Capítulo 9

Aleksi

—La pistola tiene varias funciones—explicó mi padre con autoridad.

Apuntó mi cabeza con el arma y me quedé quieto, rogando en silencio que mis latidos frenéticos no fueran tan evidentes. Ese fue mi error. Mi respiración agitada me delató. Estaba aterrorizado. Y cuando me di cuenta era demasiado tarde. Una quemazón ardió en mi brazo derecho y solté un grito de dolor. Intenté reprimir el llanto, pero no pude contenerme. ¿Cómo podría? Tenía diez años y era la primera vez que me habían disparado. Mi propio padre lo hizo.

—Eres tan jodidamente débil—escupió con desdén. Agarró el cuello de mi camisa y me empujó al suelo—. Nunca estarás a la altura de un Pakhan si lloras como una patética niñita. ¿Debería ponerte un vestido rosa?

Mi estómago se retorció en un nudo apretado y presioné la herida en mi brazo. La camisa blanca estaba manchada de sangre. Busqué en sus ojos oscuros algún signo de culpa, pero todo lo que vi a cambio fue repulsión. Nunca pude llenar sus expectativas. Nada de lo que hacía era suficiente para él por mucho que lo intentara. Yo, su único hijo, era su más grande decepción.

—Lo siento, padre—Me disculpé y agaché la cabeza.

Gritarle cuanto lo odiaba era lo mismo que echarle gasolina al fuego. Había aprendido a soportar su violencia y mantener los pensamientos para mí mismo. Todo terminaba más rápido si contenía las lágrimas. Llorar era para los débiles. Así que permitía que me golpeara hasta que se aburriera. Su puño impactó en mis costillas y mi mandíbula. El dolor me dejó sordo y mi cabeza palpitaba mientras me agarraba de la nuca y acercaba su rostro al mío.

—Eres un soldado ahora —masculló con ira—. Tú único deber será cuidar nuestro negocio y sangrar cada vez que sea necesario. ¿Entiendes?

La sangre llenó mi boca y empapó mi camisa blanca. No pude encontrar mi voz para responder. Sin previo aviso, levantó mi inútil cuerpo por los aires y me lanzó al otro lado de la habitación como un simple muñeco de trapo. Aterricé con un duro golpe en la cabeza y la visión borrosa. Ya no quería vivir. Ya no tenía fuerzas. Lo único que salió de mí fue un débil sollozo roto.

—Veo que necesitas más entrenamiento, Aleksi—Mi padre se arremangó la camisa hasta los codos y limpió el sudor de su frente—. No voy a parar hasta convertirte en un verdadero hombre de la bratva. Me darás las jodidas gracias algún día.

🐦

Aprendí mucho desde ese momento. Aprendí que la mejor manera de arreglar mis conflictos en la escuela era con mis puños. Siempre fui un niño muy violento y nunca tuve amigos. Mis compañeros estaban aterrorizados de mí. Un día decidí volver a casa por mi cuenta y un bravucón quiso golpearme. Lo empujé al suelo con tanta fuerza que estrellé su cabeza contra una piedra y murió en el acto.

Ese fue mi primer asesinato.

Tenía doce años.

Mi padre nunca se había visto más orgulloso cuando le conté sobre el incidente. Y en ese momento también aprendí que no era diferente a él. Yo era un monstruo. Cada vez que mi progenitor me golpeaba para aprender, avivaba la llama en mi interior. Me convirtió en alguien frío y cruel. Amargado, inestable, lleno de odio.

A nadie le importaba: ni a mis maestros, la policía y mucho menos a mi familia. Los médicos no informaban a los servicios sociales cuando aparecía herido y al borde de la muerte en los hospitales. Nadie se preocupaba por el niño hecho pedazos.

Yo, Aleksi Kozlov, siempre estuve solo.



La miré fijamente desde la ventana de mi oficina como lo había hecho los últimos días. Se había convertido en una rutina habitual. Tomé un sorbo de whisky fascinado por sus próximos movimientos. Bella caminaba en el jardín con una rosa en la mano. Era estúpido estar obsesionado con una chica corriente cuando podía tener a quién quisiera. Pero nadie acechaba mis sueños como mi pequeño pajarillo, mucho menos perturbaba mis pensamientos. Ella me mantenía despierto durante las noches y malditamente ansioso por tocarla al día siguiente. Yo era un adicto y ningún tratamiento podría curarme. Todo se puso peor después de haberla probado. Necesitaba estar en su interior pronto o me volvería loco.

Bella me atraía como una polilla a una llama. Quería oír de nuevo los gemidos que emitía, admirar el miedo y las lágrimas en sus ojos azules. El sonrojo en su perfecta piel. La próxima vez que la tocara me tomaría mi tiempo de ensuciarla y reclamarla. Me atraía su luz. Su inocencia era algo que nunca había conocido y por esa razón la anhelaba.

El sonido de mi puerta abriéndose me hizo apretar la mandíbula. Estaba molesto conmigo mismo por darle espacio en mi cabeza. Ella definitivamente era una distracción. ¿Qué pensaría mi padre si estuviera vivo? Me tensé ante el pensamiento. No dudaría en matarla porque él amaba destruir todo aquello que tenía mi interés.

—¿Interrumpo algo? —preguntó Viktor al notar mi estado—. Puedo volver en otra ocasión.

Negué y cerré las cortinas de la ventana.

—Estoy bien—contesté y me senté en el sillón—. ¿Qué noticias traes?

No cuestionó mi apariencia, aunque pude ver la preocupación en sus ojos oscuros. Maldición, no me agradaba que me tratara como si fuera su responsabilidad. Viktor y yo éramos muy unidos. Nos conocimos en el punto más bajo de nuestras vidas y nos apoyamos mutuamente. Mataríamos por el otro. Era leal hasta el final. Mi segundo al mando. El único amigo en quién podía confiarle mi vida.

—Encontraron muerto a uno de nuestros hombres en un bar irlandés—masculló—. Los duendes siguen reiterando que no habrá negociación en un largo periodo.

Destapé el decantador y rellené el vaso de whisky. Ignoré la reprobación en la cara de Viktor. Sí, era muy temprano para beber, pero estaba acostumbrado a consumir el alcohol en cualquier horario. Era una de las adicciones que me ayudaba a despejar mi cabeza.

—Casi diez años desde la muerte de mi padre y ellos no van a olvidar la rivalidad—Cerré los ojos brevemente y bebí un sorbo.

Viktor suspiró.

—¿Tú lo harías?

—No—acepté.

La rivalidad entre rusos e irlandeses se había desarrollado desde hacía siglos, pero cuando estábamos a punto de cerrar una tregua Mikhail Kozlov empeoró la situación. Todo empezó por una mujer. Secuestró a la hija de Connor Claymore y la vendió como un ganado en el comercio sexual. Tres años atrás había encontrado su paradero y se los di a modo de disculpa. No funcionó. Lilianne Claymore estaba muerta por culpa de mi padre y cerraron cualquier posibilidad de volver a negociar con los Kozlov. Hoy los irlandeses eran nuestro mayor enemigo.

Mi padre había cometido muchos errores durante su mandato. Se creía invencible y se negaba a negociar con otras familias. Con su muerte traté de arreglar los desastres que había dejado y reparar el legado. Quería recuperar el respeto que él había perdido.

—Esta noche devolveremos el golpe —dije—. No habrá más propuestas de negociaciones, no permitiré que se burlen en mi cara. Destruiremos ese maldito bar con todos ellos. Los quiero muertos.

—Disfrutaré mucho esto—sonrió Viktor—. Hay algo más que debes saber, Aleksi.

Levanté una ceja.

—¿Qué?

—Continué mi investigación sobre la chica—informó y me tensé—. Evidentemente no hay ningún familiar que se interese por ella, aunque hubo una denuncia en la comisaría por su paradero. Josephine Hayes.

—La florista.

Asintió.

—Puedo convencerla de que desista buscarla.

—No. Vas a asustarla si hablas con ella personalmente —bufé—. Deja que se quede con la incógnita. Cualquier otra denuncia será ignorada y lo sabes.

—Isaiah Foster era un desperdicio de la humanidad. Nadie lloró su muerte. Su amigo al que mataste es otro tema. Clint Torres era un traficante de drogas mediocre en Las Vegas, pero sigue teniendo perros fieles a él—Se rió con frialdad—. Al parecer buscan vengarlo.

Me puse cómodo en el sillón y tamborileé los bordes del escritorio con mis dedos. No imaginé que raptar a Bella me ocasionaría tantos inconvenientes. Todo tenía un precio y debía asumirlo. No me importaba. Ella valía la pena.

—Deja que lo intenten. Ellos no saben con quién están tratando.

—No me confiaría tanto. Siempre puede presentarse sorpresas desagradables.

—No le temo a jodidamente nada, Viktor. Los esperaré con los brazos abiertos.

Se puso de pie y ajustó su corbata.

—Como prefieras. Te informaré si hay más novedades.

Asentí.

—Nos vemos en la noche.

Volví a acercarme a la ventana y observé a la mujer que se había convertido en la razón de mi obsesión. No sería fácil quedarme con ella. Todavía tenía que luchar para conservarla y no me importaba matar a quién sea.

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Me encontré con Cassie en la puerta mientras estaba a punto de salir para dirigirme a Kozlov Palace. Traía puesto un largo abrigo invernal de piel sintético y una ushanka blanca femenino. Era muy fácil identificarla como una mujer rusa. Todos sus rasgos te aseguraban que ella venía del país más frío del mundo. Su mirada chocó con la mía y me observó del mismo modo que siempre lo hacía. Solo había desprecio en sus ojos verdes.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté sin darle oportunidad de entrar.

Sus labios rosados se extendieron en una sonrisa.

—Soy amiga de Bella. Pensé que estabas al tanto de que vengo a visitarla ocasionalmente.

—Tengo malas noticias para ti. No eres bienvenida.

Arrugó la nariz.

—No pretendo liberar a tu pequeña cautiva, no te preocupes.

Hizo el segundo intento de entrar, pero volví a cerrarle el paso.

—Tu presencia me molesta y mucho. No te quiero merodeando en mi espacio personal—Señalé su auto estacionado—. Lárgate y no vuelvas. Tu papi no está aquí para salir en tu defensa y me conoces muy bien, Cassie. Nunca he sido un caballero.

Vi la reprobación y la rabia en sus ojos. Bien. Su odio seguía intacto y ardía con la misma intensidad desde hacía tres años. ¿Y por qué no? Gracias a mí perdió a alguien importante. Ella no lo olvidaría.

—No eres un caballero, pero sí un maldito idiota sin corazón—espetó—. Bella se siente muy sola y mi única intención es ayudarla.

—¿Y tú que ganas con eso?

Mantuvo el contacto visual con la barbilla en alto. Sus ojos eran la tonalidad más pálida de verde que había visto. Cassie Belova era atractiva, pero estaba fuera de mis límites. Nunca intentaría nada con ella o sería hombre muerto. Fredrek me había prohibido relacionarme de esa forma con su hija y yo lo respetaba demasiado.

—Ayudo a los demás sin pedir nada a cambio. Bella está deprimida y no permitiré que caiga en un pozo sin salida. Seré su amiga y tú no vas a impedirlo. Ahora quítate de mi maldito camino.

Me empujó y entró a mi casa sin aprobación.

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Bella

Amaba que Cassie viniera a visitarme a pesar de que Aleksi no lo aprobaba. Era reconfortante que alguien se preocupara por mi bienestar y era lo suficientemente amable para preguntarme cómo estuvo mi día sin importar dónde me encontraba. Solo quería un poco de normalidad y contención.

Cassie era una persona carismática, divertida y muy simpática. Extrovertida en exceso. Me contó que estudiaba psicología y que se graduaría el próximo año. Le encantaba los animales por lo tanto era vegana. Su cantante favorita era Rihanna. Admitió que era muy consentida por sus padres. No podía negar que esa confesión provocó una chispa de envidia en mi interior. Ella tenía todo lo que yo aspiraba. 

Le prometió a Josephine que estaba viva, pero la mujer no le creyó y puso una denuncia en la comisaría. Eso me rompió el corazón. Oh, Josephine. Le rogué a Dios que nuestros caminos volvieran a cruzarse y que Aleksi no le hiciera daño.

—Hoy te traje otro regalo—Me guiñó un ojo y hurgó en su costoso bolso de Prada—. Me tomé la molestia de crear varias playlist con mis canciones favoritas y cargué algunos libros electrónicos de romance. Espero que te gusten.

Me entregó la cajita negra con la familiar manzanita brillando en el centro. La emoción y la ilusión me obstruyeron la garganta y reprimí las lágrimas.

—Me encanta—susurré con tristeza—. Pero dudo que Aleksi me permita conservarla.

Me dio una sonrisa comprensiva seguida de un abrazo afectuoso. Olía muy bien. Su dulce perfume casi opacaba el aroma floral del jardín. Estábamos sentadas en el borde de la fuente de agua sin inmutarnos por la fría brisa.

—Será un secreto entre las dos. Él no tiene que saberlo.

Sacudí la cabeza, luchando contra el miedo que se formaba ante la idea de las consecuencias que esto podría ocasionar. Aleksi no lo tomaría bien. Me había prohibido tener contacto con cualquier cosa relacionada a la tecnología.

—Yo...

—Está bien—Cassie hundió los hombros—. Permíteme hablar con él y convencerlo de que un iPod no es lo mismo que una bomba atómica.

Solté una risita y le toqué  la mano. Ella era tan comprensiva y gentil.

—Aprecio mucho tu regalo de verdad, pero prefiero no enfrentarme a la ira de Aleksi—Desvié la mirada al estanque de patitos. Estaba vacío esa mañana. Supuse que se encontraban cómodos en algún refugio. El clima terrible mantenía ocultos a los animales.

—Lo entiendo, Bella. No tienes que sentirte mal por no poder aceptarlo—Me apretó el hombro—. Sé que Aleksi es bastante temperamental. Cuando me vio esta mañana pensé que me mataría.

La tensión estremeció mi cuerpo.

—No quiero que vengas a verme si eso te pone en peligro—Le dije angustiada.

Puso los ojos en blanco.

—Mi padre lo haría pedazos si me pone un dedo encima. Perro que ladra no muerde—expuso con una risita y me relajé—. No hay nada que temer. Además, me gusta hablar contigo. No eres superficial y tienes los pies sobre la tierra. Ojalá algún día podamos salir juntas más allá de estos muros. Hay tanto que conocer ahí afuera.

—Sí—suspiré con nostalgia—. Quiero ver la verdadera Torre Eiffel. Mi sueño siempre ha sido conocer Francia por mi madre.

—Fui a Francia de vacaciones—sonrió—. Es un país precioso.

—Apuesto a que sí.

La melancolía y la compasión empañaron el tono de Cassie.

—Recuerda que tu futuro te pertenece mientras creas en ti misma y te aferres a tus sueños. Eres la única que puede luchar por ambos. Nunca renuncies a ellos. Te prometo que serán tus alas para lograr todo lo que te propongas.

—¿Ese consejo aplica para ti misma?

Cassie sonrió.

—Es lo único que me mantiene viva, Bella.

Mi corazón se encogió y apoyé la cabeza en su hombro.

—¿Crees que podría escuchar algunas de las canciones?

—¡Por supuesto! —exclamó entusiasmada y sacó el iPod de la cajita. Me entregó un audífono y la otra se lo puso en su oreja—. Te prometo que tengo buenos gustos musicales.

—Eso vamos a comprobarlo—sonreí compartiendo su emoción.

—¿Te gusta algún artista en especial?

—Siempre he sido una gran fanática de Amy Winehouse.

Le conté más sobre mis gustos musicales y las diferentes artistas que me habían inspirado. Nunca en mi vida había tocado un micrófono. Muchas veces cantaba en privado cuando mi padre no me escuchaba y sabía con certeza que me faltaba práctica. A veces incluso consideraba que era un sueño muy estúpido, pero no perdía nada si me daban una oportunidad. Solo quería intentarlo.

—Nada es imposible, Bella—dijo Cassie—. Estamos en Las Vegas, por el amor de Dios. Hay muchas oportunidades para grandes estrellas que tienen vocación.

Me sonrojé.

—Ni siquiera me has oído cantar.

—Tu voz es preciosa. Delicada, dulce y suave. Tiene algo capaz de hipnotizar—Se levantó y miró con detenimiento el jardín—. Confío en que algún día saldrás de este lugar y estaré en primera fila para verte brillar en un escenario.

🐦

Aleksi

Me coloqué los guantes y chequeé la munición de la metralleta. La cinta tenía más de treinta balas. Perfecto. Hacía tiempo que no me divertía y era momento de soltarme. Normalmente dejaba que Viktor hiciera el trabajo sucio mientras me ocupaba de otros asuntos. Era el jefe y prefería dar órdenes. Haría una excepción esta vez. Los irlandeses se lo buscaron.

—Las cámaras del restaurante han sido manipuladas—informó Viktor y miró la hora en su reloj—. Veinte hombres en total y algunos clientes.

—No quiero que nadie salga con vida.

—Sí, señor.

La guerra por los territorios en Las Vegas no tendría fin, a menos que eliminara a cada maldito irlandés. No quería ni uno de ellos en mi ciudad. No después de que había sido amable para darles una tregua y eligieron seguir matando a mis hombres. Que se jodan los Claymore. Yo les demostraría con gusto quién era el único líder aquí. Miré con atención el alto edificio de ladrillos con una sonrisa de satisfacción. Dos autos negros estacionaron detrás de mi Cadillac y asentí. Viktor sacó su walkie talkie y tiró la orden.

—Es hora, muchachos.

Diez hombres enmascarados salieron de los automóviles y se precipitaron en el interior del restaurante. Gritos y balazos. Sucedió en un borrón que no me dio tiempo de disfrutarlo como me hubiera gustado. Siempre esperaba que examinaran la zona antes de intervenir. No quería encontrarme con algún atentado.

—Tu turno—señaló Viktor.

Me puse el pasamontaña y salí al aire frío y helado. Los transeúntes corrían de un lado a otro, desesperados por huir del caos. Me acerqué a la puerta justo cuando un bastardo irlandés trató de escapar. Sin una advertencia levanté mi metralleta y disparé su cabeza. Su cuerpo se desplomó en el suelo. Entré al restaurante con la adrenalina zumbando en mi columna vertebral. La sangre se mezclaba con el aroma a ternero horneado. Qué lástima. Se perdieron una cena deliciosa.

Había cadáveres esparcidos de aquí para allá. Mis hombres habían hecho un desastre. La elegante alfombra estaba pintada de rojo y decorado por miembros destrozados. Sentí la presencia de Viktor detrás de mi espalda mientras me metía a la cocina como si fuera el dueño del lugar. Me quedé mirando al joven acostado cerca de mis pies. Sus ojos vacíos y muertos, su boca abierta en un grito silencioso. ¿Cuántos años tenía? No llegaba a veinte años. Esa era la realidad de los novatos. No sobrevivían mucho tiempo a la brutalidad de este mundo. La mafia no era para cobardes y débiles.

Alguien lo apartó de mi camino y entré a la cocina. Cubiertos rotos, hornos quemándose, camareros y chefs muertos. Varios de ellos eran inocentes. No me habían hecho nada excepto trabajar con mis enemigos. No era personal. Solo estaban en el lugar equivocado. Viktor escaneó la zona con su rifle mientras uno de mis hombres arrastraba a una mujer. Ella gritaba y lloraba. Se agitaba, luchando contra su agresor que la sostenía del cabello y le dio un fuerte puñetazo. Vi el momento en que se desorientó y se encogió con un gemido de dolor. Suspiré con fastidio. No era común lastimar a las mujeres. Normalmente no se interponían en mis asuntos.

—Controla tu mierda, Mark—mascullé y él la soltó con las manos en alto. No quería matarla. Tenía mejores planes para ella. Pasé la correa del rifle por mi espalda y saqué un cigarro de su caja antes de encenderlo—. ¿Cuál es tu nombre? —pregunté.

Ella gritó, sus ojos bien amplios por el terror. Cuando no respondió asentí hacia Mark y él volvió a golpearla. La mujer se hizo una bola en el suelo, llorando como si la hubiera desgarrado. Mucho dramatismo. Ni siquiera la habían tocado.

—Tienes dos opciones—murmuré y solté una capa de humo—. Me dices tu nombre o Mark te golpeará hasta la muerte.

—¡¡Tara!! —exclamó, su acento irlandés era muy evidente—. ¡¡Me llamo Tara!!

Forcé una sonrisa y me puse de cuclillas. Pude ver el odio en su expresión. El mismo que había visto en Bella desde que la secuestré. Empezaba a creer que tenía ese efecto en las mujeres porque Cassie tampoco era la excepción.

—¿Tara Claymore?

Asintió. Volví a sonreír.

—Bien, Tara. Eres la única afortunada que saldrá viva de aquí esta noche. De nada—Le guiñé un ojo y me quité el pasamontaña—. Quiero que busques a tu tío y le cuentes con lujos de detalles lo que ha sucedido. Dile que nadie jode con Aleksi Kozlov.

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Me aflojé la corbata y disfruté un trago de vodka en la zona VIP. Enigma era un completo caos esa noche. La gente estaba apiñada en la pista, bebiendo y bailando. Las luces estroboscópicas rebotaban en las paredes, excitando al eufórico público indecente. El DJ gritó algo en el micrófono y la música cambió. Me gustaba el ambiente. Me gustaba saber que yo era el responsable de tanto libertinaje. Me hacía sentir orgulloso ver el fruto de mi arduo trabajo. Enigma nunca sería lo mismo si mi padre estuviera a cargo con sus ideas anticuadas.

Apoyé un tobillo en mi rodilla y bebí como si no tuviera ningún tipo de preocupación. Había orquestado la muerte de veinte irlandeses y me encontraba celebrando. Era otra provocación. Sabía que llegaría a oídos de los Claymore.

—Señor Kozlov. Aquí tiene su bebida—La camarera colocó el decantador con hielo en la mesa y batió sus largas pestañas postizas. Le eché un vistazo a sus enormes tetas falsas. Podría relajarme el resto de la noche. No era la primera vez que me follaba al personal. Muchas de ellas querían la experiencia además de la generosa propina que les daba.

Pero sorprendentemente esa noche no quería irme a la cama con una zorra al azar. Me pregunté si Bella seguiría despierta. Tal vez sí. Le encantaba leer hasta tarde o explorar mi mansión. Mi hermoso pajarillo. Se estaba acostumbrando a su jaula. Tan dulce.

—Retírate.

La camarera trató de ocultar su expresión llena de decepción.

—Qué disfrute la noche—dijo, sacudiendo su culo respingón.

Esperé alguna reacción, pero mi cuerpo seguía indiferente. Maldita sea. Necesitaba sacar mi frustración lo antes posible. No me gustaba que ella tuviera este tipo de poder sobre mí. Sabía que era peligrosa desde el primer momento en que la vi. Froté mi cuello y traté de dirigir mis pensamientos a otra dirección. ¿En qué me convertía estar tan pendiente de una mujer? Un jodido pelele.

—Tu cabeza se encuentra en otra parte—comentó Viktor y se sentó a mi lado. Era el único de mis hombres que podía tomarse ese tipo de atribuciones. Otro en su lugar tendría una bala en la frente.

Bufé.

—Solo estoy teniendo un descanso. ¿No puedo?

El indicio de una sonrisa burlona se formó en sus labios. Asintió hacia la camarera que me había coqueteado.

—Nunca has rechazado a una mujer desde que te conozco. Me pregunto quién es la razón.

Alcé mis cejas con suspicacia.

—¿Debería haber una? Estoy aburrido de la misma mierda.

Viktor mantuvo su sonrisa petulante y me estaba irritando.

—Durante dos semanas me has dejado a cargo de todos los negocios sin hacer preguntas. Has peleado con tu prometida y ahora rechazas a una mujer. Me pregunto si todo esto se debe a una chica que mantienes cautiva.

Me pellizqué el puente de la nariz con la rabia irradiando. Podía tolerar muchas cosas de él menos que se entrometiera en mi vida personal. No quería que hablara de Bella. No quería que la mencionara en absoluto.

—Cuidado, Viktor—siseé—. No cruces esa línea.

Apenas parpadeó. Era de las pocas personas que no se sentía intimidado por mi posición.

—¿Qué hay de ti, Aleksi? —cuestionó—. ¿No has cruzado ninguna línea? Tal vez sí y no te has dado cuenta. Ella no es cualquier chica y lo sabes—Alisó la chaqueta de su traje y se puso de pie—. Ten cuidado.

Se marchó sin decir nada más y me bebí el vodka de un trago. La amarga bebida quemó mi garganta y gruñí. Bella definitivamente no era cualquier mujer al azar que me follaba. ¿Lo peor? Mataría a todo aquel que tratara de arrebatármela. Incluso a mi padre si decidía revivir.

Eché la cabeza hacia atrás y pedí otra ronda de tragos. Algunos conocidos se unieron a mí después. Me comentaron que la noticia sobre la masacre a los irlandeses recorría la ciudad y todos habían recibido el mensaje. Esperaba que la familia Claymore también. Acepté el billete de cien dólares enrollado y aspiré el polvo blanco esparcido en la mesa. No consumía la cocaína a menudo. Era un capricho que me permitía en ciertas ocasiones para comprobar qué tipo de producto ofrecíamos al mercado. Los míos eran de primera calidad. Tenía al mejor cocinero trabajando en mis laboratorios.

La noche empeoró a medida que pasaban las horas. Para mi mala suerte, Alina apareció con un grupo de amigas. Se veía espectacular en ese vestido corto y sus grandes tetas rebotando en mi cara. Ella estaba al tanto de mi agenda. No me sorprendía que supiera dónde me encontraba.

—¿Noche larga? Escuché que masacraste a los irlandeses—masajeó mi nuca mientras permanecía en mi regazo—. ¿Qué tal si vamos a un lugar más privado? Tenemos que celebrarlo.

Rechazarla demostraría que Viktor tenía razón y me negaba a alimentar las suposiciones de Alina. Bella no era importante. A menos eso intenté convencerme mientras mi prometida acariciaba mi pene de arriba abajo a través de mi pantalón. Su boca consumió la mía y le devolví el beso. Y cuando volvió a pedirme que la llevara a una habitación no me negué.

🐦

Bella

Se me estaba haciendo costumbre quedarme despierta hasta tarde. ¿Pero qué más podía hacer para escapar de mi rutina repetitiva? No tenía muchas obligaciones en esta mansión además de permanecer encerrada y soñar con un futuro que era cada vez más distante. Lo positivo del día era la ausencia de Aleksi. Era un hombre muy ocupado debido a su turbia profesión. Secretamente deseaba que no regresara. Si Dios se apiadaba de mí ese monstruo recibiría un disparo que me libraría del mal. Sonreí con malicia y continué con la lectura.

Ojalá todos mis días fueran así a partir de ahora. Me pregunté cómo era la relación con su prometida. No había amor allí sin dudas. Si ese fuera el caso, Aleksi no me tocaría. Me encantaría que el ruso se aburriera de mí y le diera su atención a Alina. Ella estaría más que encantada.

Fruncí el ceño cuando escuché el sonido de una risita histérica y conocida. Sabía exactamente quién era la dueña de esa molesta voz. ¿Qué hacía aquí? Me acerqué a la ventana y aparté las cortinas para mirar con discreción. Aleksi salió del auto vestido en un meticuloso esmoquin negro. Alina siguió su ejemplo y se le echó encima mientras le besaba el cuello y el pecho. Había algo raro en la escena. Él parecía ebrio e incómodo.

Me mordí el labio y aparté la mirada. De nuevo no era mi incumbencia lo que sucedía con ese hombre. Aleksi Kozlov podía acostarse con miles de mujeres y a mí no me importaría. De hecho, quería darle las gracias personalmente a su prometida por quitarme una carga de encima. Me encogí de hombros y regresé a la cama para retomar la lectura. Que se joda el estúpido ruso.


Dorothea sabía cómo lucirse con la comida. Yo me había declarado su mayor fan. La mujer era una experta horneando y la amaba por eso. Mastiqué mi cuarta magdalena mientras le comentaba sobre el libro que me mantuvo despierta a altas horas de la noche. Estaba obsesionada con la mitología y el folklore.

—La tumba de Cleopatra es uno de los misterios más grandes del mundo—Hablé con la boca llena y me bebí un vaso de zumo de naranja—. Nadie sabe dónde está su paradero. Pero según algunos testimonios ningún hombre podría encontrarla. Solo una mujer.

Dorothea sonrió y se cruzó de brazos.

—Creo que moriré antes de que descubran el misterio. Soy un fósil.

La miré con el ceño fruncido.

—No digas tonterías, por favor. Serás eterna como tus galletas.

La anciana me alborotó el cabello y prosiguió a lavar los cubiertos que había ensuciado.

—Solo me amas por mis galletas—bromeó.

Puse una mano sobre mi corazón con un gesto fingido de indignación.

—Me duele que creas tan poco de mí, Dorothea.

Un empalagoso perfume femenino inundó la cocina cuando entró una mujer. Era Alina. Vestía una camiseta blanca que dejaba bastante piel a la vista. Ella era perfecta. Piernas largas y tonificadas. Sus pezones eran visibles y duros a través de la delgada tela. Su cabello rubio era un lío húmedo y salvaje. Una prueba de lo que había hecho con Aleksi la noche anterior. Tenía una expresión presumida mientras agarraba una magdalena del plato y masticaba. Me guiñó un ojo.

—Es bueno que conozcas tu lugar—dijo en tono burlón—. Perteneces aquí exactamente. En la cocina como una sirvienta más.

Apreté los labios y correspondí su mirada de disgusto.

—¿Qué tendría de malo? —pregunté con altanería—. No hay nada de qué avergonzarse. Es un trabajo honesto a diferencia de lo que hace tu prometido.

Soltó una risita divertida. Era suave y elegante como ella. Dorothea continuó limpiando, observándonos de reojo.

—Suenas tan modesta—Alina tragó despacio la dulce masa—. Una mosquita muerta sin chiste. ¿Qué demonios ve él en ti? Tienes una cara muy bonita, sí, pero eso no va a compensar tu falta de clase. Eres insípida e insignificante.

Tiré la servilleta sobre la encimera y me levanté con los hombros tensos. No planeaba escuchar sus ofensas ni un minuto más. Ya tenía muchas complicaciones. No quería añadir a una mujer celosa a mi lista. Pelear por Aleksi Kozlov era lo último que haría. No caería tan bajo.

—Escuche, señorita—Hablé alto para que le quedara claro—. Desprecio con toda mi alma a Aleksi Kozlov y mi más grande sueño es verlo muerto. Puede quedarse tranquila. No pretendo quitárselo. Es suyo.

Le di una sonrisa encantadora antes de desaparecer de la cocina y subir las escaleras. Dudaba que mis palabras tranquilizaran a esa víbora. Alina era peligrosa y me causaría muchos problemas. Lo presentía.

🐦

Aleksi

Aparté el cabello sudoroso de mi frente, inhalando profundamente por la nariz. Otra pesadilla. Viejos recuerdos que seguían atormentándome hasta en mis malditos sueños. El dolor martilleaba en mi cabeza y restregué las manos por mi rostro. La luz del sol que se asomaba por la ventana me lastimaba los ojos. Me sentía incómodo y a punto de entrar en pánico. La situación se puso peor cuando noté un cuerpo en mi cama.

—Mmm... —Manos ansiosas tocaron mi erección.

Miré hacia abajo siguiendo el sonido de esa voz. Tumbada sobre mi pecho desnudo, estaba Alina. Su cabello rubio ocultaba su rostro y sus brazos me rodeaban con fuerza. El malestar se instaló en mi estómago y quise vomitar. ¿Qué carajos? Era inusual traerla a mi cama. ¿Por qué lo hice? La respuesta era evidente. Quería probar un punto. Convencerme a mí mismo que cierta chica de cabello castaño y ojos azules no era dueña de mis pensamientos.

Aparté las sábanas de mi cuerpo y me puse de pie con las sienes palpitándome. Hice una mueca de asco cuando percibí tres condones usados en el suelo. Bostezando, traté de recordar cualquier cosa, un poco de información. Anoche bebí como un imbécil y follé a Alina para tratar de olvidarla. Apostaba que estaba muy satisfecha consigo misma. Encontré consuelo en el hecho de que usamos protección. Prefería un tiro antes que tener un hijo con esa zorra.

Agarré su vestido arrugado apilado en el sofá y se lo tiré en la cama. Alina hizo un mohín. ¿Qué pretendía? No la quería vagando en mi casa. Me encargaría de que la sacaran de aquí. Estaba harto de ella.

—Pensé que estarías feliz de encontrarme aquí—Se llevó las sábanas a su pecho y sonrió—. Estuviste fantástico como siempre. Fuiste tan bueno.

Cerré los ojos un breve segundo. Me había drogado para no tener que soportar ver su cara. ¿Eso era bueno?

—Vístete ahora y vete—soné mis dedos—. Haré que uno de mis hombres te lleve a casa.

—Aleksi... —Se quejó.

No toleraba su desesperación ni su nula dignidad. La insistencia era poco atractiva en una mujer. Por supuesto que todavía no podía deshacerme de ella. Eso significaba tener problemas con su padre y necesitaba a Lev Petrov de mi lado.

—Ahórrate los lloriqueos, Alina—Le advertí—. Sabes muy bien que no funciona conmigo.

—No entiendo qué ha cambiado entre nosotros.

Sonreí con ironía. Desde un principio le dije que quería follarla y usarla. ¿Entonces por qué estábamos haciendo esto? Ella complicaba la situación imaginándose escenarios estúpidos dónde yo podía amarla y tratarla como si fuera una reina.

—No ha cambiado nada.

El resentimiento contorsionó su rostro y salió de la cama con la sábana aferrada a su pecho.

—¿Seguro? Porque hace menos de una hora encontré a esa muchachita muy cómoda en la cocina—Se le quebró la voz—. Si fuera tu esclava no usaría un vestido Versace evaluado en mil dólares. ¿Qué estás haciendo, Aleksi? ¿La prefieres a ella?

Mi mano salió disparada y rodeó su cálida garganta. Le eché la cabeza hacia atrás y ella abrió los ojos de par en par, jadeando cuando apreté más duro.

—Cuidado, Alina—murmuré—. No me obligues a recordarte cuál es tu lugar. Lo que tenemos es un acuerdo y follamos ocasionalmente. Nos vamos a casar, sí, pero no habrá exclusividad. La única cama que quiero recurrir es la de Bella. Es mía y tendrás que aceptarlo. Ya sea por las buenas o por las malas. Si haces algo estúpido en su contra te quebraré el cuello y me encargaré de que tu padre lo vea. ¿Hemos sido claro?

Las lágrimas brotaron de sus ojos y jadeó con la boca abierta. Su cuerpo se quebró en un montón de sollozos vergonzosos cuando la solté. Patética. Si ella no tenía respeto por sí misma. ¿Por qué debería tenerlo yo?

—Iré a darme una ducha y espero que no estés aquí cuando termine.

Entré al baño cerrando la puerta e ignorando sus quejidos de dolor. Rodé los ojos. Definitivamente no llegaría al altar con esa mujer. 

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