Capítulo 36
Bella
En los días que siguieron, Aleksi se comportó diferente conmigo. Me besaba como si no pudiera sobrevivir sin mí y de pronto me alejaba porque no soportaba mi presencia. Era un constante tira y afloja en esta extraña relación. Ni siquiera sabía si ese término era adecuado para nosotros.
Me adapté a mi papel y jugué discretamente como me había prometido. Fui complaciente y a cambio recibía mi recompensa. Conocí a mi entrenadora de defensa personal. Era una formidable mujer que pateaba mi trasero sin remordimientos. Durante una semana Viktor me dijo que iba a enseñarme a conducir. Fuimos hasta el desierto. Me explicó lo básico y colocó algunos conos para que aprendiera a esquivar los obstáculos.
—Acelera de a poco —advirtió Viktor sentado en el asiento del copiloto.
Yo era torpe al volante, pero no tenía miedo. Fruncí el ceño y pisé el acelerador. Given Up de Linkin Park sonaba en la radio y aumentó la adrenalina en mis venas. Nos acercamos rápidamente al primer cono, pero en el último segundo giré a la derecha y las ruedas derraparon mientras frenaba, levantando una nube de arena que ensució mi precioso auto. No me importó. Estaba demasiado emocionada.
—¡Sí! ¡No choqué! —exclamé con los brazos abiertos. Viktor me miró con una ceja levantada.
—Falta un largo camino todavía. Será necesario otra semana para que perfecciones tus habilidades.
Cuando regresamos a la mansión recordé que Aleksi organizaba una fiesta en su yate durante la tarde y estaba obligada a ir. No me gustaban esos eventos. Siempre terminaban mal para mí, aunque esta vez Cassie sí asistiría y no me sentiría tan sola o fuera de lugar. Le rogué a Dios no toparme con el desagradable Allek Kozlov.
—Quisiera quedarme aquí—musité con la vista fija en el espejo.
Dorothea peinó suavemente mi cabello.
—No siempre podrás escapar. Es mejor afrontar los problemas o nunca aprenderás a sobrevivir a la mafia—respondió—. Demuéstrales lo fuerte que eres.
—No me importa lo que ellos piensen.
Puso ambas manos en mis hombros y suspiró. Nuestros ojos se encontraron a través del reflejo.
—Ve a divertirte con Cassie y mantén la frente en alto. No le des a esas personas el poder de herirte. Tú eres mucho mejor que ellos —Besó mi mejilla—. Estoy segura de que serás la mujer más hermosa de la velada. Solo mírate.
Toqué el collar de diamantes en mi cuello y traté de sonreír, pero salió una mueca incómoda en su lugar. Me aburría estar tan pendiente de mi aspecto. Debía lucir perfecta porque Aleksi no me aceptaba de otro modo.
Alcancé mi pequeño bolso del tocador y observé por última vez mi aspecto. El vestido Ralph Lauren era de un tono azul muy profundo, casi acercándose al negro. Era de corte sencillo con tirantes y un escote estilo V. Mi cabello estaba recogido con algunos mechones sueltos y mis hombros al descubierto. Sentí el aire en mi espalda expuesta y se me erizó la piel.
Me pregunté qué pensaría Aleksi de mi atuendo, pero él había comprado mi armario entero. Supuse que no tendría objeciones. Y si las tenía, que se jodiera. Le di una sonrisita a Dorothea que me pasó mi estola de piel sintética y salí de la habitación con el mentón en alto. Esa noche no planeaba quedarme callada ante la menor humillación. Yo era la futura esposa de Aleksi Kozlov, iban a respetarme.
Fui a la sala reflejando seguridad. Aleksi se estaba ajustando los gemelos cuando me vio llegar. Sus ojos. Oh, mierda. Sus ojos volvían a tener ese poder sobre mí. La misma que me había dado la primera vez que me entregué a él. Oscuros, posesivos, llenos de deseo.
—Te ves impresionante—dijo.
—Gracias—contesté secamente, permitiendo que me colocara la estola de piel.
—Viktor estará ocupado en una operación hoy. Será mejor que no hables con ningún desconocido y no caigas en provocaciones.
La irritación enrojeció mis mejillas. Otra vez la misma advertencia estúpida. Si no quería que nadie me mirara quizás debía dejarme tranquila.
—Está bien—cedí sin ánimos de pelear.
Sus grandes manos recorrieron la abertura de mi espalda desnuda hasta detenerse en mi trasero.
—Podría follarte ahora mismo. Pero debemos irnos o llegaremos tarde.
Lo acaricié por encima de su pantalón y le besé el cuello.
—Eres el Pakhan. Podemos quedarnos y hacer lo que quieras.
Aleksi gruñó apretándome contra él. Prefería soportar su depravación antes que a su primo Allek o Alina. Cualquier cosa que me evitara un mal rato.
—Buen intento, cariño—tiró de mis labios con sus dientes e ignoró mi mirada suplicante—. Pero tenemos que irnos.
Él sabía que odiaba estos malditos eventos dónde me presumía como un trofeo. Me seguía obligando a asistir a pesar de la ansiedad que me generaba. Bastardo desconsiderado. Pero Dorothea tenía razón. Me divertiría y no le daría a nadie el poder de herirme.
El yate estaba anclado en el Lago Mead. Era blanco y negro con tres niveles. Relucía bajo el sol del atardecer. En la cubierta principal llevaba escrito un nombre.
Anya.
Miré sorprendida a Aleksi que tenía el rostro duro e imperturbable. Sus ojos verdes estaban cubiertos por unas gafas de sol para que no pudieran descifrar sus emociones, pero yo sabía que su madre siempre sería importante en su vida, aunque nunca la hubiera conocido. Era una de las pocas cosas que nos unían.
Subimos a bordo. Mis ojos se fijaron en los exquisitos detalles: las barandillas de cromo, los asientos de cuero, el helipuerto y la enorme piscina. Había un piano negro en el centro del salón principal y una mujer tocaba una canción apasionada que me cautivó.
Mi mano seguía aferrada a la de Aleksi mientras nos abríamos paso entre la multitud. Todos iban vestidos con sus mejores galas. Algunos hombres nos detuvieron y apretaron la mano de Aleksi entre sonrisas. Él respondió cada saludo sin soltar mi cintura. Como era de esperarse nadie me dirigió una segunda mirada. Probablemente sabían que estarían muertos si lo hacían.
Gracias al cielo Cassie no tardó mucho en aparecer. Siempre lucía impresionante, pero esa tarde había algo diferente en ella. Parecía una de esas actrices de los años 50. Era la personificación de la elegancia y la belleza clásica. Su vestido verde esmeralda eclipsaba a cualquiera presente en la fiesta. Su cabello rojo brillaba como el fuego.
—¡Bella! —gritó, precipitándose hacia mí.
Me reuní con ella en un abrazo afectuoso que nos hizo reír a las dos. Su padre nos miraba con un gesto de desaprobación desde la distancia. No entendía cuál era su problema conmigo. No le agradaba por una misteriosa razón.
—Estás hermosa, Cassie—Le di un beso en la mejilla—. No podía esperar a verte.
Ella enlazó su brazo con el mío y me alejó de Aleksi.
—Sería incapaz de dejarte sola con cierta arpía—señaló discretamente hacia una esquina dónde vislumbré a Alina con su vestido dorado y muy entretenida con sus amigas.
Puse los ojos en blanco.
—No le demos atención. Es lo que busca.
—La lanzaré al agua si abre esa sucia boca para decir estupideces—masculló y me reí—. Vamos a mezclarnos, cariño. Quiero presentarte a unos amigos.
—No creo que sea una buena idea—Miré a Aleksi que tenía sus ojos sobre mí.
Cassie resopló.
—El energúmeno estará ocupado con asuntos de negocios—Detuvo a uno de los camareros que andaban por allí y tomó dos copas de champagne para nosotras—. Te relajará.
Le quité la copa de la mano y bebí un trago.
—¿Cómo vas con los preparativos de tu boda? —inquirió.
Me encogí de hombros.
—Aleksi se hará cargo de todo.
—Probablemente te llevará a una capilla y se casarán al estilo tradicional de Las Vegas con la bendición de Elvis Presley.
Apreté los labios con disgusto.
—No me importa conocer los detalles. No me importa nada.
—Oh, Bella...
—Pero no hablemos de él. Mejor preséntame a tus amigos.
Su sonrisa se volvió gigantesca.
—Claro.
Intenté no inquietarme cuando Cassie me llevó a un grupo de mujeres y hombres. La mayoría de ellos parecían de mi edad.
—Bella, él es Jordan —Cassie me presentó a un rubio de ojos azules—. Jordan, ella es Bella.
—Encantado de conocerte, Bella.
Jordan depositó un beso en mi mano y me ruboricé.
—Igualmente.
La siguiente fue una chica de tez oscura.
—Ella es Layne.
—Mucho gusto—dije, sonriéndole y ella me devolvió el gesto.
Las presentaciones siguieron y me hicieron sentir parte del grupo. Me incluían en cada conversación sin presionar demasiado. La verdadera fiesta empezó cuando llegó la noche y un DJ tomó el lugar de la pianista y la música electrónica llenó el ambiente. Las luces se atenuaron aún más y los tragos iban y venían. Observé en varias ocasiones en busca de Aleksi, pero no lo vi en ninguna parte. Asumí que no le molestaba que pasara el rato con Cassie. Mi mejor amiga bebió más de lo normal. Reía salvajemente, echando la cabeza hacia atrás, soltando carcajadas ruidosas. Algunos hombres la miraban con descaro y ella les guiñaba un ojo a todos. Yo los ignoré. No quería alentarlos a acercarse. Pero la pelirroja no compartía la misma moderación. Se presionó contra un chico meneando sus caderas de manera sensual. El joven tomó la iniciativa besándola delante del resto que gritaban y aplaudían. Nunca la había visto descontrolarse así.
—Te ves muy perdida —Un hombre apuesto me acorraló cerca de la barandilla—. Muchos no tuvieron el valor de acercarse porque saben quién eres.
—¿Y quién soy?
—La mujer de Aleksi Kozlov—respondió con una sonrisa—. Probablemente esta será mi última noche con vida, pero no podía desaprovechar la oportunidad de acercarme. Mucho gusto, soy Dalton Clarke.
Estrechamos nuestras manos y miramos a Cassie que se había subido sobre una mesa y bailaba alocadamente. Dios. Estaba muy ebria. Quería detenerla, pero a la vez entendí que estaba estresada por culpa de su padre. Merecía olvidar un rato los problemas.
—¿Alguna vez has oído hablar de Clarke Style? —inquirió el hombre a mi lado.
—No, realmente —dije, apartándome—. Si me disculpas...
Pero no llegué muy lejos. Dalton me agarró de la muñeca y frenó mi huida. ¿Qué demonios estaba mal con él? ¿Acaso tenía ganas de morir? Lo observé horrorizada y enojada.
—Mi empresa se dedica a las mejores costuras de Las Vegas—prosiguió a pesar de mi molestia—. Necesitamos una cara bonita como la tuya, Bella. Puedo hacer que el mundo te conozca como la reina que eres.
—Déjame ir.
—Tócala de nuevo y te mato.
Nos giramos hacia la voz furiosa de Aleksi, que se veía letal con su esmoquin negro y su cabello castaño despeinado. Sus ojos verdes parecían más oscuros cuando se detuvieron en la mano de Dalton en mi muñeca.
—Aleksi... —Dalton tropezó con sus propias palabras y me soltó inmediatamente. Se puso pálido como una hoja mientras yo me refugiaba detrás de la espalda de Aleksi—. Disculpa mi indiscreción. No quise incomodarla. Le hacía una propuesta de trabajo que podría interesarle.
Aleksi chasqueó la lengua.
—¿La misma que utilizas para embaucar a ingenuas jovencitas? —Se burló él—. Oh, déjame adivinar. Las llenas de ilusiones prometiéndoles que serán grandes modelos con futuro en las pasarelas, pero tú y yo sabemos la verdad, Dalton—Aleksi bajó la voz—. Mantente alejado de ella. Es mía.
Dalton asintió rápidamente y se retiró con la bebida en la mano. Solté el aliento que estaba conteniendo y enfrenté a mi captor. Una vena palpitó en su cuello mientras rodeaba mi cintura con un brazo. Noté que algunas personas nos miraban. Traté de calmar la situación.
—Te advertí que no hablaras con ningún hombre —gruñó el ruso.
Dios, dame paciencia.
—Él se acercó.
—También te vi divertida con ese grupo de adolescentes cachondos que se mueren por una probada de ti.
Mi palma ardía por las ganas de darle una bofetada. Maldito idiota.
—Estás siendo ridículo. ¿Acaso es mi culpa?
—Quemaré tu puto armario cuando lleguemos a casa—dijo mirando el escote de mi vestido.
—Eres un imbécil inseguro—escupí, poniendo distancia entre nosotros.
Aleksi me tomó del brazo y me atrajo para un beso. Sus labios se estrellaron contra los míos a un punto casi doloroso. Sus manos sujetaron mi rostro mientras devoraba mi boca. Había rabia y celos en su contacto. El momento intenso fue interrumpido por una carcajada.
—Vaya, vaya—rió Allek entre dientes—. Cualquiera pensaría que la luna de miel fue adelantada.
Alina estaba detrás de él con una copa en la mano y sus ojos maliciosos observándome. Ella soltaba risitas poco disimuladas. ¿Qué quería? ¿Por qué no desaparecía con sus amigos? ¿Por qué no me dejaba tranquila?
—¿Qué diablos quieres? —preguntó Aleksi—. Ya todo fue dicho en la reunión.
La mirada lujuriosa de Allek recorrió mi cuerpo de pies a cabeza.
—Solo estoy comprobando a tu nueva mascota—Se lamió los labios—. ¿Qué tiene de especial? Muchas como ella abundan en mi burdel.
El temperamento de Aleksi emergió mientras mi rostro se ruborizaba por la humillación.
—¿Qué mierda significa eso? —escupió Aleksi—. Estás cruzando una jodida línea.
—Te dije que está muy fascinado con su juguete —intervino Alina con decepción.
Pude sentir como la sangre se acumulaba mi rostro debido a la indignación. Probablemente me metería en problemas después de esto, pero me prometí que esa noche nadie me humillaría. Estaba cansada de Alina y sus estupideces.
—¿Cuál es tu problema, Alina? —repliqué con las manos en puños.
Sus fosas nasales se agitaron, mirándome como si quisiera lanzarme por la proa.
—¿Mi problema? —rió—. Entiende que la gente de tu clase no debería estar aquí.
—¿Mi clase?
—Sí, tu clase—La rubia me señaló con un dedo—. Insignificante, escorias de la sociedad...
—Oh, Dios... —Me eché a reír porque sonaba patética—. Me conmueve que te sientas amenazada por una escoria como yo. Debe ser triste, ¿no? Aún te duele que Aleksi me haya escogido por encima de ti —Batí mis pestañas—. Te vi en la mansión hace un par de noches. Tan desesperada por su atención. No tienes amor propio, no tienes dignidad. Me das lástima.
La expresión de Alina se volvió más estruendosa y colérica.
—Tú, pequeña puta...
Vi que tomaba impulso para lanzarme el contenido de su copa, pero fui rápida y atajé el movimiento antes de tiempo. El champagne cayó en el lago y ella se abalanzó sobre mí como un animal rabioso. Aleksi la detuvo, sosteniendo sus brazos.
—Ya basta o haré que te echen de mi fiesta.
—Pero... —protestó Alina.
Aleksi la empujó en los brazos de su primo que no contuvo su carcajada. Se reía ruidosamente y algunos invitados lo acompañaron. Otros siguieron bailando y retomaron la conversación como si fuese solo otro escándalo insignificante.
—Sácala de mi vista—ordenó Aleksi.
Allek rodeó a Alina con sus brazos y me guiñó un ojo. Enderecé la postura, dejándole saber que él me importaba una mierda y no me afectaba.
—Mi propuesta sigue en pie, Aleksi. Ella es bienvenida en mi burdel —dijo Allek antes de alejarse con Alina furiosa.
Hijo de puta... Me dirigí a él con los puños apretados dispuesta a golpearlo, pero Aleksi me frenó. Me llevó a una zona aislada en la proa. Furiosa, aceleré el paso y tropecé con mis tacones. Me agarró inmediatamente, acorralándome contra las barandillas.
—Desde un principio te advertí que no cayeras en ninguna provocación.
Mi cuerpo temblaba de rabia e indignación. La traición y la humillación ya eran insoportables.
—¿Qué querías que hiciera? —siseé entre dientes —. ¿Pretendías que me quedara callada y permitiera que ellos me humillen otra vez?
—Era mejor eso a convertirte en el blanco de Allek. ¿Has visto cómo te mira?
—¡Entonces mátalo! —grité con lágrimas en los ojos—. ¡Haz algo! ¡Te llenas la boca diciendo que soy tu mujer y no eres capaz de defenderme! ¡Vete a la mierda, Aleksi!
—Una palabra más y...
—¿Y qué? —Lo interrumpí—. ¿Vas a golpearme? ¿Vas a matarme? ¿Aquí delante de todo el mundo?
Sus ojos se oscurecieron, su mandíbula se apretó mientras me observaba. Había una advertencia en esa mirada.
—Vuelve a la fiesta cuando estés más relajada y no te atrevas a dejarme en ridículo de nuevo.
—Púdrete—escupí.
Me agarró del cuello y presionó. Empecé a quedarme sin aire, pero nunca aparté los ojos de los suyos. Quería ver fijamente al monstruo. No iba a darle el gusto de verme caer.
—Te daré tu merecido cuando lleguemos a casa.
Me besó bruscamente antes de apartarse y regresar a la fiesta. Me quité uno de los tacones y se lo lancé a la espalda. Aleksi nunca miró atrás. Nunca se aseguró de que estuviera bien mientras mi cuerpo se desplomaba en uno de los sillones y contenía los sollozos. Inspiré profundamente para mantener a raya mis emociones. No iba darles a mis enemigos la satisfacción de presenciar mi destrucción. No iba a darles nada.
Me quedé en la barandilla del yate mirando el lago. La noche empezó a iluminarse con fuegos artificiales y la música sonaba a todo volumen. La fiesta seguía a pesar de mi tristeza. Escuché pasos a poca distancia, pero no me fijé quién era. Esperé a que alguien reconociera mi existencia. Esperé a que ese alguien se diera cuenta lo dañaba que estaba. Esperé ser vista por primera vez.
—No estarás pensando en saltar, ¿verdad? —dijo una voz suave y aterciopelada.
Parpadeando lentamente, aparté mis ojos del lago y estudié al hombre frente a mí.
—¿Qué...? —No pude terminar la frase.
Mi respiración se quedó atrapada en mis pulmones cuando vi su rostro exquisito. Primero noté su altura. Era muy alto. Tal vez unos treinta centímetros más que yo. Sus rasgos rusos eran muy evidentes. Desde su aspecto hasta el acento en su tono. Su cabello era negro como las alas de un cuervo y algunos mechones caían sobre su frente. Tenía unas cejas gruesas y oscuras sobre unos impresionantes ojos azules. Una boca de labios carnosos y húmedos. Pómulos anchos, nariz recta y una mandíbula definida recién afeitada. Su traje oscuro era impecable: con corbata del mismo color y chaleco. Era magnético.
Cuando observé sus ojos de nuevo noté un destello de humor allí. Oh, Dios. No podía disimular mi asombro y mis nervios, mucho menos el color rosado que se arrastraba por mis mejillas calientes.
—Iría detrás de ti—murmuró. Su tono era bajo y calmado—. Pero preferiría que no lo hagas.
—Yo... No voy a saltar.
—Bien.
—¿Quién eres? —pregunté—. ¿Acaso tienes deseos de morir?
Mantuvo las manos en los bolsillos con la mirada puesta en el viejo faro que brillaba a poca distancia.
—¿Por qué querría morir cuando acabo de conocerte?
Un escalofrío me recorrió la base de la columna vertebral. Miré alrededor para asegurarme de que Aleksi no estuviera cerca.
—¿Tienes idea de quién soy?
Las comisuras de su boca se inclinaron en una media sonrisa. Mi pulso se aceleró incontrolablemente. Había algo contradictorio en su belleza. Yo sabía que no era un hombre común. Era la personificación del peligro y el poder.
—Sé muy bien quién eres, Bella.
Me puse de pie y tropecé hacia atrás, al borde de las barandillas. Él no se inmutó.
—Manejaste muy bien la situación allí—continuó a pesar de mi conmoción—. Yo hubiera hecho algo mucho más drástico.
—¿Cómo qué? —presioné.
Negó con la cabeza y su sonrisa creció. Noté que era más joven que Aleksi, quizás pocos años más que yo. Pero la oscuridad en su rostro lo hacía parecer mucho más adulto. ¿De dónde había salido este hombre?
—Te aseguro que no hubiera sido tan gentil como tú —dijo, su tono extrañamente juguetón; aunque su rostro era frío.
—Has prestado atención—asumí.
Hizo una lenta evaluación de mi cuerpo, poniéndome más nerviosa y temblorosa. Solté una pequeña bocanada de aire mientras sus ojos se detenían en mis labios, mi cuello, la forma en que mi pecho subía y bajaba. Mis piernas se debilitaron.
—¿Y qué más viste de mí?
Alzó una ceja cuando su mirada volvió a encontrarse con la mía.
—Que eres preciosa—respondió—. No solo eso. Eres fuerte, noble y valiente. Admiro tu inteligencia y la forma en que manejas cada situación. No te dejas derrumbar por nada ni nadie. Fuiste herida de varias formas, pero eso no impide que tú sigas adelante. Eres una superviviente. Admiro tu fortaleza, Bella.
Me costó seguir el ritmo de la conversación.
—Es una lectura extraña de mi carácter. No me conoces realmente.
—Te veo siempre.
—¿Qué se supone que significa eso?
Sacó un pañuelo negro del bolsillo de su chaqueta y ahí noté sus manos cubiertas por guantes de cuero negro. Lo miré confundida, pero acepté la fina seda para limpiarme las lágrimas que no sabía que estaba derramando.
—Pronto terminará todo. Recuerda que nada es para siempre. Hasta pronto, Belosnezhka.
Se alejó de mí, caminando casualmente, como si nada hubiera pasado. Examiné el pañuelo entre mis dedos frunciendo el ceño cuando vi dos letras bordadas en él.
C.N.
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