Capítulo 26
Bella
La energía que experimenté cuando estuve en el escenario me consumió completamente. Me hizo sentir como si estuviera en casa. Era algo de otro mundo. Un plano diferente al que necesitaba regresar lo antes posible. No hubo miedos, rabia, dolor ni angustia. Solo satisfacción porque era allí dónde pertenecía. Me alimenté de los aplausos, el bullicio del público y los halagos.
Quería mucho más.
No tenía ni idea de cómo dar sentido a tantas emociones. Estaba feliz, sí, pero todavía abrumada después de mi encuentro con Aleksi. Tan cansada de ir en diferentes direcciones cuando se trataba de ese hombre. Primero me daba falsas esperanzas y luego desolación. Era agotador tratar de entenderlo. No quería que su toxicidad empañara mi noche. Me quedaría con la increíble e inolvidable experiencia.
—Quise detenerlo, pero ya sabes cómo es—Cassie me dio un abrazo afectuoso—. ¿Estás bien?
Asentí contra su hombro.
—Vino aquí a demostrar un punto—Me aparté de sus brazos y puse los ojos en blanco—. Quería recordarme que le pertenezco. Estaba enfermo de celos. Casi se volvió loco.
—Predecible—Se rió Cassie—. No era el único hombre que babeaba por ti. Había una fila de admiradores fuera de tu camerino, Bella. Muchos quieren conocerte y saber quién es la misteriosa y preciosa mujer. El más importante es Alan Baker. Un banquero muy reconocido y uno de los solteros más codiciados de la ciudad.
Me sonrojé y la sonrisa se propagó en mi rostro. No estaba interesada en conocer a nadie. Yo solo quería destacarme por mi talento, pero estaba complacida de que Aleksi recibiera una cucharada de su propia medicina. También podía jugar su mismo juego. Él no tenía reparo en pasear con su prometida en mis narices. ¿Por qué debería mantenerme para un hombre que no me valoraba en absoluto? Su machismo me repugnaba.
—Por ahora prefiero que ninguno de ellos se acerque—dije—. Aleksi es muy capaz de prohibirme subir a ese escenario por culpa de sus celos. Me conviene mantenerlo contento y ser complaciente.
Cassie se desplomó en un sillón. La mueca curvó su boca.
—Odio que tu libertad sea tan limitada por su culpa, pero tienes razón. Es mejor no provocar al monstruo por ahora.
—Me he ganado todo lo que tengo gracias a mi sumisión—Me senté en el taburete y toqué la tableta de maquillaje. Retoqué el rubor en mi rostro con un suspiro. Mi cuerpo aún vibraba después de recibir la ovación del público—. Pero sé que toda esta alegría es pasajera. Ángel debe regresar a su puesto pronto. No puedo quitarle el trabajo. Sé que es su fuente de ingresos.
Cassie me dio una mirada frustrada.
—Aleksi es dueño de muchas propiedades en Las Vegas. No solo Kozlov Palace—dijo—. Encontraremos la manera de que puedas seguir cantando, pero tú no renunciarás a tus sueños. ¿Entiendes?
Esbocé una sonrisa.
—Entendido, jefa.
—Yo seré tu mánager. La que te llevará directo al estrellato.
—Qué Dios te oiga.
Me despedí de Cassie, me cambié el atuendo a uno más cómodo y salí del camerino. Dorothea estaba esperándome afuera con una dulce sonrisa. Viktor seguía custodiando la puerta para mi alivio. Sin rastros de Aleksi. Probablemente estaba muy ocupado con su prometida. Los vi juntos más temprano. Ciara Claymore era guapa y parecía feliz a su lado. Les deseaba lo mejor. Tal vez con ella en el mapa me dejaría tranquila. No todo tenía que ser tan malo. Sonaba mal, pero esa mujer me quitaría un peso menos de encima. Ay, el dulce despertar. Salir de la mansión me ayudaba a suprimir la dependencia emocional que empezaba a sentir por Aleksi.
—¡¡Bella!!
Me agaché y abracé a Dorothea. Se veía preciosa y elegante. Me conmovía que se hubiera tomado la molestia de venir a verme. Empezaba a verla como la madre que nunca había conocido.
—Gracias por estar aquí, Dorothea—musité y froté su espalda—. Estoy tan feliz de tenerte. Te ves hermosa.
—Oh, cariño. ¡Lo hiciste increíble allí en el escenario! —Se apartó y levantó los pulgares. Me reí fuerte—. Tienes una voz angelical. Entre nosotras... —Bajó la voz y volví a agacharme para oírla mejor—. Aleksi estaba hipnotizado por el espectáculo. Odió la participación de esos hombres, pero tú le encantaste.
Mis esperanzas volvieron a florecer al oírla hablar tan segura. Aún podía convencerlo de darme trabajo como cantante, pero después de nuestra discusión lo dudaba. Ese hombre no soportaba compartirme con nadie.
—¿Crees que podrías darme una mano? Ya sabes...—Hice una pausa—. Me sentí libre cuando sostuve el micrófono y quiero volver a experimentarlo. Tú tienes mucha influencia en Aleksi, Dorothea. Por favor, habla con él y convéncelo de que merezco otra oportunidad. ¿Sí?
—Por supuesto, querida—No lo dudó ni un segundo y avanzamos al casino—. Sé perfectamente como llegar a él. Tú déjame a cargo.
Compartimos una sonrisa victoriosa y mi estómago cosquilleó. Tenía de mi lado a las dos personas que más apreciaba Aleksi. Él no iba a negarme nada. Absolutamente nada. Como último recurso volvería a utilizar mis encantos. Ahora no estábamos en buenos términos, pero Aleksi era muy débil ante mí.
Pasamos por el casino dónde la gente seguía divirtiéndose y apostando como si no hubiera un mañana. Me aferré al abrigo mientras Viktor hablaba por los auriculares y nos llevaba a la salida trasera. La pistola enfundada en mi muslo se sentía fría. Era por seguridad, aunque no me atrevía a usarlo en mi captor. Las balas estaban reservadas para Aleksander Solovióv.
—Señorita Foster—Viktor me abrió la puerta del auto blindado y subí acompañada de Dorothea.
La calefacción me dio confort y suspiré con una pequeña sonrisa. Volví a rememorar en mi cabeza el momento en que se abrieron los telones. Seguí el consejo que me había dado Ángel. Mantener los ojos cerrados me hizo sentir segura. No vi a nadie juzgándome. Solo oía al público contener el aliento cuando mi voz rompió el silencio.
Busqué el celular en mi bolso y entré al perfil de Instagram que Cassie había creado para mí. Tenía muchas menciones y nuevas etiquetas en fotos. Mis seguidores aumentaron considerablemente a mil. Vaya, me sentía famosa. Era nueva en el mundo de las redes sociales, pero le sacaría provecho y compartiría parte de mi talento.
El sonido de los fuegos artificiales surcaba el aire y me incliné hacia la ventana para apreciar el cielo. Diferentes colores estallaban creando un efecto lumínico. Dorothea se precipitó a abrazarme y le correspondí el gesto. El año pasado celebraba sola la misma fecha con un trozo de bacon vencido y agua. Ahora estaba vestida como una estrella de Hollywood y con personas que se preocupaban por mí.
—Feliz año, chicos—sonreí—. Espero celebrar muchos más con ustedes. Ha sido todo un placer conocerlos.
Viktor me guiñó un ojo a través del espejo retrovisor, Dorothea me frotó los brazos y besó mi mejilla.
—Siempre estaremos para ti, Bella.
Los estruendos siguieron por casi eternos minutos y Viktor aumentó la velocidad. No quise cuestionar, pero algo dentro de mí sabía que algo andaba mal. No sabía cómo explicar exactamente. Dorothea aseguró su cinturón de seguridad y tembló a mi lado. Ella también lo notó.
—¿Qué ocurre? —pregunté consternada.
—Abajo ahora—bramó Viktor con los dientes apretados—. Nos están siguiendo.
Dorothea nos miró con ojos amplios y asustados. Su respiración se empezó a acelerar. Se puso pálida por el pánico.
—Que Dios nos ampare—Hizo la señal de la cruz y se aferró al rosario de oro en su cuello.
La agarré por la nuca y la obligué a agacharse mientras las balas volaban por todas partes y el auto se sacudía. El grito estaba alojado en mi garganta. Confiaba en Viktor, pero por alguna razón no creía que saldríamos de esta. No cuando el auto frenó de golpe y el olor a goma quemada impregnó mi nariz.
—Hijos de puta—maldijo y lo vi presionar un botón en su celular.
Estaba llamando a Aleksi.
Con el corazón a punto de reventar, asomé la cabeza y la escena que vi frente a mis ojos me dejó muda y fría. El camino había sido interceptado por tres camionetas. De repente varios hombres armados y vestidos de negro bajaron. Llevaban pasamontañas y rifles alojados en sus hombros. El gentío gritaba de un lado a otro, evitándolos como si supieran que eran un grave problema. ¿Y la policía? ¿Dónde estaba? Dorothea hiperventilada, sus manos aferradas a las mías temblaban tan fuerte que me lastimada.
—¿Qué está pasando? —pregunté de nuevo.
Viktor cargó su arma y respondió sin mirarme.
—Son los hombres de Igor Solovióv.
Sentía que la vida se me estaba escapando en un latido. No quería que terminara como todo había empezado. Nuevamente secuestrada por un psicópata. Llorar y caer en la desesperación no me ayudaría en nada así que tenía que actuar. Los civiles gritaban desesperados y las calles se llenaron de caos. Los hombres enmascarados lanzaron disparos y amenazas de que matarían a aquellos que intervinieran. Era un acto de puro terrorismo.
—Me quieren a mí—susurré con una voz tan pequeña que apenas fue audible.
—Quédate dónde estás. No te muevas—dijo Viktor. Su rostro permanecía imperturbable, pero yo pude oír el atisbo de inseguridad en su voz—. Nadie te lastimará.
El miedo no me permitía respirar con normalidad. El pulso latió en mi garganta y mi corazón se encogió. Viktor haría cualquier cosa para defenderme. De eso no tenía ninguna duda. ¿Pero a qué costo? Estos hombres no tendrían piedad de él. Lo matarían si se interponía.
—Me entregaré —dije. Mi voz no delataba el verdadero terror que sentía. Me estaba ahogando en el pánico y el horror—. Ellos me quieren a mí.
Dorothea sollozó con la cabeza aún gacha.
—No, mi niña, no.
Un músculo en la mandíbula de Viktor se torció.
—No permitiré que hagas esa locura—gruñó—. No te dejaré ir con ellos. Primero tendrán que matarme.
Se me salieron varias lágrimas. El corazón no me dolía por la tristeza, sino de pura alegría por tenerlo en mi vida. Lo amaba por protegerme, pero no tenía oportunidad contra todos esos hombres.
—Escúchame con atención, Viktor—susurré desesperada—. No me arriesgaré a que ninguno de los dos muera por mi culpa. Permíteme entregarme y nadie saldrá herido. Tengo un rastreador, ¿recuerdas? Aleksi me encontrará en cuestión de minutos. Es un hombre con muchos defectos, pero es capaz de desatar una guerra por mí. Confío en él. Confío en ti.
Sacudió la cabeza.
—No puedo hacerlo. No me perdonaré nunca si te hacen daño.
—Aleksi no permitirá que eso suceda. Tú tampoco —insistí y temblé al ver que varios hombres se acercaban al auto. Nos quedábamos sin tiempo —. Te necesito más vivo que muerto. Por favor, Viktor. Déjame salir.
—Bella... —Dorothea sollozaba.
Los ojos de Viktor volvieron a cruzarse con los míos y vi furia asesina en ellos. Una ira tan cruda que me dio un ataque de ansiedad. Si no cedía estábamos muertos. Todos lo estaríamos. Un clic sonó y las puertas se desbloquearon.
—Volveré por ti—dijo con la voz quebrada—. Lo juro.
—Lo sé —sonreí.
Por un momento no pude pensar, no pude respirar mientras bajaba del auto con las manos en alto y los ojos llenos de lágrimas. Los hombres me apuntaron directamente con sus rifles. Nunca había sentido tanto terror en mi vida. Ni siquiera cuando fui secuestrada por Aleksi, pero encontré fuerzas y alcé mi voz.
—¡Estoy aquí, hijos de puta! —grité—. ¡Vengan por mí! ¡Estoy aquí!
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Aleksi
Acompañé a Ciara hasta la puerta de su casa. Este patético compromiso me estaba costando mi propia cordura. Ella había sido discreta y comprensiva, pero no soportaba su presencia ni sus falsas sonrisas. Me juré a mí mismo que nunca volvería a ser un jodido títere. En cambio, estaba aquí, a merced de una alianza que no necesitaba. Pensé que estaría satisfecho después del acuerdo. Pensé que mis ambiciones llenarían el vacío. No podía estar más equivocado. Solo quería que acabara esta tontería que nunca debió empezar.
—Gracias por la noche—musitó Ciara con mi chaqueta alrededor de sus hombros—. Lo pasé muy bien contigo. Eres un hombre muy interesante, Aleksi. Espero que estos encuentros vuelvan a repetirse.
Yo no.
—Ten una buena noche.
Estaba a punto de irme, pero ella fue rápida y se colgó de mi cuello. Sin previo aviso unió sus labios con los míos. Eran suaves y cálidos. Estaba seguro de que era una gran besadora, pero yo me quedé quieto sin responder. Mi falta de entusiasmo la hizo retroceder con una mueca avergonzada. Sus mejillas se enrojecieron y asintió con rigidez.
—Lo siento—Se disculpó—. No debí forzar la situación, pero te vi tan perdido que quise hacerte sentir bien. Funciona en la mayoría de los hombres. Con tu historial asumí que no te resistirías a mí.
Aparté sus manos de golpe y ella retrocedió con una carcajada.
—No necesito esta mierda de ti, Ciara. Contrólate la próxima vez—advertí—. No me conocen por ser un caballero justamente.
Sus escoltas dieron un paso adelante. Sonreí de forma burlona.
—Está bien, ya lo entendí—Ciara subió los escalones del porche—. Si algún día cambias de opinión sabes dónde encontrarme. Nos hará bien a ambos sacar un poco de adrenalina en la cama. Apuesto a que será bueno contigo. Me gustan los hombres rudos.
Saqué un pañuelo de mi chaqueta y me limpié los labios sin disimulo. Ella rió más fuerte. La mujer estaba lejos de haber sido ofendida. Parecía muy divertida por mi temperamento.
—Pensé que no me deseabas.
—A veces necesito un poco de liberación, Aleksi—Me guiñó un ojo y entró a la mansión.
Sus escoltas rodearon la puerta inmediatamente y esa fue mi señal para largarme. Ahora tenía la intención de buscar a Bella y tratar de solucionar lo que había arruinado. No me agradó que se apuntara a sí misma con el arma. No me gustó que atentara contra su vida. El extraño entumecimiento me mareó y me detuve, frotándome el rostro con las manos. No podía perder a lo único bueno que tenía. A ella no.
Seguía fuera de mi elemento cuando mi celular sonó. Mark abrió la puerta del todo terreno mientras respondía la llamada y nos alejábamos de la mansión Claymore. Fruncí el ceño al oír una serie de sonidos incoherentes.
—¿Qué carajos está pasando? —inquirí—. ¿Viktor?
Un muro de sonido y pánico me desgarró. El miedo se impuso, mi columna se puso rígida y perdí mi puta cabeza cuando escuché la voz de Viktor:
—Se la llevaron, señor.
La camioneta frenó de golpe en mi mansión y bajé con las manos en puños. La rabia se acumulaba en mi interior y necesitaba descargar el dolor que sentía. Alguien era mi principal objetivo así que no tuve reparo en desquitarme con él. Le rompería la cara. Lo masacraría por este error imperdonable. Pagaría por haberme arrebatado a Bella.
—Señor...
Le di un puñetazo en la mandíbula antes de que lo viera venir y su rostro se retorció a la izquierda. Mi cuerpo rebosaba de violencia. Era su obligación protegerla. Era su maldito trabajo asegurarse de que estuviera a salvo. Había confiado en él. ¿Pero qué podía esperar de alguien que me había cuestionado?
—¡¡Tú hiciste esto!! —gruñí en su rostro. Viktor se limpió la sangre de la boca—. ¡¡Tú la dejaste ir!!
Estaba esperando que me devolviera el golpe, pero solo me dio una mirada letal. Él mismo que vi hacía años cuando mató a sus oponentes en la puta jaula del Gulag. No actuó en mi contra. No lo haría y me desconcertaba su sentido de lealtad. Viktor sentía que me debía la vida.
—Esta será la primera y última vez que aceptaré un golpe de tu parte—Estrechó la mirada y se lamió el labio herido—. No quiero perder el tiempo contigo cuando podemos salvarla de una vez. Respira y enfócate en el verdadero problema, Aleksi. Ella está ahí afuera aterrorizada.
Avancé hacia él amenazadoramente, pero Dorothea puso una mano en mi pecho y me miró con ojos llenos de lágrimas. Me quedé quieto porque no quería lastimarla. No a ella de todas las personas.
—Aleksi, por favor—suplicó con la voz ahogada en lágrimas—. La violencia no solucionará nada. Tranquilízate y escucha a Viktor. Nada de esto es su culpa.
No la miré. Mi furia seguía enfocaba en él.
—¿Te gusta? —escupí—. Estás jodidamente interesado en ella, ¿no es así? Debí suponerlo. Pasan mucho tiempo juntos.
Viktor alzó una ceja y sus labios se curvaron en una sonrisa divertida. Su sola reacción encendió las llamas en mis venas. Me aseguraría de que nunca volviera a tocarla cuando la recuperara. Nunca más la miraría.
—Escúchate a ti mismo, Aleksi. Estás viendo problemas dónde no hay—Se pasó una mano por el pelo y emitió un suspiro—. Bella me importa, sí, pero no de la forma en que crees. Nunca la miraría con otros ojos que no sea respeto. La admiro porque al igual que tú y yo es una superviviente. Ella me recuerda a mi hermana y no la abandonaré. Si quieres despedirme después de esto, adelante. Hazlo. Me iré cuando me asegure de que esté a salvo. Le di mi palabra.
Miré las marcas profundas de sus cicatrices en las manos. Aquellas que no se molestaba en ocultar porque nunca las vio como un defecto en su piel. Para él era una muestra de supervivencia y victoria después de años vivir encerrado como un animal enjaulado. Salimos del mismo infierno.
—Ella se entregó por voluntad propia—intercedió Dorothea—. Lo hizo porque cree ciegamente en ti, Aleksi. Sabe que la traerás de regreso. Ella te está esperando.
Viktor le echó un vistazo a su celular y me enseñó el mapa dónde el punto rojo se había quedado quieto en una zona. No era Las Vegas. La sacaron de la ciudad.
—Se encuentra a dos horas de aquí—explicó Viktor—. Llegaremos más rápido en uno de tus helicópteros. He organizado a tus hombres y están listos para partir cuando lo ordenes.
Todavía estaba furioso con él por muchas razones además de su descuido. Pero me vi obligado a tragarme mi orgullo. Lo necesitaba porque a pesar de todo le confiaba mi vida.
—Lo haremos ahora mismo, pero antes ponme en contacto con Igor Solovióv—sonreí fríamente y caminé a la mansión con Viktor y Dorothea siguiéndome—. Dile que le volaré los sesos a la madre de su hijo si no me devuelve a mi mujer.
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