I: Mi perfectamente imperfecta boda

—¡Por todos los osos Teddy! Liseth, ¿qué clase de asistente eres? —vociferé exasperado, resultaba increíble que justo ese día decidieran ser incompetentes.

—Señor Evans, disculpe, hubo un retraso con los floristas, la organizadora... 

¡Ay! El alterado tono de su voz me estresó todavía más ni mencionar esa acelerada forma de expresarse. Contraté a la supuesta mejor organizadora de bodas y aún así... ¡hicieron una catástrofe! 

Había ramos de flores tirados por todas partes como si fuesen cualquier, cualquier... cualquier... Merde!!! Tipos montados en plataformas mientras colgaban telas, lámparas y quién sabe qué cantidad de cosas. ¡Fue horripilante! Por eso me impedían acercarme e inspeccionar, sabían que mi nivel de enojo ante su desastre sería estratosférico.

«¡Arruinan mi boda!», pensé con el corazón en la garganta, al borde del llanto, pero no me permitiría llorar, no ante esos ineptos. Deseé acabar en el acto con el primer mequetrefe irresponsable que se pusiera en frente de mí. Por desgracia para mi asistente, ella estaba a punto de convertirse en víctima. Mi pie se movió por sí solo contra el suelo ante la ansiedad. 

—¡Liseth, cierra la boca! —exigí, hastiado de sus excusas, y ella se calló en el acto. Di un paso al frente para dirigirme al montón de mequetrefes que estaban por doquier, encargados de la decoración—. ¡¿Cómo es posible que todo esté hecho un caos a esta hora?! ¡¡¡Arruinan mi boda!!! —grité como desquiciado— ¡¿Por qué me persiguen los inútiles?!

—Cornelio, ¿qué estás haciendo aquí? 

«Upsi», resonó en mi cabeza en cuanto escuché el regaño de Campbell detrás de mí y di un respingo. 

—Deja a los organizadores encargarse, a ti te esperan las estilista y diseñadora para prepararte, ¡mira cómo estás! 

«Upsi, de nuevo». Comprendí las palabras de mi padre. Vestía bata y sandalias, un gorro térmico en mi cabeza y hasta una mascarilla, pero ¡¿qué esperaba?! Debía supervisar todo para mi boda y menos mal que lo hice, de lo contrario habría visto semejante catástrofe, demasiado tarde. 

—Hijo, no puede ser que, incluso hoy, te portes así. 

Ese inconfundible tic nervioso, que solo aparece cuando el nivel de estrés está demasiado elevado, hizo temblar a mi ojo izquierdo con violencia. El regaño de Campbell solo me puso aún más de malas. 

—Campbell, es mi boda —contesté en un intento de calma para no matar a mi padre—. Todo debe ser perfecto —agregué con un incipiente sollozo y hasta hice puchero. 

Mi padre sonrió y procedió a abrazarme, sin importarle que al reposar mi cabeza en su pecho, le manchara su camisa blanca con la mascarilla a base de pepino y aguacate que llevaba en el rostro, mi labio inferior tembló.

—Estos inútiles lo arruinan todo —agregué gimoteando y él me palmeó la cabeza sobre el gorro que envolvía mi tinturada cabellera.

—Ya, hijo, vamos con la estilista que te espera y déjalos hacer su trabajo. 

Afirmé con la cabeza sin variar el puchero. Solo me quedó confiar en el trabajo de esos mequetrefes y esperar que todo lo hicieran perfecto, como yo deseaba o rodarían cabezas. 

Campbell pasó su brazo por encima de mis hombros para guiarme y, aunque sentí profundos deseos de matar a los ineptos, le concedí la razón, debía prepararme. Era la boda con el amor de mi vida, pese a mis deseos homicidas, tocaba concentrarme en mi perfecta imagen. 

Pasamos demasiado para llegar a ese punto, hubiese sido tonto de mi parte echarlo a perder, asesinando a los organizadores. La cárcel no es un lugar para una criatura hermosa y perfecta como yo. ¡Qué horror! De solo imaginarlo sentí escalofríos. Un montón de hombres grandotes y malotes, sometiendo a mi pequeño, sexi y hermoso cuerpecito día y noche... «Mmm, no suena tan mal después de todo... pero ¡¿qué merde estás pensando, Cornelio?!», me reprendí a mí mismo por semejante idea. 

Los nervios por la boda comenzaban a hacer estragos conmigo, de eso no hubo la menor duda. No obstante, cada rastro de ellos se volatizó al ver a Jo'Jo —mi fantástica diseñadora—, lucía perfecta como siempre. Amé ese recogido que traía en el cabello con apenas algunos rizos dorados colgados entorno al rostro para dar mayor énfasis al verde de su mirada y ese vestido ni hablar. El diseño era sencillo, pero entallaba su figura y la hacía ver espectacular, resaltaba sus atributos. Señaló hacia un costado donde contemplé, con grato asombro, al maniquí que portaba el fabuloso atuendo que yo estaba a punto de utilizar y di aplausitos. 

Se trataba de un traje con corte slim fit en la parte superior, entallado a la cintura por supuesto y en un tono champán satinado «¡amo ese color!», pensé con gran entusiasmo. Me fascinó el diseño ya que comenzaba como un bléiser cruzado clásico, pero desde la cintura hasta el suelo se convertía en una falda ancha, glamorosa, con impecables drapeados y por supuesto, mi camisa blanca impoluta con una suerte de cuello Mao abierto. Sin duda, un atuendo digno de la realeza, es decir, de mí. 

«¡Aaaaah! Amo el trabajo de Jo'Jo», pensé con gran entusiasmo. El mal rato que pasé con los ineptos se vio solapado ante su perfecto desempeño. Di muchos brinquitos de emoción, ¡¿cómo no hacerlo?! Era la única que me entendía. Ella rio fuerte por mi reacción, pero ¡qué rayos!, mi modista merecía cientos de aplausitos. 

—¡Ay! Dámelo, dámelo, dámelo —demandé, acelerado, ansioso por verme con mi perfecto traje. Ella movió su cabeza en una reiterada negación. «¿Qué le pasa? ¿Por qué me niega mi vestimenta?», le obsequié una mala mirada. 

—Cory, primero tu cabello y rostro —contestó sonriente y di un grito, aterrado, su exquisito trabajo me hizo olvidar el desastre en que estaba convertido. 

—¡Tienes razón! —corrí como desquiciado hasta alcanzar a mi estilista mientras la carcajada sincronizada de ella y Jo'jo resonó como eco en esa sala de preparación. «Bueno, al menos alguien se divierte en mi día especial», fue el pensamiento que me cruzó la mente mientras se encargaban de mi cabello. 

La ansiedad casi acabó conmigo, estaba loco por veme luego de la preparación que me pareció casi eterna. No encargarme yo mismo del cabello me provocó un tremendo horror y estrés. Sin embargo, cuando vi mi reflejo en el espejo mientras Jo'Jo daba los últimos toques al atuendo, resultó imposible dejar sonreír complacido. 

Decirle adiós a mi larguísima cabellera fue en extremo duro, pero el nuevo corte a los hombros, sin duda, me iba de maravilla y los reflejos que le adornaban los amé, un flequillo largo peinado hacia ambos lados enmarcó mi perfecto rostro y el resto del cabello fue atado en una media coleta trasera. «Soy tan hermoso».

—Cory, estás listo —anunció Jo'Jo y sonreí con suma emoción. 

—Gracias, hermosa, eres mi heroína, jamás me cansaré de decirlo —expresé, emocionado, sin dejar de verme al espejo. Me sopló un beso en repuesta, «es encantadora»—. Y dime, ¿qué tal luce Cacius? 

—Espera y lo verás, los chicos y yo hemos trabajado muchísimo en su imagen. Rob, ahora mismo, se encarga de tu prometido.

—Al menos, ustedes sí se aseguran de hacer todo perfecto, no como esos ineptos organizadores —le dije en un reproche, pero ella empezó a reír, se burló de mi crisis.

—Todo saldrá bien, ya lo verás. 

Asentí en silencio, un pesaroso suspiro dejé salir. En ese instante, me resigne a casarme en medio de un desastre, por eso, cambié el tema:

—Cuéntame, ¿dónde está metida mi mejor amiga? Es increíble que no haya aparecido por aquí.

—Relájate, ya la verás, recuerda que debe cubrir tu evento.

En eso le concedí la razón, mi reportera gráfica favorita, seguro se encargaba de los pormenores del caos mientras terminábamos de arreglarnos, pero igual, nadie me quitó de la cabeza que pudo realizar una sesión en backstage.

El toc-toc en la puerta me extrajo de mis cavilaciones, concentré la atención hacia ese lugar donde Cristina —esposa de Campbell y por ende, mi madre— me indicó la hora y quedé anonadado. La taquicardia e invadió, mi mente se volvió un incesante bucle de incredulidad: «¡No lo puedo creer! Es ya, es ya».

Cristina lucía fantástica, utilizó un vestido largo y elegante de un tono cobre que complementaba el atuendo bronce con negro de su esposo. Mientras los nervios hicieron estragos conmigo, ella sonrió afable y complacida, tal vez por mi apariencia perfecta o quizás porque sus hijos, al fin, se darían el sí. 

Aguanta, eso sonó rarísimo. Cacius y yo no somos hermanos; bueno, seríamos más bien primos o hermanastros; quizás nada de eso. El matrimonio Campbell se ocupó de nosotros por distintos motivos. 

En el caso de Cacius, mi padre se hizo cargo porque su hermana no le prestaba atención, creía que con dinero solucionaba su ausencia; así que le propuso la adopción, aceptó enseguida la maldita. De mí, quedaron al frente cuando perdí a mis padres a los quince años y bueno, Cacius y yo fuimos los mejores amigos hasta que mi vanidad y egocentrismo empezó a arruinarlo todo... pero eso ni al caso, aquellos tiempos no eran más que un amargo recuerdo que no deseaba revivir en ese momento. Solo importaba nuestra felicidad que a la vez contagiaba a nuestros padres. 

Abandoné aquella sala en compañía de mi madre, modista y un equipo de esta, quienes me ayudaban con mi extravagante vestuario para impedir que se arruinara antes del gran momento. Mi corazón iba a un ritmo desbocado, errático a más no poder, solo equiparable a la sensación producida por ese fantástico orgasmo, provocado por mi maravilloso hombre roca a primera hora de la mañana de aquel día. Pensar en eso me obligó a morderme el labio, ya estaba loco por verlo. 

Cacius me permitió aportar ideas para la confección de su traje, pero aquella sería la primera vez que lo vería, quisimos mantener en secreto la vestimenta de cada uno para hacer más emocionante la primera vista, durante nuestra ceremonia. 

Abrí la boca ante la tremenda impresión que me supuso ver a Cacius parado tras el portal que juntos atravesaríamos para la entrada triunfal. El tiempo pareció ralentizarse, mi hombre roca lucía maravilloso; hasta ese momento, creí que vestiría en un tono oscuro con la seriedad que le caracteriza; sin embargo, lucía como un príncipe. 

La línea clásica de su esmoquin se rompía con el diseño del saco, el lado derecho era convencional, pero el izquierdo parecía una fusión de la prenda con una capa real que caía desprolija hasta el suelo, pantalón recto y lo más increíble: todo el conjunto era de un tono champán satinado exacto al de mi traje, con una camisa blanca clásica y sin corbata. Estaba vestido justo para combinar conmigo. Me hallé al borde del llanto; pero sin duda, mi corazón se aceleró con la expresión de su rostro al verme caminar hacia él, sus ojos gritaron "me encantas". 

—Sos una puta re fachera. 

La voz del maldito argentino cachondo irrumpió mis pensamientos mientras me acomodaba al lado derecho de Cacius; Jo'jo junto a su equipo arreglaban mi atuendo para preparar la entrada. No me importó que el desgraciado de Robert Ferro hubiese realizado un fantástico trabajo con mi prometido, le lancé una mirada de odio y hasta arranqué la tableta que mi asistenta portaba para atacar al idiota que no dejó de reír cuando me impidieron hacerlo. 

—Cory, relájate, ya van a entrar —me dijo Jo'jo y tuve que sorber una enorme cantidad de aire para lograr su petición—. Rob, no es momento de molestar, en serio. 

—Eres perfecto —susurró Cacius a mi oído y fue imposible disimular la sonrisa. 

Cuando nuestros trajes estuvieron perfectamente acomodados, Jo'jo, Rob y su equipo se despidieron de nosotros, deseándonos lo mejor y se fueron hacia las compuertas laterales para acomodarse entre el público; volví a respirar para espantar los nervios, pero solo se disiparon por completo cuando Cacius apretó con fuerza mi mano y enlazó nuestros dedos. En ese instante, fijé la vista en él y supe que hacía lo mismo. Sin duda, amé la reluciente sonrisa que me regaló. 

—Te ves increíble —le dije en tono bajo y él apretó mi mano más fuerte—. Casi tanto como este momento. 

—Usted más —replicó con convicción. Luego se acercó a mi oído para volver a susurrarme, en el justo momento que empezó a sonar Perfect, era la señal de entrada, así que fue breve, pero su cálido aliento contra mi piel hizo estragos—: Ya quiero descubrir cómo sacarle ese montón de tela, señor. 

Se me subió la temperatura varios grados y en mi cara resultó evidente. Él lució impasible al caminar por ese corredor de la mano conmigo, mi rostro ardió durante el recorrido que pareció eterno, aunque traté de disimular, regalando sonrisas a los invitados que aplaudieron con algarabía. Vi en el trayecto un montón de gente del espectáculo y el mundo de las artes, así como a la madre y hermanas menores de mi mejor amiga, en ese momento noté al fin su presencia junto a otro fotógrafo, ambos se encargaban de cubrir los pormenores. Eché en falta al desgraciado de Fisher. 

Cacius y yo compartimos una sonrisa al hallarnos frente al portal donde el juez civil, acompañado por un gurú que lucía como hippie disfrazado para la ocasión: usaba rastas y las llevaba atadas en una coleta, su cabello ceniza apenas resaltaba del traje formal. Ambos se encontraban listos para dar inicio. A pesar de todo, al hallarme allí, en ese salón repleto de invitados cuyas miradas permanecían fijas en nosotros, di una veloz ojeada al entorno y me sentí en paz. 

Quizás había un sinfín de cosas fuera de lugar porque los ineptos dejaron todo para última hora, pero nada de eso pareció importarle a alguien, ni siquiera a mí con mi perfeccionismo extremista. En ese instante, mi único interés era el magnífico hombre que me acompañaba, ese que no dejó de apretarme la mano ni un segundo para transmitirme seguridad, quien estaba a punto de convertirse en mi esposo. 

Campbell y Jo'jo tenían razón, solo debía calmarme, todo saldría genial porque estábamos juntos. La ceremonia dio inicio con palabras del juez y pese a mis constantes divagaciones con cualquier detalle, como el hermoso tallado en las velas o el cirio que emplearíamos luego, devolví el apretón a mi casi esposo y me esforcé por concentrarme. Cada palabra me provoca taquicardia, aunque estaba más que listo para ese anhelado paso. 

Sin embargo, un estruendo me produjo un sobresalto, una fuerte detonación para ser exacto. A punto estuve de gritar a la organizadora por adelantar la pirotecnia, cuando Cacius me empujó hacia un lado. En cuestión de segundos, más detonaciones se desataron seguidas de gritos. Había tanto desconcierto dentro y alrededor de mí. Los invitados buscaban resguardo, algunos corrían, otros se arrastraban. 

Me costó procesar lo ocurrido, pero al hacerlo, quedé estupefacto. Mi día especial y perfecto se iba a la merde, en medio de un tiroteo. El olor a pólvora me impactó como una repentina ráfaga, empecé a ver la situación en cámara lenta: balas volaban por todas partes, Cacius desenfundó una pistola que llevaba en el tobillo, luego de empujarme para unirse al baño de fuego y cada minuto se tornó surreal.





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Hola, mis dulces corazones multicolor 💛 💚 💙 💜 💖 un placer saludarlos, espero que les haya gustado el inicio de esta nueva aventura y espero verlos a bordo hasta el final. Sus comentarios son el combustible que me motiva a seguir trayéndoles todos estos desmadres. Los loviu so mucho y nos leemos prontito. 

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