Capítulo 32
Aleksi
El automóvil serpenteaba por las calles de Strip. Me aseguré de que mi pistola estuviera cargada y verifiqué la hora en mi reloj. Veinte minutos tarde. Tiré mi cabeza hacia atrás contra el asiento de cuero y suspiré. Estaba aburrido de una ceremonia que ni siquiera había iniciado. Sería más fácil llegar cuando finalizara y ahorrarme los falsos elogios y la hipocresía. Pero tenía que estar allí y orquestar el plan perfecto. No habría otra oportunidad. Viktor tamborileó el volante con los dedos y me echó un breve vistazo. Era el único que estaba al tanto del caos que se desarrollaría en las siguientes horas.
—El mercenario estará listo cuando dé la orden. —informó Viktor y regresó la atención en las calles—. Dicen que es el mejor. Nunca ha fallado en un objetivo.
Una sonrisa se extendió por mis labios.
—Perfecto.
—Los hombres de Connor están en la fiesta. Diez al menos. Nada extravagante.
—Él se siente seguro. Realmente ha confiado en mí. Piensa que ha ganado —Me burlé y sacudí la cabeza—. Me considera un pobre imbécil manipulable porque yo lo quise así.
—Esta guerra no tendrá fin, Aleksi —Viktor cuestionó—. ¿Cuánto tiempo perdurará la lealtad de Matteo?
—Estaré diez pasos adelante el día que intente traicionarme. Yo siempre gano, Viktor.
No respondió y se limitó a conducir. Era arriesgado. Mi nombre quedaría manchado y muchos me darían la espalda, pero no había nada que temer. Había llegado demasiado lejos para dar marcha atrás. Hoy eliminaría una competencia menos. A él y a toda su descendencia.
El automóvil se detuvo en la salida trasera y bajé, ajustándome la chaqueta. Hablarían de este evento durante meses. Qué trágico. La melodía de un cuarteto de cuerdas se entretejía con el murmullo de las conversaciones cuando entré con Viktor. Mi mirada detalló la amplia sala del casino, catalogando rostros conocidos. Mis hombres se ubicaban en puntos estratégicos, delatados por sus auriculares y trajes oscuros.
Les tendí la mano a mis invitados, unos cuantos políticos y actores famosos que se habían tomado la molestia de asistir. Parecía un ambiente normal. Los camareros y camareras se escabulleron, repartiendo bebidas y comida. Toda la habitación estaba llena de hombres en trajes y mujeres hermosas. Me abrí camino entre las mesas de apuestas, tratando de llegar a Connor cuando una rubia me bloqueó el paso. Suspiré con fastidio.
—¿Qué haces aquí, Alina? —pregunté con la mandíbula tensa y miré a la multitud.
Connor sonreía con Fredrek y Lev. Parecía a gusto con mis asociados. En una esquina vi a su hijo coqueteándole a Cassie Belova que se mantenía cruzada de brazos e indiferente.
—Solo quería decirte felicidades —sonrió Alina y arregló mi corbata—. Tu prometida es una mujer muy afortunada.
—Si me disculpas... —Aparté sus manos, pero ella fue insistente y acercó su oreja a mi oído. El aroma de su perfume costoso era tan empalagoso como solía recordarlo. No había nada en esta mujer que me resultara agradable.
—Sigo aquí, Aleksi —Su mano bajó a mi entrepierna—. Siempre estaré para ti.
Aparté su mano y me alejé sin responder. Sabía que su orgullo no duraría mucho tiempo. Estaba encaprichada conmigo. Dolida por algo que nunca podría tener. Me uní a Connor y los demás en su mesa de apuesta. La ruleta giraba y los aplausos estallaron cuando el número veintiséis fue el ganador a favor de Lev. Era una sorpresa que el padre de Alina estuviera presente, aunque con el dinero que le había dado por las molestias era suficiente para olvidar hasta su maldito nombre.
—Connor—anuncié.
—¡Aleksi! —Me dio palmadas en la espalda y una gran sonrisa—. Permíteme decirte que te has lucido con Kozlov Palace. La fiesta es maravillosa.
—Me alegra que sea de tu agrado—Mi mirada se desvió hacia el salón dónde cada presente se divertía—. ¿Dónde está mi hermosa prometida?
—Oh, ella vendrá pronto—Connor regresó a la ruleta y aumentó la apuesta.
El hombre estaba en su mejor momento sin tener la menor idea de lo que pronto sucedería. Todo se veía muy tranquilo y por un instante me molestó pensar que la reputación de mi casino se encontraba en riesgo. Después de este incidente sería difícil recuperar mi prestigio.
—Te ves muy bien, Aleksi—masculló Fredrek, extendiendo la mano para estrechar la mía—. Estoy orgulloso de ver lo lejos que has llegado.
Le ofrecí una sonrisa tensa mientras despedía a la camarera que me ofrecía una bebida. Quería estar lúcido cuando sucediera sin darle oportunidad a ningún error. Lev asintió en reconocimiento y continuó su apuesta con Connor.
—Gracias por acompañarme una vez más—dije.
—No hay de qué. La demanda es muy alta desde que la noticia se expandió en la ciudad y en otras regiones. Me aseguré de enviar las nuevas mercancías a Toronto y ha llegado en excelentes condiciones —Fredrek sonaba emocionado y optimista—. El comercio de fentanilo será muy bien recibido. Los almacenes se han puesto en marcha.
Su mayor fantasía se estaba haciendo realidad. Siempre había deseado comercializar con los canadienses que codiciaban el fentanilo más que nadie. Era una pena que su sueño se viera arruinado. Me comentó sobre los planes y los beneficios que obtendríamos. Me dolía decepcionarlo. Pero si yo no velaba por mis intereses nadie lo haría. Quería demostrar que me regía por mis propias reglas. No aceptaría ni una manipulación más. Conservaría mi imperio y me quedaría con la única mujer que me importaba.
—Esas son grandes noticias, Fredrek.
—Es solo el comienzo de un éxito asegurado—Su mirada se dirigió a un lado de la sala—. Vaya...
Seguí la línea de su atención y vi a Ciara caminar acompañada de su madre. El vestido blanco de mangas largas acentuaba su piel bronceada y sus ojos oscuros se iluminaron al encontrarse con los míos. Era indiferente con ella, pero no podía negar que era muy atractiva.
—Caballeros—dijo Ciara cuando estuvo cerca—. Gracias por darme el placer de sus compañías.
Fredrek le besó la mano.
—Señorita Claymore. Felicidades por su futura boda.
Ella se sonrojó y le batió las pestañas.
—Gracias, señor.
Miré a su madre que evitaba mis ojos. No era la primera vez que actuaba así conmigo. No le agradaba y no podía culparla. Su instinto sabía que no era bueno para su hija.
—Señora Claymore—murmuré por educación.
Se estremeció.
—Buenas noches, Aleksi.
Puse una mano en el hombro de Ciara y nos mezclamos con el resto de los invitados. Así inició la velada con charlas políticas y dinero, más juegos, apuestas y música. Todos querían impresionarnos excepto que yo estaba demasiado aburrido antes de tiempo. Me senté y observé, dando mi opinión de vez en cuando en las conversaciones para no parecer tan desinteresado.
Mi mente divagó un segundo en Bella y nuestra cita de la noche anterior. La recordé feliz en el teatro, su cuerpo desnudo en mi regazo, el brillo en sus ojos azules mientras contemplaba la mañana desde la terraza de mi hotel. Debí escucharla y quedarme allí con ella. No quería estar en ningún otro lugar.
—Estoy muy emocionada de recibir el anillo—susurró Ciara entre risitas—. Espero que sea de diamante.
Di un sorbo a mi champagne y me burlé ante la escena que ocurría a poca distancia. Sean se había puesto muy insistente con Cassie que quería huir de la situación lo más rápido posible. Odiaba al pecoso tanto como yo. Por primera vez sentí lástima por ella.
—Vas a tener que comprobarlo por ti misma —Le sonreí a Ciara y le pedí a mi anfitriona que detuviera la música.
Golpeé la copa de champagne con un tenedor de cristal y me enfoqué en la multitud. Se instaló el silencio. Un foco nos iluminó y cada ojo se posó en nosotros. Los flashes de cámaras centellearon, Ciara contuvo el aliento mientras sacaba de mi bolsillo una cajita de terciopelo.
—Quiero darles las gracias a todos por estar aquí—empecé—. Me siento afortunado de que sean testigos de un momento tan especial —Miré a Ciara con una sonrisa tan grande que ella se derritió y aceptó mi mano extendida. Lo tradicional era arrodillarme, pero ni muerto cometería tal humillación—. Desde el primer momento en que te vi supe que serías mi compañera perfecta y no puedo imaginarme a nadie más en tu lugar. ¿Quieres ser mi esposa?
Ni siquiera dudó.
—Acepto —Ciara esbozó una sonrisa y me besó—. No hay nada que desee más en este mundo.
Se quebró en sollozos y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Ella hizo todo un espectáculo que incitó a la multitud a aplaudir con fervor. Vi llorar a su madre, Connor miraba orgulloso la escena y Cassie estaba a punto de vomitar por las atenciones de Sean. Le seguí el juego a mi prometida y aceptamos las felicitaciones de nuestros invitados. Revisé mi reloj un segundo. Tenía que suceder en cualquier momento.
—Aleksi, estoy muy feliz de tenerte en mi familia—Connor me abrazó y golpeó mi copa con la suya—. Tú y yo estamos destinados a la grandeza pesar de las diferencias que hubo en el pasado con tu padre.
Rechiné los dientes y me obligué a respirar profundamente para controlar el fuego salvaje de furia que ardía dentro de mi pecho. Tenía mucho valor. La cuestión era que a mí no me manipularía. No como lo hacía con todo el mundo. Ese fue su error. Asumir que yo sería un peón más cuando era el maldito rey.
—¿Hubo diferencias solo con mi padre? —Bajé la voz y hablé con una calma mortal—. Me pregunto si la guerra empezó por sus paranoias o quizás algo más...
Entrecerró los ojos con sospecha.
—No niego que tuvimos muchos desacuerdos...
—¿De verdad? ¿O solo te gustaba acosar a su indefensa esposa? —Mi mandíbula crujió—. Dime algo, Connor. ¿Cuán lejos llegaste con ella?
La mirada horrorizada y culpable en su rostro fue suficiente para tener la respuesta que buscaba. Dorothea no me dio muchos detalles, pero conocía a hombres como Connor. Yo era igual. Nunca se detenían hasta obtener lo que querían.
—No es el momento para hablar del pasado. Deberías disfrutar tu noche con mi hija.
Solté una carcajada. Era ruidosa y desinhibida. Sorprendidos por el volumen, algunas personas se giraron a mirar en mi dirección. Connor les ofreció una sonrisa incómoda.
—Tu hija no te importa—dije—. La vendiste al enemigo y te da igual si la destrozo. Siempre has deseado tener todo lo que poseía mi padre. Eso incluía a su imperio y mi madre.
Acercó su rostro hacia el mío para que estemos nariz con nariz. Se puso rojo por la cólera.
—¿Pero qué demonios está mal contigo? Hemos discutido los desacuerdos antes.
Ciara echó un vistazo en nuestra dirección, confundida por la acalorada discusión.
—Esto no se trata de un simple desacuerdo, Connor—sonreí y bebí un sorbo de vino—. Es un asunto personal.
—¿De qué estás hablando? Pensé...
En un segundo, el irlandés estaba de pie frente a mí y, al siguiente, un estruendo sacudió el casino y la gente gritó cuando los disparos se escucharon en el salón. La sangre salpicó mi traje impecable y luché contra una sonrisa perversa al ver el cuerpo de Connor desplomado en el suelo con una bala en la cabeza. Las personas empezaron a esconderse bajo las mesas, Fredrek bramaba que todos se pusieran a salvo mientras buscaba a su hija.
Vi como el caos se desarrollaba en cámara lenta. Algo golpeó la parte delantera de mi cuerpo con tanta fuerza que me envió directo al suelo. Vislumbré a Ciara y su madre en una esquina. Ambas estaban en el suelo, llorando y ayudándose mutuamente a arrastrarse hacia la salida. Saqué el arma de la cintura de mis pantalones, pero me detuve a último minuto. Ellas no eran mi problema. Ya no. Con la muerte de Connor sería difícil que sobrevivieran.
Viktor se apresuró a rodearme inmediatamente mientras mis hombres mataban a los soldados de Connor. No intervendría en la matanza. Hoy no quería ensuciarme las manos. Me puse de pie alisando mi chaqueta sin inmutarme por la salpicadura de sangre. Pateé el cuerpo de Connor y caminé como si nada hubiera pasado. El francotirador había hecho un gran trabajo.
Afuera, me recibió una ráfaga de conmoción y horror. Los automóviles de los policías se detuvieron abruptamente y las sirenas de las ambulancias me aturdían. Los paparazzi se apresuraron a capturar imágenes y lanzar cientos de preguntas. Solté un suspiro cansado y ofrecí ayuda a los heridos. Pronto tendría que dar mi declaración en la comisaría. Nada que un par de sobornos no pudieran solucionar.
Me esperaba una larga noche.
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Bella
Mastiqué las palomitas mientras me enfocaba en la película. Era de mis favoritas, pero por alguna razón no estaba muy concentrada. Pensé en mi conversación con Aleksi más temprano. Como fingió que no sabía a qué matrimonio me refería. Le pedí que pusiera el mundo a mis pies y su simple respuesta fue bien. Todos mis instintos sabían que algo malo estaba a punto de ocurrir.
Agarré el control remoto y apagué la televisión sin ganas de terminar la película. Llamé a Cassie en un intento de distraerme, pero nunca respondió. Me advirtió que asistiría a la fiesta de compromiso para contarme los detalles después.
Salí de la habitación y me dirigí al comedor. Encontré a Dorothea organizando la mesa. Fruncí el ceño cuando vi una gran variedad de comida y una botella de vino abierta. Acomodó las flores en el jarrón apenas mirándome. Estaba muy ocupada. Me aclaré la garganta.
—Buenas noches, Dorothea. ¿Me estoy perdiendo de algo?
—¡Oh! —Ella me echó un breve vistazo y colocó los utensilios junto a las servilletas de seda—. Aleksi me llamó hace una hora y dijo que quería listo la cena. Viene a celebrar —Luego añadió para mi consternación—: Contigo.
—¿Qué? No entiendo—balbuceé y me encogí de miedo—. Hoy es su fiesta de compromiso.
Mi estómago se retorció en nudos y un millón de emociones corrieron por mis venas. Tuve esa sensación más temprano. De que sucedería algo terrible, pero no sabía exactamente qué era. Aleksi actuó tan extraño y presumido esa mañana.
—Lo es —concordó Dorothea con una sonrisa—. Ve a cambiarte, querida. También me pidió que estés presentable cuando llegue.
Funcioné a modo automático los siguientes minutos. Me arreglé como pidió Dorothea. Tan tensa que estaba temblando a pesar de la calefacción. Era miedo por lo que vendría. Había luchado contra la idea de ser la amante de Aleksi y tal vez era la mejor opción. Terminé de planchar mi cabello y alcancé el IPhone tirado en mi cama. Accedí rápido a Google buscando las últimas noticias sobre Las Vegas y los resultados me dejaron estupefacta.
El miércoles 20 de enero una tragedia sacudió el casino Kozlov Palace. El atentado ocurrió después de que el propietario, Aleksi Kozlov, anunciara su compromiso con Ciara Claymore. Los servicios de emergencia y las autoridades procedieron rápidamente ayudando a las víctimas y evacuando el área...
Cuando más leía, más horrorizada me sentía. La noticia mencionaba que hubo varios muertos. Mi corazón latía con miedo y conmoción. ¿Por qué sospechaba que Aleksi tenía que ver con esto? Sus actitudes de repente cobraron sentido.
—¿Bella? —Dorothea habló detrás de la puerta—. El señor Kozlov acaba de llegar y te espera en el comedor.
Dejé de respirar un segundo mientras mi mente se llenaba de dudas. ¿No debería estar con su prometida? ¿Qué hacía aquí en primer lugar? Ya sabía la respuesta, aunque no quería aceptarlo.
—¿Bella? —insistió Dorothea.
Me tragué la ola de nervios.
—Iré en un minuto—dije.
Alisé la falda de mi vestido de seda rosa pálido y reuní el coraje para abandonar la habitación. Un hormigueo nervioso me recorrió la piel mientras me sostenía a las barandillas de las escaleras y bajaba con cuidado los escalones. Me invadió la necesidad de regresar a la cama y perderme en un buen libro. No quería formar parte de cualquier locura que estuviera a punto de desatarse.
Tomando aire, empujé las puertas dobles del comedor y entré. Aleksi ya estaba allí con sus ojos fijos en los míos. Su mirada se sentía pesada sobre mi piel expuesta. Lo había visto en sus trajes espectaculares y sus costosos esmóquines muchas veces y siempre lucía perfecto. Aunque esa noche su atuendo era sencillo. Los primeros tres botones de su camisa negra estaban desabrochados y arremangada hasta los codos. Sostenía un vaso de vodka en la mano y bebió un trago.
No sonrió, no pronunció ni una palabra, pero la fuerza magnética entre nosotros era electrizante y me encontré a mí misma acercándome a él.
—Hola—musité.
Señaló la silla a su lado.
—Siéntate.
Mi cuerpo seguía rígido cuando obedecí y puse la servilleta en mi regazo. El olor de su colonia me llegó a la nariz y mi estómago cosquilleó con ansiedad. Quería preguntar qué había sucedido. Quería comentar sobre las noticias que leí en internet, pero no encontré mi voz.
—¿Qué hiciste hoy? —preguntó.
Había tantas cosas qué decir y le importaba qué hice en mi día aburrido.
—Pasé mucho tiempo en la biblioteca—Me encogí de hombros—. Leí cinco capítulos de Lo que el viento se llevó y luego vi una película. Nada especial. ¿Qué hay de ti? Pensé que estarías celebrando tu compromiso.
Él resopló.
—Primero come. Tenemos toda la noche para aclarar las dudas.
Levantó la tapa de la bandeja de acero y observé el pato recién horneado. Dorado, crujiente y adornado por romero y ciruelas. Se veía deliciosa, aunque no tenía apetito. Quería que Aleksi acabara con mi curiosidad y me explicara que estaba sucediendo. Llenó mi vaso de vodka y acepté el trago. Necesitaba relajarme. Me concentré en cualquier parte menos en sus ojos mientras se inclinaba y me servía la cena.
Cuando vio que comí un pequeño bocado, decidió hablar.
—He rechazado dos acuerdos matrimoniales desde que llegaste a mi vida.
Aparté mi plato cuidadosamente.
—¿Eso qué significa?
—No actúes como si fueras una estúpida. Sabes muy bien lo que eso significa porque he sido sincero contigo al respecto. La única mujer que quiero es a ti.
Me hundí en la silla y se me heló la sangre.
—Me tienes, Aleksi.
Una sonrisa se dibujó en sus labios.
—No, completamente. Te advertí que te ataría a mí para siempre. Quiero que seas mía en todos los sentidos, Bella.
Las lágrimas oscurecieron mi visión y cayeron por mis mejillas.
—Estás loco.
Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y después sacó una cajita. Lo miré con incredulidad mientras lo dejaba en la mesa frente a mí.
—Nos vamos a casar, cariño. Serás la señora Kozlova.
Sus palabras eran como lava quemándome la piel. Mi cara ardió, el calor se extendió en todo mi cuerpo y sentí que mi corazón iba a explotar. Solo pude observarlo con pánico. Él no hablaba en serio. Tenía que ser una broma.
—Estás comprometido.
—Contigo.
Negué una y otra vez. Yo creía en el amor y quería casarme con un hombre que sintiera la misma devoción por mí. Aleksi no era ese hombre.
—No—susurré—. No lo haré.
Se quedó tranquilo, la calma imperturbable en su hermoso rostro.
—No te lo estoy preguntando. Te lo estoy exigiendo—dijo—. Tienes una semana para fijar la fecha de nuestra boda.
—¿Qué sucedió con Ciara?
—Se acabó. Renuncié a todo por ti.
Intenté ponerme de pie, pero él fue más rápido y me obligó a sentarme. Extendió la mano a través de la mesa y deslizó el anillo en mi dedo anular. Era elegante y sofisticada. Con un corte estilo princesa que le permitía destacar a la piedra preciosa. Era un enorme zafiro ovalado en la banda de oro con pequeños diamantes incrustados.
—La muerte es lo único que podrá separarme de ti, cariño.
Sollocé más fuerte. Era real.
Me estaba casando a los diecinueve años con mi captor.
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