Capítulo 15
Bella
No pude dormir a causa de la pesadilla. Mi mente recreó el relato que me había contado Aleksi la noche anterior. Me vi a misma atrapada en una jaula: sucia y el rostro magullado. Era una imagen horrible en comparación a lo que vivía diariamente. No quería ser la víctima de Aleksander. Era capaz de matarlo yo misma si volvía a respirar en mi dirección. La próxima vez no me quedaría quieta. Le arrancaría los ojos con mis uñas. Le demostraría mi lado más oscuro. Amaba mi vida y él no iba a quitármelo.
Todavía aturdida y desconcertada, até mi cabello en una coleta y me apresuré a seguir con mi rutina en el jardín. Regué las flores, corté tallos y limpié el hermoso espacio. Había encontrado el libro que buscaba en la biblioteca más temprano. Pronto pondría en práctica algunos de mis conocimientos.
—Eso se ve muy bien—dijo una voz dulce a mi espalda—. Aleksi debería proporcionarte un honorario por todo el trabajo que has hecho en su jardín.
Me giré con una sonrisa en mis labios.
—Pensé que no regresarías.
Cassie me guiñó un ojo.
—Soy más terca de lo que crees—Me devolvió la sonrisa—. Vendría a verte todos los días incluso si no quisieras.
—Oh, Cassie...
Jugueteó con sus manos en un gesto nervioso.
—Lo siento mucho, Bella. Lo que menos pretendía era lastimarte.
Se veía muy culpable y arrepentida. Debí escucharla antes de sacar conclusiones. Cassie era la única además de Dorothea que me había proporcionado un poco de luz en esta pesadilla. Su amistad era importante. Ella era importante para mí.
—Está bien—susurré.
—No, no está bien. Tienes suficientes motivos para sentirte utilizada.
—De verdad ya no importa, Cassie. Podemos empezar de nuevo—Le extendí la mano y continué sonriendo—. ¿Amigas?
Asintió con entusiasmo y dio un leve suspiro de alivio.
—Amigas—repitió, sacudiendo mi mano.
—Déjame arreglar este desastre y nos pondremos al día—dije—. Tengo tantas cosas que contarte.
—No puedo esperar.
Me ayudó a arrastrar una bolsa con restos de hojas secas y abono sucio en una esquina. No se quejó cuando sus preciosas botas fueron salpicadas con un poco de barro. Cassie me agradaba y no quería dejar de verla. Ya el tiempo me diría si fue un error o no darle el beneficio de la duda.
—¿Dónde está Cookie? —Enlacé su brazo con el mío.
Me dedicó otra encantadora sonrisa.
—Esa bola de pelos necesitaba un buen corte. Lo llevé a la peluquería canina, debo recogerlo en una hora.
—Prométeme que lo traerás la próxima vez.
Levantó su dedo meñique y lo unió con el mío.
—Lo prometo.
Me lavé las manos y aceptamos las malteadas de fresa que preparó Dorothea. Nos sentamos juntas en las tumbonas cerca de la piscina climatizada y apreciamos el cielo. El día era hermoso como para desperdiciarlo sola. No podía esperar a que regresara el verano.
—¿Qué sabes de Aleksander Solovióv? —pregunté.
Cassie empezó a toser y respondió después de una tensa pausa.
—Es una persona horrible por dentro y por fuera. Hace unos meses mi padre organizó una fiesta y fue invitado. Hablé una sola vez con él, pero fue suficiente—contestó con una mueca—. Es repugnante como los rumores que lo rodean. No quiero a ese hombre cerca de mí. ¿Por qué?
La rabia y el miedo se mezclaron, calentándome la piel y apretándome el estómago. Tenía la esperanza de que Aleksi mintiera o estuviera exagerando sobre Aleksander con el simple propósito de asustarme, pero si lo decía Cassie era mucho peor de lo que imaginaba. Dos psicópatas se habían obsesionado conmigo.
—¿Bella?
—Me está acosando—susurré—. Me envió de flores y rechacé todas. Anoche me acorraló en el casino de Aleksi. Me amenazó con un arma.
Cassie se removió en su asiento y me observó horrorizada.
—Oh, Dios mío... ¿Estás bien?
—No me lastimó—respondí—. Aleksander cree que soy la debilidad de Aleksi. Es un juego retorcido entre hombres estúpidos que son incapaces de resolver sus asuntos sin lastimar a los demás.
Cassie bebió otro sorbo de su malteada. Le di una probada a la mía, disfrutando la crema batida en mi lengua. Algo relajante para mi mente caótica. ¿Dónde terminaría la próxima vez si Aleksander me atrapaba? ¿Un almacén? ¿Un ataúd? Cualquiera de las opciones era triste y aterrador. Él me advirtió que no volvería a ser amable.
—Tienes que estar armada en caso de que vuelva a acercarse—dijo Cassie—. Una navaja o una pistola servirá.
Me reí con incredulidad. Aleksi no me daría acceso a ninguna de ellas.
—Aleksi me prometió que él no volverá a ponerme un dedo encima.
—Aleksi es un imbécil. No pudo impedir que anoche sucediera —me tomó de la mano—. Tienes que aprender a defenderte si quieres sobrevivir en este mundo. Necesitas clases de defensa personal.
Eso sería maravilloso, pero era imposible en mi situación. Las prisioneras como yo no tenían tal privilegio.
—Dudo que a cierto energúmeno le interese darme esas herramientas. Me prefiere indefensa y vulnerable.
—Como cualquier abusador.
Le enseñé mis largas uñas pintadas de azul. Estaban bien cuidadas a pesar de mi fijación por la jardinería.
—Tengo un arma—sonreí—. Y créeme, es muy filosa. Será suficiente la próxima vez que ese cerdo se acerque.
Soltó una pequeña risa.
—¡Ese es el espíritu! Pero espero que no haya una próxima vez. Aleksander debería estar en un centro psiquiátrico con una camisa de fuerza o en la cárcel cumpliendo una condena de cadena perpetua. Le haría un favor a la humanidad si desaparece. Es un parásito.
Tragué saliva, con la garganta tensa y seca. Ese hombre me aterraba con una simple mirada.
—Suena como si fuera el mismísimo diablo.
—Oh, Bella. Lo es—recalcó Cassie—. Recemos para que pronto regrese al infierno.
Presioné la palma de las manos contra mis ojos y las froté. Necesitaba un descanso de todo esto. Ser secuestrada por Aleksi me había costado muy caro. Mi paz mental era una catástrofe y mi vida estaba constantemente en riesgo. Nunca volvería a sentirme segura.
—Sé que la mafia es parte de tu vida y estás acostumbrada—cambié de tema—. ¿Fue fácil para ti desde el principio?
Cassie había estado relajada, pero ahora se mostró seria y triste. Su voz se quebró con cada palabra.
—Dios, no. Cuando era una niña mi padre se aseguró de hacerme creer que mi vida era un cuento de hadas. Me dio todas las comodidades y me hizo sentir como una princesa. Nunca había visto el lado feo de mi realidad hasta que un día permitió que dos hombres extraños entraran a mi habitación—Soltó un aliento tembloroso—. Recuerdo vagamente a uno de ellos preguntar si yo sería su esposa. Tenía ocho años.
Un nudo se formó en mi garganta. Por un momento me recordé a mí misma. Sola y sometida a los abusos de mi padre mientras sus amigos ofrecían dinero con tal de pasar una noche conmigo. El horror del pensamiento me hizo estremecer. ¿Y si Aleksi no intervenía? No era mi héroe. Él lo había dejado claro con sus acciones, pero mi destino pudo ser mucho más trágico.
—Me costó veintidós años aceptar que esta es mi vida, pero nunca perdí la fe, Bella. Pongo una sonrisa falsa en mi cara todos los días, aunque mi mente está maquinando los planes más macabros posibles. Sé que ambas saldremos de esta—continuó Cassie—. Tú eres fuerte y valiente como yo. Somos supervivientes. Unos malditos hombres estúpidos no van a marchitarnos. Te lo prometo.
Era la mentalidad que quería mantener. Su energía era contagiosa y me daba otra razón para seguir luchando. Yo había levantado mis propios muros y no iba a permitir que nadie las derribara. Menos Aleksi.
—Quiero que me enseñes el truco—dije—. La magia para atrapar a un hombre al punto de volverlo loco.
Los ojos verdes de Cassie brillaron.
—Ya tienes la fórmula. Tu salida con Aleksi fue un grito de reclamo a la sociedad de Las Vegas. Esa fue su manera de decirle a todos que eres suya—Chocó su vaso de malteada con la mía a modo de brindis—. Te has convertido en su talón de Aquiles y te ha dado el poder de destruirlo.
🐦
Aleksi
El periódico mostraba en primer plano la incautación de armas y drogas en el viejo desierto de Las Vegas. Sonreí con malicia mientras pasaba una mano por mi barbilla. Igor no era un idiota. Pronto llegaría a la conclusión de que yo había sido el responsable de delatarlo con la policía, pero era su culpa por no controlar a su patético hijo. Aleksander me atacó dos veces en mi territorio. No habría una maldita tercera vez.
—Increíble—masculló Fredrek sonando consternado—. No lo creía si otra persona me lo dijera. Mandarás al demonio un negocio importante por una mujer.
Lo escuché en silencio, incapaz de contener la creciente rabia. Tenía muchas ganas de estrangularlo por dar su opinión sin que yo se lo pidiera. Bella no era cualquier mujer.
—Aleksander puso sus manos en mi propiedad. He sido bastante considerado con él a pesar de que me ha estado molestando desde hace años por un error insignificante. Es hora de que le demuestre quién es el jefe aquí.
Fredrek se mantuvo inalterable. Nunca solía equivocarse cuando se trataba de mí, pero no permitiría que se entrometiera en mi relación con Bella. Renunciar a mi dulce pajarito no era debatible. Nadie me diría qué hacer con ella.
—¿Entonces quieres terminar la asociación con los Solovióv? —Fredrek se sirvió un vaso de whisky y se sentó a mi izquierda—. Tienes mucho que perder, Aleksi. Igor es un gran aliado y ha sido útil los últimos años. Fue de los pocos que decidió apoyar tu causa. Estuvo a tu lado desde que empezaste.
Había considerado todas las posibilidades, pero nada que no pudiera manejar. Ya estaba dentro de mis planes buscar nuevos aliados. Atravesar fronteras que mi padre jamás quiso. Yo era un bastardo codicioso y quería mucho más. No me conformaría con un viejo incompetente como Igor. Su muerte también me daría beneficios. Sus enemigos vendrían a mí cuando supieran que lo había eliminado y recibiría propuestas.
—El mundo es inmenso, Fredrek—respondí con una sonrisa relajada—. Hay mejores que Igor Solovióv en este negocio. Te lo aseguro.
Asentí hacia Viktor y le entregó una carpeta con documentos a Fredrek. La reunión de hoy era discreta. Quería que este plan fuera perfecto sin darle lugar a posibles errores. Si algo fallaba nadie más me cuestionaría.
—Solicité una cita con uno de los mafiosos más importantes de Italia—mascullé mientras Fredrek leía los informes—. Mateo Moretti está dispuesto a negociar conmigo. Controla los puertos de Roma y quiere extenderlo hasta Las Vegas.
Fredrek me miró con incredulidad.
—¿Quieres negociar con los italianos?
Me encogí de hombros.
—Fue mi padre quién les cerró las puertas. Yo quiero abrirles varias. A cambio me darán la oportunidad de comercializar nuestra mejor fórmula en Roma. Escuché que Mateo es un aficionado a la cocaína rusa y nosotros contamos con el mejor cocinero. Una pequeña bolsa ha sido enviada anoche. Estoy seguro de que quedó fascinado porque recibí su respuesta hace menos de una hora. Quiere verme personalmente. También tenemos otras cosas en común—chasqueé la lengua—. Los italianos odian a los irlandeses.
—Alianza con los italianos—Fredrek soltó una carcajada incrédula—. Tu padre está revolcándose en su tumba.
—Eso me motiva a seguir cada uno de mis instintos. Quiero demostrarles a todos que soy un hombre razonable a diferencia de mi maldito padre. Quiero comerme al mundo rompiendo los prejuicios que él impuso—espeté—. Quiero ser más poderoso de lo que fue mi padre alguna vez. Cuando piensen en un Kozlov recordarán mi nombre y no el suyo.
Fredrek se mostró sereno y casual. No me contradijo porque había sufrido muchas pérdidas debido a la incompetencia y conformismo de mi padre. Mikhail se limitaba a un solo continente cuando teníamos todos los medios de expandirnos. La alianza con los italianos sería mi pase a Europa.
—Apoyo cada una de tus ambiciones, Aleksi—Ladeó la cabeza con los ojos entrecerrados—. Me alegra que recuerdes tus verdaderas prioridades y no permitas que tu nuevo juguete te distraiga.
¿Juguete? Quería decirle que Bella valía mucho más de lo que él creía, pero no me molesté en corregirlo y me limité a asentir.
—Los días se ponen difíciles a veces—sonreí —. Es bueno tener a alguien que caliente tu cama.
Algo ardió en mis entrañas. Algo que no me había permitido sentir en años. Era vergüenza por no defender lo que era mío y hablar de ella como si fuera un objeto cuando no era así. Maldición. Bella calmó a mis demonios sin saberlo. Todo lo que veía cuando cerraba los ojos era su dulce sonrisa. Ella me daba... paz.
—Nadie puede culparte por estar obsesionado—dijo Fredrek aun sonriendo—. Su cuerpo y su rostro compensan cualquier guerra que se aproxime.
Viktor notó la forma en que mi mano se aferró al vaso de lo fuerte que apretaba y me lanzó una expresión que gritaba que me calmara. A la mierda. Ya no toleraba que Fredrek hablara de ella.
—Bella es mi mujer. Es mía—dije—. Lo que haga o deje de hacer con ella es mi problema. Sugiero que la próxima vez no la involucres en ninguna de nuestras conversaciones porque no me agrada pensar que la deseas. Me conoces, Fredrek. Soy muy posesivo con mis pertenencias.
Fredrek soltó una carcajada y me palmeó la espalda. Mi mandíbula se tensó con furia contenida. Había matado por menos a otros hombres. ¿Pero por Bella? Descuartizaría a cualquier hombre que tuviera intenciones de quitármela.
—Ella es toda tuya, Aleksi—remarcó, su rostro serio y duro—. Pero si algún día se convierte en una amenaza seré el primero en decírtelo.
¿Una amenaza? No subestimaba a Bella. Incluso alguien tan puro como ella podría corromperse por la oscuridad. Si le entregaba un arma no dudaría en dispararme, pero yo había encontrado el truco perfecto para apaciguarla. Bella estaba hambrienta de sueños y esperanzas. Cuando le diera una probada de ambas caería rendida a mis pies. Llevarla al casino fue el comienzo. Le mostré todo lo que podía tener a mi lado y le encantó.
—Yo mismo acabaré con ella el día que se convierta en una amenaza—mascullé—. Tienes mi palabra.
Partiría a Italia en un par de horas. Mateo organizó un encuentro en una galería arte. Aún no confiaba en mí y prefería verme en un lugar público por precaución. Yo quería darle una buena impresión. Sabía perfectamente quién podía ayudarme. Ella tenía algo que hipnotizaba a cualquiera que la contemplara. Bella era mi trofeo. Mi premio de oro. La vestiría como una reina, rebosante de diamantes. Me gustaba que todos la desearan cuando yo era el único que podía poseerla. Me hacía sentir poderoso.
Caminé por los pasillos cuando una voz angelical me detuvo. Provenía del salón de baile. El lugar que ella había convertido en su santuario. La canción era dulce y suave. Una jodida bendición para mis oídos. Necesitaba escucharla siempre. Tenerla como tono de llamada si era posible. El sonido me atrajo como el canto de una sirena al próximo marinero que sería su víctima.
Bella...
Arrastré la mano por mi cabello, tratando de salir de mi trance. Estaba hipnotizado. La canción era cada vez más dulce y adictiva. Se me secó la garganta y me latía las sienes. Ella era perfecta en todos los sentidos. No podía dejar de mirarla. Quería escucharla el resto del día.
Me quedé de pie en la puerta, conteniendo la respiración. El vestido blanco de encaje la abrazaba en los lugares correctos, los tirantes sosteniendo vagamente la parte de arriba que apretaba sus senos juntos, sin dejar espacio para cualquier tipo de sujetador. Mierda, era tan hermosa. Después de minutos sin hacer ruido ella se percató de mi presencia y jadeó. Sus ojos azules se abrieron ampliamente mientras colocaba una mano sobre su pecho y sonreía con timidez.
—Me asustaste—musitó—. Tienes la costumbre de aparecer como un fantasma en cualquier parte.
—Ese vestido... —Hice una pausa, pensando qué decir—. Te queda muy bien.
Se sonrojó.
—Gracias.
—¿Cómo se llama la canción?
Su sonrisa fue reemplazada por un ceño fruncido.
—Oh. No es gran cosa.
—Quiero saber—insistí.
Me adentré al salón, invadiendo su espacio personal. Mi altura la hacía más pequeña de lo que era. Tan frágil y suave.
—Es mía. No tiene nombre—Se encogió de hombros, su rostro se tiñó de rosa—. Aún no está terminada.
—¿Cantarás para mí cuando lo esté?
La conmoción parpadeó en sus ojos. Yo también estaba sorprendido por la admisión, pero mi obsesión no tenía límites. Quería más de ella. Sus secretos. Jodidamente todo.
—Sí—respondió despacio, insegura.
Aferré una mano en su cabello y me incliné para besarla. El sabor de fresas llenó mi boca. Su olor me rodeaba y tan pronto como gimió mi nombre, supe que necesitaba estar dentro de ella. Bajé los tirantes de su vestido mientras Bella me quitaba mi chaqueta y desabrochaba los botones de mi camisa. Nuestras ropas estaban en todas partes. Nos movimos por el salón sin dejar de besarnos hasta que terminamos acostados en un sillón. Yo sobre su cuerpo. Sus piernas abiertas envolviendo mi cintura y lista para mí.
—Aleksi, por favor...
—¿Qué has dicho? —La miré sin emoción y vi la desesperación en sus ojos azules.
Levantó las caderas, pero la mantuve quieta con mis manos en su cintura. Tomó todo de mí no follarla duro en ese instante y rendirme de una vez. Era difícil resistirse con ella mirándome así. Esta mujer me hacía pedazos sin saberlo.
—Por favor, por favor...
Me deslicé dentro de ella con facilidad, gimiendo en su cuello y cerrando los ojos por la sensación. Ni siquiera era creyente y dudaba que tuviera un lugar en el cielo si existiera, pero cada vez que follaba a esta mujer me sentía en el paraíso. Me hacía olvidar mi pasado, mi presente o mi futuro.
Al terminar, la niebla de lujuria desapareció y la sostuve en mis brazos. Su cuerpo frío y tenso. La observé fijamente, ignorando a mi cerebro que me gritaba que la soltara. No quería apartar mis manos de ella. Incluso con el rostro sonrojado, el cabello castaño revuelto y el rímel manchando sus mejillas, era la mujer más hermosa que había visto.
—Ven a Italia conmigo—dije.
Bella intentó moverse, pero mis brazos la rodearon con fuerza sin darle chance de respirar. Abrió la boca un par de veces y volvió a cerrarla.
—¿Es una orden? —preguntó.
Una sonrisa se expandió por mis labios.
—Sí.
—¿Puedo negarme? —Sonaba exasperada y agotada.
—Nunca tendrás esa oportunidad—respondí—. Me dijiste que querías volar, mi hermoso pajarito. Ha llegado la hora. Iré a Italia por negocios y tú vienes conmigo.
—Dudo que sea muy útil para ti...
—Lo serás, cariño—Bajé la cabeza entre sus pechos y mordisqueé sus pezones. Me invadió de nuevo la oleada de deseo. Bella respiró hondo, mirándome a través de sus espesas pestañas cuando agarré mi pene con un puño y lo guie en su interior. Soltó un gritito, arqueando la espalda y mordiendo su labio inferior—. Quiero follarte en todo momento. En cualquier parte. En cualquier posición.
🐦
Bella
Dorothea me ayudó a preparar mi maleta. No iba a llevar mucho excepto vestidos, abrigos y zapatos. Aleksi no me dio tantos detalles del viaje. Mis nervios estaban a flor de piel. Era la primera vez que salía del país. Quería sentirme emocionada, pero algo me impedía hacerlo. No me agradaba la idea de involucrarme en su mundo. Simplemente no me veía a mí misma como pareja de un mafioso.
—¿Crees qué...? —Tragué saliva y pasé el cepillo por mi largo cabello castaño—. ¿Me obligará a presenciar cosas qué no quiero?
Dorothea se rió entre dientes y cerró mi maleta. Tenía el tamaño adecuado. Perfecta para tres días de viaje.
—¿A qué te refieres?
—¿No es lo que hace Aleksi? —continué y miré mi reflejo en el tocador—. ¿Matar a quienes les deben dinero si no pagan la deuda?
Dorothea encontró divertida mi suposición, pero a mí no me daba gracia. Aleksi le arrebató la vida a mi padre sin compasión frente a mis ojos. No quería revivir la horrible experiencia. Yo odiaba la violencia. Si el viaje significaba perturbar mi paz prefería no asistir. Inventaría alguna excusa, aunque el energúmeno no me cumpliría el caprichito.
—No tengo muchos conocimientos sobre sus negocios, pero puedo asegurarte que no se trata solo de eso. Hay mucho más—respondió Dorothea—. Escuché que el viaje a Italia será pacifico. Aleksi quiere dar una buena impresión.
Enderecé la postura y suspiré.
—Odio que mi propósito en este viaje solo sea lucir hermosa y sonreír—Miré con dolor mi reflejo—. Soy un simple agujero dónde él puede meter su pene.
Dorothea lanzó un grito horrorizado y casi me reí de su expresión. Era la primera vez que hablaba así en su presencia.
—Ese lenguaje no es adecuado para una chica como tú. No vuelvas a menospreciarte—Me reprendió y nuestros ojos se encontraron a través del espejo. Lucía molesta—. Eres mucho más que una cara bonita, Bella. Eres brillante e inteligente. Disfruta el momento y sácale provecho a la situación. Demuéstrale a Aleksi que tú tienes el control.
Salí de la camioneta todo terreno y ajusté el pequeño gorro de lana sobre mi cabeza. Los hombres de Aleksi nos ayudaron con las maletas mientras el ruso entrelazaba su mano con la mía y caminábamos directamente al impresionante Jet privado negro. Miré con los ojos muy abiertos sin contener el chillido.
—¿Estás bromeando conmigo? —dije, deteniendo mis pasos—. ¿Un Jet privado?
Aleksi me miró a través de sus gafas de aviador. El atardecer bañó su cabello castaño, haciéndolo lucir más claro. Su gabardina era larga y negra, acompañada de una bufanda a juego. Yo tiritaba por el clima. Él parecía cómodo.
—Sí. ¿Algún problema?
—¡Para nada! —expliqué, mirando la cosa—. Pensé que tomaríamos un vuelo normal como cualquier persona común. Además, no soy muy fan de los Jet privado por el impacto negativo que tienen en el medio ambiente.
Aleksi resopló.
—¿Te parece que me importa una mierda el medio ambiente? —Se burló y me instó a moverme a través del pavimento—. No he viajado en un vuelo comercial desde que tengo uso de razón. Ahora deja de parlotear y camina.
Hice un mohín, pero me apresuré a seguirlo. Sus piernas largas ni siquiera me daban oportunidad de respirar. Yo estaba sin aliento cuando llegamos a las escaleras del Jet. Mi resistencia era patética. Necesitaba hacer ejercicios más a menudo. Mis pasos eran inseguros y torpes mientras seguía a Aleksi en el interior. La brisa helada me motivó a entrar rápido. Ahora solo quería una cobija y aire caliente.
—Dime que tienes un poco de café—mascullé.
Las puertas se cerraron y miré con detenimiento. El Jet se encontraba totalmente amueblado. Había ocho asientos de cuero, dos en cada fila. El suelo estaba cubierto por una alfombra. Aleksi indicó que me sentara y me abrochó el cinturón de seguridad sin decir una palabra. Me mordí el labio mirando sus grandes manos. Recordé la forma en que esas mismas manos acariciaron mi piel. No quería acostumbrarme a sus atenciones. Tarde o temprano volvería el monstruo cruel que me había secuestrado. Su temperamento era muy voluble.
—Bienvenido a bordo, señor Kozlov—Una bonita azafata nos interrumpió y observó a Aleksi con una sonrisa.
Era hermosa. Su cabello rojizo estaba atado en una coleta, enmarcando sus rasgos deslumbrantes. Ojos marrones y labios pintados de rojo. Tenía una esbelta, pero curvilínea figura. Su uniforme consistía en una lisa falda azul demasiada ajustada y camisa blanca con botones desabrochados.
—Es bueno volver a verte, Piper—El tono amable de Aleksi me sorprendió.
—El placer es mío, señor Kozlov—Piper respondió con otra sonrisa—. ¿Puedo servirles algo?
—Vodka está bien para mí—dijo Aleksi y me observó—. ¿Quieres algo?
Puse los ojos en blanco. Alguien no me prestó atención.
—Café caliente con leche y crema batida. Si es posible con postre incluido.
La azafata asintió.
—Tenemos pastel de fresa.
—Eso suena genial—sonreí—. Muchas gracias, Piper.
Ella dio marcha atrás.
—Estaré aquí en breve.
Piper se retiró y rebusqué en mi bolsillo la lista que había escrito. Aleksi me escudriñó con las cejas arqueadas. ¿Qué esperaba de mí? ¿Más berrinches y lloriqueos? No quería desperdiciar mi energía cuando podía disfrutar y aprovechar el momento. Dorothea tenía razón.
—¿En qué parte de Italia iremos? —pregunté, tomando una respiración profunda cuando el Jet se encendió con un alto retumbar. Estaba empezando a marearme—. Mi sueño siempre ha sido salir de Las Vegas, pero jamás imaginé que sería así.
Evité mirar por la ventana cuando el Jet empezó a impulsarse. No era fan de las alturas.
—Nuestro destino es Roma—respondió Aleksi y el sonido de su voz me distrajo de las turbulencias—. ¿A dónde deseabas ir exactamente?
—New York. Es la ciudad de mis sueños—La mentira salió con facilidad de mis labios. Si algún día lograba escapar no me buscaría en Los Ángeles—. Pero me encantará conocer Roma. Por eso hice una lista—Eso último lo añadí con una pequeña sonrisa.
Le entregué la hoja y Aleksi me lo arrancó de las manos. Me quedé quieta como una estatua esperando su reacción. No tenía muchas expectativas de que aceptara mis peticiones. No íbamos a Italia de vacaciones, pero no perdía nada con intentarlo.
—Me dijiste que me darías el mundo si me entregaba —Usé sus propias palabras en su contra—. Ya cumplí mi parte, Kozlov. Ahora es tu turno.
Aleksi se rió por lo bajo, mirándome con incredulidad y una especie de humor. Clavé mis uñas en el respaldo del asiento cuando el Jet se sacudió. El viaje sería horrible si no lograba tranquilizarme.
—Muy lista, cariño—Sacudió la cabeza—. Harás que me arrepienta por haber dicho eso, ¿no?
Agité mis pestañas. Haré que te enamores de mí y sufras por todo el daño que me has causado.
—Ponme un rastreador, no me importa—espeté sin que mi confianza flaqueara—. No volverá a presentarse otra oportunidad como esta. ¿Es tan malo que quiera conocer la ciudad y conservar un recuerdo?
Aleksi se inclinó hacia adelante, observándome. Dobló la lista y lo guardó en su bolsillo.
—Está bien—cedió y me tragué el grito triunfal—. Pero ten en cuenta que siempre tomo algo a cambio.
—Ya me has quitado todo.
Miró mi boca y sonrió.
—Mmm... no. Aún puedes darme más, Bella. Mucho más.
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