Caso 19: El enclave infernal.



Grandes troncos de madera blanca con venas rojas palpitantes rodeaban la gigantesca cámara, los alumbrada solo por candelabros de velas danzantes y un festival de sombras que se movían por su propia cuenta sin la autorización de sus dueños. Había 13 palcos en aquella cámara, construidos con huesos de bestias infernales, que servían como soportes de cada uno de los balcones, así como la decoración de aquel funesto lugar. Hombres y mujeres con grandes mascaras de aves, de cabras, de perros y demás bestias completamente desnudos solo siendo cubiertos por una capa negra o roja entraban para ocupar un lugar en las gradas. Los techos abovedados ilustraban escenas infernales de tortura, de muerte y destrucción. Después que los hombres y mujeres se sentaron, entraron las criaturas, mujeres y hombres de hermosas pieles pálidas y cobrizas, trigueñas y azabaches con ojos de ensueño escarlatas y con finos colmillos se sentaron en las gradas y dos de ellos se sentaron en palcos.

     Cecilia los reconoció a los dos vampiros que se sentaron en los palcos, ella era la duquesa Justine Belancourt, de las siete grandes familias vampíricas. Justine era una mujer hermosa, de rostro alargado con una nariz recta de grandes ojos azules y cabello rubio. A su lado estaba su esposo, el hombre llevaba una máscara de hierro sobre su cabeza, menudo y pequeño, con una correa de hierro que terminaba en las manos de la duquesa.

     Después entraron las brujas. Ellas eran la raza de gran mayoría, ya que ocupaban cinco palcos de la orden, tomaron sus respectivos asientos. La primera en ocupar su asiento en uno de los palcos, fue Glannis Bork; una mujer anciana y obesa de rostro alargado con una gran nariz, su cabello eran delgadas líneas, pues la mujer se había quedado calva. "La bruja Sapo de Estambul" pensó Cecilia. Luego Andressa Meneida, una bruja de cuerpo envidiable, y piel morena, ella era la líder del aquelarre La Nueva Sangre. Con grandes plantaciones de mandrágora en Brasil y en Colombia, la mujer vestía con escasas prendas, quería que todos los presentes admiraran, desearan y envidiasen su cuerpo. Después apareció otra bruja, vestía en un kimono brillante de tela negra su cuerpo era de porcelana, con brillantes líneas de oro donde se había quebrado la porcelana que recubría su cuerpo como un tatuaje dorado. Yukio Samaeda, la lideresa del Aquelarre de Akamori.

     Después Erzebeth Bathory, una mujer horrible que juraba ser la mujer más hermosa del mundo. Ya que había mantenido su juventud bañándose en sangre de doncella, ella era la mujer que controlaba La Congregación Roja, un aquelarre que se componía de aquelarres de Eurasia. Tras ella, Andrei Drakov, del aquelarre de Los Hijos de la Runa, el hombre era relativamente joven, a pesar de presumir ser más viejo que la cristiandad misma y de haber existido desde antes de la caída del Señor Oscuro al abismo. Andrei servía a dioses más antiguos, a los dioses del Norte, dioses del trueno, de los cuervos y de la bruma. Frenar el envejecimiento era sencillo para una bruja, no era gran problema hacer un ungüento con grasa de bebé humano, sangre de doncella y belladona. Pero el hecho es que Andrei se servía de otro tipo de magia. Según algunos rumores esparcidos por el clan Spochnik, Andrei era descendiente de dioses. Verdaderos dioses, cuando el mundo aún era joven y existían múltiples orígenes al origen de la vida. Decían que Andrei se había bañado en la sangre de un dragón, o en las místicas aguas que alimentaban al árbol del Ygdrassil. Sin embargo, su voz en la congregación de las ordenes tenía a su voto reducido y controlado por el resto de las brujas, pues dentro del aquelarre se sigue un matriarcado.

     Mama Lamba entró y con ella una fragancia frutal, una fragancia selvática cubrió el recinto. La mujer, había pasado los últimos 700 años unificando a todas las familias de la magia oscura africana y sus descendientes en América. Sin embargo, no había presencia del aquelarre de La Torre. Cecilia se sentía algo decepcionada, Nora DeMollay era la única mujer por la que ella sentía admiración. Una mujer diligente, y pragmática que podría traer orden, a la marea que Alessa Crawley estaba tratando de levantar.

     Después entraron los clanes de duendes, el Clan O'Duhuir, el Clan Spochnik y el Clan Goya tomaron cada uno su palco correspondiente. Y se podía ver cierta diferencia en el enclave, los hombres se sentaban de un lado y las mujeres del otro. Los clanes de duendes se sentaban cerca del aquelarre de los Hijos de la Runa. Tal vez porque la magia rúnica era la más parecida a la magia gaélica y porque el mismo Andrei les recordaba el voto que los clanes de duendes habían hecho en la creación del mundo, de seguir a la magia de la naturaleza y no la que proporcionaba un ángel caído en el abismo.

     Finalmente, los humanos entraron, Primero Los Ojos del Búho, hombres y mujeres de gran influencia en la política y en la economía de varios países. Incluso algunos cardenales del vaticano se encontraban ahí presentes. Sin embargo, Cecilia dudaba que hubiese alguno dentro de la Bula 99. No... Era ese ángel centinela John, quien podría oler la maldad en sus corazones y podría hacer que los asesinaran si lograban entrar en los cuarteles de la Bula 99. Después entró Lord Casterly, junto con sus seguidores de más alto rango, Terrance Washington Casterly era el gran maestre del Templo de Baphomet. Después de haberse sentado en el palco. Entraron los discípulos de Alessa. Un mar de murmullos y sustos ahogados llenaron el ambiente infernal de aquel enclave cuando vieron a Alessa Crawley entrar por la puerta, la cornamenta ennegrecida y la complexión guerrera. Pero era aquel fuego negro que brillaba entre su cornamenta, era aquello a lo que temían en realidad, como una corona digna de demonios, solo las esposas de Lucifer llevaban coronas de fuego infernal sobre sus cornamentas. La mujer entró a la sala. Aunque muchos miembros de la orden reconocían que Alessa era una mestiza, mitad humana, mitad demonio. Era la primera vez que veían a la bestia dentro del sensual cuerpo de la mujer que alguna vez fue tomar control de su apariencia.

     —¡Bien, ahora que ya estamos todos presentes, podemos comenzar este enclave! —Exclamó Erzabeth Bathory mientras golpeaba con su mazo en forma de calavera sobre el palco. —Le cedo la palabra la hermana Crawley, quien con tanto esmero llamó a la reunión de las 13 Ordenes.

     Entonces Alessa se levantó de su asiento. y miró a todos los presentes.

    —Gracias. Hermanas y hermanos trataré de ser rápida y concisa sobre la razón por la que los he reunido a todos ustedes. —Las señales ya han aparecido, algunas en sueños, otros en visiones, llamados infernales y heraldos. El Pandemonio ha iniciado, pronto nuestro señor Lucifer caminará entre nosotros. Nuestros enemigos son muchos y están en todos lados, pero es nuestro deber como sirvientes del Señor Oscuro preparar la tierra para su arribo.

     —¿Qué es lo que propone, hermana Crawley? —Preguntó la moderadora Erzabeth.

    —¿Qué propongo?, lo mismo que hemos propuesto desde el inicio de este enclave. La destrucción de la Bula 99 del Vaticano. Es El Vaticano con sus pérfidas ordenes quienes nos atacan constantemente. Y las únicas que pueden frenar la llegada de nuestro Señor.

    —Cierto que el Vaticano es formidable. —Respondió Justine Belancourt levantándose de su palco. —Pero no estamos listos para una guerra.

    —Me sorprende hermana Justine. Usted quien ha estado a favor de la supremacía vampírica, decida no tomar acción frente al Vaticano quien constantemente ataca y asesina a la comunidad vampírica. —Respondió Alessa Crawley.

    —Existe un momento para la guerra y otro para la paz. Cierto que en mi corazón no albergo más que odio por esos nefastos Caballeros Labriegos y por El Vaticano, pero no estamos listos. Somos Las 13 Ordenes Mágicas, pero no somos la voz de todo El Mundo Oculto. El trato al que hemos llegado con el vaticano es más sensato.

     —Y al mismo tiempo nuestra perdición. —Respondió Mama Lamba. La anciana mujer de piel oscura se levantó con dificultad de su asiento y se dirigió a toda la multitud. —Yo he visto con mis propios ojos las salvajadas que La Orden de los Inquisidores al servicio del Vaticano es capaz de hacer. Muchas de mis hermanas han muerto desde hace siglos. Cada día que pasa perdemos fuerza y cada momento que pasa ellos ganan terreno. —Respondió Mama Lamba.

    —Nadie ha dicho que el Vaticano ha ganado terreno. —Respondió Lord Casterly. —Hemos visto como cada vez menos creyentes depositan dinero en las arcas del Vaticano y por lo tanto de la Bula 99, si esperamos un poco más, el propio Vaticano cosechará las ya sembradas semillas de su propia destrucción; Pederastia, corrupción, infamia, misoginia y avaricia. Si permitimos un poco más de tiempo...

     —No tenemos que ganar, solo desgastar a su orden. —Respondió Tumbafria Spochnik. —La Bula 99 es vulnerable, Los Limerick fueron exterminados. Podemos acabar una a una sus órdenes sagradas.

     —Estoy de acuerdo. —Respondió Terrance W. Spelvin. —El Vaticano está desarticulado, una orden no apoyará a la otra en caso de una guerra. Debemos atacar ahora que ellos no esperan una alianza entre grupos. —Apenas el hombre terminó, Andressa Meneida se levantó y habló con los presentes.

     —La Bula 99 podrá estar desarticulada, pero no es débil. Los Inquisidores tienen presencia en todos los países católicos. Y la orden de Los Caballeros Labriegos, en todos los países con comunidades vampíricas. Si atacamos en conjunto, uniremos a las dos órdenes no solo más numerosas del Vaticano sino también las más fuertes. —Respondió Andressa. —Hermanas, hermanos, les pido reconsiderarlo. Habrá un momento para actuar, pero no es este. Cuando El Señor Oscuro llegue con sus legiones infernales entonces, ese será el momento de actuar. Pero no antes de su llegada.

    —Oh, pero es por esa razón que necesitamos atacar. —respondió Alessa Crawley. —No a Los Inquisidores, ni a Los Caballeros Labriegos. Hablo de atacar a los cazadores de demonios de la Agencia Anti-Demonios Manhattan. —Respondió Alessa.

    —Los cazadores de demonios de América, ¿Qué daño podrían hacer sí solo tienen presencia en América? —Preguntó Justine Belancourt.

    —No hace bien en subestimarlos. —Respondió finalmente Cecilia, la mujer entonces abrió sus alas cerúleas y descendió de los asientos superiores. Los asientos designados para aquellos mestizos, mitad humanos, mitad demonios. A pesar de que solo había cuatro mestizos en aquel lugar. Y los demás cubiertos por la sombra, seguían a la mujer con sus ojos escarlatas desafiantes. La mujer descendió hacia el centro de la sala.

     —¿Cómo dice, mi Señora Zarasvati? —Preguntó Justine. —De pronto todos en la sala comenzaron a murmurar, había pasado décadas desde que un demonio había intervenido a favor o en contra de un miembro o una moción en el enclave.

     —La Agencia Anti-Demonios Manhattan no debe ser subestimada, solo porque estos no radican en El Viejo Mundo. El Duque Dan Van Tepes es un agente activo de la Agencia, y también si no lo olvido, su familia es una de las siete grandes familias vampíricas. Pero no solo eso, ellos cuentan con un "mitad demonio" como perro de ataque, quien hace el trabajo sucio de la agencia, ¿Cuántos de ustedes miembros de la orden han podido vencer a un "mitad demonio"? Y, por si fuera poco, la agencia cuenta con John...

     Al pronunciar el nombre de John, todos comenzaron a ponerse nervioso, los hombres y mujeres a murmurar, las brujas a gritar horrorizadas y los duendes a escupir para evitar la mala fortuna.

     —Sí, todos hemos visto a John, algunos de nosotros lo hemos enfrentado en el pasado y ninguno de los presentes ha podido acabar con él. —Dijo Cecilia, la mujer pudo ver el miedo en los ojos del enclave, incluso en los ojos de brujas tan poderosas como Mama Lamba. –Pero hay una opción...

     Cecilia entonces apuntó con su dedo hacia Alessa Crawley, Las palabras del señor oscuro retumbaban en el interior de Cecilia, Sabía que podría enemistarse con el príncipe de las tinieblas por esto, pero no veía de otra. La guerra iba a acontecer de una u otra forma, y Lucifer no se tocaría el corazón con aquellos que se osaran a enfrentar a él. Eso incluía a Gabrielo todo lo tenía que hacer por él, ¿era su familia después de todo no?

     —Alessa Crawley, fue ungida en el ritual de los espejos, ella fue aceptada por la alta corte de los 7 círculos infernales. Ella es el heraldo de la Soberbia, ¡El Heraldo del Orgullo el pecado más grande y más fuerte de todos! Ella será quien abra la puerta del averno, una vez que el Pandemonio haya terminado. Si hay alguien que se podrá enfrentar a John y a la Agencia Anti-Demonios Manhattan, esa es Alessa Crawley.

     Entonces la sala volvió a llenarse de murmullos, las brujas, los duendes y los hombres murmuraban entre ellos. Cada uno tratando de tomar una decisión coherente, pues si osaban a elegir mal, sería su fin.

     El primero en levantarse para pronunciar palabra fue Knut, quien tenía que pararse sobre su asiento para verse más alto ante todos los miembros del enclave.

     —Yo la he visto con mis propios ojos, he visto lo que La Mujer Roja ha sido capaz de hacer, Alessa Crawley pagó el precio del Señor Oscuro y en consecuencia se ha transformado en su heraldo. Como parte del Clan O'Duhuir seguiremos a Alessa Crawley a la guerra.

    Las brujas comenzaron a debatir entre ellas. Fue entonces cuando Andrei, el hechicero se levantó de su asiento, era la primera vez que Cecilia veía al hombre participar en el enclave, ya que usualmente se dedicaba a dar su voto a favor o en contra, pero nada más. Está vez habló.

    —Hermanas y hermanos...probablemente yo sea el miembro más longevo de todos nosotros, yo presencié el fin y la muerte de mis dioses. Vi la llegada y la caída de los héroes, incluso vi la caída del Señor Oscuro al abismo. Estuve cuando San Patricio expulsó a todos los duendes de la Isla Esmeralda. Y estuve cuando Vlad Tepes, se convirtió en el primer vampiro. Todo lo que existe yo lo he visto, Estuve cuando Azmaría La Bruja Mesías murió a manos de los Caballeros de Santa Sofía. He visto a varios profetas oscuros levantarse y caer una y otra vez, y no veo porque razón este profeta no caiga. En nombre del aquelarre de los Hermanos de la Runa, me niego a seguir a este heraldo; Alessa Crawley.

     —Bueno por suerte eres hombre y tu voto no cuenta. —Dijo Yukio Samaeda. —Sin embargo, El aquelarre Akamori, se niega a creer que un "ojos redondos" sea El Heraldo del Señor Oscuro, por lo que nos negamos también.

    —La Familia Belancourt, también se niega a seguirles. —Respondió Justine.—Atacar a un duque de la familia Van Tepes, sería prácticamente iniciar una guerra con los Van Tepes y sus aliados.

     —¡Cobardes! —Exclamó Knut O'Duhuir. —¡Esta es la única forma!, ¡Tú Tumbafría Spochnik! —Dijo Knut apuntando hacia Tumbafría en su palco. Eres un duende como yo, antes del hombre el mundo fue nuestro, nos seguirás en esta guerra ¿O le darás la espalda a tus hermanos?

    —El Clan Spochnik, ha visto a los hombres reducir nuestros hogares a cenizas, acaso es necesario tan siquiera decirlo, hagamos, caer el infierno sobre ellos. con Alessa Crawley y con Zarasvati de nuestro lado, no hay quien se ponga en nuestro camino.

    —¡Y qué hay de ti Goyo! —exclamó Knut, apuntando al otro representante del clan de duendes Golin.

     —Nosotros nos mantendremos al margen de estos eventos. —Respondió Golin. —Los cazadores de demonios no nos han hecho nada, no veo porque traer la guerra hacia ellos.

     Knut escupió en señal de desaprobación.

     —¿Y qué hay de ustedes? —preguntó Alessa al resto de los aquelarres y los humanos. Pero ninguno dijo nada. Se habían negado. —Ya veo, aún no creen que sea capaz de hablar por las 13 Ordenes... ¡Bien! Tal vez cuando haya terminado con La Agencia Anti-Demonios Manhattan, puedan aceptarme, después de todo yo seré quien abra las puertas infernales. Entonces Alessa Crawley se dio media vuelta y dejó el enclave. 

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