Caso 20: El Batallón


El Director Ramsay estaba mirando por la ventana de su oficina, aquel sol crepuscular ocultándose tras los rascacielos de la ciudad. Lira observaba algo diferente en el hombre, cada vez más delgado y cansado. Lira no dijo nada y se dirigió hacia el área de descanso donde vació en una taza el café sabía que no le gustaría a esa respuesta además seguía sintiendo comezón en la herida que tenía en el hombro, donde Dan le había mordido.

     Entonces las puertas del elevador se abrieron de par en par, y Felicia entró corriendo. La chica parecía asustada. Dan estaba en su dormitorio, pero los gritos de Felicia lo hicieron salir de su siesta vespertina.

     —¿Felicia que ocurre? —Le preguntó Lira al a chica.

     —¡Ya vienen! —Exclamó Felicia.

     —¿Quién viene? —Preguntó Lira. Dan descendió las escaleras para reunirse con las dos chicas.

     —Alessa Crawley...—Respondió Felicia tratando de recuperar el aliento. —¿Dónde está Gabrielo? ¡Tengo que decirle que Alessa Crawley viene por él!

     —Gabrielo está en una misión. —Respondió Lira, la súcubo se acercó a Felicia y puso su mano sobre el hombro de la hermana de Gabrielo.

     —¿Misión, ¿Que misión? —Preguntó Felicia.

     —Eso no importa. —Dijo El director Ramsay irrumpiendo en la habitación, la expresión del hombre cambió de pronto. Un semblante serio cubrió su rostro cansado. —¿Dices que Alessa Crawley viene para acá?

     —Sí. —Respondió Felicia. —Traté de contactar a mi hermano para avisarle, pero no responde.

     —Gabrielo está...indispuesto. Una misión en el extranjero, por lo que ha quedado momentáneamente incomunicado con nosotros. —Respondió el director Ramsay. —Ahora Felicia, eres tan amable de decirnos ¿Cómo es que Alessa Crawley viene hacia aquí?

     —Mi hermana me dijo que Alessa Crawley había apelado al Enclave Infernal para invadir la Agencia Anti-Demonios Manhattan.

     —Oh, por supuesto que sí, ¡Claro que Cecilia tenía algo que ver en esto! —Exclamó Ramsay enfadado con las noticias que le habían dado.

     —Ramsay, si lo que Felicia dice es verdad...tenemos que salir de aquí. —Respondió Dan.—Si, las 13 ordenes mágicas están apoyando a Alessa Crawley no hay forma que podamos hacerles frente.

     —Si nos vamos, Alessa desquitará su furia con la ciudad. Y no puedo permitir que eso pase. —Respondió el Director Ramsay.

     —Pero si nos quedamos aquí moriremos. —Respondió Lira.

     —Ramsay, no hay forma de poder enfrentarlos a todos. —Respondió Dan.

     —¡Claro que podemos! —Entonces apareció Carmine, cargada de armas y munición. La chica había entrado en la armería y se había armado con todo lo que había podido cargar sin duda ella sí estaba lista para el combate, tenía una valentía que Lira hubiese deseado tener en ese momento.

     —No, no podemos. —Respondió Dan.—Aunque pudiésemos hacerle frente a Alessa Crawley, ella no vendrá sola. Traerá a sus seguidores y a todos los locos que decidan seguirla. Además, puede lanzar llamaradas de fuego negro. Ramsay se coherente por favor, vámonos de aquí.

     —Dan, me siento ofendido. ¿Crees que no he tomado medidas para una situación de esta labor? ¡La Agencia Anti-Demonios Manhattan sobrevivirá a esta noche y a todas las demás! pelearemos, pero no lo haremos solos. —Respondió Ramsay.

     —¿Pidió ayuda al Vaticano? —Preguntó Lira.

     —¡Ja! Buena esa, "Hola, oficina encargada de la Bula 99, Soy Ramsay Hellgate, el protestante ya sabe quién, ¿Podrían salvarnos de un demonio que molestamos en los Ángeles y que ahora quiere destruirnos por completo? ¡Oh!, antes de que lo olvide, hay una gran posibilidad de que las puertas del infierno se vayan a abrir, perdón por no decirles al respecto, pero estamos bien ¿verdad?" No, por supuesto que no. Lira, Tratar con La Bula 99 es como pedirle a un usurero un préstamo que no puedes pagar. —Respondió Ramsay. Entonces el hombre se dirigió hacia el muro de los caídos y tomó de la vitrina que lo cubría, una oxidada corneta que estaba recargada sobre una vieja bandera de la unión americana. —Bueno que están esperando síganme. —Ramsay se dirigió hacia el elevador. Lira, Carmine, Felicia y Dan le siguieron y entraron el elevador. Mientras el elevador descendía Dan le preguntó al director.

     —Bueno, ¿Cuál es el plan aquí Ramsay?

     —Recuerdas cuando te burlaste porque compre esta corneta oxidada por el Canal de Historia.

     —Sí. —Respondió Dan.—Pagaste 700 dólares por un pedazo de chatarra.

     —No es cualquier pedazo de chatarra. —Respondió Ramsay. —Esta es la corneta de guerra del Batallón de San Patricio. Verán, durante el siglo XIX, debido a la hambruna irlandesa. Miles de inmigrantes de la Isla Esmeralda llegaron a los Estados Unidos, como, esta era tierra protestante y ellos católicos, hicieron un juramento de salvaguardar la fe que los unía a todos ellos. Los hijos de los inmigrantes irlandeses fundaron entonces el Batallón de San Patricio y pelearon junto a los mexicanos católicos durante la guerra México-americana. Eventualmente perdieron y todos ellos fueron ejecutados, pero al ser católicos fueron martirizados por morir por su fe. —Respondió el director Ramsay.

     —Oh por dios, no pensé que fuera posible, pero de alguna manera lograste hacer todavía más patética la compra de esa baratija por internet. —Replicó Dan enfurecido.

     —Muchacho, no compré esta corneta solo por su valor histórico, sino por razones de seguridad. —Respondió Ramsay. —Después de leer los informes sobre La Batalla del 54, se me ocurrió que una agencia que contaba con solo tres agentes no podrían ser suficientes para defender todo un país.

     Entonces las puertas del elevador se abrieron, y todos salieron al estacionamiento.

     —Sigo sin entender, ¿Esa corneta traerá refuerzos o algo así? —Preguntó Dan.

     —Sí más o menos. —Respondió Ramsay. —Ahora sopla. —le ordenó su jefe a Dan mientras le acercaba a la boca la oxidada corneta de guerra.

     —¡Que! ¡No qué asco! —Respondió Dan.—Ha de estar toda polvosa. Sóplala tú mejor. —Dijo Dan.

     —Yo no puedo soplarla, no soy católico. Solo puede ser utilizada por un católico.

     —¡Yo tampoco soy católico! —Respondió Dan.

     —Pero eres irlandés, ¿Cómo es eso posible? —Preguntó Ramsay.

     —¡Oh! ¡ósea, solo porque soy irlandés, eso me hace automáticamente católico! ¡Eso es racismo! —Exclamó el muchacho. —Soy un vampiro, Ramsay, obviamente no soy católico.

     —Mierda, eso hubiera resuelto todos nuestros problemas. —Respondió Ramsay. —¡A ver! ¿Quién de ustedes es católico?, ¿Qué tal tú Lira? ¿Hiciste tu primera comunión?

     —Eh... no soy católica, yo soy luterana. —Respondió Lira.

     —Eso no me sirve de nada. —Respondió Ramsay.

      —¿Qué tal tu Carmine?

      —¿Yo?, yo soy atea. —Respondió la chica.

      —Muchachos, yo soy católica. —Respondió Felicia. —Crecí en Italia y fui bautizada. —Entonces el director Ramsay le pasó la corneta a la chica. Felicia entonces se la llevó a los labios y sopló con fuerza. El sonido hizo eco en el estacionamiento.

      Pero no pasó nada.

     —Bien hecho Ramsay, nos sacaste a morir afuera. —Respondió Dan.

      Lira entonces notó que todo comenzó a llenarse de niebla, "oh no ¿sería que Alessa Crawley habría llegado?, ¿la niebla era señal de que estaba aquí?" pensó la chica. Entonces escuchó algo, era primero una tonada aguda, eran flautines y luego el sonido de los tambores de guerra. Después el sonido de la marcha, en la distancia aparecieron entonces las siluetas de los hombres. Eran translucidos con un aura azulada alrededor de ellos y utilizaban viejos uniformes de guerra americanos. Los generales montaban sobre caballos espectrales. Y sus hombres cargaban banderas verdes. Las tropas cargaban largos mosquetes con bayonetas. Y otros empujaban pesados cañones de guerra. un hombre de larga cabellera rojiza que cabalgaba sobre un caballo blanco se acercó a hablar con Felicia.

      —Soy el teniente del quinto regimiento de infantería de los Estados Unidos Americanos; John O' Rilley. ¿Es usted señorita quien nos ha llamado? —Preguntó el soldado espectral.

     —En realidad fui yo...—Interrumpió el director Ramsay.

     —¿Y quién es usted? —preguntó John O'Rilley.

     —Ramsay Hellgate. —dijo el director tendiendo la mano al teniente. El hombre lo miró con extrañeza. —¿Es usted católico?

     —Eh, no...yo...

     —Solo seguimos ordenes de verdaderos creyentes. —Respondió el teniente. Después volteó a ver a Felicia. — Comandante, ¿porque hemos sido convocados aquí?

     —Alessa Crawley; una mujer mitad demonio viene hacia aquí. Necesitamos su ayuda para acabar con ella. —Respondió Felicia.

     "¿Acaso ellos creerán eso?" se preguntó Lira. "Después de todo eran fantasmas, la mayoría de los humanos vivían y morían sin darse cuenta de la existencia de los demonios a su alrededor."

     —A la orden comandante. —Respondió John O'Rilley. –¡Muchachos ya oyeron a la comandante! ¡A sus posiciones! —Exclamó el comandante. Los fantasmas comenzaron a marchar nuevamente, esta vez al interior del edificio. Con la intención de fortificar sus posiciones.

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     Cecilia descendió con sus alas en un edificio cercano, frente a ella estaba Alessa Crawley.

     —¿Están listas las tropas? —preguntó Alessa Crawley.

     —Sí. —Respondió Cecilia, mientras observaba en la distancia como una densa niebla cubría el edificio de la Agencia Anti-Demonios Manhattan. "¿Qué será lo que esté pasando ahí?" se preguntó Cecilia. "¿Sería alguna medida de seguridad? Sea lo que sea no me da buena espina, Ramsay; él ha de estar tramando algo, de todos los Hellgate, este es el más astuto después de todo"

     —Dile a Knut, que avance con las tropas. —Respondió Alesa Crawley y luego saltó del edificio. Cecilia entonces hizo aparecer de una llamarada azul un pedazo de cristal, en el reflejo del cristal apareció la cara del duende. —Avancen. —Dijo la mujer.

     Cecilia volvió a desplegar sus alas. Y sobrevoló sobre la calle, donde los cuerpos de los hombres, mujeres y niños yacían tras el contingente de duendes y seguidores de Alessa. Quienes comenzaron a correr hacia la agencia.

     Cecilia sintió como se revolvía su estómago, era la misma sensación y el mismo miedo que respiraba la ciudad. Era el mismo que había sentido en 1954. Pero era un mal necesario, todos esos años atrás, La Agencia Anti-Demonios había decidido pelear aun cuando se le había dado la posibilidad de rendirse. Y por culpa de ellos toda la ciudad había sangrado. Esta vez terminaría con las muertes innecesarias y el caos que la Bula 99 traía consigo. 

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