3. La noche que morí
VALERIE
Permanezco sentada en la silla junto al resto de la familia, todos estos hombres que serán los encargados de ocuparse de mi bienestar y seguridad durante el tiempo ilimitado que papá esté en su misión con el ejército. Bueno, todos menos uno, que hace unos minutos ha salido corriendo despavorido después de casi arrancarme la muñeca sin motivo alguno.
Kieran es todo un misterio, apenas he llegado hace un rato y ya tengo más preguntas acerca de él, que de cualquier otra persona que conozca. Como por ejemplo, a qué se ha referido con que hay otras cosas que pueden matarme aparte del aburrimiento, el motivo por el que me estaba olisqueando en el salón, o la forma que ha tenido de arrinconarme contra la cristalera.
—Val, cielo, ¿dónde está Kieran? Hace un momento estaba aquí —señala su padre con extrañeza.
—No lo sé, solo he visto cómo entraba en la casa.
—¿Te importaría ir a buscarlo? La cena ya está lista. —Señala la carne y el resto de las cosas que ha cocinado en la barbacoa, y luego me dedica una sonrisa.
—Claro. —Asiento levantándome sin ninguna convicción, no creo que sea la más adecuada para husmear por la casa, aunque, después de todo, será mi hogar durante una larga temporada.
Entro por la puerta que da al rellano principal y miro hacia las escaleras, en la segunda planta. Escucho pasos arriba, así que lo llamo en voz alta sin moverme para ver si se acerca, pero no lo hace, por lo que subo los peldaños sin dejar de hablar para no pillarle por sorpresa haciendo no se sabe qué.
—Kieran, tu padre me ha pedido que te llame —continúo mientras me asomo en un dormitorio abierto, esta casa es enorme—. Dice que la cena ya está lista.
Sigo mi camino por el pasillo, ando con calma aunque sienta como un soplo continuo en mi nuca. Me encuentro con dos habitaciones más, y luego una cuarta puerta cerrada, frente a la cual hay un nuevo tramo corto de escaleras hacia otra más.
—Kieran, ¿estás ahí? —hablo pegada a la madera.
—Estoy aquí. —Su voz me sobresalta, giro sobre mis talones y lo encuentro en lo alto del segundo tramo de escaleras, apoyado en el marco de la pared.
—Tu padre dice que bajes a cenar —digo intentando parecer tranquila.
Me observa algunos segundos sin decir nada, luego empieza a bajar los escalones hacia mí y, por algún motivo, no me muevo, permanezco de pie hasta que se detiene frente a mi cuerpo.
Debe medir más de un metro noventa, puesto que su altura y la mía está bastante descompensada, sus facciones son duras, la forma de sus cejas hace que sus ojos parezcan ligeramente hundidos y al mismo tiempo llamativos. Le otorga una mirada penetrante, amenazante.
—Valerie. —Sus labios tienen un color rojizo muy diferente al mío, que apenas poseen un tono rosáceo debido a que siempre los tengo secos.
—Tu padre quiere que...
—Ya te he escuchado la primera vez, y también a él. —Da otro paso, cada vez me tiene más arrinconada, igual que antes en el salón—. ¿Tienes novio?
—¿Cómo? —Frunzo el ceño, ¿qué clase de pregunta es esa?
—Que si tienes novio, Valerie.
—Me vas a desgastar el nombre.
—Pues contéstame para que deje de usarlo.
—¿Sabes sonreír? —Le pregunto alzando ligeramente la cabeza, su actitud narcisista y egocéntrica no me gusta nada.
En lugar de responder, puedo ver cómo sus pupilas se mueven de uno de mis ojos al otro, igual que si quisiese atravesarme con ellas. Entonces noto algo extraño, una sensación de cercanía y de profunda confianza en él.
—¿Tienes novio? —insiste.
—No, solo salí con un chico durante algunos meses, pero llevo soltera dos años —contesto como si se tratase de un amigo de toda la vida, alguien con quien me siento cómoda compartiendo mis cosas.
—Lástima —dice antes de parpadear y retroceder.
Sacudo la cabeza confusa, no sé por qué he dicho eso, ¿quién es él para pedirme explicaciones o hacerme preguntas tan íntimas?
KIERAN
Solo hace nueve días que Valerie llegó, pero han sido los más duros y dolorosos de toda mi existencia como vampiro.
Mi vida de humano era fantástica, nunca me quejé de ella y siempre tuve planes para el futuro, aunque no fuesen tan grandes o ambiciosos como los de mis hermanos. Yo quería ayudar a mi padre en el taller hasta que él pudiese jubilarse, y después continuar con el negocio, conocer a una buena chica que me quisiera solo a mí, y formar una familia. Sin embargo, el tiempo se detuvo el día que me mataron. En el instante en que desperté con un deseo superior al de la lujuria: la sed.
Aquella noche, un sábado de enero de este mismo año, volvía de una fiesta de cumpleaños en uno de los clubs de Calgary cuando escuché un ruido tras de mí. Estaba listo para recibir a quien fuese y defenderme, incluso saqué la navaja que siempre llevaba conmigo. Nada de eso sirvió, alguien me atacó por la espalda directamente en el cuello y todo se volvió negro, no tengo recuerdo alguno hasta que desperté unas horas más tarde. Seguía en el mismo lugar, tirado detrás de un contenedor y con la camiseta cubierta de sangre, sin embargo, estaba vivo. O eso pensaba yo.
Las siguientes semanas fueron extrañas, mis sentidos se fueron agudizando a una velocidad de vértigo y de forma exagerada. Era capaz de escuchar a mi padre hablando solo debajo del chorro de la ducha, aun estando yo tumbado en el jardín; el sol empezó a darme unos horribles dolores de cabeza y la comida parecía no saciarme igual que antes. Me acosté con dos chicas que conocí una noche, y el sexo fue tan brutal que llegué a provocarles serias heridas y moratones; sentía que el orgasmo ya no era suficiente, aún había una parte de mí que no llegaba a correrse del todo. Eso cambio con el primer asesinato.
Solo habían pasado cuatro semanas y mi estado ya era lamentable, no entendía lo que mi cuerpo quería y no sabía por qué las cosas que antes me gustaban, ya no me satisfacían de igual forma. Mi humor era una mierda, no admitía que nadie me levantase la voz o me llevase la contraria, llegando a pelearme de forma muy violenta en varias ocasiones. Una de esas noches, me marché de casa con los nervios a flor de piel, sentía que el propio mundo estaba sobre mis hombros, me pesaba la vida tanto como los párpados. Entonces la vi. Una muchacha morena, con la tez clara y una sonrisa seductora, no me quitó los ojos de encima en todo el rato que pasó con su novio jugando al billar. Esperó a que su pareja se marchase para acercarse a mí, y no necesité que hablase para saber lo que quería, puesto que, por algún motivo, su voz retumbaba en mi cabeza sin que sus labios pronunciasen palabra alguna.
Estaba leyendo su mente y no me daba ni cuenta.
—Estoy alojada en el motel de aquí al lado —susurro entonces tras lamer mi oreja y acariciar mi polla por encima de los vaqueros con su mano izquierda—. Vamos, mi novio no volverá hasta mañana por la mañana.
Tiró de mi mano sin necesidad de que yo aceptase, y me llevó hasta su habitación, pequeña, oscura, húmeda y perfecta. Perfecta para el modo en que me la follé, la torturé y la despedacé. No me di cuenta de lo que mi cuerpo necesitaba hasta que un hilillo de sangre cayó por su barbilla después de que le diese un mordisco demasiado apasionado.
—Cuidado, cielo. —Rio con nerviosismo—. Tenemos toda la noche.
Su mente volvió a hablarme cuando posé mis ojos en los suyos.
«No sé si está muy cachondo o si es un loco, pero, joder, cómo me pone.»
Lo interpreté como una invitación para seguir usando su cuerpo como conejillo de indias. Otro mordisco en el hueco de su cuello fue lo que terminó por hacer que se posicionase, que pensase que yo era un loco psicópata que iba a matarla. Loco, no; psicópata, tampoco; pero sí iba a matarla.
—¿¡Qué haces!? —gritó cuando sujeté sus manos con fuerza y le di otro mordisco más, esta vez en el muslo, cerca de la ingle.
No fui capaz de frenar. Lamí toda la sangre y seguí mordiendo una vez detrás de otra, la lujuria era grande, pero la sed lo era más. Quería follarla, pero ese nuevo instinto que tenía dentro me obligaba a seguir sacando la sangre de sus venas.
La maté.
Mi orgasmo sexual fue sustituido por una explosión de luces de colores, igual que miles de galaxias y supernovas ante mis ojos, una corriente eléctrica que me hizo temblar y recargarme por completo. Fue como si, al arrebatarle la vida, toda esa vitalidad pasase a mí.
Me miré en el espejo y tuve que obligarme a observar mi reflejo durante varios segundos para poder reconocerme. Saqué la caja de tabaco de mis vaqueros y me encendí un cigarrillo, mi boca y toda la barbilla estaban cubiertas de su sangre, gotas caían en mi pecho y, por alguna razón, el éxtasis fue mayor a la culpabilidad.
Era un vampiro, entonces lo supe. Aquella noche me mataron pero, por algún motivo, no morí del todo, sino que regresé convertido en esta bestia que ahora domina mi vida y arrebata la de otras mujeres como la de aquella noche.
¿Me mordió un vampiro? Si es así, ¿es posible que las mujeres a las que yo muerdo también se conviertan? Bueno, eso es algo que dudo porque no suelo dejar mucho de ellas, solo lo que la bestia ya no quiere.
¡Buenas, mis víctimas cazadas! Habéis mostrado amor en Instagram, así que he adelantado el capítulo a hoy. ¿Qué os ha parecido? Al fin sabemos cómo fue la transformación de Kieran, no hace mucho, por lo que aún le cuesta mantener a la Bestia dormida. Por cierto, ¿le ponemos nombre? 👹
No olvidéis seguir la cuenta oficial de Cazador para disfrutar de los adelantos y todas las imágenes perturbadoras y ese romance oscuro que irá surgiendo... Además de esas posibilidades de adelantar el capítulo.
—> cazadorwattpad
Un beso,
Ner🖤
PD.: Canción que me inspira en esta historia, iréis viendo una nueva cada semana.
https://youtu.be/xmVzeriU5m0
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