Caso 5: Virginia del Oeste.



Lira estaba sentada en el comedor cuando el elevador abrió sus puertas, Gabrielo había regresado, pero su cara tenía un semblante más turbio que anteriormente. Como si hubiese visto a la misma muerte en persona.

    —Hey, ¿Qué pasó, porqué esa cara larga? —Preguntó la chica.

    —¿Dónde está Ramsay? —Preguntó Gabrielo.

    —En la biblioteca. —Respondió Lira. Gabrielo entonces la pasó de largo, es como si ella hubiese desaparecido para el joven cazador. O tal vez la hubiese simplemente ignorado. Lira se levantó de su asiento y fue siguiendo a Gabrielo nuevamente al interior de la biblioteca.

    Ramsay continuaba adentro con dos nuevas piras de libros a ambos extremos de la mesa redonda se había quedado dormido estudiando los símbolos o tratando de darse una idea de lo que podían significar. En el medio de la mesa, el reloj de arena negra seguía midiendo el tiempo. Cada vez quedaba menos arena en la capsula superior y más en la capsula inferior. Lira no podía evitar sentirse relajada viendo sola mente el hilo de arena caer de la primera capsula a la segunda.

    —¡Ramsay! —Exclamó Gabrielo.

    —¡Fox-Trot-Fox-trot-, Tango-Tango! ¡Roger-Roger! —exclamó Ramsay despertando abruptamente. --¿Qué?, Gabrielo, no seas malo. Esa no es forma de despertar a las personas. Bueno ahora dime, ¿qué fue lo que averiguaste?

    —No tienes ni idea de lo que va a pasar. —Dijo Gabrielo. —Ese reloj, no es un reloj cualquiera, Cecilia dice que se trata de un reloj infernal. Lo llama El Reloj del Fin del Mundo; Marca la duración del pandemonio.

    —¿El pandemonio? —Preguntó Lira.

    —El Pandemonio, no es real. —Dijo Ramsay. —Es una referencia a la obra de John Locke.

    —Pues al parecer no es tan falso. —Dijo Gabrielo. —En el infierno ha comenzado una guerra por la supervivencia. Demonios matando y devorando a otros demonios para hacerse más fuertes. Y los supervivientes de esta guerra serán los que se encarguen de purgar a la humanidad de la faz de la tierra.

    —Aguarda, ¿Este Pandemonio? ...Suena todo tan descabellado, ¿cómo sé que es real lo que dices? —preguntó Ramsay.

    —Cecilia es la única que es capaz de cruzar entre los mundos, si alguien sabe la situación del infierno debe ser ella. –Dijo Gabrielo.

    —¿Y cómo lo detenemos? —Preguntó Lira.

    Tanto Ramsay como Gabrielo se quedaron viendo extrañados a Lira, la chica.

    —¿Qué? Solo porque llevo un mes solamente, no significa que yo también este de acuerdo con el fin del mundo, todas las cosas geniales que me gustan son hechas por humanos. —respondió Lira enfadada.

    —Cecilia me dijo que tomaría partido por los demonios y los ayudaría a liberar el infierno en la tierra. —dijo Gabrielo.

    —Oh, como odio a Cecilia. —Dijo Ramsay en tono cortante.

    —Pero al mismo tiempo me dijo indirectamente como... ¿detener el apocalipsis? o algo así. —preguntó Gabrielo.

   —Oh como amo a tu hermana Gabrielo. —Replicó Ramsay nuevamente.

    —Me dijo de la existencia de un libro, El Libro de las Épocas...

    —He oído hablar de ese libro en mis estudios. —respondió Ramsay. —Es un Grimorio de alta magia.

    —Dijo que se encuentra en las manos de una secta conocida como los Testigos de Crawley...o algo así.

    —Los conozco, Son una secta muy violenta y peligrosa. —Respondió Ramsey. —Son una de las 13 ordenes mágicas del Imperum Malum. Su sede está en Virginia del Oeste. El problema es que Virginia está bajo la protección de La Orden de los Caballeros de Santa Sofía.

    —¿La orden de Santa Sofía? ¿Quiénes son ellos? —Preguntó Lira

    —Es una orden protestante encargada de la caza y exterminación de Brujas. —Respondió Ramsay. —No quisiera hacer un movimiento indebido con ellos. dentro de la cacería de demonios la orden de Santa Sofía ha cubierto nuestras espaldas.

    —Tal vez podamos pedir su ayuda.—Preguntó Lira.

    —¡Sí claro!, el Vaticano nos mataría si supiera que le hemos pedido ayuda a una orden protestante. —respondió Ramsay burlonamente.

    —No tienen que saber que vamos hacia allá. —Respondió Gabrielo. –Lira y Yo podríamos infiltrarnos en una de sus reuniones, buscar el libro y extraerlo con rapidez.

    "¿Y qué hay de Dan? ¿acaso él no vendrá?" pensó Lira. Ella esperaba que Dan llegase, ya que Gabrielo había mostrado que prefería el silencio. Y Sinceramente Lira no quería pasar un "muy" largo rato en silencio incómodo. Aun cuando Dan solo le hablaba para tratar de enamorarla o bromear con ella. Igual sentía que podía hacer pasar el tiempo más rápido hablando con el chico de acento irlandés.

    —¿Nosotros dos? ¿Sin Dan? —Preguntó Lira finalmente.

    —Dan pidió unos días libres para regresar a casa. —Respondió Ramsay. —Antes de que se me olvide, ¡atrapa Gabrielo! —Ramsay entonces le lanzó al joven demonio una caja metálica pequeña. Y luego Gabrielo la guardó en el bolsillo de su abrigo.

    —Bueno, vamos de una vez.—Dijo Gabrielo mientras ponía su mano sobre el hombro de Lira. Entonces los dos salieron del edificio.

    Lira se llevó una sorpresa al darse cuenta que no usarían el auto en el que solían ir a las misiones, en cambio fueron a la estación de trenes y tomaron uno que los llevara a Virginia del Oeste. Gabrielo y Lira se sentaron en su compartimiento. La chica se quedó mirando por la ventana mientras el vidrio comenzaba a empañarse poco a poco. Gabrielo se sentó y sacó la cajita de metal de su abrigo, en el interior había unas pastillas de color rojo escarlata. El muchacho tomó una de ellas.

    —¿Qué son esas? —Preguntó Lira.

    —Pastillas. —Respondió Gabrielo.

    —Ya sé que son pastillas, me refiero a ¿qué tipo de pastillas son? —Preguntó Lira nuevamente.

    —Tienen cenizas y sangre. —Respondió el muchacho.

    —No entiendo...

    —Soy un demonio del pecado de la Soberbia. Necesito alimentarme de la vitalidad humana para seguir viviendo, por esa razón tomo estas pastillas. Me ayudan a no perder el control.

    —Ya veo. —Respondió Lira. —Ha de ser difícil el saber que necesitas tomar esas pastillas para no morir. Como una súcubo, mi pecado de la lujuria solo debe ser alimentado por las pulsaciones del amor humano. —Respondió Lira.

    "Tal vez esa era la razón por la cual Gabrielo continuaba peleando al lado de los humanos, ¿Tal vez esa había sido la razón por la cual Gabrielo me había rescatado? Porque como él yo no era capaz de matar a un humano." Pensó Lira.

    Lira entonces cerró los ojos y trató de dormir, sin embargo, en sus sueños volvía a aquella cueva. Donde su madre le había dado luz a ella y a sus hermanas. En su sueño volvía a verse a ella misma, tratando de respirar y escapar de la pila de infantes recién paridos que su madre daba a luz todos los días. Lira debía tener no más de tres o cuatro años en aquel entonces, obligada a tener que alimentarse de los cadáveres de sus hermanas que habían muerto asfixiadas. Tratando de salir a la luz.

    Lira despertó abruptamente.

    Gabrielo estaba leyendo un pequeño libro. Lira le extrañaba que el muchacho continuaba exactamente en la misma posición.

    —Ya estamos cerca. —Dijo Gabrielo.

    —Sí... —Lira entonces sacó su Smartphone y comenzó a escuchar música, Iron Rose era su banda favorita de rock. Fue cuando entonces sucedió, el tren comenzó a sacudirse violentamente. Los pasajeros comenzaron a gritar y las luces de los compartimientos a parpadear.

    Gabrielo y Lira se levantaron de sus asientos rápidamente. Miraron entonces por la ventana tres grandes bestias con caras de león, cuernos de jabalí y sus melenas llameantes. Montados por extrañas criaturas mitad mujer, mitad aves de plumaje negro. Una de las bestias entonces desgarró con sus patas la puerta del vagón como si fuese mantequilla. La gente quedó horrorizada y empezó a huir. La bestia atrapó entre sus fauces a un hombre y de un par de meneos con su cabeza despedazó al hombre. Gabrielo y Lira desenfundaron sus armas. Entonces se escucharon gritos desesperados más a delante, en el otro vagón, otra bestia había comenzado a atacar a los pasajeros.

    —¡Lira ve al otro vagón y encárgate! —Exclamó Gabrielo. —¡Yo me encargo de esta bestia!

    —Sí. —Respondió Lira, luego se dio la media vuelta y empezó a correr hacia el otro vagón. Al cruzar el umbral se encontró con dos bestias que atacaban a los pasajeros. Lira entonces apuntó con su máuser y empezó a disparar a la cara de las bestias. Una de las bestias corrió hacia ella y trató de darle un zarpazo. Lira se agachó. La zarpa de la bestia había desecho los asientos del vagón como si nada.

    La mujer que montaba la bestia decía algo en un extraño dialecto. Lira entonces le disparó a la mujer en el hombro, la bestia perdió el control y comenzó a azotarse contra los asientos. Lira entonces miró los ojos de la bestia, una fina capa gris los estaba cubriendo. Entonces Lira se dio cuenta que la bestia era ciega, necesitaba de su jinete para poder ver. La criatura mitad ave mitad mujer comenzó a reptar por el suelo.

    —¡Ah no te irás! —Exclamó Lira y la agarró por la pata de cuervo. La criatura entonces giró la cabeza. Los ojos de la criatura eran rojos con pupilas de gato.

    Entonces el vagón se volcó en una vuelta cerrada y comenzó a girar violentamente. Lira se golpeó en La cabeza con el techo del vagón y todo se puso negro.

    Nuevamente estaba entre la pila de infantes. Podía sentir sus pequeños dedos rozarla en su desnuda piel mientras trataba de llegar a la superficie. Estaba cansada, había estado escalando entre los cuerpos por mucho tiempo. Y ya estaba cansada, pero podía ver entre los pequeños cuerpos la luz, una luz clara y cegadora. El exterior. Lira ya no tenía más fuerza, entonces pudo ver como una mano le tomó y de un jalón la sacó de ahí.

    Volvió a su yo nuevamente, podía ver como el tren se había descarrilado de las vías. Gabrielo había aparecido con las mejillas llenas de hollín por el fuego. El muchacho la hizo levantarse del suelo. De haber sido humana probablemente no hubiese sobrevivido. Entonces por encima del carro volcado estaba la bestia que Lira había dejado ciega, tratando de olfatear a su víctima.

    Lira y Gabrielo comenzaron a alejarse lentamente para no hacer ruido y no llamar la atención de la bestia, entonces apareció la otra bestia con su jinete frente tras ellos. Habían quedado rodeados.

     La jinete hizo un graznido y la otra bestia bajo del vagón volcado y comenzó a gruñir en dirección a los dos cazadores. Gabrielo volvió a desenfundar su pistola. Pero Lira no encontraba la suya, estaba tirada, justó bajo la pata de la bestia ciega.

    —Oh no... —Lira dio un suspiro, la situación estaba mal, muy mal.

    Entonces ráfagas de balas comenzaron a impactar sobre las bestias. Al menos una docena de hombres y mujeres aparecieron. Aquellos hombres y mujeres atacaban usando metralletas. Las bestias fueron abatidas. Y después rodearon a Lira y a Gabrielo.

    —¡Tira el arma! —Exclamó uno de los hombres.

    —Está bien, somos del mismo equipo. —Respondió Gabrielo. —Y luego con la otra mano mostró en su cartera su placa con identificación. —Somos de la Agencia Anti-demonios Manhattan.

    —¿Una de las ordenes secretas del Vaticano?, Eso lo veremos. —Respondió un muchacho, no debía verse más grande que Lira, tal vez unos 23 cuando mucho. el muchacho tenía cabello castaño y ojos verdes. En sus manos una pistola magnum de grueso calibre. Tomó la identificación de las manos de Gabrielo. y observó la placa. Una placa ovalada, con alas de ángel grabadas en el metal y en sobre relieve; El puente.

    Lira se preguntaba si con eso sería suficiente, y también si algún día le darían a ella una placa como esas.

    —Suficiente para mí. —dijo el muchacho. —¡Bajen sus armas muchachos! —Exclamó y luego le dejo en las manos de Gabrielo la placa.

    —Aiden Muller; Orden de los Caballeros de Santa Sofía. –Respondió el muchacho presentándose a sí mismo.

    —Gabrielo Monteriggioni y ella es Lira.

    —¿Qué es lo que hacen agentes del Vaticano tan lejos de su territorio? Este es territorio de la Orden de Santa Sofía. —Respondió Aiden.

    —Buscábamos a una secta llamada Los Testigos de Crawley. —Respondió Gabrielo.

    —Hasta que nos atacaron esas cosas. —Respondió Lira. —Jamás había visto Súcubos como esas. —respondió Lira.

    —Eso es porque no son súcubos. —Respondió Aiden. —Son brujas de la montaña. Bienvenidos a Los Apalaches, bienvenidos a Virginia del Oeste.

    —No sabía que las brujas fueran capaces de tal fuerza. —Respondió Gabrielo.

    —Hay libros que se llenarían con cosas que el Vaticano no sabe. —Respondió Aiden. —Aunque ciertamente, esta es la primera vez que veo familiares tan grandes como estos.

    —Eso es porque no son familiares de brujas. Son demonios, se les conoce como Bestias del Orgullo. —respondió Gabrielo.

   —¿Cómo es que un trío de brujas de montaña fue capaz de dominar a estos demonios? —preguntó Aiden dando pataditas en el lomo de una de las bestias derribadas.

    —Las bestias del orgullo representan el orgullo en el corazón de los hombres, y la única criatura capaz de vencer al orgullo de los hombres es una mujer. Por eso tiene sentido que las Bestias del Orgullo solo puedan ser domados por mujeres.

    —Sí, correcto. ¿Cómo es que sabes eso? —Preguntó Gabrielo incrédulo del conocimiento que había adquirido Lira.

    —No eres el único que sabe todo yo también leo de vez en cuando. —Respondió Lira.

    —Bueno entonces ya sabes lo que hay que hacer. —Respondió Gabrielo y luego desenfundó su arma y apuntó a la cabeza de una de las bestias y tiró del gatillo. La bestia se transformó en cenizas.

    —¿Espera que fue lo que hiciste? —Preguntó Aiden.

    —Esta es la única forma de matar demonios. —Respondió Gabrielo. —De lo contrario solo los ponen en estado de hibernación, hasta que recuperen todas sus fuerzas. No podemos dejar que dos bestias del orgullo anden por ahí libremente causando estragos.

    Lira entonces caminó hasta el cuerpo de la bestia, levantó la pesada pata de la criatura y retiró la Máuser del suelo. Después apuntó a la cabeza de la bestia infernal y tiró el gatillo, la bestia del orgullo se transformó en ceniza.

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