Capítulo 33
Aleksi
Besé el hombro desnudo de Bella y me levanté de la cama. Pasó un tiempo desde que había dormido tan bien. Anoche la hice mía incontables veces después de poner mi anillo en su dedo. Ella estaba poco dispuesta a ser mi esposa, pero pronto se acostumbraría y se resignaría a aceptarme para siempre.
Los matrimonios en mi mundo tenían un simple fin. Esta vez era diferente. Todo era diferente con Bella. Era la mejor manera de retenerla y marcarla el resto de su vida. Quería que su autonomía me perteneciera por completo. Quería tatuarle mi nombre en la piel.
—Debemos ser discretos—murmuré, saliendo de la cama y estirando los brazos—. No sería bien visto que anuncie mi nuevo compromiso después de lo ocurrido.
Todavía tenía que resolver algunos problemas con la jodida policía y el alcalde. Fredrek solicitó una reunión que rechacé. Hoy estaba excepcionalmente animado y nadie arruinaría mi día.
—Si gustas, puedes escoger el vestido lo antes posible—continué a pesar del silencio de Bella.
Se mantuvo de espaldas, sus ojos miraban fijamente la ventana. Regresé a su lado en la cama y se estremeció cuando respiré en su pelo. Su aroma me obsesionaba como cada parte de ella.
—No actúes como si no quisieras esto tanto como yo.
—Nunca te importó lo que quiero.
—¿Eso es lo que piensas? —Besé su oreja—. Me gritaste una y otra vez que no serías mi amante así que decidí convertirte en mi esposa—Metí la mano bajo las sábanas y toqué su muslo. Seguía húmeda con mis restos en su piel—. Solo estás avergonzada de anhelar a un monstruo como yo. Eso te está destruyendo.
Mis dedos rodearon su sensible clítoris y ella se arqueó. Sonreí.
—No te preocupes, cariño. Pronto te rendirás a la oscuridad y aprenderás a disfrutarla —gemí en su cuello y me aparté con una mueca. Mi pene dolía—. Me quedaría a follarte todo el día, pero necesito arreglar los desastres que hice en tu nombre. Hoy tampoco tienes permitido salir.
Bella se enderezó en la cama con las sábanas contra sus pechos desnudos. La vista me dejó sin aliento.
—¿Hasta cuándo me mantendrás encerrada aquí? Me volveré loca.
—No seas exagerada.
—¿Exagerada? —Se alteró—. Me estás quitando mi poca libertad.
—Necesito ser precavido con la muerte de Connor. Hay gente ahí afuera que no está feliz con lo sucedido y te usarán en mi contra. Solo dame unas semanas y todo volverá a la normalidad.
Me miró con cautela y en silencio con los labios apretados. Ella sabía que era tiempo perdido discutir conmigo. No arriesgaría su seguridad por un capricho.
—Ven a la ducha conmigo—ordené.
No me quedé a esperar su respuesta. Entré en el baño y me metí bajo el chorro de agua caliente. Me quedé allí alrededor de cinco minutos hasta que Bella decidió unirse. La vista me detuvo en seco. Su cabello se alisó inmediatamente con la humedad y su piel brillaba por el vapor. Vi con avidez como las gotas se deslizaban por sus pechos y su ombligo. Mi cuerpo se llenó de posesividad. Agarró una barra de jabón y empezó a limpiar mi torso y mis brazos. Nunca lo admitiría en voz alta, pero me gustaba sus atenciones.
—Dijiste que hiciste desastres en mi nombre—murmuró—. ¿Por qué? Tu matrimonio con Ciara era importante y todo lo que necesitas. Ella viene de una buena familia. Su padre es un hombre muy poderoso.
—Yo soy más poderoso y no los necesito —Atrapé su muñeca y la presioné contra mí—. Todo lo que quiero es a ti y voy a tenerte completamente. Hasta que la muerte nos separe.
La estreché entre mis brazos y reclamé su boca en un beso abrasador. Ella se puso de puntillas y empuñó mi cabello con tal desesperación que me hizo gruñir. Sin apartar nuestras bocas, la arrinconé contra la pared y pasé su pierna sobre mi cadera.
—Hasta que la muerte nos separe, cariño—repetí y me hundí en su interior.
La prensa seguía amontonada en la entrada principal de Kozlov Palace. Tuve que ingresar por la salida trasera para pasar desapercibido. Ese maldito atentado me costaría muy caro. Primero la familia Solovióv y ahora el clan Claymore. No existía nadie que me detuviera en Las Vegas. Yo era el único rey.
Mis enemigos se acumulaban. Había obtenido demasiada influencia y poder los últimos años. Sabía que a partir de ahora muchos planearían mi caída. Podían venir por mí cuando quisieran. Yo era imparable.
—Los drones no han captado ninguna amenaza, señor—informó Viktor mientras caminaba con calma por los pasillos del casino.
Fui recibido por un silencio sepulcral. Se encontraba vacío y la escena dónde Connor había sido asesinado fue limpiado. Reproduje en la Tablet las imágenes de la cámara de seguridad y volví a ver por enésima vez los eventos del día anterior. El irlandés recibió un tiro limpio. Nadie pudo captar al sicario. Sucedió jodidamente rápido.
—Mantén en contacto al mercenario —mascullé y le entregué la Tablet a Viktor—. Puede ser útil en el futuro.
—Sí, señor.
—¿Hay noticias de Sean Claymore?
—Sigue prófugo. En cuanto a Ciara y su madre se han ido del país.
La sonrisa se propagó por toda mi cara. No era de mi interés mantener ningún contacto con mi antigua prometida. No le enviaría mis condolencias mucho menos una explicación de que nuestro compromiso estaba terminado. Lo único que tomaría de los Claymore era su territorio en Las Vegas.
—Vigilen los puertos de Toronto—dije—. Es muy probable que el heredero Claymore se haya refugiado allí. Ciara es inofensiva, pero su hermano es un bastardo vengativo. Tomará represalias cuando menos lo esperemos y debemos estar listos.
—A tus órdenes. Los motociclistas quieren más dinero para custodiar los territorios.
Puse los ojos en blanco.
—Dales lo que quieran. Sabes que no nos conviene tenerlos descontentos.
—Sí, señor.
—Déjame solo, Viktor.
Asintió y me dio privacidad. Caminé al bar y me serví un trago mientras miraba el escenario. El mismo dónde Bella había cantado hacía dos noches. Bebí un sorbo con mi cabeza dando vueltas. Nada podía ir tan perfectamente bien. Todavía tenía que luchar para mantener mi posición y afrontar las consecuencias por desear a la mujer equivocada. Se aproximaban guerras y tal vez pérdidas. Me froté el rostro por el estrés que me provocaba pensar en los problemas del futuro.
—Supuse que estarías aquí—La presencia de Fredrek no me sorprendió. Era un hombre muy persistencia y siempre conseguía lo que quería. Probablemente tenía muchas ganas de volarme la cabeza a balazos justo como sucedió con Connor.
Alcancé otro vaso del estante y lo llené con vodka.
—Me estaba tomando un descanso —respondí—. Fue una noche caótica para todos. Me alegra que estés bien.
—Te subestimé—masculló—. Sabía que planeabas algo, pero no esto. ¿Eres consciente de todo lo que has provocado, Aleksi?
Tomé un trago.
—Nada que no pueda resolver.
Fredrek se apoyó contra el mostrador mientras examinaba mi rostro.
—Has ensuciado nuestra imagen con tantas promesas rotas. El mundo piensa que la bratva no tiene palabra ni lealtad—Se echó hacia atrás y luego volvió la cara hacia el espejo contra la barra. Bebió de su vaso y dejó que la hostilidad disminuyese entre nosotros—. Tu tío Vlad no está contento. Prometió venir lo antes posible.
Algo inevitable. Mi tío Vlad era hermano y antiguo asesor de mi padre. Un hijo de puta que le ayudó a construir su imperio y uno de los hombres más despiadados que había conocido. Lo respetaba del mismo modo en que lo admiraba. Su presencia en mi ciudad no significaba nada bueno. Venía ocasionalmente solo para asegurarse de que nuestro legado estaba a salvo. Mierda.
—Lo llamaste—asumí.
—Él iba a enterarse de todos modos. No has sido muy discreto con tus errores.
Empujé mi vaso hacia el mostrador y lo observé con una ceja alzada.
—La muerte de los Solovióv ha sido más que beneficioso y he conseguido el territorio de los Claymore. También tengo una alianza con los italianos—Me reí con sorna—. ¿A qué error te refieres exactamente?
Fredrek dudó antes de hablar.
—No has sido el mismo desde que ella entró en tu vida.
La esquina de mi boca se curvó en una sonrisa irónica. Sabía que vendría con su discursito tarde o temprano. Fredrek no era tan diferente a mi padre como creía.
—Te advertí que no volvieras a involucrarla. Bella no tiene nada que ver con mis negocios.
Flexionó la mandíbula.
—¿No? Tus enemigos saben que pueden llegar a ti a través de ella. Aleksander lo ha intentado y te aseguro que en el futuro sucederá lo mismo. Me preocupa que arriesgues tu imperio por una mujer que no vale nada...
El salón estaba en un profundo silencio. De repente alcancé el vaso de vodka y lo aventé con rabia contra la barra dónde se estrelló en mil pedazos. Fredrek se mantuvo imperturbable por mi arrebato. Había tolerado que la primera vez hablara mal de ella. La segunda vez no.
—Bella ha llegado a mi vida para quedarse —Bajé la voz hasta y acerqué mi rostro al suyo—. No es una más. Será mi esposa los próximos meses.
Fredrek me miró con incredulidad y sacudió la cabeza. Parecía que iba a comentar algo, pero lo pensó de nuevo y soltó una respuesta tosca.
—¿Esto es lo que quieres?
—Sí.
—De acuerdo —Ignoró su bebida—. Espero que no lamentes esta decisión, Aleksi. Puedo reconocer a una oportunista cuando la veo y Bella es una.
Se marchó sin decir nada más y me serví un nuevo trago. Bella era muchas cosas menos una oportunista. Mi hermoso pajarito solo quería huir y dejar atrás todo lo que yo representaba. No le importaba mi dinero o mi posición. Yo no le importaba en absoluto, pero mi obsesión se empeñaba en mantenerla a mi lado y nunca le devolvería su libertad. Primero muerto antes que verla irse.
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Bella
Aspiré el dulce aroma de las rosas en el jardín. Los pétalos resplandecían a la luz de la mañana, suaves y firmes. El tono blanco más bonito que había visto. Corté algunos tallos cuidadosamente para luego colocarlos en el jarrón del comedor. Me gustaba estar rodeada de estas bellezas porque me daban paz. Me recordaban a la chica que fui una vez.
La luz del sol captó el brillo de la piedra que adornaba mi anillo. Era precioso. Ostentoso. Algo había cambiado después de su declaración. Sabía que nuestra relación no había empezado en los mejores términos, pero empecé a preguntarme que se sentiría si dejaba de luchar contra él y me rendía de una vez a la oscuridad. Había una pequeña esperanza de que una vez casados dejaría de tratarme como a su juguete y me convirtiera en su reina.
Mi destino era inevitable de todos modos así que necesitaba ser mucho más inteligente. Éramos dos jugadores en una partida de ajedrez. Yo tenía la ventaja y me aseguraría de hacerle Jaque mate al rey. Solo esperaba sobrevivir a las tragedias que se avecinaban.
Los días seguían pasando y me sentía cada vez más atrapada. No había pensado en volver a escapar. Ni siquiera sabía si quería irme o no. Mi cuerpo fue encarcelado por él y tomado cada vez que Aleksi tenía ganas. Cuanto más tiempo pasaba, más lo anhelaba. Recordé el término que utilizó Cassie. Ella lo llamó Síndrome de Estocolmo.
No esperaba este giro. La resignación nunca había sido una opción, pero mirando de nuevo el anillo consideré en darle otra oportunidad a Aleksi. Tal vez podríamos ser felices juntos. Tal vez... Las lágrimas se acumularon en mis ojos y me cubrí el rostro con las manos. ¿Qué demonios estaba haciendo? Tenía un vínculo enfermizo con mi captor. Sabía que era inaudito. Especialmente después de todo lo que me había hecho. No podía sucumbir a eso. Por muy sola que me sintiera necesitaba despertar.
—Despierta, Bella —susurré y tomé una respiración profunda—. Despierta.
—Sí, despierta porque te tengo una sorpresa —El familiar tono grave fue repentino y solté el tallo de la rosa blanca. Aleksi sonrió—. ¿Hay algo que perturba tu cabeza, cariño?
Presioné una mano sobre mi pecho y tragué saliva.
—Odio que hagas eso.
Me ayudó a estabilizarme y puso una mano en mi cintura mientras me llevaba de regreso a la mansión. El aroma de su colonia era diferente hoy. Picante. Delicioso.
—¿Ya escogiste una fecha? —preguntó.
Apreté los dientes.
—No.
—Será mejor que lo hagas pronto. Tienes tiempo hasta esta noche—endureció su tono.
Las chicas como yo estaban estudiando para su próximo examen, no planeando una maldita boda. Era una locura. Tenía diecinueve años. Era muy difícil imaginarme como una mujer casada. ¿Lo peor? Mi futuro marido no era un hombre normal.
—¿La boda será dentro de unos meses? —inquirí.
—El próximo mes.
Mi corazón se encogió con temor.
—Es demasiado pronto.
—¿Qué más da? No importa la maldita fecha, Bella. Serás mi esposa.
Me mordí la lengua mientras me tragué la serie de objeciones que quería lanzarle. Volvíamos al mismo punto de retorno dónde mi opinión ni mis deseos eran relevantes. Él siempre decidiría por mí.
—No quiero nada escandaloso —dije—. Prefiero algo más íntimo.
Aleksi sonrió satisfecho porque era la primera vez que me oía involucrarme en los planes de nuestra boda. Sonaba tan irreal. Nuestra boda.
—Estamos de acuerdo en algo, cariño.
Pasamos por la sala de la mansión y luego avanzamos a la entrada principal. Mis zapatos repiquetearon contra los adoquines y protegí mis ojos contra el deslumbrante sol. Fruncí el ceño cuando capté un auto estacionado cerca de los portones de metal. Era un Mercedes Benz rojo deportivo y descapotable.
—¿Te gusta? —preguntó Aleksi.
Sacó una llave de su bolsillo y caminó hacia el auto. Los músculos de su espalda se flexionaban con cada paso. Ese pantalón jeans combinaba muy bien con la camisa negra que dejaba al descubierto su pecho. Pocas veces lo había visto vestido de manera informal. Me aclaré la garganta y volví mi atención a sus ojos verdes.
—Es lindo—dije.
Me lanzó las llaves y las atrapé en el aire confundida.
—Es para ti.
Solté un balbuceo incoherente.
—No sé conducir y no tengo licencia.
—Todo está cubierto. Irás a una autoescuela la próxima semana —masculló y cruzó los brazos sobre su amplio pecho—. Necesito que aprendas, Bella. En cualquier momento puede presentarse una situación peligrosa y quiero que estés segura en el volante.
Él me había regalado cosas que nunca terminaría de pagar. Ropa, joyas, lujos, pero un auto definitivamente no era algo que esperaba. No pude contener la emoción que se gestaba dentro de mí. Aprender a conducir me daría un poco más de independencia.
—Gracias.
—Ven aquí y agradéceme de la forma correcta.
Corrí sin pensarlo y me abalancé sobre él. Aleksi me atrapó con las manos en mi trasero mientras mis piernas le rodeaban la estrecha cintura y junté nuestras bocas en un beso apasionado. Era hambriento y exigente, como si no pudiera tener suficiente de mí.
—Quiero dar una vuelta —dije entre besos—. ¿Por favor?
Aleksi gimió.
—Solo si prometes darme mi recompensa más tarde.
Puse los ojos en blanco, pero estaba sonriendo como una estúpida.
—Hecho.
Abrí la puerta del auto con el pequeño control y me apresuré a sentarme en el cómodo asiento del pasajero. Miré maravillada cada parte de mi nuevo regalo. El volante, el tablero, la palanca de cambios. Lo amaba y no podía esperar a conducirla. Aleksi compartió algunas palabras con sus hombres y después se unió a mí.
—Cinturón —masculló y obedecí con la sonrisa todavía pegada en mi rostro.
Los portones se abrieron y dos camionetas todoterreno nos siguieron en el paseo. El modo descapotable estaba activado y alborotaba mi largo cabello castaño que se agitaba en todas las direcciones. El ruso encendió los estéreos y sonó una canción de Linkin Park. Conocía la letra así que canté mientras agitaba los brazos y Aleksi entraba en la carretera de Las Vegas. Me sentí libre a su lado por primera vez.
—Esto es increíble —dije entre risitas mientras el motor ronroneaba. Me miró brevemente a través de sus gafas de aviador.
—Tendrás lo mejor, cariño, mientras me des lo que quiero.
Mi sonrisa se desvaneció lentamente.
—¿No es lo que he hecho las últimas semanas? ¿Complacerte y darte lo que quieres?
—Siempre puede ser más.
—¿Qué hay de mí? —inquirí con la cabeza apoyada contra el asiento de cuero—. También busco algo más de ti, Aleksi. No todo se trata de lujos o sexo.
Un dedo acarició un lado de mi rostro, el leve roce fue suave y tan contradictorio con el hombre frío que conocía.
—Deberás conformarte con lo que te ofrezco, cariño. Si esperas amor... —Negó con una sonrisa y regresó su atención en la carretera—. Vas a decepcionarte.
Aparté la mirada y me mordí el labio. Qué chica tan ingenua había sido. ¿Cómo podía ofrecerme ese sentimiento cuando todo lo que había conocido en su vida era odio? Aleksi estaba roto y yo no podía unir sus piezas.
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