Capítulo II
Taehyung se tambaleó unos pasos hacia atrás contemplando al hombre palpar el lugar donde lo había herido sin querer. Tres delgadas tiras de sangre que empezaban a asomarse en la superficie.
Jungkook quedó mirando las manchas carmesíes que empañaron sus dedos. Una honda respiración entró por sus fosas nasales mientras hacía su cabeza rodar en un círculo posterior, en un intento por destensar sus hombros.
Los ojos de Taehyung se volvieron acuosos, ahora estaba terrible y verdaderamente horrorizado.
"Oh, cosita desgraciada. Tú no acabas de hacer eso"
Taehyung se pegó más hacia las mallas de acero del ring. Aún si no fue adrede, había hecho enojar a esta bestia. Lo peor que podría haber hecho en su situación, acabó haciéndolo.
Pero, una vez más, esta era la clase de suerte con la que había nacido quizás. Una que lo empujaba hacia el borde del acantilado constantemente.
"No fue mi intención. Yo..." balbuceó. "Solo me defiendo"
El luchador cortó su pobre intento de excusa con una patada lateral que acertó en su costado y lo envió de rodillas al suelo. La fuerza del impacto le robó el aire.
Un jadeo agónico se escapó de sus labios cuando JK sin miramientos agarró el cabello y tiró de su cabeza hacia atrás con brusquedad.
Sus orbes, obligados a mirar hacia arriba por la posición, se enfocaron en su verdugo, tan grande como la vida misma. Y definitivamente con el poder de apagar la suya justo ahora.
Ese pensamiento hizo que las lágrimas que había estado conteniendo resbalaran en cadenas gruesas por sus mejillas.
Quizás había sido un desdichado toda su vida pero todavía así... Quería vivir. Había mucho por ver ahí fuera, cosas de las que se había estado perdiendo, sus propias aspiraciones insatisfechas...
"Aquí es donde este juego del gato y el ratón termina. Te dejé creer que eras listo pero agotaste tus recursos" dijo Jungkook. Sus rodillas se flexionaron.
Un puñetazo encontró la piel suave de la mejilla de Taehyung, partiendo la esquina de su labio superior en el proceso. Entonces le siguió otro, y luego otro. Hasta que deshizo su agarre en el cabello de Taehyung y su cráneo impactó en el cemento pulido del suelo, gotitas de carmín salpicaron.
JK no tardó en cernirse sobre él. Envolvió su garganta con una de sus manos, en un agarre castigador.
Taehyung lo había visto apretar el cuello de un tipo robusto y reventarlo como si fuera plastilina con estas mismas manos. ¿Esta era la forma en que iba a morir? ¿Aquí y hoy?
Sus propios dedos en un movimiento lento y débil se posaron sobre los contrarios en su cuello. Un acto reflejo. Más como un ruego inútil de su organismo.
El oxígeno no encontraba manera de bajar por su garganta. Y como la válvula de una llanta que gradualmente se desenrosca, podía sentir que el poco aire que poseía se estaba evaporando. Lo único que podría estallar primero que sus pulmones sería su garganta.
Y ya no contaba con la energía ni las ganas para continuar haciéndose el fuerte. JK había tenido razón.
Ahora solo podía apelar a un milagro.
Jungkook estaba sediento de sangre. Siempre lo estaba. Listo para ejercer presión y mandarlo a un viaje sin retorno.
Su piel era tan suave, y su cuello tan esbelto, que torcerlo sería lo más fácil que ha hecho en su vida.
Sin embargo, no pudo.
Los ojos abiertos del chico debajo de él lo paralizaron. Lo veían con súplica, como si tratasen de buscar y rasgar la más escasa pizca de humanidad que quedara en su interior.
Nunca antes nadie le miró de esa manera. Al menos nadie que le conociese y le haya tenido cerca. Todos sabían la oscuridad y los demonios que abundaban en su interior. Estaba lleno de mierda, y no esperaban nada mejor viniendo de él.
Pero entonces llega este chico, con esos despiertos ojos pardos rogando por esperanzas. Esperanzas en él.
Eso lo irritó.
Debería pisar ese espíritu iluso y enseñarle mejor por qué llevaba el nombre que poseía.
Bajo la tarima las voces del gentío se elevaban con ánimo, exigiendo muerte. Todas las expectativas y ojos estaban en lo que haría a continuación. Pero habían unos en específicos que le veían con los párpados entrecerrados, de manera suspicaz. Ya se estaba demorando más de lo común, por supuesto que su Capo notaría una anomalía como esa.
Probablemente él haya sido quien puso este castigo en el chico para empezar. Hwang So no era un tipo con el que jodías y te largabas libremente, de los pocos enemigos que tiene ninguno se atrevería a pronunciarse en su contra y los antiguos... Bueno, acabaron en una fosa sin nombre. Así de rápido y en silencio. Jungkook bien lo sabe, tiene las manos cubiertas de la sangre de todos ellos.
Si Taehyung metió o no las narices donde no debía y de algún modo consiguió la atención de Hwang So, eso lo explicaría. Como sea, a Jungkook no le importa.
No va a hacer esto.
Deshizo su agarre del cuello de Taehyung, a pesar de la rabia contra sí mismo y las ganas feroces de golpear a alguien que no se han ido.
A penas sintió su garganta ser liberada, Taehyung inhaló una gran bocanada de aire, tanteando el lugar en su cuello donde la piel ardía por la presión ejercida.
Sus ojos llorosos vuelan hacia Jungkook, con una mezcla de temor, incertidumbre y asombro en ellos. Sí. Incluso Jungkook mismo está asombrado de haber hecho esta mierda.
Abandonó la posición sobre sus talones y clavó la vista en el palco improvisado de la segunda planta. Sus ojos chocaron con los de Hwang So. El humo del cigarrillo que fumaba envolvía su cara mientras la puta que mantenía sobre su muslo izquierdo le susurraba al oído. Y aunque no hubo vestigio de ira que traicionase lo impasible de su rostro, Jungkook sabía que estaba furioso.
Más tarde lidiaría con ello. Ahora lo que haría sería encontrar una buena follada en este antro y sacar esta mierda de su sistema.
Comenzando a deshacer los vendajes de su muñeca Jungkook descendió de la arena, el mar de gente que todavía no superaba lo que acababa de presenciar, se partió a la mitad abriendo paso para él.
Cuando su espalda abandonó el lugar fue que las voces se alzaron. Muchas de ellas se elevaron en bramidos porque habían hecho apuestas, y aunque no hubo ningún muerto en el ring esta vez, acababan de perder su dinero de igual forma, y de una manera insólita que nadie esperaba. La casa no hacía devoluciones, de ningún tipo.
Pero por supuesto, nadie era tan suicida como para reclamar algo a JK.
Hwang So despidió a la mujer encima suya e indicó a uno de sus guardaespaldas que se acercara. El tipo en su traje negro bajó la cabeza y, luego de escuchar las órdenes que se le dieron de forma discreta, volteó hacia el centro de la arena donde el joven muchacho a duras penas se había puesto de pie.
Asintió en dirección a su jefe y se apresuró en abandonar el palco.
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