Capítulo 19
Bella
Ver la florería de Josephine me produjo alegría y tristeza en partes iguales. Quería acercarme, saludarla y abrazarla. Beber té como en los viejos tiempos y conversar sobre las últimas películas en la cartelera de cine. Ella me dio el escape que necesitaba de mi padre. Me dio un propósito.
Pero ya nada era como antes. Yo solo era una sombra de mí misma. Atrapada con un hombre que me había secuestrado y me aterraba. No quería exponer a Josephine ni condenar su vida a una persecución. Lo correcto era mantenerme alejada y dejar atrás el pasado.
La pequeña Bella que ella conocía dejó de existir.
Ahora estaba sola.
Regresé al auto sin mirar atrás. Mi corazón se rompía con cada paso, pero tenía que seguir adelante. La única manera de ganar una guerra era sin debilidades. Sin nada que perder. Odiaba que me hubieran arrebatado la poca alegría que tenía. Fui chantajeada, degradada, humillada. Le había dado a Aleksi lo que quería, pero todavía me sentía desesperada. El chip en mi cuerpo era como un arma invisible apuntando mi cabeza. No era la libertad que buscaba. Mi vida ya no era mía.
—¿Señorita? —La voz de Viktor me hizo regresar a la realidad y lo miré aturdida.
—Sácame de aquí—susurré—. Sácame de aquí.
Me abrió la puerta sin cuestionar y me ayudó a entrar. Sentía los ojos hinchados y el alma en trizas. No fue hasta que me miré a través del espejo retrovisor noté que estaba llorando ruidosamente. ¿Cómo ocultaría esa tristeza? No tenía importancia. Nadie se preocupaba por mí. Era yo contra el mundo. Siempre fue así.
Cuando Viktor estacionó, comprobé que cualquier signo de angustia había desaparecido y me apliqué otra capa de labial. Ignoré su mirada interrogante y salí a mi encuentro con Cassie en el centro comercial. Si había una persona en la faz de esta tierra que podía animarme era ella. Su cabello rojo estaba recogido en un moño desordenado, sus mejillas sonrojadas por el frío exterior. Acomodó la bufanda alrededor de su cuello antes de acercarse con una sonrisa. El cachorro en sus brazos ladró al verme y chillé de emoción. Viktor a mi lado observaba el reloj en su muñeca. Pobre hombre. El día recién había empezado.
—¡Cassie!
Corrí a su encuentro y nos abrazamos fuertemente sin aplastar a Cookie. La adorable criatura sacudía la colita compartiendo la misma alegría. Cassie lo dejó al suelo y empezó a saltarme. Era tan lindo. De repente una idea divertida pasó por mi mente. ¿Qué pensaría Aleksi si adoptaba un cachorro? Me puso el chip porque a su extraña y retorcida manera no quería verme deprimida y sola en la mansión. Un perro sería la compañía perfecta.
—Cuando me llamaste creí que se trataba de una broma —dijo Cassie en tono de incredulidad y miró a Viktor detrás de mi espalda que se encontraba atento en una esquina—. ¿Cómo lo convenciste?
El nudo me apretó la garganta y sonreír fue el acto más falso. Se me puso la piel de gallina al pensar en el bisturí del médico cuando me puso el chip. Mi nuca latió de dolor y por un segundo todo se desvaneció. Aleksi era un hijo de puta malvado, pero siempre se aseguraba de superarse. Lo que me hizo era inhumano. Estaba tan decepcionada, aunque no debería. Era estúpido esperar algo bueno de él.
—Tengo ganas de tomar crema batida—Le sonreí a Cassie mientras me agachaba y rascaba las orejitas de Cookie. El cachorro me lamió las manos—. Hay una cafetería aquí. Quiero estar sentada para contarte todo. Es muy abrumador.
Su sonrisa se desvaneció lentamente y me miró con los ojos entrecerrados.
—¿Estás bien? —preguntó y se corrigió de inmediato—. Claro que no. ¿Quién lo estaría con Aleksi Kozlov?
Suspiré.
—Necesito esa crema batida.
—Ven—Entrelazó su mano con la mía y caminamos juntas mientras Viktor nos custodiaba. Cassie puso los ojos en blanco—. Sabía que tu libertad no era gratis. ¿Cuál fue el costo?
—Cassie...
—Ya, ya—Se aseguró de que Cookie estuviera cerca y bajó la voz—. Me da miedo saber, Bella.
Sonreí sin ganas.
—A mí me duele recordarlo.
Me dio un abrazo apretado y entramos a la cafetería abastecida. Encontramos una mesa apartada y un asiento para Cookie. A nadie parecía importarle que el cachorro fuera un cliente más. Ordenamos las deliciosas cremas batidas y al perro unas galletas. Tenía la esperanza de que la helada y azucarada bebida pudiera animarme y hacerme olvidar la pequeña herida latiendo en mi nuca. Cassie pidió un bizcocho a último momento. Miré a Viktor que hablaba a través de sus auriculares. Probablemente le estaba informando a Aleksi sobre mi rutina.
—¿Por dónde quieres empezar? —preguntó Cassie, dando un sorbo con la pajita—. Te busqué hace tres días en la mansión, pero Dorothea me dijo que fuiste a Italia con Aleksi. Imagina mi cara de sorpresa. Es más serio de lo que creía.
Corté un trozo de cheesecake y lo traje a mi boca. La mezcla de queso, crema y fresa me hizo gemir. Cookie me dio una expresión tan tierna que estuve tentada a darle un bocado, pero Cassie me detuvo.
—Para mi desgracia sí es serio—respondí frustrada y agotada—. Me llevó a una galería de arte y conocí a uno de sus asociados. Se llama Matteo Moretti. Italiano, guapo, seductor.
Cassie masticó más rápido.
—La bratva se ha negado negociar con los italianos durante décadas. Me sorprende que esa barrera esté rota gracias a Aleksi —expresó—. Sabía que lo lograría. Mi padre siempre ha dicho que es un bastardo ambicioso y listo.
—No tengo el mínimo interés de entender sus negocios —Revolví el batido con la pajita—. Todo iba bien en el viaje hasta que lo arruinó...
Le conté como fue la experiencia sin omitir ningún detalle. Desde el sexo hasta la salida al Coliseo y la tienda de ropa. Cassie estaba muy intrigada, soltando comentarios indignados cuando llegué a la parte dónde él me avergonzaba y me puso el maldito chip rastreador. Gritó tan fuerte que llamó la atención incluso de Viktor. Levanté una mano para hacerle saber a mi guardaespaldas que todo estaba en orden.
—Juro que la próxima vez que lo vea voy a castrar a ese infeliz—Levantó el tenedor como un arma amenazante—. Y haré que se trague su maldito pene.
Recorrí el dedo por una gota de agua salpicada en la mesa.
—Lo usaré a mi favor—Mi ira se desbordaba, el odio y el rencor brotaban de mi boca sin problemas—. Encontraré la manera de quitármelo por mi cuenta, pero antes lo destruiré psicológicamente como él lo hizo conmigo. Quiero verlo roto. Quiero que mi ausencia le duela. Quiero que nunca sea feliz. Quiero que mi rostro sea todo lo que vea cuando cierre los ojos.
Cassie soltó un silbido y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. Era bueno tener a alguien que compartiera el mismo desprecio por Aleksi. Seguía intrigada con la historia detrás de eso. Todavía esperaba que lo compartiera conmigo algún día.
—Conozco a alguien que puede quitártelo. Tú solo dime y yo haré mi parte.
—No puedo huir justo ahora—dije de inmediato. Enderecé los hombros, decidida a lo que tenía que hacer—. No llegaré muy lejos y perderé la poca confianza de Aleksi. Él me lo ha puesto como una prueba.
—Eres la persona más fuerte y admirable que he conocido—Encontró mi mano a través de la mesa—. Vas a lograr todo lo que te propongas porque tienes espíritu de luchadora, Bella. Haces lo que sea para sobrevivir y eso te vuelve más fuerte cada día.
Yo nunca quise ser esa persona fuerte. Nunca quise pasar por nada de esto. No podía cambiar el pasado, pero tenía el poder de cambiar mi futuro y no iba a renunciar a eso.
All I Want for Christmas Is You sonaba en los altavoces mientras arrastraba el carrito y lo llenaba con guirnaldas y luces de diferentes colores. Me gustaba la tradición del beso bajo el muérdago, pero ni loca lo haría realidad con Aleksi. Toqué los adornos de pequeñas cabañas con formas de jengibre y sonreí. Compraría lo que quisiera a mi antojo.
Cuando era una niña le rogaba a mi padre para que me llevara a los festivales de navidad. Nunca me cumplió el capricho así que decidí escapar esa noche. Vine a este centro comercial. Mi ropa era andrajosa a comparación de los otros niños que esperaban en la fila y mis ojos llenos de lágrimas miraban con ilusión a Santa. Solo quería una foto con él.
Afortunadamente el hombre disfrazado de rojo y blanco se apiadó de mí y me dio un obsequio. Una pequeña bolita de cristal que tenía una cabaña por dentro y caía nieve cuando la agitabas. Lo guardé como una reliquia muy valiosa y deseé tener una familia que me amara y me protegiera. Años después aún conservaba los mismos sueños estúpidos. Tan tonta.
Ruidos y aplausos sonaron. Me acerqué con una sonrisa al coro que interpretaba Jingle Bell Rock. Pronto me encontré a mí misma entonando la canción y guiñándole un ojo a Viktor que parecía agobiado. Miré las luces parpadeantes que iluminaban el majestuoso abeto que se extendía hasta la cima del techo. En la punta había una estrella de gran tamaño. Las cajas de regalo bajo el árbol eran enormes y coloridos.
Y entonces vi a Santa sentado cerca de su trineo mientras cientos de niños de todas las edades esperaban en la fila para tener una fotografía con él. Me reí al recordar a la pequeña Bella que tuvo lo que quería, pero fue descubierta por su padre y el único regalo de navidad que había recibido fue un ojo morado.
—¿Por qué no le gusta celebrar la navidad a Aleksi? —pregunté—. ¿Qué tiene de malo una fecha tan hermosa y especial? ¿Has visto a las personas? El espíritu navideño los une.
Viktor se aclaró la garganta. No esperaba ninguna respuesta, pero me sorprendió cuando respondió con genuina tristeza.
—Tuvo otro tipo de celebración y no fue muy bueno. No merece la pena recordarlo.
Miré a la gente reunida que admiraba el árbol. Los niños gritaban mientras las parejas compartían abrazos y besos. No podía sentirme identificaba con Aleksi porque yo también había sufrido una infancia traumática y no usaba mi pasado para ser horrible con los demás. Pero mi lado compasivo, sentía dolor por él. Sabía lo que era sentirse completamente solo y no tener a nadie que sostuviera tu mano.
—Espero que esta navidad sea diferente para él —Le dije a Viktor y lo arrastré a la sección de árboles.
Si por mí fuera compraría la misma que estaba en exhibición en el centro del comercial, pero no quería presionar demasiado a Aleksi. Ya era suficiente con las otras compras. Ahora mi preocupación era convencerlo de permitir decorar su fría mansión con adornos alegres.
—¿Qué piensas de esto? —Agarré una guirnalda de rosas con lucecitas—. Quedará precioso en el jardín. La mansión destaca en la zona y me imagino que será un faro con toda esta decoración.
—No cabrá en el auto—señaló el carrito de compras.
Me encogí de hombros.
—El centro comercial tiene medios de envíos.
Gimió de frustración, pero me siguió cuando me detuve en otra sección de adornos. Agarré varios cascanueces, velas perfumadas, bolas de cristal colgantes, muñecos de nieve, bastoncitos y un gorro navideño. Había cosas hermosas y no sabía cuál elegir.
Al final escogí un árbol de abeto de tres metros que definitivamente no cabía en el auto. El vendedor me dio la opción de llevarlos ellos en la dirección indicada y acepté. Casi cinco mil dólares en adornos y aún no era suficiente. La tarjeta que me dio Aleksi tenía límite de quinientos mil. Era mucho dinero en mi poder y se sintió bien. Podía hacer tantas cosas.
Viktor seguía molesto cuando llegamos a la mansión con centenas de bolsas y una camioneta con el árbol navideño. Le pedí a los muchachos custodios que ayudaran a bajar mis cosas. Todos me miraron boquiabiertos, pero captaron la orden cuando me puse terca. Aleksi dijo que dejé de ser una prisionera. Era su mujer y ellos aprenderían a verme como tal.
—Déjalo aquí, gracias —pedí mientras el hombre arrastraba el árbol junto a la ventana y lo dejaba allí—. ¡Tengan cuidado, chicos! ¡No rompan nada!
En cuanto el resto de las compras estuvieron en la sala de estar, me crucé de brazos con una sonrisa triunfal. Viktor ni siquiera dudó en desaparecer. Ahora estaba sola y era mi responsabilidad tratar con Aleksi y su abrasivo temperamento.
—Oh, Dios mío —Dorothea sonrió ampliamente cuando vio la sorpresita—. ¡Compraste un árbol!
Me animó mucho que ella compartiera mi alegría.
—¿Dónde crees que podríamos ponerlo? —pregunté—. Navidad es en dos días y la mansión no puede estar así de vacía. Sería muy triste.
Su sonrisa creció y revisó las bolsas. Sus ojos brillaban mientras tocaba cada adorno. No me dijo que Aleksi no estaría de acuerdo o que fue una mala idea. Dorothea me daba más crédito de lo que creía.
—Quedaría muy bien cerca de la ventana—dijo.
—¡Estupendo! El árbol es alto y necesitaremos una escalera para colocar la estrella.
—No te preocupes, querida. Lo tengo solucionado—Me guiñó un ojo—. Traeré dos tazas de chocolate porque pasaremos el resto de la tarde aquí.
—Suena como un excelente plan. Gracias.
Dorothea se retiró a la cocina y coloqué mi bolso en el sofá antes de desenvolver las compras. Tenía todas las intenciones de convertir esta navidad en un paraíso de invierno. Aleksi no estaba obligado a unirse. Su ama de llaves sería mi compañera y juntas seguiríamos la tradición.
Agarré unas ramas de pino hechas de plástico y los enredé en la barandilla de la escalera cuando escuché el familiar ruido que hacía sus zapatos de vestir. Levanté la mirada hacia Aleksi que descendía los escalones con una sola ceja arqueada. Su presencia me heló la sangre: cabello castaño despeinado, camisa blanca arremangada hasta los codos, chaleco y pantalones grises, corbata negra, rostro estúpidamente atractivo que se vio arruinado por la mueca y la mandíbula apretada. Se acabó la fiesta que ni siquiera había empezado.
—¿Qué carajos significa esto? —preguntó. Su profunda voz hizo eco en el frío espacio.
Alguien debería encender las calefacciones. Me mantuve relajada con una sonrisita inocente. Enderecé la postura solo para que mis pechos fueran más turgentes. Conocía muy bien la debilidad de Aleksi Kozlov.
—Le di uso a la tarjeta que me diste generosamente—contesté, tragando saliva—. Pensé que sería buena idea animar un poco el ambiente. ¿No es muy lindo todo?
Bajó los últimos escalones hasta que estuvo delante de mí. Miró las bolsas como si fueran cosas del diablo y la vena en su cuello empezó a latir. Dios, se veía furioso. Rogué para que no rompiera nada o me obligara a tirarlo.
—Quita esta basura de mi camino.
—Aleksi, por favor —Le imploré y alisé su perfecta camisa con mis dedos—. No tuve la oportunidad de comprar un árbol tan bonito como ese. No me hagas tirarlo, por favor. Te prometo que solo estará aquí una semana y yo misma me encargaré de desarmarlo.
Sus ojos verdes escanearon mi rostro. La forma en que hice un mohín e invoqué las falsas lágrimas de cocodrilo debió afectarle porque sentí el momento en que se relajaba. Le mostré con ilusión los muñecos de nieve y las guirnaldas.
—La navidad es pura mierda y consumismo—masculló.
—¡A mí me hace feliz! —insistí—. Cuando era una niña solía detenerme en la ventana de mi habitación y esperaba hasta las doce para ver las luces en el cielo y le pedía un deseo al universo. Le rogaba a las estrellas que me diera una familia mientras mi padre se largaba a una taberna o traía mujeres en la casa. Armaba muñecos de nieve y escuchaba viejas canciones. Lo celebraba sola, pero era divertido. Es la fecha perfecta para manifestar cosas buenas.
No se vio conmovido por mi relato. Apartó mis manos y observó el árbol con rechazo.
—No celebro la jodida navidad. Se acabó la discusión —Dio un paso atrás—. Te daré diez minutos para que limpies todo.
Mi corazón se hundió.
—Por favor. Me dijiste que no te importaba mis actividades mientras regresara intacta a tu lado.
—Nunca te di permiso de adornar mi casa como un mercado barato, Bella.
—¿Barato? —grité indignada—. ¡Este árbol costó casi mil dólares!
Silencio.
—Vamos —Me puse de puntillas y besé la comisura de su boca. Inmediatamente me rodeó la cintura con su brazo y me apretó contra él—. Después podemos celebrar la navidad como tú quieras.
Un gruñido brotó de su garganta ante la sugerencia.
Me cogió el rostro con sus manos y me besó profundamente, explorando mi boca con su lengua. Respondí con avidez, mis brazos se enroscaron alrededor de su cuello mientras profundizaba el beso y tiraba del cabello en su nuca. Mis ojos se cerraron y me hundí en las sensaciones. Sin miedo ni dudas. Un incendio recorrió nuestros cuerpos y no pude resistirme a él. Quería más,
—¿Crees que no sé lo que estás haciendo? —Se apartó y habló con la voz entrecortada y gruesa—. No soy un hombre que quieras poner a prueba, cariño. No juegues con fuego.
—Ya lo hice—jadeé. Sonaba sexual y necesitada.
Me besó de nuevo y mi espalda golpeó la pared. Estábamos demasiado perdidos en el otro cuando Dorothea interrumpió. Me aparté rápidamente y oculté mi rostro caliente con mi cabello. Aleksi, en cambio, actuó como si no estuviera afectado. Lo único que lo delataba eran sus labios hinchados por el beso.
—Esta basura se irá en una semana—espetó y caminó hacia las escaleras sin mirarnos.
Esbocé una sonrisa tan grande que me dolía el rostro y acepté la taza que me ofreció Dorothea. Ella soltó un largo resoplido sin poder creer lo que había presenciado. La mujer tendría un ataque allí mismo.
—Acabas de domar a la bestia, querida—dijo.
🐦
Aleksi
Descansé los brazos en el borde de la piscina con mis pensamientos perdidos. Toda mi vida era una lección constante ante ciertas situaciones y superé cada dificultad. Sin embargo, nada me preparó para el desastre que implicaba Bella Foster. Había aprendido a dominar mis emociones, pero cuando ella estaba cerca me olvidaba de todo y cedía a cualquier cosa que me pidiera. Yo era su jodido títere.
Me pasé una mano por el cabello húmedo y miré a la nada. ¿Cómo saldría ileso de esto cuando la mujer era un enigma? A veces tímida, otras atrevida, divertida, inteligente y sensible. Me confundía. Me volvía enfermo. Estaba retorciendo mi mente. No lo admitiría. Nunca lo haría, pero sentía algo más que posesión. La quería conmigo a cualquier costo.
Agarré el vaso de licor y bebí un trago. Necesitaba poner el juego nuevamente a mi favor. La dejaría tener su pequeño triunfo. Le haría creer que había ganado, pero pronto recordaría cuál era su lugar. Quién era el dueño de sus decisiones y su vida. Ella era mía para entretener. Nada más.
—Te ves consternado —masculló Viktor, apareciendo en mi campo de visión.
Levanté la mirada hacia él y salí de la piscina con los músculos tensos. Tomé la toalla de la tumbona y sequé mis hombros. Me irritaba que ella fuera la primera en ocupar mi cabeza. No debería ser así. No cuando mis negocios prosperaban mejor que nunca. Una sola distracción podría arruinarlo todo.
—Te necesito a mi lado los próximos días—dije, sacudiendo el agua de mi cabello—. Mark custodiará a Bella.
Sus cejas se juntaron. Él sabía que se acercaban tiempos difíciles con la guerra declarada a los Solovióv, aunque Igor no lo supiera aún. Perdí la ubicación de Aleksander. Matarlo se puso complicado. El bastardo estaba escondiéndose muy bien.
—Mark es inexperto—masculló Viktor—. Bella es el objetivo de Aleksander.
Avancé hacia la mansión con Viktor siguiéndome.
—Entonces no saldrá de aquí hasta que matemos al payaso —Me detuve en la puerta y lo miré fijamente—. Igor ha estado muy silencioso y es motivo de preocupación. Los irlandeses siguen el mismo patrón. ¿No crees que se pusieron de acuerdo?
Resopló.
—No sería una novedad—Sacó un encendedor de su bolsillo y jugó con él—. Igor no es estúpido. Nunca te diría que sospecha de ti. Es del tipo que te ataca por la espalda sin pronunciar una sola palabra. Un rasgo que comparten los irlandeses. Pero... —Su labio se curvó en una sonrisa socarrona—. Tiene debilidades como todos.
Rodé los ojos.
—Su inútil hijo no le importa. Su esposa está muerta como sus padres. El hombre es viejo como la mierda. El dinero es la única motivación que tiene para sobrevivir.
—Escuché que está muy perdido por una belleza de cabello rubio. Una chica cuarenta años menor que él —dijo Viktor. Habló despreocupadamente como si no me hubiera tomado por sorpresa—. Ella tiene gustos muy caros. Vive en un lujoso departamento en Miami y conduce una Ferrari. Él costeó todas sus cirugías estéticas a cambio de follarla los fines de semana, aunque sus últimos encuentros han sido más frecuentes. El pobre viejo está estresado.
Lo miré fijamente antes de soltar una risotada. Bastardo hijo de puta. Nadie encontraba soluciones tan rápido como Viktor.
—Es solo su puta de calidad.
Chasqueó la lengua.
—Han estado juntos veinticuatro meses y según mis informantes ella espera un hijo de él. Su futuro heredero.
Me quedé en silencio sin objetar porque esta carta no formaba parte de mi jugada. Ya sabía dónde atacar cuando las cosas se salieran de control. Aleksander ya no era relevante en la vida de su padre. Igor siempre se había avergonzado de él. Le servía más muerto que vivo.
—Buen trabajo—Palmeé la espalda de Viktor y entré a la sala de estar—. Mantenme informado.
—Sí, señor.
Las luces parpadeantes colgantes en el techo y las coloridas guirnaldas me recibieron como un puñetazo. Bella luchaba para colocar la estúpida estrella en la punta del árbol mientras Dorothea sostenía la escalera en caso de que cayera. La música navideña sonaba de fondo y quise arrancarme las orejas. ¿Cómo pude permitir esta ridiculez en mi espacio?
Normalmente odiaba las festividades. Mis empleados solían trabajar menos durante ciertas fechas y perdían el tiempo con la mierda consumista. Además, no tenía dichosos recuerdos de las épocas de diciembre. El único regalo que recibía en noche buena era la paliza de mi padre. La primera vez que armé un árbol estaba muy feliz. Era un niño haciendo cosas normales con la mujer que consideraba su madre, pero él amenazó con matar a Dorothea y a mí me azotó hasta que perdí mi propia voz para gritar.
Me repugnaba Bella y su optimismo con la navidad. Solo ella le pedía algo al universo y esperaba que sucediera mágicamente. Era absurdo. Yo estaba acostumbrado a luchar por lo que quería. Nadie me regalaba nada, pero admiraba su tenacidad. Sabía cómo salirse con la suya. Más cuando se trataba de mí. ¿La ventaja? Me convenía que mi hermoso pajarito estuviera feliz. Toda esa energía vibrante lo degastaría en mi cama. La imaginé de rodillas, mis puños en su cabello y su deliciosa boca chupando mi pene. Tal vez no era mala idea pensar en la jodida manifestación.
Bella logró poner la estrella dónde quería y miró a Dorothea en busca de aprobación. Su sonrisa se esfumó cuando notó mi presencia. Sus ojos bajaron a mis abdominales y alcé una ceja.
—Me alegra que te hayas unido a nosotras —sonrió y bajó con cuidado los escalones.
Le di una orden silenciosa a Dorothea y ella se retiró sin cuestionar, llevándose la bandeja casi vacía de chocolates y malvaviscos. Bella gritó cuando la atrapé por la cintura y la presioné contra mi cuerpo. Aspiré el aroma de su cabello, cerrando los ojos. Siempre olía tan bien.
—Todo este teatrito no ha sido gratis, cariño—Emitió un pequeño gemido mientras mis manos amasaban sus pechos a través del vestido y sus pezones se pusieron rígidos—. Te quiero a las diez en mi cama.
—Aleksi...
Sostuve su cadera con una mano en tanto la otra se arrastraba bajo la falda y mis dedos se deslizaban por sus pliegues. Apliqué presión y ella gimió de nuevo. Mi nombre sonaba muy bien en sus labios.
—Si tardas un solo minuto... —Le besé el cuello y mordisqueé su barbilla—. Habrá consecuencias.
La aparté y subí a mi habitación sin mirar atrás. Era hora de hacer realidad esa manifestación por mi cuenta.
🐦
Instagram: JessiR17
Twitter: JessiRivas17
Facebook: Jessica Rivas
Tiktok: Jessica_Rivas17
Pinterest: JessiRBooks
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top