30. Tiene hambre

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https://youtu.be/DefO5sAztEU

VALERIE

Los crímenes han continuado, la ciudad de Calgary y los pueblos de alrededor están en alerta roja por un asesino en serie que está matando sin un patrón concreto, ya no son solo mujeres, también mata hombres, y lo hace en cualquier lugar, a cualquier hora del día.

Todo el pueblo está aterrado, no dejan salir a los niños a jugar en las calles, las cuales siempre han rebosado de vida por todas las esquinas, y ahora parecen igual de muertas que todas esas personas inocentes.

Kieran asegura que no es él, y lo creo, sé cuándo es él y cuando no, puesto que tiene un patrón muy preciso y establecido.

Me siento culpable por la chica que asesinó hace unos días, si yo no me hubiese marchado de la casa, lo más probable es que ella siguiese viva. Sin embargo, la situación es complicada, ya que en el caso de haber permanecido allí, los muertos podríamos ser nosotros.

Todo es una mierda.

—¿Te apetece quedar esta noche? —Me pregunta Froy desde el otro lado del teléfono.

Paseo por la casa mientras hablo con él, quitándome la ropa para darme una ducha caliente dado que hoy ha amanecido un día frío y lluvioso, de esos en los que la niebla baja desde las montañas prácticamente hasta el pueblo.

—Lo siento, pero hoy iré a cenar con mi familia, hace días que no veo a mi tío y mis primos, y me ha llamado para pedirme que fuese a pasar un rato con ellos.

—De acuerdo, ¿mañana entonces?

—Bueno, te llamaré para confirmártelo, ¿de acuerdo?

—Claro.

—Te dejo, voy a darme una ducha.

—Qué pena no poder estar ahí para acompañarte —habla con voz seductora, aunque el efecto que produce en mí es prácticamente inexistente. No me mueve ni un pelo de la cabeza.

Froy es un chico guapo, agradable, divertido y respetuoso, pero no es Kieran. Así de simple. Probablemente me iría mucho mejor con él, mi vida sería más sencilla y toda esta mierda terminaría, pero el ser humano está hecho para complicar las cosas, para desear justamente lo que menos le conviene. Mi caso no iba a ser diferente.

Me bajo de la camioneta cuando llegamos a casa, mi tío ha venido a recogerme y lo cierto es que echaba de menos estar aquí. En el pueblo, a pesar de estar rodeada de gente, me siento más sola que nunca.

—¡Dichosos los ojos! —exclama Frank antes de darme un abrazo.

—Yo también me alegro de veros. —Río y saludo a Charles, quien imita el gesto de su hermano—. Hola, Kieran.

—Bienvenida —dice sin levantarse del sofá.

—No seas maleducado y dale un abrazo a tu prima —insta su padre.

—No hace falta. —Niego y fuerzo una sonrisa.

—Claro que sí, sois familia, que se note.

Kieran se pone en pie a regañadientes y camina despacio, su mirada permanece clavada en el suelo hasta que se detiene frente a mí y, entonces, la alza despacio, aproxima su pecho y me envuelve con sus brazos.

«Respira, tranquilo.»

Escucho sus pensamientos y percibo un intenso sentimiento de alivio. Me permito cerrar los ojos y aspirar su aroma, sentir su piel y bajar todas mis defensas cuando veo cómo el resto de la familia camina hacia la cocina.

«No te imaginas lo que necesitaba esto.»

«La que no se lo imagina eres tú.» Me contesta a la vez que separa nuestros cuerpos despacio, rozando su mejilla con la mía.

—No voy a dejar que vuelvas a marcharte —susurra.

—¿De qué hablas? Esto ya estaba decidido, Kieran.

—Me da igual, hace un mes que no te toco, que no te siento. Y ahora estás aquí, justo aquí mismo. —Hace hincapié mientras hunde los dedos entre mis cabellos, a ambos lados de mi rostro.

—¡La cena se enfría!

—¡Ya vamos! —gruñe él haciendo que me sobresalte.

KIERAN

Roza su nariz con la mía, dándome un poco de ese aire que tanto necesito, ¿cómo es posible si estoy muerto?

No debería necesitar nada de nadie, tan solo la sangre que La Bestia anhela por encima de todo.

Sin embargo, hay algo en Valerie que no me permite seguir con mi vida si no es con ella.

Es incluso doloroso tenerla lejos de mí, siento que se lleva una parte mi alma, si es que aún la conservo.

—Cuéntanos, Val, ¿cómo te van las cosas? —pregunta Frank antes de meterse un puñado de patatas asadas en la boca.

—Bien, trabajando en el cine y leyendo mucho. Aprovecho el tiempo libre para hacer manualidades y cosas que me gustan. Al estar en el pueblo puedo ir a comprar lo que necesito con más facilidad.

—Entiendo —asiente mi padre con una sonrisa—. Pero tienes que venir más a vernos, eh, nos tienes muy abandonados.

—Lo prometo.

—Pues yo creo que lo que tendría que hacer es dejar esa casa y volver aquí —espeto con decisión.

—Opino lo mismo —apoya Charles—. La policía está en alerta roja, no os imagináis... —Niega con la cabeza y da un sorbo al vaso de agua—. Lo que ese asesino o asesina en serie está haciendo, no tiene nombre. Nunca se ha visto nada semejante en la ciudad de Calgary, parece un animal rabioso. Deja los cuerpos...

—Bueno, ya basta. —Lo interrumpe el patriarca—. Creo que no necesitamos detalles.

Valerie come en silencio sin alzar la vista de su plato, mis hermanos debaten acerca de las teorías que tienen, aunque Charles advierte de que todo esto es información reservada y que no se nos ocurra compartirla con nadie.

—Lo único que digo es que lo mejor sería que Valerie volviera a casa —insiste el policía de la familia.

—Estoy bien, chicos. —Fuerza una sonrisa que convence a todos menos a mí.

«Deja de ser tan obstinada, por favor.»

«Sabes de sobra que volver aquí sería un error, me fui por un motivo.»

—Ya he terminado, me voy a la cama. —Arrastro la silla al levantarme bajo la mirada autoritaria de mi padre.

—Kieran, haz el favor de sentarte.

—Me voy a la cama, no me encuentro bien.

Siento la necesidad salir corriendo, no puedo seguir ni un momento más frente a la mujer que ha desmoronado mi mundo y que siento cómo voy perdiendo.

Jamás la pondría en peligro, me odio por todo lo que le he dicho, por todo el dolor que le he causado por culpa de esta puta maldición que ha acabado con mi vida.

Mis hermanos me miran extrañados y mi padre prefiere no seguir con la discusión, de modo que, sin despedirme de Valerie, salgo de la cocina y me dirijo a la buhardilla subiendo las escaleras de dos en dos.

—Está bien, relájate. —Me digo a mí mismo a la vez que me enciendo un cigarrillo y me miro en el espejo—. Tranquilo.

Si bien mi voluntad es grande y mis intenciones buenas, La Bestia tiene otros planes. Se agita dentro de mí, sus ansias de salir son igual que un millón de patadas en mis entrañas. Como una cerilla quemando cada una de mis terminaciones nerviosas; me arde. Tiene sed, tiene hambre.

—No, no, no. —Doy una calada tras otra, frenético, ansioso.

Niego con la cabeza y doy un trago a la botella de whiskey que me sobró el fin de semana pasado, con la esperanza de que el alcohol disipe la quemazón de La Bestia. En vano. No soy consciente de lo que está pasando hasta que escucho la voz de Valerie a mi espalda.

—Kieran, no lo hagas —pide desde la puerta.

Giro la cabeza hacia ella desde lo alto del alfeizar de la venta abierta, quiero responderla, pero no salen palabras de mi boca, el velo negro que se sitúa frente a mi lado racional del cerebro es prácticamente opaco.

—¡No!

Bueenaaas! ¿Sabéis esa sensación que tienes cuando estás en lo alto de una montaña rusa y se avecina una enorme caída? Pues en ese punto se encuentra la novela😂 
No olvidéis seguirme en las redes para estar al tanto de todo. Loviu♥️

Os recuerdo las historias que podéis leer en Wattpad (no todas están completas) y podéis encontrar en Amazon:

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