Caso 17: La catedral
"En su mente Gabrielo regresaba a la Agencia Anti-Demonios Manhattan, estaba en el ascensor y la puerta se corría de par en par. El interior estaba lleno de gente, hombres y mujeres que caminaban de un lado a otro cargando pesados documentos de trabajo, Ramsay Leopold, estaba en el piso superior vistiendo su traje de tres piezas, con un puro encendido en los labios y con su secretaria de suéter ceñido a su lado. El hombre mirando desde el barandal del segundo piso a todos trabajar con una victoriosa y satisfecha. Dan estaba en la cafetería de la agencia rodeado de chicas, el vampiro continuaba justificando porque sus largas patillas serían el siguiente ícono de la moda. En la biblioteca estaba John, mientras les enseñaba a los nuevos reclutas los fundamentos de la cacería de demonios. Gabrielo se fue a sentar en una mesa de la biblioteca. Entonces sintió el frío de la botella de soda contra su cara, el muchacho levantó la mirada, ahí estaba Karen. La chica de cabello castaño, y marrones soñadores, altiva curiosa y siempre lista para la acción"
—Toma, nos espera un largo día. —Respondió la chica con una sincera sonrisa en su rostro.
Gabrielo despertó, los rayos del sol caían sobre su rostro, se había quedado dormido por un largo rato. Ya no recordaba donde estaba, había seguido la carretera norte durante horas. Miró el GPS en su teléfono, ya no continuaba en España, en algún punto de la noche había cruzado la frontera francesa.
Entonces su teléfono comenzó a sonar nuevamente, era otra llamada de John, al parecer, Gabrielo se había quedado dormido.
—¿Qué ocurre? —Preguntó Gabrielo por el Smartphone.
—Vaya, hasta que al fin contestas. —Respondió John. —He estado tratando de localizarte desde hace horas.
—Me quedé dormido... ¿Qué ocurre?
—Malas noticias, la orden de los inquisidores en España se puso en contacto con El Papa, tu misión en España acabó con dos equipos de inquisidores.
—Yo no los maté. —Respondió Gabrielo. —Fue el demonio quien mató a los inquisidores.
—¿Y El Toro del Diablo? —Preguntó John.
—Está muerto. —Respondió Gabrielo.
—Parece que te he subestimado Gabrielo, ser capaz de matar a un demonio de ese rango, es algo digno de reconocimiento. De cualquier manera, necesito tu ayuda. Tenemos la pista de otro demonio, en el pueblo de Saint-Dennis.
—¿Y quieres que me encargue de él? —Respondió Gabrielo.
—No, no solo quiero que te encargues de él, quiero que no llames la atención. No es necesario poner en alerta a todo el pueblo y mucho menos llamar la atención de la orden de los inquisidores.
—¿De qué se trata? —Preguntó Gabrielo.
—Un demonio que se oculta en la catedral de Saint Dennis. Un grupo de rastreadores de los Wolfenjaegers fue quien le dio seguimiento. Al principio creyeron que se trataba de un monstruo que salió de la selva negra alemana, pero la criatura tenía un símbolo peculiar. Tenía la marca de "Nohus" Envidia —Dijo John.
—Otro heraldo...
—Sí.
—¿En dónde queda este pueblo Saint Dennis? —Preguntó Gabrielo.
—Te estoy enviando las coordenadas en este momento. Ten cuidado y una vez que termines trata de escapar.
—Lo haré. Gracias John. —Gabrielo cortó la llamada y volvió a montar la motocicleta, listo para volver al camino. Miró su teléfono, el mapa marcaba hacia donde tenía que dirigirse para llegar a este pueblo de Saint Dennis. Gabrielo aceleró el vehículo. A veces el muchacho se preguntaba como estarían yendo las cosas en la Agencia, Si Lira y Dan habrían podido dar con Alessa Crawley y con el clan O'Duhuir. Gabrielo sabía lo peligroso que podían ser los duendes. La Orden de los Limerick era la más vieja de las órdenes del Vaticano y había perecido atacada por todos los clanes de duendes, en todas las direcciones. "Tal vez, fue decisión correcta de la Agencia, el no contratar más humanos para el trabajo de campo, los humanos tenían cuerpos frágiles para esta labor, y a diferencia de la caza de hombres lobo, o vampiros. Los demonios no se sujetaban a las leyes de la vida y la muerte." "Si tan solo lo hubiese sabido antes, tal vez...Karen no hubiese muerto."
Finalemente apareció el pueblo, un pintoresco cuadro leía, Saint Dennis. Sin embargo, Gabrielo no sabía hablar francés, por lo que el resto del texto era inentendible para él. El Cazador de Demonios paró en el centro y sintió hambre, ¿cuándo había sido la última vez que había comido algo? El muchacho se levantó y miró la vitrina de la panadería, el olor del pan recién hecho le recordaba al mismo que las monjas del claustro preparaban cuando Gabrielo era un niño. Y sin duda el aroma de panadería europea era muy diferente al de la panadería americana.
—Êtes-vous nouveau dans la ville? —Preguntó una voz femenina. Gabrielo se dio media vuelta, y miró a la chica, alta, menuda de cabellera pelirroja, ojos azules, pecas en el rostro. Pero el cazador no entendía lo que la mujer trataba de decir. Aunque el muchacho podía hablar italiano e inglés, no lograba comprender lo que aquella chica trataba de decirle. Resultaba irónico, sobre todo cuando Gabrielo era capaz de hablar, latín, hebreo, Arameo, Alto Vampírico y antiguo Gaélico. —Ne parlez-vous francais?
—No hablo francés. —respondió el muchacho en inglés.
—¡Oh!, eres extranjero entonces. ¡perfecto! Mi nombre es Aloette, soy guía de turistas de Saint Dennis. Toma un panfleto. —Dijo la chica, y le dio a Gabrielo un volante, en la imagen frontal venía la catedral del pueblo. Gabrielo miró en la catedral y vio una de las gárgolas tenía grabado un símbolo en la cabeza, el mismo símbolo que había visto en el reloj del fin del mundo. "John tenía razón, hay un demonio aquí, un demonio de la envidia"
—¿Dónde queda la catedral? —Preguntó Gabrielo.
—Oh, si quieres te puedo llevar. No está lejos.
—Preferiría que simplemente me lo dijeras. —Respondió Gabrielo.
—Ya veo, eres huraño, no has de tener muchos amigos con esa actitud, vale. Que tu primer día no sea arruinado por una mala experiencia, Saint Dennis; celebra la amistad de todos los pueblos. ¡Y qué mejor forma de celebrar la amistad, que haciendo nuevos amigos! —Respondió la Guía de turistas.
Entonces la chica guió a Gabrielo hacia la catedral.
—¿Estas interesado en saber sobre la historia de la Catedral? —Preguntó la chica.
—¿No viene en el folleto? —Preguntó el muchacho.
—Sí, pero no vienen todos los detalles tenebrosos. —Dijo la chica. haciendo énfasis en la palabra tenebrosos. —Dicen que un monstruo vive en el campanario de la catedral. Y se pone a tocar el órgano en la madrugada. Ya que estamos aquí que te parece una fotografía, por un euro con cincuenta te tomo una fotografía frente a la fachada de la catedral.
—No será necesario. —Respondió Gabrielo.
—¡Oh vamos! no seas aguafiestas, soy una buena fotógrafa, y lo puedo probar, mira deja que la saque y si te gusta te la mando por correo. Y sino la borro y listo.
Había algo extraño en aquella chica, no aceptaba un no por respuesta, y en cierta manera le recordaba a Dan, el vampiro también solía no aceptar un no por respuesta de las personas cuando estaba interesado en conseguir algo. La chica entonces tomó la cámara y apuntó hacia Gabrielo y después tomó la fotografía. Entonces se dio cuenta que la chica se había quedado muda. Viendo la fotografía.
—¿Y bien? —Preguntó Gabrielo.
—Oh, no es nada, es solo que...
Gabrielo se acercó a la guía de turistas y miró la cámara, en efecto había algo. Una figura espectral que saltaba de una torre del campanario a la otra. "Ciertamente hay algo ahí" respondió Gabrielo.
—Gracias. —Respondió Gabrielo agradeciendo por la ayuda a la guía de turistas, el muchacho entonces entró en la catedral, pero no vio a nadie, ni sintió ninguna presencia. La catedral estaba vacía. El aroma a incienso le picaba en la nariz y los ojos, después de todo era mitad demonio.
—¡Que extraño! —Respondió la guía de turistas. Cuando la chica se aproximó a Gabrielo fue cuando comenzó a aparecer un olor azufroso en el interior de la Catedral, entonces la temperatura comenzó a elevarse. Y se escuchó un fuerte golpe detrás de los dos. Gabrielo y la guía de turistas miraron hacia atrás de ellos. una estatua de piedra yacía justo tras ellos. —¡Esa estatua...eso no estaba ahí!
—Lo sé, movimiento de objetos...definitivamente es un demonio. —Dijo Gabrielo. —Guía de Turistas, más te vale abandonar este lugar, no te va a gustar lo que va a pasar a continuación. Nuevamente se oyó otro golpe, y los dos volvieron a girar la cabeza, otra estatua se había movido.
—¿Qué es lo que está pasando? —Preguntó la guía de turistas.
Entonces la estatua comenzó a moverse erráticamente. Sus brazos, piernas y cabeza se movían descoordinadamente. Una espesa brea amarilla maloliente comenzó a brotar de los ojos de piedra de las estatuas.
Gabrielo entonces desenfundó su arma. El brillo del acero ennegrecido de su pistola brilló ante la luz de las velas. Disparó, la munición expansiva hizo trizas la cabeza de la estatua. Pero entonces la estatua que estaba atrás de Gabrielo atacó y le dio un bofetón que lo sacó volando y lo hizo caer sobre las bancas, destrozándolas del golpe.
La guía de turistas se arrodilló y comenzó a gritar. La estatua entonces comenzó a moverse con paso veloz hacia El Cazador de Demonios. Gabrielo se levantó y apuntó con su arma, pero entonces otra estatua le tomó por la mano que sujetaba la pistola. La estatua comenzó a apretar la muñeca de Gabrielo, la iba a romper. Gabrielo no tuvo de otra que soltar el arma. El muchacho entonces metió su mano en el abrigo y sacó una capsula del interior. La estatua continuaba llorando aquella sustancia maloliente. Gabrielo entonces aplastó la capsula sobre la cabeza de la estatua, se escuchó un chillido agudo conforme la sal salpicaba por todas partes. La mano de Gabrielo l estaba sangrando. La sal del Mar Muerto siempre la había considerado como acido para él.
La estatua comenzó a corroerse y soltó a Gabrielo. El cazador entonces tomó el arma nuevamente.
—¡Heraldo de la envidia! ¡Yo soy Gabrielo Monteriggioni! ¡Te ordenó que aparezcas! —Exclamó Gabrielo.
—¡Tú no eres humano! —Respondió una voz espectral. —¡No eres humano, pero tampoco eres un demonio! ¡Que eres tú! —Exclamó la voz.
—Soy quien ha sido enviado a terminar contigo. —Respondió Gabrielo.
Entonces se alzó una densa niebla, justo como en España y el sonido de los gritos de odio de las personas llenaron en ecos el interior de la catedral. Luego los vitrales se iluminaron con el fulgor danzante del fuego y un festival de sombras furiosas que meneaban hoces, picas y palos. El sonido de los pedruscos contra los cristales de la catedral, aunque ningún cristal yacía roto en el suelo.
"¿Otra ilusión?" Pensó Gabrielo.
—Todos envidiamos algo, todos tememos a algo, todos queremos algo, incluso tú, Cazador de Demonios Gabrielo Monteriggioni. —Respondió el demonio.
Una segunda ola de niebla llenó el escenario, lo cubrió todo alrededor de Gabrielo y de la mujer que continuaba arrodillada en el suelo cubriéndose la cabeza. De aquella niebla aparecían arcos y columnas, ventanas y luces, sombras e incluso sonidos. Nuevamente aquellos canticos que las hermanas del claustro italiano entonaban podían oírse en el trasfondo. Un portón apareció frente a Gabrielo y este se abrió de par en par revelando un jardín soleado con un limonero en medio. La Madre Superiora yacía sentada en una banca de piedra pulida y a su lado dos niñas, una con largo cabello negro inexpresiva y la otra, una niña más pequeña de cabello rubio que se distaría viendo a las mariposas volar a su alrededor. Entonces la Madre Superiora se levantó de su asiento y las dos niñas se levantaron con ella.
—Vamos a intentarlo una vez más. mis angelitos. —Dijo la Madre Superiora. Y luego puso la mano sobre la niña de cabellera negra. —Tú primero Ceci. —dijo la mujer.
La niña entonces dio una profunda respiración y cerró los ojos.
—¡Cecilia! —Exclamó la niña, entonces un par de alas azules brotaron de su espalda. Entonces la niña comenzó a moverlas, aleteando y poco a poco fue comenzando a levantar vuelo. La otra niña comenzó a reír.
—¡Ahora yo! ¡Ahora yo! —Exclamó la niña alegremente.
—Está bien mi querubín, ahora tú. —Dijo la anciana monja, la niña estaba feliz dando brincos de emoción.
—¡Felicia! —Exclamó la niña de cabellera rubia, de su espalda brotaron un par de alas azules. La niña comenzó a aletear con ellas y alzó vuelo.
Luego la madre superiora volteó a mirar a Gabrielo, ahora tú...
En la niebla apareció un niño flacucho, desgarbado de cabello negro enmarañado. Gabrielo miró al niño, como las piernas le temblaban cuando se dirigió con la Madre Superiora. Era miedo, pero, ¿miedo a que? La Madre Superiora se acercó al niño y puso su mano sobre el hombro del niño.
—Está bien, esta vez saldrá bien, ya lo verás. —Respondió la anciana sonriendo. El niño entonces miró a la mujer a los ojos y asintió con la cabeza, la mujer se alejó y el niño cerró los ojos, luego dio una respiración profunda.
—¡Gabriel! —Exclamó el niño, pero entonces la sangre comenzó a brotar de su boca, grandes cantidades de sangre. El niño se tiró al suelo mientras se ahogaba en su propia sangre. La anciana monja se acercó horrorizada al niño.
—¡Gabriel, que te ocurre, mi niño! —Exclamó la mujer. Entonces, Cecilia se acercó al niño, y lo levantó. Luego tomó del bolsillo de su vestido un puñado de ceniza que traía con ella y lo metió de lleno en la boca del niño. El niño había dejado de ahogarse.
Nuevamente todo volvió a disiparse entre las llamas, vio a una figura humanoide dirigirse hacia el cazador de demonios. Gabrielo lo miró, pero no pudo distinguir su imagen completa, pues el demonio usaba la niebla para ocultarse, lo único que podía ver era la forma de aquel ente. Un ente robusto, de espalda ancha con piernas pequeñas y brazos gruesos. Sin embargo, notó que el ente no era alto, y llevaba una gran joroba en su espalda.
—Debe ser difícil. —Dijo el demonio. Su voz era extrañamente suave, era el eco de la catedral aquella que distorsionaba su voz, pero al lado de Gabrielo, la voz del demonio era más suave. —Tus hermanas, capaces de alzar el vuelo, pero tú...maldecido por tu propio nombre.
—No funcionará conmigo. —Respondió Gabrielo. —Mi corazón no alberga envidia, hacia mis hermanas.
—¿No?, Todos tenemos envida de algo, los humanos temen a algo todo el tiempo, a veces un mejor cuerpo, a veces ser más inteligentes, a veces ser más bellos, tener dinero, libertad, fama o éxito.
—Yo no.—Respondió Gabrielo. Luego el cazador trató de agarrar al demonio, pero él se disipó entre la niebla.
—Tú envidias a tus hermanas, envidias lo que pueden hacer y lo que tú no...ha de ser difícil para ti, no importa que tantos demonios hayas matado, no importa cuanta gente salves, no puedes tener aquello que más deseas.
—Sabes que no podría funcionar, no podría funcionar aquello que haces...
—Admítelo cazador, solo haces lo que haces, solo cazas demonios, porque sientes envidia de tus hermanas, envidias no poder ser como ellas, envidias que, a pesar de compartir la misma sangre, eres inferior, eres imperfecto. Respondió el demonio. La niebla comenzó a ascender y el cuerpo de Gabrielo comenzó a disiparse entre la niebla. O más bien su cuerpo se hacía uno con la niebla.
Todo se volvió gris, como esa niebla... "Sí, más o menos así es como lo recuerdo, solo que en vez de gris era color negro, el negro de la oscuridad." Pensó Gabrielo. entonces vio un rayo de luz...el crujir de las bisagras.
Un hombre alto de cabellera pelirroja, de rostro alargado y barba perfectamente peinada apareció. Sus ojos eran azules.
—Mi niño, habéis sufrido los abusos del Vaticano por tanto tiempo...pero he venido a ofrecerte una retribución por tu servicio. De tomar esta decisión no encontrarás paz en tu vida, pero llevarás paz y tranquilidad a los demás. –dijo el hombre.
Gabrielo se vio a sí mismo con los pesados grilletes y los brazos con marcas de la tortura de los inquisidores durante su estadía en El Castillo de San Angelo.
—¿Quién es usted?... —Había preguntado Gabrielo.
"Sí más o menos, así lo recuerdo." Pensó Gabrielo al mirarse a sí mismo como aquel niño desgarbado encadenado a la pared, torturado día tras día. Por los hombres al servicio de la Bula 99.
—Yo soy Sir Reginald Marvolo Hellgate. Y quiero hablarte sobre mi agencia...
"Cierto, yo me uní a la Agencia Anti-Demonios Manhattan, no para cazar demonios, sino para proteger a la humanidad" Se respondió Gabrielo así mismo.
Entonces Gabrielo miró a su lado, aquella mujer, La guía de turistas también había comenzado a disiparse en la niebla.
"Se va a morir..." Pensó Gabrielo... "No, no puedo dejarla morir" Entonces Gabrielo trató de acercarse a la mujer, sus brazos y piernas resurgieron de la niebla.
—¡No, que haces! —Exclamó el Demonio de la envidia.
—Te equivocas, yo no mató demonios, por sentir envidia de ellos o de mis hermanas, mi misión no es cazar demonios, sino proteger a la humanidad de las maquinaciones de ellos. —Respondió Gabrielo y luego sacó del interior del bolsillo de su abrigo una botellita llena de aceite.
—¿Qué es eso? —Preguntó el Demonio.
—Aceite romano, el mismo que fue utilizado durante la quema de los cristianos en Roma. —El cazador entonces lo vertió sobre la mujer. Al tocar a la guía de turistas el aceite se encendió, una llama roja cubrió lo que quedaba del su cuerpo. Cuando el fuego se consumió el cuerpo de la mujer estaba nuevamente completo. Gabrielo la levantó del suelo y la cargó en sus hombros. Entonces la niebla comenzó a disiparse, y pudo ver perfectamente la entrada de la catedral. Gabrielo se dirigió hacia la puerta.
—¡No! ¡No te irás! —Exclamó El Demonio de la Envidia. Y entonces la sustancia amarilla comenzó a brotar de los techos abovedados, las gotas eran corrosivas y caían como si fuera lluvia acida sobre Gabrielo, las estatuas comenzaron a moverse y a dirigirse hacia Gabrielo, Gabrielo entonces comenzó a disparar, hacia las estatuas, que se dirigían hacia él, hasta que cruzó por la puerta y salió de la catedral.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top