? ¿Yendo a una dirección que no conoces? Has pasado todos tus días en la Sede, yo he pasado mis días en la calle —Dijo ella y una de las comisuras de sus labios se elevó más—. Ni siquiera debes saber cómo llegar.
—Yo sí —Dijo Jess—. Puedo ayudar. Conozco hasta los rincones más oscuros de esta ciudad. Puedo ayudarlos a llegar a dónde necesiten.
—Perfecto —Dijo Liam y le sostuvo la mirada seriamente a su hermana—. ¿Quieres ayudar? Puedes hacerlo. En la retaguardia.
—Entonces necesitarás toda la ayuda extra que puedas encontrar —Dijo ella y le sostuvo fuertemente la carta contra el pecho—. Porque no ayudaré en algo donde solo sea un simple adorno, una muñequita de cristal —Lizz se alejó. Se detuvo al abrir la puerta antes de partir y miró sobre su hombro—. Y solo para lo que sepas, una flecha puede llegar a ser aún más rápida y letal que tu sable, tan rápida que no sabrás qué sucede hasta que no se incruste en tu carne.
Ella inclinó ligeramente la cabeza mientras lo miraba con indiferencia, luego simplemente cerró la puerta y partió. Liam frunció el labio y permaneció en silencio durante unos segundos más. Pensó en las palabras de su hermana, en lo molesta que ella estaba. No la dejaría arriesgarse de ese modo, ni siquiera consideraba aquella una posibilidad.
—¿Realmente es tan excelente cazadora? —Preguntó Jess.
—Me temo que sí pero no la dejaré formar parte de esto —Dijo Liam—. La quieren a ella, no la dejaré arriesgarse ni aunque sea la mejor cazadora que haya conocido.
—Sí pero lamentablemente es tan buena como su enemiga y nos acaba de engañar —Dijo Damon furioso.
Él le arrebató la carta a Liam y soltó un improperio al ver que aquella no era la carta sino que un mapa impreso con las principales atracciones de la ciudad marcadas. Enseguida corrió tras Lizz pero fue totalmente en vano. No quedaba ni rastro de ella para cuando estuvo en la entrada del edificio y no pudo evitar gritar una maldición.
Walter estuvo a su lado en un segundo al verlo en tal estado.
—¿Qué sucede? —Preguntó.
—Sucede que pasó un siglo y medio y confiar en una cazadora o creer que no se saldrá con la suya sigue siendo igual de estúpido que como lo era en mi tiempo —Dijo él.
Se dio vuelta al escuchar los pasos de Liam y Jess detrás de él. El maestre tenía su vista perdida en la calle y parecía pensativo. Luego de unos segundos finalmente se decidió a hablar.
—No se saldrá con la suya, yo no la dejaré. No hay nada que pueda hacer para evitarlo y recuerdo perfectamente los datos de esa carta —Dijo Liam—. Tú sabes tratar a la monarquista, yo sé tratarla a ella. Realmente no hay nada que pueda hacer.
—Espero que tengas razón —Dijo Damon.
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