Capítulo 3

Bella

Lloré hasta quedarme dormida. La tristeza fue más profunda cuando miré las paredes y noté la ausencia de un objeto especial. El cuadro de mi madre. El único recuerdo que conservaba de ella y ahora no tenía nada. No me dieron oportunidad de tomar mis ahorros. Sentía como si hubieran robado mi identidad. Pronto sería otra chica desaparecida que todos olvidarían con el tiempo.

Mi destino era incierto y probablemente lo mejor era estar muerta. Pero por alguna razón, el instinto de supervivencia era más fuerte y me negaba a renunciar. Me habían arrebatado mi infancia y mi adolescencia. No permitiría que sucediera lo mismo con el resto de mi vida.

Después de darme una larga ducha caliente, decidí vestirme con la ropa más holgada posible y a las ocho de la mañana fui llevada al comedor por un hombre armado que no fue capaz de hacer contacto visual conmigo. Era otra prueba de cuanto poder tenía a su disposición Aleksi Kozlov. Mi plan era ganarme un poquito de libertad para explorar la mansión y su seguridad con profundidad. Necesitaba conocer los riesgos y cuáles eran las probabilidades de que pudiera escapar con vida de allí. Con cada paso me sentía agotada y asustada, pero me forcé a mantener la barbilla en alto y tragarme las lágrimas. No importaba cuanto llorara o suplicara. Él no me dejaría ir.

Las puertas dobles fueron abiertas y entré al comedor. Había una larga mesa con una cantidad absurda de comida y cubiertos. En la cabecera estaba sentado Aleksi Kozlov. Su expresión era indescifrable. Vestido con un traje negro a medida y el cabello bien peinado, lucía como el hombre más atractivo que había visto. Pero su belleza exterior era una contradicción a lo que era realmente por dentro: un monstruo aborrecible.

—Siéntate—mandó y no tuvo que decirlo dos veces—. Me imagino que estás muy hambrienta.

No contesté. Esta era las pocas veces que lo veía. La cena o el almuerzo. Mejor así. Quería evitarlo siempre. Miré el exuberante desayuno sin decidirme por cuál empezaría. Había tortitas, café, frutas, limonadas, tocinos con huevos revueltos, mermeladas, ensaladas. Mi estómago hizo un vergonzoso ruido. Era imposible negarme a la comida.

—Puedes comer lo que quieras—dijo él—. Adelante.

Escogí el pan tostado con mermelada y café. Mastiqué en silencio, mostrándome desinteresada en cualquier conversación. No quería conocerlo. No quería ser su amiga. No quería nada de él. Encontré más entretenido la vista que me proporcionaba la pared de cristal. Me moría por conocer el jardín.

—Isaiah Foster dejó muchas deudas antes de morir—comentó y lo miré de reojo—. Tu casa fue hipotecada y ahora le pertenece al banco. Investigué a fondo y no hay nadie cercano a ti que pueda cubrirlo. Sin padres. Tu madre ha muerto hace casi diecinueve años y tu padre era un pedazo de mierda rechazado que nunca fue amado por los suyos.

Cada palabra era una puñalada en mi pecho. No conocía la historia familiar de mis padres, pero me dolía saber que todo había empezado porque nunca conocieron nada bueno. Violencia, abandono, maltratos. Vivieron así hasta el último día y me aterraba pensar que tendría el mismo final.

—¿Qué hay de ti? —prosiguió Aleksi y cortó un trozo de filete—. Primaria y secundaria terminados. Nada más. ¿Sin interés en la universidad? Mmm... aunque según mis observaciones he notado que te gusta mucho la jardinería y todo lo relacionado al mundo del espectáculo. Encontré cosas en tu antigua habitación. La pequeña Bella Foster sueña con ser una gran estrella de Hollywood. Interesante.

Apreté los ojos y dejé caer las lágrimas porque ya no tenía fuerzas para retenerlas. Quería que se callara y dejara de hablar sobre mi futuro. Uno que era imposible de cumplir.

—Basta—susurré.

—¿Por qué? —Se burló—. Sabes que puedo ofrecerte mucho más de lo que soñabas. Nunca habrías sobrevivido ahí afuera, Bella. No sin mí. Eres demasiado pura y el mundo no está acostumbrado a las cosas bonitas. Les encanta romperlas.

La rabia me hizo hervir la sangre y me volví lentamente hacia él.

—Nunca quise que intervinieras en mi vida. No tenías ese derecho.

La esquina de su boca se levantó en una sonrisa.

—Pero lo hice y ahora estás atada a mí —Agarró una manzana roja del frutero y le dio un gran mordisco—. No importa cuánto intentes correr. Siempre iré por ti. Vayas donde vayas te encontraré, cariño. Eres de mi propiedad y será mejor que lo asumas pronto.

La furia volvió mucho más fuerte que antes y me costó recomponerme. Todo mi cuerpo vibraba de indignación y repulsión. Alcancé el filoso cuchillo y lo apreté al punto que mis nudillos se pusieron en blanco. Aleksi continuó masticando, ajeno a los pensamientos intrusivos que pasaban por mi cabeza. Fantaseé con apuñalarle el pecho y luego correr a la salida más cercana. Probablemente no llegaría tan lejos. Sus hombres me matarían a tiros. Solté una leve respiración y aflojé mi agarre al cuchillo.

Necesitaba ser más estratégica y un poco de tiempo. Necesitaba ser paciente.

—Sé una buena chica—sonrió la bestia—. Entrégate a mí y te daré el jodido mundo.

—Nunca me tendrás.

Su sonrisa desapareció, dejando al hombre frío y sin corazón en su lugar.

—Eso ya lo veremos.

🐦

Exploré la biblioteca como había sugerido Dorothea. Toqué un interruptor de la pared y las luces se encendieron. Entré fascinada, maravillada y emocionada. Este lugar definitivamente había salido de un cuento de hadas. Había tres hileras de estanterías repletas de libros. Eran tan inmensos que llegaban hasta el techo de cúpula con ilustraciones de ángeles y demonios. Mis dedos rozaron algunos tomos. La mayoría eran de tapadura, ediciones especiales, clásicos, enciclopedias y diccionarios.

Escogí una obra de Agatha Christie y me senté en el sillón de terciopelo ubicado en una esquina. Nunca había tenido acceso a tantos libros, aunque siempre quise aprender más. Tenía conocimientos sobre lo básico. Me consideraba afortunada porque Isaiah permitió que asistiera a la escuela. Mi antigua vecina, Lucille Houston, era una mujer amable que le gustaba enseñarme ciertas cosas. La recordaba cómo unas de las tantas amantes que tuvo mi padre. Ella pasaba horas en su habitación, consumían drogas juntos y solía decirme que llegaría muy lejos si utilizaba mi belleza a mi favor.

Me destrozó recibir la noticia de que había sufrido una sobredosis. La encontraron muerta en un callejón. No me dejaron asistir a su funeral, pero planté una flor en su memoria y recé para que tuviera el eterno descanso. Una lágrima goteó por la primera página del libro y me acurruqué en el sillón. Cuando empecé a trabajar en la florería de Josephine soñaba con tener una vida diferente. Por eso había ahorrado con el propósito de asegurar mi futuro. Me prometí que nunca sería como las pobres mujeres que terminaron muertas en ese callejón al igual que Lucille.

Me prometí que lucharía y sería todo lo que mi madre no pudo.

🐦

Sentí que estaba flotando.

El aroma amaderado inundó mis fosas nasales y froté mi mejilla contra algo duro y suave al mismo tiempo. No quería despertar. Mis dedos se movieron e hicieron contacto con músculos definidos y lo que parecía ser una corbata.

Entré en pánico.

Podía fingir que seguía dormida en sus brazos, pero el monstruo que me sostenía no era un idiota y notó la rigidez de mi cuerpo. De pronto fui depositada sobre las mantas y su peso hundió la cama. Actué por instinto y puse la mayor distancia posible entre ambos. Cuando fui capaz de mirarlo, sus ojos verdes me atormentaron en la oscuridad. Eran profundidades vacías y me hacían cuestionarme tantas cosas. Él me eligió porque quería romperme. ¿Entonces por qué no había empezado con su tortura? Esperaba lo peor de este hombre. Nunca confiaría en alguien que secuestraba a una mujer para forzarla.

—¿Por qué yo? —pregunté. Mi suave susurro hizo eco en la silenciosa habitación.

—Porque no podría ser nadie más, cariño.

Me quedé allí inmóvil y en silencio cuando movió su cuerpo más cerca del mío en la cama, como si estuviera probándome. No respiré. No corrí. No hablé. Alargó la mano y me acarició el rostro con el pulgar. Tocó mi nariz, mis labios entreabiertos y lentamente la curva de mi cuello y mi pecho. Jadeé.

—Hermosa—dijo.

Tragué saliva.

—Termina con esto de una vez. Solo mátame o toma de mí lo que quieras. ¿Qué te impide hacerlo?

Me dedicó una sonrisa arrogante.

—¿Dónde quedaría la diversión? Quiero que me ruegues por ello—Se lamió los labios—. Quiero que me pidas que te folle hasta que no puedas soportarlo.

Aparté mi rostro bruscamente.

—No pasará. Ya te he dicho que tendrás que obligarme.

Se movió tan rápido que no me di cuenta al principio, pero era muy tarde para huir. Su cuerpo acorraló el mío en la cama. Atrapó mis muñecas y las puso encima de mi cabeza. Grité, pataleé y forcejeé. Todo fue inútil. Su fuerza superaba la mía.

—Shh... —Habló cerca de mis labios—. Respeto mucho que pelees por tu vida. Es admirable y estúpido. Está bien, cariño. Hace que este juego sea más entretenido—Puso un dedo debajo de mi barbilla y me obligó a mirarlo—. Pero escúchame con atención. No te aproveches de mi amabilidad. Tengo un límite. Tú decides. Has que esto sea tolerable o un maldito infierno.

Me tragué las lágrimas amargas y sollocé.

—Te odio tanto.

—Lo sé—sonrió con frialdad—. Te estoy dando opciones: elige ser mía de buena gana o te trataré como a una esclava.

Mantuve mis ojos en los suyos y mi voz sonó firme cuando respondí:

—Prefiero estar muerta.

—Bien—Fue todo lo que dijo antes de dejarme sola en la oscuridad.

🐦

Había pasado días desde mi último encuentro con Aleksi Kozlov. Continué atenta a algunos detalles de esa cárcel y aprendí ciertas cosas que me ayudarían con mi plan de escape. Dorothea salía una vez por semana en busca de compras. ¿Mi idea? Saltar en la carrocería de la camioneta que la llevaba. No pasaría desapercibida por las cámaras, pero cuando se dieran cuenta sería tarde. El miedo, la ansiedad y el nerviosismo se apoderaban de mí. Necesitaba hacer algo al respecto o me ahogaría.

Miré las coloridas etiquetas de las botellas que adornaban el estante de la cocina. Nunca había bebido ni una gota de alcohol, pero hoy especialmente tenía muchas ganas de hacerlo. Quería beber hasta perder el conocimiento. Haría cualquier cosa para no recordar a esa maldita fecha. El día que me trajeron al mundo en contra de mi voluntad.

—Son vinos importados de Italia—comentó Dorothea entrando a la cocina con varias bolsas—. Merlot y Chianti para ser exactos. Tienen más de tres décadas.

—¿La has probado? —pregunté sin mirarla.

Escuché su risa a mis espaldas.

—No, querida. Son las favoritas de Aleksi y eso las hace intocables—masculló—. Solo las bebe en fechas especiales.

Miré brevemente el calendario pegado a la nevera. 

—Hoy es una fecha especial, aunque la odie y trate de olvidarla.

—¿Sí?

—Es mi cumpleaños.

Soltó un grito indignado, puso ambas manos en mis hombros y me volteó para que pudiera verla. Me dio una expresión apenada que provocó un nudo en mi garganta.

—Debiste decírmelo antes y te preparaba un delicioso pastel.

—A nadie le importa realmente.

—A mí sí—afirmó ella y corrió hacia un mueble. Sacó varios ingredientes como huevos, harina, crema y más—. ¿Tienes algún sabor en específico? Aquí tenemos lo necesario.

—Nunca probé un pastel, Dorothea.

Iba a decir algo, pero lo pensó de nuevo y sonrió.

—Eso vamos a remediarlo ahora mismo.

Ella continuó moviéndose de aquí para allá en la cocina, sacando ollas, bol y una batidora. Se puso a trabajar inmediatamente. Me gustó que no preguntara ni que me dijera que lamentaba que tuviera una vida horrible. Ahora solo quería una amiga que me hiciera sentir importante, no que me recordara que era una chica rota que nunca había sido amada.

—¿Cuántas velas deberíamos usar? —inquirió con una dulce sonrisa.

Mi corazón se saltó un latido de emoción.

—Diecinueve.

—Diecinueve velas—dijo—. Estás a punto de probar el pastel de chocolate más exquisito, querida Bella.

Me guiñó un ojo y prosiguió a mezclar los ingredientes mientras me contaba cosas de su vida que distraía mi mente. Trabajaba aquí desde hacía treinta años. Conocía a Aleksi desde que era un niño y lo había criado como si fuera su propio hijo. Ella era leal a la familia Kozlov porque al igual que yo no tenía un hogar. Era una pobre muchacha que creció en la calle, sin sueños y sin ningún propósito además de servir.

—La señora Anya era un ángel—comentó Dorothea—. Una mujer tan pura que no merecía el calvario que vivió.

Fruncí el ceño mientras masticaba una de las tantas galletas que había cocinado. Esta mujer era una genio con la gastronomía. Mi pastel desprendía un aroma celestial desde el horno. Me moría por probar un bocado.

—¿Qué calvario?

Miró de reojo hacia la puerta antes de hablar en voz baja. La tristeza se filtró en sus palabras.

—El señor Kozlov nunca supo valorarla. No la veía como su igual, para él solo era una incubadora—Agachó la cabeza—. Habían intentado tener hijos desde el momento en que se casaron, pero ella sufrió tres abortos hasta que llegó Aleksi—Limpió la isla con desinfectante a medida que hablaba—. Pensé que esa pobre mujer finalmente sería feliz con su pequeño, pero hubo complicaciones durante el parto. El médico le dijo al señor Kozlov que debía escoger.

—Eligió a su hijo—asumí.

Asintió.

—Cuando ella estaba soltando su último aliento me agarró de las manos y me hizo prometerle que nunca abandonaría a su bebé—Se le escapó un sollozo—. Me rogó que hiciera de Aleksi un buen hombre y no permitiera que la oscuridad de su padre contamine su corazón.

Aleksi Kozlov estaba lejos de ser un buen hombre. Era la réplica del diablo en la tierra. Un psicópata que no se disculpaba por quién era. Él amaba dañar, destruir y romper.

—No pudiste cumplir una de esas promesas.

Dorothea me miró con los ojos llenos de lágrimas.

—El señor Mikhail era un hombre implacable y no podía darme el lujo de contradecirlo porque me hubiera matado o despedido. No quería abandonar a Aleksi. Hice lo que estuvo a mi alcance, pero nada fue suficiente. Él jamás disfrutó su vida. Su padre lo volvió en alguien frívolo, violento e insensible. Lo introdujo en un mundo fuera de la ley, le llenó la cabeza con ideales absurdas.

Un gusto amargo inundó mi boca.

—Supongo que es la excusa que utiliza para lastimar a los demás.

—No, él vive de la forma en que fue moldeado. Nació con el único propósito de ser el heredero de todo este imperio—Señaló nuestro entorno—. En su mundo no hay respeto hacia las mujeres y no existen los sentimientos. Y me duele, Bella—sonrió con tristeza—. Tiene dinero, es un hombre poderoso y exitoso, pero sé que al final del día todavía se siente solo y nada podrá llenar las carencias con las que ha crecido. Está roto y nada puede arreglarlo.

El silencio envolvió la habitación y no tenía palabras para responderle. El rencor que sentía hacia ese hombre me impedía desarrollar algún tipo de empatía. Él no la tuvo conmigo cuando me secuestró y me trató como si fuera un objeto.

Pero a pesar de mi odio llegué a la conclusión de que Aleksi y yo teníamos varias cosas en común. Él no conoció el cariño de su padre, yo mucho menos. Mi padre me odiaba. Su madre murió cuando él nació. La mía también. Fuimos despreciados por las personas que se suponía que debían protegernos. ¿La diferencia?

Él era oscuridad y yo era la luz.

En cuanto el pastel estuvo listo, Dorothea me cantó la tradicional canción de cumpleaños y me eché a reír. Era una extraña y leal a mi captor, pero me sentía a gusto con ella. Por primera vez en mucho tiempo fui feliz.

—Pide un deseo, querida—musitó—. A la cuenta de tres...

Quiero ser libre.

Apagué las diecinueve velas y deseé con todo mi corazón que se hiciera realidad. 

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