Capítulo 14


Bella

Era fiel creyente de que atraíamos todo lo que deseábamos. El universo era bastante conspirativo y escuchaba nuestras plegarias. Por esa razón intentaba ser optimista sin importar la situación y evitar las malas energías. Quería que Dios me atribuyera solo cosas buenas.

Y mientras me aplicaba mi perfume favorito no pude evitar preguntarme si este era el comienzo de experiencias bonitas. Había soñado tantas veces que Aleksi me permitiera salir de la mansión y volvió a cumplirse. Esa noche lucía como una estrella de Hollywood. Di vueltas y examiné mi atuendo. Los pequeños cristales incrustados en el vestido plateado brillaban cuando les daba la luz. Tenía un escote en forma de corazón y mi espalda estaba al descubierto. Nunca me había puesto algo tan revelador, pero me encantaba.

—¿Qué tal me veo? —pregunté.

Dorothea acomodó las ondas de mi cabello rizado.

—Preciosa—respondió con una sonrisa—. Vas a destacar más que nadie.

Le guiñé un ojo mientras me ayudaba a colocarme el abrigo de piel. Me sentía muy animada. Nadie me estropearía esta salida. Quería disfrutar y despejar mi cabeza que había latido con dolor el resto del día. Estaba harta del llanto y la desesperación.

—¿Crees que Aleksi...? —Dudé antes de expresar las palabras y toqué la gargantilla de seda en mi cuello—. ¿Se enamore de mí algún día?

Dorothea se quedó momentáneamente congelada. Incluso yo estaba sorprendida por la pregunta ridícula. Ese hombre no tenía ni una onza de amor en su frívolo corazón. Nunca me vería de ese modo. Primero el cielo se pondría de rojo antes de que eso sucediera.

—Querida, tú y yo sabemos la respuesta—Apoyó la barbilla en mi hombro en un gesto cariñoso—. No podemos relacionar la palabra amor con Aleksi. Él no conoce ese concepto. Su forma de demostrar interés por alguien es agresivo, tóxico y violento—Emitió un suspiro—. Pero te aseguro que nunca miró a nadie del modo en que lo hace contigo.

Reprimí un escalofrío.

—Es deseo—susurré.

—Atracción —añadió Dorothea—. Está absolutamente loco por ti. Eso puede ser beneficioso o destructivo. Depende de cómo lo veas.

Fruncí el ceño.

—Me diste a entender que yo puedo cambiarlo. ¿Aún piensas qué es posible?

Su sonrisa vaciló.

—Cuando te vi por primera vez asumí que eras una chica vulnerable y no sobrevivirías a la brutalidad de Aleksi —Me volteó y miró mis ojos de cerca—. Pero te he observado estos días y noté que aprendiste a desenvolverte. Mis pensamientos cambiaron y ahora me preocupas, Bella.

—¿Qué significa eso?

—Ten cuidado—dijo—. Nunca subestimes a Aleksi. Nunca des todo por sentado porque saldrás más lastimada. Es un hombre muy intuitivo y sabe cómo poner la balanza a su favor—Besó mi mejilla y avanzó a la puerta—. ¿Quieres otro consejo? Disfruta la noche y sé tú misma. A él le encanta que te muestres tal y como eres. Te aseguro que esa es la mejor forma de derribar sus muros. No puede resistirse a tu dulzura. Te veo mañana, querida.

Dorothea salió de mi habitación y me apliqué el labial rojo con una pequeña sonrisa. Ser la chica buena e inocente no podría ser tan malo después de todo.



Viktor me abrió la puerta de la limosina sin echarme un segundo vistazo. No era el único a cargo de mi seguridad. Había dos autos escoltándonos. Miré insegura la ventana y me rodeé con los brazos. La ausencia de Aleksi aumentó mi preocupación. ¿Por qué no estaba aquí?

—¿A dónde me llevas? —pregunté.

El matón guardó silencio mientras conducía. Seguí hablando, aunque no me había contestado.

—Solo quiero saber si mi vida está a salvo, por favor—insistí—. Es raro que Aleksi no me acompañe y él es muy posesivo conmigo. No pensé que me dejaría a cargo de otro hombre.

Finalmente, Viktor me miró a través del espejo retrovisor.

—Nos estamos dirigiendo a Kozlov Palace. El Pakhan te espera ahí—masculló y volvió a centrarse en la autopista—. Puedes respirar tranquila. Nunca he matado a una mujer inocente y no planeo hacerlo.

Si quiso tranquilizarme obtuvo el efecto equivocado, aunque no debería perturbarme. Trabajaba con Aleksi. Eso me decía mucho de él. Ambos eran hombres despiadados. Viktor apoyaba todas las acciones de su jefe.

—¿Tienes esposa? ¿Novia? —inquirí.

Se burló de mí.

—No tengo tiempo para las relaciones.

—Tu vida suena triste. Nadie es feliz de esa forma.

—Estoy muy satisfecho así.

—¿Secuestrando a chicas?

—Es parte de mi trabajo si la ocasión lo amerita.

¿Qué podría esperar de él? Los hombres de su tipo no tenían consideración por nadie. Vivían y respiraban por el dinero. Llevaban un estilo de vida vacía dónde no existía el amor ni la misericordia. Sentía pena por Viktor. Probablemente moriría solo como Aleksi. Ambos eran compañeros de crimen.

—Espero que pronto encuentres otra motivación para existir—dije—. La vida es demasiado corta y es más divertido si lo compartes con alguien que te roba sonrisas.

No respondió ni volvió a hablarme el resto del viaje.



Creí que se trataba de un sueño o que mi vista fallaba cuando Viktor detuvo la limosina. Había pasado por delante de Kozlov Palace cientos de veces, pero jamás lo miré tan detenidamente. No imaginé que Aleksi era el propietario. El nombre debería haberme dicho todo. No pude disimular mi emoción. Quería gritar histéricamente y saltar como niña pequeña.

—Señorita —Viktor me abrió la puerta de la limosina y yo seguía con la boca abierta.

Me sentía como Alicia cuando entró a la madriguera del conejo y luego descubrió el país de las maravillas. Luces doradas cubrían cada centímetro del casino, fuentes de agua y una larga alfombra roja guiaba a las puertas deslizantes. Era difícil llamar la atención en una zona tan escandalosa y lujosa como lo era Strip, pero Kozlov Palace te atraía al punto de que no podías ver otra cosa que no fuera el impresionante edificio brillante. Me costó respirar. Había deseado pertenecer a este mundo desde que tenía uso de razón. Esta era mi oportunidad.

Levanté la barbilla y caminé con determinación. El aire helado sacudió mi pelo y me estremeció la piel. Un pensamiento me golpeó de repente, borrando mi sonrisa. Ahora podría escapar si quisiera. La multitud pavoneándose de un lado a otro me daría el tiempo suficiente para correr, sin embargo, la duda llegó de nuevo y me obligué a seguir avanzando a las puertas de Kozlov Palace. No llegaría tan lejos. No con los matones custodiándome.

Viktor habló a través de los auriculares conectados a sus oídos y después ingresamos al edificio. Oh, Dios. Si creía que por fuera era una maravilla no estaba preparada para lo que me recibió en el interior. Observé las mesas de blackjack, dados, ruletas, máquinas tragas monedas y todo el estereotipo de lo que implicaba un casino, pero mucho más lujoso y elegante. Un antro de pecado.

—Por aquí—Viktor me condujo por el laberinto ilustre del casino y entramos a un ascensor con puertas de cristal.

Cuando bajamos al segundo piso pasamos por una gran sala que me recordaba a un viejo teatro clásico. Había un pequeño escenario con una mujer en el centro. Sostenía un micrófono mientras su sensual voz llenaba el espacio. Llevaba una peluca rosa y un largo vestido naranja. Me incliné un poco más a la puerta abierta admirando el espectáculo. El público estaba inmerso y fascinado con la canción. Entonaba una versión mucho más dulce de Take My Breath Away. Contuve la respiración y parpadeé. Ella era perfecta. Todo lo que yo aspiraba.

—¿Quién es ella? —pregunté.

Viktor se detuvo a mi lado.

—Su nombre artístico es Ángel. Es la estrella del casino.

—Canta precioso.

Se rió en voz baja.

—No es lo único que ella hace.

Junté ambas cejas en confusión.

—¿A qué te refieres?

Colocó una mano en mi hombro y me impulsó a seguir avanzando.

—Ofrece muchos servicios que no te gustará saber. Camina, el Pakhan se preguntará por qué demoramos tanto.

Quería quedarme y escuchar cantar a Ángel el resto de la noche. Su nombre artístico le hacía justicia. Me entristecía pensar en los otros servicios a los que se dedicaba. A veces muchas mujeres no teníamos opciones. Yo era el ejemplo más crudo de eso.

Viktor me llevó a una habitación exclusiva que estaba vigilada por dos hombres trajeados. Apenas parpadearon en mi dirección. Nos abrieron la puerta sin hacer preguntas y empecé a sentirme nerviosa. Tal vez fue una mala idea salir de la mansión. Mi cama era más segura que este lugar. Tan pronto como entramos el olor a tabaco saturó el aire y fui recibida por un ambiente desagradable. El lugar estaba iluminado por un inmenso candelabro dorado que reflejaba sus destellos hacia abajo. Había varias mesas de blackjack con apostadores violentos que cada tanto maldecían.

Busqué un rostro familiar y lo encontré en una esquina. Su mirada me congeló inmediatamente. Estaba sentado en un sillón sosteniendo un cigarro entre los dedos. Le dio una calada sin quitarme los ojos de encima. Mis entrañas se estremecieron y el frío se deslizó por mi piel. Tenía razón cuando dijo que el casino no era un sitio para mí. ¿Qué lo hizo cambiar de opinión?

—Su abrigo, por favor—murmuró una voz suave a mi lado.

Me tensé.

—Prefiero quedármela.

La joven anfitriona me dio una sonrisa amable y sacudió la cabeza. Todas las mujeres de este lugar lucían como modelos sacadas de una revista de Vogue. El uniforme consistía en un simple sujetador dorado y falda corta a juego con botas blancas.

—Tiene que seguir el código de vestimenta—insistió—. Sin abrigos.

Miré a Viktor en busca de ayuda, pero ya se había alejado unos cuantos centímetros. Derrotada, me quité el abrigo y lo entregué a la joven mujer. La vi juzgándome de pies a cabeza. Se puso peor cuando empecé a acercarme al jefe de la mafia. Si supieran como llegue aquí... Era solo una chica pobre que fue arrebatada de su mundo y obligada a someterse a su captor.

Aleksi bebió un trago con sus ojos todavía fijos en los míos. Su mirada lasciva evaluó mi rostro, mis pechos y mis piernas. El vestido apenas me cubría los muslos. Era muy corto para mi gusto, sin embargo, parecía tener su aprobación. Cuando estuve cerca de él forcé una sonrisa incómoda. Era abrumador y embriagador. No podía negar que era terriblemente atractivo. ¿Cómo alguien podía ser tan hermoso y horrible al mismo tiempo?

—Estoy muy sorprendida—dije—. Nunca pensé que me traerías a un casino después de tu comentario.

—Siéntate—respondió.

Puse los ojos en blanco y obedecí. Me ubiqué a su lado, tratando de ignorar como su atención se desviaba a mis pechos. Era lo primero que siempre miraba cuando hablábamos y odiaba que las sexualizara tanto. Me hacía desear cubrir cada centímetro de mi piel expuesta.

—Bonito lugar—comenté—. Me gusta que tenga tantas instalaciones de entretenimiento. ¿Eres el dueño de todo?

—¿No es obvio?

—Bastante. Solo quería comprobarlo—Me encogí de hombros en tanto él me entregaba una copa de champagne. Casi argumenté que no tenía la edad suficiente para beber, pero sería en vano. Aleksi no seguía ninguna regla—. Mi favorita ha sido el teatro. La voz de Ángel es perfecta. Escuché que es la estrella del casino.

Aleksi giró el vaso entre sus dedos.

—Tú podrías ocupar su lugar algún día.

¿Qué...? El comentario detuvo los latidos de mi corazón y me mareé. ¿Por qué diría algo así?

—¿Realmente esperas que me crea eso? —Tomé un trago de champagne sin ninguna moderación. Al carajo—. Cantar aquí implica libertad. Algo que serías incapaz de cederme—Las últimas palabras lo dije con amargura y me mordí el interior de la mejilla—. A menos que sea bajo tus términos.

Me dolía que jugara con mis sueños y mis sentimientos. Él sabía lo importante que era la música en mi vida. Me conocía demasiado bien. Antes de secuestrarme había estudiado todas mis debilidades y tenía la capacidad de destruirme. Proteger mi corazón era una tarea casi imposible.

—Una vez te dije que podría darte el jodido mundo si te entregabas —Bajó la mano entre mis muslos y temblé—. No olvido mis promesas, cariño.

—No confío en tu palabra. No tienen valor para mí —Me reí y detuve su mano con una mueca—. No te arriesgarías así. Podría aprovechar la oportunidad y huir.

Su mano se deslizó dentro de mi tanga y salté con un pequeño jadeo. Sus dedos encontraron mi clítoris y acarició despacio, justo como él sabía. Me costó contener el siguiente suspiro. Disfrutaba su contacto del mismo modo en que lo despreciaba.

—Aleksi... nos están viendo.

No le importó. Bajó los labios a mi cuello y lamió el pulso que palpitaba. Mis pechos se sintieron pesados, deseando tener la misma atención. Agarré su muñeca, tratando de detener su ataque. Él no lo permitió.

—Alina te dio la oportunidad de huir y no la tomaste—murmuró—. ¿Por qué?

Dejé escapar el reprimido aliento que estaba conteniendo. Por supuesto que estaría al tanto. Su mansión no contaba con mil cámaras de seguridad por nada.

—Me habrías encontrado en menos de veinticuatro horas.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro y apartó la mano, llevándose el dedo húmedo que estuvo dentro de mí en la boca. Lo vi chuparse el pulgar de una forma tan obscena que me hizo apretar las piernas en respuesta.

—Te perseguiría hasta el fin del mundo, Bella.

Sabía que no mentía.

—Lo sé.

Agarró mi cintura, llevándome a su regazo. Sentí las miradas indiscretas sobre nosotros, pero nuevamente a Aleksi le dio igual. Trazó mis hombros desnudos y acarició mi mejilla con sus nudillos.

—Te daría cualquier cosa siempre que te quedes a mi lado sin resistencia.

—¿Por qué tomarse tantas molestias con el pago de una deuda? —pregunté con la respiración agitada.

—Puedo ser jodidamente bueno si me das lo que quiero—Se inclinó y me besó despacio—. Te quiero dispuesta. Te quiero desecha después de un orgasmo. Te quiero en mi cama día y noche.

Gimió, besándome de nuevo. Sus labios eran brutales y hambrientos. Respondí a su beso, rodeándole el cuello con los brazos. Este no era el monstruo que me forzó a ser suya. Era el manipulador que quería entrar en mi cabeza como un virus defectuoso y luego arrebatarme el corazón. Lástima. Ya conocía su juego y no funcionaba conmigo. Pero fingir que sí me daba más poder. Se le oscurecieron los ojos cuando me aparté y le di una dulce sonrisa.

—¿Crees que puedo ser mejor que Ángel? —inquirí y empecé a besarle el cuello. Su colonia era fuerte y deliciosa. La cercanía de nuestros cuerpos frotándose me calentaba la piel, pero por dentro estaba tan fría. Esta tampoco era la Bella que él conocía.

—Ella ni siquiera se compara contigo.

Me crucé de brazos y lo miré en una especie de shock exagerada.

—¿Eso ha sido un cumplido? Vaya, empezaré a creer que realmente te gusto.

Pero Aleksi no contestó. Se puso rígido cuando una figura se acercó. Alcanzó su chaqueta y la puso rápido en mi regazo para ocultar mis piernas. Cualquier rastro de calidez había desaparecido. Su rostro se volvió de piedra. El hombre frente a nosotros sonrió con diversión. Era rubio con algunas canas esparcidas en su cabello y fríos ojos azules. Su presencia me intimidó.

—¿No vas a presentarme a tu compañía, Aleksi? —preguntó una potente voz. Las palabras teñidas de un acento ruso.

—Fredrek, ella es Bella—dijo Aleksi en tono seco—. Ya la conoces.

Fredrek tomó mi mano y me sorprendió cuando depositó un beso en el dorso. Mis mejillas ardieron por la inesperada atención.

—Es un placer conocerte al fin, Bella. He oído hablar mucho sobre ti.

—Espero que hayan sido cosas buenas.

—Mi hija te considera una amiga—expresó.

La tristeza tiró de mis fibras sensibles. Era el padre de Cassie. El hombre que Aleksi más respetaba.

—Cassie es una gran persona.

—Ella tiene cierta fascinación con las causas perdidas—sonrió Fredrek.

Me sentí ofendida inmediatamente, aunque no tuve el valor de responderle. Había una pizca de verdad en sus palabras. Cassie se acercó a mí por caridad y su necesidad de ver destruido a Aleksi. Yo no era tan importante como creía.

—¿Las apuestas son muy altas esta noche? —indagó Aleksi omitiendo el comentario de Fredrek.

El hombre asintió.

—Lo subimos a cien mil dólares. Creí que te unirías a nosotros, pero veo que estás muy entretenido.

—Bella es mi amuleto esta noche—El ruso se puso de pie y tomó mi mano.

—Yo creo que es una excelente distracción—Fredrek se burló.

Me cayó mal inmediatamente por sus comentarios fuera de lugar. Él no me veía como una persona al igual que los presentes de este casino. Yo solo era el nuevo juguete de Aleksi Kozlov.

—Buen intento, nadie podrá desviarme del juego—Aleksi se rió y puso una mano en mi cintura mientras me llevaba hacia una mesa de blackjack.

La habitación quedó en un profundo silencio. Me moví nerviosamente al lado de Aleksi. Estaba rodeada de hombres peligrosos. Cada uno de ellos vestidos en trajes impecables mientras sus mujeres les masajeaban los hombros. Agradecí haberme tomado ese champagne hacía minutos. De lo contrario, no tendría el valor de mantener la frente en alto.

Sabía que Aleksi era un jefe de la mafia rusa, pero verlo en primer plano era una cosa muy diferente. Era obvio que todos en esta sala le temían porque nadie lo contradijo cuando se sentó en la silla del centro y me llevó en su regazo. Oh, Dios. Las mujeres me observaron en shock. Ellas tenían el mismo estado conmocionado que yo. Me acomodé, recostando mi espalda contra el pecho de Aleksi sin obstruir su vista y traté de calmar los latidos de mi corazón. Él agarró una cantidad de cartas mientras me hablaba al oído.

—Hoy aprenderás a jugar blackjack—dijo—. El que obtiene un valor cercano a 21 gana la partida. La apuesta más alta es de cien mil dólares.

Asentí.

—Suena divertido—mentí.

—Presta atención.

Fredrek que estaba sentado al lado de nosotros levantó su vaso a modo de brindis.

—Veremos qué tan buena es tu amuleto de la suerte—masculló.

Fichas rojas, azules, blancas y amarillas fueron lanzadas. Los hombres apostaban miles de dólares sin inmutarse. Para ellos esto era algo trivial, nada de otro mundo. Yo estaba demasiado concentrada en las cartas de Aleksi que sumaban un valor arriba de diez. ¿Cómo podía jugar conmigo en su regazo? Estuve atenta a la conversación, aunque no dijeron nada interesante.

La mayoría de ellos no me prestaba mucha atención excepto un hombre que parecía querer matarme con una simple mirada. Su rostro me resultaba conocido porque lo había visto en la fiesta de la mansión cuando Alina me interceptó. Mi estómago se hundió al comprender quién era. Quizás algún familiar de la prometida de Aleksi y me consideraba una mujer sin moral.

—Necesito ir al baño—Me levanté del regazo de Aleksi—. ¿Dónde está?

El juego se detuvo e hice caso omiso de las miradas inquisitivas que me dieron los hombres. Aleksi carraspeó con la vena de su frente palpitando.

—Abajo—dijo y asintió hacia una rubia—. Acompáñala. Si no regresa en diez minutos estarás muerta.

El pánico me dejó estupefacta y olvidé cómo moverme. Hablaba muy en serio. Eso era más que seguro. Aleksi regresó al juego sin mirarme. Salí de mi aturdimiento cuando la rubia tomó mi brazo y me alejó. Ella no lucía preocupada. Todo indicaba que se lo tomó con humor, pero yo no podía dejar de temblar a pesar de la pesada calefacción en la habitación. La vida de una persona inocente estaba en mis manos.

Llegamos al baño y me precipité al cubículo para hacer mis necesidades. La mujer mientras tanto retocaba su maquillaje frente al espejo y trataba de mantener una conversación casual detrás de la puerta. ¿Cómo podía tomarse con naturalidad la situación? ¿No conocía a Aleksi?

—Alina va a morirse cuando se entere de esto—Se rió—. Ahora entiendo por qué no asistió. Ella solía acompañar a su prometido en la mayoría de los juegos, pero veo que ha sido reemplazada.

Una ola de nervios se instaló en mi pecho. No me gustaba la idea de estar involucrada en chismes con personas que ni siquiera me conocían. Terminé y me apresuré a lavarme las manos. Los minutos corrían. Lo último que necesitaba era que Aleksi cumpliera su promesa.

—¿Y bien? —insistió la rubia evaluándome con una ceja alzada y una sonrisa burlona—. ¿No me dirás cómo una mujer tan corriente lo atrapó?

—¿Hará alguna diferencia? —Me sequé las manos sin inmutarme.

Me sostuvo la mirada a través del espejo.

—No tienes idea de dónde te has metido, niña.

Un resoplido poco femenino salió de mi boca. ¿Niña?

—Ocúpate de tus propios asuntos si valores tu vida —mascullé—. Él amenazó con matarte si no regresábamos pronto. Y créeme, Aleksi no bromearía con algo así.

La rodeé y avancé hacia la puerta, pero su voz a mi espalda me frenó en seco.

—Le dije a Alina que es muy afortunada de que Aleksi la haya dejado. Ahora es tu turno de soportar al bastardo. Buena suerte con él, niña.

Me alejé rápidamente y la dejé sola en el baño. Sus palabras ardían como si fuera una aguja pinchando a una herida abierta. No quería que me afectara, pero lo hizo. Las cosas se pondrían mucho peor a partir de ahora. Con Alina fuera del juego estaba obligada a ocupar sus zapatos.

No pude llegar muy lejos. Una mano fuerte me agarró del brazo y la otra me tapó la boca, impidiendo que gritara. Intenté dar un rodillazo a quienquiera que estuviera detrás de mí, pero fallé y la persona me arrastró a un rincón oscuro. Algo frío presionó mis costillas y el aire abandonó mis pulmones. Era una pistola.

—Shhh... eso está bien, ratoncita. No quiero dispararte —Su agarré se aflojó.

Mi corazón se detuvo y el miedo me golpeó como un baldazo de agua helada cuando reconocí la voz y el repugnante apodo. Era el mismo hombre que me enviaba flores. Distinguí su rostro a pesar de la poca iluminación. Iba vestido en un impecable traje blanco con el cabello bien peinado. Sus ojos azules brillaron con pura diversión a pesar del absoluto terror que hacía temblar a mi cuerpo.

—¿Qué quieres? —balbuceé—. ¿Vas a matarme?

Arrastró el cañón del arma por mi sien y soltó una carcajada. Si no me mataba Aleksi lo haría este maniático. Estaba tan jodida.

—Solo quise decir hola. ¿Por qué iba a matarte?

—Odias a Aleksi.

Tocó mi mejilla y aparté el rostro de un tirón. El leve contacto me puso la piel de gallina. Iba a vomitar.

—Eso es correcto. Lo odio a él. A ti no.

—Entonces déjame ir y no vuelvas a acercarte.

Retrocedió con las manos en alto y guardó la pistola en la cintura de su pantalón para mi alivio. Seguí contando los segundos en mi mente.

—No tengo intenciones de lastimarte—Sus labios se levantaron en una sonrisa—. Esto es un mensaje para Aleksi. Dile que pude tomar lo que es suyo, pero me detuve. No tendré consideración la próxima vez.

Vi su espalda desaparecer y volví a respirar con normalidad. ¿Qué diablos estaba mal con este hombre? Mi vida no era un maldito juego. Casi tuve un infarto allí mismo. Acababa de amenazarme con un arma. Gracias a Dios no llegó tan lejos. Mi mayor preocupación era enfrentar a Aleksi. ¿Cómo le explicaría lo que había ocurrido? ¿Me creería? Salí de la oscuridad con las piernas débiles y el corazón apenas latiendo. A unos metros, Viktor me buscaba frenéticamente. Caí al suelo y eso atrajo su atención. Se precipitó hacia mí confundido y el ceño fruncido. Hice todo un espectáculo de parecer una damisela aterrorizada. Cualquier cosa que despertara su compasión y el de su jefe.

—Aleksander—logré articular con un sollozo—. Me interceptó y me amenazó con un arma. No quise escapar, Viktor. Te juro que no.

Me ayudó a levantarme y me rodeó con un brazo. No me dio ningún sermón. Se veía genuinamente preocupado.

—¿Te lastimó? —preguntó.

Sacudí la cabeza y dejé que más lágrimas se deslizaran por mis mejillas.

—Dijo que era un mensaje para Aleksi.

Apretó la mandíbula.

—Hijo de puta...

—¿Él no me hará daño?

—¿Aleksi? No. Yo me aseguraré de contarle lo que pasó. Hay cámaras que corroborarán tu historia, aunque dudo que sea necesario. La basura Solovióv es muy capaz de venir aquí y provocar. Es su estilo.

Levanté la mirada hacia Aleksi que se acercó con las manos en los bolsillos. La expresión de él era ligera, despreocupada y casual con una sonrisa en los labios. Sus ojos pasaron al brazo de Viktor aferrado a mi cintura y su expresión cambió por completo.

—Solovióv acaba de atacarla y está asustada—explicó Viktor—. La apuntó con un arma.

Asentí, las lágrimas seguían fluyendo de mis ojos.

—Nunca intenté correr. Lo prometo.

Hizo caso omiso de mis súplicas y se dirigió a Viktor.

—La diplomacia no ha funcionado. Es momento de dar el primer golpe y ya sabes qué hacer.

—Sí, señor—dijo Viktor.

—Otra cosa—señaló Aleksi—. Quita tus putas manos de ella.


Me aferré a mi abrigo mientras observaba las calles pasar. No fue la mejor noche, pero agradecía la salida. Me preguntaba si volvería a repetirse. Lo dudaba. Aleksander se había asegurado de arruinarlo. Ahora mi captor sería más cuidadoso y eso implicaba mantenerme aislada en mi jaula.

—Tienes un nuevo monstruo del qué esconderte—Aleksi rompió el silencio mientras encendía un cigarro—. Aleksander no va a renunciar a ti fácilmente. Hará cualquier cosa con tal de tenerte. Lo de esta noche fue una insinuación de lo que podría conseguir. Amenazó tu seguridad en mis narices.

Sus palabras siniestras enviaron un escalofrío a mi columna vertebral. Aleksi no era mejor que Aleksander, pero conocía su juego y sabía cómo usar mis tácticas. El otro era un psicópata desconocido.

—¿Por qué te odia tanto? —pregunté y lo miré.

—Me follé a su novia hace años—respondió con crudeza—. Nunca lo olvidó.

Hizo que sonara tan casual.

—Yo no lo haría.

—Sé que te has preguntado cuál de los dos es peor—Lanzó una cantidad de humo en mi rostro y arrugué la nariz—. Pero puedo asegurarte que nadie está más jodido que Aleksander Solovióv. Él nunca te permitiría salir de tu jaula como yo. Dicen que prefiere muertas a sus mujeres.

La arcada subió a mi garganta.

—¿Realmente crees que el problema de Aleksander es solo conmigo? —continuó Aleksi torturándome.

—¿Qué otra razón habría? Tú me metiste en esto. Es tu culpa.

Una sonrisa petulante tocó sus labios.

—Tus ojos, tu boca, tu cabello—murmuró y fruncí el ceño en confusión—. Dicen que secuestra a mujeres con los mismos rasgos de su amada. Conserva a muchas de ellas como su muñeca de porcelana. Tiene la costumbre de divertirse primero de la forma más brutal y luego las... mata.

No respiré. No parpadeé. El destino siempre encontraba una manera de hacerlo peor.

—Él no volverá a tocarte—añadió Aleksi y por más extraño que fuera le creí—. Soy el único que puede lastimarte, cariño. Recuérdalo.

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