Capítulo 37


Aleksi

Este juego estúpido tenía que terminar. Ya no soportaba la presencia de Allek y los berrinches de Alina. Se estaba volviendo sumamente agotador. Debía deshacerme de mi primo antes de que ocasionara más problemas. Era como un jodido niño que necesitaba ser supervisado. Los insultos verbales pronto se convertirían en tragedias. La locura de Allek no conocía límites y Bella era un nuevo reto para él. La deseaba porque sabía que no podía tenerla.

—¿Qué está sucediendo, Aleksi? —preguntó Allek.

Intentó dar marcha atrás, pero mis hombres lo agarraron de los brazos y lo arrastraron. Sus pies rozaban la fina alfombra del yate mientras lo trasladaban a una cabina privada. Fue advertido dos veces. Si le dejaba pasar la tercera él seguiría haciendo lo que quisiera. Era hora de recordarle quién era el líder de la bratva.

—Aleksi... —insistió.

Una vez dentro de la cabina, mis hombres lo obligaron a sentarse en una de las sillas metálicas. Avancé hacia el minibar y me serví un trago de vodka. Necesitaba una gran cantidad de paciencia para lidiar con este imbécil. Viktor era más moderado en esos asuntos. Yo quería violencia. Era una lástima que no pudiera acabar con mi primo. Mantener las relaciones con mi tío era importante, pero al menos le daría una lección a su querido hijo.

—Me has faltado el respeto dos veces, Allek. ¿Crees que puedes venir a mi propiedad e insultar a mi mujer?

Me miró con incredulidad mientras mis hombres lo apuntaban con sus armas. Dos más se detuvieron en la puerta con los brazos cruzados. Allek tragó saliva.

—Eres más débil de lo que creía. ¿Matarías a tu familia por una puta?

Coloqué el vaso sobre la barra cuidadosamente.

—Mark —dije.

Mi hombre de confianza le propinó un fuerte puñetazo en el estómago que lo hizo encogerse de dolor. El rostro de Allek se puso rojo y se quedó sin respiración. Alcancé una de las sillas y me senté frente a él con una calma imperturbable.

—Siempre me importaste una mierda. Tú no eres mi familia—Le eché un vistazo a la hora en mi reloj. Esto tenía que tomarme menos de cinco minutos. Quería volver con Bella y llevarla a casa—. Hoy mismo recogerás tus cosas y regresarás a Rusia. No eres bienvenido en Las Vegas.

Su sonrisa petulante se ensanchó.

—Pasaste diez años en el gulag. Supongo que no fue suficiente para que aprendieras que las mujeres nos destruyeron —retrucó.

Puse mi chaqueta en el respaldo de la silla y arremangué mi camisa blanca hasta los codos. Allek gimió de dolor cuando mi puño golpeó su boca. Se sacudió con una maldición y soltó un gruñido nauseabundo. Escupió un diente cerca de mis zapatos lustrados. Sus ojos conmocionados me miraron con odio. Finalmente se dio cuenta de que no estaba jugando. No cuando se trataba de Bella.

—Tienes una hora para ir al hotel y hacer las maletas. Esta será mi última advertencia, Allek—me incliné cerca de su rostro—. La única razón por la que sigues vivo es por tu padre, pero él no podrá protegerte siempre. ¿He sido claro?

Silencio.

Flexioné mi puño y lo golpeé en la nariz esta vez. Sus huesos crujieron, mis nudillos dolían. El aullido grave de Allek me hizo sonreír con malicia. Se llevó las manos al rostro tratando de contener el torrente de sangre. Patético.

—Mis hombres te acompañarán al aeropuerto y se asegurarán de que subas al avión—dije, volviendo a ponerme la chaqueta—. Si me entero de que no has seguido mi orden te perseguiré y te pondré una bala en el culo. No quiero volver a verte.

Acepté el pañuelo blanco que me tendió Mark y me uní a la fiesta mientras limpiaba la sangre de mis nudillos. La música estaba en pleno apogeo.

Subí las escaleras que me conducían al tercer nivel y no fue una sorpresa encontrarla pasada de copas sobre una mesa. Bailaba una canción urbana de manera sexual con Cassie a su lado mientras los presentes la alentaban con silbidos y bebidas en las manos. Se veía muy ebria. Era increíble que no pudiera mantener a Bella a raya sin ayuda de Viktor. Ella confiaba más en él que en mí. Los celos volvieron a asomarse y mi respiración se volvió errática.

El enojo no me permitió pensar los siguientes segundos. El ambiente se llenó de tensión cuando me acerqué al grupo desenfrenado y agarré a Bella por la cintura para tirarla sobre mi hombro. Forcejeó conmigo, golpeando mi espalda con sus puños.

—¡¡La diversión recién empieza!! —gritó—. ¡¡Bájame ahora mismo, Aleksi!!

Algunas personas fingían que no se daban cuenta del drama, pero miraban disimuladamente. Cassie fue la única que tuvo el valor de interceder. Estaba igual de ebria que Bella o incluso más. Se tambaleó con sus tacones, tratando de llegar a mí y le devolvió el pequeño bolso Dior a su amiga.

—¡¿Qué demonios está mal contigo?!

—No es de tu incumbencia. Ocúpate de tus asuntos.

Me señaló con un dedo y sus labios se crisparon.

—¡Ni se te ocurra lastimarla, animal!

Sus gritos alertaron a Fredrek que se acercó a controlarla. Por la expresión furiosa en su rostro quedó en evidencia que no aprobaba las acciones de su hija. La relación entre ambos estaba en un punto muy sensible, sobre todo, desde que Fredrek decidió comprometerla con Sean Claymore. Aunque esa boda no ocurriría. No después de la masacre de los Claymore.

Bella se rindió cuando bajamos al muelle y uno de mis hombres se apresuró a entregarme las llaves del auto. Esta ridiculez no iba a repetirse de ninguna manera. No en mi presencia. Tenía que prohibirle beber de nuevo. No era ella misma bajo los efectos del alcohol. La metí dentro del vehículo con poca delicadeza e hizo una mueca mientras se frotaba las sienes como si tuviera dolor de cabeza.

—No debiste hacer eso—Se quejó cuando puse el auto en marcha y nos alejábamos de todo—. No debí dejar sola a Cassie.

—Ella tiene a su padre.

Permaneció en silencio con los brazos cruzados y la vista fija en la ventana. No podría importarme menos su molestia. Ella nunca entendería mis acciones, pero si aprendería que yo funcionaba así. Hacía las cosas a mi manera.

Media hora después, estacioné el auto frente a la mansión y Bella bajó hecha una furia. Cerró la puerta del vehículo con tanta fuerza que me estremeció. ¿Quería que las cosas fueran así? De acuerdo. Salí de la misma forma y la seguí rápidamente. Ella me miró por encima del hombro mientras subía las escaleras y se quitaba los tacones. Me aventó uno en el pecho con una expresión violenta y colérica.

―¡Aléjate de mí! ―gritó.

Cuando el otro tacón estuvo a punto de llegar a mi cabeza, lo detuve con mi mano y subí los escalones de dos en dos. Entró a nuestra habitación con intenciones de cerrar la puerta en mi cara, pero fui más rápido que ella y la acorralé.

―¿Quién te crees que eres? ―elevé la voz. La empujé dentro y entré con ella. Cerré con un portazo.

―Vete.

―Esta es mi casa y tú eres mía. ¿Necesito recordártelo?

La habitación se sentía más tensa que nunca, ambos estábamos furiosos y estresados. Pero era su culpa por no aprender a comportarse.

―¿Soy tuya? ¿De verdad? ―preguntó con incredulidad. Una risita irónica sacudió su pecho mientras se soltaba el pelo y se quitaba el collar―. No parecía cuando permitiste que Allek me tratara como si fuera una puta.

La miré con detenimiento, reparando en sus ojos azules y las pecas esparcidas en su rostro. Cuando la vi por primera vez pensé que era la mujer más hermosa del mundo. No solo se trataba de su belleza. Era su aura. Una luz tan pura e inocente que me atraía. Bella era cualquier cosa menos una puta.

―Lo de Allek fue inaceptable. Eso no debió suceder―expliqué―. Pero él no volverá a molestarte. Me aseguré de eso.

Su rostro seguía siendo una máscara fría de indiferencia.

―Demasiado tarde, Aleksi. Siempre tarde―dijo―. Si tú no me respetas no esperes a que el resto haga lo mismo.

Me dio la espalda y empezó a quitarse el vestido. Se desnudó hasta que solo quedó una tanga. Cada día que pasaba era más hermosa. Tan perfecta. Tan destructiva. Me acerqué sin pensarlo.

―Lo golpeé hasta la muerte. No regresará a la ciudad.

Me echó un vistazo sobre su hombro.

―¿Se supone que debería darte las gracias?

―¿Entonces qué diablos quieres?

Ella temblaba de rabia e indignación. No me sorprendería si me escupía o me apuñalaba. Mi presencia la estaba asfixiando, aun así, me negué a retirarme.

―¡Quiero que me devuelvas mi libertad! ―exclamó ―. ¡Quiero que desaparezcas de mi vida y olvides que existo! ¡Quiero que me dejes tranquila!

Se puso una bata que sacó del armario y se alejó para dirigirse al balcón, pero la agarré por la nuca y la mantuve quieta en su lugar. ¿Cuándo se daría cuenta de que esta conversación no tenía sentido? ¿Cuándo se rendiría?

―¿Por qué te empeñas en continuar con esta guerra absurda? ¿Acaso olvidas como era tu antigua vida? ―Empuñé su cabello y hablé en su oído―. Estás viva gracias a mí. Me debes todo lo que tienes, Bella. Me perteneces.

Su codo impactó en mi abdomen haciéndome retroceder y se giró para hacerme ver el odio en sus lindos ojos azules.

―¿Cuándo entenderás que no soy de tu propiedad? ―dijo―. No me importa qué tratos hiciste con mi padre, pero soy una persona. Mi alma me pertenece. Este es mi cuerpo. Yo lo poseo. Solo yo. Me encargaré de que sepas que no eres mi dueño cuando acabe contigo. Te lo juro.

Habló con tanta determinación que algo en mí se estremeció. Imaginé la inquietante situación de verla salir por mi puerta algún día y no pude soportarlo. Me rompía pensar que ella no dudaría ni un segundo en abandonarme si tuviera oportunidad.

―Empieza a reconsiderar tus actitudes, cariño. Tú misma te estás sentenciando al infierno.

―Ya estoy en el infierno.

―Pero no conocías al diablo en persona. Ahora sí y aprenderás a bailar con él ―Le besé el cuello y hundí mis dientes en su piel. Ella se sacudió―. Por cierto, he decidido adelantar nuevamente la fecha de nuestra boda. Nos casaremos la próxima semana.

Una cantidad indescriptible de emociones atravesaron su rostro, pero ella no dijo ni una sola palabra. Simplemente se acostó en la cama de espaldas a mí. Hacía tiempo se había rendido conmigo. Hacía tiempo que perdió la fe en mí.

🐦

Bella

Me incorporé en la cama y estiré los brazos. La luz del sol que se asomaba por las ventanas abiertas era cegadora y gemí en protesta. Me dolía la cabeza, las piernas y las articulaciones. El cansancio del día anterior me pasó factura. Bebí hasta perder el control. Ahora lo padecía, pero se había sentido bien dejarme llevar y romper las reglas. El malestar revolvió mi estómago cuando recordé el escándalo con Aleksi y lo que me había dicho al volver. El maldito desgraciado había adelantado la fecha de nuestra boda.

Fui al baño. Lo encontré de pie frente al espejo con una toalla alrededor de su cintura mientras se afeitaba el rostro. Su cabello estaba húmedo, sus ojos verdes chocaron con los míos a través del espejo. Se veía muy fresco. Yo parecía un espantapájaros.

―Supongo que estás satisfecha después de tus berrinches―comentó―. Ayer actuaste como una malcriada.

Bostecé de manera poco delicada y me desnudé rápidamente.

―Prepárate porque soportarás mis berrinches mucho tiempo. Tú decidiste casarte conmigo y aceptar cada uno de mis defectos―Le guiñé un ojo y me metí en la ducha―. En las buenas y en las malas, cariño.

Aleksi continuó con su rutina sin mirarme. El vapor colmó el ambiente mientras tomaba una barra de jabón y la refregaba por mi cuerpo cansado.

―Eres ingenua si piensas que tus acciones no tendrán consecuencias.

Me burlé.

―¿Cuáles serán los castigos? ¿Golpearme el trasero con tu cinturón? ¿Follarme hasta dejarme inconsciente? ―rodé los ojos―. O tal vez podemos volver a la vieja tradición. Ya sabes, el calabozo.

Estaba alardeando. Quería demostrarle que no le tenía miedo, pero en el fondo temblaba de anticipación. Siempre podía ser mucho peor.

―Soy creativo, cariño. No tientes al diablo porque te destrozará.

―Ya lo hiciste―dije con un nudo en la garganta.

Aleksi salió del baño después de lavarse la cara. Cuando terminé mi ducha, me envolví con una toalla y regresé a la habitación. El ruso estaba con una taza de café en la mano y su celular en la otra.

―Quiero cantar esta noche―exigí mientras buscaba ropa en el armario.

Dejé caer la toalla y empecé a vestirme sin prestarle atención a la forma en que sus ojos verdes devoraban cada centímetro de mi cuerpo. La vieja Bella nunca habría tenido ni una pizca de confianza, pero algo había cambiado en mí. Ya no era esa niña inocente. Era consciente de mi valor y mi poder.

―No irás a ningún lado ―respondió cuando terminé de abotonarme la camisa.

Me senté en la cama frente a él con el cabello húmedo. Aleksi bebió un sorbo de su café caliente y regresó su atención al celular.

―Dijiste que nos casaríamos la próxima semana.

―Correcto.

―¿Quieres a una novia que llore y le grite al pastor que me obligaste a estar ahí? ―sonreí con fingida inocencia viendo como palpitaba la vena en su sien―. O quizás prefieras a la mujer complaciente que dirá sí con una gran sonrisa cuando me pregunten si acepto ser tu esposa. Elige, Aleksi. Déjame cantar el resto de la semana en Enigma y te prometo que no lucharé cuando lleguemos al altar.

Hubo un silencio mientras él procesaba mis palabras. Lo observé dar un sorbo a su café y luego otro. No contuve mi sonrisa triunfal cuando sentí el momento en que cedía.

―Esta será la última vez que tendrás una victoria. Disfrútalo, cariño.

Preferí reservarme cualquier comentario y asentí. Él no sabía que mi juego de muerte había comenzado desde el principio. Era una pena que no me considerara una jugadora peligrosa. Le costaría muy caro haberme subestimado. Aleksi se retiró y decidí llamar a Cassie para averiguar cómo estaba. Busqué mi celular en mi pequeño bolso ansiosa de hablar con mi mejor amiga cuando mis dedos hicieron contacto con algo muy suave.

Era el pañuelo de seda con las iniciales C.N.

Las mariposas se volvieron locas en mi interior cuando rememoré esos ojos azules, la suavidad de esa voz, la delicadeza con la que ese hombre se había dirigido a mí. ¿Quién era? Descubrir su nombre de repente se convirtió en un misterio que quería resolver desesperadamente.



El club Enigma era más escandaloso que Kozlov Palace. Esa noche estaba repleto. Desde el camerino pude escuchar la música retumbar las paredes y a las personas eufóricas en la pista de baile. Me concentré en mi reflejo mientras Cassie terminaba mi maquillaje y arreglaba mi cabello. Cantar para mí significaba lo mismo que sentirme libre por eso nunca renunciaría a mis sueños. Ni siquiera las cadenas de Aleksi me impedirían seguir luchando.

―Conozco a un estilista que puede ayudarte―comentó Cassie―. Es importante que tengas un estilo único que te distinga para captar la atención del público.

Me mordí el labio inferior. Ella tenía razón, pero solo me concentré en una parte.

―¿Es hombre?

Cassie rodó los ojos.

―Es abiertamente gay. Querrá follarse a Aleksi antes que a ti.

Nos reímos a carcajadas.

―Me encantaría que me lo presentes algún día―musité―. Pero será mejor que esperemos después de la boda. No quiero presionar demasiado al energúmeno. Es suficiente que me deje cantar en su club.

―De acuerdo ―Alisó las últimas ondas de mi cabello rizado y sacó mi atuendo de esa noche del perchero.

Observé sin aliento la despampanante prenda de diseñador. Era un vestido blanco de satén adornado por lentejuelas, perlas y cristales con un profundo escote V. Se me hizo vagamente reconocido. Cassie sonrió al ver mis ojos brillantes y emocionados.

―Madonna lució una igual en los años 90 ―comentó.

―Tal vez tú deberías ser mi estilista ―consideré.

Puso una mano sobre su corazón.

―Me halagas, pero no podría con un trabajo tan demandante cuando te vuelvas famosa. Por ahora puedo ayudarte a reordenar tu armario. No tengo ningún problema con ello―Me guiñó un ojo.

―Te amo―susurré.

Era la primera vez que se lo decía a alguien y se sintió tan bien. Cassie se había convertido en la persona más importante de mi vida en poco tiempo. No sabía qué habría sido de mí si nunca la hubiera conocido. Ella era mi familia.

―También te amo, cariño―Me dio una sonrisa tan brillante que calentó mi corazón―. No te pongas sentimental porque me harás llorar. Anda, terminemos de arreglarte porque el público te espera.

Me enderecé en el taburete y volví a centrarme en mi reflejo con una expresión de felicidad.

―Sí, señora.

La emoción burbujeaba dentro de mí cuando subí al escenario. Había ensayado toda la tarde la canción que interpretaría esa noche y no podría esperar a soltarme. Un solo reflector iluminó mi figura mientras los bailarines se ubicaron en sus posiciones y rodeé el micrófono con mi mano.

Un mar de rostros se extendieron ante mí, hombres y mujeres me observan expectantes y fascinados. Era difícil tener una visión clara de la audiencia con la luz blanca enfocada en mi cara, pero no permití que los nervios eclipsaran mi glorioso momento. Una pequeña sonrisa confiada y sensual asomó mis labios mientras mi voz llenaba el salón.

Estaba atrapada en mi propia cabeza, perdida en la canción cuando me atreví a mirar más allá de la multitud. Por un momento, me dije a mí misma que no era posible, que se trataba de una simple casualidad, pero sentí el peso de su mirada como una suave caricia en mi piel expuesta. El resto del mundo desapareció y solo lo veía a él. Sus ojos azules me atrapaban. Magnéticos. Seductores. Nunca había visto a alguien tan inquietantemente hermoso e intimidante. Bebió un trago de su copa mientras obligué a mi corazón a que se calmara.

Me aferré al micrófono y canté la canción como si nada me perturbara. Toda mi vida había mostrado mis emociones con demasiada libertad. Ahora me negaba a dejar en evidencia que ese hombre me robaba el aliento. De pie en el centro del escenario con mi vestido blanco elegí una canción para dedicarle en secreto. Say It Right de Nelly Furtado era muy adecuado.

Tú tienes todo lo que necesito para ser libre.

Oh, podrías ser todo para mí.

Vi cómo él le daba un sorbo a su bebida, su mirada azul devorándome. Su lengua lamió su labio inferior y tragó duro. No pude evitar sonreír. Los bailarines hicieron su trabajo tocándome y siguiéndome el ritmo. Imaginé que esas manos que acariciaban mi piel eran las suyas. Lo imaginé llamándome con el extraño apodo que había usado para mí ayer y la excitación recorrió el resto de mi cuerpo.

La canción terminó y los aplausos me envolvieron. Hice todo lo posible para disimular mi pecho agitado y la falta de aliento. Me entregaron un ramo de rosas rojas y sonreí, haciendo una breve reverencia y saludando al público. Las luces se encendieron, pero cuando miré hacia la multitud mi caballero oscuro había desaparecido. A cambio volví a encontrar esos ojos verdes que me atormentarían el resto de mi vida.

🐦

Adelantos y spoilers en mis redes sociales:

Instagram: JessiR17

Twitter: JessiRivas17

Facebook: Jessica Rivas

Tiktok: Jessica_Rivas17

Pinterest: JessiRBooks

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top