Capítulo 24

Bella

Al igual que las noches anteriores, Aleksi no regresó a la mansión. Quise mantenerme indiferente a la situación, pero su ausencia empezaba a dolerme. Era una como una enfermedad y la cura eran sus atenciones, nuestras interacciones, su extraña manera de hacerme sentir deseada.

Detente, Bella.

Esto no era amor.

Era sexo.

Obsesión.

Manipulación.

Le subí el volumen a la canción y practiqué la coreografía. No era complicado. Mi trabajo era pararme en el escenario con poses seductoras e hipnóticas. Los bailarines se ocuparían de hacer la mayor parte. Mi voz era la mayor atracción. Canté una versión más melancólica de Love In The Dark de Adele. Mis emociones eran tan catárticas que ni siquiera la música o el baile podría terminar con mi tristeza. Me di por vencida y me tumbé en el salón con la vista al techo.

Mis planes iniciales se fueron al demonio. Quería destruir a Aleksi Kozlov. Mi sueño era verlo hundido, pero caí en su trampa y olvidé mis objetivos. Necesitaba despertar y mantenerme firme. Yo era demasiado insignificante para él. Nunca me vería como su igual.

Fruncí el ceño cuando oí un estruendo y me incorporé para acercarme a la ventana a ver qué ocurría. Aleksi caminaba con dificultad mientras Viktor sostenía sus hombros. Mis ojos se abrieron con horror. El ruso tenía la camisa blanca manchada de sangre. Su bienestar debería ser el menor de mis intereses, pero sin pensarlo demasiado corrí a reunirme con él en la fría noche.

—¡Aleksi! —exclamé una vez fuera. El clima helado me hizo temblar y mis dientes rechinaron.

Sus ojos verdes me aniquilaron. Nada de emoción por verme después de casi una semana sin hablar. Parecía aburrido y cansado.

—Vuelve adentro—ordenó.

¿Qué esperaba? ¿Un beso? ¿Un abrazo? Sacudí la cabeza riñéndome a mí misma y di vuelta atrás. Cassie estaría decepcionada si supiera que estaba haciendo exactamente lo contrario a lo que me había aconsejado.

—Bien—dije y caminé a la puerta.

Pero antes de que llegara más lejos su voz ronca me detuvo.

—Espera, cariño.

Cariño...

Ese bendito apodo que usaba para llegar a mí y lo conseguía. Solía aniquilarme cuando era suave conmigo.

—¿Qué? —pregunté bruscamente.

—Busca una botella de vodka en la cocina y espérame en nuestra habitación.

¿Era en serio? Un insulto estaba en la punta de mi lengua, pero me contuve y seguí la orden. Aleksi no tardó mucho en reunirse conmigo. Me precipité a ayudarlo y él se aferró a mis hombros mientras lo guiaba al sofá más cercano. Se tumbó con un fuerte suspiro cansado y rompió un retazo grande de su camisa blanca.

—Sírveme un trago—dijo sin una pizca de amabilidad.

Abrí la botella y llené el vaso a pesar de que su tono no me gustaba ni un poquito. Supuse que el alcohol le ayudaba a aliviar el dolor. Aleksi bebió de un trago y se limpió la boca con las manos. Se veía realmente agotado.

—¿El médico está en camino? —inquirí.

Sonrió.

—¿Te preocupas por mí?

—Me preocupa más que hagas un desastre en la habitación. Tu sangre está en todas partes —Me posicioné entre sus piernas y lo ayudé a presionar la herida de su hombro con suavidad. Él cerró los ojos—. ¿Dónde has estado?

Su mano libre recorrió la curva de mi cintura.

—Trabajando.

—¿Cómo sucedió esto?

—Un ataque mal ejecutado. Fui imprudente —aceptó con una mueca—. Me descuidé y el bastardo aprovechó la ocasión.

—¿Está muerto?

—Sí —Me instó a sentarme en su muslo y acarició mi mejilla—. No conocía ese lado de ti, cariño. Me gusta mucho.

—¿Cuál?

—Exigente y posesiva—Me apretó el trasero y me mordí el labio—. ¿Creías que estaba con otra mujer?

Me encogí de hombros y me ahorré pedirle más explicaciones.

—¿Importa lo que yo piense o quiera? —pregunté.

—No.

Intenté alejarme, pero me rodeó con sus dos brazos sin importar que estuviera herido. Su lengua me obligó a abrir la boca y cedí voluntariamente. Arrastró la mano bajo mi falda y acarició mi muslo.

—No estuve con ninguna mujer. ¿Sabes por qué? —dijo entre besos y presionó nuestras frentes—. Porque estás en mi puta cabeza y no puedo sacarte de ahí.

Aparté mis labios de él.

—Eso no significa nada.

—Te equivocas, cariño. Significa todo porque tú eres la única que quiero.

Lo que siguió después no era más que un borrón. Mentiría si dijera que mi corazón no se vio afectado por sus palabras. Era una broma o el siguiente truco para confundirme. Era la herida en su hombro. Lo hacía delirar. ¿Lo peor? Yo estaba cayendo.

—Señor Kozlov.

El mismo médico que me había insertado el chip entró a la habitación y me aparté de Aleksi. No me perdí de la aguda inhalación que soltó mientras el hombre hacía su trabajo. Intenté ignorar su mirada intensa, pero sus ojos verdes me mantuvieron prisionera. El doctor trabajó rápidamente en la herida, limpiando la sangre de su piel, desinfectando y empezando con la sutura. Le ofreció unos analgésicos para el dolor que Aleksi rechazó. Hombre terco.

—Has perdido demasiada sangre—dijo el médico después de haber terminado y vendó el hombro herido de Aleksi—. Nada de actividades que te agiten. Tienes que estar en absoluto reposo la siguiente semana.

Alcé una ceja en señal de triunfo. Eso significaba que nada de sexo, aunque dudaba que la herida detuviera a Aleksi. El muy bastardo encontraría la forma de salirse con la suya.

—¿Reposo? —resopló Aleksi—. Esa mierda no funcionará conmigo, Oleg.

El médico suspiró con cansancio. Sí, era una causa perdida.

—Toma los analgésicos que te recomendé si quieres aliviar un poco el dolor. Ya sé que no usarás el cabestrillo—Me echó un breve vistazo—. Te dejo a cargo.

Asentí con una sonrisita maliciosa y el doctor se retiró después de repetir sus indicaciones. Yo era muy capaz de dopar a Aleksi con los analgésicos, pero si se negaba a utilizar el cabestrillo, mucho menos tomaría sus medicinas.

—Prepara la tina, me daré un baño—mandó de nuevo mientras ajustaba sus vendas.

Arrugué la nariz con disgusto.

—¿La palabra por favor no forma parte de tu vocabulario? —Me quejé, pero aun así hice lo que me pidió y lo escuché reír. Imbécil de mierda.

Llené la tina con agua tibia y cogí un recipiente floral que olía divino. Estaba probando la temperatura cuando sentí un brazo rodeándome desde atrás y chillé. El enorme cuerpo de Aleksi me acorraló mientras aspiraba el aroma de mi pelo. Rogué en silencio que no me obligara a tener sexo.

—Quítate la ropa y métete conmigo en el agua.

—No. Estoy bien así.

—No me gusta repetir las cosas, Bella. Metete en la puta bañera o te obligaré.

Respiré a través de la rabia que me quemaba la piel. Ni siquiera moribundo le impedía a ser un maldito degenerado. Lo miré por encima del hombro. Sus ojos verdes eran serios y fríos como siempre, pero había aprendido a captar sus micro expresiones. Por ejemplo ahora no lucía molesto. Más bien adolorido y necesitado.

—No quiero tener sexo—dije—. Esta noche no, por favor.

Esperaba su típica respuesta brusca y agresiva, pero a cambio recibí un asentimiento y solté un suspiro aliviado.

—Bien. Sin sexo―Su tono severo mezclado con su sonrisa burlona y la forma en que su mano frotaba mi nuca me hizo sentir relajada.

Él hizo el primer movimiento. Lo vi quitarse los zapatos y los pantalones sin esfuerzo. El hombre se movía bien a pesar de haber recibido un disparo. Su resistencia al dolor era admirable, pero nada sorprendente. Había pasado por cosas peores en el Gulag. Se sumergió en la bañera y observé como sus músculos tensos se relajaban.

―¿Te quedarás ahí toda la noche? ―preguntó.

Até mi cabello en una coleta alta con el moño en mi muñeca y me desnudé lentamente. El vestido floreado se deslizó por mi cintura hasta amontonarse entre mis piernas. Desabroché mi sujetador y arrastré la diminuta tanga. Aleksi tragó saliva. Metí un pie en la bañera y él se desplazó un poco hacia atrás para darme espacio. Me puse rígida cuando su cuerpo rodeó el mío en una posición muy íntima. Era la primera vez que estábamos desnudos sin llegar a lo sexual.

―¿Te disparan a menudo? ―inquirí.

―Más de la cuenta. No recomiendo la experiencia.

Se me escapó una risita y jugué con las burbujas. ¿Estaba bromeando conmigo?

―¿En otra vida te hubiera gustado ejercer una profesión diferente?

―No conozco nada más.

―Vamos ―bufé―. Al menos haz el intento. Tienes aspecto de arquitecto.

―Tal vez―Deslizó las manos por mi espalda desnuda y mis pechos. No podía estar un segundo sin tocarme―. Pero los arquitectos disfrutan construyendo y a mí me encanta destruir todo lo que toco.

Me invadió un escalofrío.

―¿A ella también la destruirás?

Aleksi permaneció tranquilo.

―¿Quién?

―Ciara Claymore.

Sin reacción.

―Quizás―dijo.

No sabía qué me dolía más. Su actitud despreocupada o el hecho de que ni siquiera le importaban mis sentimientos. Pero era mi culpa por creer en él y pensar que podríamos funcionar como una pareja normal. Era tan estúpida.

―Ella tendrá todo lo que a mí me negaste―Doblé las manos en mi regazo y mis uñas se clavaron en las palmas―. Será tu reina.

Su respuesta era plana.

―Sí.

―¿Qué hay de mí? ―Me atreví a preguntar.

Aleksi se movió un centímetro detrás de mí.

―Las cosas entre tú y yo no cambiarán, Bella. Todavía vivirás aquí y dormirás en mi cama. Pero Ciara será mi esposa y tendrá mi apellido.

Mis dientes castañearon por la furia reprimida y las lágrimas indeseadas empezaron a salir. La humillación me quemaba viva.

―¿Esperas a que yo acepte esto? ¿Ser tu amante?

―Estaba comprometido con Alina antes de conocerte y no te importaba. Te acostumbrarás a la idea.

―¡Son situaciones diferentes!―El collar en mi cuello de repente se sintió demasiado apretado y restringía mi capaz de respirar―. Sabías exactamente lo qué hacías en el momento que empezaste a tratarme diferente y me dijiste que era tu mujer. ¿Ahora me restriegas en la cara que el único lugar que tendré es la de tu amante? Vete a la mierda, Aleksi.

Me levanté bruscamente de la bañera y corrí a la ducha. Si me tocaba de nuevo lo golpearía hasta calmar el dolor de la traición que sentía. Hijo de puta. Él vino detrás de mí tan rápido que no pude huir. Envolvió mi cabello en su puño y tiró de mi cabeza hacia atrás. Mi cuero cabelludo picaba.

―Esto es algo que debo hacer, Bella. Los matrimonios concertados son muy comunes en mi mundo. Casarme con Ciara me dará más poder. Es un negocio. No tiene nada que ver contigo. Todo seguirá igual entre nosotros. Te daré lujos, pasaremos mucho tiempo juntos. Ni siquiera la deseo a ella. Solo a ti.

―Eres un cobarde poco hombre. Fue un error de mi parte asumir que podía cambiarte―Me desprendí de su agarre y mechones de mi cabello se enredaron en su puño. Mi cabeza dolía, pero no tanto como mi ingenuo corazón―. Cuando me contaste tu pasado pensé que eras fuerte. Ahora me di cuenta de que eres débil por no aceptar lo que sientes por mí y probablemente nunca lo harás. Gracias por recordarme que no vales la pena, Aleksi.

―Bella...

Envolví la toalla alrededor de mi cuerpo y me aparté. Recogí algunas de mis cosas de su armario y salí de la habitación con un portazo. Él no vino detrás de mí. Por primera vez respetó mi espacio. Ahora necesitaba estar sola y recobrar el sentido común.

Esto era un cuento de hadas.

Era una pesadilla.

Era hora de despertar.


Dormimos en habitaciones separadas. Él nunca intentó hablar conmigo o arreglar la situación. Me hice una bola en la cama con el corazón tan destrozado que me costaba respirar. Lloré por algo que nunca había sido mío. Lloré porque sabía que nunca sería suficiente. Apreté el amuleto de gorrión entre mis dedos, no tenía fuerza para quitármelo. Ahora estaba desecha, pero ya mañana recordaría quién era y recuperaría mi valor. Esto no iba a acabar conmigo.

Me pregunté qué esperaba de mí. ¿Qué aceptara su nuevo compromiso? ¿Qué me resignara a ser la segunda opción mientras jugaba con su esposa y luego regresaba a mi cama? Nunca. Yo merecía mucho más. No me conformaría con pedazos ni sobras.

Merecía a alguien que tuviera el valor de pelear por mí.

Merecía a alguien que no tuviera miedo de amarme.

Merecía a alguien que me considerara su todo y el centro de su mundo.

Por ahora me conformaría conmigo misma.

Mi amor propio estaba primero.

Y cuando me sintiera completa nuevamente le daría una oportunidad a ese alguien para formar parte de mi vida. Aleksi era un tropiezo. Una mala experiencia no me haría perder mi fe en el amor.

La ausencia de Aleksi era muy notable. Nuestro último encuentro fue la discusión en el baño y no lo había visto desde entonces. Gracias a Dios. No tenía tiempo para lidiar con sus constantes cambios de humor o manipulaciones. El gran día había llegado como un relámpago y agradecía la distracción. Yo estaba nerviosa por lo que se avecinaba esa noche. Todo lo que podía pensar era en mi primera presentación como artista y no había espacio para las dudas, inseguridades o las desilusiones. Hoy conocerían a Bella Elizabeth Foster. La soñadora que jamás se había dado por vencida.

―Hoy te veo más animada―comentó Dorothea.

Le planté un beso en la mejilla mientras ella me servía una humeante taza de café acompañada de tostadas. Me había visto de mal humor el resto del día y me sentía culpable por haberla evitado. No quería escucharla justificar a Aleksi. Me convenía mantener mis emociones para mí misma. Estaba por mi cuenta en este lado. ¿Por qué me aferré a mi fantasía ridícula de que las personas cambiaban?

―Es una fecha muy importante ―Le guiñé un ojo y mastiqué la tostada―. Me encantaría que seas parte, Dorothea. ¿Crees que podrías hacerte un espacio e ir a Kozlov Palace esta noche? Le pediré a uno de los muchachos que te lleve.

Se aclaró la garganta y me miró con diversión.

―Planeaba cocinar palomitas y ver un clásico navideño―sonrió―. Pero definitivamente puedo hacer cualquier cosa por ti. ¿Vas a decirme a qué se debe tanto misterio?

Unté mantequilla en el pan tostado y comí una porción.

―No quiero arruinar la magia así que tendrás que verlo por ti misma.

―Temo que Aleksi no lo apruebe.

Mi desprecio volvió a intensificarse con la mención de su nombre, sobre todo, porque sabía de sus actividades. No fue muy complicado averiguar en qué andaba. Me enteré por Cassie que estaba muy ocupado conquistando a Ciara Claymore. La mujer con quién iría al casino más tarde. Yo ya no era su cita. Qué fácil me había desechado.

―Aleksi estará pendiente de otros asuntos―dije―. Ni siquiera recordará nuestra existencia.

La sonrisa de Dorothea desapareció.

―Sobre eso...

―No quiero hablar de él, Dorothea.

Vio la angustia en mis ojos porque no insistió y se despidió. ¿Qué excusa usaría a favor de Aleksi? Prefería no averiguarlo. El ruso anteponía el poder antes que cualquier cosa que hubiera existido entre nosotros. Yo solo era una pieza en su tablero. Jamás sería la reina. Pero no lo necesitaba porque todavía podía construir mi propio imperio y reclamar la corona por mi cuenta.


Viktor le subió el volumen a la canción y tarareé suavemente sin apartar la vista de la ventana. El auto se movía a una velocidad moderada por las concurridas calles de Strip. Faltaba cuatro horas para que iniciara el evento, pero no quería desperdiciar ni un solo minuto sin practicar. Cassie ya estaba esperándome en el casino.

―He presenciado las prácticas y han sido perfectas―dijo Viktor―. No tienes que estar nerviosa. Todo saldrá bien.

Resistí el impulso de abrazarlo y a cambio le di una sonrisa cariñosa. ¿Quién lo diría? El matón personal de mi secuestrador era mi amigo.

―Gracias por tu apoyo, Viktor. ¿Por qué no se lo has dicho a Aleksi?

Nuestros ojos se encontraron a través del espejo retrovisor.

―Porque no estás haciendo nada malo.

―Podrías ser despedido por esto.

Una sonrisa petulante extendió su boca.

―Lo último que deberías hacer es preocuparte por mí―masculló―. Mi trabajo está a salvo. Aleksi sería incapaz de despedirme.

―Lo he visto perder los estribos por las cosas más absurdas. ¿Estás seguro?

No parpadeó.

―Puedo manejarlo.

Me negué a sentirme culpable por arrastrarlo a mis locuras. Merecía ser feliz al menos una noche. Al llegar al casino, me llevaron directo al camerino. Un enorme torrente de emociones se abatía dentro de mí. El corazón me latía deprisa. La ansiedad me embargaba al punto de que casi di marcha atrás. Pero yo no era una cobarde. Esto era el comienzo de experiencias bonitas.

En cuanto abrí la puerta del camerino mi mano fue directo a mi boca para ahogar el grito sorprendido. El dulce aroma me invadió. Cerré los ojos un segundo inhalando. Me recordó a los viejos tiempos, cuando trabajaba en la florería de Josephine. Observé una cantidad absurda de arreglos florales en la pequeña habitación. Tulipanes blancos y gardenias. ¿De dónde salieron tantas? Decoraban los muebles y las paredes. Se sentía como regresar a casa.

―¿Son para mí?―titubeé.

Cassie estaba de pie cerca del tocador con una sonrisa gigantesca en el rostro.

―¡Todas son para ti!―exclamó. Negué con la cabeza y dejé salir algunas lágrimas. Era el gesto más bonito que habían hecho por mí en mucho tiempo―. No te compré estas flores para que te pongas a llorar.

―Son lágrimas de felicidad. Lo prometo―Mi rostro se volvió hacia el suyo y le sonreí―. No puedo creer que hayas hecho esto por mí.

―Oh, Bella. Haría cualquier cosa por ti―Me entregó un tulipán―. Deberían darte flores siempre porque tienes un alma preciosa. Mereces ser celebrada todos los días.

―Gracias por tu amistad incondicional. Gracias por ser todo lo que necesito.

―Espera que aún hay más.

Corrió hasta el armario de vestuario. Había vestidos impresionantes y brillantes. Todas eran de Ángel, pero Cassie tenía una especialmente hecha para mí. Presioné una mano sobre mi pecho dónde el corazón parecía a punto de reventar. Solo mi mejor amiga podía dejarme sin palabras con sus acciones.

―Es maravilloso―dije.

Ella sostuvo el vestido contra mi cuerpo y juntas lo admiramos frente al espejo. Era una réplica exacta al que había usado Marilyn Monroe en su icónico vídeo Diamonds Are a Girl's Best Friend. Era rosa y de satén, con un escote recto y llegaba hasta el suelo. Mis ojos formaron corazones por lo hermoso que era. Yo estaba enamorada.

―¿Te gusta? ―preguntó Cassie con el mismo entusiasmo.

Mi sonrisa era tan grande que me dolían las mejillas.

―La amo con cada parte de mí―Di pequeñas vueltas con él―. Esta noche me sentiré como una reina.

Cassie alcanzó el joyero negro del tocador y me guiñó un ojo. Abrió la tapa, dentro había pendientes de diamantes y pulseras.

―Serán tus mejores amigas esta noche.

―Son preciosas, pero...

―No aceptaré ni un pero de tu parte―Acunó mis mejillas y me miró fijamente―. Es tu noche y quiero que luzcas perfecta e inalcanzable. Quiero que el mundo te conozca, sobre todo, quiero que Aleksi vea lo que se está perdiendo al ser un imbécil de mierda. 

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