Capítulo 21
Bella
Si yo fuera más valiente y decidida habría apretado ese gatillo sin pensarlo dos veces. Un solo disparo terminaría con todo. Pero no era una asesina y no quería ensuciarme las manos. La muerte era una salida demasiado fácil. Quería que mi venganza fuera agonizante y mucho más dolorosa. Quería que Aleksi sufriera mi pérdida y se arrodillara en busca de mi perdón. Quería verlo arrepentido y desesperado. Que no soportara la idea de vivir sin mí. Eso sería su nuevo significado de sufrimiento.
—Ponte en posición—instruyó Viktor—. Calma los latidos de tu corazón.
Inhalé y exhalé mientras observaba con atención el objetivo a poca distancia. Viktor había apilado varias botellas de vidrio en el jardín para que disparara. No asimilaba que Aleksi ordenara que aprendiera a usar una pistola, pero estaba agradecida y no protestaría.
—Separa un poco las piernas.
Envolví el arma con mis dos manos y me concentré en la mirilla. Tenía una protección para los ojos y los oídos. Viktor se tomaba muy en serio las clases. Mis brazos no temblaban y mis hombros estaban perfectamente alineados. Imaginar el rostro de Aleksander Solovióv sirvió como motivación. Le haría un agujero en la cabeza al asqueroso.
—A la cuenta de tres... —dijo Viktor—. Uno...
Ni siquiera esperé a que el conteo llegara a tres y disparé. El olor a pólvora me aturdió, pero no dejé que los nervios me hicieran fracasar. Los pájaros en los árboles volaron lejos ante el ruido atronador. Algunas botellas estallaron y quedaron vidrios rotos en su lugar. Mi pecho subía y bajaba. Tenía mucha ira acumulada desde la noche anterior y quería desquitarme con algo. Nada más adecuado que clases de tiro al aire libre.
—Bien —Me halagó Viktor y entrecerré los ojos—. Bastante regular para una novata. Ten en cuenta que las personas que quieran lastimarte no van a compadecerse de ti. Lo harán en la primera oportunidad y tú debes ser más rápida. No necesitas matarlos precisamente —Colocó mis dedos en el gatillo de la forma correcta—. Dejarlos indefensos será suficiente. Dispara.
Lo hice de nuevo y esta vez ninguna botella quedó intacta. Me quité los lentes de protección y los auriculares para sonreírle a mi instructor. Estaba serio sin verse impresionado por mi talento nato.
—¿Crees que podrías enseñarme defensa personal? —pregunté.
Se rascó la nuca.
—De mi parte no hay ningún problema, pero...
—Aleksi no lo autorizará—Puse los ojos en blanco y me acerqué a la mesita del jardín para tomar una botella de agua—. Yo me haré cargo de él. Conozco bastantes métodos que van a convencerlo.
Viktor ahogó una risa detrás de una tos.
—Seguro que sí.
Bebí un trago de agua y le di una de mis sonrisas angelicales. Había sido observadora desde mi estadía en la mansión. La relación que Aleksi tenía con Viktor era muy diferente al que mantenía con el resto de sus empleados. Parecía cómodo y a gusto con él. Lo que me hizo entender que Viktor lo conocía mejor que nadie.
—¿Qué puedes decirme sobre el Gulag? —pregunté.
Se veía sorprendido y aturdido hasta que la comprensión cruzó sus rasgos. Me miró como si no pudiera creerlo.
—Él te lo dijo—respondió estupefacto—. Mierda...
—No me dio muchos detalles. Solo sé que era una prisión clandestina de Rusia.
Se pasó una mano por la boca abierta y apretó la mandíbula. Viktor no era del tipo que tomabas desprevenido, pero ahora no sabía cómo actuar ni qué decir.
—Ese infierno sigue existiendo—masculló y flexionó los puños. Ahora que miraba fijamente sus manos noté las cicatrices y la piel quemada—. No quieres saber todos los horrores que ocurre allí.
—Quiero saber—insistí y le toqué el hombro—. Te lo estoy preguntando por una razón, Viktor.
Frunció el ceño.
—No es mi historia para contar. Aleksi te ha dicho lo que quiere que sepas.
—Por favor...
Emitió un suspiro y sus hombros cayeron en derrota.
—En esa prisión recibían a las peores escorias de Moscú. Incluso a niños inocentes que fueron obligados a estar allí,
Sus ojos oscuros eran duros, pero en lo profundo de ellos pude ver el dolor y la agonía al recordar el pasado. Quise llorar por él y Aleksi.
—¿Qué edad tenías? —inquirí.
—Doce. Aleksi diez—contestó mordaz y me tragué un sollozo—. Yo fui secuestrado y Aleksi enviado a prisión por su propio padre.
No sabía qué decir porque un "lo siento" no borraría todas las tragedias que ellos habían sufrido. No se sentía correcto darle mis condolencias.
—¿Cómo sobrevivieron?
Se rió con amargura.
—Peleando y uniendo fuerzas. Fuimos sometidos a golpes, depravaciones y trabajos forzados—Se encogió de hombros como si ya no importara—. Me prometió que él algún día se convertiría en el Pakhan y saldríamos juntos. Sus ansias de venganza nos sacó de allí. Siempre le creí al hijo de puta.
—Ambos son supervivientes.
Asintió.
—Aleksi está roto de muchas maneras—masculló y sonrió—. No intentes arreglarlo o terminarás destruida. Tómalo como un consejo de alguien que aprecia lo valiente que eres, Bella.
Revolvió mi cabello como si fuera un cachorro y entró a la mansión. Me senté en la tumbona con las piernas cruzadas y apreté la botella de agua. No había lugar para albergar falsas esperanzas cuando se trataba de Aleksi Kozlov. Ese hombre me volvía loca con sus constantes actitudes contradictorios. Dios... Tal vez él no sería el único que terminaría hecho pedazos con mi partida.
Estaba sudorosa cuando entré a mi habitación. Me dolían los brazos por haber sostenido la pistola. Me sentía muy agotada y quería darme un baño desesperadamente. Me quedé paralizada en la puerta cuando encontré a Dorothea apilando mi ropa en varias maletas. Un sudor frío se acumuló en mi piel. No era una buena señal.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté confundida.
Detuvo su tarea y me miró con una sonrisa de disculpa.
—Aleksi me ordenó que llevara tus cosas a su habitación. A partir de hoy dormirán juntos—sonaba apenada—. Debí decírtelo antes.
Apreté los dientes, la humillación y la ira me carcomieron por dentro. Ordenó algo tan importante sin consultarme. Claro que sí. Mi opinión no era relevante.
—¿Hará alguna diferencia si me niego?
Dorothea agachó la cabeza y dobló mi vestido granate favorito en la maleta.
—No. Lo siento, cielo.
¡Maldita sea! No me agradaba la idea de dormir y despertar a su lado porque eso implicaba que mi cuerpo estaría a su entera disposición cuando él quisiera. Hijo de puta. Sabía exactamente qué pretendía con esto. Ahora no tendría privacidad o descanso.
—De acuerdo—Asentí con una falsa sonrisa—. Su habitación también será mía, ¿no? Mi ropa estará en su armario y mis cosas cosméticas en su baño.
—Ehh... sí.
—Supongo que tengo todo el derecho del mundo de decorarla a mi antojo. ¡Fantástico! —Saqué el cuadro colgante con la pintura de la Torre Eiffel de mi pared y lo acuné contra mi pecho—. Me gustaría cambiar las cortinas y añadir otros colores además del negro. No quiero sentirme como si estuviera durmiendo en la cama de Drácula. Aleksi es tan aburrido.
Dorothea me miró atónita antes de acompañarme en un coro de risitas. El estúpido ruso estaba empeñado en invadir mi espacio así que yo haría lo mismo. No iba a molestarle un poco de rosa entre sus cosas góticas. ¿O sí? A la mierda.
—Hay sábanas muy bonitas que te encantarán —Dorothea me siguió la corriente—. Haremos que esa habitación se sienta tan tuya como de Aleksi.
Mis productos cosméticos estaban esparcidos en el botiquín del baño y mis ropas ocupaban gran parte del armario, pero aún así sobraba espacio y todavía no la sentía como mía. Cambié la triste cortina negra por una dorada y las sábanas tenían un espectacular estilo egipcio. Me tiré en la cama haciendo angelitos en el suave colchón. Faltaba una sola cosa. Sonreí mientras adornaba la pared con mi adorable cuadro y suspiré. Listo. Un par de flores bastarían. No podía esperar a ver la cara de Aleksi cuando notara el radical cambio en su habitación. Era tan fácil irritar al energúmeno. Molestarlo era muy divertido.
Mi celular emitió un pitido y di un pequeño salto. Era Cassie. Respondí de inmediato, sentándome en un sillón y enredando un mechón de mi cabello.
—Ese bastardo se atrevió a pedirme un favor —gritó en el teléfono—. ¿Puedes creerlo?
Hice una mueca y aparté el celular de mi oreja.
—¿De quién estás hablando?
—Aleksi —gruñó Cassie—. Alina renunció y pretende que organice su evento de año nuevo. ¡Ese sucio bastardo! Lo peor es que negarme no es una opción, Bella. Mi padre no lo permitirá.
—Suena divertido. Vamos, Cassie, permíteme ayudarte—Me incorporé—. He estado remodelando la mansión a mi antojo estos días y unirme a tu proyecto sería increíble. ¡Di que sí!
—Empezaré en una hora. ¿Nos vemos en Kozlov Palace?
—¡Por supuesto! —Corrí a recoger mi bolso y salí de la habitación—. Será todo un honor darle mi toque al casino de Aleksi.
Lanzó una carcajada.
—Oh, Bella, me has dado una gran idea.
—Ya quiero escucharlo. Te veo pronto, Cassie.
Me deslicé por la barandilla de la escalera y salté hasta llegar a la sala de estar. Viktor me miró con cansancio mientras me veía acercarme. Le aburría ser mi chófer personal, pero estaba obligado a soportarme hasta que Aleksi dijera lo contrario.
—Vamos a Kozlov Palace—Ajusté el bolso contra mi hombro—. Tengo una cita con Cassie Belova.
Carraspeó.
—A partir de mañana Mark será tu nuevo chófer—masculló—. El jefe quiere que limites tus salidas.
Doblé los brazos sobre mi pecho, la ira me consumió y me dio ganas de hacer locuras. Estaba harta de Aleksi y sus reglas.
—Tengo un rastreador. ¿Acaso eso no es suficiente?
—Entiendo tu frustración, pero hay muchos peligros que no entiendes. Él te dará más libertad cuando matemos a Aleksander.
¿Me entendía? De ninguna manera. El chip era como una correa de perros para que no me alejara demasiado. Limitaba mis ganas de vivir. Era lo mismo que una prisión a domicilio. ¿Qué demonios él sabría cómo me sentía?
—¿Puedes llevarme con Cassie? —supliqué y me obligué a calmarme. Desquitarme con Viktor no serviría de nada y solo estaba perdiendo el tiempo—. No tardaré mucho.
Me abrió la puerta del auto.
—Vamos.
Sentía la misma fascinación cuando entré a Kozlov Palace. El casino estaba cerrado a los clientes debido al horario, aunque pude ver al personal moviéndose de un lado a otro. Cassie lanzaba órdenes con el rostro contraído por el estrés. Sostenía una Tablet entre las manos mientras una muchacha asentía a todo lo que solicitaba. Debió ser chocante que Aleksi le pidiera ayuda. No me imaginaba lo difícil que era trabajar con alguien que odiaba, pero la admiraba por ceder. Ella era muy profesional. Si estuviera en su lugar me habría asegurado de que el evento fuera un fracaso. Llámalo pequeña venganza o tal vez inmadurez.
Caminé por el suelo alfombrado mirando cada estructura del casino. Me detuve debajo de la impresionante lámpara de cristal con forma de araña y respiré hondo. Me distraje con la amplia pista de baile dónde Ángel cantaba Like a Prayer de Madonna. Estaba encantada ante ella. Desearía ser la mitad de talentosa.
—¿No planeabas saludarme? —reprochó Cassie a modo de broma y salí de mi aturdimiento.
Nos abrazamos fuertemente y sonreímos. Ella se veía cansada, pero no menos preciosa.
—¿Cómo lo estás llevando? —pregunté.
Dejó escapar un profundo suspiro, frotando su frente.
—Mi lado perfeccionista no me permite organizar algo mediocre. Tengo una semana para demostrarle a Aleksi de lo que soy capaz—Me tomó de la mano y me llevó al bar. Pidió dos vasos de Martini y centró toda su atención en mí—. Lo primero que quise hacer fue mandarlo al demonio, pero entonces pensé que algo bueno podría salir.
Descansé un codo en la barra y me puse cómoda en el taburete. Yo soportaba a Aleksi todos los días y sabía lo difícil que era tratar con él.
—Vamos a divertirnos mucho—Le guiñé un ojo—. Aleksi me dijo que asistiríamos juntos. Me pidió que viniera armada esa noche. Viktor me enseñó a disparar más temprano y fue una locura.
Cassie tosió. El vaso quedó suspendido en medio de sus labios.
—¿Quieres que aprendas a disparar? ¡Vaya! —Soltó una carcajada irónica—. Pensé que un neandertal como él nunca lo permitiría.
Mis mejillas ardieron.
—Soy muy buena en el arte de la persuasión.
—Dios mío... —Los ojos de Cassie se agrandaron—. No sé qué pensar de todo esto.
Bajé la mirada a mi vaso antes de tomar un trago.
—Yo tampoco. Hay algo... diferente en él. No es el mismo hombre que conocí —Evité sus ojos para no ver ningún juicio allí—. Se ha vuelto un poco más atento. Y sé que el chip apesta, pero Cassie, cuando me besa me siento tan confundida. Yo...
Jadeó como si hubiera dicho la peor de las blasfemias.
—¿Te estás enamorando de él?
Mi voz tembló cuando me exalté.
—¡No! —espeté a la defensiva y encontré el valor de mirarla—. Pero hay ocasiones en las que pienso que debería darle una oportunidad y tal vez podríamos funcionar. Me contó su pasado y dijo que lo hago sentir vivo. A su extraña manera sé que le importo.
Tomó una fuerte bocanada de aire.
—Está actuando de esa manera para llegar a ti, Bella. En poco tiempo se ha convertido en todo lo que tienes. Dependes de él para vestirte, alimentarte e incluso para comunicarte con el resto del mundo. No haces nada sin que Aleksi esté al tanto—bebió de nuevo—. Yo lo llamo Síndrome de Estocolmo. Sientes un vínculo afectivo por tu secuestrador.
Intenté parpadear las lágrimas, pero me nublaron la vista y me mordí la lengua. Era humillante y patético porque Cassie tenía razón. Me avergonzaba haber olvidado como había empezado todo. Fui secuestrada y condicionada de muchas formas. Crecí en un ambiente violento y tóxico. Entonces apareció Aleksi y me ofreció cosas que nunca nadie me había dado.
—No sé qué hacer, Cassie.
Me atrajo hacia ella en un cálido abrazo.
—Shh... dejemos que el tiempo ponga las cosas en su lugar. ¿Bien? —Acomodó un mechón de pelo detrás de mi oreja—. Pero no olvides quién es Aleksi Kozlov. Si lo haces algún día estarás perdida y es exactamente lo que él quiere.
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Aleksi
Claymore escogió uno de los restaurantes más populares de la ciudad para el encuentro. Agradecía su consideración. Era un hombre sin escrúpulos como todos en este negocio, pero tenía una cualidad importante y esa era que cumplía sus promesas. Me había ganado una parte de su respeto cuando le cedí la ubicación de su hija. Gracias a mí pudo darle una sepultura digna. Era lo mínimo que debía hacer por él después de los errores que cometió mi inepto padre.
¿La desventaja? Había negociado con un italiano y Claymore probablemente ya estaba al tanto. Tenía el presentimiento de que nada saldría bien en este encuentro, pero no subestimaría mi talento. Sabía muy bien como poner todo a mi favor.
—Señor Kozlov, por aquí.
El joven anfitrión me condujo al segundo nivel del enorme edificio. Hice caso omiso de las miradas inquisitivas puestos en mí mientras subíamos las escaleras. Pronto llegamos a un piso exclusivo. El espacio era abierto y acogedor. Olía a cálidas especias y buen vino. Había pocos clientes, gente de negocios por las apariencias elegantes, envueltos en una conversación entre murmullos bajos y sonrisas.
Encontré a Connor Claymore sentado en la mesa más alejada del salón. Levantó la copa a modo de saludo y asentí antes de acercarme. Había decidido venir sin la compañía de Viktor. Quería que el irlandés supiera que no le temía y no necesitaba a nadie que me cubriera las espaldas. Podríamos llegar a un acuerdo como dos hombres civilizados. Mi intención era darle una imagen muy diferente al de Mikhail Kozlov. Yo era sensato.
—Aleksi.
Sobresalía con su habitual expresión seria e intimidante. Vestido en un traje oscuro a medida con una corbata perfectamente anudada, hizo un ademán con la mano y ordenó que me sentara frente a él. Tampoco venía acompañado. Dos podíamos jugar a este juego.
—Connor. Gracias por aceptar mi invitación —mascullé y lo decía en serio.
—Fue inesperado—admitió. Habló en una cadencia suave que tranquilizaba a su presa antes de su inevitable ejecución. Demasiado calmado y paciente—. ¿Qué podría ofrecerme un Kozlov?
Una camarera se acercó a tomar nuestros pedidos, pero me negué. Era muy reservado sobre comer en ciertos lugares. Connor, en cambio, parecía cómodo y seguro. Pidió un plato de langosta con salsa de barbacoa y otra botella de vino blanco.
—Mucho más que Igor Solovióv, te lo aseguro.
La mirada en sus ojos era mordaz. No confiaba en mí. Incluso después de haberle hecho un gran favor. No lo culpaba. Mi padre le había arrebatado lo único que amaba y yo era el hijo de su mayor verdugo. No había tregua allí. Era evidente.
—Entonces estás al tanto de Igor y su posible retiro de la bratva—dijo.
La sonrisa se apoderó de mis labios.
—Me parecía improbable que un perdedor como él te haya convencido de participar en sus juegos. Sufrí un atentado hace días y todo indicaba que fueron tus hombres, pero me di cuenta de que eso sería muy obvio y a ti te encanta el misterio. ¿Por qué permitir que ese cerdo ensuciara tu nombre?
Connor se limpió los labios con una servilleta. Era un año más joven que mi padre. Las canas apenas eran visibles en su cabello y los dedos de sus manos estaban cubiertos por tatuajes y símbolos celtas. Tenía recuerdos vagos de él yendo a mi casa. Sabía que fue amigo de Mikhail, pero un día dejé de verlo y de repente fue declarado nuestro enemigo.
—Me importa muy poco tu opinión, Aleksi.
—¿Oh? Si ese fuera el caso no estarías aquí —Ladeé una ceja y lo miré de arriba abajo—. Igor está acabado. Su hijo lo llevará a la quiebra con sus estupideces y él quiere huir desesperadamente. ¿Qué te dio para hacerlo realidad? ¿Sabotear mis negocios? ¿Te prometió matarme?
La camarera regresó con la comida de Connor y él se tomó su tiempo saboreándolo, sin darme una segunda mirada. Apreté la mandíbula y negué.
—Tu muerte no me beneficia en nada—dijo masticando—. El territorio de Igor, en cambio, me dará más opciones de distribución en Las Vegas.
—¿Y crees que será fácil tomarlo? Tiene muchas deudas y seré el primero en reclamar sus propiedades cuando lo mate.
Se burló.
—Sí, lo supuse.
—¿Entonces cuál es el punto de continuar con la guerra?
Tiró la servilleta en la mesa y la calma se esfumó de su rostro.
—Esa guerra empezó hace décadas, Aleksi. Tu padre fue el responsable y decidiste seguir el mismo camino.
—Te di el paradero de tu hija y traté de llegar a un acuerdo que rechazaste. A cambio, preferiste atacar mis territorios y mataste a varios de mis hombres.
—Lastimaste a mi sobrina.
—No es nada a comparación de lo que sigues haciendo.
Estaba sopesando muy bien su respuesta antes de responder. Él sabía que no era inteligente seguir desafiándome cuando tenía el apoyo de los italianos y pronto mucho más. Mi padre era impulsivo. Yo, por el contrario, era calculador.
—No hay posibilidad de ninguna tregua. Nunca le daría credibilidad a los rusos—continuó—. Igor era tu aliado y ahora quieres deshacerte de él. ¿Quién puede garantizarme que no harás lo mismo conmigo en el futuro? No te tomaré en serio, menos después de que le tendiste la mano a Matteo Moretti.
Mi boca se tensó en una línea.
—Así es como funcionan los negocios. Siempre vas con quién ofrece la mejor oferta. Matteo lo hizo—sonreí—. Podríamos ser tú y yo, pero preferiste aliarte con Igor. ¿Crees que no estoy al tanto de tu numerito? Enviaste el paquete con los explosivos y saboteaste mis mercancías.
Me devolvió la sonrisa.
—Son represalias en contra de todo lo que hiciste antes. Las guerras son complicadas y nunca acabará. A menos que me ofrezcas más de lo que ha hecho Igor.
—Has sido muy claro con tus palabras. No confías en los rusos.
Connor dio un sorbo lento a su vino y asintió.
—Escuché que tu acuerdo matrimonial con la heredera Petrova ha terminado.
—¿A dónde quieres ir con esto?
—Puedo darte la cabeza de Igor y su hijo Aleksander. Conozco la ubicación que estás desesperado de encontrar —Hizo una breve pausa y examinó mi rostro—. A cambio, aceptarás la mano de mi hija Ciara Claymore en matrimonio. La mejor manera de terminar con esta guerra es uniendo a nuestras familias.
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