44. El ritual
KIERAN
El increíble sabor de su sangre se mezcla con mi propio torrente sanguíneo cuando asciende por mis colmillos, libera esa sustancia de la que soy jodidamente adicto y provoca que la cuenca de mis ojos se de la vuelta por completo cuando los párpados caen.
Millones de impulsos eléctricos son liberados y un festival de fuegos artificiales iluminan la más profunda oscuridad de mi alma, activando cada puto rincón de mi ser. Siento cómo floto y cómo mi cuerpo asciende a la velocidad de la luz, me alejo y me pierdo entre brillantes galaxias que se abren solo para mí, agujeros negros que me absorben y no me dejan ver el camino de vuelta.
«Vuelve conmigo.»
La voz de Valerie detiene mi recorrido, pero no soy capaz de frenar la velocidad a la que me encuentro viajando, esta sensación es demasiado increíble como para detenerla ahora, necesito más.
«Confío en ti.»
Sacudo la cabeza para sacármela de dentro, igual que un mosquito que se te mete en la oreja y no deja de zumbar; no quiero volver.
«Te amo, Kieran, regresa conmigo.»
Igual que si activasen una aspiradora industrial, me veo arrastrado entre todas esas supernovas, estrellas y fuegos artificiales, araño en mis entrañas para quedarme, para seguir disfrutando de esa puta fantasía, pero entonces mis ojos regresan a su lugar habitual y los párpados se separan.
—Aquí estás.
—Valerie, lo siento. —La abrazo y me odio por haber deseado permanecer en esa mierda tóxica y adictiva que la mataría.
—Estoy bien, mira. —Separa su cuerpo un poco y me muestra cómo ambas heridas comienzan a sanar delante de nuestros ojos.
—Tenías razón, ha funcionado.
—Siento mucho lo de Roy —dice acariciando mi rostro, asiento y la ayudo a bajar del mueble donde la he sentado antes para poder morderla mejor.
—Tenemos que enterrarlo. —Señalo la pala que hay tras un montón de trastos.
—Vamos.
—No, lo haré yo solo, tú ve a casa a por la ouija y lo que sea que hayas comprado. Son las cuatro de la mañana, en pocas horas amanecerá.
—¿Estás seguro?
—Sí, aunque tendrás que caminar hasta la casa de Abigail, tengo la camioneta aparcada junto al parque del río —recuerdo y le paso las llaves.
—¿En serio has estado en su casa? —Analiza mi expresión ante esa pregunta, así que evito pensar en nada que pueda meterme en problemas y asiento.
—Sí, no llevaba el estramonio encima.
—Ya... Vale.
Aguardo a que se marche y la observo un poco hasta que su cuerpo desaparece entre los árboles, sé que no es muy recomendable que camine sola de noche por el bosque, pero tampoco estamos muy lejos del pueblo y es eso, o que se quede enterrando ella a Roy... y eso prefiero hacerlo yo. Después de todo, lleva a Nihasa dentro, dudo que ella dejase que a Valerie le pasase nada.
Termino de cubrir el cuerpo de mi amigo con la tierra del hoyo que he cavado, esto no es lo más ético ni el final que habría deseado para Roy; ni para nadie, joder. Sin embargo, ¿qué puedo hacer? Llamar a la policía no es una opción, supongo que siempre puedo hacer una llamada anónima dentro de unos días cuando todo esté más calmado, si es que eso es posible.
—Lo siento, colega. —Niego con la cabeza antes de darme la vuelta y regresar a la cabaña, donde Valerie no tarda en llegar.
—¿Estás bien? —pregunta cuando se baja de la camioneta y entra.
—Todo lo bien que puede estar alguien que ha visto cómo matan a su amigo y tiene que enterrarlo él mismo.
Asiente y no añade comentarios porque sabe que no hay nada que pueda decir para hacerme sentir mejor, en su lugar se pone de puntillas para alcanzar mis labios y nos besamos durante algunos minutos.
Entonces me muestra la ouija que ha traído y las velas negras, lo colocamos sobre una pequeña mesa que hay enterrada bajo todos los trastos, y la ponemos en el centro de la cabaña con una silla a cada lado.
—¿Cómo va esto?
—Bien, tenemos que tomar antes el Estramonio, ¿lo tienes?
—Sí —digo mostrándole la botella que Calliope no se molestó en quitarme, supongo que no reparó en que se trataba de droga—. Pero se supone que hay que calentarla para hacer una infusión con ella.
—Pues a menos que tengas un microondas escondido por alguna parte, creo que va a tener que ser fría.
—No va a hacernos efecto.
—Trae. —Me la quita de las manos, retira el tapón y da un trago.
—¡Ya! —exclamo tirando de ella—. ¿Estás loca? Esto es muy fuerte.
—Pero si has dicho que no iba a hacernos nada.
—Joder, yo que sé. —Doy un trago más pequeño que el suyo y dejo la botella en el suelo, la mira y realizo una pregunta muda.
—Bueno, ya tenemos las velas, la luna llena, el ambiente tenebroso, porque ¿puede haber algo más tenebroso que una cabaña abandonada en medio del bosque donde ha muerto una persona hace un rato?
—Creo que no. ¿Cómo funciona esto? —Señalo la tabla y el instrumento triangular que hay sobre ella, con una especie de cristal transparente en el medio desde el que se ven las letras por debajo.
—El libro dice que tenemos que permanecer unos minutos en silencio, quietos y con los brazos cruzados —informa a la vez que lo hace—. Debemos dejar la mente en blanco y estar relajados, pero receptivos. Sin miedo, pero con respeto.
—¿No dice que hagamos el pino también? No me jodas. —Chasqueo la lengua y pongo los ojos en blanco cuando ella me fulmina con la mirada—. ¿En serio no podemos saltarnos toda esa mierda? Entiendo que una persona normal lo haga, pero nosotros somos dos demonios invocando a otro demonio que, por desgracia, ya conocemos. Joder, esa perra vendría corriendo, aunque la invocásemos en la puta plaza del pueblo un día de mercado.
—¿Qué sugieres entonces?
La miro y observo a mi alrededor, las llamas de las velas negras tintinean con fuerza, fuera es de noche y la luz de la luna llena ilumina a través de los árboles, casi puedo escucharla.
—Nihasa.
—Hola, hola. —Los dos nos giramos sobresaltados cuando la misma voz de Valerie suena a nuestro costado, en la esquina opuesta a la puerta.
—Su puta madre —digo llevándome la mano al pecho por el susto que me ha dado, no quiero pensar que lo que he sentido hayan sido latidos reales.
Observamos perplejos cómo se aproxima a nosotros, con un cuerpo de carne y hueso idéntico al de Valerie, la cual, igual que yo, ya se ha levantado de la silla para alejarse de ella.
—¿Ni un abrazo? —Nihasa pone cara triste antes de estallar en una carcajada—. ¿Un trio, tal vez? Sé que te mueres por...
—Cállate —ordena Valerie sin dejar que acabe la frase—. Estás aquí porque queremos que así sea, en cuanto lo deseemos desaparecerás, así que vas a responder a todas nuestras preguntas.
La perra dibuja una mueca de cabreo, pero enseguida vuelve a sonreír, Valerie está en lo cierto, Nihasa debe obedecer, ha sido invocada bajo nuestras condiciones, no puede hacer nada que no queramos que haga, y ella lo sabe.
—¿Por qué Roy? —Es lo único que quiero saber ahora mismo.
—Bueno, Valerie me ha estado conteniendo y no he podido divertirme nada —habla con una tristeza que ninguno nos tragamos—, así que pensé hacerlo a través de él ya que tú te empeñaste en mantener dormido a mi amor.
—La Bestia —concreta Valerie, ante lo que la otra asiente.
—Sí, ambos necesitamos cositas, ¿sabéis? Vosotros sois un par de aburridos.
—¿Por qué Roy? —insisto.
—El día que forzó a Valerie para que lo besara, vi que era una presa perfecta, así que aproveche esa noche mientras tu angelito dormía para visitar a un viejo amigo y ofrecerle el alma de Roy a cambio de entregarle libertad para matar a quien quisiera.
—El Íncubo —adivina Valerie.
—Premio.
—Hija de puta, no tienes corazón —reclamo sintiendo la ira.
—En realidad, tú tampoco, cariño. —Une sus labios y dibuja una mueca divertida—. Vamos, déjalo salir, anda, un ratito, aunque sea.
—No —contesta Valerie colocándose delante de mí cuando se percata de mi estado—. Estás acabada, Nihasa.
—Repítelo hasta que te lo creas. —Ríe a la vez que se pasea por la estancia—. Da igual todo lo que hagáis, siempre estaremos dentro de vosotros, toda la vida, esperando nuestra oportunidad para despertar. Sois nuestros.
—¿Sabes? Deberías escoger mejor tus compañías —comento desinteresadamente—. Vamos a invocar a Alouqua en cuanto saque tu cuelo infernal de aquí, estamos dispuestos a todo con tal de que os saque de nosotros.
—Es un farol —dice, aunque su rostro ya no refleja la misma diversión de hace unos segundos—. El precio que ella os pedirá será algo que jamás aceptaréis.
—Adiós, Nihasa. No fue un placer —expreso a la vez que le doy la espalda y beso los labios de Kieran, segura de mí misma y convencida, lo que provoca que, cuando vuelva a girarme, ella ya no esté.
—Una de dos —dice Kieran sujetando mis mejillas—, vamos a por la segunda.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top