Caso 15: El Rito.
La luna azul brillaba con fuerza esa noche, Alessa Crawley observaba desde la punta del risco, había sobrevivido por muy poco en los Ángeles y había perdido a parte de su sequito, el único que quedaba vivo que le importaba era Ergul, quien yacía en una silla de ruedas. El disparo que le habían dado en la espalda lo había dejado paralizado. El hombre babeaba y tenía espasmos musculares por todo el cuerpo de vez en cuando. Ya no era de ninguna utilidad y, aun así, Alessa continuaba teniéndolo a su lado.
—Estuvo cerca...—Respondió una voz sombría, un hombrecillo de cabellera rojiza con penetrantes ojos verdes y con pupilas gatunas se acercó. Sus dientes habían sido afilados, el hombrecillo vestía con un traje de cuero y pantalones de lana con un gorro largo rojo que goteaba gotas de sangre. —Si no hubiese enviado a Charco Sombrío a rescatarte, probablemente hubieras muerto Madona.
—Los cazadores de demonios resultaron ser más fuertes que yo. —respondió Alessa Crawley. —Pero pronto seré más fuerte que ellos...si este ritual funciona, seré yo quien se convierta en un heraldo infernal y pueda tener mi venganza contra ellos.
—¿Y nuestra parte del trato? —Preguntó el duende. —Aún quedan clanes que se oponen a mi dominio, los McFlarne, los Fleur, los McGoon. los Ymirson.
—Las puertas del infierno pronto se abrirán y Lucifer con sus huestes vendrá a reclamar está tierra. Y usted señor Knut O'Duhuir solo piensa en convertirse en el señor de los duendes. Una vez que el Señor Oscuro salga del abismo su magia será la única que cubra el mundo, ¿Por qué razón estás tan interesado en someter al resto de los clanes de duendes? Si todos serán exterminados cuando su vínculo con la Magia Gaélica sea cortado.
—Madona, aun eres joven para entenderlo, pero yo he vivido 900 años, he visto el inicio y el fin de todo. Yo estuve él día que llegó el cristianismo a la Isla Esmeralda, estuve el día que murió la magia nórdica, yo vi la muerte del ultimo héroe y la llegada de la era del hombre. pero todo es un ciclo, incluso El Señor Oscuro tiene un inició y un fin. —Respondió Knut.
—Cuidado ahí. Knut O'Duhuir, abstente de blasfemar contra el Señor Oscuro, yo soy tu lazo con la magia infernal, la razón por la cual aún tienes magia de transmigración es por mi benevolencia y si yo quiero puedo retirar el vínculo cuando yo quiera. —Gruñó Alessa Crawley.
—¿Estás segura Alessa Crawley que eres tú el vínculo? o ¿alguno de los generales infernales es quien favorece el vínculo entre el duende y tú? —Respondió una voz femenina, entonces de los espejos de cuerpo completo que había colgado en la cima del risco apareció ella.
—Oh qué bien, Ya llegaste Zarasvati. —Respondió Alessa Crawley. Del espejo salió una mujer de largo cabello negro con un par de alas azules.
—Recuerda que fue mi benevolencia la que te salvó de tu cruel destino en Los Ángeles, y si yo quiero siempre puedo revertir tu suerte. —Respondió Zarasvati.
—Creo que ya lo has hecho Zarasvati, tú fuiste quien les reveló a los cazadores de demonios que yo mantenía una copia del libro de las épocas.
—Así es. —Respondió Zarasvati. —Así como yo te aconsejé que se los dieras y así como yo te aconsejé que hicieras un vínculo de magia con los O'Duhuir. Yo he sido tu benefactora desde siempre.
—¿Y estás segura de esto? —Preguntó Alessa. —¿Este ritual me dará el poder suficiente para poder cometer mi venganza?
—Tú enemigo es La Agencia Anti-Demonios Manhattan. El perro de ataque de la agencia al servicio del Vaticano es Gabrielo Monteriggioni. Desde hace 100 años que Gabrielo Monteriggioni ha peleado contra demonios de todos los círculos infernales. No hay forma de que puedas acabar con él Alessa, no sin ayuda de los grandes generales infernales.
—Se supone que solo hay seis puertas infernales. —Respondió Alessa.
—Siempre podemos crear otra. —Respondió Zarasvati
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Había una diferencia notoria entre los duendes escoceses y los americanos. Los duendes americanos eran más altos y de piel cobriza con ojos grandes mientras que los escoceses eran más pequeños y de complexión más robusta. Cuando Dunn terminó de bailar frente al círculo de duendes alrededor de la roca con lama. Fue que le pasaron una bebida de morada, el duende bebió un sorbo de ella y luego pasó el tazón a los duendes americanos, cada uno de ellos bebió un sorbo. Después Dunn arrojó el contenido sobre la piedra y esta se iluminó con un fuego verde. Los iniciados también se encendieron en llamas, pero no se quemaban con ellas.
—Ahora que han bebido de la ambrosia del norte, ya son uno con la magia gaélica. —respondió Dunn McGoon.
—¿Qué es lo que acaba de pasar? —Preguntó Carmine a Lira.
—No lo sé, le preguntas a la persona equivocada.
—Bebieron la ambrosía. —Respondió Dan. —Es una bebida que los dioses nórdicos bebían milenios atrás hecha por hadas. Si un humano la bebe, se vuelve inmortal, invulnerable a las enfermedades y al paso del tiempo, pero a cambio...
—Eso suena bien. —Respondió Carmine. —Pediré que me den un poco de ambrosía. —Dijo la chica, pero entonces Dan le sujetó por el brazo e impidió que la chica se levantase del suelo.
—Pero a cambio, todo lo que coma y beba a partir de ese momento le sabrá a sal. —Respondió Dan. —Y lo único que podrá tomar por el resto de la eternidad será Ambrosía.
Después de la ceremonia los duendes comenzaron a celebrar. Sus fiestas le recordaban a Lira como los pequeños festivales del renacimiento, pero en pequeño.
Dunn se acercó a los tres extranjeros. Y se sentó en una pequeña silla frente a ellos.
—¿Qué problema tienen con los O'Duhuir? —preguntó McGoon.
—Nos atacaron en Los Ángeles. —Dijo Lira. —Creemos que están relacionados con una hechicera de magia negra muy poderosa llamada Alessa Crawley.
—¡La mujer de rojo! —Exclamó McGoon. —Sí, se quién es ella. Alessa Crawley de los Testigos de Crawley. Esa mujer es aterradora, mucho, mucho. —Respondió McGoon. —No me sorprendería si los O'Duhuir se uniesen a ella, Alessa es un lazo de energía demoniaca muy fuerte.
—¿Hay muchos duendes que quieran unirse a ella? —Preguntó Carmine.
—Mira a tu alrededor, el hombre está acabando con todo a su paso, sin los árboles, ni los ríos nos cortarán de nuestro vínculo con la magia gaélica. —Respondió Dunn
—¿Sabes dónde podemos encontrar a los O'Duhuir? —Preguntó Lira.
—Sí, pero yo les recomendaría que no fueran tras ellos, los O'Duhuir son un clan muy peligroso, en extremo peligroso. —Respondió Dunn.
—Estamos listos para lo que sea. —Respondió Carmine.
—En ese caso, hay un gran risco al oeste de aquí, los O'Duhuir se reúnen ahí para realizar sus rituales. Si La mujer roja está con los O'Duhuir, ahí estarán, hoy es una noche de luna azul. Los O'Duhuir no se arriesgarán a perder esta oportunidad de pervertir uno de los rituales más sagrados de nuestra magia.
—Bueno, vamos de una buena vez. —Respondió Dan. El vampiro se levantó del suelo y sacudió la tierra de sus pantalones. —Suerte en las guerras por venir basura escocesa.
—Cuídate tú también, bastardo irlandés. —Respondió Dunn McGoon.
Lira, Dan y Carmine continuaron su viaje a través del bosque.
—¿Por qué les dijiste eso?—Le preguntó Lira a Dan.
—El bosque no es lo suficientemente grande para dos clanes de duendes tan opuestos. Si el clan McGoon no se somete ante los O'Duhuir, bueno...probablemente este sea el último ritual que los McGoon tendrán jamás.
Al cabo de un par de horas llegaron, en efecto había un risco y en la cima grandes fogatas encendidas. Pero los cazadores de demonios no pudieron acercarse, había duendes y las mujeres mitad pájaro de Alessa, así mismo estaban algunos de sus seguidores de secta custodiando el área alrededor del claro donde yacía el risco. Los tres cazadores se quedaron a cubierto entre los arbustos.
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—Entonces, ¿que se supone que tengo que hacer? —Preguntó Alessa.
—Un sacrificio. —Respondió Zarasbati.
—¿Eso es todo? Está bien. —Respondió Alessa. Y luego apuntó a uno de sus seguidores que sostenía uno de los pesados espejos. —¡Tú! El muchacho con la antorcha, arrójate al precipicio, como tu líder te lo ordeno. —Exclamó Alessa Crawley. —El muchacho entonces se quitó la túnica y se acercó al barranco.
—No querida, no funciona así. —Respondió Zarasvati.
—¿Qué quieres decir? —Preguntó Alessa
—Ninguna magia se da gratis, si quieres el poder que buscas debes estar lista para tomarlo con tus propias manos.
—Basta de acertijos Zarasvati...
—Tienes que sacrificar algo que amas de corazón. —Dijo la mujer de cabello negro.
"¿Algo que ame?, ¿Algo que deseo?, pero que, que podría ser..." Pensó Alessa y luego se dio cuenta, entonces con una expresión sombría y de suma tristeza se dio la media vuelta...
—Nadie dijo que sería fácil. —Respondió Zarasvati.
—Ergul...mi venganza es porque dejaron a mi fiel Ergul en una silla de ruedas. In capaz de caminar otra vez. ¿Y la única forma de hacerme con el poder es sacrificando a mi Ergul? —preguntó Alessa.
—A menos que ames a algo o a alguien más aquí. que puedas sacrificar, no tienes muchas opciones. —Respondió la mujer. —Sino puedes, terminemos con esto. Después de todo este ritual ya no es tan secreto como debería. —Entonces Zarasvati, levantó la mano y apunto hacia el bosque bajo el risco, Alessa entonces vio como había tres personas ocultas tras el follaje.
—¡Intrusos! —Exclamó Alessa y apuntó hacia la arboleda. Los seguidores de Alessa y el resto de los duendes del clan comenzaron a descender el risco.
Alessa entonces se acercó hacia Ergul quien estaba en la silla de ruedas junto a los espejos. meneó con sumo cuidado el cabello rizado de su seguidor. Ergul alzó la mirada hacia Alessa, los ojos azules de la mujer se aguaron.
En su mente regresaba a la casa de su padre Allister, el hombre acababa de morir por la sífilis. Y Alessa yacía junto al marco de la puerta, en ese entonces era una niña de unos cuatro años que no lograba entender bien que es lo que había pasado. Pero entendía que se sentía triste, y nadie le decía que ocurría, o tan siquiera se dignaban a tocarla o confortarla, los adultos en la mansión iban vestidos con sus togas negras y rojas con las máscaras hechas con osamentas de cabras, vacas y toros mientras entonaban canticos impíos.
Entonces Alessa sintió que alguien puso su mano sobre su pequeño hombro. Se trataba de un joven de 16 o 17 años de piel cobriza y de ojos oscuros. Alessa simplemente recostó su cabecita sobre el pecho del muchacho y los dos se quedaron viendo al resto de los adultos mientras cantaban y bailaban alrededor del cuerpo del padre de ella.
La mujer entonces se arrodilló y miró a Ergul a los ojos
—Oh, mi dulce, dulce Ergul, te prometo que no descansaré hasta que hayas sido vengado, luego Alessa besó la frente del hombre. —Con esta marca quedas exento de tu tormento infernal y tu destino será ligado al mío, mientras yo respire tu alma buscará la forma de regresar a mí, tu señora. —Dijo Alessa entre lágrimas, después se levantó y comenzó a mover la silla de ruedas hacia el risco, en el último tramo dejó ir la silla, mientras esta continuaba avanzando hacia la pendiente y en un instante la silla cayó al precipicio. Lagrimas saladas cubrieron el rostro de Alessa, los espejos tras ella se iluminaron, como ventanas se abrieron para mostrar el fuego infernal, seis líneas de fuego salieron de los espejos y serpenteando las llamas buscaron a Alessa, cuando la tocaron un torbellino de fuego la consumió mientras la mujer gritaba.
—¡Qué ocurre! —Exclamó Knut O'Duhuir.
—El ritual se ha completado, la sangre humana que fluye por las venas de Alessa será suprimida dejando solo fluir solo la del demonio. —Respondió Zarasvati. Luego la mujer se acercó hacia el torbellino de fuego. —¡Oh grandes infernales, está mestiza ha dado su sacrificio póstumo! Yo Zarasbati, hija de Xenovia os ruego ¡Haced a esta mujer vuestro heraldo en la tierra!
Entonces en cada espejo apareció la sombra de un demonio,
—Asmodeo de Lujuria acepta. —Dijo el demonio del espejo.
—Belcebú de Gula, acepta. —Respondió otro demonio.
—Mammon de la Avaricia acepta. — Respondió otro demonio.
—Belfegor de la Pereza, acepta. —Dijo el demonio
—Leviatán de Envidia, acepta. —Respondió el demonio.
—Amón de Ira...—Entonces el espejo comenzó a desquebrajarse, se escuchó un grito agudo, luego el espejo se rompió en mil pedazos.
—¡Qué pasó! —Exclamó Zarasvati. Los espejos de los demonios comenzaron a romperse uno tras otro, con excepción de uno. En aquel espejo una bestia con cabeza de cabra y pezuñas apareció de entre las llamas, pero luego se fue metamorfoseando hasta convertirse en un apuesto hombre de cabellera negra. El hombre tenía un par de alas en llamas con fuego infernal consumiendo el plumaje de aquel hermoso par de alas inmaculadas. "Mi señor...Lucifer"
—Suya será la recompensa, suya serán las huestes de demonios, más no mi heraldo en la tierra. —exclamó el Señor Oscuro, su voz era profunda y bien entonada.
—¡Porque! —Exclamó Zarasvati.
—Yo soy Soberbia, yo soy el primero y el ultimo. Soy quien vio el error de mi padre, aquel que corrompió a Adán y su mujer. Solo uno de mis hijos será capaz de hablar en mi nombre. Solo uno de mis hijos será mi heraldo.
—Pero mi señor...
—¿Acaso osas retarme? Tú; Cecilia Monteriggioni. Hija de Xenovia, sangre de mis huestes, sangre de mi pecado, sangre de mi sangre. ¿Acaso tú también osas revelarte contra mi decisión?
—¡Nunca! —Exclamó Zarasvati.
Entonces la imagen en el espejo desapareció y el espejo se rompió también, el torbellino de fuego también se disipó. Dejando a Alessa en la tierra. Los ojos de la mujer habían cambiado de color, ahora eran de un color negro y un par de cuernos blancos con una llama negra aparecieron. Su cuerpo también había cambiado, su belleza seductora se había acabado, su espalda se había ensanchado y todos los músculos de su cuerpo habían aumentado de tamaño.
—¿Así que este es el poder de un heraldo infernal? —Preguntó Alessa, la mujer alzó su mano y llamaradas oscuras aparecieron en ellas. —No está mal, no está para nada mal. Lo has hecho bien Zarasvati, has cumplido con tu parte del trato y ahora, perdono tus previas insolencias y con ello te perdono la vida.
—¿Disculpa?
—Soy ahora un heraldo infernal, no hay poder en este mundo capaz de retarme, seré yo quien abra las puertas del averno.
—¡Mi señora! —Exclamó un hombre con túnica. Uno de los seguidores de Alessa Crawley, el hombre estaba herido de un brazo, una herida de bala.
—¡Qué ha ocurrido! —Exclamó Alessa.
—Son los cazadores de demonios, ellos nos están venciendo... —Respondió el hombre.
—¡Que hay de los duendes! —exclamó Knut. —¡Que hay de mis duendes!
—Se han convertido en coníferas. —Respondió el hombre.
—¡Que! —Exclamó el duende.
—Tranquilo Knut, no es importante. Retira tus fuerzas del bosque, estos cazadores de demonios han osado interferir con mis planes, por última vez. —Respondió Alessa Crawley, la mujer entonces levantó su mano hacia el cielo, una llamarada de fuego negro apareció luego la arrojó hacia el bosque cubriéndolo con llamas negras.
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