35. El mejor de los poderes

VALERIE

Bajo de la camioneta de Kieran y él mismo saca la única maleta que tengo para, después, seguirme y entrar conmigo en casa.

—Ya estamos aquí —anuncia él y enseguida vienen a recibirnos mis dos primos y mi tío, sonrientes y con una expresión aliviada en el rostro.

—No sabes cuánto me alegra tenerte de vuelta, cariño —celebra este último tras darme un abrazo.

—Yo también me alegro de volver, la verdad es que allí me sentía muy sola.

—Estábamos a punto de almorzar, vamos. —Charles coloca la mano en mi espalda y me insta a caminar junto a ellos.

—¿Qué tal están las cosas por la comisaria? —inquiere Kieran cuando ya estamos todos sentados alrededor de la mesa—. Me extraña que no estés trabajando.

—Voy de noche y tengo turno doble...

—¿Qué pasa? —insiste al notar cómo el policía desvía la mirada.

—La cosa no ha mejorado, seguimos perdidos. —Niega con la cabeza y da un trago al vaso de agua frente a él.

—¿No hay sospechosos? —intervengo.
Kieran, que se encuentra sentado a mi derecha, intercambia una mirada conmigo y acaricia mi pierna por debajo de la mesa.

—No, ni una punta pista, las huellas que hemos encontrado no están registradas, de modo que debe ser alguien que nunca ha cometido delitos antes. No está fichado.

—Eso es un poco extraño, ¿no? —comenta Frank.

—Sí, con el salvajismo de los crímenes es muy raro que no haya sido detenido antes, estos sujetos no suelen matar así, de la noche a la mañana, sin haber sido al menos multado antes por algún delito menor. No es normal, desde luego no es algo que haya estudiado en el manual.

—No te preocupes, lo agarraréis. —Su padre palmea su hombro y, aunque Charles asiente, todos notamos que lo hace sin sentir convencimiento.

—Menos mal que has vuelto —dice entonces Charles mirándome—, ya estaba planteándome pedir al Sheriff que te colocase una patrulla para vigilar tu casa.

—Pues ya no será necesario, aquí está a salvo —afirma Kieran.

—Están pensando en decretar un toque de queda —continúa su hermano—, el pueblo está atemorizado y enseguida empiezan las clases.

—No sería mala idea, aunque sí complicada —reflexiona mi tío—. La fiesta de inicio de curso es este fin de semana, ¿crees que la cancelarán?

—Es posible, y si no lo hacen, desplegarán más patrullas de las habituales.

—Lo que sea necesario para proteger al pueblo.

El transcurso del día pasa deprisa, Frank se tira la tarde estudiando en su dormitorio, Charles durmiendo para su turno de noche y mi tío haciendo papeleos en la oficina que tiene en el garaje. Kieran pasa varias veces por delante mi habitación de camino al cuarto de baño, cuando baja a por un refresco a la cocina, o cuando me trae un sándwich de crema de cacahuete para merendar.

—Gracias, ¿tú no comes nada? —consulto con la boca llena.

—Lo que me gustaría comer no está disponible —comenta desviando la mirada hacia mis piernas—, así que ayunaré hasta la hora de la cena.

Muerdo mis mejillas por dentro para reprimir una risa y, en su lugar, separo las rodillas unos centímetros a la vez que ladeo la cabeza y le reto con la mirada. El vestido se desliza suavemente por mis muslos dejando a la vista parte de mi ropa interior, y puedo divisar desde el par de metros que nos separan cómo sus pupilas se dilatan.

«No me provoques porque estoy famélico, Valerie.»

«¿Soy una tentación para ti?»

—Eres un puto pecado capital. —Traga saliva, humedece sus labios y llena sus pulmones de aire antes de cerrar los ojos y salir del dormitorio sin mirar atrás.

KIERAN

Cierro la puerta de mi habitación para evitar oler su excitación, pero es demasiado fuerte, es un aroma que he clasificado en mi cabeza como uno de mis preferidos, de modo que ahora es imposible borrarlo. Pensar en la humedad entre sus muslos es demasiado para contenerme y estar encerrado aquí, así que me obligo a bajar al salón o salir al jardín a hacer un poco de ejercicio, pero no me siento capaz de pasar de nuevo por su cuarto, así que salto por la ventana y rodeo la casa.

Estiro los brazos y las piernas, y me tumbo boca abajo sobre la madera de la terraza para hacer unas flexiones, tengo que borrar el deseo de mi cabeza, sustituirlo por las endorfinas que se liberan al hacer deporte.

—Tiene que ser una puta broma —murmuro cuando la veo aparecer con un bikini y una toalla bajo el brazo.

Me observa a través de las gafas de sol blancas, extiende la toalla en una hamaca y, a continuación, camina sobre sus pies descalzos hasta mí, que sigo sentado en el suelo.

—¿Me pones un poco de crema? —pregunta tendiéndome el bote.

—¿Tú quieres que te desangre y te unte con tu propia sangre, preciosa?

Traga saliva y se quita las gafas de sol, echa un vistazo a su alrededor para comprobar que nadie me haya escuchado y vuelve a mirarme. Me apoyo en las manos para ponerme de pie y ella alza la cabeza cuando la mía queda por encima de la suya.

—Si pudieses olerte como yo lo hago... —Cierro los ojos y aspiro por la nariz, rodeo su cuello con una mano y muerdo mi propio labio con fuerza cuando su boca se entreabre.

«Perdóname, el deseo es demasiado fuerte, a veces no puedo contenerlo.»

«Te aseguro que lo sé.» Contesto haciendo acopio de toda mi fuerza voluntad para despegar mi mano de su cuerpo.

—¿Qué hacéis, chicos? —Mi padre sale del garaje y nos habla desde algunos metros por debajo de la plataforma de madera que tenemos por terraza.

—Valerie va a tomar el sol y yo estaba haciendo un poco de ejercicio. ¿Necesitas ayuda con esos papeles?

—No, tranquilo. Disfrutad.

«Ojalá.»

«Eso es lo que me gustaría.»

Intercambiamos una mirada cómplice y ella se da la vuelta para regresar a la hamaca y aplicarse la crema a sí misma.

Me tumbo boca arriba para sustituir las flexiones por unos abdominales, trato de centrarme en mis oblicuos, esos que sé que la enloquecen cada vez que los ve, pero es ella la que termina por enloquecerme a mí.

Cuando quiero darme cuenta, me encuentro sentado con las piernas flexionadas y los codos apoyados en las rodillas, observando las manos de Valerie esparciendo la loción blanquecina por sus piernas, asciende por los muslos y los separa para llegar a cada puto rincón.

Dejo caer los párpados al sentir como si fuesen mis propias palmas las que la están acariciando. Asciende por el abdomen e introduce las manos por dentro de la parte superior del bikini, amaso sus pechos entre mis dedos y necesito tragar saliva cuando se me seca la boca debido a la respiración entrecortada.

«Puedo sentir tus manos por todo el cuerpo.»

Abro los ojos y me encuentro con los suyos desde la otra punta de la terraza, sentada en el borde de la hamaca.

La velocidad de su pulso me deja claro que no soy el único que está experimentando este poder desconocido hasta ahora.

«¿Sientes esto?»

Sus muslos se aprietan de pronto y frunce el ceño a la vez que se muerde el labio. Eso eran mis dedos entrando en ella.

Vengaaaaa! Que levante la mano la que quiera ese nuevo poder😂
¿Qué os está pareciendo "Cazador" hasta ahora? A partir del próximo capítulo las cosas van a empezar a ser más bizarras si cabe... Get ready.
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