Capítulo 4
Bella
Era mi segunda semana secuestrada. Me desperté temprano esa fría mañana y me vestí lo más abrigada posible antes de llevar a cabo mi plan. Aleksi me miró todo el tiempo mientras desayunábamos, pero mantuve la cabeza gacha por miedo a que descubriera mis intenciones. A ese hombre no se le pasaba nada por alto.
Lo primero que haría cuando estuviera fuera de la mansión era recurrir a la policía y después iría a mi vieja casa a tomar mis ahorros. Nadie sabía dónde las guardaba. Y si Dios se apiadaba de mí lo encontraría en el mismo sitio. Si fracasaba, bueno, estaría muerta. Le daría una dulce bienvenida a la muerte. No importaba la forma. Sería una mujer libre.
—Mañana habrá un evento importante en la mansión—comentó Aleksi y levanté mi cabeza del plato—. Quiero que permanezcas en tu habitación el resto del día y la noche. Ignora lo que veas u oigas. No te atrevas a salir de ahí.
¿Qué diferencia haría estar encerrada en mi habitación? Asentí y mastiqué los huevos revueltos sin cuestionar o pelear. Mañana ya no estaría aquí así que no tenía ningún sentido quejarme.
—Responde cuando te hablo, Bella.
Forcé una encantadora sonrisa que lo hizo ladear una ceja.
—Como ordene, señor —Regresé a mi desayuno, picando hasta el último bocado con intenciones de vaciar el plato. Probablemente no volvería a comer algo tan maravilloso como la comida de Dorothea. Siendo honesta, me dolía dejarla y la extrañaría. Esa señora fue más que amable conmigo. La única que valía la pena en esta cárcel.
—También quiero que prepares una lista de todas las cosas que necesites. Haré que uno de mis hombres las traiga para ti.
El tenedor quedó suspendido entre mis dedos.
—Solo hay algo que deseo más que a nada, pero nunca vas a dármelo.
Se mordió el labio para contener la sonrisa irónica.
—Nunca vas a entenderlo, ¿no es así?
—Puedo decir lo mismo de ti—musité—. ¿Cuándo vas a entender que no quiero estar aquí?
—Escucha con atención—Desplegó una servilleta y se limpió los labios antes de hablar—. ¿Qué harás si te dejo ir? No tienes un lugar dónde refugiarte y nadie se preocupa por ti. Quizás la dueña de la florería te ayude, pero no quieres que ella sea mi siguiente víctima, ¿verdad?
Mis dedos se apretaron cada vez más fuerte alrededor del tenedor y sentí el oscuro anhelo de clavárselo en el pecho. Apuñalarlo hasta sentirme satisfecha. ¿Sería capaz? Yo no era una asesina, pero Aleksi Kozlov sacaba lo peor de mí.
—No te atrevas a tocarla—siseé—. Deja a Josephine en paz.
Le dio un sorbo a su zumo de naranja.
—¿O qué?
—Haré que te arrepientas de haberme traído aquí.
Hubo un segundo de silencio antes de que su carcajada llenara la habitación. Era ronca y profunda. Sin un gramo de diversión. El sonido era una advertencia. Una amenaza.
—¿Qué ha sido lo peor que te hecho ahora? ¿Matar a tu padre? ¿Secuestrarte? —Su labio se curvó en otra sonrisa—. Te he dado techo, comida, una cama cálida y jamás te he forzado a nada. ¿Qué diablos te asusta?
La rabia hizo que mi sangre ardiera a fuego lento en mis venas.
—¿Piensas que todo lo que has hecho es normal? —contesté—. Me has acosado durante semanas y luego irrumpiste en mi vida como si te perteneciera. Olvidas que soy una persona con derechos y no te importa en absoluto lo que quiero. ¿Qué me espera a tu lado? ¿Una existencia llena de condiciones dónde mi libertad tiene un precio? No quiero ser tu...
—Adelante. Dilo.
—No quiero ser tu puta—solté.
Su mirada era sombría, su voz carente de cualquier emoción.
—Aún piensas que eso es lo peor que podría pasarte. Tú no tienes ni una maldita idea de lo que es el verdadero sufrimiento—escupió con desdén—. Pero si continúas con esa actitud prometo que voy a demostrártelo.
Silencio.
Lo vi ponerse de pie y abandonar el comedor sin mirar en mi dirección. No podía fallar hoy. De lo contrario, Aleksi cumpliría su promesa de arruinarme por completo. ¿Cuántas veces podría recomponerme? Era algo que no quería averiguar.
🐦
Aleksi se retiró de la mansión después del desayuno y no podía estar más agradecida. Tomé el pequeño bolso con las pocas ropas que había guardado en él y me puse en marcha. Encontré a Dorothea chequeando las tarjetas y esa fue la señal. Ella estaba a punto de salir.
Corrí al garaje y verifiqué que la misma camioneta que la llevaba estuviera allí. Para mi suerte sí. El conductor designado ya estaba dentro, fumando casualmente. Tenía que encontrar la forma de subir a la carrocería sin que notara mi presencia. El menor ruido y alertaría a los demás. Contuve el aliento y esperé antes de tomar una decisión. Mis dientes castañearon. El clima era insoportable hoy.
El celular del hombre sonó y él contestó con una amplia sonrisa. Aproveché su distracción y rápidamente escalé la carrocería sin hacer ruido, luego me agaché con el corazón latiéndome a mil por hora. Si no me tranquilizaba entraría en pánico. Concéntrate, Bella. Yo era demasiado pequeña así que eso me favorecía. Me hice una bola y abracé el bolso contra mi pecho, rogando que arrancaran de una vez. Pronto se darían cuenta de que no estaba en mi habitación y Aleksi me mataría.
Por favor.
Por favor...
Hice un conteo mental y tras lo que parecieron horas, la camioneta arrancó y salimos de la mansión. Las lágrimas cayeron por mis mejillas, mi aliento salió en jadeos mientras miraba el cielo cubierto de nubes grises. La luz del sol me cegaba y parpadeé para orientarme. Esas dos semanas encerradas me hicieron sentir como si no hubiera visto el exterior en años.
¡Pude escapar!
¡Lo logré!
A menudo trataba de no aferrarme a la esperanza. Cuando creía que tenía algo bueno me lo arrancaban de la forma más cruel, pero ahora anhelaba que la historia fuera diferente y la vida me diera una recompensa por tantos años de miseria. Solo necesitaba una oportunidad de demostrar mi valía.
La camioneta se detuvo veinte minutos después en un estacionamiento privado. Cerré los ojos mientras rezaba que no descubrieran a la chica acurrucada y temblorosa. Escuché a Dorothea murmurar algo sobre no demorar y después sus pasos alejándose. Acto seguido, bajé de la carrocería de puntitas y hui a hurtadillas. Había cientos de coches aparcados unos contra otros lo cual ocultaba mi figuraba. El guardia se entretuvo nuevamente con su celular y no desperdicié ni un minuto.
Corrí con todas mis fuerzas.
Mis pies se movieron desesperadamente mientras abandonaba el estacionamiento y me mezclaba con la multitud. Mi cuerpo temblaba de frío y terror. El viento invernal me congelaba las mejillas. Mis ojos escaneaban atentamente la zona en busca de algún policía. Varias personas detenían sus pasos para mirar a la chica agitada y asustada. Me acerqué a una mujer que sostenía a un niño entre sus brazos y le pedí ayuda.
—Por favor... —imploré con un sollozo—. Necesito que llame a la policía. Yo fui secuestrada y...
Antes de que pudiera terminar cualquier explicación, un auto todoterreno frenó de golpe y se detuvo frente a nosotras. La puerta del pasajero se abrió y me congelé cuando vi al hombre que se había convertido en el protagonista de mis pesadillas.
Aleksi Kozlov.
La mujer abrazó a su bebé y corrió en la dirección opuesta sin ofrecerme una disculpa. Algunas personas hicieron de cuenta que no veían la escena y se mantuvieron al margen. ¿Qué...? No podía creer que todos actuaran tan indiferente a la situación. Empecé a buscar otra salida, pero dos hombres me cerraron el paso. Uno de ellos era el conductor que trajo a Dorothea de compras. ¿Cómo seguía de pie? No lo sabía. Me quedé sin fuerzas mientras sollozaba y mi corazón era triturado por la falta de humanidad.
Estúpida. Era tan estúpida.
Un cuerpo se inclinó hacia mi espalda y una mano me rodeó el cuello. El miedo llenó mi estómago y el shock repentino me paralizó. Podría correr, por supuesto, pero me atraparían y sería peor.
—Un movimiento más y te arrepentirás —Sentí su aliento cálido en mi oreja—. Estas personas no harán nada para ayudarte, cariño. ¿No lo has notado? Sube al puto coche y deja de llorar.
Fui muy ingenua al creer que podría burlarme de la seguridad de su mansión. Observé a las personas caminar con indiferencia, seguir con su día mientras yo era secuestrada una vez más. La realidad era tan egoísta y cruel. Aleksi me agarró del brazo con una violencia innecesaria y me llevó hacia el todoterreno. No luché, tampoco grité. Sentía que caminaba directo a mi ejecución.
Entramos al auto y el conductor nos sacó de allí. No tenía el valor de mirar a mi captor. Rompí una de sus reglas.
—Tengo que darte un poco de crédito—Se rió a mi lado. Era un sonido profundo y ronco—. Eso fue inteligente de tu parte. Actuaste como una excelente actriz. Me hiciste creer que no harías nada impulsivo. Esperaste a que confiara en ti lo suficiente para dejarte vagar por la mansión y después corriste. ¿Lo planeaste durante dos semanas?
No contesté.
Solté un jadeo adolorido cuando apretó mi brazo y me forzó a mirarlo. La ira brillaba en sus irises. Tan profunda que me consumiría y no dejaría nada.
—Mírame—exigió y negué con la cabeza. Me agarró la mandíbula con sus largos dedos y su respiración agitada se mezcló con la mía—. ¿Realmente creíste que la policía o cualquier persona te ayudaría? Soy el maldito rey de Las Vegas.
A través de una neblina de lágrimas me permití observarlo, su miraba fría hizo que mi corazón se estrujara. Me hice pequeña a su lado, implorándole que me devolviera mi libertad. Aleksi no parpadeó. No se inmutó.
—Por favor, Aleksi—Lo intenté de nuevo—. Déjame ir. Te lo suplico.
—¡No irás a ningún lado! —gritó furioso—. ¿Por qué demonios no lo entiendes? No le importas a nadie.
Cerré los ojos y el sonido de mi llanto llenó el auto. Sabía que era un error volver a tener esperanzas. Mi vida era una constante tragedia y estaba condenada a la miseria. No podía hacer esto. No podía seguir así. Empecé a forcejear contra las puertas, tratando de abrirlas. Fue en vano. No había manera de salir.
Grité, pedí ayuda, golpeé las ventanas, pero fui silenciada por una gran mano en mi boca. Aleksi respiró en mi pelo. Me faltaba el aliento debido a los sollozos incontrolables que brotaban de mi garganta.
—He intentado ser amable, pero tú no colaboras. Esta vez lo haremos a mi manera.
Me latía el corazón violentamente. Me temblaban los brazos, las piernas, todo el cuerpo; no era capaz de controlar el terror que sentía cuando el auto se detuvo en la mansión y me sacó a rastras.
Y volví a pelear.
Chillé, pataleé, golpeé su pecho con los puños y todo lo que obtuve a cambio fue una reacción violenta. Su mano se movió rápido antes de que me diera cuenta e impactó contra mi mejilla. Retrocedí con los ojos bien abiertos mientras el ardor me escocía la piel. Aturdido y respirando de forma agitada e irregular, Aleksi me sostuvo la mirada con la mandíbula apretada. No mostró arrepiento.
—Te lo advertí—dijo simplemente.
—Tú, monstruo, hijo de puta...
Cargó mi cuerpo sobre su hombro como un saco de patatas y grité hasta que sentí mi garganta en carne viva. No sabía dónde me llevaba, pero el instinto de supervivencia lo fue todo en ese momento. Sabía que mi acto de rebeldía traería consecuencias. No me importaba. Él complicaba mi vida y yo quería hacer lo mismo con la suya. Tal vez así se daría cuenta de que era un error tenerme aquí y me mataría pronto.
—¡Suéltame, maldito monstruo! —exclamé—. ¡Suéltame! ¡Suéltame!
Me llevó por unos estrechos pasillos. Mi entorno se volvía cada vez más oscuro y escalofriante. El aroma a moho me inundó la nariz cuando sacó una llave de su bolsillo trasero y me aventó dentro de una empolvada habitación. Mi cuerpo rebotó sobre un colchón sucio. Mi vieja casa no era una maravilla, pero no estaba ni de cerca ser algo tan repulsivo como este calabozo.
—¿Qué hago aquí? —balbuceé. Mi espalda chocó contra la fría pared húmeda y llena de telarañas.
—Tal vez con las compañías de las ratas y cucarachas aprenderás la lección.
Me quedé petrificada por la angustia y la impresión. Una rata pasó rápidamente hacia una esquina y me tragué las lágrimas. Estaba cansada de llorar, suplicar y repetir la palabra por favor. Nada de eso tenía efecto en Aleksi.
—Tienes que estar bromeando, maldito enfermo.
Se puso de cuclillas y se acercó a mí. Demasiado para mi gusto. Su aliento olía a vodka y rozó mis labios. Lo odiaba tanto.
—Te dejaré salir en un par de días o semanas. No lo sé, todo dependerá de tu comportamiento.
—No puedes hacer esto.
—Lo estoy haciendo, cariño—sonrió—. Te veo pronto.
—¡Vete a la mierda!
Se levantó indiferente y me dio la espalda sin mirar atrás. Escuché un tintineo cuando salió y le puso el seguro a la puerta. Me quedé allí en estado de piedra sin poder asumir lo que acababa de ocurrir.
Me encerró en un sucio calabozo.
Sin agua. Sin comida. Nada.
Corrí hasta la puerta y tanteé en un estúpido intento de abrirla. Volví a gritar que me dejara salir, pero mis súplicas fueron ignoradas. Me sentía humillada, cansada, triste, angustiada. Y luego vino el arrepentimiento. Cometí un error. Aleksi había sido paciente conmigo. No me había puesto la mano encima hasta hoy. Él mismo había admitido que me había dado un poco de libertad y lo arruiné por culpa de mi desesperación. Ahora tenía que solucionar mi ineptitud. ¿Y si usaba la misma estrategia de antes? ¿Actuar como la excelente actriz que estaba destinada a ser? Lo convencería de que no volvería a huir ni luchar. Fingiría ser una chica sumisa que se adaptaba a sus reglas.
Me prometí en silencio que jugaría su juego. Él podía pensar que era dueño de mi cuerpo y mi vida. Pero nunca tendría lo más valioso de mí.
Mi corazón.
🐦
Mi estómago se apretó y se retorció en un horrible sonido que era vergonzoso. Mis pies estaban congelados y los dedos de mis manos violetas por el incesante frío que abrumaba la lúgubre habitación. Traté de darme calor envolviéndome con mis propios brazos, pero nada fue suficiente. Temblaba tanto que mis dientes castañeaban. El olor a orina saturó el aire mientras algo cálido se deslizaba por mis piernas.
Mis mejillas se calentaron por el remordimiento. No podía controlarlo. Sucedía cuando era expuesta a situaciones agobiantes y traumáticas. Tuve el mismo inconveniente una noche que mi padre intentó dormir a mi lado. Recordé haberme quedado quieta, sollozando para que no me lastimara. Él iba a violarme. Lo sabía, pero por alguna razón dio marcha atrás y me pidió perdón.
Pasé horas siendo mi propia compañía, podía saber si era de día o noche por la pequeña ventana que tenía el calabozo. Estaba a punto de desmayarme cuando la vieja puerta volvió a abrirse con un chirrido molesto. Mis ojos poco a poco se adaptaron a la luz que entró con su presencia y solté un gemido adolorido.
Él se aclaró la garganta y se recostó contra el marco de la puerta en una postura casual. No tenía su sonrisa habitual. Parecía indiferente al verme tan destruida. Me incorporé con una mueca mientras traje las rodillas a mi pecho. Quería llorar por la humillación. Apestaba a orina.
—Creo que doce horas es suficiente—Se rascó la barbilla—. ¿O prefieres quedarte aquí el resto de la semana?
Sacudí la cabeza rápidamente con lágrimas en mis ojos.
—No.
—Dime lo que quiero oír.
Mi resentimiento hacia el imbécil era inmenso, pero si gritaba de nuevo cuanto lo odiaba moriría aquí y no tendría mi revancha. Estaba obligada a ceder. Al menos por ahora.
—Por favor... —dije con dificultad—. Haré lo que quieras, pero no me dejes aquí. No más, Aleksi. Por favor.
Parecía satisfecho consigo mismo. Entró a la habitación y se quitó la chaqueta. Sollocé cuando me aventó la prenda en la cara.
—Ponte esto—masculló—. Apestas.
Hijo de puta malnacido. Lo despreciaba con toda mi alma. Le deseaba lo peor. Tenía una fantasía retorcida de apuñalarlo mientras dormía. Pero a pesar de la furia que me abrumaba, cedí a su demanda y me cubrí con la chaqueta. Él no comentó nada al respecto. Tampoco preguntó porque no había hecho mis necesidades en el sucio baño del calabozo.
—Espero que hayas reflexionado —murmuró—. Tienes permitido regresar a tu habitación, pero si vuelves a jugar conmigo te dejaré aquí hasta que te mueras y las ratas se alimenten de ti. ¿He sido claro?
Mi cuerpo se estremeció ante sus amenazas.
—Sí, señor.
—Trabajaremos juntos para conocernos el uno al otro. Debo ganarme tu confianza al igual que tú la mía ¿Entiendes?
Asentí.
—Sí—repetí porque era todo lo que me atrevía a decir.
—Nunca intentes pasarte de lista nuevamente, Bella. Esto... —Señaló el calabozo—. No es lo peor que podría pasarte. Conozco métodos más extremos que no querrás experimentar. No quieres despertar al monstruo dentro de mí.
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