Capítulo 21

Cuando Niall había dicho que estaría en cuestión de minutos ella no le había creído realmente. Lizz no estaba al tanto de que el hombrecillo trabajaba también en el Empire State, en otro de sus muchos pisos, y cuando este entró corriendo al piso 81.5 ella había estado ligeramente sorprendida.

El leprechaun se saludó amistosamente con Thomas y luego se dio vuelta y sonrió al mirarla.

—Mi señora cazadora. ¿Qué se le ofrece? —Dijo él.

—Ya te he dicho que puedes llamarme Lizz —Dijo ella.

—Lo siento, falta de memoria —Dijo Niall y se golpeó la cabeza—. Siempre es bueno abandonar el trabajo para juntarse con los amigos. Estoy en mi tiempo libre. ¿Para qué se solicita mi presencia?

—¿Aún quieres hacerme esos zapatos que mencionaste una vez? —Preguntó ella y el hombrecillo sonrió complacido.

Lizz dejó que él le tomara todas las medidas que necesitase y luego partió diciendo que no tenía tiempo que perder. Thomas se puso en pie y buscó entre los estantes hasta dar con un teléfono celular. Lizz lo miró extrañada cuando él se lo entregó y sonrió.

—Nos mantendremos en contacto —Dijo—. Espero no te moleste un poco de tecnología cazadora.

—No estoy acostumbrada a esto pero supongo que me las arreglaré —Dijo Lizz—. Tengo cosas que hacer, te veré más tarde Thomas. Por cierto, eres bueno para levantar el ánimo.

—Es mi especialidad —Dijo él sonriendo.

Ella contuvo una sonrisa y luego partió. Media hora después se encontraba frente a la entrada de la Sede. Se había deshecho de cualquier situación personal o sentimiento como si no fuera más que una simple pelusa sobre su hombro.

Entró sin tener más opción y una vez dentro del ascensor se arriesgó a tocar el botón del piso donde los demás se habían reunido las últimas dos veces. Suspiró y se apoyó contra la pared. Varios pensamientos cruzaron por su mente pero ninguno llegó a afectarla realmente.

Se deslizó fuera sin tener oportunidad alguna de comprender la situación cuando el ascensor se detuvo y Jess se subió tirando de Liam entre risitas para que la siguiera. Él estaba perplejo y confundido y miró a Lizz casi demandando una explicación pero ella no tuvo oportunidad de decirle nada. Las puertas del ascensor se volvieron a cerrar rápidamente y ella quedó en aquella habitación de concreto.

Se dio vuelta y encontró a Jason hablando con Damon, ambos apoyados contra un pilar. Él volvía a ser igual de distante e indiferente que siempre, molesto con todo lo que le rodeaba. Lizz lo miró furiosa pero él no la vio antes que Jason quien se acercó con una sonrisa que ella reconoció con desagrado y sabía perfectamente lo que significa. Una sonrisa de una persona que creía que podía conseguir cualquier cosa que desease, una sonrisa que le desagradaba sabiendo qué era lo que tenía en mente.

—Lizz, qué agradable verte por aquí. Tengo un pequeño problema. Verás, tengo una reservación en un excelente restaurante para el almuerzo y es para dos personas pero lamentablemente no tengo ninguna hermosa chica a la cual llevar —Dijo él.

—Espero que encuentres una —Dijo ella tranquilamente.

—En realidad me estaba preguntando si no querrías venir conmigo, te encantará el lugar —Dijo Jason.

—Ya tengo otros planes —Dijo ella.

—¿Más tentadores que esta invitación? —Preguntó él.

—Jason, no es la invitación, eres tú —Dijo Lizz y sonrió al ver la mandíbula de él caer al suelo ante el rechazo—. Búscate otra chica a quien irle con esa tonta excusa. Una de esas muñecas prefabricadas que se les nota solo con mirarlas que son algo huecas. Seguramente tendrá una mano en tus pantalones antes de que termines de pagar la cuenta. Una de esas será ideal para ti.

Jason estuvo molesto ante el descarado rechazo y la humillación y la miró furioso pero ella le mantuvo la suficiente sonrisa y se deshizo de él con indiferencia. Él continuó con su camino listo para tomar el ascensor e irse. Lizz escuchó cuando las puertas de este se abrieron y se dio vuelta.

—Oh, y Jason, una última cosa —Dijo ella y le dedicó otra falsa sonrisa—. Cómprate una mascota así no estás tan solo y tienes compañía.

Ella escuchó de todos modos el improperio aún cuando las puertas se cerraron pero no le dio importancia. Hubiera sido capaz de ir tras Jason, perseguirlo y alcanzarlo, hacerlo suplicar de rodillas y llorando perdón mientras temblaba de miedo. Y tan solo le hubiera sido necesario su arco y una simple flecha. Pero ella lo dejó pasar, tenía otros asuntos de los cuales ocuparse en aquel momento.

Permaneció donde estaba y miró a Damon. Él la ignoró completamente, ni siquiera levantó la vista para fijarse en ella o dijo alguna palabra. Lizz consideró durante un segundo atacarlo con una flecha pero prefirió esperar. Se quedó en su lugar, con la mirada fija en él, esperando a que hiciera algo o al menos reconociera su presencia. Porque ella quería una explicación y no se iría de allí sin una. Y no le daba miedo ni vergüenza mirarlo, no era de esas personas que simplemente no se atrevían a mirar al otro luego de lo que había sucedido.

Los minutos en silencio le resultaron demasiado cortos pero ella no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente o irse sin haberlo enfrentado. Solo cuando él se puso correctamente de pie y ella supo que estaba dispuesto a partir rompió aquel silencio. Lo vio cruzar tranquilamente la distancia que lo separaba de la salida, como si ella no existiera, como si no estuviera realmente allí, como si no fuera más que una presencia invisible que él trataba de ignorar.

—Al menos podrías tener el coraje de mirarme ya que no hablarás —Dijo Lizz y Damon se detuvo. Supo al instante que no había escogido las palabras correctas, que él seguramente estaría mirándola. Sentía su mirada de soslayo a través de aquellos oscuros Ray—Ban a pesar de no verla—. Ni siquiera te atreves a enfrentarme. No eres más que un cobarde.

—Sí, supongo que lo soy —Dijo él.

Ella no notó el pesar en su voz, prefirió ignorarlo.

—Te odio —Dijo Lizz y él suspiró.

—Es lo mejor —Dijo Damon.

********

Jess empujó a Liam dentro de un oscuro y pequeño cuarto. Al instante cayó sobre una silla y Jess se acercó hasta él. La única iluminación provenía de las múltiples pantallas que había sobre un largo tablero pero esta era muy débil, apenas suficiente como para alumbrar un poco a Liam. Él puso una mano sobre el hombro de Jess cuando ella se inclinó y la detuvo.

—Deja de jugar Jess, sé que esta no eres tú —Dijo él y la muchacha se quedó helada—. Lo sé desde el primer instante. No has estado más que fingiendo, intentando engañarme con aquel respetuoso y perfecto comportamiento. Tranquila, no te haré nada, no estoy molesto. Pero no me gustan las chicas que mienten. No eres mi tipo Jess, simplemente eso. Y aún si lo fueras tampoco te daría una oportunidad. Tengo novia en Dublín y la amo demasiado como para siquiera fijarme en otra.

—Qué suerte por ella. Qué afortunada es —Dijo Jess lentamente y se alejó. Ella estaba incrédula. Completamente en blanco. Nunca antes algo así le había sucedido y nunca antes hubiera imaginado que alguien la descubriría—. Lo siento.

—Ya es tarde para eso —Dijo Liam y dio vuelta la silla—. ¿Puedo saber dónde me has traído?

—No entiendo. ¿Cómo lo supiste? No tiene sentido ni lógica —Dijo Jess aún en estado de shock y Liam la miró sobre su hombro—. Tu hermana...

—¿Crees que no estoy al tanto de las actividades de mi hermana? Yo sé lo que ella hace, que finja creerle cuando me miente es otra cosa. ¿Por qué crees sino que me preocupo tanto por ella en esta ciudad? —Preguntó él y volvió a centrar su atención al frente—. Aquí no está Riley para cubrirle las espaldas y ayudarla ni ninguno de sus otros compañeros. ¿Realmente crees que luego de años de convivir con ella no la conocería a la perfección? Pero a veces es mejor dejarle creer lo que ella quiere y si ella quiere mantener lo que en realidad hace en secreto de mí entonces seguiré fingiendo creerle cada vez que me mienta por más que sepa que me está engañando. Este es el cuarto de vigilancia. ¿Verdad? Hay una cámara en cada parte de la Sede. En Dublín es igual. A veces cuando tengo que hacer guardias nocturnas como parte del entrenamiento les alcanzo comida a los vigilantes de turno.

—Es el único lugar donde no hay cámaras o micrófonos —Dijo Jess.

—Eso es ridículo —Dijo Liam y señaló una pantalla—. Mira, está furiosa. Conozco esa expresión. Cuando se pone de ese modo es porque internamente está pensando en dispararte alguna flecha. Supongo que el sanador hizo algo que la disgustó. ¿Puedes poner el audio?

—Sí —Dijo ella.

Jess se inclinó a su lado y tipeó rápidamente algo en un teclado. Al instante una lucecita verde se encendió en un rincón de la pantalla para mostrar que el audio estaba activado. Liam se inclinó más, observando el video con atención. Jess hizo lo mismo, no podía evitar sentir curiosidad y querer comprender qué estaba sucediendo entre ellos dos.

—Te odio —Dijo Lizz y Damon suspiró.

—Es lo mejor —Dijo él

Ella lo miró aún más furiosa e indignada. Se acercó hasta estar frente a Damon. Quiso golpearlo para que la mirara pero se contuvo.

—Te digo que te odio y me respondes eso. ¿Me puedes explicar? Porque cada vez que creo, al menos por un segundo, conocerte algo pasa y en lo único que pienso es en lo bien que se sentiría dispararte una flecha —Dijo ella molesta—. ¿Por qué? ¿Por qué volviste a cambiar? ¿Por qué ahora me ignoras cuando ayer no me quitabas los ojos de encima? Supongo que valen más tus acciones a tus palabras. ¿Sabes qué es lo peor? Que realmente llegué a creerte, que por primera vez sentí que valía la pena arriesgarse. No eres más que un idiota.

—Repítelo —Dijo él y ella lo miró incrédula—. Vamos, dilo de nuevo. Repítelo.

—¡Eres un imbécil!

Ella no resistió más y finalmente lo golpeó en el rostro. Jess sofocó un grito de sorpresa al verlo y se llevó una mano a la boca. Liam sonrió.

—Desde la primera vez que lo vi que deseo hacer eso —Dijo él.

Lizz estuvo totalmente sorprendida de que él la dejara golpearlo. Ella sabía que podría haberla detenido sin problema alguno, que podría haberse defendido o haber hecho algo al respecto pero no hizo nada de aquello. Se dejó golpear y sus Ray—Ban cayeron al suelo. Y Lizz supo que aquel golpe en realidad le dolió más a ella de lo que seguramente le dolió a él.

—¿Por qué me haces esto? —Preguntó molesta—. Al menos haz algo, di algo, defiéndete.

—No —Dijo él.

—¿Por qué? ¿Por qué haces esto? ¿Acaso no te das cuenta de que solo quiero intentar comprenderte? Quiero una explicación, solamente eso —Dijo ella.

—Cree lo que quieras —Dijo él.

—Entonces voy a creer que esto no es lo que parece, que tú realmente no eres así —Dijo Lizz y él la tomó por las muñecas antes de que se alejara.

—No. No creas eso. Cree lo mismo que los demás creen, cree que realmente no me importas. Dime que me odias, que no quieres volver a verme nunca más, que no me necesitas —Dijo Damon y ella notó la desesperación en su voz—. Por favor. Pídeme que desaparezca de tu vida.

—No —Dijo ella y negó con la cabeza—. Porque estás haciendo todo esto apropósito, porque sé que no es real. Quieres que te vea del mismo modo que los demás, que te odie pero en todo este tiempo por más que te haya insultado, que hayamos discutido, que más de una vez hubiera pensado en golpearte nunca te odié realmente y sé que haces todo esto por alguna razón.

—Te lo pido por favor, cree todo lo contrario —Dijo Damon—. Golpéame, insúltame, dime que me odias. Demuéstralo y no me permitas creer lo contrario.

—No lo haré —Dijo ella.

—¡Hazlo! Dime que me odias, que no me necesitas. Dime que no quieres volverme a ver nunca más —Dijo él—. Hazlo o diré lo que sucedió ayer.

—No me importa —Dijo Lizz y aquello pareció desconcertarle. Era su última opción aquella amenaza por la que ella debería estar alterada y sin embargo no fue así—. No me importa —Repitió—. Tan solo deseo saber por qué. Quiero una explicación. Quiero saber por qué quieres que te odie si sabes que no es así.

—Hazlo, soy capaz de decirlo —Dijo Damon y ella le examinó el rostro.

—No lo harás —Dijo sencillamente—. Tú solo quieres que te odie pero no lo haré.

—Tienes que odiarme, tienes que decirme que no te importo y no quieres volver a verme nunca más. Es por tu bien —Dijo él.

—¿Por qué? ¿Por qué quieres que lo haga? ¿Por qué te esfuerzas tanto en alejarme de ti? Yo sé lo que vi ayer y sé que este no eres tú —Dijo Lizz—. ¿Entonces por qué te esfuerzas tanto por demostrar lo contrario?

—Aprecias la vida. ¿No es así? Entonces mírame a los ojos y repite lo mismo, mírame a los ojos y sigue creyendo que está bien lo que piensas de mí, mírame a los ojos y dime que no estás cometiendo un error —Dijo él y ella no respondió—. Hazlo. Tan solo sostenme la mirada unos segundos. Mírame a los ojos pero no lo hagas como una persona más, hazlo como la hábil cazadora que eres.

Ella lo miró a los ojos e instintivamente quiso retroceder un paso pero no lo hizo. Se sintió al borde de un precipicio como si solo fuera cuestión de un movimiento para caer al vacío. Se sintió como aquella vez que había mirado al monarquista a los ojos solo que ahora era como si el momento estuviera congelado. Ella no había caído al precipicio, no aún.

No quiso responder, se negó a hacerlo mientras trataba de asimilar lo que veía. Luchó contra sus instintos que le decían a gritos qué hacer, que le suplicaban que se alejara y tomara su arco y una flecha.

—Dime qué has visto. Sigue creyendo que lo que piensas está bien si aún puedes. Despréciame de una maldita vez. Deja de contenerte y dispárame —Dijo Damon y ella negó con la cabeza—. ¡Hazlo Ailish!

Se quedó en blanco al escuchar su nombre y siguió negando con la cabeza. Se negaba a hacerlo por más que sus instintos le gritaban que lo hiciera, que estaba cometiendo un gran error.

—Mierda —Dijo Liam y recuperó una postura normal mientras tenía las manos cerradas en puños—. ¿Cómo sabe él eso? Ella no se lo pudo haber dicho. Jamás se lo diría a nadie.

—¿Qué cosa? ¿Qué está sucediendo? —Preguntó Jess pero él no le respondió.

Lizz continuó mirando a Damon. Ella sabía lo que había visto, lo había reconocido a la perfección al verlo como una cazadora y no como cualquier otra cosa. Recordó a qué le había parecido similar su belleza al igual que ahora le parecían sus ojos que lo delataban totalmente.

—No me pides que te odie, no puedo odiarte a pesar de esto —Dijo ella y él se acercó más.

—Elizabeth Ducroq estará incontrolable por esto. A ti te matará y a mí me dejará agonizando en el suelo como la otra noche —Dijo él suavemente—. Ódiame, te lo pido por favor.

Jess hizo a un lado a Liam que se alejó por el empujón y la silla con rueditas y se abalanzó sobre el panel de control. Rápidamente escribió un nombre en el teclado y sonrió al finalmente obtener un resultado luego de días, años, sin tener el menor conocimiento sobre la vida de Damon.

—Lo tengo —Dijo ella—. Elizabeth Ducroq. Hay un archivo con su nombre que por alguna razón no está en la computadora pero sé donde puede estar.

Liam se puso en pie.

—Vamos cuanto antes. Necesito saber quién es él porque al parecer no es quien ha dicho ser todo este tiempo. Tengo que cuidar de Lizz —Dijo él y Jess anotó rápidamente una letra y un número en un papel.

Ambos dejaron el cuarto de vigilancia y rápidamente partieron hacia el piso que contenía los archivos. Quizás si se hubieran quedado un poco más, quizás si hubieran sido pacientes durante el silencio de Lizz, quizás simplemente si a ella no le llevara tanto tiempo asimilar algo que hasta el momento no había creído posible ellos no hubieran tenido necesidad de ir a rebuscar entre papeles.

Lizz suspiró y bajó la vista. Damon la sostuvo unos segundos más y luego finalmente soltó sus muñecas creyendo que ella se había dado por vencida pero no fue así.

—No lo haré. No te odio. Y no me importa que ella quiera matarme, hay muchas otras personas que también lo desean y me tienen totalmente sin cuidado —Dijo ella y levantó la vista para mirarlo—. No me importa lo que digas o quieras que haga, yo sé en qué creer. No te dispararé, no eres como ellos.

—No, soy mucho peor —Dijo él y se deshizo de su chaqueta.

Corrió el cuello de su ropa hasta dejar una piel manchada de sangre y una mordida al descubierto. Lizz miró la herida pero no dijo nada, ni siquiera pareció importarle realmente. Era como si simplemente nada de lo que viera u oyera le afectase.

—No tuve tiempo de curármela. Esto es lo que soy. Una persona que una simple mordida le puede más que cualquier otra cosa. Una persona que se desespera por la sangre de quien lo haya mordido —Dijo Damon y la miró con desesperación a los ojos—. Una persona que es dependiente de los monarquistas. ¿Aún sigues creyendo que está bien lo que haces?

—Te sorprendería saber con que tipo de personas he tratado —Dijo Lizz.

Él la miró como si no comprendiera durante unos segundos y luego se acercó hasta estar frente a ella. Tomó su rostro con ambas manos y lo levantó para poder mirarla a sus brillosos ojos azules.

—No lo entiendes. No quiero que nada malo te pase —Susurró él—. Ella sabe cuánto me importas y te matará. Y si se llega a enterar de lo de ayer...

—Elizabeth es la matriarca de los monarquistas. ¿No es así? —Dijo Lizz—. La historia que me contaste no era un cuento, era real. James y Theresa eran tus padres y Elizabeth tu prometida. Tú te metiste en problemas con los monarquistas e intentaste huir de ellos. Dijiste que atraparon al sanador porque comenzó a ver cosas que no debía y la paranoia hizo que no pudiera huir más. Viste a Elizabeth y tú creías que ella estaba muerta, no imaginaste que se había convertido en una de ellos. Y entonces ella te hizo esto. ¿No?

Él suspiró antes de asentir.

—Yo soy Damon James Moore —Dijo él.

—Conociste a mi mamá. Tú eres el príncipe oscuro —Dijo ella y él desvió la vista—. Y ellos lo saben. ¿No es así? Brad, Isabelle, Mia, todos ellos saben la verdad.

—Este no es un buen lugar para hablar —Dijo él.

Damon la soltó. Recuperó su chaqueta y sus lentes y se dirigió hacia el ascensor. Lizz lo siguió en silencio y esperó a que este llegase y las puertas se abrieran. Entró sin decir ninguna palabra y una vez que las puertas se cerraron ella no supo quién de los dos fue más rápido en estar sobre el otro y besarse con intensidad y desesperación ante el deseo.

Ella deslizó sus manos sin control sobre su rostro y luego las enterró en su espeso cabello. No le importaba tener que estar en puntas de pie, no le importaba lo que los demás pensasen al respecto sobre con quién ella se estaba besando, no le importaba realmente nada de lo que todo aquello implicase.

Damon la sostenía por sus brazos y deslizaba sus manos sobre ellos mientras la besaba con fervor. Se mantenía junto a ella cuanto podía, simplemente no podía soltarla o dejarla ir, no quería hacerlo. Segundos después tomó consciencia de lo que estaba haciendo y separó sus labios de los de Lizz. La miró a los ojos mientras intentaba calmar su agitada respiración al igual que ella y nuevamente quedó atrapado por aquel brilloso azul.

Él no recordaba que siquiera cuando seguía siendo no más que otro miembro de la Sociedad demasiadas décadas atrás la mirada de un monarquista lo hubiera atrapado como lo atrapaban los ojos de ellas. Había pasado el último siglo mirando a los monarquistas a los ojos y sin embargo nunca estos le habían producido lo que le producía mirarla a ella a los ojos.

—¿Y qué si alguien llama el ascensor? —Preguntó.

—Llegada a estas alturas creo que eso es lo que menos importa —Dijo ella y sonrió antes de juntarse más contra él—. Además, siempre puedo hacerme la víctima, la débil y frágil niña que todos creen conocer, y decir que me estás controlando.

—Claro, una pobre e inocente niña —Dijo él sonriendo.

—Tengo que aprovechar lo que tengo. ¿No? —Dijo Lizz.

—Años tuve que esperar para escucharte hablar y ahora me dices esto —Dijo Damon y nuevamente la volvió a besar.

*****

Jess tosió por la nube de polvo que se levantó cuando ella abrió el segundo cajón del archivero. O alguien no había hecho su trabajo de limpieza, o el archivo que ambos buscaban tenía más tiempo del que ella había imaginado. Pasó rápidamente las carpetas con sus finos y hábiles dedos hasta dar con la que tenía escrito el nombre de Elizabeth Ducroq.

—Al fin —Dijo ella y la sacó—. Supongo que se acabaron los secretos para Damon.

Se dio vuelta y se dirigó hasta la mesa que había en el medio de la sala. Dejó la carpeta sobre esta y Liam en un instante estuvo a su lado igual de impaciente por ver qué contenía. Jess abrió la carpeta y estuvo estupefacta de ver qué tan viejos eran los archivos. Miró realmente sin comprender, tenía que haberse equivocado de archivo, no era posible.

—¿Eso es un ocho? —Dijo sin creerlo.

—Este archivo es de hace dos siglos —Dijo Liam.

—Debe haber un error —Dijo Jess.

—No, mira —Dijo él y señaló un nombre junto con un diminuto retrato hecho a tinta de una joven—. Elizabeth Ducroq. Era miembro de la Sociedad, era una cazadora.

—Todo el mundo sabe que el final de la última cazadora que nació en esta ciudad fue trágico —Dijo Jess y pasó con cuidado las páginas—. No entiendo. ¿Qué tiene esto que ver? ¿Por qué Damon la mencionó? No tiene sentido esto.

—Detente —Dijo Liam repentinamente y ella obedeció y luego se fijó en el texto que él señalaba—. Monarquistas. Ellos la mataron pero fíjate en esto. Su cuerpo desapareció sin dejar rastro y el asunto fue clasificado confidencial.

Jess pasó con cuidado la página y se detuvo cuando otro texto llamó su atención. Se quedó helada al leer sobre personas que aseguraban haberla visto nuevamente caminando después de su muerte preguntando por su prometido y aún mayor fue su espanto y sorpresa al leer la descripción que había dado. Recordó la descripción que Lizz le había dado días antes de una mujer rubia alta y extremadamente hermosa y ambas coincidían.

Liam pasó la página y Jess quedó aún más en shock ante lo que vio, tanto el texto como la fotografía que estaba enganchada precariamente a la antigua página. La fotografía de un niño que no parecía feliz y al que le habían arrebatado cualquier infancia que hubiera podido tener.

—Oh Dios —Dijo ella espantada.

—Comprometida con Damon James Moore, sanador —Dijo Liam y la miró seriamente—. Ahí tienes tu maldito secreto. Ella es una monarquista ya que está muerta y mi hermana está a solas con un dependiente.

—Pero no es posible, no tiene sentido —Dijo Jess sin terminar de creerlo.

—¿Qué no tiene sentido? Dijiste que él evadió la Sociedad todo este tiempo, era para que no lo descubriesen. Es más rápido y fuerte que cualquier persona normal, yo lo he visto. Los dependientes en realidad son como ellos pero a simple vista son como nosotros. Por eso se ocultan tan bien —Dijo Liam—. Mi papá me dijo que existían, que no importase lo que los demás dijesen yo le creyese a él y también me pidió que cuidara a Lizz de uno y temo saber de cual.

—Liam, no tienes modo de estar seguro, no puedes suponer nada sobre Damon —Dijo Jess vacilando y vio la molestia en los ojos de Liam cuando él la miro.

—La primera vez que vi al sanador yo supe que no era normal. Mi mamá me dijo que conoció a un dependiente. ¿Cómo es posible que el maldito me haya dicho que tengo los mismos ojos que ella si no la conociera de antes? Él es el dependiente y mi hermana está cerca suyo —Dijo Liam—. Tengo que encontrarla cuanto antes.

Jess seguía negándose a creer la verdad, le costaba imaginar que fuera real y que Damon fuera aquello que Liam decía con tanto odio y desprecio. Pero el maestre no estaba más que furioso y alarmado deseando encontrar a su hermana cuanto antes. Y ahora que tenía un nombre completo, le sería cuestión de segundos localizarlo.

******

Lizz entró a su departamento pero aquella vez fue diferente, lo miró totalmente con otros ojos. Él no tenía ningún objeto personal, nada a qué aferrarse realmente para que Elizabeth no lo descubriera y pudiera usarlo en su contra ya que ella entraba y salía libremente de su casa. O al menos así había sido hasta que Damon simplemente la había echado dos noches atrás y le había prohibido volver.

—Supongo que finalmente obtuve mis explicaciones —Dijo ella tranquilamente y se dio vuelta para verlo—. Yo no encuentro nada malo a todo esto. Creo que cada uno tiene su propio demonio interno, su mal hábito. No eres nada malo, simplemente no lo puedes controlar. Es una condición, no una maldición. Como los fumadores.

—No me hables de eso, me tomó bastantes años dejar el cigarrillo —Dijo él y ella ladeó ligeramente la cabeza con curiosidad cuando pasó a su lado—. Y déjame decirte algo, eso de que te quita el estrés es mentira. Al contrario.

—Es bueno, no puedo estar cerca de un fumador. Me ahogo de solo olfatear el humo. No quiero ni imaginar qué pasaría si pruebo un cigarrillo —Dijo ella y lo siguió hasta la cocina—. ¿Cómo sabes mi nombre? Es decir, mi verdadero nombre.

—¿Ailish? ¿Por qué lo odias? —Preguntó él.

—Porque no me gusta —Dijo ella—. Pero cuando tú lo mencionas...

—¿No suena tan mal? —Preguntó Damon y sonrió—. Yo lo elegí y a Saoirse le gustó. No me gusta el otro nombre, me recuerda a ella.

—Conociste a mi mamá —Dijo Lizz y se sentó sobre la encimera—. ¿Cómo es posible? ¿Es por lo que eres?

—Puedes decirlo libremente. Soy un dependiente, lo acepté hace décadas —Dijo Damon y sacó una caja de plástico con cerezas dentro—. No me molesta eso. Y sí, es por eso. ¿Quieres?

—Las cerezas me encantan —Dijo ella y puso algunas en su mano—. Son simplemente exquisitas.

—Supongo que Brian también me habrá culpado por eso —Dijo Damon y ella ladeó ligeramente la cabeza al mirarlo mientras comía, él sonrió—. Es increíble, sigues haciendo lo mismo. Siempre que tenías curiosidad ladeabas la cabeza del mismo modo.

—Es un hábito que tengo desde pequeña según me dijo mi mamá —Dijo Lizz.

—Lo hacías desde los primeros días —Dijo él—. La primera vez que me viste ladeaste la cabeza del mismo modo seguramente preguntándote quién era. Y lo hacías siempre.

—¿Y qué tienes que ver tú con mi gusto por las cerezas? —Preguntó ella.

—A Brian no le gustan. Gustaban —Se corrigió él con pesar y Lizz lo notó—. Saoirse simplemente las detestaba. Si había algo que ella realmente odiaba eran las cerezas. Cuando era joven siempre la molestaba con eso. Aquellas semanas que pasé en tu casa compré cerezas. Quisiste probar una y te gustaron. Y lo cierto es que yo me fui sin haber terminado todas las cerezas. Seguramente te las habrás acabado tú y Brian también me habrá culpado por tu gusto hacia las cerezas. También me culpó de malcriarte para que solo te durmieras cuando te contaban una historia.

—No lo entiendo. ¿Por qué simplemente desapareciste? ¿Por qué nunca supe de ti antes? —Preguntó Lizz y él sostuvo una mano sobre su mejilla.

—Por la misma razón que ahora debería hacerlo pero no puedo —Dijo Damon—. Ella es muy peligrosa. Yo soy peligroso. Conocí a Saoirse cuando ella tenía quince años, ella era una gran scenarista y vio mi historia y supo mi secreto enseguida. Luego de eso nos hicimos amigos, ella venía a visitarme cada vez que tenía la oportunidad. Éramos muy buenos amigos, hasta me quedé unas semanas en su casa cuando tú y Liam nacieron. Pero entonces Brian decidió que no pondría a su familia en peligro y me hizo jurarle que me mantendría alejado y nunca más los vería. Saoirse no estuvo de acuerdo.

—Lo lamento —Dijo ella.

—Ella era una persona maravillosa, la mejor amiga que he tenido en todo este tiempo. No merecía lo que le pasó —Dijo él—. Brian tampoco.

—¿También eras amigo de mi papá? —Preguntó Lizz.

—Los tres éramos muy grandes amigos. ¿Quién crees que le insistió a tu madre hasta que ella finalmente aceptó el don que tenía y empezó a escribir? ¿Quién crees que le hizo que tu padre se volviera un adicto a la lectura? Fue él quien me pidió que me fuera y no volviéramos a tener contacto —Dijo Damon.

—No es justo —Dijo ella.

—Hubiera puesto en peligro a toda su familia —Dijo él—. Pero además de eso yo me había encariñado demasiado contigo y él lo notó. No puedo olvidar el dolor que sentí aquella noche cuando me dijo que no podría volver a verte nunca más. Ahora que lo he recordado no lo puedo olvidar. Yo no quería dejarte. Pero si no lo hubiera hecho a Elizabeth no le hubiera tomado mucho tiempo encontrarme otra vez. De hecho, bastante difícil y arriesgado fue escaparme de ella y salir del país aquella vez. Ella tiene poder sobre mí.

—Pero terminaste con ella hace dos noches —Dijo Lizz y él se apoyó contra la mesada.

—¡Después de un siglo y medio de tortuoso compromiso! —Exclamó Damon y ella sofocó una risa.

—¿Qué pasó? ¿No decidían fecha para la ceremonia? —Preguntó y él se estremeció ligeramente.

—No me casaré. Nunca —Dijo él y Lizz notó el miedo que aquello le producía. Damon respiró profundamente—. Fue un maldito compromiso arreglado, era muy normal por aquellos años. Yo era un sanador y ella era una cazadora de una familia muy importante y con mucho dinero. Ella nunca me gustó.

—Se enfureció bastante cuando la dejaste —Dijo ella.

—Quiere casarse conmigo todavía —Dijo Damon y rió—. Se quedó en aquella época. Espera en vano que me arrodille con una sortija y pida su mano. Nunca lo haré y ella no puede obligarme. Aún respeta las reglas que había en aquel entonces.

—Era normal en aquel tiempo —Dijo Lizz—. Supongo que las cosas han cambiado mucho desde eso.

—Más de lo que crees. A veces hasta se me hace difícil de creer. Te daré un ejemplo. Dame tu mano —Dijo él y ella obedeció—. Tú deberías tener puestos guantes. No debería ni poder verse un centímetro de tu piel. Y yo debería tratarte como señorita Dunne —Él se inclinó a modo de reverencia y luego besó su mano—. Y esto sería un gran atrevimiento de mi parte. ¿Cómo osaría yo besar tu piel, siquiera tocarla? Se consideraría hasta adulterio y tu esposo estaría en todo derecho a retarme a un duelo por lo que he hecho —Damon se acercó más a ella y acarició su rostro con una mano. Suspiró—. Sí, ya estarías casada, o al menos comprometida con un hombre de dinero e importancia. Eres hermosa, a tus padres no les hubiera costado nada conseguirte a un prometido de un alto valor. Quizás un maestre, hijo de un gran señor. O quizás un cazador, heredero de una rica familia.

—¿Y si no querría un matrimonio arreglado? —Preguntó ella.

—Deshonrarías a tu familia, no querrías hacerlo —Dijo él—. Dejando que simplemente tome tu mano deshonrarías a tu familia porque no soy tu prometido y habría un gran escándalo. Pero quien sea que hubiera pedido tu mano tendría que haberlo hecho a tu padre y a tu hermano, y estoy seguro de que el niño bonito no te hubiera entregado a cualquiera.

—Liam no aceptaría entregarme a nadie, créeme —Dijo Lizz.

—Quizás las cosas hubieran sido diferentes si te hubiera conocido en otro tiempo —Dijo Damon—. Me hubiera presentado en tu casa. Me hubiera encargado de ser encantador con tu madre, agradarle completamente a tu padre y conseguir la aceptación de tu hermano.

—¿Y hubieras aceptado a una mujer con una actitud como la mía? Porque no creo que sea la correcta en ese tiempo —Dijo ella.

—Hubieras sido toda una rebelde, la Anne Bonny del siglo diecinueve, pero te hubiera aceptado de todos modos —Dijo él—. La verdadera pregunta es: ¿Tú aceptas estar cerca de alguien como yo?

—¿Por qué no? —Preguntó Lizz y se inclinó sobre él—. Te sorprendería la clase de personas con las que he llegado a tratar. Puedo ayudarte, si es que me dejas. No hay problema sin solución.

—¿Y crees que en tantos años no he intentado superar esto? —Preguntó Damon.

—No me tenías a mí. No hay nada que no pueda hacer —Dijo ella y sonrió—. Mírame, soy Lizz Dunne y sigo viva luego de diecisiete años cargando la mala suerte.

—Ailish —Corrigió él y ella lo ignoró.

—El punto es que tú no me conoces y no sabes de lo que soy capaz —Dijo Lizz y comió otra cereza—. Y tampoco sabes quién soy en realidad. ¿Cómo es? ¿La sangre también te tienta como a ellos?

Damon suspiró y se alejó. Lizz tomó el empaque de cerezas y lo siguió. Aquel exquisito gusto que solo tenían para ella las cerezas la hacía estar más calmada y serena de lo que habituaba. Damon se apoyó contra el respaldo del sillón en la sala de estar y la miró. Ella le sostuvo la mirada y se apoyó contra la pared. Se llevó otra cereza a la boca y esperó.

—Sí, me tienta —Dijo finalmente—. Pero me abstengo.

—¿Cómo haces? Ves sangre cada vez que tienes que tratar una herida —Dijo ella.

—Llevo años absteniéndome, eso no me afecta, rara vez lo hace. Puedo deshacerme de aquellos pensamientos si aparecen y seguir con lo mío. Supongo que toda una infancia de entrenamientos sirvió de algo —Dijo Damon.

—¿Te tienta demasiado? —Preguntó Lizz.

—¿Quieres saber si estoy pensando en tomar tu sangre o no? —Dijo él y ella hizo un gesto de indiferencia.

—En realidad es simple curiosidad —Respondió.

—¿Acaso tú piensas todo el tiempo en cazar? —Pregunto Damon y ella negó con la cabeza—. Es lo mismo. Puedo ignorarlo completamente, casi nunca me detengo a pensar en sangre.

—¿Una herida muy sangrante? —Preguntó Lizz y él rió.

—Eso ya no me tienta ni en lo más mínimo —Dijo él.

—Entonces en un momento te tentó —Dijo ella.

—Sí, pero comencé a abstenerme y lo superé. Ahora ya no tomo sangre humana —Dijo Damon—. Para mí no es una necesidad vital como para los monarquistas y déjame decirte que la sangre de esta ciudad no es muy buena al menos en mi criterio y cualquiera con un poco de sentido del gusto. Drogas, alcohol, enfermedades... Es casi imposible encontrar sangre pura y limpia aquí.

—La sangre de un niño todavía es pura y limpia, no tuvo tiempo de contaminarse —Dijo Lizz al comprenderlo—. Por eso Elizabeth los busca.

—Y por eso yo intento llegar antes que ella —Dijo él—. Pero es bastante difícil y muchas veces es en vano y una vez que ella los tiene ya no hay nada que pueda hacer. No sin negociar y eso cuesta bastante. Como en el caso de Esteban.

—¿Lo compraste? —Preguntó ella.

—Dos litros —Dijo él.

—¿De quién? —Preguntó Lizz y él se señaló el cuello, ella al instante se retractó de sus palabras.

—Dos litros de una sola mordida y sin nada a cambio. Eso valió Esteban —Dijo Damon.

—La sangre de ellos es pura. ¿No te tienta? —Continuó ella y Damon negó con la cabeza.

—Ya no —Dijo él—. ¿Además te tentaría algo tan común?

—Sangre extranjera —Dijo ella y notó al instante la mano de Damon crisparse por un segundo. Solo eso le bastó para saber que había dado en el blanco—. Eso te provoca al igual que a cualquier otro monarquista. ¿Es decir, a quién no le tentaría? Yo también estaría harta de siempre lo mismo y me tentaría demasiado algo nuevo.

—Aquel no es el problema —Dijo Damon y tiró su cabello hacia atrás con una mano—. El problema es que tu hermano tiene una sangre demasiado pura, casi tanto como la de un niño de tres años. Y tú también tienes una sangre demasiado pura. No sé qué tiene la sangre de los cazadores irlandeses que la hace diferente a los demás y más tentadora.

—¿Te tienta mi sangre? —Preguntó Lizz y otra vez notó aquel casi imperceptible movimiento en su mano que lo delataba.

—No es más fuerte que yo la tentación, puedo controlarla perfectamente y deshacerme de ella al instante —Dijo él—. ¿Acaso tú cuando ves una posible presa no te detienes a pensar un segundo en dispararle?

—Sí pero me deshago del pensamiento rápidamente y continúo con lo mío —Dijo ella.

—Es lo mismo —Dijo Damon.

—¿Y qué si la situación es tentadora? Porque hay veces que hasta yo misma no me resisto a una buena caza —Dijo ella.

Él suspiró y luego se acercó hasta ella. Lizz dejó las cerezas a un lado y lo miró esperando una respuesta. Ella solo quería eso, una respuesta, algo con que saciar su curiosidad.

—No importa qué tan cerca esté de ti o cómo sea la situación tu sangre nunca me tienta lo suficiente como para desear tomarla, como para que pierda el control que tengo sobre mí mismo —Dijo él.

—Sabes, en mi país creemos que los monarquistas son los seres más hábiles al momento de mentir y engañar. Me pregunto hasta qué punto tú no eres como ellos —Dijo Lizz.

—¿Quieres ponerme a prueba? Adelante, hazlo —Dijo él—. Tiéntame.

—Sé tentar a muchos seres —Dijo ella y le sonrió—. Pero no a alguien como tú.

—Es más sencillo de lo que debes imaginar —Dijo él.

Damon corrió el cabello de ella y luego hizo suavemente su cabeza a un lado. Lizz podía sentir a la perfección su cuello totalmente al descubierto o la tensión de su piel. Ella cerró apenas los ojos cuando Damon se inclinó y casi esperó sentir una mordida pero no fue así. Soltó el aire que había estado sosteniendo en un suspiro cuando él deslizó lentamente la punta de sus dedos por la piel del cuello de ella.

—Tu sangre es cálida y pura, hace tiempo que no veía una de semejante calidad. Debe estar valorada en un precio simplemente impensable en el mercado. ¿Qué quieres que te diga? ¿Que cualquier monarquista mataría por obtenerla? ¿Que yo también me veo tentado de probarla? Tu cuello es delicado y tiene una curvatura perfecta, tu piel es suave y tan delicada que podría hacerte sangrar con un solo mordisco —Dijo él y sonrió—. ¿Pero sabes qué es lo más irónico? Que me tientas en más de un solo sentido y que tu sangre no me tienta tanto como tu piel.

—¿Y eso es bueno o malo? —Preguntó ella.

—No lo sé, dime tú —Dijo Damon.

Lizz quiso responder pero lo único que salió de sus labios fue un ligero gemido de sorpresa cuando él besó su cuello. Nunca antes ella se había detenido a pensar en qué tan sensible podía llegar a ser la piel de su cuello o cuánto podía llegar a disfrutar de algo así. Contuvo un pequeño gemido al sentir que él la besaba con más intensidad y luego rodeaba su cuerpo con sus brazos.

Ella sintió lentamente como sus labios ascendían por su cuello y su respiración se descontrolaba. Se preguntó tan solo por un segundo a qué se debería exactamente aquel placer inexplicable que sentía pero su mente era un caos como para que pudiera pensar.

Entonces ella escuchó el graznido de un ave y al instante reaccionó. Se deslizó fuera del agarre de Damon y miró furtivamente por la ventana de la cocina. Tenía las rodillas flexionadas y estaba tocando las plumas de una flecha, ella estaba totalmente lista para cualquier tipo de reacción. Vio al ave volar rápidamente en picada de modo que no parecía más que una sombra.

Se tranquilizó y se llevó una mano al rostro. Tiró de su cabello hacia atrás mientras mil pensamientos surcaban su mente a la vez y luchaban por captar su atención.

—¿Eso era un halcón? —Preguntó Damon y solo entonces ella recordó su presencia.

—No debería andar por aquí —Dijo Lizz.

—Control animal ya se ocupará del ave tarde o temprano —Dijo él.

Ella consideró profundamente por un momento decirle que control animal no podría atrapar al ave pero su mente estaba ocupada con otras preguntas. ¿Por qué el ave había delatado su presencia? Algo había provocado su graznido, ella estaba segura de que algo tendría que haberlo provocado.

El teléfono sonó y Damon respondió al instante. Enseguida Lizz supo que, al igual que la otra vez, aquello no podía significar nada bueno y solo entonces comprendió todo.

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