Capítulo 6
Bella
Sucedieron dos cosas positivas al día siguiente.
Aleksi no volvió a hostigarme y me permitió salir al jardín. Yo no podía dejar de pensar en nuestro beso. Mi primer beso. Lo odié cada segundo. Siempre había asumido que sería con la persona correcta y porque lo deseaba. En cambio, fue forzoso, violento y crudo.
Tres semanas...
Solo tenía tres semanas para entregarme por voluntad propia o él tomaría mi virginidad a la fuerza. Lo que me exigía como pago era algo difícil de costear, pero no tenía otras alternativas. Las cosas nunca habían sido fáciles en mi vida. ¿Por qué iba a ser diferente ahora? Necesitaba rendirme a la oscuridad y ceder a sus caprichos. Anoche le demostré que estaba dispuesta a todo y hoy recibí una recompensa. Me otorgó la poca libertad que tanto anhelaba.
Me moví a través del jardín admirando las flores bien cuidadas con setos perfectos. Las aves descansaban en los árboles con las cabezas escondidas entre sus alas y las mariposas revoloteaban alrededor del rosal. Este lugar sería uno de mis refugios para huir de la bestia que le gustaba coleccionar cosas bonitas.
Recogí la rosa con los pétalos marchitos y aspiré su aroma. Aún olía muy bien a pesar de que estaba muerta. Me recordó a que la vida era corta, hermosa y efímera. Un día teníamos todo, pero podría terminar cuando menos lo esperábamos. No quería que mi final fuera como el de esta delicada flor. Quería disfrutar el jardín por más tiempo.
Me acerqué a la fuente de agua con una melancólica estatua. Se trataba de una mujer tallada en piedra y de blanco con un largo vestido. Había dos cisnes rodeándolas. Me pregunté si había una historia detrás de la escultura porque era desgarradora.
—Se llamaba Anya Kozlova—dijo una voz suave—. La difunta madre de Aleksi. Esa escultura es el único detalle romántico que su esposo tuvo con ella antes de que muriera. Anya amaba el jardín.
Sonreí cuando vi a Cassie avanzar hacia mí con una pequeña caja rosa. Su vestido elegante estaba acompañado por una chaqueta y botas. Su cabello castaño rojizo un poco despeinado por la helada brisa, pero ella lucía hermosa y radiante. Me alegraba verla.
—Hola, Cassie.
—¡Bella! —Su breve abrazo me tomó desprevenida—. Estoy muy feliz de volver a verte. ¿Cómo estás?
Le di una sonrisa tensa.
—Sobreviviendo—respondí—. ¿Cómo conoces la historia de Anya Kozlova?
Se sentó en el borde de la fuente con la caja en su regazo. Luego me hizo un gesto para que siguiera su ejemplo. Sacudí la falda de mi vestido antes de acomodarme a su lado. No entendía por qué estaba aquí. ¿Cuál era su interés? Parecía un poco mayor que yo. Probablemente tenía mejores cosas que hacer en vez de perder el tiempo con una desconocida. No quería en ella confiar tan pronto. Me tomé muy en serio el consejo de Dorothea.
—Mi padre fue un gran amigo de Mikhail Kozlov—explicó—. Ve a Aleksi como si fuera su propio hijo.
—¿Eres muy cercana a Aleksi?
Hizo una mueca de disgusto.
—Que nuestro señor me ampare. Odio compartir el mismo espacio que ese energúmeno—Ladeó una ceja y me miró con suspicacia—. ¿Qué significas para él exactamente? Alina insiste en que eres su amante, pero estoy segura de que puedes contarme tu propia versión. Vi algo en tus ojos, Bella.
Un nudo se instaló en mi garganta.
—¿Qué?
—No pareces a gusto aquí—susurró.
—¿Por qué te importa? No me conoces.
Puso los ojos en blanco y me entregó la caja de terciopelo. No acepté al principio. No estaba acostumbrada a que las personas fueran amables conmigo. Siempre esperaban algo a cambio.
—Vamos, no seas modesta—Sus labios formaron un mohín—. Lo preparé exclusivamente para ti. Mi madre dice que si quieres ganarte a una persona tienes que conquistar primero a su estómago.
Eso me robó una pequeña sonrisa. Abrí la tapa de la caja y descubrí una tarta en el interior. Olía divino. La masa de hojaldre estaba decorada con trozos de manzana y crema. Los postres dulces eran mi debilidad.
—Se ve deliciosa—dije—. No puedo creer que lo hiciste para mí. Gracias por tomarte la molestia. No debiste.
Agitó la mano con perfecta manicura hacia mí, restándole importancia a mi comentario.
—No es nada. Me gusta cocinar y pensé que no podías perderte esta delicia. Las tartas son mi especialidad.
—Apuesto a que sí —Cerré la tapa y la observé de nuevo—. ¿Por qué tanto interés en mí? ¿Alina no va a molestarte por esto?
Arrugó la nariz.
—Alina y yo no somos muy cercanas. Nos criamos juntas, pero no hay una amistad sincera entre nosotras. Ella ha cambiado mucho desde que fue prometida a Aleksi.
No sabía cómo descifrar sus palabras. Su tono era nostálgico y triste.
—Ella me odia desde el primer momento que me vio. Prometió hacerme la vida imposible porque cree que le quitaré a su prometido. No estoy aquí por voluntad propia...
Tal vez no era buena idea contarle algo tan personal, pero dudaba que pudiera perjudicarme. Solo le estaba diciendo la verdad.
—Lo supuse—apretó los labios—. Ese maldito poco hombre. ¿Te ha lastimado? —Tragó duro y bajó la voz—: ¿Te ha violado?
Me encogí por dentro. La amargura trajo una ola de lágrimas a mis ojos y Cassie me miró con compasión.
—Oh, Bella... ¿Lo hizo?
Negué rápidamente.
—No llegó tan lejos, pero me ha golpeado y me encerró en un calabozo. Fue uno de los eventos más traumático de mi vida.
—Lo siento muchísimo—Me atrajo a su cuerpo mientras perdía los estribos y lloraba en silencio. Me había prometido a mí misma que ya no desperdiciaría las lágrimas porque no valía la pena, pero mi corazón era frágil y necesitaba desahogarme—. Si tan solo pudiera ayudarte...
—No puedes—susurré—. No importa a dónde vaya. Él me encontrará.
—Lo sé y no sabes cuanta impotencia me genera ese desgraciado. Nadie puede detenerlo, ni siquiera la policía. Él aterroriza a todos—soltó un aliento entrecortado—. Ha acumulado mucho poder a lo largo de los años. Su influencia es inmensa en esta ciudad. Lo tratan como si fuera un rey.
Sí, eso lo había comprobado yo misma.
—Nadie quiso ayudarme cuando escapé.
Su voz era dolorosamente cruda.
—Cuando pone sus ojos en alguien no lo deja ir—dijo para sí misma y sacudió la cabeza rápidamente—. Vamos, prueba un bocado. Te animará un poco.
Sonreí mientras sacaba un trozo de tarta de la caja y le daba un mordisco.
—Esto es buenísimo—Le di mi aprobación.
—Oh. Mi ego está muy feliz de oír eso.
Le entregué una porción y ella comió despacio. Me observó con ojos atormentados. La culpa y la pena palpables en su expresión. Jugueteé con mis manos, tratando de llevar mi atención a otra parte. No quería su lástima.
—¿Cómo terminaste aquí? —cuestionó.
—Mi padre era un apostador compulsivo y no tenía como saldar su deuda. Soy el pago de sus errores.
Jadeó.
—Oh, Dios... eso suena horrible. Hizo un pacto con el mismísimo diablo.
—Agradezco tu visita y tu regalo. Fue un gesto muy bonito—Me levanté con la caja en mis manos—. Pero no quiero hablar de eso. Han sido días difíciles y no me hace bien mencionar el tema.
Cassie asintió y se puso de pie.
—Lamento incomodarte, Bella. No era mi intención—Me apretó el hombro—. ¿Te molesta si regreso otro día? Realmente me interesa ser tu amiga. Te lo prometo.
Una sonrisa triste adornó mis labios. Era ingenuo de mi parte, pero quería darle el beneficio de la duda. Me haría muy bien relacionarme con alguien cercana a mi edad. Odiaba la soledad.
—¿Aleksi no será un problema? —inquirí insegura.
—Ya te he dicho que es muy cercano a mi padre—expuso—. No podrá negarme nada.
Suspiré aliviada.
—Está bien.
—Perfecto—dijo, sonriendo—. Estoy segura de que seremos grandes amigas.
—Gracias por venir, Cassie.
🐦
Había una cantidad absurda de bolsas sobre la cama cuando regresé a mi habitación. Confundida, cerré la puerta y eché un vistazo. Artículos de jardinería, maquillajes, perfumes caros, productos de higiene femenina y cremas para la rutina de skincare. Todo lo que había escrito en la lista que me pidió Aleksi.
Mi cuerpo se desplomó en el duro colchón y observé el techo con un suspiro. Aquí tenía las comodidades con las que siempre había soñado. Pero una parte de mí sentía como si me estuviera comprando. ¿Mi vida y mi libertad valían tan poco? De ninguna manera. Yo solo no podía quedarme y aceptarlo. Era un insulto a mi dignidad. Froté mis ojos con los puños y reprimí un grito de frustración. Era apenas el comienzo y ya no podía soportarlo.
Necesitaba respirar. Necesitaba correr y nunca mirar atrás. Me acerqué a la barandilla del balcón y observé con atención el patio de la mansión. Autos todo terreno entraban y salían. La seguridad era tan alta que incluso era sorprendente que hubiera podido escapar en la primera ocasión. Dentro de unos días debería estar en Los Ángeles, persiguiendo y luchando por mis sueños. Iba a dejar a mi padre atrás. Empezaría de nuevo y no me rendiría. Sin embargo, estaba aquí, atrapada en el infierno. Mis pensamientos bastaron para llevarme al borde de la locura y se dirigieron a rincones oscuros. Sería tan fácil saltar y terminar con todo.
—Si fuera tú no saltaría—espetó la voz que odiaba detrás de mi espalda—. No te dará lo que buscas.
Apreté el borde de la barandilla negándome a mirarlo.
—¿Lo intentaste?
El sonido de su risa me sorprendió.
—Más de una vez y fracasé. Un par de huesos rotos, pero sobreviví.
Lo miré sobre mi hombro y la vista me quitó el aliento. Los primeros tres botones de su camisa estaban desabrochados y su cabello castaño un poco alborotado. Sostenía un vaso de whisky entre sus largos dedos. Odiaba la reacción de mi cuerpo. Odiaba que él fuera el primer hombre en tocarme y besarme.
—¿Por qué lo harías? —inquirí—. Tú, de todas las personas... ¿Por qué lo harías?
El peso de su oscura mirada me arrolló. Entonces recordé las palabras de Dorothea y de Cassie. Su padre era un monstruo como él. ¿Vivió su propio infierno personal? ¿Sus acciones eran la prueba de lo trágico que había sido su pasado?
—¿Yo de todas las personas?
—Nada ni nadie te aterroriza. Tú eres el monstruo aquí.
De pie, tomó un trago de whisky.
—Sí—concedió—. Pero una vez fui una presa débil. Así como tú.
La rabia se apoderó de mí ante sus palabras.
—¿Y crees que eso te da el derecho de romperme?
—No, pero quiero hacerlo porque puedo.
Mis ojos se desviaron a la puerta que estaba bloqueada por su presencia. Obstaculizaba mi única salida. Me precipité hacia la barandilla, pero sus brazos eran como grilletes alrededor de mi cintura e impidió que cometiera una estupidez. Me levantó en sus brazos y me aventó en la cama sin esfuerzo. Luego me aprisionó con su cuerpo. Pataleé, grité y luché, pero el hombre pesaba una tonelada. Colocó mis muñecas por encima de mi cabeza y sus piernas sostuvieron las mías. Mi corazón se aceleró de terror. Los temblores parecían que nunca iban a calmarse. Cuando se apretó contra mí, no podía respirar y me quedé paralizada. ¿Por qué disfrutaba tanto lastimarme y humillarme?
—Ríndete y haz que esto sea más fácil—susurró—. Pelea y atente a las consecuencias.
Odiaba que me pusiera en esta situación. Tener que recurrir a utilizar mi cuerpo por la supervivencia. Era manipulación y amenaza en su máxima expresión. Si me resistía me haría daño. Si me dejaba llevar todo sería más fácil, pero yo no lo deseaba. Todo estaba tan mal.
Me agarró de la mandíbula y mantuvo el contacto visual. Era el peor tipo de tortura. Solo quería que terminara. Me aflojé en sus brazos y él soltó mis muñecas. Sus ojos brillaron con puro júbilo al notar mi derrota. No quería que doliera.
—Bésame—ordenó.
Levanté mi mano a su mejilla mientras las últimas lágrimas caían y tracé con las puntas de mis dedos el contorno de su mandíbula, pasando a sus labios húmedos. Si se trataba de otra circunstancia y él no fuera mi captor probablemente lo vería como el hombre más atractivo que había conocido. Ojos verdes, pestañas largas y nariz recta, aroma embriagador...
—Bella...
Me incliné y entonces uní sus labios con los míos. En pocos segundos nos estábamos devorando mutuamente. Mi lengua se enredó con la suya y gemí mientras él arrastraba la mano bajo mi vestido y acariciaba mi pierna. Intenté resistirme a la excitación, pero mi cuerpo pronto empezó a responder y me humedecía con cada toque. Aleksi apartó su boca y la trasladó a mi cuello. Apreté las sábanas con mis puños y me concentré en el techo, cualquier cosa que detuviera el calor que crecía en mi interior.
Pero era inútil. El primer gemido delató lo bien que se sentía y sollocé con indignación. Quería estar en cualquier parte menos aquí. ¿Por qué mi cuerpo disfrutaba esto? Mi mente estaba en una constante guerra. Me recordé que accedía porque no tenía elección. Eso era todo. Su boca llegó a mis hombros desnudos mientras bajaba con demasiada lentitud los tirantes del vestido y mis pechos quedaron a la vista. Detestaba que se tomara su tiempo cuando anhelaba que la angustia acabara pronto. Por favor, que termine pronto.
―Tú... ―susurró con la voz ronca―. Eres la cosa más hermosa que he visto y yo quiero destruirte, cariño.
Un violento escalofrío me atravesó ante sus palabras. La implicación, la promesa de que esto ocurrirá con o sin mi consentimiento. Sus manos acunaron mis pechos y mis pezones se endurecieron al instante por su atención. ¿Qué me pasaba? Esto era un insulto a mí misma.
―Preciosa.
Se inclinó hacia adelante y su boca se cerró alrededor de mi pecho derecho y chupó. Pude sentir la humedad acumulándose entre mis piernas hasta que gemí y levanté mis caderas en busca de alivio. Él pareció darse cuenta de eso ya que su mano libre se introdujo dentro de mi ropa interior y frotó mi clítoris con dedos expertos. Estaba tan sensible y caliente. ¿Así se sentía? ¿Ser tocada por un monstruo?
―Ah... ―reprimí el jadeo en una almohada.
Se me cortó la respiración y me aferré a sus hombros con mis uñas, lo bastante fuerte para dejarle marcas. Los gemidos empezaron a mezclarse, los besos se volvieron más desesperados. Sus dedos en mi interior se movieron al mismo ritmo que mis caderas y casi estallé ante la sensación eléctrica. Era un tipo de fiebre que cocinó mi sangre y provocó un incendio en el resto de mi cuerpo. Estaba drogada, perdida en un mundo dónde no existía la vergüenza ni el remordimiento.
Y cuando me corrí en sus dedos nunca me odié tanto a mí misma. Aleksi se derrumbó entre mis pechos, sus fríos labios me besaron la piel y aspiró mi aroma con un pesado suspiro. Todas las emociones que había tratado de reprimir me golpearon de repente y rompí en llanto. Culpa, asco, resentimiento, dolor...
―Shh... lo hiciste bien ―Aleksi me besó la sien y limpió mis lágrimas―. Lo hiciste muy bien, cariño.
🐦
Me hice un ovillo en la cama pensando en cómo seguiría mi vida a partir de ahora. Ya había dado el primer paso y ese fue entregarme sin ninguna lucha. Pronto serían más que besos y caricias. Lo que hizo fue un adelanto. Un entrenamiento. De algún modo me estaba enseñando cómo debería responder mi cuerpo a él. Manipulándome para su propio placer. Quise vomitar ante la idea.
Me senté en el banquillo y observé mi reflejo en el espejo del tocador. Hidraté mis labios y oculté la tristeza de mis ojos con un poco de delineador y maquillaje. No era una experta, pero aprendería. Trencé mi cabello y lo até con un lazo blanco. Era la hora de la cena y tenía que enfrentarlo, aunque no quisiera.
Mi atuendo consistía en un crop top de mangas largas azul cielo y unos jeans oscuros acompañados de los zapatos más cómodos que había usado. Me sentía bonita. Asomé la cabeza por la puerta semiabierta y después salí de la seguridad que me proporcionaba mi habitación. Había aprendido que a Aleksi le gustaba que fuera puntual. No quería soportar su mal genio ni sus ataques verbales. Ser dócil no complicaba mi vida.
Cuando entré al comedor se instaló el silencio. Pude sentir sus ojos devorando cada centímetro de mi cuerpo, pero hice de cuenta que no lo notaba y me senté lo más alejada posible de él. Dorothea se precipitó a llenar mi plato.
―Gracias, Dorothea―musité.
Ella cogió la jarra y me sirvió zumo de naranja.
―De nada, querida―Me guiñó un ojo y se dirigió a Aleksi―: Señor―Luego se retiró.
Traje una aceituna a mis labios y mastiqué sin encontrar el valor de mirarlo. Me arrepentí por haber atado mi cabello porque Aleksi podía ver cada expresión de mi rostro. Escuché su risa lo que me produjo un escalofrío. Definitivamente no iba a salirme con la mía.
―¿No puedes mirarme después de todo lo que hicimos? ―preguntó.
¿Hicimos? Oh, Dios. Nada fue consensuado. Él me obligó, pero responder cómo me sentía realmente sería estúpido y solo despertaría su ira.
―Estoy cansada―dije en voz baja.
Bueno, eso no era una mentira. Tuve pesadillas después de lo sucedido.
―Bella―El tono de su voz era duro así que me obligué a centrarme en sus ojos.
Estaban más brillantes y vivos que nunca. Un verde intenso que me recordaba a la oscuridad del bosque un día de invierno. Se veía muy guapo. El traje negro se ajustaba a sus músculos y el cabello castaño un poco húmedo por la ducha. Su aroma amaderado flotaba en el aire y me molestó que mi cuerpo fuera tan consciente de su presencia. No debería desearlo ni pensar en él de esa forma.
―Sé que te estás odiando más a ti misma ―Se lamió los labios y sonrió con diversión―. Intentas convencerte de que yo te obligué, pero pude sentirlo. Tu cuerpo me rogaba por la liberación. Me pediste más.
Mis mejillas ardieron.
―Para.
―No tiene nada de malo que te haya gustado. Ese es el propósito del sexo, cariño. Disfrutarlo.
Una súbita ola de humillación se deslizó por mi cuerpo. La palabra disfrutar estaba lejos de mi vocabulario. Su orgullo de hombre no iba a aceptar que fue un momento horrible y que prefería olvidarlo de mis recuerdos. Me hizo sentir degradada. No usó la fuerza, pero fue violación de todos modos. Me manipuló para que accediera. Agaché la cabeza y me concentré en mi plato. Nada de lo que dijera cambiaría mi destino.
―Fui a tu vieja casa y te traje algunas cosas―Solo oía el sonido de los cubiertos que usaba y el tic tac del reloj. Quería que esta noche acabara como las siguientes―. Bella.
Parpadeé.
―¿Qué?
Tensó la mandíbula.
―No seas mocosa y cuida tu tono.
―Lo siento, señor.
Alzó una ceja y señaló el suelo cerca de la silla que ocupaba. Había un bolso negro. ¿Qué tenía de especial?
―Ven y revísalo por ti misma. Tal vez encontrarás algo que quieres conservar.
―Lo dudo.
¿Por qué le importaba? Yo era su juguete.
―Cuando yo ordeno tú obedeces―Su voz se endureció ―. No volveré a repetirlo, maldita sea.
Le di una mirada cargada de odio, pero capté la orden y me acerqué a la estúpida bolsa. Me puse de rodillas para echarle un vistazo. Adentro había mis documentos de identificación, diplomas escolares y lo que más apreciaba: El cuadro de la Torre Eiffel que le pertenecía a mi madre. No pude contener la emoción ni el jadeo sorprendido. Aleksi bebió un trago de vino sin quitarme los ojos de encima.
―Gracias―susurré y apreté el cuadro contra mi pecho.
―De nada―musitó y frunció el ceño―. ¿Qué tiene de especial?
No sabía si era buena idea contarle algo tan íntimo, pero él me lo había devuelto y sentía que se lo debía.
―Mi madre murió el mismo día que yo nací―expliqué―. Mi padre me odiaba por esa razón y nunca me perdonó. Durante años le rogué que me enseñara una fotografía de la mujer que me trajo al mundo, pero él quemó todas. Un día cuando estaba ebrio me confesó que ella era de París y amaba este cuadro―sonreí―. Le tengo cariño a la pintura desde entonces. Gracias por devolvérmela.
No había emoción alguna en su rostro. Solo su característica indiferencia.
―Ven y dame las gracias de la forma correcta―Señaló su regazo.
Mi estómago se hundió y solté con cuidado el cuadro.
―Yo...
Alargó la mano y atrapó mi codo silenciando cualquier protesta. Me obligó a sentarme dónde él quería. Estaba a horcajadas entre sus piernas, nuestros labios muy cerca. Su aliento mentolado me acarició la piel antes de que su boca demoliera la mía. Me besó con tanta fuerza que me dolió. Me hizo gemir y enredé mis dedos en su sedoso cabello.
―Me gusta que seas agradecida―susurró entre besos―. Me gusta que sepas qué batallas puedes pelear y cuáles no. Estás aprendiendo.
Me aparté sin aliento, mis labios hinchados por el beso.
―¿Tengo oportunidad de ganar algún día?
Una sonrisa siniestra iluminó su rostro.
―Más placer de lo que nunca has experimentado―Extendió la mano y apretó mi pecho―. Cuando posea por completo tu hermoso cuerpo te prometo que no querrás a nadie más. Solo a mí, cariño.
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