20. Tan solo debes pedirlo
VALERIE
Han pasado dos días y sigo siendo yo, aunque puedo notar cómo Nihasa se revuelve en mi interior, necesito encontrar el equilibrio, o eso, o una forma de acabar con ella.
Aunque temo que si ella se va, yo muera, puesto que ahora que he despertado después de que ella también lo hiciera, de alguna forma me he quedado con muchas de sus habilidades, entre ellas la de que mi piel se regenere, igual que cuando Kieran me mordió el otro día.
También tengo la percepción y los sentidos muchísimo más desarrollados, y soy capaz de escuchar en mi cabeza cosas que piensan otros si me concentro mucho. He estado practicando.
Kieran estaba sentado frente a mí en la cocina, mientras cenábamos y sus hermanos y su padre charlaban de la cantidad de animales muertos que han encontrado en el bosque estos pasados días.
—Esto no debería decíroslo, pero ayer aparecieron dos hombres muertos también, estaban destrozados —dijo entonces Charles.
—¿Dónde? —preguntó Frank.
«¿Realmente es Valerie? Su mirada parece diferente, aunque la forma en la que habla y se comporta no parece la de Nihasa.»
La voz de Kieran retumbaba en mi cabeza como cuando un mueble pesado cae en una habitación vacía y el sonido hace eco en las paredes.
Soy yo, pensé, pero no pareció escucharlo puesto que siguió con su verborrea mental.
«No imaginaba que fuese a sentir este alivio, sabía que ella me había besado, el demonio lo hacía de un modo mucho más salvaje.»
—¿Tenéis algún sospechoso? —La conversación continuaba en la mesa sin que ninguno fuese consciente de las miradas que Kieran y yo estábamos intercambiando.
«Necesito que me perdone, que sepa que yo no quería que muriese.»
—He terminado, no me encuentro muy bien, así que voy a acostarme —dije entonces mientras me levantaba, los pensamientos del vampiro me estaban agotando, el esfuerzo por escuchar su cabeza me dejó exhausta.
—¿Quieres que vayamos al médico? —cuestionó mi tío preocupado.
—No, no, tranquilo, debe ser porque no he dormido bien esta noche. Gracias. —Me despedí de todos con una sonrisa y la mirada de Kieran fue la última que vi antes de marcharme por las escaleras hacia mi habitación.
Esa noche tocó mi puerta un par de veces, casi suplicando para hablar conmigo, pero no abrí, no estaba preparada para escuchar sus excusas. Y sigo sin estarlo.
He decidido buscar trabajo para mantenerme ocupada y no pensar en él, ni tampoco en mi padre, a quien extraño más que nunca a pesar de haberme ocultado el pequeño detalle de que me poseyeron cuando era una niña.
Camino por las calles del pueblo sin un rumbo fijo, escuchando música con los auriculares y saludando a las personas con las que me cruzo. Bragg Creek no es muy grande, así que los rostros se hacen rápidamente conocidos.
Entonces paso por delante de una tienda de antigüedades, en la cual hay una sección de libros que se me ocurre, pueden ayudarme un poco en todo esto.
—Buenos días, cielo —saluda la dependienta—. ¿Puedo ayudarte?
—Hola, busco un libro sobre... Cosas sobrenaturales. —Miro de reojo a la señora que tengo al lado cuando me frunce el ceño.
—De acuerdo, ¿algo un poco más concreto?
—Dem... —Toso mientras lo digo en voz baja.
—¿Disculpa?
—Demonios —digo en voz alta. Ella asiente despacio y después se marcha hacia una sala que tiene tras el mostrador.
Saludo a al señora que ahora sí que me está analizando detenidamente, y después ojeo un poco la tienda sin alejarme, divisando a través del escaparate a Kieran Norwood. Está saliendo de una Droguería con una bolsa llena de cosas, lleva un cigarro entre los labios y teclea algo en su teléfono con la mano libre.
—Solo tengo este.
—Gracias —respondo tras aceptarlo para ver el título.
"Demonios de las profundidades" leo para mí, asiento hacia la dependienta y le pago lo que me dice antes de guardarlo en la mochila que llevo con mis cosas y salir de la tienda.
Decido pasar por una cafetería y pedirme uno bien cargado, salgo para sentarme en una mesa del exterior y me lo voy bebiendo mientras leo el índice del libro:
—Los demonios en la historia, Clasificación, Poderes, Posesiones...
—¿En serio?
Lo cierro de golpe y derramo parte del café cuando escucho la grave voz de Kieran a mi espalda.
—¿Qué quieres? —cuestiono al mismo tiempo que paso una servilleta por encima de la mesa para limpiar el líquido oscuro.
—Hablar contigo, llevas dos días evitándome.
—Y los que te quedan. —Lo miro y debo alzar bien la cabeza debido a lo alto que es.
—Esto es absurdo —dice apartando una silla para sentarse a mi lado—. Te he pedido perdón mil veces.
—¿Por matarme o por no importarte hacerlo?
—No estás muerta, a la vista está —indica señalándome con la mano—. Y no es cierto que no me importase, ya te lo he explicado.
—Y yo te he dicho que me da igual, no tenemos nada más de qué hablar, Kieran.
—Por favor, no volverá a pasar. —Tira el cigarro que tiene entre los dedos y su mirada es prácticamente de súplica.
—¿No volverás a matarme? —Río sin ninguna gana—. Vaya, gracias, muy considerado.
—Joder, Valerie.
—Adiós —digo levantándome para marcharme antes de no ser capaz de resistirme más, antes de dejarme arrastrar por la profundidad de sus oscuros y seductores ojos.
KIERAN
Veo impotente cómo se aleja de mí, me recuesto en la silla y niego con la cabeza de forma obstinada; soy un jodido vampiro, pero también sigo siendo Kieran, cabezota e incapaz de aceptar una derrota.
—¡Valerie! —Corro tras ella cruzando la carretera tan decidido que no soy capaz de darme cuenta del coche que frena en seco cuando me atropella.
Mi cuerpo pasa por encima del vehículo y aterriza al otro lado, golpeándome absolutamente todos los músculos y huesos existentes. La gente se arremolina a mi alrededor y durante unos segundos me siento desconcertado, pero enseguida me doy cuenta de que el hecho de estar muerto tiene sus ventajas, como la ausencia de dolor en comparación con lo que habría sido si siguiese siendo humano y, obviamente, la inmortalidad.
—Kieran, oye. —La voz angustiada de Valerie hace que un plan se active en mi cabeza, tan mezquino como posiblemente eficiente—. ¿Cómo estás? ¡Llamen a una ambulancia!
—No —digo con más energía de la que quiero demostrar—. Ayúdame a llegar a casa, no puedo ir a un médico.
—Oh, sí, es verdad. —Mira a su alrededor y se apresura a levantarme cuando ve cómo algunos vecinos tienen el teléfono pegado a las orejas—. Está bien, no se preocupen.
—Te juro que no te he visto, lo siento mucho —lloriquea el señor que conducía.
—No se preocupe, está bien —insiste ella a la vez que pasa mi brazo por alrededor de sus hombros.
Puedo caminar a la perfección, pero si quiero que Valerie me perdone, antes debo conseguir que me escuche y pase tiempo conmigo para poder hablar, de modo que fingir es lo único que me queda.
—Vamos, tengo el coche muy cerca.
—Mierda, no pensé que esto dolería tanto —miento simulando una leve cojera.
—¿No se supone que deberías tener super poderes o algo así? —cuestiona frunciendo el ceño.
—Esa eres tú, la del demonio dentro, yo solo chupo la sangre y mato a gente, ¿recuerdas?
—Mejor dejemos ese tema por el momento.
Me parece de puta madre, pienso sin dibujar la sonrisa que estoy deseando mostrar.
La observo en silencio cuando conduce la camioneta que mi padre le ha dejado, tan solo se escucha el sonido del vehículo contra el camino de tierra que lleva hasta mi casa a las afueras de Bragg Creek. Cuando aparca junto a la puerta, corretea hasta mí para sujetarme y ayudarme a entrar, me guía hasta el salón y coloca un par de almohadas tras mi espalda.
—¿Qué te duele? —Mira todo mi cuerpo como si buscase hematomas o algo así, pero todos han desaparecido ya—. Los golpes ya no están, ¿no te encuentras mejor?
—No, el dolor es interno. —Mi rostro refleja una mueca desagradable al moverme, y ella enseguida se alarma y alza las manos como queriendo tocar sin saber dónde.
—Joder, ¿qué hago? Dime qué necesitas. —Se sienta en el borde del sofá, acercándose a mí.
—Depente. ¿Quieres que sea romántico o sádico? —Sujeto su mano y la llevo hasta mi pecho—. Puedo ser lo que tú quieras que sea, Valerie. Tan solo debes pedirlo.
¡Hola! ¿Cómo estáis? Valerie no se lo está poniendo nada fácil al vampiro... ¿Creéis que está siendo demasiado dura?
Tengo otro capítulo listo que no tardaré en subir, así que estad atentas y seguid la cuenta oficial de Instagram para adelantos: cazadorwattpad.
Además, quiero invitaros a que os paséis por la historia "Dirty glamour", la cual estoy desarrollando en formato de serie y ayer terminé de subir la 1ª temporada completa. Sus protagonistas son Gia y Dallas, dos bombas de relojería que se conocen y se encuentran en momentos muy complicados de su vida... Aquí os dejo el booktrailer y un pequeño fragmento de cómo se conocen:
https://youtu.be/pxrePXXcgGQ
«Apoyo los codos en la barra y espero paciente a que me atiendan. Sin embargo, a través del espejo que hay frente a mí advierto cómo una chica coge un paquete de galletas y se lo mete en algún bolsillo por dentro del caro abrigo que viste. No me cuadra nada la situación, sé distinguir el lujo y, excepto por las bolsas de deporte que lleva, el resto de su atuendo es de marcas muy caras. ¿Por qué entonces robar un paquete de galletas?
Me acerco disimuladamente, la observo desde más cerca y lo primero que llama mi atención son unos labios color carmesí, gruesos y brillantes. No puedo ver sus ojos porque lleva gafas oscuras, igual de costosas que el resto de su indumentaria. No sé si se ha fijado en mí pero, si lo ha hecho, disimula y se da la vuelta. Continúo caminando tras ella tranquilamente hasta que, en un rincón donde se posicionan las neveras de la bebida, me acerco más a ella y susurro en su oído:
—¿Piensas pagar eso?
Sin esperármelo en absoluto, su reacción es inmediata y automática. Deja caer las bolsas al suelo y trata de hacerme una llave que hace tiempo aprendí a esquivar en las clases a las que mi padre me obliga a ir desde niño. Sujeto sus brazos de tal forma que los coloco tras su espalda y pego su pecho completamente al mío.
—Tranquila, fiera —hablo cerca de su rostro.
—Suéltame si no quieres que esto se convierta en una puta carnicería.
Cada una de sus palabras destila el más puro de los venenos.
—Cálmate —digo aflojando el agarre y dejando que dé un paso atrás—. Si necesitas dinero para comida, yo puedo...
—No necesito tu caridad —ríe a la vez que estira la mano, esta vez para coger un paquete de patatas, el cual también se mete en el abrigo—. Sé buscarme la vida solita, cariño.
Cuando gira sobre sus talones para marcharse, vuelvo a sujetarla y en esta ocasión es ella la que me arrincona a mí, con la diferencia de que algo duro presiona mi estómago.
—Mira, te lo voy a poner muy fácil —masculla levantándose las gafas. Unos ojos verdes cual bosque empapado por la lluvia me analizan cautelosamente—. Ahora te voy a soltar, tú te vas a quedar aquí y yo me voy a marchar. Y aquí no ha pasado nada. ¿Qué te parece?
—Me parece que tienes problemas muy serios —contesto desconcertado.
—¿De verdad quieres que una bala te atraviese el estómago por un jodido paquete de galletas y unas patatas que seguramente ya estén caducadas?
—¿Quieres tú ir a la cárcel por lo mismo?
Deja caer los parpados y exhala un profundo suspiro en mi rostro, el aliento le huele a menta por el chicle que está masticando y la sonrisa que dibuja entonces me desconcierta.
—Bueno, no he visto comisarías por aquí, no será difícil —habla para sí misma y, entonces, escucho el sonido inconfundible de un arma cargándose—. Lo siento, eres muy mono —dice acariciando mi rostro antes de volver a ponerse las gafas—, pero demasiado estúpido.
El cañón del arma se aprieta más contra mi estómago y, cuando creo que va a disparar, escuchamos las sirenas de algunos coches de policía muy cerca. Su rostro se contrae, desvía la mirada hacia la cristalera que da a la calle, luego a la barra donde varios camareros estás observando la escena y, por último, a mí.
—Esto será divertido. —Alza una ceja, se agacha para levantar las dos bolsas con su brazo y después me da un empujón antes de rodear mi cuello con el arma y colocarla justo bajo mi barbilla.
—No lo hagas, te van a acribillar, no sabes quién soy.
—Bueno, bueno —habla en voz alta para toda la cafetería—, me apetecía tener una mañana tranquilita, pero no va a ser posible.»
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